EL TEATRO DE CERVANTES ESTUDIO CRÍTICO POR EL DOCTOR ARMANDO COTARELO Y VALLEDOR DECANO DE LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS Y CATEDRÁTICO POR OPOSICIÓN, DE LENGTTA Y LITERATURA ESPAÑOLAS EN LA UNIVERSIDAD DE SANTIAGO, INDIVIDUO CORRESPONDIENTE DE LAS REALES ACADEMIAS ESPAÑOLA, DE LA HISTORIA Y GALLEGA, ETC. OBRA LAUREADA CON EL PREMIO BERWICK Y ALBA POR VOTO UNÁNIME DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Lf.MA : "Y vuesa merced, señor Cervantes — dijo él — , ¿ ha sido aficionado á la carátula ? ¿ Ha compuesto alguna comedia?" Cervantes, Adjunta al Parnaso. 3 V i3 MADRID TIP. DE LA «REVISTA ÜE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS Y MUSEOS» 0¡ó\aga, nüm i . — Teléfono 3. 1 83. 191 5 ?Q AL EXCMO. SEÑOR DUQUE DE BERWICK Y DE ALBA SIEXDO ESTA LA PRIMERA OBRA HONRADA CON" EL PREMIO BERWICK Y ALBA considero como GUSTOSO DEBER DEDICARLA A SU FUNDADOR ILUSTRE ARMANDO cor ARELO Y VALLEDOR Madrid, i." de Enero de 1915. INTRODUCCIÓN El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, com- puesto por Miguel de Cervantes Saavedra, ilumina y atrae, como sol resplandeciente, las demás novelas de su autor, que, sin embargo, bien podrían brillar con luz propia. Solo, como oscuro é insignificante satélite, permanece en las sombras el Teatro cervantino, al que apenas los biógra- fos y críticos se resuelven á conceder desdeñosa mirada en cuanto puede servir á ilustrar la vida de su autor egregio. Cervantes es, con todo, escritor dramático de mérito y, por muchas razones, el más sobresaliente en el Teatro ante- rior á Lope de Vega. Ni Argensola, ni Artieda, ni Virués. valían tanto como él, y sólo Juan de la Cueva le iguala en ciertas cualidades y en otras le supera. Es preciso advertir que las primeras obras del autor del Quijote son de 1580 y 1 581, fechas en las cuales sólo el ingenio sevillano escribía para la escena. Cervantes fué el primero en llevar á ella los asuntos de cautivos; perfeccionó los caballerescos, ele- vándolos á mucha mayor altura de lo que Alonso de la Vega y Cueva hicieron ; fué de los primeros, si no el primero, que aclimató la división de las comedias en tres actos y se es- forzó en acreditar los temas nacionales y patrióticos. En las obras de su segunda época, cuando resueltamente se afilia á la escuela de Loi>e sin abandonar por entero los EL TEATRO DE CERVANTES rasgos más característicos de su gusto y estilo, supo doble- garse de tal modo á las ^ue^•as tendencias, que acertó á com- poner piezas de enredo é intriga tan interesantes y sobre- salientes como La Entretenida. Por lo que toca á sus Entremeses, Cervantes se levanta en ellos sobre todos sus contemporáneos y sucesores; y, con ser tan rico y excelente el caudal de nuestras letras en este género cómico y haberlo cultivado eminentes ingenios, nadie aventaja al autor del Quijote. Variedad de motivos concurren, además, para enaltecer el Teatro de Cervantes. Campean en él felicísimos rasgos de aquel lenguaje y estilo que le hacen inimitable maestro del habla castellana, y no son raros los primores de versifi- cación, bastantes para reducir al silencio á cuantos preten- dan negarle la palma de poeta. En el Teatro es, ciertamente, donde se hallan sus mejores versos, y de un modo especial, endecasílabos y romances, pues con razón se preciaba de componerlos excelentes. Entre su repertorio figuran obras de extraordinario mé- rito, como la épica Numancia, composición soberbia desde todos los puntos de vista que se la considere, acaso la tra- gedia más española del teatro nacional, y la grandiosa co- media de El Rufián dichoso, que parecen abrir, cada cual á su modo, el camino á un nuevo género dramático, superior á todos los conocidos; otra, tan pintoresca é interesante, de combates entre moros y cristianos, como el Gallardo español y las que escribió sobre asuntos de esclavos y cautivos, las cuales forman curiosa monografía acerca de las penalidades y sufrimientos que aquellos infelices soportaban en tan mi- serable vida. Es, por tanto, necesario estudiar con alguna amplitud este aspecto de la gran producción literaria del Príncii>e de IXTRODUCCION nuestros Ingenios, y á ello se consagran las páginas siguien- tes. Si la fortuna no acompañó al autor, culpa será de sus cortas luces, no de su falta de entusiasmo y diligencia. La principal dificultad que para ello ocurre es la falta de buenos textos á que confiarse. De todas las impresiones de las obras dramáticas cervantinas, cuya Bibliografía da- mos al final de este libro, no hay más que dos completas : la estampada en 1864 en las prensas de Rivadeneyra, muy lu- josa, por harto incómoda por su tamaño, y además costo- sa y rara, y la de la Biblioteca clásica, mucho más mane- jable y también más fácilmente asequible. A ésta haremos, pues, todas las remisiones, en espera de la edición crí- tica de las obras dramáticas de Miguel de Cervantes que el autor se propone publicar. Para entonces reservamos el Vocabulario y otros estudios gramaticales que aquí serían harto impropios y, desde luego, prematuros por no haber texto exacto á que referirlos. PRIMERA PARTE GENERALIDADES EL TEATRO ANTES DE CERVANTES Orígenes del teatro español — El teatro religioso. — El elemento popular. — Juan del Encina. — Sus continuadores. — Torres Xaharro. — Están camiento del teatro español. — La Celestina. — Influencia clásica. — Ti- moneda y otros. — Influencia italiana. — Lope de Rueda y su teatro. — Fundación de corrales. — Representantes autores dramáticos. — Apari- ción del elemento histórico. — Fr. Jerónimo Bermúdez. — Juan de la Cueva y sus obras. — Sus discípulos. — Argensola. — Artieda. — Cristóbal de Virués y su teatro. El teatro español, al igual de los demás modernos de Europa, nació y se desenvolvió hasta adquirir caracteres pro- pios dentro de la Iglesia ^. Perdida en el Imperio la tra- dición clásica latina que dio vida al teatro, fórmase de nuevo, como si en Grecia no hubiesen existido Eurípides ni Aristó- fanes, ni en Roma Planto y Terencio; quizá no fueron en- teramente desconocidos en la Edad Media estos dos últimos autores, pero no se representaban sus comedias, como nunca se habían representado las tragedias de Séneca, que cierta- I Falta un estudio del teatro español anterior á Lope de Vega; sobre este punto sólo puede verse, además de las obras generales de La Barrera, Schack, Klein y Schoeffer, las siguientes: Mor.atín (L. F ), Orígenes del teatro español, Madrid, 1830 (Biblioteca de Autores Es- pañoles, tomo 11) ; Colón y Colón, Noticias del teatro español anterior á Lope de Vega {Semanario pintoresco, 1840); Cañete (M.). Sobre el drama rcligio.^o español antes y después de Lope de Vega, discurso, Ma- drid, 1862, 4.0; Teatro español del siglo xvi Madrid, 1885; 8.» (Colccc de Escrit. Castellanos) ; Rouanet (L.), Colección de autos, farsas y coloquios del siglo xvi, París, 1901, 4.°; Teatro español del siglo xvi. ALidrid, 1913, 4.° (vol. X de las ediciones de los Bibliófilos madrileños); Cinco obras dramáticas anteriores á Lope de Vega. Nueva York, París. lOír; 4.° {Revue Hispanique, tomo xxii). 14 i:i. TEATRO DE CERVANTES mente era muy leído en dicha época. Existía, pues, algo de literatura dramática, pero no teatro. En el templo católico, al lado de las prácticas y ceremo- nias del culto y formando parte de él, fueron introducién- dose, desde el siglo x, ciertas amplificaciones y glosas de los sagrados textos en los más interesantes episodios de la vida del Redentor que, poco á poco, alcanzaron un desarrollo ma- yor que el texto litúrgico á quien habían servido de com- plemento. Constituyeron narraciones y diálogos seguidos, escritos primero en latín y luego en los idiomas vulgares, del Nacimiento y Pasión de Jesucristo y de las vidas de los Már- tires y Santos, de que es importantísima supervivencia es- pañola la famosa Representación de los Reyes Magos ^, todo ello representado por actores que eran clérigos, dentro de los templos y con cierto aparato escénico y solemnidad, á que prestaba mayor atractivo el uso constante de la música vocal é instrumental. Con el incremento que recibieron estas representaciones fueron perdiendo el carácter litiirgico y aun devoto que al principio tenían, y por esta causa, así como por la fuerza expansiva que dentro de sí mismas llevaban, tuvieron que salir de aquellos santos lugares á las salas de los príncipes y magnates y á la plaza pública. Pero acostumbrado el pueblo á este linaje de espectáculos, no sólo quiso mantenerlos y conservarlos, aun fuera ya de la iglesia, sino que les buscó y halló nuevo empleo y nuevos usos. Ya durante las repre- sentaciones eclesiásticas habíase introducido en ellas cierto elemento popular y profano, en las de la noche de Navidad y Adoración de los pastores y en la de los Reyes Magos, así como en otras festividades, la de los Locos, por ejemplo, que produjo el consiguiente escándalo, y los abusos fueron tales que, no bastando la moderación en estos desahogos de una fe robusta, pero tumultuosa y ocasionada al escarnio (como el Obispillo y la Degolla), acabaron los preladO'S por expulsarlos por completo de la casa de Dios. I La última edición paleográfica, con facsímil, se halla en la Re- vista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid, 1900; 4." EL TEATRO AXTES DE CERVANTES I 3 Y ésta fué, justamente, la razón del grande y rápido desarrollo alcanzado por las notas profanas que formaban parte de los dramas religiosos. Aquellos pastores que antes sólo departían de cosas relativas al santo Misterio que el ángel les anunciaba á la media noche, extendieron sus diálo- gos, luego que el respeto del lugar no les contuvo, á otros asuntos que más de cerca les tocaban, como eran sus gana- dos, sus cosechas, sus rivalidades y, al fin, sus amores, dando así entrada en ellos al elemento femenino, con lo cual puede decirse que el teatro quedó ya constituido. A la vez se incorporaron á estos primitivos ensayos dra- máticos ciertos elementos populares que ya de muy antiguo tenían carácter teatral. Eran éstos unos juegos y farsas ju- glarescas, cuya existencia acusan las leyes de Partida y que si bien en nuestra patria no tuvieron la importancia que en Italia, donde dieron nacimiento á la commedia delV arte y en Francia á un teatro completamente profano, las sottíes, moralidades y sermones jocosos, no puede negarse aportaron á nuestra escena tipos y temas dramáticos como el bobo, y género burlesco, que aparece ya en el Auto del repelón, de Juan del Encina. En este célebre poeta se congregaron y tuvieron forma literaria todas las diversas tendencias dramáticas de su tiem- po. En el año de 1492, tan célebre en nuestra historia, com- puso y representó, en el palacio que los Duques de Alba te- nían en esta villa, la primera de sus farsas de Navidad, que en los años siguientes fueron perdiendo el carácter reli- gioso, hasta convertirse en profanas por entero \ Es de suponer que el caso no fuese único, y que en los palacios de otros grandes señores se hiciesen las mismas represen- taciones, puesto que sabemos como, cerca de veinte años antes, se celebraban en Jaén, en el castillo que habitaba el condestable IMiguel Lucas de Iranzo^, aunque no consta hubiese texto explicativo, las fiestas de Navidad y Epifania. 1 Teatro co>n¡^leto de Juna del Encina, publicado por la Kcal Aca- demia Española, Madrid, 1893; 8.° 2 Crónica {Memorial histórico estaftol. tomo viii\ \ I o EL TEATRO DE CERVANTES Pero la existencia de éste, antes de Encina, resnUa de las representaciones sobre la Pasión y sobre el Naciiniento de Xiicstro Scilor, escritas por el insigne Gómez Manrique para el monasterio de Calabazanos, y de la especie de comedia pro- fana del mismo, compuesta para solemnizar el cumpleaños del infante don Alfonso, hermano de Enrique IV, y una de cuyas intérpretes fué doña Isabel, adelante Reina Católica ^, y del Aitto del Nacimiento, de fray Iñigo de Mendoza, que se halla en su Cancionero y fué escrito probablemente para algún convento ^. Pronto los cortos y simples dramas pastoriles de Encina fueron mejorados y ampliados por éste mismo, después de su primer viaje á Italia, y por sus coetáneos Lucas Fernán- dez ^, sobresaliente en lo religioso ; López de Yanguas,. que fundó el Auto sacramental ■*, y el portugués Gil Vicente, que dio mayor ensanche al elemento popular y bosquejó al- gunos caracteres ". El ejemplo cundió; el pueblo quiso ver en los patios y corrales las farsas pastoriles que se daban en los alcázares, y entonces nacieron los cómicos de profesión, que con aquel modesto hato y ajuar que nos describen Cervantes °, Agus- tín de Rojas ^ y el Jurado de Toledo ^, andaban de pueblo en pueblo dando solaz á las gentes con sus todavía sencillas y rudas historias dramáticas. Pero quien hizo dar al naciente drama castellano el paso de mavor transcendencia fué el extremeño Bartolomé de To- 1 Cancionero de Gómez Manrique, Madrid, 1885; 2 vols. en 8.° 2 Cancionero castellano del siglo xv. Madrid, 1912; 4.° (Nueva Bi- blioteca de Autores Españoles, tomo xix). 3 Farsas y églogas al modo y estilo ¡pastoril y castellano. Madrid, 1867, 8.", edición de la Real Academia Española. 4 Farsa del mundo, sin lugar ni año (1551); Farsa nuevamente compuesta, sin lugar ni año, gótico ; ambas reimpresas en el Teatro es- pañol del siglo xvi, Madrid, 1913; 4.", págs. 415 y 451. 5 Obras de Gil Vicente, Hamburgo, 1834; 3 vols. en 8.° 6 Prólogo á las Comedias y entremeses. 7 Loa de la Comedia (Viaje entretenido, loa viii). 8 Alabanzas de la Comedia (Apotegmas, Toledo, 1596; 4.°, fo- lio 266 V.). EL TEATRO ANTES DE CERVAxNTES rres Xaharro '. Habiendo residido largo tiempo en Jialia, de allí trajo las grandes y felices innovaciones que atestiguan sus ocho comedias. No las debió ciertamente á los draináti- cos italianos ya formados, como el Ariosto, que es alga poste- rior, ni aun á Bibbiena, ni á .Macjuiavelo, que son sus con- temporáneos, sino más bien á aquellos farsantes callejeros, que ejecutaban las comedias aW improviso y que tanta parte tuvieron en el desarrollo^ del teatro exclusivamente cómico en Italia, en Francia y aun entre nosotros. Claro es que el genio de Naharro supo añadir, modificar y acomodar á nues- tro gusto asuntos, escenas y personajes, lo cual demuestra que no fué un simple imitador del teatro de allende. Algunas de sus comedias, como la Himenea, está basada por com- pleto en nuestras costumbres y forma el primer ejemplo de la que después se llamó de capa y espada. El avance dado al teatro por Torres Naharro fué per- dido entre nosotros, ya porque sus obras no se representaran en España, quizá por el atraso en que aún gemía el arte de representar en relación con los dramas de Torres, ó bien por no estar educado el gusto del público para recibir semejantes progresos. Siguieron, pues, escribiéndose y representándose autos del Nacimiento, casi tan sencillos como los de Encina, de lo cual forma curioso ejeinplo uno del mismo Naharro que se halla en sus obras y que en nada revela al grande autor de dramas profanos. Entre los escritores que suministraron el contingente religioso ai teatro español en los primeros cincuenta años del siglo xvi, pueden citarse Pedro de Alta- mira ó Altamirando ", López Rangel ^, Esteban Martí- nez ^, Aparicio '', Izquierdo Zebrero ", Suárez de Ro- 1 La Propalladia, Ñapóles, 1517; reimpresa en los vols. ix y k (Madrid, 1880 y 1900) de los Libros de antaño. 2 Representación de la aparición que Nuestro Señor Jesu Christo hizo a ¡os dos discípulos que yuan a Emaus. Burpos, 155.^: 4-° 3 Farsa del nacimiento de nuestro redentor Jesucristo. íin 1. ni a. (hacia 1530); 4-° 4 Auto como San Juan fue concebido y asimesnio el naciini^vlo de San Juan. Burgos. 1528: otra impresión gótica, sin 1. ni a- : 4." 5 Farsa llamada del pecadar, sin 1. ni a. (hacia 1530); 4-", gótico. 6 Auto llamado Lucero de nuestra Salvación. Sevilla. 1620: 4-". l8 EL TEATRO DE CERVANTES bles \. cuyas obras, vaciadas en los moldes de Encina, no se diferencian gran cosa de las de la mayoría de los treinta y ocho autores de que dio noticia D. Manuel Cañete, ni de los autos que comprende el conocido códice de la Biblioteca Nacional ^. Lo mismo puede decirse del fecundo Diego Sán- chez de Badajoz ^, de las piezas perdidas de Vasco Díaz Tanco de Fregenal, y aun de otros que las compusieron muy notables en distinto género, como Juan Pastor"*. Algunas de las novedades escénicas traídas por Torres Xaharro pasaron, sin embargo, al teatro religioso, como se ve por las tragedias de Santa Orosia, del bachiller Bartolo- mé Palau '' ; la Joscfi)ia, del placentino Micael de Carva- jal *', y la Comedia de Santa Susana, de Juan Rodrigo Alon- so ó de Pedraza ', autor, asimismo, de una de las Danzas de la MuerPe ^. Un libro singular, dramático por su forma y carácter activo de su poesía, pero irrepresentable por su extensión y reproducido i)or Sancha en su Romancero y cancionero sagrados, nú- mero Qio, pág. 385. 1 Dan^a del Santissimo nacimiento de nuestro Señor Jcsuchristo, Madrid, 1561. 2 Publicado por L. Rouanet en París, 1901 ; 4.° 3 Recopilación en metro del Bachiller Diego Sánchez de Badajoz, sin 1. ni a. (1552), reimpreso por Barrantes en Madrid, 1882; 2 vols. en 8.0 4 /hito del nacimiento de Christo nuestro Señor. Sevilla, 1528, y Alcalá de Henares, 1603; 4."; Farsa de Lucrecia, gótico, sin 1. ni a.; reproducido en las Cinco obras dramáticas anteriores á Lope de Vega, [\e\v-York-París, 1912; 4.°, ipág. 48. Del mismo autor se mencionan dos farsas llamadas Grismaltina y Clariana, ésta impresa, acaso, como anó- nima en Valencia, 1522. 5 Publicada por Fernández Guerra, Calda y ruina del imperio visigótico español, Madrid, 1883 ; 8.° 6 Tragedia llamada Josefina, trovada por Micael de Carvajal, Sa- lamanca, 1535, con ediciones de 1540 y 1546, y editada por Cañete en Madrid, 1870; 8." (ed. de los Bibliófilos). 7 Comedia de Santa Susana, sin 1., 1551, y Alcalá de Henares, 1568; reimpresa en las Cinco obras dramáticas anteriores á Lope de Vega, pág. 34- 8 Hay edición de 1551 : fué impresa por Wolf en Viena, 1852: en el tomo XXII de la Colección de documentos inéditos para la Historia de España, Madrid, 1853, Y P^r González Pedroso en el de Autos Sa- cramentales, de la Bibl. de Rivadeneyra, págs. 41 á 46. EL TEATRO ANTES DE CERVANTES '9 contenido, ejerció en nuestra escena, á causa de su excelencia, un influjo mayor que si fuese obra dramática. Huellas de la Celestina parecen hallarse ya en las últimas obras de Juan del Encina, como en la Égloga de Plácida \ l'itonano y en la de Cristino y Febea; pero más acentuadamente se nota su predominio en otras farsas posteriores; como, por ejem])lo, en las comedias Tesorina y Vidriana, de Jaime de Huete \. en la Radiana, de Agustín Ortiz ^, y acaso en la Tidea. de Francisco de las Natas ^. El influjo de- la Celestina, con algunas atenuaciones, persiste todavía en el teatro de Lope de Vega y dramáticos posteriores. El Renacimiento había traído el estudio y conocimiento perfecto de los dos princii)ales autores cómicos latinos, así como el de los grandes trágicos de Grecia y, por consecuen- cia, el deseo de imitarles. Y esta imitación torció el curso natural en el desenvolvimiento de los teatros italiano y francés, que se limitaron á copiar aquellos modelos, i)er- diendo, en cambio, todo carácter original en su drama, tan bien dirigido en la Edad Media, sobre todo en Francia, don- de, lo mismo bajo su aspecto religioso que profano, tanto dio que admirar y aprender á los demás nacientes teatros de Europa. Salváronse de esta peligrosa tendencia las escenas española é inglesa, creandO' un drama completamente origi- nal, nacional }' nuevo, prescindiendo de los modelos clásicos ó aceptándolos sólo en cosas y accidentes artísticos de orden secundario. Y no es que en España fuesen desconocidas las obras de Grecia y Roma, pues, aparte de que ya en el siglo xv se trasladaron á nuestro vulgar las tragedias de Séneca ', 1 Ambas existen en la Biblioteca Nacional unidas, sin señas ni año de impresión, y fueron reimpresas en el Teatro csl>añol del siglo xvi, Madrid, 1913: 4.°, págs. 81 y 177; de la primera hay edición de 1551, sin lugar. 2 Comedia intitulada Radiana, sin 1. ni a. (hacia 15.30): ha sido reimpresa en Chicago, 1910, con estudio preliminar por R. E. HousE. 3 Hay edición de 1550 sin lugar; fué reproducida en el Teatro español del siqlo xvi, de los Bibliófilos madrileños, pág. i. 4 Tragedias de Séneca, Ms. en f ol. ; núm. 3291 del Registruvx U- hronim, de D. Fernando Colón. 20 EL TEATRO DE CERVANTES antes de acabarse la tercera decena dv\ xvj se hicieron pú- blicas, por medio de la imprenta, el ^liifitrión, de Plauto, en castellano, por el Dr. Francisco de Villalobos \ y de nuevo, poco después, por el maestro Fernán Pérez de Oliva, C(uien, igualmente, trasladó á nuestro idioma la Elcctra y la Hccuha triste, de Sófocles ^. Boscán vertió al castellano una tragedia de Eurípides, y ya más avanzado el siglo xvi, un anónimo, el Anfitnón'K y por primera vez el Soldado fanfarrón y los Meneemos, de Plauto ^ ; en fin, el famoso humanista Pedro Simón Abril dio en 1559, en castellano, el teatro completo de Terencio ''. Pero quien hizo la más curiosa tentativa de implanta- ción directa en nuestra escena de obras latinas fué el célebre librero valenciano Juan Timoneda®, que trasladó las co- medias del jjoeta umbrío Anfitrión y los Meneemos, no para la lectura de los aficionados, como hasta entonces se había hecho, sino ])ara su representaci(')n en el teatro. El mismo expresa claramente su pro])ósito cuando dice: Cuan apacible sea el estilo cómico para leer, puesto en prosa, y cuan propio para pintar los vicios y las virtudes, amados lectores, bien lo supo el que campuso los Amores de Calisto y Melibea y el 1 Zarago::a, 1515, y con los I'roblcmas del traductor,' Zamora, 1543; Zaragoza, 1554 y 1550; Sevilla, 1550 y 1574. 2 Obras del maestro Fernán Pérec de Oliva, Salamanca y Cór- doba, 1585: Córdoba, 1586 y 1585; reimpresa en Madrid, 1787; 2 tomos en 8.0 3 Toledo, Juan de Ayala, 1554; 4." 4 Amberes, Martín Nució, 1555. 5 Las seis camedias de Terencio, Zaragoza, 1577; Alcalá, 1583; Barcelona, 1599; Valencia^ 1762; 2 tomos en 8." (ed. dirigida por May^ns). 6 Las tres camedias del feciindisim^o p.oeta Juan Timoneda, 1559; Turiana, Valencia, 1565; Ternario sacramental. Valencia, 1575; Segundo ternario sacramental. Valencia, 1575; Qüaderno espiritual (Auto de La oveja perdida), Valencia, 1597; Quatro obras muy santas, Alcalá, 161 1; 4.0 Los Meneemos y el Paso de dos ciegos y un mozo fueron reprodu- cidos por MoRATÍN en sus Orígenes del Teatro español y el Diálogo de la Magdalena en el Romancero y cancionero sagrados, de Sancha, nú- mero 635; las tres comedias Anfitrión, Meneemos y Cornelia y la Tu- riana, en las Obras completas de Junn Timoneda. Tomo L Teatro prO' jano, Valencia, 191 1; 4.° (Sociedad de bibliófilos valencianos). EL TEATRO ANTES DE CERVANTES Otro que hizo La Tebaida. Pero faltábales á estas obras, para ser consumadas, poderse representar, como las que hizo Bartolomé de l'orres y otros en metro. Considerando yo esto, quise hacer come- dias en prosa de tal manera que fuesen breves y reprcscntablcs, y hechas, como pareciesen muy bien, así á los representantes como á los auditores, rogáronme muy encarecidamente que las imprimiese, por que todos gozasen de obras tan sentenciosas, dulces y regoci- jadas. Fué tanta la importunación, que no pudiendo hacer otra cosa, he sacado por agora, entre tanto que otras se hacen, estas tres á luz. es á saber: la Comedia de Anfitrión, la de Mcncnos {sic) v la Cornelia. Más viva y extensa se manifiesta aún la infltiencia clá- sica dentro de nuestra escena de mediados del siglo xvi en la imitación de los cómicos italianos de la misma época, ini- ciada ó seguida entre los primeros por Lope de Rueda ^ en sus Comedias, casi al mismo tiempo por Alonso de la Vega ^ en las suyas y aun por el mismo Timoneda, y nu mucho después por Luis de Miranda, en stt célebre Comedia pródiga ^ ; Sepiílveda en la de su nombre "* y Pedro Nava- rro en su Griselda ^. Las obras de Lope de Rueda que han alcanzado hasta nosotros son las estampadas i>or su grande amigo Timoneda y alguna más que allegó la erudición moderna; divídense en comedias, coloquios pastoriles y los famosos pasos. Muy poco ó nada de original presenta en cuanto á la invenci(')n en las comedias, todas ellas tomadas del italiano, según la costumbre general del tiempo.; de fuentes más ó menos co- nocidas proceden la Armelina, la Eufemia, la Medora y la 1 Obras de Lope de Rueda, edición de la Real Academia Españo- la, Madrid, 1Q08; 2 vols. en 8.° 2 Las tres famostsimcs Cmnedias del ilustre poeta y f/nicioso re- presentante Alonso de la Vega, agora nuevamente sacadas á luz por Joan de Timoneda. En el año de 1566. Reimpresas en Dresden. IQ03 ; 4-° 3 Sevilla, 1554; reimpresa por D. J. M. de Álava en Sevilla. 1869; 8.° (Bibliófilos andaluces). 4 La Comedia de Sepúlveda, Madrid, 1901 ; 8.° 5 Comedia muy exemplar de la Marquesa de Saludo llamada Gri- selda, por el único poeta y representantie Navarro (sin lugar\ año 1603; reimpresa por Mis Bourl.and en la Rex'ue Hispanique. 1905. 22 EL TEATRO DE CERVANTES de Los cu c/ü nados. Muy parecidas á ellas, y especialmente á la i)riniera. son los dos coloquios de Camila y de Tymhria; pero no así los pasos, en donde se manifiesta el verdadero carácter y sobresaliente mérito de Rueda. Privados, en lo general, de acción, el éxito se fía á las gracias y vivezas del diálogo entre los interlocutores, que suelen ser gentes del pueblo V aun picaros, rameras, ladrones y rufianes. Los siete pasos de El Deleitoso, los tres del Registro de representantes y los catorce incluidos en las comedias y coloquios son otros tantos dechados de cómico, chiste, ingenio, agudeza, primor de expresión y copia pintoresca del estilo }'" lenguaje popu- lares. En esto estriba el principal mérito de su autor, en esto sobresalen también sus piezas largas y en esto no tienen rival en nuestras letras, como no sea en los insuperados en- tremeses de su admirador y discípulo Miguel de Cer- vantes. Desde el año de 1561, en que Madrid se convirtió en Corte, comenzaron á afluir á ella multitud de compañía?, cómicas ; este concurso' hizo necesaria la construcción de teatros ó lugares públicos y estables de representación ; uti- lizáronse primeramente corrales ó patios, cuyo^ alquiler se había concedido á las cofradías de la Pasión y de la Soledad, para sufragio de los hospitales por ellas sustentados y, se- gún indican los datos más antiguos, ya en el año de 1568 se hicieron representaciones en esta especie de teatros. Casi todos los autores ó directores de compañías que á ellos acu- dieron hasta 1579 merecen con justicia aquel dictado, pues ellos fueron entonces los principales cultivadores de la poe- sía dramática ; tales son los mencionados por Agustín de Rojas en su célebre loa de las Comedias, de los cuales no nos queda, sin embargo, ninguna obra. Por entonces se introduce en nuestra escena un elemento importantísimo, que había de ayudar poderosamente á la transformación del drama español, encarrilándolo por uno de sus senderos característicos y que en manos de Lope de Vega alcanzó completo apogeo y desarrollo: el elemento his- tórico tradicional, la crónica y el romance en la escena. El dominico gallego Jerónimo Bermúdez, encubierto bajo el EL TEATRO ANTES DE CERVANTES 2 3 pseudónimo de Antonio de Silva \ imprimió en Madrid, en 1577, sus dos tragedias Nise lastimosa y Nise laureada. Amique siguió el mismo gusto de los anteriores, que quisieron imitar á los clásicos griegos y latinos, tuvo la feliz idea de elegir para sus obras un argumento nacional y más simpá- tico á sus conciudadanos : la trágica historia de doña Inés de Castro. Desconociendo, tal vez. este paso el famoso poeta sevi- llano Juan de la Cueva-, una de las primeras figuras lite rarias de su tiempo, aclimató, por decirlo así, en el naciente drama español los asuntos patrios con sus comedias y tra- gedias, representadas por primera vez en los años de 1579. 1580 y 1 581. Tan notable y eficaz como estas piezas para la reforma del teatro resulta su Ejemplar poético "\ en don- de se hallan teorías románticas muy semejantes á las de Lope y á las de la segunda época de Cervantes. Juan de la Cueva rompió de frente con las reglas y demás trabazones clásicas ; traspasó los límites de la comedia, ofreciendo jun- tos reyes, dioses y personajes humildes ; suprimió un acto de los cinco habituales y dispuso la forma métrica casi de la misma manera que fué después generalmente aceptada. Cua- lidad característica de sus obras es la predilección por las narraciones en estilo épico y por la expresión de sentimien- tos líricos, que heredó el teatro posterior ; sobresalen tam- bién en él la riqueza de la invención, la brillantez de la frase, la entusiasta animación en las descripciones, la energía y vi- veza en la pintura de afectos y el delicado perfeccionamiento de algunas escenas aisladas. Sus obras carecen generalmente de plan; los sucesos suelen amontonarse tanto más cuanto son más extraordinarios, sin lazo interno alguno (|ue los una entre sí. Desde tal punto de vista destácanse en su teatro 1 Primeras tragedias españolas de Antonio de Silva, Madrid, 1577. 4."; reimpresas en el tomo vi del Parnaso espaíwl. de Skdano y en c! 1 del Tesoro del teatro español, de D. E. de Ochoa. 2 Primera parte de las Comedias y Tragedias de Joan de la Cueva. dirigidas á Momo. Sevilla, 1588; 4.° 3 1606; vid. el tomo viii del Parnaso español. Madrid. 1774; 8.": hay reimpresrón con curioso estudio de E. Walberg. Lund, 1904: 4° 24 EL TEATRO DE CERVANTES El principe tirano. El vicio ciiaiiiorado. La C(>)isf.aucia de ArccUna y El infamador, i)rimera forma dramática del tipo de Don Jnan Tenorio: plan más sensato ofrecen El tutor y El degollado. Pero las producciones escénicas que le gran- jearon fama imperecedera y le hacen considerar como el más inmediato precursor de Lope de Vega fueron las de carácter histórico. Al lado de asuntos de sabor tan clásico como La muerte de Virginia, La libertad de Roma por Mucio Escévola y Ayax Talamón, se hallan otros genuínamente históricos y tradicionales españoles como El saco de Roma y muerte de Borhón, Ei cerco de Zamora, Bernardo del Car- pió V Los siete infantes de Lara. Examinadas estas comedias de Juan de la Cueva, nótase á i>rimera vista su grande se- mejanza con las posteriores; á ellas pasaron, no solamente sus bellezas, sino muchos de sus defectos. Siguiendo el ejemplo de La Cueva escribieron otros in- genios de menos importancia, como Joaquín Romero de Cepeda sus comedias Salvaje y Metamorfosea ^ ; Berrio, el primero que representó combates de moros y cristianos ; el Comendador V^ega, Francisco de la Cueva y Loyola, quie- nes compusieron, respectivamente, las comedias de Laura, el Bello Adonis y la de And alia. A la misma época pertenecen también las tres tragedias la L^abela, la Alejandra y la Filis, esta última perdida, de- bidas al célebre Lupercio Leonardo de Argensola ^ y que distan mucho de merecer, por ningún concepto, las hiperbó- licas alabanzas de Cervantes. Carecen por cooipleto áe invención, de unidad artística y de carácter dramático, aun- que presentan rasgos de verdadera poesía y el lenguaje y la versificación son puros y elegantes. Tales méritos explican el aprecio que de ellas han hecho algunos eruditos y el influjo que ejercieron mucho más tarde en el teatro español. Más importancia en su historia ostentan dos ingenios valencianos, como Cervantes veteranos de Lepanto y afi- 1 Obras de Joaquín Romero de Zepeda, Sevilla, 1582; 4.° 2 Parnaso español, tomo vi, Madrid, 1772, y la primera, además, en el Tesoro del Teatro español, tomo i, París, 183/^1; 4.° EL TEATRO ANTES DE CERVANTES 2 3 liados resueltamente á la escuela dramática de Juan de !a Cueva. \^alencia. con Sevilla y Madrid, forman los tres ¡mn- tos principales en que debe estudiarse el teatro de este tiem- po. El infanzón aragonés Micer Andrés Rey de Artieda ^ compuso la tragedia Los amantes, único que ha llegado hasta nosotros de sus varios dramas, como El príncipe vicioso, Amadís de Gaida, Los encantos de Medin, etc. Manifiesta esta obra, cuyo asunto son los trágicos amores de los aman- tes de Teruel, mayor tendencia á la regularidad y una forma dramática más pura que las usadas por el ingenio sevillano. Aunque Artieda se opuso al drama nacional y defendió las reglas clásicas, su obra debe considerarse como una de las más notables de esta época. Cierto deseo de un eclecticismo dramático, de una mons- truosa fusión de lo antiguo y de lo nuevo agita á Cristóbal de \'irués ^, cuyas cinco tragedias, si bien impresas más tarde, son anteriores á la aparición de Lope y casi contem- poráneas de Cervantes. Ambos ingenios las elogian gran- demente, pero la sana crítica no puede aceptar por entero tales elogios. Nadie negará á Virués talento, bizarría, tropel y fuerza trágica ; pero sus defectos se parecen mucho á los de su maestro de Sevilla, y á él se acerca también en la fomia métrica. Como á La Cueva, descarrió al autor del Monsc- rrate la fuerza misma de su fantasía, que le hizo cuajar sus producciones de una extraña variedad ; falta de enlace y acuer- do, desconcierto en el plan, detalles pulidos con esmero é insubordinación de las partes al conjunto, son sus lunares más notables: repugnantes caracteres, crímenes atroces, es- cenas horribles que atormentan al lector y declamacione. c- 1 Véase en la segunda parte de este libro el cap. x. 2 ScHACK, tomo n., pág. 41 • 3o ■ EL TEATRO DE CERVANTES nociese también la Propaladia, de Torres Naharro, y sus co- medias, y desde luego si supo de las del famoso Juan Timo- neda. Además, en sus viajes por Italia, especialmente en Ñapóles y Roma, presenciaría la repr'esentación de las co- medias del Ariosto, de ]\Iaquiavelo, del Bibbiena, etc., y aquellas farsas [)opulares de la comedia improvisada. Su vuelta á España coincidió con la aparición en nuestra escena del elemento histórico y tradicional. i\un descontando á Jerónimo Bermiklez. es seguro ([ue vio en las tablas las primeras obras de Juan de la Cueva, algunas de las cuales datan del año de 1 579. Debe añadirse á esto un factor im- portantísimo en el caso y es el propio ingenio y la natural inventi\-a del autor. Cervantes, que con cierto orgullo se precia con frecuencia de innovador revolucionario y perfec- cionador en varias disciplinas literarias, lo fué en efecto; su fantasía creadora, como de verdadero y grandísimo genio, tomaba pie en angosta base para levantarse sobre ella y vo- lar por los cielos del arte á las cumbres del perfeccionamiento, üs mútil y hasta ilógico, en mi sentir, empeñarse en hacer de Cervantes un mero y poco afortunado imitador ó dis- cípulo de los autores dramáticos coetáneos, cuando aun antes de conocerlos había compuesto ya un drama tan poético, tan lleno de expresión y de vigor artístico como Los Tratos de Argel. Lope de Rueda presentó á su vista los primeros mo- destos esbozos de un gran arte literario como lo- es el dra- mático; Juan de la Cueva le encauzó por el sendero de la historia patria ; lo demás, la relativa perfección y grandeza de sus comedias, se debe exclusivamente á él; ¿á quién iba á copiar en 1581 el autor de La Niimancia? Cuestión es ésta en la que, á mi parecer, se ha reparado poco. Las tragedias de Bermúdez y las de Argensola están muy por debajo de los dramas cervantinos de esta primera época; las de Virués son posteriores á ellos; la á& Los aman- tes, de Artieda, es, sí, de 1581, pero nada podía enseñar á nuestro autor, y aun quizá no alcanzase á conocerla. Cer- vantes fué el primero en traer á la dramática española los asuntos de cautivos ; fué el primero que llevó á la escena la batalla de Lepanto ; perfeccionó grandemente en ella los CERVANTES AUTOR DRAMÁTICO 3 I asuntos caballerescos y aportó antes que nadie una fuente copiosísima de inspiracióil artística, inagotada é inagotable: la realidad. Así en los dramas como en las novelas su propia vida fué su principal maestro. Todas estas reflexiones acre- cientan el dolor con que siempre se lamentará la jxírdida de las piezas compuestas en esta primera época. A estas fechas corresponde el interesante contrato otor- gado con el cómico Gaspar de Forres, descubierto ¡wr el in- signe cervantista D. Cristóbal Pérez Pastor en sus postreras investigaciones en el Archivo de Protocolos \ Por este im- portante hallazgo sabemos cómo hallándose Cervantes en la Corte en el año de 1585, se obligó á escribir para dichc Gaspar de Porres dos comedias, una la célebre Confusa, (jue debía entregarse dentro de los quince días siguientes al 5 de Marzo, fecha del concierto, y otra El Trato de Constantino- pla y muerte de Selíu, para ocho días antes de la Pascua flo- rida; el precio de ambas era el de 40 ducados "en reales", de que Porres entregó 20 por adelantado. La Confusa fué re- presentada con aplauso, segiín su mismo autor nos informa; El Trato de ConstanPinopía no consta que se representase ni aun que se escribiese ^. Terminóse etapa tan feliz de la historia de Cervantes. por lo que él mismo dice en el Prólogo de sus Ocho comedias y .ocho entremeses: "Tuve otras cosas de que ocuparme- dejé la pluma y las comedias" ; y aun pudiera añadir que la Corte y los corrales. Efectivamente: estas otras cosas en (pie hubo de ocuparse no fueron sino las comisiones que desde el otoño de 1587 y por cerca de diez años desempeñó en Andalucía, como receptor ó acaparador de trigo, de aceite y de otros víveres y vituallas destinados á la Anrrada Imcn- cible, único empleo oficial, además del fugacísimo destino de Oran en 1581, que después de siete largos años de peti- ciones y miserias pudo alcanzar el héroe de Lepanto y de Argel. Felipe II. deseando acopiar grandes cantidades de víveres 1 Vid. Memorias de la Real Academia Española, lomo x, pág. lOi. 2 Vid. Cuarta parte de este libro. EL TEATRO DE CERVANTES para abastecer la formidable escuadra que se dis[)ünía contra la reina Isabel, nombró por proveedor general al consejero de Hacienda Antonio de Guevara, que había de tener su centro en Sevilla. No pudiendo acudir tan presto á su nueva residencia, envió i)oderes á D. Diego de \"aldivia, juez de la Audiencia de Sevilla, para comenzar el acopio. Cervantes, que se había trasladado á la capital de Andalucía en espera de un empleo en este movimiento, fué comisionado por Val- divia para la saca de granos en el partido de bxija, y más adelante, por el mismo juez y por Guevara, para otras cosas. " Dolor y fatiga, dice un escritor ^, causan aun hoy ver al infeliz CervAxXTES bregar con tantos miles de arrobas de aceite, de fanegas de trigo y cebada; tratar cnu arrieros, mo- lineros, carreteros, bizcocheros, alguaciles y más gente de este jaez; rendir tres, seis y ocho veces una misma cuenta; ])reslar midtilud de fianzas; sufrir excomuniones inmotiva- das y encarcelamientos por quiebras ajenas; litigar pleitos injustos ; caminar de un lado á otro sin descanso, en invierno y en verano, por diez y doce reales de salario ; y al cabo de todo este inmenso trabajo, salir más pobre que había en- trado en él." Cosa más opuesta á las plácidas tareas de la literatura no podrá imaginarse : cierto que nunca se lamen- tará bastante la negra suerte del más insigne escritor cas- tellano. En el año de íS9~' hallándo.se Cervantes en Sevilla, quiso refrescar sus laureles de autor dramático aplaudido diez años antes. Fué aquélla una época tristísima en la do- lorosa odisea de nuestro gran ingenio; á i8 de Agosto se hallaba insolvente, y por la corta suma de 795 reales vióse reducido á consentir en (|ue se molestara á sus fiadores ^. No ha de maravillarnos, pues, que en 6 de Septiembre si- guiente firmase con el autor de Comedias, Rodrigo Osorio, un oneroso contrato en (|ue se compromete á componer y en- tregar en los tiempos que pudiere, seis comedias de los casos y nombres que á él pareciese, y si estas comedias resultaren 1 CoTAKELo Y Morí, Efemérides cervantinas, pág. 121. 2 PÉREZ Pastor, Documentos cervantinos, tomo 11, doc. lxiii. CERVANTES AUTOR DRAMÁTICO 33 de las mejores representadas en España cobraría jjor cada una la modesta cantidad de 50 ducados (550 reales); pero si la obra no pareciese buena, el autor nada pagaría por ella. Osorio acepta y ofrece cumplir por su parte \ Este interesante concierto parece indicar una nueva eta- pa en la vida de autor dramático de Cervantes ; sin embar- go, "no consta que se hubiese ejecutado, dice un cervantista, pues los términos en que se encierra abrían ancho campo á los abusos del comediante, si quería eximirse de pagar, des- pués de representada la obra" ^. Otro escritor se pregunta : " ¿ Escribió Cervantes estas comedias ? ¿ Son acaso estas seis y dos de las antiguas las ocho comprendidas en la colección impresa en 1615? Difícil es hoy responder á estas preguntas. Inclínanse muchos á lo último; pero bien puede objetárseles con las mismas pala- bras del autor en el prólogo de aquel libro: "que no halló ''autor que las pidiese" y las comedias á que se refiere el compromiso con Osorio estaba obligado éste á representar- las ó á pagar los cincuenta ducados, si no las representaba en los veinte días siguientes á aquel en que Cervantes se las entregara. Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que en tres épocas distintas escribió Cervantes para el teatro^." Yo me atrevo á afirmar que de las diez comedias cono- cidas de Cervantes ninguna fué escrita para Rodrigo Oso- rio ; los viajes y comisiones propios de su empleo comenza- ron seguidamente de este célebre contrato; contratiemix)s muy enojosos sobrcA-inieron al autor del Quijote en este mis- mo mes de Septiembre; á 19 de él se hallaba preso en Castro del Río, acusado de haber malvendido 300 fanegas de t'-'go y condenado á pagar 6.000 maravedises "* ; en 24 de Noviem- bre siguiente, según lo practicado por los contadores Obrc- 1 AsENsio, Nuevos documentüs, núni. ix. 2 Efemérides cervantinas, pág. 148. 3 H.\ZAÑAS Y La Rúa, Los Rufianes de Ccrz-aittcs. Sevilla. 1906: pág. 8. 4 AIoRÁN, Vida de Cervantes, págs. 207 y 336. 3 3^ EL TEATRO DE CERVANTES gón y Ot;ili)ra. aparece alcanzado en 128.281 maravedises, ó sean 3.793 reales \ Además, de las investigaciones que hemos hecho acerca de la cronologia de las ])iezas dramáticas de Cervantes, ninguna pudo ser escrita en el año de 1592, segim se verá en el capítulo inmediato. Solamente de una comedia. El Laberinto de amor, no hemos acertado á hallar, ni aun apro- ximadamente su fecha: pero de la estructura y forma de la obra misma se deduce claramente su pertenencia á la última época del autor. Entre tanto que nuestro Cervantes continuaba en An- dalucía el curso de sus enojosas comisiones, la poesía dra- mática sufría en la corte hondas y trascendentales rev( lu- ciones. El mismo lo reconoció y lo dijo: "Entró luego el Monstruo de la Naturaleza, el gran Lope de Vega, y alzóse con la monarcjuía cómica: avasalló y pu.so debajo de su ju- risdicción á todos los farsantes : llenó el mundo de comedias propias, felices y bien razonadas, y tantas, que pasan de diez mil pliegos los que tiene escritos, y todas, que es una de las mayores cosas (]ue puede decirse, las ha visto repre- sentar ú oído decir, por lo menos, que se han representado: y si algunos, que hay muchos, han querido entrar á la parte y gloria de sus trabajos, todos juntos no llegan en lo que han escrito, á la mitad de lo que él solo" ~. Ciertamente es ésta, á que nuestro autor alude, la época más interesante del teatro español; aquella en que surgen y predominan en él nuevas fomias del drama, originales, que en lo sucesivo habían de caracterizar la escena castellana, levantada á toda su grandeza, brío y desarrollo por el nervio creador de Lope. "Su genio é inventiva, su fácil ex- posición y su fecundidad casi increíble, lo hicieron pronto dueño absoluto del teatro: otros poetas de valía no se des- deñaron de seguir la .senda trazada por él, y en corto tiempo fijó de tal suerte esta escuela el fondo y la forma de todas las especies dramáticas, (|ue el gu.sto nacional no consintió 1 PÉREZ Pastor, Doctunentos cervantinos, tomo 11, doc. lxv. 2 Prúloyo á las Ocho coinedias y ocho entremeses. Madrid, 1615. CERVANTES AUTOR DRAMÁTICO 33 ya en las tablas ninguna obra de distinta índole. Olvidáronse á poco las mejores piezas escritas en diverso estilo, que se habían admirado antes, y su brillo (jucdó oscurecido por el aplauso que se tributó á las nuevas, viéndose obligados los que intentaban adquirir ó sostener fama de autores dramáti eos, á seguir la moda de la época y ceder á las exigencias del público" ^. Cervantes sigue diciendo, en su tantas ve- ces referido Prólogo, que como Dios no lo concede todo á todos, teníanse también en mucho precio los trabajos del doctor Ramón, "que fueron los más después de los del gran Lope", queriendo sin duda aludir, con este alto elogio, al Maestro Tirso de Molina. "Estímense las trazas artificiosas en todo extremo del licenciado Miguel Sánchez ; la gravedad del doctor Mira de Alescua, honra singular de nuestra na- ción ; la discreción é innumerables conceptos del canónigo Tárrega; la suavidad y dulzura de D. Guillen de Castro; la agudeza de Aguilar : el rumbo, el tropel, el boato, la grande- za de las comedias de Luis Vélez de Guevara, y las que ago- ra están en jerga del agudo ingenio de D. Antonio de Ga- larza y las que prometen Las fullerías de amor, de Gaspar de Avila; que todos estos y otros algunos han ayudado a llevar esta gran máquina al gran Lope." Tocóle á Cervan- tes en la dramática como á Gregorio Silvestre en la lírica, presenciar la más honda revolución que conmovió los teatros de España, y como aquel poeta, primeramente protestó con- tra las crecientes novedades, pero hubo de acabar por ren- dirse á ellas y afiliarse á la nueva escuela, compelido jwr variedad de causas. La última fecha cierta de la residencia de Cervantes en Andalucía es la del 2 de Mayo de 1600 - y hasta princi- pios de 1603 en que le hallamos en Valladolid. donde tam- bién estaba la Corte desde Enero de 1601. nada seguro sa- bemos de nuestro personaje. Por una preciosa indicación de la comedia La Gran Sultana •\ cabe creer que ya en 1601 1 ScHACK. tomo II, pág. 4^. 2 AsKNSio, El Ateneo, luim. i, i." de üicicnilin- ía la primera parte del Quijote no habia llegado aún el teatro nacional á su mayor y más perfecto desarrollo ; pero lo es también cpie en 1604 existían ya comedias exentas de los desatinos que aquí se les imputan, y en muchas se hallaban compensados por innegables excelencias poéticas. Si volvemos á examinar todo este discurso, y, además, ciertos pasajes de índole análoga en el Viaje del Parnaso, en el Prólogo á las últimas comedias, etc., no se nos ocultará que estos juicios crí- ticos son en parte muy verdaderos y oportunos,, y en parte, infunda- dos, arbitrarios y fútiles. Faltóle á Cervantes el aplomo y profun- didad necesaria para luchar con éxito contra rivales más fuertes: á su conocimiento exacto de algunos lunares del drama español no CERVANTES AUTOR DRAMÁTICO 43 acompañaba el de sus bellezas, y si por un lado carecía de la im- parciaJidad conveniente y se dejaba arrastrar de la pasión, por otio se exponía á no dar en el blanco, imprimiendo en sus fallos cierta vaguedad. ¿Qué extraño es, por tanto, que se perdiese su voz, aho- gada por el aplauso tributado á la escuela contraria?^. Los hechos consumados, el aplauso popular, el deseo de rivalizar con los noveles escritores y de reverdecer en la es- \ cena cómica, campo de pasados y copiosos laureles, la dura necesidad cuyo azote le persiguió despiadado en su desgra- ciada vida, obligaron á Cervantes á rendirse á la nueva es- tética dramática y á afiliarse resueltamente entre los imita- dores de Lope. Tal vez la meditación le persuadió de que el romanticismo de la nueva escuela no era cosa desatinada ; que las reglas artísticas son posteriores á las obras de arte: que la estética aristotélica podía muy bien no ser la única ; que las unidades no son esenciales á la producción escénica ; que el genio puede lil^ertarse de estas trabas para mejorar los dramas, y que, por último, el único y verdadero fin de ellos consiste en la manifestación de la belleza literaria me- diante la imitación de la vida y de la verdad, como Cicerón decía y él sabía muy bien -. Lo cierto es que Cervantes, no contento con demostrar todo esto en la práctica, tuvo alientos para defenderlo en la teoría, precisamente en el lugar donde más lo necesitaba^, mediante el siguiente diá- logo entre la Curiosidad y la Comedia: CuR. ¿ Comedia ? CoM. Curiosidad, ¿qué me quieres? CuR. Informarme qué es la causa por que dejas de usar tus antiguos trajes del coturno en las tragedias, del zueco en las manuales comedias y de la toga en las que son principales; 1 ScHACK, tomo 11, pág. 56. 2 Don Quijote, primera parte, cíip. xlviii. 3 Al principio de la Jomada segunda de El Rufián dichoso. 44 EL TKATRO DE CERVANTES cómo has reducido á tres los cinco actos que sabes que un tiempo te componían ilustre, risueña y grave; ahora aquí representas, y al mismo momento en Flandes; truecas, sin discurso alguno, tiempos, teatroSj lugares: véote y no te conozco ; dame de ti nuevas tales que te vuelva á conocer, pues que soy tu amiga grande. CoM. Los tiempos mudan las cosas y perficionan las artes, y añadir á lo inventado no es dificultad notable. Buena fui pasados tiempos, y en éstos, si los mirares, no soy mala, aunque desdigo de aquellos preceptos graves que me dieron y dejaron en sus obras admirables Séneca, Terencio y Planto y otros griegos que tú sabes. He dejado parte dellos y he también guardado parte, porque lo quiere así el uso, que no se sujeta al arte. Ya represento mil cosas, no en relación, como de antes, sino en hecho, y así es fuerza que haya de mudar lugares. Que, como acontecen ellas en muy diferentes partes, voime allí donde acontecen : disculpa del disparate. Ya la comedia es un mapa donde, no un dedo distante, verás á Londres y á Roma, á Valladolid y á Gante. Muy poco importa al oyente que yo en un punto me pase desde Alemania á Guinea sin del teatro mudarme. El pensamiento es ligero bien pueden acompañarm^e CERVANTES AUTOR DRAMÁTICO con él, doquiera que fuere, sin perderme ni cansarse. Acerca de este cambio de estética de Cervantes, de este desacuerdo entre la teoria y la práctica, entre sus ideas de 1604 y las de 1Ó15, escribe el sabio polígrafo Menéndez y Pelayo ^ : Para mí, como para el ilustre historiador alemán de nuestro teatro, es cosa clara que se ha dado á las censuras del Quijote uv. alcance crítico mucho mayor del que tienen. Cervantes no se propuso reducir el teatro español á la imitación de Plauto ó de Terencio : en tal caso, sus propias comedias le hubieran parecido malas y des-V | arregladas, y de fijo no se lo parecían, puesto que las coleccionó, protestando altamente del desdén de sus contemporáneos, que no se las habían querido ver representadas. En las doctrinas literarias de Cervantes hay que distinguir varios impulsos: primero, el respeto á una tradición literaria tenida por infalible, respeto más bien habi- tual y mecánico que nacido de propio convencimiento; segundo, el mal humor contra los poetas noveles, que habían arrojado del teatro á sus predecesores naturales, la escuela de Juan de la Cueva y de Virués, á la cual pertenecía Cervantes; tercero, el buen gusto ofendido por dislates evidentes, no tanto por la inobservancia de las unidades de lugar y de tiempo como por la monstruosa confusión de tiempos y lugares que en el breve espacio de tres jornadas abar- caba una crónica entera; cuarto, la preocupación del fin moral del teatro. A esta luz se penetrarán bien las palabras de Cervantes, y podrá resolverse la singular antinomia que existe entre las razones y teorías estéticas del Canónigo y la especie de palinodia que canta Cervantes en su comedia de El Rufián dichoso... Por lo mismo que algunos se obstinan en considerar el Quijote, no como la novela más digna de admiración entre cuantas ha producido el ingenio hu- mano, sino como una espe^cie de evangelio, en que todas las pala- bras encierran misterios esotéricos, conviene poner de manifiesto estos errores y estas arbitrariedades é injusticias de la crítica Je Cervantes y darle á él su tanto de culpa en la rencilla con Lope de Vega, á quien él probablemente atacó el primero, dando lugar á qu.* uno de los discípulos del Fénix de los Ingenios saliese á .su desagr.i- vio con las feroces y villanas represalias del Quijote de Avellaneda. Al fin de su comedia Pedro de ürdcmolas repitió Cervantes, poco más ó menos, las mismas censuras: Y verán que no acaba en casamiento, cosa común y vista cien mil veces. I Historia de las ¡deas estcticas cu Esf>aña, tomo iii, pág. 420. 46 EL TEATRO DE CERVANTES ni que parió la tlaina esta jornada, y en otra tiene el niño ya sus barbas, y es valiente, y feroz, y mata, y hiende, y venga de sus padres cierta injuria, y al fm viene á ser rey de cierto reino, que no liay cosmografía que le muestre; de estas impertinencias y otras tales ofreció la comedia libre y suelta. Con estos antecedentes, ¿ cómo no admirarse de encontrar á Cervantes, en su vejez, alistado entre los partidarios de las inno- vaciones dramáticas? Y, sin embargo, el hecho no puede ser más evidente : léase el siguiente diálogo con que se abre la segunda jornada de El Rufián dichoso y dígase si su doctrina no es idén- tica á la que veremos expuesta por Juan de la Cueva, Lope y Ri- cardo del Turia. III LAS COMEDIAS DE CERVANTES Caracteres de las comedias de Cervantes. — Asunto, plan y desarrollo. — División general de las comedias. — Novedades que Cerv.'VNTES intro- duce en la escena española. — Número de actos, figuras alegórica^', efectos de tramoya. — Personajes. — Caracteres. — El gracioso. — Versi- ficación.— Cervantes, poeta. — Estilo y lenguaje. — Cronología de las comedias. — Su clasificación. ''Querría que fuesen las mejores del mundo ó á lo menos razonables; tú lo veras, lector mío, y sí hallares (¡ue tienen alguna cosa buena, en topando aquel mí maldiciente autor, díle que se enmiende, pues yo no ofendo á nadie, y (|ue atl- vierta que no tienen necedades patentes y descubiertas, y que el verso es el mismo que piden las comedías, que ha de ser de los tres estilos, el ínfimo." Esto dice Cervantes de sus ocho comedias impresas, aqiiellas que, según Suárez de Figueroa, se habían de re- presentar en el valle de Josafat "donde no ha de faltar auditorio"; sin embargo él pensaba de muy distinta manera de ellas; quéjase varías veces del injustificado desdén de los cómicos en no representarlas y las lanza al público " para que se vea despacio lo que pasa apriesa". El desprecio, ó por mejor decir olvido de sus coetáneos : las censuras de Nasarre, Moratín y demás galo-clásicos; la exagerada condenación de algimos extranjeros, como Flo- rián, recogida por varios españoles y por casi todos los bió- grafos de Cervantes, han i)erjudicado de tal modo las comedías de este autor, que fueron y son todavía las meno"^ conocidas de sus obras. No todos los escritores han pensado así, sin embargo: Rojas Villandrando pone al autor del Qui- jote entre los buenos autores de comedias anterion^>^ :• T -.ik-. 4^^ l'l. TKATRt) di; CERVANTES y D. Josef Julián de Castro^ le dedica estas entusiasta.^ palabras en su poema épico sobre la Historia del Teatro español : Florecía en Fspaña por entonces aquel varón que en mármoles y bronces grabó el elogio con (|uc tanto medra, don Miguel de Cervantes y Saavedra. Este divino César resonante, este honor de Alcalá, su patria amante, que de Apolo bebió en la dulce copa; este, en fin, sol de España y de la Europa, ilustró del teatro los primeros con exquisitas obras superiores, que, adquiriendo á su numen mucha gloria, eternizan su fama y su memoria. Sin embargo, entre este parecer y el de los que afirman que las comedias de Cervantes son indignas de su nombre "y que no merecían liaber salido á la luz de las tinieblas del ingenio" para usar de su expresión^, cabe un término me- dio, que es justamente el que debe seguirse. Ni las comedias í, de Cervante.s son estupendas por lo buenas ni deben de. '| rechazarse por malas ; pero colocándonos en el tiempo en que | se escribieron, sobre todo las primeras, y comparándolas. I con las de sus coetáneos, no podremos por menos de con-'J cederles nuestro aplauso y aun nuestra admiración. "Cer- \'ANTES, dice un escritor ■', empezó á escribir comedias des- I)ués de T580, acabado de llegar de un penoso cautiverio, en todo el lleno de su juventud, con toda la fuerza de su amor; y por eso en sus comedias veremos relatados, con preferencia á todos los infortunios de su cautiverio, sus viajes y estudios por Italia, su amor á la patria, aven- turas caballerescas y amorosas, ora suyas, otra extrañas, y otros sucesos tan interesantes como bien presentados. Hoy, con toda la perfección que han dado á este linaje de com- 1 Origen, épocas y progresos del Teatro español. Poema lírico, discurso histórico, Madrid, 1760. 2 García Arrieta, Prólogo á sus Obras escogidas de Cervantes, ¡uim. 7 de la Bibliografía. 3 MÁiNEZ, Las comedias de Cervantes, págs. 89 y 90. LAS COMEDIAS DE CERVANTES 49 posiciones las reglas de la crítica y con toda la severidad que se emplea en juzgar obras de otras épocas y otros siglos, no podemos por menos de conceptuar las comedias de Cervantes co^mo las más aceptables que en sus prin- cipios produjo la dramática española". Y más adelante: "Quedábale á Cervantes la gloria de haber presentado sus comedias con el carácter de originalidad que no se nota en sus predecesores. Las comedias de Lope de Rueda y de Timoneda pecan por demasiado triviales y sencillas ; las de Castillejo y, sobre todo, las de Torres Naharro, por de- masiado licenciosas ; las de Cueva y otros, por demasiado ser- viles en la imitación de antiguos modelos latinos. Cervan- tes fué el imperfecto, pen> verdadero creador de la comedia española de capa y espada, de enredo y de carácter, intro- duciendo sucesos interesantes, de los que luego se valieron los autores de más prestigio. Los Tratos de Argel y La Xu- uiancia eran creaciones literarias superiores á todas las co- medias y tragedias anteriores á su concepción." Las comedias de Cervantes más se parecen á una novela ^ dialogada que á lo que ahora se llama obra dramática. Xi e' autor ni los espectadores se preocupaban de la verosimilitud del argumento, del modo como los personajes entran y salen, donde la acción se anuda, se reconcentra ó se desenreda. Veíanse desfilar series de escenas ó capítulos, cambiando á cada instante de sitio ; oíanse herniosos versos, á veces fuera de propósito, pero muy gustados de un pueblo que pasaba sus horas de vagar en componerlos también. La improvisación reina en Cervantes como en Lope ó Tirso; esta es una de las características más generales suyas. Distínguense estas obras cervantinas, además, por la aglomeración de episodios, pues nuestro autor jamás tomó un asunto ó acción sola para escribirlas, sino dos ó tres ó más, que se mezclan y entremezclan, á veces con trabazón orgánica, pero generalmente con notable independencia, y hay bastantes comedias en las cuales se duda cuál sea el enredo ó trama principal. El autor del Quijote procuró siempre ins- pirarse en la realidad, quiso llevar al teatro \m fragmento de la vida, tal y como ella es, con su mezcla diaria de negocios 4 5 o EL TEATRO DE CERVANTES grandes y pequeños, en que se rcp¿iric la actividad de los hombres. De aqui la muchedumbre de personajes; ninguna pieza tiene menos de veinte y alguna de ellas excede de cin- cuenta, pertenecientes á todas las categorías y esferas so- ciales. Propendió Cervantes á los asuntos históricos y á sacar á las tablas los recuerdos de sus viajes y aventuras en la ( milicia y en Argel, pero siempre ingiriendo con estos argu- mentos otros sucesos imaginativos, cuyo desarrollo va alter- nando con el principal ; nace de esto la abundancia de i>er- sonas reales que figuran como actores en ellas, y de alusiones á sucesos ciertos que se introducen en el diálogo. Camina generalmente la acción con lentitud y con fre- cuencia conducida con poco arte ; escenas de alto interés y de importancia para el desarrollo de la fábula se truncan extemporáneamente con episodios ajenos; los actos ó jor- nadas suelen terminarse á capricho, porque sí, porque es necesario dar descanso al público y á los actores, no porque el desenvolvimiento de la trama así lo pida. Desde este pun- to de vista conviene exceptuar La Gran sultana, cuyos efec- tos finales son, en verdad, sorprendentes. También es carac- terística la excesiva longitud de las escenas, que causa la difusión de las ideas, cierta especie de tautología que hace el diálogo desmayado y aburrido; más que conversaciones ó coloquios son, por lo común, parlamentos alternados, á ve- ces larguísimos, de los personajes que platican, aunque esta tendencia al lirismo nunca alcanza las proporciones que co- bró más adelante, en Calderón sobre todo ; apártanse de esta regla algunas escenas de El Gallardo español y de Los Baños J de Argel, verdaderamente rápidas, vivas y palpitantes. Animan las obras de Cervantes los sentimientos hondos y profundos que adelante habían de caracterizar nuestro teatro : el amor á la religión y á la patria y la caballerosidad. Cervantes, como católico fervoroso, entusiasta y acrisola- do, no se olvida nunca de cantar las excelencias de las vir- tudes cristianas ni de colocar las empresas todas bajo la protección del Cielo. A él se vuelven con frecuencia sus personajes, lo mismo en los momentos de angustia que en ^ LAS COMEDIAS DE CERVANTES 3l los de mayor gozo y alegría, y en muchas ocasiones estas plegarias constiluyen fragmentos líricos de extraordinaria hermosura. Como valentísimo soldado que fué, el autor in- funde en sus creaciones el espíritu bélico que sentía y el exal- tado patriotismo que le inflamaba y le llevó á alistarse en los ejércitos, á teñir con su sangre las cubiertas de los buques y á intentar en Argel heroicas y estupendas hazañas. Aun pres- cindiendo de la gran tragedia Numancia, ardiente explosión del amor patrio, el entusiasmo por su nación y por sus con- ciudadanos se revela á cada paso en el resto de sus obras. De tan generosas ideas nace la noble caballerosidad que en ellas campea; la templada arrogancia, la bizarra cortesía, la valiente audacia y la magnánima admiración para el enemi- go ; El Laberinto de aiiior^ que es una comedia enteramente caballeresca, no cede en este punto á la animada y bulliciosa de El Gallardo español. Si bien se miran, las comedias cervantinas tienen en sí todos los gérmenes del teatro español ; por ninguna cualidad ceden en mérito á las de su tiempo, y aunque en ciertos as- pectos le superan las de Juan de la Cueva, son mucho menos desordenadas que las del ingenio sevillano y las vencen en realidad ; este fué el grande y original mérito de Cervantes : inspirarse en la verdad de la vida y llevar á la escena per- sonajes humanos que sintiesen y hablasen como los de carne y hueso, cosa que no supieron ó no quisieron hacer los auto- res de fines del siglo xvi y que desde Lope de Rueda no se había visto en los teatros. Para estudiar con fruto las comedias de Cervantes en general, es menester distinguir perfectamente las que \)ev- tenecen á la primera época de las que pertenecen á la se- gunda. Sólo elogios pueden tributarse á aquéllas en todos sentidos y bajo todos aspectos : asunto, plan, desarrollo, for- ma, versificación, etc.; éstas son muy inferiores en brío, energía y elocuencia; sólo les superan en orden, parte cómi- ca, estilo, lenguaje y cualidades poéticasi Las primeras se ca- racterizan por su división en cuatro actos, preponderancia de los asuntos históricos, introducción de figuras morales y alegóricas, tendencia á los versos de arte mayor; ausencia de V 52 EL TEATRO DE CERVANTES parte cómica, fuerza dramática y escasa habilidad escénica ; las segundas tienen por distintivo la imitación de Lope y su escuela. Lucha aquí el poeta con un género que no es el suyo, trata de acomodarse á las nuevas exigencias del gusto y de aclimatar en su teatro las recientes novedades cpie destruían por momentos los antiguos moldes; pero sin olvidar por entero sus aficiones personales y sus gustos. Nunca fué, sin embargo, Cervantes clásico, sino el mayor de los ro- mánticos anteriores á Lope; Cueva, Artieda y Virués son mucho más respetuosos con las reglas que él; el autor del Quijote jamás tuvo en cuenta para nada ni la unidad de lugar, ni la de acción, m la de tiempo; así es que su acomo- dación á la estética dramática de Lope se refiere exclusiva- mente á la forma; ni en la elección de asuntos ni en la ma- nera independiente y libre de conducirlos, nada podía apren- der de la nueva escuela el autor de Los Tratos de Argel, obra escrita en 1580, y que, desde este punto de vista, es tan romántica como la que más lo sea del Monstruo de la Na- turaleza. .' Cervantes, que se preciaba de ser el primero que había novelado en lengua castellana y gustaba de presentarse á sí mismo como reformador é inventor, envanécese, en el pre- cioso Prólogo á sus comedias, de haberse atrevido á redu- cirlas á tres jornadas, de cinco que tenían, y añade: "mostré, ó por mejor decir, fui el primero que representase las ima- ginaciones y los pensamientos escondidos del alma, sacando figuras morales al teatro". La primera de estas novedades, que según el mismo autor inició con su perdida comedia La Batalla naval, sería precedida de un paso intermedio, pues las dos únicas piezas que se han podido hallar de su primera época y la antigua forma de La casa de los celos, no constan ni de cinco ni de tres, sino de cuatro actos. En cuanto á la segunda de estas innovaciones, hállase, en efecto, introducida por sus comedias más antiguas y en ellas se ven personifica- ciones de seres abstractos, como son : la Necesidad y la Ocasión, en Los Tratos de Argel; España, el río Duero, la Guerra, la Enfermedad y la Fama, en la Numancia; la Sos- pecha, el Honor, la Curiosidad, la Desesperación, los Celos, LAS COMEDIAS DE CERVANTES la Mala fama, la Buena fama y Castilla, en La casa de los celos; y, por^últimq, para resucitar una especie de diálogo ó loa que sirve como de intermedio desligado de la acción de la obra, la Comedia 3* la Curiosidad, en El Rufián dichoso. Dudas, sin emi)argo, mu}- vehementes asaltan á los críticos para reconocer á Cervantes como el inventor ó primer in- troductor de semejantes -^ j-; -- ^^ escena española. Torres Xaharro sustitu} actos, tomado del teatro latino, el de jornadas, para designar las divisiones que se hacen en las piezas dramáticas, indicando con él ó que los sucesos de cada acto podían entenderse sucedidos en un solo día, ó que servía para descanso del espectador en el trans- curso del drama; aunque algunos ctz .ienen relación con la journée de los misterios francc-c- ' = " -'or extremeño en su Pro^aJgdia: "La, i'-r.- :^- media) en cinco actos no se ro mucho necesaria, aunque yo les liaiiio jorna.^^^i¿. ¡x^r^jUc más me parecen descansaderos que otra cosa." Tal denominación perduró largo tiempo, hasta que modernamente vohñó á usarse el primitivo de actos. Su número no era fijo en los principios de nuestro tea* estaba ya reducido á tres por los años de 1600. X izo sus comedias de cinco, como los antiguos : pero sus prosecutores no lo continuaron así. La Comedia pródig~r ~ esa en 1554, consta de -'-''- ' .^.. . . -. -jas, las farsas del tiemp>: ?olían tener seis joma- das : Juan de la Cueva ias redujo a cuatro. Moratín cita una comedia de Francisc ' ' ----- jj^presa en el año de 1553, cuyo autor se . uélla la primera escrita en tres actos; de lo mismo se preció Cristóbal de \'irués en el prólogo de su tragedia La gran > ' t^ dice de él Lope de \ ega (Arte nuezc . — .. De ser incierta la cita de Moratín y comoquiera que la? El capitán Viniés. sublime ingenio, nuvn en rre? actos la comedia que antes 54 EL TEATRO DE CERVANTES obras de Animes son posteriores á las de Cervantes, éste sería, en efecto, el primer autor de tal reforma. Menos dudas ofrece lo que se refiere á las figuras mora- les y alegóricas. Ellas aparecen en escena antes de que las sacara Cervantes; bien que éste pudo no conocer las pie- zas en que tal ocurre. En La Duquesa de la Rosa, obra de Alonso de la Vega, impresa con otras dos suyas en 1566. salen el Consuelo, La Verdad y el Remedio á confortar á la prisionera dama ; en El Infamador, de La Cueva, aparecen Némesis, diosa de la venganza; Venus, diosa del amor; Diana, diosa de la castidad ; Morfeo, ministro del sueño ; el Dios del sueño y el río Betis, y, por último, en la Isabela, de Argensola, la Fama hace el prólogo y el Espíritu de Isabela termina la tragedia en ocasión algo parecida al final de La Nmnancia, cervantina. De la atenta lectura de los dramas de Cervantes parece deducirse que nuestro autor, cuya inventiva se extendió á tantas cosas, hubo de aplicarla también á las artes del teatro. 1 El uso de prodigios y acontecimientos sobrenaturales en las comedias dio ocasión al empleo de apariencias "que ya se llaman tramoyas", al decir de Lope de Vega, quien en la ; Justa poética de San Isidro escribe además esta maldición : Si comedias escribieres, plega al Cielo la yerre un jug'ador representante, ó con las apariencias venga al suelo nube carpinteril, ángel volante. Según Moratín, la primera comedia castellana de tra- moyas ó de magia fué la Armelina, de Lope de Rueda, y según Cervantes "sucedió á Lope de Rueda Navarro, na- tural de Toledo, el cual... inventó tramoyas, nubes, true- nos y relámpagos". Nuestro autor debió de imitarle, mos- trando á los cómicos la manera de obtener efectos escénicos. Son curiosísimas las indicaciones c^ue hace en La Numancia para simular truenos y relámpagos, acaso invenciones su- yas ^. De muchas acotaciones se desprende que Cervantes I Págs. 112 y 118. LAS COMEDIAS DE CERVANTES 55 pensaba explicar á los representantes toda la complicadisima maquinaria de su comedia La casa de los celos, verdadera obra de magia, llena de apariencias y tramoyas á que dan ocasión las travesuras de los enamorados Merlín y Malgesi ; hay en ella sátiros, salvajes, demonios y sombras; hablan los espiritus; óyense músicas misteriosas, crujen cadenas, quéjanse invisibles seres, le\ántanse llamas; bajan nubes y Malgesi surge de la boca de una disforme serpiente, como Merlín del vientre de un padrón, que se abre y se cierra por arte mágico. En mitad del tablado se hace un aparato ó maquinaria, al parecer de mucha complicación, la cual con- tribuye no poco á los sorprendentes lances de la obra. Todo este maravilloso no tan sólo lo imaginó Cervantes, sino que ad«„más ideó la forma mecánica de representarlo en escena ^ , Abundando como abundan en el teatro de nuestro autor ' los asuntos históricos, son también muchos los personajes reales que en él nos presenta: el corsario Arnaute Mamí y el cruelísimo rey Hasán y Cervantes mismo, figuran en Los Tratos de Argel. Escipión el Africano, su hermano, Quin- to Fabio, Cayo Mario y el rey Ingurta, Teógenes y Corabino. en La Nmnancia; D. Alfonso de Córdoba, conde de Alcau- dete y su hermano D. Martín, D. Francisco de Mendoza, el soldado Buitrago y el ingeniero Fratin, en El Gallardo es- pañol; Fr. Cristóbal de Lugo ó de la Cruz, el Lie. D. Fran-~; cisco Tello de Sandoval y el virrey D. Luis de Velasco. en , El Rufián dichoso; D.^ Catalina de Oviedo y su padre y el^ Gran Turco Amurates, en La gran Sultana. Y ¿quién será capaz de decir que aquellos cautivos Leonardo, Pedro. Fran- cisquito, Osorio, D. Fernando, D. Lope y Vi vaneo; los rene- gados Hacem é Izuf, que aparecen en Los Tratos y en Los Baños de Argel, y Madrigal en La Gran Sultana, no tuvieron existencia real y fueron conocidos y tratados por Cervan- tes? Lo mismo puede pensarse de aquellos rufianes Lobillo y Ganchoso, de los estudiantes Peralta y Gilberto y hasta del leño Carrascosa de El Rufián viudo y aun de los deliciosos I Págs. 321, 322, 323, 324 y 335. .■^0 EL TEATRO DE CERVANTES pajes y lacayos Ocaña, Ouiñones. i^Iuñoz y Torrente y de las fregonas Cristina y Dorotea de La Entretenida. Los asuntos de algnnas comedias de Cervantes se dan la mano con los de sns novelas. Los Tratos de Argel equi- vale á la de El amante liberal; Los Baños de Argel á El Capitán eantivo ; Pedro de Urdeniaias á La gitanilla de Ma- drid, y hasta el primer acto de El Rufián dichoso se parece á Rinconete y Cortadillo; así muchos de los tipos de las novelas se hallan en las comedias con sus mismos caracteres y muchas ^•eces con sus mismos nombres. Respecto de és- tos, muestra Cervantes en el teatro, lo mismo que en las narraciones prosadas, tendencia constante á utilizar los rea- les V efectivos de algunas personas con quienes tuvo relación durante sus viajes y aventuras para bautizar las creaciones fantásticas, cuando no los saca á las tablas con sus propios nombres. Suele repetirse, aunque sin fundamento, que nuestro teatro clásico carece de caracteres. Si por tales se entienden las abstracciones metafísicas imaginadas por Moliere y pro- seguidas por Moratín, cierto es, en general ; mas si se han de llamar así las pinturas fieles del temperamento, genio y tendencias acentuadas que en algunos individuos se notan y que consisten en el predominio de un rasgo sobre los de- más, ])ero sin aniquilar otros rasgos é inclinaciones, bien conocidas son algunas producciones de Tirso, Alarcón, Ro- jas y Moreto, y otros muchos ingenios, sobre todo en la segunda mitad del siglo xvii, que desmienten opinión tan infundada. ¿Quién negará que Cervantes fué un gran pin- tor de caracteres en el Quijote y en las Novelas? Genio ob- servador y perspicaz, lo vulgar, lo corriente, lo anodino, no tenía significación ni atractivo para él; en cambio todo lo original ó poco común, todo lo típico, atraía su atención y excitaba sus reflexiones.! En las comedias se halla variedad de caracteres perfectamente diseñados y sostenidos, aun en las obras de aspecto histórico más marcado. Prescindiendo de las figuras de primer orden donde campea el heroísmo, \-emos que en La Num-ancia, Morando representa el valor y la abnegación- de la juventud; Leoncio, la ainistad fiel has- LAS COMEDIAS DE CERVANTES 5 7 ta la muerte, y la candida y graciosa figura de Lira, el amor puro, que crece entre los horrores de la guerra, como el de Ofelia entre la sangre y las traiciones. En Los Tratos de Argel, Izuf y Zara significan el apetito concupiscente; Saa- vedra, la noble y cristiana resignación ; Francisquito, la exal- tación religiosa de los mártires; don Fernando de Saavedra, El Gallardo español, el valor ciego y temerario que parece en- carnar el denodado espíritu batallador de los soldados que conquistaron casi todo el mundo conocido, y Alimuzel, la caballerosidad guerrera de nuestros romances fronterizos; Zara, la Zoraida, de Los Baños de Argel, el amor inocente y confiado ; Pedro de Urdemalas, una admirable personificación del carácter aventurero y errabundo, y hasta la anónima reina de esta comedia, la intemperancia de los celos. ¿Quién dudará de que Tello de Sandoval consei^^'a en El Rufián dichoso el mismo tem|>eramento con que la historia le pinta, y que la misteriosa dama sin nombre, en dicha comedia, sig- nifica la incontrastable fuerza del amor al fruto prohibido, acrecentado por la ociosidad, la indolencia, la libertad y el abandono, como Cristina, en La Entretenida, encarna la co- quetería, y Muñoz, la sórdida avaricia? Hase dicho que uno de los caracteres que diferencian las comedias escritas en la segunda época de Cervantes de las que lo fueron en la primera es la presencia del elemento cómico. El gracioso, cuyo origen se remonta á los juegos ó farsas populares de la Edad Media. (|uc aparece en el teatro literario en el Auto del Repelón, de Encina, y ya. ampliamente desarrollado, en los pasos de Rueda, cayó en desuso á fines del siglo xvi ; resucitóle Lope de Vega, y desde entonces se introdujo en todas las comedias, fuese cual quisiera su asunto. Cervantes, tan hostil en un principio á las innovaciones de la naciente escuela, censuró esta moda en el Persiles^ hablando de aquel rennendador de come- dias, quien concibió la idea de comjKMier una con las aven- turas de los supuestos Periandro y Auristela: ''pero lo (\uc más le fatigaba era i>ensar cómo podría encajar un liunx" I Libro III, cap. 11; Autores cs^tlolcs, pág. 543- 58 EL TEATRO DE CERVANTES consejero y gracioso en el mar y entre tantas islas, fuego y nieves, y con todo esto no se desesperó de hacer la comedia y de encajar el tal lacayo, á pesar de todas las reglas de la poesía y á despecho del arte cómico". Empero doblegóse á la moda. en esto, como en tantas otras cosas, introduciendo y encajando hasta lacayos cómicos en las obras de su vejez. El soldado Buitrago en El Gallardo 'español y el cautivo IMadrigal en La Gran Sultana, son dos verdaderos graciosos, cuyo carácter se sostiene del princii)io al fin de la comedia; Lagartija y Torrente, dos lacayos al estilo de Lope, que acompañan constantemente á sus respectivos amos, Cristóbal de Lugo y Cardenio, haciendo burla y chacota de todo, aun en las escenas más serias y solemnes, entrometiéndose en el diálogo con chistes ó bufonadas y recibiendo en pago, como aquéllos, los desaires, regaños y golpes de sus señores;' para que nada les falte. Torrente es un capigorrón y Lagar- tija muda de vida juntamente con su amo y con él se entra en religión, bajo el nombre de Fr. Antonio. No cabe duda de que el mérito principal de las comedias de Cervantes estriba en su forma ; en ellas se ofrecen mo- delos de excelente versificación, así en lo bien construido de los versos como en lo correcto del lenguaje y en lo poético del estilo; y ellas demuestran que su autor fué excelente poeta, en contra de la opinión tan inexacta como general- mente admitida. Acaso — dice un escritor ^ — se dio más importancia de la debida á la confesión del propio Ingenio, que en el Viaje del Parnaso decía : Yo, que siempre trabajo y me desvelo por parecer que tengo de poeta la gracia que no quiso darme el Cielo. Y más adelante : Que yo soy un poeta de esta hechura : cisne en las canas y en la voz un ronco y negro cuervo, sin que el tiempo pueda desbastar de mi ingenio el duro tronco. I SiLVELA (Eugenio), Cervantes, poeta (Fiorilegio), M:adrid, 1905: 58 págs. en 8." LAS COMEDIAS DE CERVANTES Sg No era sincero Cervantes cuando escribía tales vituperios de su musa. Tenía plena conciencia de su valer; pero reflejaba con honda melancolía el juicio de sus contemporáneos, que aplaudieron 'j1 Quijote y no le contaron nunca en el número de los poetas que hon- raron aquella edad tan gloriosa para las letras castellanas. El pasaje del tantas veces mencionado Prólogo de las comedias impresas demuestra esta verdad. Pesadumbre le amargaba al ver que nada podía esperar de sus versos y atribuía tal menosprecio á su mudanza ó la mejora de los tiempos. Perjudicóle la imposible competencia con Lope y el empeño de algunos críticos que, absortos en la contem- plación del Quijote, desterraron las demás obras de Cer- vantes y pasaron por sus poesías con priesa ó con enojo. D. Adolfo de Castro en dos ocasiones ^, D. Marcelino Me- néndez y Pelayo ^ y otros más recientemente ^, han tra- tado de reivindicar para nuestro autor el dictado de poeta. Ciñéndonos al teatro, preciso es ponderar con estos escri- tores la gallardía de muchos romances, que no en vano se pre- ciaba el Manco sano de hacerlos excelentes, como el tan ponderado de los Celos; la encantadora sencillez de algunas canciones; la facilidad que enamora en letrillas y romanci- llos, comparables á los de Góngora; la gracia, dulzura y sen- cillez de pasajes que compiten con los de Lope de Vega; la riqueza en galas poéticas frecuentes en Mira de Amescua y la robusta entonación épica de La Ninnancia. En El Gallardo español se lee el romance en (|ue Alinui- zel desafía á los habitantes de Oran, escrito con la misma naturalidad y soltura de nuestros romanceros; la encanta- dora sencillez de los cancioneros se descubre en varios pa- sajes de La Casa de los celos. En Pedro de Urdeniahis nos admiran un largo romance picaresco y la graciosísima le- trilla de Cristina. En La Entretenida existen pasajes que no 1 Semanario pintoresco csfañai 185, y en la rntroducción al to mo XLii de la Biblioteca de Autores Espafwles. 2 Miscelánea Científica y Literaria de Barcelona, año n. núme ros 8 y g. 3 SiLVEL-A. folleto citado. 6o EL TEATRO DE CERVANTES desmerecen de los más excelsos de las posteriores comedias de enredo. Véanse los dos siguientes : Eres muy solicitada y muy vista, y no está el toque en que la flor no se toque si al serlo está aparejada. Las flores del campo están sujetas á cualquier mano, á las del bajo villano y á las del alto galán ; al arado y al pie duro del labrador que le gruía; pero la flor que se cría tras el levantado muro del recato, no la ofende el cierzo murmurador ni la marchita el ardor del que tocarla pretende. La mujer ha de ser buena y parecerlo, que es más. No fué huracán el que pudo desbaratar nuestra flota, ni torció nuestra derrota el mar insolente y crudo; no fué del tope á la quilla mi pobre navio abierto, pues he llegado á tal puerto y pongo el pie en tal orilla ; no mis riquezas sorbieron las aguas, que las tragaron, pues más rico me dejaron con el bien que en vos me dieron. Hoy se aumenta mi riqueza, pues con nueva vida y ser, peregrino, llego á ver la imagen de tu belleza. En Los Tratos de Argel son notables los tercetos en alabanza de la edad de oro, y los que incluyó allí de la Epís- tola á Mateo Vá::qne2. Gracia in(lu(la])le ostenta la relación de Madrigal en La Gran Sultana; y en fin, de todas sus co- medias pueden presentarse á los ojos de los incrédulos ó de LAS COMEDIAS DE CERVANTES Ó I los que sustentan la opinión contraria multitud de ejemplos, bastantes á probar que Cervantes fué bueno y elegantísimo poeta. Si del estilo cómico pasamos al trágico, magníficas muestras del talento poético de Cervantes en este género podrían trasladarse aquí. En La Xumancia hay muchos trozos ya famosos, por haberlos encarecido críticos de fama. Véanse las quejas de las matronas nu- mantinas, que principian : ¿Qué pensáis, varones claros... Estos son pasajes verdaderamente trágicos, y dudo que en el tea- tro de nación alguna se puedan sacar otros del mismo género que los aventajen en hermosura poética ^. Para persuadirse más de esta verdad, hoy ya muy reci- bida, léanse los extractos de los argumentos de las piezas que á continuación se hacen, en donde de intento se copian, quizá con exceso, pasajes por todo extremo notables v algu- nos sobresalientes en alto grado. Por todo lo citado se infiere que Cerv.wtes era un gran versifi- cador y un gran poeta. Tanto número de versos excelentes no están dictados por el acaso. Cuando no hay aptitud para cierto linaje de escritos, por más que trabaje el entendimiento, nada bueno ni razo- nable podrá conseguir... Por lo demás, es indudable que en las come- dias y otros trabajos poéticos de Cerv.wtes hay multitud de versos malamente construidos y de todo punto desapacibles. Pero entre ellos se encuentran largos pasajes llenos de otros de buena construcción, \ mejor estilo y sumamente gratos al oído de los lectores. Esto no yonsiste más que en la suma facilidad de Cervantes en componer y de su mucha pereza para castigar los defectos de sus escritos. La incorrección ó desaliño no suele ser tan i)erceptible en la prosa como en el verso; por eso son tan superiores desde este punto de vista los entremeses. Quede, pues, sentado — dice el citado Castro — que Micvel de Cervantes Saavedra, aunque incorrecto casi siempre, ni fue mal poeta ni peor versista, como aseguran algunos, pues para destruir tan falsa opinión sobradas pruebas existen en sus obras dramáticas y líricas -. 1 Ostro, ¿Cervantes fué ó no poeta.' .\utores Españolov f-n,,, pág. XIII. 2 Castro,, Autores Españoles, tomo xlh, pág. xiii. 62 EL TEATRO DE CERVANTES \ Otro escritor así se expresa : Creo haber demostrado cumplidamente que es errada la opi- Dión que niega á Cervantes el titulo de altísimo poeta. Dios le con- cedió con larga mano el don inestimable de la poesia, no en el sen- tido vago y general en que se aplica á la prosa, sino en su propio y genuino sentido, como don de revelar la belleza por medio de la palabra sujeta á la medida y cadencia, como dueño de los secretos y encarítos del ritmo y de la rima, que, por misterioso poder, con- mueven el alma y aciertan á expresar lo que en la prosa más poética es absolutamente inefable ^ Multitud de metros y de combinaciones métricas emplea Cervantes en su Teatro : romances, endechas, redondillas, quintillas, liras, estancias, endecasílabos sueltos, tercetos, octavas reales y sonetos. En general, cabe decir que sobresale más en el manejo de los metros de arte inayor que en los cortos. También fué gusto suyo emplear los versos largos para las situaciones dramáticas ó solemnes y para las figuras históricas ó de respetabilidad. Los romances, que en muchos casos compiten con los endecasílabos, las redondillas, quin- tillas, etc., son generalmente usados por los personajes de condición humilde y en las escenas jocosas, cómicas ó de me- nos importancia en el desarrollo de la fábula. Dos de las comedias de Cervantes son arreglos ó re- fundiciones de otras suyas : Los Baños de Argel y La Casa de los Celos, que responden á Los Tratos de Argel y á El Bosque amoroso ; las demás publicadas por él pertenecen evidentemente á su segunda época ó fueron en ella retoca- das, y las halladas á fines del siglo xviii, al primer período de su actividad dramática. Admitiendo que la sucesión ú or- den que su autor publicó en la Tabla de los títulos de las comedias y entremeses en 1615, que en general, confirman las investigaciones respectivas que adelante se exponen para cada pieza, responde de alguna manera al desarrollo de su producción, creemos poder fonnar la siguiente lista crono- lógica de las comedias de Cervantes. I SiLVELA, Cervantes, poeta, pág. 57. LAS COMEDIAS DE CERVANTES 63 1580: Los Tratos de Argel. 1581 : La Niimancia. 1594: El Gallardo español. 1597: El^Rufiíhi dichoso. 1601 : La Gran Sultarui. 161 1 : Pedro de Urdemalas. — • El Laberinto de amor. 1613: La Entretenida. 1614: Los Baños de Argel. 161 5: La casa de los celos (nuevo título del Bosque amoroso). Cervantes cultivó en su teatro casi todos los géneros conocidos y, por fortuna, entre las reliquias que de él nos quedan, pueden hallarse muestras de todas estas variedades. Dividiremos, pues, las comedias de Cervantes en dos gran- des secciones ó grupos ; conviene á saber : comedias de asunto histórico y comedias de asunto imaginario, "á noticia y á fantasia'', que diria Torres Naharro. En el primer grupo se comprenden seis obras, y cuatro en el segundo. COMEDIAS DE ASUNTO HISTÓRICO : N/Tragedia : La Xiiinaiicia. Comedias de asunto oriental: El Trato de Argel, Los Bflños de Argel, El Gallardo español y La Gran Sultana. Comedia religiosa ó de santos : E{ Rufián dichoso. COMEDIAS DE ASUNTO IMAGINARIO: Comedia picaresca : Pedro de Urdemalas. Comedia de costumbres, de capa y espada ó de enredo: La Entretenida. Comedia novelesca ó de aventuras : El Laberinto de amor. Comedia caballeresca: La casa de los celos. Por este mismo orden serán estudiadas individualmente, ya que su autor al imprimirlas no tuvo presente p<.~>r com- pleto la sucesión cronológica, como tampoco habla tenido la de las Novelas ejemplares, en la disposición que les dio en 1613. IV LOS ENTREMESES DE CERVANTES Los entremieses. — Indicaciones acerca de su historia. — Los entremeses de Cervantes. — Asuntos, diálogos y caracteres. — Clasificación de los en- tremeses.— Su cronología. — Los entremeses atribuidos. — El "paso" de Los Farsantes, de don José María Gutiérrez de Alba. ^ Dispútase aún liay la etimología ú origen de la palabra entremés; pero, sea cual fuere, dióse este nombre á las pie- zas cómicas y breves que en nuestro teatro se introdticían como intemiedios entre los actos ó jornadas de las come- dias ^. Los países clásicos conocieron ya algo semejante. Hacia el siglo V antes de J. C. Grecia había importado de Sicilia los mimos escritos porSofrón v Tenano, de cuvo.asjjecto nos dan idea los tres juguetes de Teócrito : el monólogo La Hechicera, el diálogo El amor de Cinisca y el curiosísimo Las SiracKsanas, que se hallan entre sus idilios. En Roma aparecen las farsas atelanas, primeramente descriptivas de costumbres campesinas y después de otras urbanas, como de- muestran los títulos de las de Pomponio: La tocadora de lira, Maco soldado, El mercader de esciaros, El pamdero, Los pescadores, cuyas piececillas se daban como exodium ó saínete. Vino después la moda de los mimos, harto dis- tintos de los griegos, que reflejaban sucesos de la vida vul- gar, asuntos ridículos y hasta poco decentes y aun obscem^s : terminaban casi tiempre con una escena tumultuosa de palos y carreras, cubierta por la miúsjca. Disminuida y aun dcs- I Nueva Biblioteca de Autores Españoles, tomo xv (Madriil, i';iU 4.°, Introducción general, págs. liv á LXV. 5 Ó6 KL TEATRO DE CERVANTES aparecida por entero la letra, el iiiiiiio se' convirtió en f^aji- toin'una en los últimos (lias del Imperio. En tal estado fué introducida en nuestra patria, donde, hacia el siglo xiii, se convirtió en los ridículos, soeces y chocarreros juegos de escarnio de que hablan las Partidas. Dos centurias adelante volvieron á recobrar su aspecto li- terario en el Auto del repelón y las Representaciones hechas en la noche del Carnal, de JuaiT^el Encina; en algunas farsas de Lucas Fernández, verbigracia, la tercera, y las del portugués Gil Mcente. Este escritor puede decirse que traza ya los caracteres generales del futuro entremés en sus piececillas jQiiem tem f árelos f el Clérigo de Beira, las Ci- ganas y muchas escenas de sus obras, especialmente las com- puestas en castellano. Así prosiguieron estas obrillas largo tiempo, como se ve por la Farsa Cornelia, de Andrés de Prado : el gracioso entremés de las Esteras y el incivil de Sabastián de Oroz- co. Tipos entremesiles y sainetescos abundan en las 28 far- sas de Diego Sánchez de Badajoz, como son los de pastor, mal fraile, negro, negra y portugués, mezclando repugnan- temente lo sagrado y lo proíano y hasta obsceno. Al decir de Cervantes, eran entonces "ya de negra, ya de rufián, ya de bobo ó ya de vizcaíno". Lope de Rueda, apoderándose de este género, lo levantó á la altura que muestran sus ini-, mitables pasos, cuyo nombre, aunque más propio que el de entremeses, no prosperó, como ningún otro de los que ade- lante se propusieron. A imitación de Rueda, Juan Timoneda compúsolos pasos á^Los ciegos y el íhoso, Los dos clérigos, ~Efsoldado y el moro y el entremés de El ciego y el pobre; to- ados Tos cuales acaban en palos, como los exodia romanos. Así halló Cervantes este género, que elevó á la mayor perfección. imprimiéndole la marcha que debía de seguir en lo sucesivo. Más adelante sobresalió en este empleo el fecundo licen- ciado Luis Quiñones de Benavente ^, que aventajó a Cer- vantes en la pintura de costumbres y alcance crítico, pero no en la fuerza cómica y en los primores del lenguaje ; y se I Libros de antaño, tomos i y 11 (Aladrid, 1872-74), 8.° LOS ENTREMESES DE CERVANTES 67 distinguieron como entremesistas famosos Francisco de Navarrete y Ribera, D. Vicente Suárez de Deza, D. Jeró- nimo de Cáncer y Velasco, D. Francisco de Avellaneda, don Francisco Bernardo de Ouirós, D. Gil López de Armesto y Castro, D. Francisco Antonio de Monteser, .Vlonso de Olme- do y D. Sebastián de Villaviciosa, sin que dejasen de cultivar este género grandes escritores como Ouevedo, Calderón, Solis, Salas Barbadillo, Moreto, Vélez de Guevara, Salazar y Torres, con otros más ^. En los días de la decadencia literaria todavía se conserva el buen gusto de estas piezas con Matos Fragoso, Bances Candamo. León Marchante. Zamora y Cañizares ; pero caen después en la plebeya mano del fecundo Francisco de Castro, de Benegasi, de D. José Julián de Castro, de D. Diego de Torres y de varios cómicos de oficio. Resurge luego y se encumbra hasta las alturas de la comedia de costumbres con D. Ramón de la Cruz, continuado por sus imitadores, tanto en el siglo xviii como en nuestros días. Los entremeses — dice un autor moderno - — ^ son deliciosoe, 1 Los entremeses de estos y demás autores de ellos se hallan des- perdigados en las Partes y Colecciones de comedias del siglo xvii, y en ciertas breves com/pilaciones entremesiles, como las tituladas Entrevieses nuevos de diversos autores, Zaragoza., 1640, y Alcalá, 1643 (distinta); Teatro poético, Zaragoza, 1658; Laurel de entrevieses varios, Zaragoza, 1660; Rasgos del ocio, Madrid, 1661 y 1664 (distinta): Tardes apacibles, Madrid, 1664; Navidad y Corpus-Christi festejados, Madrid. 1664: Ocio- sidad entretenida, Madrid, 1668; Verdores del Parnaso, Madrid, 1668, y Pamplona, 1697 (distinta); Ramillete de saínetes, Zaragoza. 1672; Ver- gel de entremeses, Zaragoza, 1675; Flor de entrevieses, Zaragoza, 1676; Floresta de entrenneses, :Madrid, 1680, y Madrid. i68i (distinta); En- tremeses varias, Zaragoza, s. a.; Arcadia de entremeses, Pamplona. 1700, y Madrid, 1723 (distinta); Flores del Parnaso, Zaragoza [170.SI; Chistes del gusto, Madrid, 1742, 2 tomos, etc., todas muy raras. En co- lección, fuera de los de Quiñones de Benawnte (Madrid, 1872-74), Cal- derón y Quevedo (incluidos en la Biblioteca de Autores Españoles), no existían más que los 25 contenidos en el tomo xv del Theairo H es- pañol, de D. Vicente G.\ucía de la Huerta (Madrid, 1785); hasta que, con excelente acuerdo, los organizadores de la Nueva Biblioteca de Autores Españoles acordaron dar cabida en ella á una gran colec- ción de estas obras, tanto inéditas conio impresas. 2 Alvarez Espino, Un entrevtés de Cervantes, artículo en la Cróni- ca de los cen'antistas, pág. 93. 68 EL TEATRO DE CERVANTES cuanto ligeros diseños de tipos y costumlbres perdidos en el fondo de las sociedades, reproducidos con imaestra mano sobre el lienzo de esa vida ficticia de los teatros, y sin otro objeto ni más trascen- dencia que hacerlos estimar el tiempo que se hace gozar con ellos. Cuando se leen y estudian estas deliciosas piezas no se explica cómo han pone en su boca estas palabras: "Yo. señores míos, soy Montiel. el que trae el Retablo de las maravillas.'' Conociendo como co- nocfemos la constante afición de nuestro ingenio á recordar cii sus obras los nombres de las personas con quienes tuvo algún trato ó conocimiento, no sería mucho que acjui se aludiera al referido cómico, y aun que él hiciese ó represen- tase algún entremés ó piececilla con asunto parecido al de esta obrita cervantina. Otro dato notable. En el referido pleito de Lope de Rueda figura como testigo presentado ix>r él cierto Alonso Getino de Guzmán -. músico, danzante y tañedor. (|uc era 1 Un pleito de Lope de Rueda: nuevas uotieias para su biografU. por Narciso Alonso Cortés. Valladolid. Hernando. 1903: folleto d- 45 págs. . ,■,•,:•• I 2 Aunque el Sr. Cortés leyó Alonso Centuw. la identificación de éste con Getino áe Guzmán veremos que no ofrece duda. 8o EL TEATRO DE CERVANTES parte de la compañía ó ayudaba á Rueda en sus represen- taciones. Andando el tiempo, en el año de 1509. este mismo Getino aparece en estrecha amistad con la familia de Cer- vantes, y conociendo y tratando á éste desde hacia más de ocho años, esto es, cuando el dicho Getino era aún repre- sentante y con seguridad individuo de la compañía de Rueda. Paréceme que la conjetura enunciada enlaza muy bien todos estos hechos : Cervantes, mancebo de pocos años, se alistó en la farándula del batihoja sevillano, llevado de la añción que siempre sintió por las tablas ; allí conoció á Pedro Montiel é hizo amistad con Getino de Guzmán y allí apren- dió de memoria parte del repertorio de Rueda. Tal vez algún hallazgo inesperado eche por tierra esta suposición, que tan sólo como hipótesis nos atrevemos á formular; pero no se negará (|ue con harto menos motivos se han hecho otras sobre diversos pasajes de la vida del Príncipe de nuestros ingenios. De la de Alonso Getino de Guzmán tenemos ya algunos eslabones precisos y comprobados. Nació hacia el año de 1530 ^, probablemente en Toledo; juntamente con Pedro Montiel, Gaspar Diez y Francisco de la Vega, "músicos y tañedores", perteneció á la compañía de Rueda; pero en la fecha del pleito, 1554, había variado de condición, pues que "no anda en compañía del dicho Lope de Rueda para ha- cer las comedias y regocijos que hace, porque este testigo es casado y reside en la corte", aunque no perdiera sus an- tiguas aficiones "porcjue este testigo entiende lo que ella (Mariana de Rueda, que era cantante y bailarina) hace, por ser danzante é tañedor, é usar dello por su paisatíempo" ^. En 7 de Noviembre de 1567 diéronse á Getino de Guzmán y á Diego de la Ostia, vecino de Toledo, cien reales por las invenciones que sacaron en Madrid en las fiestas del buen alumbramiento de la Reina '''. Sin duda jxjr estos servicios obtuvo la vara de alguacil, empleo que empezó á usar en 1 En 1554 declara tener veinticinco años de edad, y en 1569, trein- ta y seis. 2 Pág. 31 del citado folleto del Sr. Cortés. 3 PÉREZ Pastor, Nuevos datos acerca dei histrionismo español en CERVANTES Y LOS CÓMICOS DE SU TIEMPO 8 1 1569» pi-ies en la información de limpieza de sangre é hi- dalguía hecha en 22 de Diciembre á favor de Miguel ijk Cervantes, residente en Roma, á petición de su padre \ así se llama. Declara como testigo afirmando conocer p dicho "Rodrigo de Cervantes é á su hijo de ocho años á esta parte é más tiempo". Al año siguiente, en 22 de Febrero, Jerónimo Niso, confitero, presenta fianza en favor de Ge- tino de que desempeñará bien y fielmente el oficio de al- guacil ". Con el nuevo empleo no perdió nuestro ministro de jus- ticia sus pasadas aficiones: en 11 de Septiembre del mismo 1570 se traspasaron á su favor las danzas que para el Corpus había de hacer Diego de la Ostia y dos días más tarde, Pedro de Espinosa, vecino de Madrid, responde de que el alguacil de la villa hará seis danzas para la venida y entrada de la Reina en Madrid, en las mismas condiciones puestas al dicho Diego ^. Tampoco olvidó su amistad con la familia de Cervantes. A 28 de Noviembre de 1576 dí)ña Leonor de Cortinas se obliga á presentar dentro de un año testimonio del rescate de sus hijos Rodrigo y Miguel, fir- mando el documento Alonso Getino "como su fiador é prin- cipal pagador" ; lo mismo se repite en otros escritos fecliados en 5 y 16 del mes siguiente. En 16 de Marzo de 1579 la madre de Cervantes elevó al Consejo de Cruzada una petición i)ara que se diese por nula la ejecución hecha en su fiador Alonso Getino, ó se redujera á la mitad, por hal>er sido rescatado su hijo Rodrigo, y por último, en 9 de Febrero de 1581, siendo todavía fiador nuestro alguacil, se hace constar además el rescate de ^Miguel "*. Pero haya sido Cervantes ó no recitante en la compañía de Lope de Rueda ó en la que se formó á su muerte, capi- ¡os siglos XVI y xvil. Madrid, IQOI ; 8."; DocutMntos crnautiHos, tomo II, Madrid, Fortanet, 1902; 4.°, pág. .165. 1 PÉREZ Pastor, Documentos ccn'antinos, documento m'im. 4" 2 ídem, tomo 11, pág. 365. 3 ídem, id. id. 4 ídem, id., págí. 29. 36, 49 Y 70. ("1 82 EL TEATRO DE CERVANTES taneada jh)!- Pedro de ]\Ioiniel, ó en la <|iie i)arece constituían Diego de ía Ostia y el dicho Getino de Giizmán, es lo cierto que el grande ingenio tenía ideas muy precisas y cu- riosas acerca del arte escénico y de los comediantes, "por- (¡ue desde muchacho fué alicionado á la carátula y en su mocedad se le iban los ojos tras la farándula" '. Sin duda por esto exclamaba el discretísimo Berganza : ¡Oh, Cipión ! ¿yuién te pudiera contar lo que vi en esta y otras dos compañías de comediantes en que anduve? Mas, por no ser posible reducirlo á narración sucinta y breve, lo habré de dejar para otro día, si es que ha de haber otro día en que nos comuniquemos. ¿Ves cuan larga ha sido mi plática? ¿Ves mis muchos y diversos sucesos? ¿Consideras mis caminos y mis amos, tantos como han s'.do ? Pues todo lo que has oído es nada comparado á lo que te pudiera contar de lo que noté, averigüé y vi desta gente, su proce- der, su vida, sus costumbres, sus ejercicios, su trabajo, su ociosidad, su ignorancia y su agudeza, con otras infinitas cosas: unas para de- cirse al oído, otras para aclamallas en público, y todas para hacer memoria dellas y para desengaño de muchos que idolatran en figu- ras fingidas y en bellezas de artificio y de transformación 2. En la primera parte del Quijote censura á los represen- tantes por aceptar y poner en las tablas los "conocidos dis- parates" que escribían Lope y sus amigos y discípulos; en la preciosa novelita El licenciado Vidriera se leen estas curiosas palabras : Acertó á pasar una vez por donde él estaba un comediante ves- tido como un Príncipe, y en viéndole, dijo: — Yo me acuerdo haber A'isto á éste salir al teatro enharinado el rostro y vestido un zamarro del revés, y con todo esto, á cada paso fuera del tablado, jura A. fe de hijodalgo. — Débelo de ser — respondió uno — , porque hay muchos comediantes que son muy bien nacidos y hijosdalgo. — Así será verdad — replicó Vidriera — ; pero lo que menos ha menester la farsa es personas bien nacidas; galanes, sí, gentiles hombres y de expeditas lenguas; también sé decir dellos que en el sudor de su cara ganan su pan con inllevable trabajo, tomando continuo de me- moria, hechos perpetuos gitanos, de lugar en lugar y de mesón en venta, desvelándose en contentar á otros, porque en el gusto ajeno consiste su bien propio; tienen más: que con su oficio no engañan á 1 Don Quijote, segunda parte, cap. xi. 2 Autores españoles, pág. 219. CERVANTES Y LOS CÓMICOS DE SU TIEMPO 83 nadie, pues por momentos sacan su mercaduría á pública plaza, al juicio y á la vista de todos: el trabajo de los autores €s increíble, y su cuidado, extraordinario, y han de ganar mucho para que al cabo del año no salgain tan empeñados que les sea forzoso hacer pleito de acreedores, y, con todo esto, son necesarios en la república, como lo son las florestas, las alamedas y las vistas de recreación, y como lo son Las cosas que honestamente recrean. Decía que habla sido opinión de un amigo suyo que el que servía á una comedianta, en sólo una servía á muchas damas juntas, como era á una Reina, a una ninfa, á una diosa, á una fregona, á una pastora, y mudias ve- ces caía la suerte en que sirviese en ella á un paje y á un lacayo, que todas estas y más figuras suele hacer una farsanta ^. De lo mismo torna á hablar Cervantes en el Persiles -, pintando el efecto que la hermosura de Auristela causó en Badajoz á aquel poeta, compañero de unos recitantes, y que con ellos venía de propósito, tanto para enmendar y remen- dar comedias como para hacerlas de nuevo : Al momento la marcó en su imaginación y la tuvo por más que buena para ser comedianta, sin reparar si sabía ó no la lengua cas- tellana : contentóle el talle, dióle gusto el brío, y en un instante la vistió en su imaginación en hábito corto de varón ; desnudóla luego y vistióla de ninfa, y casi al mismo punto la envistió de la majes- tad de la Reina, sin dejar traje de risa ó de graucdad de (jue no la vistiese, y en todas se le representó grave, alegre, discreta, aguda y sobremanera honesta, extremos que se acomodan mal en una lar- santa hermosa. El mismo zurcidor de comedias se extiende sobre lo liltimo : Tuvo lugar de hablar á Auristela y de proponerla su deseo y aconsejarla cuan bien la estaría si se hiciese recitanta. Díjola que á dos salidas al teatro la lloverían minas de oro á cuestas, porque los Príncipes de aquella edad eran como hechos de alípiimia. que lle- gada al oro, es oro, y llegada al cobre, es cobre; pero que por la mayor parte rendían su voluntad á las ninfas de los teatros, á las diosas enteras y á las semideas, á las reinas de estudio y á las fre- gonas de apariencia; díjole que si alguna fiesta real acertase a ha- cerse en su tiempo, que se diese por aibierla de faldellines de oro, porque todas ó las más libreas de los caballeros habían de venir á sv. casa rendidas á besarla los pies; representóla el gusto de los vim. - 1 Autores españoles, pág. 15.:. 2 ídem, pág. 54-^. 84 EL TEATRO DE CERVANTES y el llevarse tras si dos ó tres disfrazados caballeros que la servirían tan de criados como de amantes, y, sobre todo, encarecía y puso sobre las nubes la excelencia y la honra que la darían en encargarla las primeras figuras; en fin, la dijo que si en alguna cosa se veri- ficaba la verdad de un antiguo refrán castellano era en las hermosas farsantas, donde la honra y provecho cabían en un saco ^. Parecidas razones explana el i)revisor Sancho á su amo en la segunda parte del Quijote: Tome mi consejo, que es que nunca se tome con farsantes, que er. gente favorecida : recitante he visto yo estar preso por dos muer- tes y salir libre y sin costas; sepa vuesa merced que, como son gen- tes alegres y de placer, todos los favorecen, todos los amparan, ayu- dan y estiman, y más siendo de aquellos de las compañías reales y de título, que todos ó los más, en sus trajes y compostura, parecen unos Príncipes ^. Pero en donde se hallan las más detalladas y notables ideas de Cervantes acerca de la farándula es en su come- dia Pedro de Urdcmalas; al final de la última jornada "sale un autor con unos papeles como comedia" para increpar á los representantes en forma que diariamente ocurriría: Son muy anchos de conciencia vuesas mercedes, y creo, por las señales que veo, que me ha de faltar paciencia. ¡ Cuerpo de mí ! En veinte días ¿no se pudiera haber puesto esta comedia? ¿Qué es esto? Ello son venturas mías. Péneme esto en confusión y 'cn un rancor importuno : ¡que nunca falte ninguno al pedir de la ración, y al ensaye es menester que con perros y hurones los busquen, y aun á pregones, y no querrán parecer •' ! En seguida el maleante é inquieto Pedro recita esta es- pecie de tratado de declamación, ciertamente notable : 1 Autores españoles, pág. 543. 2 Don Quijote, segunda parte, cap. 11. 3 Pág. 211. CERVANTES V LOS CÓMICOS DE SU TIEMPO 85 Sé todos los requisitos que un farsante ha de tener para serlo, que han de ser tan raros como infinitos. De gran memoria, primero; segundo, de suelta lengua, y que no padezca mengua de galas, es lo tercero. Buen talle no le perdono, si es que ha de hacer los galanes, no afectado en ademanes; ni ha de recitar con tono; con descuido, cuidadoso; grave anciano, joven presto, enamorado compuesto, con rabia si está celoso. Ha de recitar de modo, con tanta industria y cordura, que se vuelva en la figura que hace, de todo en todo. A los versos ha de dar valor con su lengua experta, y á la fábula que es muerta ha de hacer resucitar. Ha de sacar con espanto las lágrimas de la risa, V hacer que vuelvan con prisa otra vez al triste llanto ^ Y por último, termina con esta gran máxima, ([ue re- vela cabal conocimiento del arte cómico, y que. en efecto, re- sume todas las excelencias de él : Ha de hacer que aquel semblante que él mostrare, todo oyente le muestre, y será excelente si hace aquesto el recitante. Más original es, todavía, la petición qtie luego el mismo protagonista hace á su antigua prometida y nueva prin- cesa : Por aquesta buena fe de la Reina, ¡oh gran sobrina!, I Pág. 212. 86 EL TEATRO DE CERVANTES y por ver que á ti se inclina quien gitano por ti fué, que al Rey pidas, te suplico, andando el tiempo, una cosa, más buena que provechosa, porque á mi gusto la aplico, y es, que pues claro se entiende, que el recitar es oficio que á enseñar en su ejercicio y á deleitar sólo atiende (\' para esto es menester grandísima habilidad, trabajo y curiosidad, saber gastar y tener), que ninguno no le haga que las partes no tuviere que este ejercicio requiere, con que enseñe y satisfaga. Preceda examen primero ó muestra de compañía, y no por su fantasía se haga autor un panadero. Con esto pondrán la mira á esmerarse en su ejercicio, que tanto es bueno el oficio cuanto es el fin á que aspira ^. Por donde podemos considerar á Miguel de Cervan- tes como el inventor de los Conservatorios ó escuelas de Declamación. La errante é incierta vida de Cervantes le puso en relación con varios cómicos famosos de su tiempo, muchos más seguramente de los que hoy sabemos. Fuera de la pe- regrina noticia de qtte La Confusa, y acaso el Trato de Constantino pía, se representaron por la compañía de Gaspar de Forres, ignórase quienes hicieron las comedias de la primera época, aunque si, como parece, se representaron en Madrid, no será aventurado suponer que fuesen las com- pañías de Tomás de la Fuente, que trabajaba en la Corte por el año de 1584; de Melchor de León y de Alonso Ro- I Pág. 217. CERVANTES V LOS CÓMICOS DE SU TIEMPd 87 di-íguez, (|ne lo liacian en 1586; de Alij^iiel Uaniirez. de Juan de Alcaraz y de Pedro de Plata, en r^.S;. y las famo- sas de los célebres autores Jerónimo Velázquez, que apa- rece representando en Madrid desde 1576, y Alonso de Cis- neros desde 1578; Nicolás de los Ríos, que figura ya en ^583- y otros; pero lo más seguro es que todas fuesen pues- tas en escena por el famoso Gaspar de Porres. En 5 de Marzo de 1585 sejiallaba Cervantes en Ma- drid, y entonces trabó aquí relación con eJ autor Gaspar de Porres, á quien otorgó el referido interesante contrato, des- cubierto por Pérez Pastor \ y en el cual se lee lo siguiente : Es ansí que yo el dicho Miguel de Cervantes estoy convenido y concertado con el dicho Gaspar de Porres en que le tengo de dar dos comedias, la una llamada La Confusa y la otra El Trato de Constantiuopla y muerte de Selín, y la comedia Confusa la he de dar dentro de quince días de la fecha de esta carta, y la otra del dicho Trato de Constantinopla y muerte de Selín para ocho días antes de Pascua de flores, primera que vcrná de la fecha de ésta, y por ellas el dicho Gaspar de Porres me ha de dar cuarenta du- cados en reales. Cervantes confiesa recibir en aciuel acto jo ducados á cuenta, y de no cumplir lo pactado se obliga á devolver el anticipo y además pagarle otros 50 ducados. |)rosiguiendo : Otrosí : yo el dicho Miguel de Cervantes me obligo que no daré ni entregaré las dichas dos comedias de suso declaradas, ni otra persona por mí, á ningún Autor de comedias de estos reinos n: de fuera de ellos dentro de dos años cumplidos primeros siguien- tes, so pena que si pareciere haberlas entregado á alguna persona. me obligo á le devolver los cuarenta ducados y más los daños é in- tereses que por razón de darlas á otros autores le vinieren, siguie- ren é recrecieren ^. 1 Memorias de la Real Academia Española, tomo x (Mailrid, 191 i; 4."), pág. lor. El contrato íntegro fué puh!ic:ido ¡m'- cl ^r Rodríguez Marín en La Ilustración Española v Americana del 8 de Mayo de 1913, y después en su obra Burla burlando... (Madri.l !.,■ • S.°), págs. 420-2. 2 Testigos: Miguel Ramírez y Juan de Tapia, "que juran 1 ma de derecho conocer al dicho Miguel de Cervantes", y Jii.ir "estantes en esta corte"; escribano: Sanclio de Quevcdi'. 88 EL TEATRO DE CERVANTES De este Gaspar de Porres constan algunas noticias. Na- ció en 1550. fué vecino de Toledo y de Madrid, donde vi- vía en casas propias de la calle del Príncipe desde 150T, y de las cuales alquilaba parte ; representó diversas comedias y autos en las fiestas del Corpus, de la Corte, en 1585, 1592, 1595, 1599, 1604, y otras ix)blaciones, como Valencia (1591). Toledo (1595, 1597, 1601 y 1615), Valladolid (1600), Lis- boa (1600), Esquivias (1601), Illescas (1601), Ciempozuelos (i 60 i), Sevilla (1603), Granada (1603) y Barco de Avila (1605). Estuvo casado con Catalina Hernández Verdeseca, cómica y cantante, y murió antes del 20 de Julio de 1623, sobreviviéndole su viuda, (|ue se retiró á Toledo. Fueron sus hijos el Dr. Matias de Porres, estudiante en Salamanca., médico y familiar del Santo Oficio de la Corte ; D.*" María, casada hacia 1623, y Juan de Porres, cómico, por lo menos desde 1 60 1, y al parecer autor ó director de compañía, que en el año de 1609 fué nombrado alguacil mayor y alcaide de la cárcel de Atienza ^. Es claro que con motivo del referido contrato Cervan- tes hubo de relacionarse con toda la compañía y familia de Porres ; de ella menciona á la autora Catalina Hernández, nombrándola con cierto respeto en varios pasajes de la co- media Los Baños de Argcl^, y, á lo que de ellos se deduce, fué esta actriz herniosa, principalmente cantante, y notable en hacer ó representar papeles de mancebo. Durante la breve estancia que Cervantes hizo en Sevi- lla el año de 1585, vio á Tomás Gutiérrez, farandulero, que ya conociera en Madrid pocos años antes, y que, aunque sin perder sus antiguas aficiones, había establecido una posada en la calle de Bayona, casas de D. Pedro de las Roelas, con cuyos pingües rendimientos vivía. Así, pues, en el mesón de la casa de Bayona se alojó Cervantes luego que regresó á Sevilla hacia el comienzo del año de 1587, y 1 PÉREZ Pastor, Nuevos datos acerca del histrionismo español; Madrid, 1901 ; 8."; Rennert (H. A.). The shanish stage in tlie times of Lope de Vega, New-York, 1909; 4.": Boletín de la Real Academia Es- pañola, cuadernos 11 y iii, etc. 2 Vid. el cap. iii de la Segunda parte de este libro. CKRVAXTKS Y LOS CÓMICOS DE SU TIEMPO 8q allí permaneció, siempre que sus tareas no le tuvieron ausente de la ciudad, casi hasta mediado el año 1589. Allí, conversando con mul- titud de personas de diversísimos pueblos y clases, reanudaba la observación y el estudio de tipos y escenas con que. andando el tiempo, ihabía de deleitar y admirar á todo el mundo, y allí, tal cual vez, desde la puerta de la posada, veía escurrirse, coií los calzorros eíivesados, para que engañase la huella, á los rufianes delincuentes que, á la callandilla, dejaban por un ratejo su asilo de la Iglesia Mayor y del Corral de los Naranjos, y atravesando por las Gradas, entrábanse por la calle de Bayona en busca de la mancebía K En 26 de Junio de 1589 hicieron liquidación de cuernas, quedando en buenas relaciones de amistad, hasta el punto de salir Gutiérrez fiador de Cervantes en cierta compra que éste hizo al año siguiente (8 de Noviembre de 1590)". y tres más tarde, el insigne Manco declaró dos veces (4 v 10 de Junio de 1593) como testigo del dicho Gutiérrez en el pleito que seguía ante el provisor y vicario eclesiástico de Sevilla, afirmando la leve mentira de "ser vecino de la villa de Madrid y natural de la ciudad de Córdoba" ^. frase que tanto dio que pensar modernamente ^. Ya de asiento en Sevilla, Cervantes contrajo relaciones, como sabemos, con Rodrigo Osorio y su compañía. Con él firmó, en 6 de Septiembre de 1592, el oneroso contrato ya indicado, en que dice : Otorgo y conozco que soy convenido y concertado con vos. Rodrigo Osorio, autor de comedias, vecino de Toledo, estante al presente en esta ciudad de Sevilla, que es'táis presente, en tal manera que yo tengo de ser obligado é me obligo de componer desde hoy en adelante y entregaros en los tiempos que pudiere, seis comedias, de los casos y nombres que á mí me paresciere. para que las podáis representar, y os las daré escritas con la claridad que convenga, una á una. como las fuere componiendo, con declaración que dcn- 1 Rodríguez Marín. Rinconctc y Cortadillo, pág. i.U- 2 PÉREZ Pastor. Documentos ccroantinos, tomo 11. pág. 2\2. 3 Rodríguez Jurado (A.), Discursos leídos cu la Kcal Acadcwu Sevillana de Buenas Utras. ante la presencia de SS. MAf. Se\illa. 1914. pág. 26. -i González Aurioles (N.), Cervanfes en Córdoba. M.-i'lrif1. 'ot;: 8.", y Rodríguez M.\rín (F.), Cervantes y la ciudad de C/^.!r'... V.- drid. 1914: 8.° qO KL TEATRO DE CERVANTES tro de veinte tlías primeros siguientes, que se cuentan dende el día que os entregare cada comedia, habéis de ser obligado á la represen- tar en público, y paresciendo que es una de las mejores comedias que se han representado en España, seáis obligado de me dar é pagar por cada una 50 ducados, los cuales me habéis de dar é pagar el día que la representáredes ó dentro de ocho días de como la hobié- redes representado, y si dentro de ]os dichos veinte días no re- presentáredes en público cada una de las dichas comedias, se ha de entender que estáis contento y satisfecho dellas y me habéis de pagar por cada una los dichos 50 ducados. Cervantes había de ser creído i)or su palabra en cuanto á la fecha de la entrega ; si habiendo representado una co- media "paresciese que no es una de las mejores que se han representado en España, no seáis obligado de pagar por tal comedia cosa alguna, porque asi soy con vos de acuerdo" \ Este Rodrigo Osorio vino á Madrid en Junio de 1579, y, no habiendo corral disponible, hizo ó arregló á su costa el de \"aldivieso, donde dio algimas funciones, pero con poco éxito económico, á causa del escaso público y del ruinoso contrato que los comisarios le impusieron. Trabajó de nuevo en Madrid en Octubre y Noviembre de 1582 y después desde Agosto á Diciembre de 1 590 ^. Juntamente con Francisco Osorio, her- mano suyo, recibió en 14 de Abril de 1592, del receptor de la obra de la Catedral de Toledo, 300 reales á buena cuenta de lo que se les pagaría por los autos del Corpus de dicho año; y en 2 de Mayo percibieron otro libramiento de 500 ducados, que se- ría el resto. Después marchó Rodrigo á Sevilla, donde traba- jaría el invierno, tratando allí con Cervantes. En Marzo de 1601 se hallaba preso en la cárcel por deuda de 1.199 reales que debía á Antonio Pérez, vecino de Segovia, de donde le soltaron su hija y yerno obligándose á satisfacer parte del débito. Osorif) tuvo por hija á Magdalena Osorio, mujer de Diego López de Alcázar, taml)ién autor de comedias, de 1 AsENSio, Nuevos documentos, núm. ix. 2 PÉREZ Pastor (C), Nuevos datos acerca del Iiistrionisrno español; Rennert (H. A-), The spanish stage in the times of Lope de Vega, New-York, 1909; 4."; Boletín de la Real Academia Española, cuader- nos II y III, etc. CERVANTES Y LOS CÓMICOS DE SU TIEMPO QI quien hay muchas noticias, y que figuró primero en la com- pañía de su suegro ^. Otra de las personas de la farándula con (luiencs t. ek- VANTES parece haber trabado relación de amistad fué el cé- lebre autor Jerónimo de Velázquez y su gente, con los cuales tuvo también mucho que ver Lope de Vega. Pertene- cía Velázquez á una familia de albañiles ; pero sintiéndose con fuerzas y condiciones para el arte escénico, "abandonó el oficio de solador y se dedicó á representar autos y come- dias, llegando en poco tiempo á ser uno de los más aplau- didos representantes, tener después la dirección de una nu- merosa compañía, y ser, por último, uno de los autores de comedias más solicitados, no solamente en Madrid, sino en Sevilla, Toledo, Burgos y otras ciudades de España". Casó con Inés Osorio }• tuvo en ella dos hijos, Damián y Elena: el primero siguió el foro, pasó á Indias y fué Fiscal de la Inquisición de Cartagena, y la segunda casó, en 1576. con Cristóbal Calderón, también representante. \'elázquez re- presentó en Segovia en 1570 y en Madrid en 1575, proba- blemente en 1 58 1, y en unión de Alonso de Cisneros. en 1582. Pasó luego á Sevilla, donde trabajó en 1583: al año siguiente volvió á representar en la Corte, en el teatro de la Cruz; en 1585 trabajó en Burgos; tornó á Madrid el 86, y el 87 á Sevilla, é hizo en la Corte la temporada de invierno de este mismo año, no obstante los obstáculos que dentro y fuera del" teatro le ponía Lope de A^ga. Querellóse de él por unas sátiras en 1588, y terminado el proceso y deste- rrado Lope á Valencia, continuó trabajando con su compa- ñía el año de 1589 en Madrid, en 1590 en Toledo, en i5t)3 en Sevilla y siguiente otra vez en la Corte. En 1595 se apar- tó de la querella contra Lope y le perdonó, suplicando á los alcaldes que le permitieran regresar á la capital de Esi)aña ; poco después parece haberse retirado del teatro y. viudo |)'>r los años de 1603 á 1608. falleció después del -'5 de Febrero de 1613 ^. 1 PÉREZ P.vsTOR, Nuez'os datos acerca del histriottismo espafi-»!. 2 ídem. id.. Madrid. 1901; 8.^ Documentos cen'aiitwos. tomo t 92 F.L TKATRO DE CERVANTES Hallándose, pues, Velázquez en Bnroos á 26 de Julio de 1585, otorgó poder á Inés Osorio. su mujer. ])ara imponer un censo á favor de Gaspar Alaldonado; la carta de censo se extendió en Madrid en i." de Agosto de 1585 ^ y en ella firma como testigo Miguel de Cervantes. Poco dice, en verdad, la firma de un testigo á ruego al pie de un documento; pero si el testigo se llama Miguel de Cervante.s, enamorado como el que más de las comedias que había compuesto, y el otorgante lo es en nombre de Jerónimo Velázquez, autor de comedias, y uno de los que más y con mayor aceptación representa- ron con su compañía en Madrid y fuera de la Corte durante el último tercio del siglo xvi, dicha firma puede ser indicio de re- laciones artísticas, tan naturales y propias como son las que ha ha- bido siempre entre los autores cómicos y los representantes. Podría, además, significar que Jerónimo Velázquez hubiera puesto en escena alguna ó algunas de las comedias de Cervantes, y aun que, como tal autor de comedias, le hubiera comprado alguna ^. Alás cierta parece ser la estrecha amistad y aun protec- ción que á Cervantes dispensó otro actor, muy célebre en su tiempo : Pedro de Morales, poeta tainbién y amigo de Lope de Vega y Agustín de Rojas. Dos veces habló Cervan- tes de este "adornado y afectuoso representante", como le llama Lope, para manifestar su gratitud á la generosidad con que le socorría en sus necesidades: en el Vioje del Parnaso, se lee: Este que de las musas es recreo, la gracia y el donaire y la cordura, que de la discreción lleva el trofeo, es Pedro de Morales, propia hechura del gusto cortesano, y es asilo adonde se repara mi ventura; y más adelante, pintando su despedida de varias personas, dice: El pecho, el alma, el corazón, la mano di á Pedro Morales v un abrazo. Proceso de Lope de Vega por libelos contra unos dóniicos. Ma- drid, 1901 ; 4° 1 PÉREZ Pastor, Documentos cervantinos, tomo i, pág. 257. 2 ídem, id. id., pág. 256. CKRVAXTKS Y LOS CÓMICOS DE SU TIK.MPO qS Este ingenio, pues, según Rojas Villandrando, fue uno de los autores que escribieron comedias, figura como testigo en 7 de Abril de 1599, en una obligación de Luis de Ver- gara, y en 2y de Diciembre de 1602 en la partida de casa- miento de la célebre Josefa Vaca con Juan de Morales ^ ; vivía aún en el año de 1636 y lamentó la muerte de Lope de Vega con un soneto que se lee en la Fama póstinna, colegida por Montalbán. Menciona además Cervantes en sus obras otros actores como el célebre Nicolás de los Rios, en quien vuelve y con- vierte á Pedro de Urdemalas al final de la comedia de este nombre ^, y dice de él estas extrañas palabras : Este fué el nombre de aquel mago que á entender me dio quién era el mnudo cruel ^, V de quien hay abundancia de noticias en los libros citados: á Ángulo el Malv^ "por distinguirlo de otro Ángulo, no autor, sino representante, el más gracioso que entonces tu- vieron y ahora tienen las comedias" "". 1 PÉREZ Pastor, Nuevos datos acerca del liistrionismo est>añol, págs. 50 y 79. 2 Véase el cap. vi de la Segunda parte de este libro. 3 Pág. 210. 4 Don Quijote, segunda parte, cap. 11, y Coloquio de los perros (Autores españoles, pág. 218). 5 Coloquio de los perros, pág. 218. Vid. Amezú.a. El casamiento enga- ñoso y el Coloquio de los perros (Madrid. 1912, 4.°). pág. 672. VI EL TEATRO DE CERVANTES Y LA CRÍTICA Publicación de las comedias y entremeses.— Reimpresión hecha por don Blas Xasarre, y su Prólogo. — Polémicas á que dio lugar. — Don To- más de Erauso y Zabaleta.— Hallazgo de dos piezas inéditas de Cer- vantes.— Polémicas de Huerta.— El abate Lampillas.— Opiniones do Moratín, Cavaleri y Arrieta. — Los biógrafos de Cerv.\ntes. — Ticknor. Schack, Klein. — ^Edición de las Obras completas de Cervantes.— Atribución de escritos dramáticos. — Estudios de Máinez, .-\lvarez Em- pino y otros. — El tercer Centenario del Quijote. "En tanto que se imprimía el Quijote quiso Cervantes, que parece presentía su fin próximo, ó apremiado tal vez por la necesidad, que saliesen á luz algunas obras dramáticas que, como hemos dicho, compuso hacia 1595 y años siguien- tes. Reuniólas en un tomo que presentó al Consejo y, des- pués de una censura favorable del maestro \'aldivielso. fe- chada en 3 de Julio de 161 5, obtuvo el privilegio el 25, que vendió al librero Juan de Villarroel, que tenía su tienda en la plaza del Ángel y sería el editor de obras de teatro. I*".l mismo Cervantes, con su inagotable donaire. nns¡eron comedias en lengua vulgar", y (|ue cuando Loi^e comenz.') 1 Villanueva y Geltrú. Oliva. 1905: fol. 2 Véase el núm. 2 de la Bibliografía. 98 EL TEATRO DE CERVANTES á escribirlas eran ya adulias y perfectas y él las volvió á las mantillas. El intento de Nasarre es demostrar que las comedias de Cervantes, que ni siquiera le parecen comedias, fueron adrede hechas en tal forma como parodias intencionadas y burlescas del estilo }- gusto de Lope de Vega, destinadas á corregir por el ridiculo sus almsos y desterrarle de los tea- tros. A este propósito dice que Cervantes vio con dolor é indignaci(')n (pie el teatro es¡)añol iba á corromperse "y quiso 13or medio de estas ocho comedias y entremeses, como por otros tantos don Quijotes y Sanchos, que desterraron los portentosos y desatinados libros de caballerías, que trastor- naban el juicio de muchos hombres: quiso, digo, con come- dias enmendar los errores de la comiedia y purgar del mal gusto y mala moral el teatro, volviéndolo á la razón y á la autoridad, de (pie se había descartado por complacer al ínfi- mo vulgo, sin tener respeto á lo restante y más sano del pueblo. No era útil este desengaño á los autores y actores de comedias, bien hallados con la ganancia de sus trovas, y así su]M-imieron este libro y no se dignaron de representar pieza alguna de él, y ésta parece la causa de haberse hecho tan raro y de que no se lograse en las coinedias el desengaño que se consiguió con las caballerías. Es posible que leídas las comedias como el Don Quijote, no se hubiese llegado al fin útil que tuvo Cervantes; porque en ellas está más es- condido (pie en aquél lo ridículo y vicioso, que se pinta y se hace ver como vicioso y ridículo, para que ni se siga ni se imite". Por qué la sátira no es más clara y transparente lo de- clara escribiendo : Estaba Cervantes viejo y pobre: le babían malquistacio con sus protectores ; se conjuraron para desacreditarle con los que le admi- raban y favorecían; estaba en Italia (y no Presidente de Italia) su Mecenas, y, por otra parte, los nuevos poetas cómicos eran aplaudi- dos y pagados de la multitud y del vulgo superior, consideraciones que le hicieron cauto y detenido y no le dejaron usar de la vehe- mencia y claridad que podía y que merecía la materia, y se contentó con el método socrático y con la ironía finísima que da á entender sus dictámenes y sentimientos, evitando la contención y pelea con la EL TEATRO DE CERVANTES V LA CRÍTICA 99 multitud y dejando á la posteridad un testimonio de sus justos de- seos de oponerse al desorden. * La especie es tan estrambótica, que parece imposible que haya cabido en cerebro de hombre sano. Juzgúese como se quiera de las comedias de Cervantes; nadie que las lea de buena fe y lea el pró- logo, en que su inmortal autor se queja tan amargamente de no encontrar actores que las representen, y, á duras penas, librero que quisiera sacarlas á luz, dudará ni por un momento de que fueron escritas en serio ^. Aprobó este libro, asintiendo en todo á las opiniones de Nasarre, el famoso Fr. Juan de la Concepción, aquel en- tusiasta enamorado del nombre del caballo de don Quijote, y dice : Quebrantó Cervantes todas las reglas que establece. En ellas no se observa alguna de las unidades de lugar, de tiempo y de acción. Tiene por interlocutores Reyes y Príncipes ; éstos hablan tal vez en estilo bajo, y los ínfimos de la plebe elevan el estilo. Introdúcense figuras alegóricas sin necesidad y están de bulto semejantes errores. Sin embargo, en el Prólogo de Nasarre " se contienen dos interesantes datos, hasta entonces desconocidos, para ilustrar la vida de Cervantes : su asistencia á los estudios de Juan López de Hoyos y su colaboración en la especie de corona poético-necrológica á la reina D.'^ Isabel de X'alois, y la partida de defunción del autor del Quijote, sacada dr los libros de la parroquia de San Sebastián. Semejante alegato, tan henchido de dislates como de jh;- danteria, suscitó la contradicción del espíritu nacional y le- vantó una de aquellas agrias polémicas (|uc' son la caracte- rística del siglo xviii. Lo malo está en que los insultos acu- mulados en el dichoso prólogo contra Lope y Calderón, y por los cuales se aplicó á su autor el epigrama : Escritor en cuya pluma hay saña para difuntos, no es escritor, es polilla que anda royendo sepulcros, 1 Menéndez V Pelavo, Estáticas, tomo v, pag. 373- 2 Fols. II V último. 100 EL TEATRO DE CERVANTES perjudicaron i^randenieiile á la fama cósmica de Cervantes; porque en la reacción y vindicación de aquellos ingenios se fustigó por igual al inocente autor de las comedias y al poco cauto prologuista. Salió el primero á la pelea D. Joseph Carrillo con un co- loquio satírico, de no poca gracia, titulado La sinrazón hti- pugnada y Beata de Lavapiés ^. Este diálogo crítico entre una Beata, vecina de Lavapiés, Teresilla la Morena, Mano- lico el Estudiante, don Valentín de la Plaza, alférez, y el Licenciado Arenas (D. Blas Antonio' de Nasarre), comi- sario de difuntos, hállase escrito en fácil y correcto estilo; amenízanle algunas coplillas, y al final, un romance. La doc- trina literaria que encierra es detestable, salvo en lo que respecta á Lope y Calderón, maltratados en el prólogo que impugna. Don Cayetano Alberto de la Barrera opina ^ (jue del mismo D. José Carrillo- debe ser el larguísimo romance sa- tírico contra Nasarre y Cervantes con ocasión de las co- medias de éste y el prólogo de aquél á las mismas, anónimo, trasladado por Gallardo de un volumen manuscrito de Pa- peles varios procedentes de la librería del Conde de Cam- pomanes. Don Juan Maruján, "coplero de ínfima laya, audaz y violentísimo, fanfarrón y pendenciero", acudió á la pelea con un romanzón interminable, pedestre y desaliñado ■^, en que maltrata no sólo á Nasarre sino al mismo Cervantes, llamando al Quijote obra funesta, que había destruido el espíritu caballeresco de la nación y dado armas á los extran- jeros para que la vilipendiasen : El fuerte fué de Cervantes^ aquel andante designio 1 La sinrasón impugnada y Beata de Lavapiés. Coloquio crítico, apuntado al disparatado prólogo que sirve de delantal (según dice su autor) á las comedias de Miguel de Cervantes, compuesto por D. Joseplí Carrillo... En Madrid: Año de MDCCL; 4.°, 25 págs., más cinco hojas de portada y prels. 2 Crónica de los cervantistas, núm. 2.°, pág. 46. 3 Marqués de Valmar, Bosquejo de la poesía castellana en el si- glo XVIII, cap. IX. i:l teatro de Cervantes v la crítica loi en que clió golpes tan fuertes que á todos nos dejó heridos. Aplaudió la España la obra, no advirtiendo, inadvertidos, que era del honor de España su autor verdugo y cucOiillo. El volumen remitiendo á los reinos convecinos, hicieron á España burla sus amigos y enemigos. Y [ Xos los vuelven á la cara, como diciendo: "¡Bobillos!, miraos en ese espejo: eso sois y eso habéis sido." Mucho más suave fué la intervención de D. Francisco Nieto y Molina, el último de los poetas burlescos genuína- mentes españoles, autor de la Perromaquia, y que en pleno siglo xviir escribía con gracia y donaire versos al estilo del XVII. Con crítica más festiva que punzante combatió á Nasarre en varios papeles de poca extensión y fuste \ Importantísimo, aunque farragoso, es el Discurso critico sobre el origen, calidad y estado presente de las comedias de España ^, obra del abogado D. Tomás de Erauso y Zaba- leta, que por haberse encubierto con el pseudónimo de l'n ingenio de esta Corte, ha dadt) margen á varias conjeturas sobre su persona. No es este libro una invectiva personal sino una verdadera poética dramática, desaseada y bárbara en el estilo, de tal modo, (jue apenas puede leerse integra sin un poderoso esfuerzo de voluntad; pero liona de pensaiuientos 1 Obras en prosa, escritas á varios asumptos y dizñdidas en fÍMc.» discursos... Con licencia: en Madrid, cu la Imprenta de Paiitaleón Asmr, j/68; 8.0 2 Discurso crítico sobre el origen, calidad y estado frésente de tas Comedias de España; contra el dictamen que ¡as supone corrompidas, y en favor de sus más famosos escritores... Escrito por un ingenio dj esa Corte... En Madrid: En la Imprenta de Juan de Zúñiga. .Iño MDCCL. Con todas las licencias necesarias: 4-". 37 págs. de prcis. mu foliar. 285 foliadas y 5 hojas de Tabla. 102 EL TEATRO DE CERVANTES propios y elevados, que casi dejan atrás los de Luzán y don Juan de Iriarte. Después de un Papel circular que, solici- tando el examen, censura y corrección de esta obra, escribió el autor á varios sujetos doctos, copia los dictámenes, todos, naturalmente, conformes con el parecer del remitente, de fray Agustín Sánchez, Fr. Ensebio Quintana, Fr. José de Jesús María, Fr. Alejandro Aguado, Fr. Manuel de Castro y Co- lonia, y lleva una aprobación del mismo Fr. Juan de la Concepción, que había aprobado también el prólogo de Na- sarre. Las opiniones que en este volumen se contienen acerca del mérito de Cervantes son, en verdad, poco^ halagüeñas: El estilo de Cervantes es cierto que desdice mucho del presente : no se pueden leer sus comedias sin molestia del oído y aun del en- tendimiento. En lo poco que yo he visto de ellas, no he hallado tra- vesura, armonía, concepto superior ni otros adornos que en las obras poéticas produce la delicadeza del ingenio, sin ofensa de la materia, que para todo halla lugar quien trata con verdadera natural gracia el influjo de las musas. Tiene muchos versos sueltos, otros forzados á la precisión del consonante, que, ó no se entienden, ó no se nece- sitan. A esto llaman ripio los poetas, porque sólo se pone para llenar el hueco ó lugar en que no cabe palabra útil en orden al sentido; mas los que tienen habilidad gastan muy poco ripio. Muy de tarde en tarde se hallan estos retales en sus obras. Las expresiones de que usa Cervantes son demasiadamente sencillas, floj'as y humildes, pero las más veces en boca de personas que no tienen estas cualidades. Se explica con unos modos y frases de más allá que su tiempo, y, cii fin, sus invenciones están desnudas de aparato y propuestas con áspera flojedad y sin aquellos requisitos de novedad artificiosa que las hace agradables al entendimiento y al gusto, que siempre ama, con razón, lo extraordinario. Rebatiendo el parecer de que Cervantes escribió sus comedias mal de propósito para desacreditar las de Lope, dice: Pero todo eso es una notoria falsedad y un gentil testimonio que, sin temor de Dios, se levanta á ese pobre poeta..., pues ni él pensó en tal cosa ni de las comedias resulta la más leve señal de que pueda entenderse el intento de esa magna, intempestiva corrección y disimulada burla. El escribió sin esas precisiones que le atribuyen todo aquello que dio su ingenio. Lo que le ministró su inventiva, limitada en esta arte, como lo dice el efecto. Lo que pudo y alcanzó EL TEATRO DE CERVANTES V LA CRÍTICA lo3 SU caudal. Lo que halló á la mano su diligencia, empicada siempre, ó las más veces, en satirizar á los que conocía superiores, sin más pretexto exterior que la omisión del arte, como si éste fuese algún animal de las Indias, incógnito y espantable para todos los que le olvidaron, y sólo para él apacible y conocido. Sin hacerse la cuenta palmaria de que todos los demás eran tan capaces, y aun más que el, de entenderle y ejercitarle, respecto de que para todos estaba igualmente somero y franco. Huerta ^ escribe hablando de Nasarre y de su enemiga hacia Lope y Calderón : '* Esta odiosidad y el demasiado afecto á las novedades de la literatura traspirenaica le fué tan ominosa, que se cuenta por cierto que murió del pesar que le causó una apología de Calderón y Lope publicada con el título de Discurso crítico sobre las comedias en favor de nuestros más famosos escritores, en un tomo en quarto en los principios del año 1751, en cuyo tiempo murió arrebata- damente." ¡Quién le dijera al extravagante pero benemérito extremeño que él moriría también, y por causas parecidas, prematuramente, gracias á Forncr. Triarle \- dcni.'i-, iniuug- nadores suyos ! De este Discurso, en (jue el prólogo ó delantai ile Xa^^a- rre queda descuartizado, sacó Bóhl de Faber muchos de los argumentos que empleó en su polémica romántica vindicando á Zabaleta del afectado menosprecio de los galo-clásicos, que sólo pudieron replicarle poniendo en ridículo al autoi y á la obra. Cerca ya de las postrimerías del siglo xviii. un suceso de extraordinaria importancia conmovió á los alicionados de nuestra historia literaria : el editor madrileño D. .\ntonio de Sancha, tan benemérito á las letras patrias, dio á la estampa. en 1784. una bellísima edición del Viaje del Parnaso, en un tomo en 8.° ^ á cuyo final, desde la página 135. se im- primían por vez primera dos de las piezas dramáticas perdi- das de Cervantes: La Numancia y Los Tratos de Argel. El manuscrito que sirvió para esta edición y vino mo- dernamente á poder de D. José Sancho Rayón, es en 4.°. de 1 La Escena Hcsttañola defendida, pág. ix, nota. 2 Véase el núm. 3 de la Bibliografía. 104 EL TEATRO DE CERVANTES hermosa y clara letra, casi de la ép^ca de Cervantes, con algunas enmiendas hechas de otra mano, que se da cierto aire con la del autor del Quijote, pero no es suya. Contiene primero El Trato de Arxel, ocupando 44 folios numerados, con oinisión de muchos versos, y luego La Numancia, de igual letra, con foliación aparte, llenando 54 folios, y bas- tante más correcta que la anterior. Quizá sea éste el códice que había visto D. Gregorio Mayans, quien al citar los Tra- tos de Argel dice, en su l'ida de Cervantes ^: "He leído manuscrita esta comedia. Está escrita con mayor verosimili- tud que las impresas. " Sin embargo, no pasa de ser una. mala copia ; el texto está muy viciado, faltan escenas enteras é infinidad de trozos, y algunas de aquéllas están fuera de su lugar. Don A'icente García de la Huerta, hombre extravagante é indisciplinado, aunque erudittj y amante de las glorias tra- dicionales de su patria, publicó en 1785 el primer tomo de su Theatro Hespañol ^, primer ensayo de una colección me- tódica y selecta de nuestras comedias y en donde se proponía llevar á su apogeo el principal intento de toda su vida: la defensa y rehabilitación de nuestro teatrO' en contra del gusto neo-clásico entonces dominante. Mas en el prólogo de este primer volumen, tras muchas y muy atinadas reflexiones en pro dé su idea y contra los franceses, maltrata dura- mente á Cervantes, so color de defender las obras de Lope, llamándole "inicuo satírico, denigrador, envidioso y enemigo desmérito ajeno... que escrijjió el Quijote sólo para satis- facer despiques personales". La violenta arremetida del poeta extremeño contra el galo-clasicismo excitó la cólera de sus adeptos y provocó una verdadera lluvia de folletos y hojas volantes contra la persona y los escritos del autor de la Raquel. Pocas de estas impugnaciones merecen recordarse, y entre ellas ocupa el primer lugar la Continuación de las meniorias críticas de 1 Xúm. 173. 2 Theatro Hespañol, Madrid, Imprenta Real, 1785 á 1786; 17 tomos. EL TEATRO DE CERVANTES V LA CRÍTICA )o5 Cosme Damián \, escrita por el célebre fabulista D. Félix ;María de Sainaniego, brindando al vate de Zafra con una polémica verdaderamente noble y cientifica. Replicó Huerta con la Impugnación á las Mononas críticas de Cosme Da- mián -, y con la Lección crítica ^, tomando á envolver en su réplica á Cervantes, á quien acusa de envidioso, y le atribuve los dos famosos sonetos de Góngora : Hermano Lope, bórrame el soné... Por tu vida, Lopillo, que me borres.... el segundo de los cuales era ya conocido en su tiempo por obra del poeta cordobés, y desatándose en dicterios, injurias, amenazas, groserías y necedades contra el ingenio vascon- gado y demás detractores suyos. Entonces la contienda tomó un carácter personal y antipático. Como habia salido á plaza el nombre de Cervantes y "Huerta, el defensor profeso y jurado del arte nacional, no encuentra cosa mejor que des- prestigiar el mayor nombre de ese arte, con la tacha de en- vidioso, mordaz y malévolo" ^. esto desencadenó las iras de una porción de cervantistas, los cuales cayeron furiosa- mente sobre Huerta. A la defensa del inmortal ingenio salió el folleto Tentativa de aprovechamiento crítico de ¡a lección crítica de D. Vicente García de la Huerta, á nombre de don Plácido Guerrero. Su verdadero autor, D. Joaquín Ezquerra. que" por entonces dirigía el Memorial Literario, rebatió con erudición y copia de sólidas razones los asertos del extrava- gante académico. El mismo fin traían el anónimo Diálogo céltico transpi- renaico é hiperbóreo entre el Corresponsal del Censor y su maestro de Latinidad; la Carta á Don Vieente García de la 1 Continuación de las Memorias críticas, t>or Cosme Damián (nú- mero 402). Salió á luz como si fuese un número de un periódico: se reimprimió en las Obras inéditas ó poco conocidas de Samaniftjo. . publicadas por Xavarrete (Vitoria, 1866). 2 Impugnación á las Memorias críticas de Cosme Damián, sin lugar ni año. . , 3 Lección críti-ca á los lectores del papel intitulado: Ctmttnuacto^: de las Memorias criticas de Cosme Damián. Con licencia en Madrui en la Imprenta Real. MD.CC LXXXV : 8.°, XLVí págs. 4 Menéndez y Pel.\vo, Estéticas, tomo vi. pág. 82. 106 KL TEATRO DE CERVANTES Huerta, cu la que se rcs[^ou(ie á z'ari.as iuc/^cias de s-iis impug- nadores y se propoueu dos dudas a! Señor colector. P. D. I . D. L. C. ^, y aun la bárbara Carta dirigida al Sr. Apolo- gista Uiiiz'crsal por uuo de sus clientes natos con un soneto á la muerte del Sr. Huerta ". ima multitud de artículos impresos en casi todos los periódicos literarios de entonces, las sátiras que quedaron inéditas de Jovellanos y la Fe de erratas del virulento D. Juan Pablo b\^rner, uno de los hom- bres de más sólida y vasta doctrina que ha tenido España. Este fué, como siempre que de polémicas se trata, quien más se distinguió en esta pelea. Contra el colector del Thea- tro Hespañol y en vindicación de la buena memoria de Cer- vantes, publicó sus Reflexiones sobre la Lección crítica que ha publicado D. Vicente García de ¡a Huerta, con nombre de Tomé Cecial, ex escudero del Bachiller Sansón Carras- co ^. En respuesta compuso Huerta La escena Hespañola defendida ^, en donde la toma primero' contra Signorelli y después, y de nuevo, contra los franceses, y especialmente contra Voltaire. Afirma (jue La Nnmancia y El Trato de Argel son dos piezas ridiculas, y que el enorme número de interlocutores y la mezcla de personajes reales y alegóricos de la primera bastan para presentarla como digna del mayor desprecio. Sean cualesquiera los defectos del irascible poeta extre- meño, su figura es altamente simpática, luchando solo por la conservación de las tradiciones literarias de su patria contra la decidida imposición que los eruditos pretendían hacer de tendencias exóticas y antipopulares. "Así se sueldan, dice 1 Madrid, 1787. 2 Madrid, imprenta de Joseph Herrera, 1787; 8." 3 Reflexiones sobre la Lección crítica que ha publicado Don Vi- cente García de la Huerta.- Las escribía en vindicación de la buena Me- moria de Miguel de Cervantes Saavedra, Tomé Cecial, ex-escudero del bacliiller Sansón Carrasco. Las publica D. Juan Pablo Forner. Madrid. ■1786; 8.° 4 La Escena Hespañola defendida en el Prólogo^ 'del Theatro Hespañol de D. Vicente García de la Huerta y en su Lección' crítica Segunda impresión con apostillas relativas á varios folletos postetiores. Madrid, M DCC LXXXVL En la Itnprenta de Hilario Santos; 8°. civ págs., más tres hojas de prels. y erratas. El, TKATRO DE CERN'AXTES N' LA (.-RÍllCA el Sr. Menéndez y Pelayo \ las dos épocas ilel arte ro- mántico español, sin que haya verdadero paréntesis en la centuria pasada, puesto qtie la protesta nacional ni un solo (lia dejó de alzarse, simpática siempre á las muchedumbres." Tan fuera de camino como las opiniones de D. Blas Xasa- rre, y todavía menos aceptable, es la conjetura del sabio je- suíta y benemérito apologista de la literatura española, el abate Francisco Javier Lampillas, cuando escrilje : Siendo de notar que las doce novelas de Cervantes, que vienen :: ser unas comedias en prosa, están escritas segiin las reglas más escrupulosas del arte. En ellas se admira la fecundidad de su inven- ción sin extravagancia ; el artificio más ingenioso con los desenredos más sencillos; los caracteres delineados con unos colores muy vivos y naturales; el estilo dulce, elegante y correspondiente á las perso- nas, y lo que importa más: las máximas honestísimas y propias para corregir los vicios é inspirar amor á la virtud. Así, pues, se hace increíble que un hombre de esta clase nos presente como forma- das según arte ocho Comedias desatinadas, propias de un celebro desconcertado y de una estragada fantasía; lo que no se puede decir de Cervantes, porque en el mismo año acabó su Pcrsilcs, en e! qual, y asimismo en su Dedicatoria al Conde de Lemos, resalta en cada período aquel genio superior que hizQ inmortal el Quixotc. Vo diría, atendidas estas reflexiones, que la malicia de los impresores publicó con el nombre y prólogo de Cervantes aquellas extravagan- tes Comedias, correspondientes al pervertido gusto del vulgo, su- primiendo las que verdaderamente eran de él ó transformándolas en un "todo 2. Idea tan desatinada lleva en si misma su refutación, y asi no ha sido aceptada por nadie. Aun dado caso de (|ue acon- teciera un hecho y una suplantación tan inverosímil, ;cómn la había de tolerar Cervantes sin protesta de niníjuna clase, pues que las comedias aludidas se imprimieron durante su vida, y, por decirlo así. ante su presencia? El frío y mezquino espíritu de D. I^andro ÍH'rnández de Moratín, que nunca logró sobreponerse á los prejuicios de escuela para juzgar las obras draiuáticas, .sólo halla censura'^ 1 Estéticas, tomo vi. pág. 8t). 2 Ensayo histórico apologético de ¡a literatura ,-sf>añola contra las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos. Zar.nRo. j. 1782; 6 vols. ; 4.° 108 EL TEATRO DE CERVANTES que cliri¿;ir á Cervantes por las dos únicas piezas que exa- minó en sus faaiiosos Orígenes del teatro español ^ : Los Tratos de Argel y La Numancia. Especialmente esta última le saca de quicio, ya por su asunto, que halla impropísimo del teatro, ya por su desempeño, indignándose con las escenas episódicas y aisladas y, sobre todo, con la ingerencia de personajes fantásticos. De las demás comedias cervantinas, todas las cuales van envueltas en general censura, sólo men- ciona especialmente los títulos de las perdidas, pertenecientes á la primera época de su autor y á las cuales señala capricho- sa é imaginaria cronología, como hizo^ con otras piezas an- tiguas, sin base ni apoyo de ningún género. Un dómine ó preceptor de Cádiz, D. José Cavaleri y Pa- zos, que sostuvo viva polémica con Bóhl de Faber sobre el mérito de Calderón y otros autores del siglo xvii, sacó á luz en 1816, los entremeses de Cervantes, con la pretensión de enmendarlos y mejorarlos ^. Precede á esta edición un Prólogo sumamente extravagante, bajo el no menos estra- falario título de Rasguño de análisis. En él se contienen desatinados juicios acerca de las cualidades, gracia é inven- ción de las obras reimpresas, cuyo aspecto moral trata de examinar principalmente. Juzgando el reimpresor que "un editor que solicita hacer legible á todos con gusto y prove- cho la obra de un autor clásico antiguo, en ciertos accidentes de ninguna monta tiene licencia de cercenar y dislocar", usa demasiado de esta autoridad que á sí mismo se concede, corri- giendo y mutilando los textos de una manera rayana en el abuso, empezando el cercenamiento desde el Prólogo de Cervantes. Espera el editor que con el estudio é imitación del estilo, lenguaje y gracejo de las obras de nuestro^ ingenio se restaurará irremisiblemente la pureza y gracia de la len- gua castellana y se mejorará la escena española, echada á per- der por Moratín, D. Ramón de la Cruz y Arrieta, contra quienes se dispara, especialmente en el Prólogo. De la librería de Bossange, padre, salió en 1826 una 1 Biblioteca de Autores españoles, tomo 11. 2 Véase el núm. 5 de la Bibliografía. EL TEATRO l'E C KK\ .WTES V I. \ CRÍTICA iOi) colección de Obras escogidas de Miguel de Cerz'anies, bajo la dirección de D. Agustín García tle Arrieta \ En el tomo X se contiene una muestra del Teatro de Cervantes ; es á saber: La Numancia, La Entrcnida, los ocho entremeses y el de Los Habladores; precédelas un Prólogo de cierta cu- riosidad, obra del colector. Dice en él (jue los entremeses de Cervantes pueden considerarse como la tercera obra clásica del autor después del Quijote y las Novelas; censura duramente las comedias, no hallando recomendables sinellezas de la obra y daña la marcha del diálogo. De La Entretenida suprime el soneto de Cárdenlo, una octava de D. Antonio y nueve cuartetas de Ocaña, en la primera jornada; dos trozos de Torrente y Muñoz y todas las escenas finales de la jornada segunda en- tre Torrente, Muñoz. Ocaña y Cristina, que suman no meno-^ de 168 versos; en la jornada tercera largos parlamentos en- tre D. Francisco y D. Antonio y entre Marcela y Cristina (43 versos), la escena del baile y todas las precedentes que á él se refieren (474 versos), parte del coloquio entre D. Pe- dro, Osorio, D. Antonio y Ocaña (28 versos) y además 37 versos en diversas partes. El verso que falta en este últnno diálogo después del que dice Ocaña: "Conjeturo, pienso y hallo", fué suplido por Arrieta así : "Que la cuadra y el caba- llo." Termínase esta impresión con pocas y breves notas ex- plicativas á La Numancia y algunos entremeses. Con ellas. pero sin el prólogo del colector académico, se esiampó eíta Véase el núm. 7 de la BibUografia. lio EL TEATRO DE CERVANTES edición, conservando las nuililaciones del texto, en Aiadrid, año de 1829. por los hijos de D.'' Catalina Piñuela ^. Por cuenta de la Real Academia Española se imprimió en Aiadrid, en el año de 1780. la conocida suntuosa edición del Quijote; lleva á su frente la notable Vida de Cervantes, trabajada por D. Vicente de los Ríos. Años después hacía adelantar grandemente la biografía cervantina D. Juan Ai.- tonio Pellicer en la Vida c|ue escribió y va al principio de su edición del Quijote, impresa por Sancha en 1797-98. Sirvién- dole de base la biografía publicada ya por él en 1778 en su. Biblioteca de traductores, formó Pellicer esta Jlda de Cerz'antes, muy superior en datos, noticias y documentos á las anteriores; pero ni ésta ni la de Ríos ilustran en nada lo perteneciente al teatro. Xo así la excelente v en su tiempo monumental J^ida de Miguel de Cervantes Saavedra, escrita por D. Martín Fer- nández de Xavarrete y publicada por la Academia Española en 18 19. Aunque en general sobre el teatro cervantino se limita á reproducir, poco más ó menos, las opiniones corrien- tes, supo hacer justicia á algunas de las cualidades dramáti- cas de Cervantes. Sumó, sin embargo, á su repertorio el entremés de Los dos habladores, citando de él una impresión que nadie ha logrado ver más tarde. Xada añade á este libro la Vida de Cervantes que com- puso D. Buenaventura de Carlos Aribau para el primer vo- lumen de la Biblioteca de Rivadeneyra, en 1846. Sobre la obra de Xavarrete calcó también el poeta Quintana su Vida de Cervantes, aunque añadiéndole algunos interesantes apén- dices, de los cuales nos interesan los que versan "Sobre si hubo ó no alguna hostilidad entre Lope de Vega y Cervan- tes",, "Sobre los versos de Cervantes" y "Sobre un pa- saje de la comedia de Pedro de Urdenialas, relativo al Pur- gatorio". Estudio rápido del teatro cervantino se halla también en la notable y documentada Vida de Cervantes re- copilada por D. Jerónimo Moran, en 1863, para la lujosa edición del Quijote hecha por Dorregaray. I Véase el núm. 8 de la Bibliografía. EL TKATRO DE CERVANTES V l,A CRÍTICA III El conocido cervantista D. Ranion Lecjn Máinez dedica bastante espacio al teatro de Cervantes en su enciclopédica y monumental biografía del Príncii>e de nuestros ingenios \ recapitulando los artículos que á dicha materia habia antes consagrado en la Crónica de los cervantistas y de (jue pasa á tratar en seguida. Más concisas y vulgares son las observa- ciones que el teatro cervantino sugiere al Sr. Navarro Ledes- m,a en su elegante libro El ingenioso hidalgo Miguel de Cerrantes Saaz^edra ~, compuesto con motivo del tercer Cen- tenario del Quijote. Mucho mayor interés é importancia tienen para nosotros las apreciaciones criticas que acerca del teatro cervantino es- cribe el patriarca de nuestra historia literaria. Jorge Ticknor "'. en donde, entre otras cosas, se lee un bre\e. pero atinado jui- cio de La Numancia. El ilustre historiador de nuestro teatro Conde de Schack ^ dedica dos capítulos al examen de las c<> medias de Cervantes, con su habitual erudición y buen juicio. Las dos piezas de la primera época y algunas de las ocho de la segunda, así como los entremeses, merecen al IxMíemérito escritor exámenes concienzudos, aunque de corta exiensi(in. y desde luego los mejor encatizados que hasta su tiempo se habían hecho. Pero lo que sobresale en este estudio es el análisis crítico de las doctrinas estéticas de Cervantes, la influencia que en ellas ejerció el advenimiento de Lope de Vega y las consecuencias que esto trajo en la producción es- cénica del autor del Quijote. Los juicios de Schack serán siempre estudiados con provecho. Larguísimo análisis del teatro de Cek\-.\ntes se lee en la Historia del drama español, escrita \K>r Julio Leoix^ldo Klein en 1872 ^. y aunque, en general, coincide con Schack 1 Cervantes y su época. Jerez de la Frontera, 1901 ; fol. 2 Madrid, 1905 : 8." 3 History of thc spanish Litcraturc. New-York. 1840. Solemos ci- tar la traducción de los Sres. Gayangos y Vedia, Madrid, 1H51 ; 4 to- mos en 4." . _ • 4 Geschichte dcr dramatischni Litcratur und Kuust m M>ani,'u. Berlín, 1845 ; tomo i. págsv 33» y sigts. Solemos citar la edición de U Colección de Escritores castellanos. 5 Geschichte der spanischen Dramas. U-ipzig. 1S721 tomo n. pa- ginas 258 á 410. 112 EL TEATRO DE CERVANTES en lo más iniportanle, no carecen de interés y curiosidad las reflexiones de todo género á ([ue el autor se entrega juz- gando cada una de las obras del Príncipe de los ingenios. Ciertamente es este libro estrafalario, desordenado y aun farragoso; pero la erudición y doctrina estética del autor le harán siempre necesario para todo el que intente estudiar ó escribir la historia de nuestra escena. Por lo que á Cervan- tes toca, y descontando las paradojas y extrañas teorías que le sugiere la lectura de sus piezas dramáticas, brilla en él un notable esi)íritu de entusiasmo y de reivindicación, así como una independencia artística y una sana tendencia á la liber- tad, altamente simpáticas y laudables. Bajo la protección del infante D. Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza comenzó á imprimir en 1863 el célebre y benemérito editor D. Manuel Rivadeneyra su grande v lujosa edición de las Obras completas de Cervantes, llamada vulgarmente de 12 tomos, única hasta ahora publicada en que se contienen todos los escritos del Príncipe de los in- genios \ La hermosura de los tipos, lo excelente del papel, la primorosa y perfecta estampación y el acabado gusto tipográfico que en toda ella reinan, hacen de esta colección un verdadero monumento del arte de imprimir y digna com- petidora de las excelentes obras de aquellas inolvidables oficinas de Sancha y de Ibarra. Curaron de esta edición Hartzenbusch y Rosell ; el primero vigiló la impresión del Quijote, cuyo texto, desgraciadamente alterado por sus fa- mosas enmiendas y correcciones, deslustra el conjunto; las Novelas y el teatro- corrieron á cargo de Rosell. Las fuentes para la reimpresión del último fueron la edición de Nasarre, en cuanto á las ocho comedias y ocho entremeses, y la de San- cha para La Numancia y Los Tratos de Argel, y su princi- pal novedad y ventaja consiste en la restauración del texto de la última de estas comedias. Dice así el colector: La primera no ofrece grandes inconvenientes en su reproducción, y debió sacarse de un original medianamente correcto. No así la co- media, cuyo texto está tan viciado, que faltan en él escenas enteras, I Véase el in'nn. 13 de la Bibliografía. EL TEATRO DE CERVA.\TK.> \ I.A (_K1T1(.\ ||3 Oirás mutiladas y todas plagadas de erratas imperdonables. Hu- biéramos tenido que renunciar á su reimpresión á no habernos de- parado la suerte una copia bastante deteriorada que existe en la Biblioteca Nacional, y que, fuera de algún verso que otro, que por caer en la orilla inferior de las mcárgenes ha desaparecido, con- serva un texlto legible siquiera, á pesar de su mucha antigüedad. Este manuscrito está en pliegos de á folio, á dos columnas, sin más indicación de escenas que la de salida y entrada de los personajes, tal como nosotros lo hemos reproducido. Su título dice: Comedia llamada trato de Argel, hecha por Miguel de Cen-antcs, questuro cautivo en el siete años (aquí el copiante incurrió en el yerro de poner siete años, en vez de cinco). Pero en medio de un mérito relativo, adolece también este ori- ginal de algunos defectos, entre otros, el de equivdcar á menudo ó pasar por alto los nombres de los personajes que intervienen en el diálogo, indicándolos además tan breve y confusamente, que muchas veces no es posible distinguirlos; á pesar de estas dificultades, hemos logrado formar un texto que puede pasar por nuevo, dado que me- jora considerablemente el único que se conocía ^. El manuscrito que sirvió á Rosell para la edición de 1864 y hoy se halla en la Biblioteca Nacional es, efectivamente, el texto completo, y coano precisamente están tachados en el varios de los versos c|ue faltan en la edición de Sancha, es presumible que el manuscrito de ésta se tomó de aquél. Fué lástima que para la reimpresión de La Nunwncia no gozase el Sr. Rosell la copia antigua, coetánea del autor, que poseía el ilustre bibliógrafo D. Cayetano Alberto de la Barrera y hoy para en nuestro primer depósito bibliográfico, pues es bastante mejor y más completo que el publicado por Sancha. Por estos mismos días se recrudeció la moda de achacar y atribuir á Cervantes obras dramáticas, generalmente en- tremeses, que algunos entusiastas del autor del Quijote ha- llaron anónimos, impresos ó inéditos, y tan excelentes que sólo parecía pudieran ser hijos de tal padre. A dos clases pue- den reducirse los fundamentos de todas estas atribuciones: ó bien á las bondades de la forma y elegancias del estilo de di- chas obras, ó bien á la más ó menos remota semejanza de sn argumento con pasajes de otras reconocidamente de Cervan- tes. Así fueron agrupándose en torno de este egregio nom- I Rosell, Prólogo al tomo vii, pág. vit. 114 EL TEATRO DE CER\-AXTES le dedica en su Historia del teatro español, auiuine sin no- vedad alguna, salvo la de haber liallado ¡cu Sevilla! la se- pultura del autor del Quijote. Xo pueden dejarse aquí en el olvido las elegantes pági- nas en que el príncii)e de nuestros críticos, D. Marcelino Menéndez y Pelayo, estudia rápidamente, en su Historia de las Ideas estétieas, las teorías dramáticas de Cervantes, resolviendo de una ^•ez }• para siempre la famosa cuestión del desacuerdo entre la preceptiva y la práctica cervantina, que tanto dio que imaginar, decir y aun desbarrar á los eruditos. El reciente tercer Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote provocó una rápida explosión de alegría literaria y popular, más entusiasta cpie útil. Entre el cúmulo de escritos fugaces y perecederos que entonces salieron á luz, muy pocos hubo tocantes al teatro cei-vanti- no. El concurso extraordinario abierto por la Real Acade- mia Española produjo, además del notable libro del Sr. Ro- dríguez Marín acerca de la novela de Rinconete y Cortadillo y del del Sr. Aprais sobre La Tía Fingida, el Estudio crítico acerca- del entremés de El Vizcaíno fingido, del Sr. D. Ma- nuel José García ^. Alguna mayor amplitud en las apre- ciaciones estéticas, en el examen de los precedentes y con- secuencias del asunto y menos tolerancia en el capítulo de obras nuevas atribuidas al Príncipe de nuestros ingenios, no dañarían, ciertamente á este librito. Sólo la intención hallo laudable en el breve folleto publicado por el señor don Narciso Díaz de Escovar con el título de Apuntes escé- nicos cervantinos ^; pero no así los documentados y sesu- dos, aunque, por desgracia no terminados, artículos sobre El teatro de Cervantes, publicados por el R. P. Raimundo Gon- zález Manuel, O. S. A. ", tamÜíién escritos con motivo del tercer Centenario del Quijote. Mayor importancia ofrece el trabajo compuesto por el 1 Véase el núm. 23 de la Bibliografía. 2 Madrid, 1905 ; 8.» 3 La Ciudad de Dios, aúmeros del 5 de Mayo y del 20 de Agosto de 1905. EL TEATRO DE CER\AMh> V !..\ CRÍTICA Il5 bre la Comedia de la Soberana Virgen de Guadalupe v los entremeses de Los dos habladores, La cárcel de Sevilla El hospital de los podridos, de Los Refranes, de Mclisendra, de Durandarte y Belerma, de los Romances, de los Mirones, de Doña Justina y Calahorra, con otros más que la crítica mo- derna reconoce como hijos supuestos del gran ingenio, salvo el de Los dos habladores, cjue se reputa probable. 1). Aure- liano Fernández Guerra, D. José María Asensio y, sobre lodos, D. Adolfo de Castro, que escribió grueso vokmien para defender parte de tan infundadas paternidades, son los prin- cipales autores de estas atribuciones. Acerca de ellas versa la Cuarta parte del presente Estudio. El más largo trabajo cjue hasta ahora se ha hecho del teatro de nuestro autor débese al conocido cervantista don Ramón León Máinez, cuyas ideas son. sobre 1X)C0 más ó menos, las mismas sustentadas por Arrieta \ Indígnase contra la muchedumbre de personajes y contra la introduc- ción de figuras morales en las comedias, é intenta i^ersuadir que Cervantes, al escribirlas, se propuso fustigar la socie- dad de su tiempo ; involucra las piezas de la primera con las de la segunda época, y, extraviado por muchos prejuicios, llega á afirmar que la mejor obra dramática del autor ilel Quijote es El laberinto de Amor, desdeñando La Xuwan- cia y censurando despectivamente El Rufián dichoso. De- fecto principalísimo del trabajo del Sr. Máinez fué no gozar otras fuentes que las comedias mismas; ni si(|uiera puso á contribución los atinados juicios de Schack. Declamatorio y vago, como oración retórica (pie es. apa- rece el breve estudio que acerca de El teatro de L envn- íes ^ pronunció en Cádiz D. Romualldo Alvarez lispino. Algo más concretas resultan las ixiginas c|ue el mismo autor 1 Crónica de los cervantistas. Periódico literario. Única publica- ción que existe en el mundo dedicada al Principe de ¡os Ingenios. Año I (i87i-72\ tomo I. Cádiz, Tip. "La Mercantil". 187^: 4-". ¿¿4 P^Rs- Las comedias de Cerz'antes, artículo firmado: Ramón León Mámc/.C ro- mea de los cervantistas, año 11. núms. 3 v 4 L^« romanos, y el Cónsul tuvo cjue admitir cuantas condiciones le impusieron los vencedores, y aim no pasó adelante esta afrentosa derrota por la intervención del joven Tiberio Gra- co, hijo de Cayo, de quien tan buenos recuerdos conservaban los celtíberos (135). Todos los historiadores, y entre ellos Appiano, Floro, Plinío, Plutarco, Orosio y San Agustín ca- lifican de ígn ;minioso para Roma aquel lance y le comparan con el antiguo - pai~ia; estableció alrededor de Xumancia un fortísinio l)a- luarte, compuesto de un muro de diez pies de altura \yov cinco de espesor, con sus torres y presidios: echó recia en; palizada sobre la laguna que miraba á la ciudad, y porcn- samiento que por su ejecución, con ser ésta excelente; ai)un- ta á un nuevo linaje de teatro, magno é intenso, cuvo nerxno no es ya la imitación de la realidad de la vida, idealizada i)or la poesía, sino la manifestación directa de las grandes idea> mediante el expresivo concurso de todas las artes ; algo gran- [ diosamente simbólico ó alegórico, como los titánicos frescos de Miguel Ángel, y tan distante de la dramática ordinaria como ellos lo están de los cuadros de caballete. De todos mo- dos, cierto es que á todas las obras teatrales de su tiemiK) ven- ce y excede la Niimancm en [perfección de la forma ; j^or lo que al pensamiento toca, no conozco cosa más grande en nin- gún teatro del mundo. Goethe escribia á Humboldt, acerca de ella: '"aún tengo que contaros... que la lectura de la tragedia Xumancia. de Cervantes, me ha producido últimamente gran placer", y Shelley en otra carta decia : He leído la Numancia y, después de pasar la singular inocencia del acto primero, comenzó á gustarme, y al fin me interesó en alto grado la potencia del escritor para excitar la lástima y la admira ción, en lo cual apenas conozco á nadie que le aventaje. Confies» que en este drama hay poco de lo que se llama poesía, pero el im- perio del lenguaje y la armonía de la versificación son tan grandes que uno llega á figurarse que todo es poesía. Los románticos alemanes fueron igualmente pródigos e:. sus alabanzas; Federico Schlegel la califica de obra liiritia. y Augusto la señala por la maestra del arte dramático. \ hasta el fúnebre Arturo Sclioi>enhauer se entusiasma!)» con ella, y al pie escribió esta estratnbótica estancia, que bautizó con el nombre de z'oc de pecho : El suicidio de todo un pueblo aquí ha pintado CERV.^NTE.s. ¿Rómpese todo? Sólo nos queda volver al origen de la Naturaleza. En general, los extranjeros han hecho siempre grande aprecio de esta obra, sobre la cual compuso el erudita -.-.i.-n 128 EL TEATRO DE CERVANTES Julio Leopoldo Klein, ya mencionado, un notable é instruc- tivo juicio. ¡Quién dijera que nuestros críticos apenas han comprendido la grandeza de esta composición! Sancha^ cen- sura á Cervantes por introducir en ella figuras simbólicas ; Moratín sólo pudo escribir esto: La elección de argumento en la Nunmncia es poco feliz: la destrucción de una ciudad con todos sus habitantes presta materia á la narración épica, pero no es para el teatro. En él no se deben presentar como objeto primario las empresas militares, sino las acciones y efectos heroicos: en toda fábula escénica se promueve el interés concentrándole : si se divide, se debilita. Cervantes creyó producir mayor efecto trágico poniendo á la vista muchas situa- ciones de calamidad y aflicción, y no advirtió que resultaría ne- cesariamente una acción episódica, dispersa y menuda. Los per- sonajes fantásticos que introdujo lo acaban de echar á perder. Arrieta " la pospone en mucho á la tragedia del mismo asunto de Avala, si bien luego se entusiasma, á su modo, con la de Cervantes. D. José Mor de Fuentes^ dice "que causa rubor á los sinceros apasionados de Cervantes" ; y aun el mismo Lista, tan atinado en otras ocasiones, pensaba de esta tragedia ^ : Poca acción, muchos episodios, los defectos comunes de aquel tiempo, ninguna idea luminosa, ninguna grande invención que anun- cie el genio creador, nos hacen leer estos dramas con cierta lástima de su autor. Mejor orientado Gil y Zarate ^, comenzó á romper la general preocupación diciendo: La Nitmancia es la única obra dramática de Cervantes de cuya lectura se saca algún provecho, pues, aunque falta unidad en el plan, aunque mezcla amores y episodios impropios, aunque el es- tilo decae muchas veces hasta ser trivial y bajo, hay cuadros be- llísimos, escenas interesantes, rasgos admirables y trozos notables de versificación. En ellos se ve el temple del alma fuerte de Cer- 1 Prólogo i su edición, pág. vi. 2 Prólogo á su edición, pág. xi. 3 Elogio de Miguel de Cervantes Saavedra, Barcelona, Gorchs, 1835; 44 págs. ; en 8.° 4 Lecciones de Literatura española, Madrid, 1853, dos vols. ; 4." 5 Manual de Literatura, 2." parta Madrid, 1847. LA NUMAXCIA 129 VANTES, y la Numancia es una prueba de que sabía elevarse hasta los más altos conceptos el mismo que en otras ocasiones era dueño de la risa con sus inagotables gracias. A los tiempos presentes, en que tanto se ha renf>vado la crítica literaria, corresponde el orgullo de hal)er coleado ésta y las demás obras dramáticas de Cervantes en su ver- dadero lugar y punto. Muy atinadamente escribe Schlegel \ acerca de la pieza que examinamos : La idea del hado predomina en toda ella; las figuras alegóricas que salen entre las jornadas representan, de otra manera, casi lo que el coro en la tragedia griega : dirigen la acción y templan el ( movimiento. Un gran acto de heroísmo tiene lugar, los más horri- bles trabajos se sufren con constancia; pero es el acto y son los trabajos de todo un pueblo, cuyos aislados miembros casi sólo como ejemplos se presentan, mientras los héroes romanos aparecen como instrumentos del destino. Aquí hay, diría yo, un patitos espartano ; todo individualismo se funda en el sentimiento de la patria, y i>or medio de una referencia á la reciente gloria guerrera de su nación, el poeta ha enlazado la historia antigua con la época actual. Más allá lleva aún Sismonde de Sismondi ^ esta seme- janza con el teatro clásico: Comparando la Numancia con los Persas ó con Prometeo, qui- zás nos sorprenderá hallar muchos rasgos parecidos entre los dos genios que los han creado: quizás hallaremos que la grandiosidad de los sucesos descritos, la profundidad de las emociones excitadas sin 'dirección, la naturaleza y el lenguaje de las figuras alegóricas presentadas en escena, el objeto patriótico, finalmente, de las com- posiciones, aproximan al más antiguo de los trágicos griego'^ más de lo que una voluntaria imitación lo habría efectuado. Y Romey ^ confirma: El característico y relevante sentimiento de la patria ha valido á Cervantes el dictado de Esquilo español, y ha hecho que se com- pare su obra con los Persas, del padre de la tragedia. Siéntese, efec- tivamente, en ella la terrorífica sensación de la musa patriótica de Esquilo y el soplo que anima los Persas del poeta griego. 1 Ueber dramatische und Kunst Littcrmur. ! icidclbcrg. 1809, t-'U... 2 De ¡a littératurc du Midi de ¡'Eurofe, Paris. 1813: tomo iii. pá- gina 315. , . 3 Miguel de Cervantes, sa vie ct son tluHre, articulo escnto con mo- tivo de la traducción hecha por M. Roycr. I 3o EL TEATRO DE CER\-AXTES Hay, en verdad, en esta gigantesca obra cervantina un notable mérito, y es el sentimiento de la nacionalidad que toda ella respira; el acendrado y entusiasta amor que Cer- vantes consagró á su ¡)ais revélase aqui i)ujante y vigoroso; el protagonista de la tragedia no es una ciudad, es España, es la patria entera. Así dice Chasles ^ : La concepción de la Numancia, superior á la ol)ra misma, es de una magnificencia atrevida ; aquí el actor es un pueblo, la escena es una ciudad que perece, el mismo asunto es el heroísmo de una independencia vulnerable, pero inmortal, que se convierte en la tradición de una raza entera y en la clave de su historia. Y el alemán Dohm " prosigue : La tragedia Niimcvicia es una oljra nacional como hay pocas, ün inspirado amor á la patria la creó, y un poético genio dióle forma... Lejos de todo romántico sentimentalismo, hállanse aquí los más altos y nobles móviles de la humanidad, hacia los cuales quiere el poeta encaminar el entusiasmo de su pueblo, glorificando las hazañas de sus antepasados. El plan general está lleno de ge- nerosa bravura, y el voluntario sacrificio y mortífero entusiasmo de todo un pueblo, que antes que la esclavitud prefiere sepultarse bajo las ruinas de su ciudad, están patéticamente presentados. Al- gunas horripilantes apariciones y sangrientas escenas no debilitan la impresión que produce el sublime aliento del conjunto. Demogeot resume : En la Numancia, los actores son la representación de un perso- naje ideal y sublime: la patria. Por aquí se comprenderá el extraordinario efecto que esta tragedia hubo de producir en ocasión solemne, cuando, á semejanza del espíritu suscitado por Marquino, tuvo Cer- vantes una momentánea resurrección. En el heroico sitio de Zaragoza, defendido por Palafo-x contra las baterías de Mortier, Junot y Lannes, la Numancia fué representada en el pueblo cercado, y aquellos valerosos guerreros pu- dieron contemplar cómo sus antepasados sabían sufrir y morir por su libertad. Con frenético entusiasmo se escuchó 1 Michel de Cervantes, sa vie et son temps, son oeiivrc poliiique et littéraire, París, 1866; 8.° 2 Die spanische National Litcratur, Berlin, 1867, pág. 278. LA NUMAN'CIA i3l la tragedia, y sus elocuentes y levantados acentos contribu- yeron á rechazar las águilas del siglo xix, más terribles, sin duda que las pintadas por Cervantes. "Nunca presenció en vida semejante triunfo, y una vez muerto ningim otro le hubiera agradado más ^." í Si la perfección del arte trágico reside en el phohos \)t- ' ripatético, muy cerca de ella anda nuestra obra ; Cervantes eleva el horror escénico á su mayor fuerza en este cuadro, que, al decir de Royer, se creería pintado con sangre y con lágri- mas. Todo contribuye á tal efecto; como si no bastasen Ioj horrores del argumento mismo, el autor acumula episodio.s de extraordinario vigor y expresión: los detalles de la san- grienta lucha, los fúnebres agüeros de la naturaleza y de los animales, las preces de los sacerdotes, los conjuros mágico'?, la evocación y resurrección del cuerpo amortajado, la pa- tética escena de ]>ira, el dolor de la triste madre (|ue no puede alimentar á sus hijos, la frialdad de la muerte, la angustia de las epidemias y el hambre, los resplandores avor. ¿Cuál no seria el efecto que produciría en el siglo xvi, ante un auditorio convencido, vis- ta ejecutar en el tablado, si los actores sabían darle el punto de su grandeza macabra? Las desgracias, así piililicas como privadas, que ocasionan •el hambre y los horrores del sitio están pintadas con fuerza tal, que suscitan efectos inesperados. Rechaza Cipión la pro- puesta de Corabino, y éste, ardiendo en furiosa ira, le incre- pa desde lo alto del muro. Determínanse entonces los ciuda- danos á provocar á la lucha á sus enemigos, mas las heroicas matronas que les ven aprestarse, temiendo traten de abando- narlas, salen á impedírselo. Dicen: I Historia de la Literatura española, tomo ii, pág. 206. LA XL'MAXCIA i 3q ¿Qué pensáis, varones claros? ¿Revolvéis aun todavía en la triste fantasía de dejarnos y ausentaros? ¿Queréis dejar, por ventura, á la romana arrogancia las vírgenes de Numancia para mayor desventura? ¿Y á los libres hijos nuestros queréis esclavos dejailos? ¿No será mejor ahogallos con los propios brazos vuestros? Si al foso queréis salir, llevadnos en tal salida, porque tendremos por vida á vuestros lados morir. Y luego, encarándose con los hijuelos que elevan en sus brazos, rompen en estos valentísimos acentos : Hijos destas tristes madres, ¿qué es esto? ¿Cómo no habláis y con lágrimas rogáis que no os dejen vuestros padres? Decidles que os engendraron libres, y libres nacistes, y que vuestras madres tristes también libres os criaron. Decidles que pues la suerte nuestra va tan decaída, que, como os dieron la vida, asimismo os den la muerte. i Oh muros desta ciudad ! Si podéis hablar, decid, y mil veces repetid : "¡ Numantinos, libertad!" ¡Y que se diga que quien esto escril)ia no era poeta! Tibio rayo de luz melancólica viene á lanzar sobre este cuadro de desolación y agonía el tiernisimo epi.sodio de Lira y Morandro, cuyos puros amores, nacidos como un lirio al pie de una tumba, son deshechos por las piiblicas calamida- des. Halla el mancebo á su querida extenuada ix)r la in-ero aún más desgarraerl)ios versos de otras escenas ! Como es de suponer, dada la grandeza del asunto, la destrucción de Numancia ha ser\'ido de fuente de inspiración para muchos artistas literarios, no tantos, sin embargo, como pudiera creerse; y, ¡cosa rara!, en el universal teatro de hope de Vega, donde aparece toda la historia de España, falla este argumento; acaso Lope no quiso luchar con el entusiasta recuerdo que dejaría la gran tragedia de Cervantes. Don Francisco Mosquera de Barnuevo, "natural de Soria, nacido en Granada", aplicóse al estudio de la Jurisprudencia. siguió después el estado militar é hizo grandes sen'icios en las guerras de Carlos V, y por sus méritos .se le concedió el liábito de Calatrava. Dejólo para casarse, y entonces recibió el de Santiago; emprendió la carrera de gobiernos y judica- turas y fué amigo de Cervantes, quien le elogia en el Canto de Caliope: Otro veréis en quien veréis cifrada del sacro Apolo la más rara ciencia. que en otros mil sujetos derramada. hace en todos de sí grave exi"r;.nria: I Vorsschule der Acsthctik, 1805. 1 5o El. TEATRO DE CERVANTES mas en este sujeto mejorada asiste en tantos grados de excelencia, que bien puede Mosquera, el Licenciado, ser como el mesmo Apolo celebrado ^. Entre otras obras de Historia y Derecho, compuso tin poe- ma épico en verso titulado La Nuinaniina -. cuyo asunto es, como ya se ve, la debelación de Nmnancia. El tal poema es pobre y malo, de bajos y desmayados versos ; ciertamente, y á pesar del elogio de Cervantes, el autor no era poeta, aunque sí hmnanista y muy erudito. En figura de notas, aunque en relación seguida, va poniendo Mosquera luia larga historia de Xumancia, que abarca cincuenta y siete capítulos y foi"ma comentario á los quince cantos del poema. Son estas notas muy copiosas y nutridas de historiadores clásicos y espaííoles ; pero, desgraciadamente, plagadas de fábulas del P. Ariz, genealogistas, etc. He aquí la pintura que el autor hace de la triste situa- ción de los numantinos : Tenemos á Numancia en tal estado que la amenaza muerte cada hora, pues no come la gente ni un bocado y el mal continuamente se empeora : el fin le da tormento desastrado ; sólo por no acabar en guerra llora, rabiando por las calles y las plazas como rabioso perro con zarazas. No tienen grano de cebada ó trigo, centeno no se halla ni se amasa, no legumbre cocida ó dulce higo, guardada fruta ni curada pasa ; el pueblo en grande extremo está mendigo: 1 Autores españoles, tomo i, pág. 88. 2 La Nvmanlina De el licenciado D. Francisco Mosquera de Bar- nueuo Natural de dicha Ciudad Dirigida a la Nobilissima Ciudad dt: Soria Ya sus Doce Linages Y Casas a ellos agregadas (Portada graba- da, muy hermosa F. Heydon Fecit). (Al final:) Impresso en Sevilla en la Imprenta de Luys Estupiñan, en este Año de M. DC. XII; S.° mayor; siete hojas de prels. sin foliar y 371 foliadas. LA XL'M.WCIA . I 5» I si llega, por ventura, carne á casa es carne de hombres muertos y rocines, los cueros de caballos y mastines. Por efecto de un espantable terremoto, surgen las furias infernales, esgrimiendo hachas encendidas v l>añada-s i-n i..-/ y resina : De negro aparecieron enlutadas, sus túnicas cubrían los talones, tan justas, tan estrechas y apretadas, que imposible es decir las condiciones ; las cabelleras negras enredadas, por cinta á los cabellos culebrones, por cingulos serpientes y lagartos, de morderse las colas nunca hartos Las caras de unas brujas renegridas, chupadas, morenazas, langorutas, quijadas con cuadriles, relamidas, cual de unas alcahuetas disolutas: bocas hediondas, feas, retorcidas, de víboras las lenguas resolutas, dientes de almena vieja de muralla y el ojo que de hundido no se halla. No más afortunada es la pintura de la destrucción y ruina de la ciudad : Alecto puso tienda de venenos mortíferos, letales, preparados, de grandes vascas y congojas llenos para turbar los ánimos penales. Tesiphone solícita no menos, de estoques puso tienda y de terciados : Megera al juego de la nueva esgrima con gritos temerosos los anima. Quien tiene gran familia la jum:ii>:i, y un puñal en la mano levantado á todos brevemente les hablaba de compasión, diciendo, traspasado: "Mi mujer y mis hijos, ya se acaba la pena que á la larga os ha durado, '^2 ^EL. TEATRO DE C1:R\-.\.\TKS y el fin será mejor que no el progreso, pues el morir se tiene á buen suceso.'' Y asiendo de las hijas delicadas pasóles el cuchillo jíor los cuellos y con las manos, luego, ensangretadas asió de la mujer por los cabellos, que con humildes manos levantadas á sus dioses oraba, ya por vellos, y al golpe del alfanje riguroso en tierra recibía su reposo. "Alfanje, dijo luego el hombre crudo, que de inocente sangre estás teñido, conjuróte por Dios, tu estilo agudo, el fin me des que sabes te he pedido ; en este pecho de temor desnudo te quedarás por siglos escondido.'' Y dando al corazón la recia punta cayó sobre su gente ya difunta. Como en la tragedia cervantina queda el postrero Teóge- nes, y como allí se arroja á las llamas, terminándose el poema con esta octava: i Oh tú, la Fama, de ligero vuelo, que eterna es tu memoria, eterno el nido, el hecho de Numancia sube al Cielo porque en la tierra no padezca olvido ; pondrás m\ mármol donde vive Délo, en él será con letras referido el hecho memorable que eterniza los hechos de Numancia y su ceniza. Como se notará por este rápido extracto, la semejanza entre el poema y la tragedia cervantina salta á la vista. Hay entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional uno en 4.°, de letra del siglo xvii ^, en el cual se contiene una es- timable comedia con título de Numancia cercada. Su asunto es, con efecto, un episodio del asedio de esta ciudad; el autor se ofrece muy versado en la historia de Numancia ; la versi- ficación es buena y más que regular la parte cómica; peca, I Numancia qercada; 56 hojas en 4.", letra del siglo xvii, Sig- nat. 2417. r.A XU.MAXCIA I 53 sin embargo, por falta de inventiva en el plan y por inverosi- militud en el desarrollo. Aunque anónima, no dudo que esta pieza sea obra de don Francisco de Rojas Zorrilla, pues, aparte de su i)ositivo mé- rito, no inferior á otras del insigne toledano, al ñnal se anun- cia una segunda parte, que consta escrita por el autor de García del Castañar, continuando el asunto de la presente y con varios personajes comunes. Esta comedia, no citada i)o'r La Barrera, pero sí como impresa en el catálogo de Medel '. comienza con una escena, en verso heroico y sonoro, desarro- llada en el Senado romano, donde se fulmina la guerra contra Numancia. Tiberio. Bien propones, Cónsul; justo fuera que esa ciudad infame se abrasara si la experiencia claro no dijera que superior deidad su vida ampara. ¿Quién hay tan ignorante que creyera que un hora solamente se librara del invicto poder de los romanos un humilde escuadrón de seis villanos? Pues si la pérdida es tan conocida y puede ser tan poca la ganancia, ¿qué furor ¡oh romanos! os convida á aventurar las vidas por Numancia? Dejad esta ciudad endurecida, que el fundamento que hace en su arrogancia con más facilidad le i)ondrá en tierra que el bélico aparato de la guerra. Rechazada esta idea, el Senado acuerda enviar allá a Escipión con grandes fuerzas. Cambia la escena á Numancia y asistimos aquí á la generosa rivalidatl de Megara. Kclógenes y Olonio. cada uno de los cuales aspira á ser jefe de los nu- mantinos para guiar sus ejércitos á la victoria. Agriase 1:» disputa; mas el anciano Aluro les pone en paz. ¿Qué hacéis? Cuando el Duero caudaloso, gozando el dulce reposo I Catálogo, pág. 8o. 1^4 '■-'- TiíATKc) 1)1-: ti:R\A\-n-:s que le da la paz amada con apacible jornada busca su centro dichoso, cuando os deja el enemigo, que su gente en Roma encierra, gozar el feliz abrigo de la quietud, y en la tierra esconder el rubio trigo, con crueles discusiones vuestra quietud alteráis; ¡ oh numantinos varones ! ruego al Cielo no perdáis el honor de los blasones. Hermosa, aunque larga, es la escena de amor que se sigue entre el valiente Retógenes y la bellísima Florinda. Los sevi- llanos Tronco y Olalla se encargan luego de ejecutar un in- termedio cómico : disputa casera, no exenta de gracia. Arando hallaron una piedra escrita; como no saben leer, la presentan á Megara, quien descifra esto: Sibilc i'aticimtiii : Fíorindc culpa Hispania siibertetiir, con lo cual se levanta gran con- fusión en la ciudad ; la piedra es llevada, para su interpreta- ción, á un sabio sacerdote de Apolo, que vive encerrado en lo más escondido del templo ; Florinda llora desconsolada la te- rrible ]jrofecía. creyendo qtie á ella se refiere, y ofrece abra- sarse antes que ser causa de tamaña desgracia. Todo esto se olvida ante la presencia de Olonio. (pie dice: De nuevo viene á inquietarnos Roma, que ya parecía descuidada en ofendernos. Ya viene marchando aprisa el gran Cipión, que Cartago resorbió en pardas cenizas. El ejército de Es]5aña con gran fiesta y alegría le espera ya; esto han contado en Xumancia las espías. Comiénzase el segundo acto con la publicación del bando reformador del ejército romano, fechado, según la comedia: "Ka!, de Qniíifilis, año de 620 de la fundación de Roma y en I.A XU.MAXCIA I 33 centésima cuadragésima segunda olimpiada. Scipión. cónsul" . Salen Tronco, armado graciosamente para matar muchos liombres "destos romanillos viles", y su mujer, deteniéndole, y con parecido intento, la denodada Florinda, espada en mano. Surge luego una escena caballeresca : la pugna entre el Rev de Numidia y Mario, teniendo cá los soldados que quieren pre- cipitarse sobre la dama, acerca de quién ha de acometer tal aventura; mas los dos, lejos de combatirla, la requiebran. Aparece Retógenes, y Escipión trata de persuadirle de lo in- útil de la resistencia de su ciudad, ya que la cerca seis mil ro- manos ; á lo que el numantino contesta : Pues no encierran esos muros, causa de vuestras desgracias, más que seis mil españoles diestros en jugar las armas. Pero hay grande diferencia, porque cada cual se halla con mil manos, cada mano puede regir mil espadas, y cada espada feroz quitar mil vidas romanas; haz esta cuenta y verás si para nosotros basta el mundo todo. Cayo Mario y unos soldados presentan á Megara ante Escipión: el prisionero oye elogios del valor numantino y dice : Los españoles, romano, nunca la muerte tememos, porque como apetecemos por el valor soberano de nuestra invencible suerte cobrar duradera fama, fama que á gloria nos llama es olvido de la muerto. Sin embargo, .Megara acude al campo enemigo á proi>oncr una traición, v es la de entregar a sus paisanos descuida■ pes de Sedaño en tres actos: i^ls. sign. 586; 4.". 64 hojas. letra del >i- glo XVIII. 1 68 EL TEATRO DE CERNEANTES Prodigioso enigma de mis potencias, que al verte se han persuadido que eras destos montes fiera, y al escuchar tus lamentos, tan dotados de elocuencia, por deidad casi te admiran. Olonio es un anciano nigromante, á quien precisamente Porcia buscaba para consultarle, en nombre de los numanti- nos, en sus apuros y miserias. Entrégale el anciano una lanza encantada y un pliego que explica sus maravillosas virtudes, con orden de ponerla en manos de Lucio. Pasamos al lugar del Consejo de los primates de Numan- cia, presididos por el referido Lucio ; destácanse los patrióti- cos acentos de Aleguera, cuyo disciu^so termina diciendo : Reunamos el dolor, que nos fomenta esta triste situación, la memoria siempre excelsa de nuestros padres y abuelos y aun de las armas nuestras, cuyo estímulo glorioso, cuando adquirirnos no pueda victoria contra el romano por su robustez y fuerza, nos dará un fin tan honroso que aunque la Numancia muera, renacerá de sus hechos para vivir siempre eterna en el general aplauso de las plumas ó las lenguas. Llega Porcia en ocasión crítica ; pronuncia largo relato de su cometido, y se acuerda depositar la misteriosa lanza en el templo de Marte. En el campamento de los romanos, á vista de la ciudad sitiada, Escipión se muestra perplejo entre las severas órdenes que Roma le envía y su amor por la bella Tirsi, hija de Leon- cio. Pensando en ella se duerme, y entra Meguera de parla- mentario ó embajador. Suspenso al ver la soledad del Cónsul, LA XUMAXiIA it)9 concibe el proyecto de asesinarle; pero se detiene reilcxio- nando Mas ¿qué digo? ¿Quién de mí propio me olvida? ¿Quién aconseja á mi brazo operación tan indigna? ¿Quién reduce mi talento á esta sequedad impía? ¿Soy Meguera? Sí: pues ¿cómo Meguera incurrir podría en el oprobio de entrar por la traición á la dicha? Sueña Escipión en alta voz y descubre el secreto de su amor; Meguera, reconociendo en su enemigo un odioso rival, va á herirle; pero el romano despierta y esquiva el golpe, que Meguera acaba, clavando en la silla del general el lienzo que lleva con estas palabras escritas : Pi'ius flamüs combusta, qnam aniiis Xumancia zñcta. La escena que sigue entre ambos caudillos y rivales no es mala más qtie en la forma: Meg. Pues yo también buscaré lance en que la espada mía castigue los desvarios con que tú me desobligas, poniendo tus pensamientos donde no alcanza tu dicha. Escip. ¿Mis pensamientos? ¿Acaso los sabes? ¿Los adivinas? ¿Qué hombre es éste, santos Cielos? Meg. Basta sólo que te diga que tu corazón conozco. EsciP. Y yo, que pues desperdicia Numancia las atenciones con que mi bondad la obliga, en ti y en ella sabré satisfacer mi ojeriza. ¡ Este es el día tremendo de su irremediable ruina ! Meg. Muy nial haces en creerla. porque no bas de conseguirla. 170 EL TKATKO DIÍ CERN'AXTKS Escip. Yo abatiré tu denuedo. Meg. Yo desmentiré tus dichas. EsciP. Id en paz. Meg. Quedad en paz. EsciP. (i Qué vanidad !) Meg. (¡Q"é osadía!) Mutación. En el lemiplo ele Alarle, Porcia lamenta sus penas, pues ama á Meguera, y Lucio dispone casarle con su hija Tirsi. Meguera ignora la pasión de Porcia, porque ésta ha vivido siempre en traje de varón por preservar su decoro de aquellos comunes riesgos en que vive una mujer sin apoyo y sin consuelo. Movida de los celos, Porcia da á Tirsi un narcótico, y, aprovechándose del sueño producido por él, trata de robar la encantada lanza para comprometer la vida de su rival, en- cargada de custodiar aquel tesoro. Lo arroja fuera del muro; mas es sorprendida por Meguera, y de la conversación subsi- guiente resulta descubrir Porcia su sexo y que el caudillo iiumantino se declare autor del extravio de la famosa lanza. La ciudad es asaltada por los romanos, pero son recha- zados; tornan á la carga y vencen, á ]>esar de las arengas de los capitanes y del valor de los numantinos. Meguera, viendo la inutilidad de sus esfuerzos, ordena que se encierre á las mujeres y á los viejos para que beban el licor preparado por el mago, que es venenoso, aimque ellos lo ignoran, y que to- dos los hombres salgan a hacer el último y desesperado es- fuerzo. Acto tercero. Creyendo Lucio que tantos reveses se deben á la desaparición de la dichosa lanza, trata de herir á su hija; pero Porcia se interpone, conforta el ánimo de los que la oyen y trata de organizar todas las gentes que han quedado en la ciudad para salir á la batalla. Matrona romana soy ; acostumbradas estamos á lidiar en las campañas, depuestos adornos vanos y armado el pecho de fierro. LA NUMAXCIA IJt La llegada de Retógenes y otros capitanes derrotados de- tiene esta empresa. Refiere cómo la mayoría de los niinianti- nos han bebido }'a del licor sabroso, y cómo el incendio se apodera de la ciudad. Con esto, salimos á una gran plaza ovalada; pasan diferentes numantinos lidiando descsi)erada - mente, y algunos caen cadáveres; por tres escotillones salen continuas llamaradas, y por cada uno una mujer vestida de negro, cjue es una furia. Lucio, Tirsi y comparsa de soldados salen lamentando la pérdida de la ciudad; al' ver el voraz in- cendio, los soldados gritan: "¡Huyamos!"; y. en efecto, se van (i !), y aun Tirsi dice que hará lo mismo; con lo cual se lleva la trampa la heroicidad de Numancia. Encúbrese aquel cuadro de horror y sale de nuevo el cam- pamento romano, en donde Escipión y sus capitanes se mara- villan del formidable incendio. Llega Porcia á arrojarse á los pies del latino que la recibe en sus brazos ; pide la famo- sa lanza, recogida por Yugurta, y se le concede, y volvemos al interior de la ciudad. Refugiados en el templo de Marte Lu- cio, Tirsi y acompañamiento, lamentan la ruina de Xnman- cia; Meguera y otros capitanes exhortan á todos á morir an- tes que caer en manos de Roma; hácese una tierna despedida entre Tirsi y su padre Lucio, y, al ir á gustar el veneno, entran Escipión, Yugurta y otros jefes enemigos que dicen elogios de Numancia y les prometen honrosas capitulaciones. Con esta visita, la tragedia se convierte en comedia, con su casamiento final y todo. Entra Porcia con la lanza encantada, que clava en el suelo ; por efecto de ella, Escipión se muestra clemente con los vencidos; Porcia renuncia á tornar á Roma. y Lucio dice : Cuanto dispusiste se haga, y también, con tu licencia, á Segueda pasaremos, ciudad inmediata á ésta, hasta que se reedifique ó se construya otra nueva. Allí dispondré se juren príncipes de Celtiberia Meguera y Tirsi, mi hija, 172 i-:i. TEATRO i)K ci-:r\a\tks prometiéndote una eterna gratitud por tus piedades. Para cjiíe aiin sea más extraño el final de esta comedia, jMeguera se dirige al pueblo, explicándole en romance cómo la mejor opinión de los historiadores es que "en Numancia quedó gente" y que Soria está edificada en el dintel de la puerta más principal de la ciudad vieja. Pocas veces se habrá estropeado con tanta perfección un magnífico arguinento. Extraordinario éxito tuvo en su tiempo la tragedia Nii- niaiicia destruida, del catedrático de Retórica de los reales estudios de Aladrid y discreto poeta D. Ignacio López de Ayala \ Aunque se trata de una obra ajustada enteramente á las reglas francesas, hermana gemela de aquellas otras naci- das al gusto neo-clásico, como la Honncsinda, de Moratín padre ; Sancho García, de Cadalso ; Munuza, de Jovellanos, etcétera, es, sin duda, la más solemne y artística forma que hasta ahora tuvo en el teatro la heroica historia de la ciudad celtíbera; aventaja extraordinariamente á todas las piezas exa- minadas, y sólo cede ante la grandeza de la tragedia cervan- tina. Adolece, sin embargo, de los defectos de sus congéneres, y de ella puede decirse lo que Schack ^ escribe de todas sus hermanas : El lenguaje, las ideas, las costumbres, todo es en ellas violento y afectado; el diálogo parece compuesto de remiendos aislados, de 1 Conozco las siguientes impresiones : Numancia \ destruida. \ Tra- gedia. I Por Don Ignacio Lopes \ de Ayala, Catedrático de Poética \ en los Reales Estudios \ desta Corte ] con licencia. \ En Madrid: En la Im- prenta de Pantaleon \ Aznar, Carrera de S. Gerónimo \ Año de 1775 \ 8.°, 4 hojas de prels. y 102 págs. y una de erratas. — Numancia destruida, Tra- gedia. Por Don Ignacio López de Ayala. (Al fin:) Año 1791. Se hallará en la Librería de Quiroga, calle de la Concepción Geronimu, junto á Barrio Nuevo; y asimismo un gran surtido de comedias antiguas, Tra- gedias y Comedias modernas, Autos, Saynetes, Entremeses y Tonadillas : 4.°; 14 págs. á dos cois. — Numancia destruida. Tragedia por Don Ignacio Lopes de Ayala, Catedrático de Poética en los Reales Estudios de esta Corte. (Al fin :) Año 1791. Se hallará en la librería de Quiroga, etc. ; 4.", 24 págs. á 2 cois. — Numancia destruida. Tragedia. Por Don Ignacio Lopes de Ayala, Catedrático de Poética en los Reales Estudios desta Corte. Con licencia. En Madrid: En la Imprenta de Don Blas Román, Plazuela de Santa Catalina de los Donados. Año de 1793; 8.°, 96 págs. 2 Historia de la lif. y arle dramát. en España, tomo v, ipág. 27. LA XUMAXCIA I jj palabras traídas á la fuerza de cualquier parte; no revelan inspi- ración ni originalidad, y hasta nos producen una impresión penosa al descubrir los apuros del poeta para no faltar á estas ó aquellas sagradas reglas. El éxito de tales composiciones al representarse, como es fácil de presumir, era muy escaso, á pesar del empeño mos- trado por los críticos de calificarlas de obras maestras. Sin embargo, tai vez la NmiiancM, de Avala, sea la pieza arreglada que se libra mejor de estos graves escollos; el estilo es rico y enérgico; la entonación, elevada; pero los horrores del asedio no excitan tan vivamente la simpatía del auditorio como la pintura de los padecimientos individuales de los nu- mantinos hecha por el autor del Quijote. "Tal vez los ardien- tes arranques de patriotismo y de odio á la opresión extran- jera que contiene hayan contribuido á que esta tragedia se pusiera en escena, tanto quizá como su verdadero mérito poético." El iracundo D. Juan Pablo Forner atacó dicha obra en una carta dirigida á su mismo autor, hablciiul') de ella y de otras cosas : Aunque usted cree que su Niimancia es un drama admirable, yo creo, y otros conmigo, que no es más que un cúmulo de diálogos sangrientos sobre la ruina de una ciudad. Allí no hay héroe, si no es que lo sean los muros de Numancia. El episodio impertinente de Olvia es una ridicula imitación de la Clorinda del Tasso, que en la Jerusalcn viene que ni pintado, pero en una tragedia hace un efecto malísimo... La escena de Megara y el niño, en una ocasión tan turbulenta y feroz, es impropísima, muy semejante á la flema que gastan unos asesinos en cierta tragedia (se refiere á la Raquel. de Huerta), en sumo grado inverosímil en lances tan atrope- llados. Dedícase la obra al Conde de Aranda, con frases mas adu- ladoras que justas ; precédela una exposición del Asunto de esta Tragedla, en donde dice el autor que este primer ensayo de su poesía ofrece una acción, "(pie si l)ien de muchos, es tínica", y sustenta esta extraña teoría: "El hecho principal y algunos usos que se tocan de los antiguos españoles no admi- ten duda; la entrega de Mancino, la traición de Sergio Galhn y la sorpresa de los Lucianos son iguahnentc ciertas. En l.i historia tienen otro orden de tiempo; pero al ¡jocta es pornn- tido alterar éste y entrelazar los hechos donde mejor le na- 174 l'f' TKATKO ])!■: CERVAXTKS i'ezca". Cer\'axtes no necesitó, ciertamente, tle tales li- cencias. Al empezar la obra asistimos al triste estado de Nmnan- cia, para cuyas miserias solicitan remedio niños y mujeres postrados ante el dios Endov^élico, tutelar de España. Los años marcados por el oráculo como término á la guerra van á expirar; á los horrores de la lucha úñense sus inseparable^ compañeras el hambre y la peste. ¿ A quién no asombra ese implacable azote de los hados, esa rabiosa hambre, que insaciable, todo mantenimiento devorando de los hombres, convierte las raíces, hierbas, hojas, broqueles y caballos en sfustoso alimento? El inhumano soldado que gustó la carne humana feroz la busca, y sin horror ni espanto mata, y con el cadáver se alimenta. Todo es furor. Megara, caudillo de les desventurados numantinos, con- forta á todos con sus patrióticos y valerosos acentos. La sa- cerdotisa Terma prevé funesto término á tanta miseria ; Dul- cidlo relata su viaje para consultar el oráculo de Cádiz, cuyas iiltimas palabras, de vuestra patria inmortal será el nombre, si en su pena la espada elige, y huye la cadena, no bien comprendidas, levantan el decaído ánimo de las gen- tes. Como en la tragedia cervantina, los amores de Al aro y Olvia endulzan un tanto los horrores del cuadro ; pero aun aquí, la sangrienta sombra de Olón, hermano de la numan- tina, y misteriosamente asesinado, cubre con fúnebres tintas el episodio. Olvia. Siempre miro su sombra ante mis ojos, siempre suenan sus ayes lastimados en mis tristes oídos, su alma errante me sigue siempre, y con acerbo llanto, LA XUMAXCIA I7D con lastimera voz, lúgubres ecos, venganza pide. ¡ Oh joven malogrado, yo te obedeceré, y ante tu mismo sepulcro he de verter de tu inhumano •homicida cruel la infausta sangre ! En el acto segundo asistimos á la entrega del cónsul Man- cino, en castigo de los pactos que había firmado con los de Numancia. Las escenas que esto ocasiona son tan altamente nobles como inverosímiles. YuG. Pues él formó el tratado, que él lo cumpla. Meg. ; Este Cónsul, Yugurta, el pacto hizo por sí solo? YuG. Por todas las legiones de su ejército. Meg. Traed al mismo sitio el ejército todo con el Cónsul, y satisfará Roma al numantino. YuG. ¿El ejército todo á esta ignominia? No aceptando tal cosa, los romanos abandonan al triste Mancino y se retiran. Alegara conforta al deshonnidu (Yuisul. Manc. ¡ Oh ciegos hados ! ¿ Cómo Roma es feliz, y el pueblo invicto de Numancia padece virtuoso? Me oprime Roma, y siendo mi enemigo ¿ me favoreces ? Meg. Sí : con los soberbios conviene la altivez : con los rendidos usamos compasión. El peligro arrecia por momentos; resístense los romanos á pelear; las provisiones menguan, el hambre crece. Dulcidlo propone que los viejos, inútiles para la lucha, .sean sacrifi- cados : Pues de la patria triunfa el hambre sola, para frustrar sus furias he elegido que mueran los oncianos. v alimenten la juventud. Yugurta, prendado de Olvia, en premio de su amor ofre- ce pasarse al bando de Numancia con sus veinte elefantes y diez mil guerreros; la angustiada joven propone á su amante esta terrible cuestión : lyt) EL TKATRO I)K (. KRNAXTES ¿ Salvo á la patria ó desprecio á Yugurta? Aluro. ¡ Oh qué sangriento el hado oprime al infeliz Aluro! Olvia. o la patria ó mi mano. Aluro. Ks nmy violento perder á Olvia, ó no salvar mi patria. Olvia. Numancia acahe. Aluro. Muera yo primero. Olvia. Pues olvida mi amor. Aluro. No puedo tanto. Olvia. Olvidaré á Yugurta. Aluro. Justo empeño : olvídale. Olvia. De Aluro el amor venza : venza tu amor y muera todo el pueblo. Aluro. No, Olvia, no perezca. Olvia. El tiempo insta. Aluro. O no sabes amar, ó el grande exceso de tu hermosura y mi pasión ignoras. Olvia. ¿Qué resuelves? Aluro. Morir. Olvia. No, que todo te debes á tu patria. Aluro. Es verdad, suyo soy, viva muriendo. Adiós, Olvia; con tu nuevo amante feliz vive, vive ufana, goza de amor el delicioso incendio : á mí, fortuna avara me destina de pesar en pesar, y de un tormento á otro mayor. Numancia llega ya al iiltinio extremo. No hay recurso á pueblos españoles ni extranjeros; por casas y por calles se despuebla tan noble emporio ; horribles esqueletos son los que viven ; á los brazos faltan la fuerza y el vigor que sobra al pecho. Echanse suertes para elegir la víctima humana que ha de alimentar á sus hermanos; la elección cae sobre Aluro. LA XUMAXCIA 1 77 Con feroz alegría rccilje la infausta nueva, cumunicada por su propio padre Dulcidlo, quien, con no menos bárbara y su- blime tranquilidad, bendice para el sui)licio al último hijo que le resta. Llega Escipión á tratar paces con Alegara, quien rechaza las fingidas compasiones de el romano : Retira tus legiones, deja el sitio, no nos busques; tranquilos quedaremos. No imputes á dureza de Numancia . lo que hace la ambición y orgullo vuestro: despojos de la hambre ó de la muerte, libres nacimos, libres moriremos. CiPiÓN. ¿ Qué, no reparas el funesto estado de tantos infelices? ^Iegara. Sólo advierto su ardor presente y su futura gloria. CiPiÓN. Quizá el Senado por tu grande esfuerzo libertad te dará. Megara. Déla á mi patria. CiPiÓN. Yo te la ofrezco á ti. JMegara. Xü la pretendo si es esclava Numancia. CiPiÓN. Al fin, pues ciego obexlecer rehusas, más desdichas han de sobrevenir: contra mi expreso , nj ^ndato, el africano ha envenenado las ai^uas que bebéis del río Duero. Ante esta tremenda revelación. Megara contesta valien- temente : Cipión, carne humana nos mantiene, sangre de los cuerpos beberemos. 'Ü^ntíáiiM' iodos los iiumantinos y hacen una desesperada saH¿?iq ©hi.-L quédase vigilando la escena: llega Yugurta. m- vítal«í^ía doncella á pasarse á Ntimancia y salvarla. cuanor ejemplo en La 1 Tot-ographia, é historia general de Argel, repartida en cinco tra- tados, por el maestro fray Diego de Haedo. abad de Promesta. Con pri- vilegio. En Valladolid, por Diego Fernandez de Cordoua y Oniedo. Año de M. DC. XII : folio; d.e cuadro hojas de proís, sin lumu-rar. 210 íoli<'.í á dos cois, y ocho hojas de Tabla; fol. 185, col. !.• 2 Primera parte, caps, xxxi.x. xi. y xi.i. 3 Libro v. 4 Libro III, cap. x. 1^4 EL TEATRO DE CERVANTES Galaica "■ y en el Pcrsilcs \ y entre las dramáticas, en El Ga- llardo español y en La Gr.av Sultana, pnes Cervantes fué de los escritores más autobiográficos de las letras españolas. Gus- taba de recordar estos trances tanto como los de su vida de soldado ; unos y otros constituyen páginas gloriosas en su historia, "pues si libre se acreditó de soldado valentísimo, esclavo empeñó su fértil inventiva en los intentos más difí- ciles y arriesgados" ^. No es ésta la ocasión de relatarlos, pues constan en las biografías de Cervantes, dándole con ello una de las mayores honras de las muchas que constituyen su admirable vida. La de los esclavos de Argel era por demás miserable y angustiosa. Apenas los corsarios aportaban con los frutos de la galima. desembarcábanse los cautivos, y los que no eran reservados por los arráeces se vendían en subasta en el zoco ó plaza pública, separando cruelmente ]7adres, hijos, esposos y hermanos, acaso para no volverse á ver jamás. Los de li- naje principal ó que por tales se tomaban, eran tratados con cierta consideración, en espera de crecido rescate ; mas si éste se dilataba, infligíanles trabajos penosos y duros castigos para que lo activasen ; algunos salían libres bajo promesa de pagar su importe que, en tades circunstancias era excesivo, siendo los españoles ensalzados por su celo en cumplir la palabra empeñada. Pero la gente villana y pobre sufría muy crueles tratos : hambrientos y desnudos los hacinaban en los Baños ó cárceles, húmedas é infectas, donde dormían sobre pajas ó pellejos, sin mantas ni abrigo; sacábanlos al amane- cer para enviarlos por pelotones á todo género de trabajos y obras públicas, sometidos á la brutal dirección de capata- ces inhumanos ; mediante algunos dineros podían eximirse de estas faenas cuando no eran urgentes, mas la hacienda de los cautivos solía pasar á la bolsa de quienes los apresaban ; los que eran hábiles en algTin oficio de mucha utilidad so- lían pasar mejor vida y residir en casas particulares; otros. I Dox Ern:.\RDo Saavedra, Cervantes cautivo {Cervantes y el Qui- jote. Madrid, 1905 ; 4.°), pág. 39. EL TR.\TO DE ARGEL i8? especialmente los jóvenes y vigorosos, eran (obligados á re- mar en las galeotas, pasando mucho peor iralo que los más atormentados en tierra. Temerosos de astucias, no creían en las enfermedades alegadas hasta que los veían muertalos en el vientre y en las plantas de los pies, mutilación de narices, orejas y manos, y, por fin, la muerte á pedradas, saetazos, en garfio, en palo ó fuego. Las mujeres solían emplearse en el servicio doméstico, y las de herniosa presencia ascen- dían á concubinas y aun á esposas de sus dueños, ios cuales las estimaban por su mayor cultura que las moras, por ser más laboriosas que ellas y excelentes administrailoras, re- servándose para el serrallo de Constantinopla las de sobre- saliente belleza. Vestían los cautivos un traje especial, con que eran dis- tinguidos de los demás; este traje, con naturales variantes en los colores, era, para los hombres, jaquetilla ó casaca azul, corta de faldas con medias mangas y sin cuello, calzones de anjeo, albornoz listado de negro y blanco, bonete azul <> co- lorado, medias blancas y alpargatas fina^ ó borceguíes da- tilados para las marchas, aunque en los trabajos no llevalían albornoz é iban descalzos, pero siempre soportaban el peso de la cadena ; y para las mujeres, almalafa de varios colores que cubría hasta el suelo, y encima de ella un alf|uicel blanco. chapines en los pies, ajorcas en las manos, sartas de cuenta? de vidrio ó de perlas, las que podían, á la garganta: lx)netilIo de brocado en las pudientes, el cabello suelto y cogidos los dos lados con listones de hueso ó de nácar, arracadas en las orejas y el rostro cubierto con volante largo, velo de plata en las ricas, que partía de la toca con que envolvían la ca- beza. Así, sobre poco más ó menos, discurrían por Argel lo! 25.000 cautivos cristianos que en tiemix) de Ckkvante.»^ "consta gemían en aquella ciudad, "gomia y tarasca de Ux\^s las riberas del mar Mediterráneo, puerto univer.sal de cosa- rios y amparo y refugio de ladrones". Procuraban los cautivos endulzar su esclavitud de diver- 1 86 EL TEATRO DE CERVANTES SOS modos, y dentro de sus cárceles, y en especial en el Baño del Rey, organizaban fiestas y representaban comedias, á que con gusto asistian los propios carceleros. Había también esclavos de buen humor y habíalos maileantes que se gozaban en embaucar incautos, burlar á sns mismos amos y en mo- lestar á los judíos, odiados y perseguidos de árabes y cris- tianos. Solían tener los turcos bastante tolerancia con las prácticas religiosas de los cautivos, tanto que éstos llegaron á tener dentro del Baño una capilla, en (|ue celebraban di- ■ _^\'' ■^'^' versos cultos y misa casi á diario, dicha por sacerdotes libres V" > y esclavos ; algtma vez los fanáticos musulmanes turbaror; tales devociones, pero de ordinario las consentían sin más que exigir á los fieles cierto derecho de entrada. Los argelinos ponían gran empeño en corromjjer á los"" niños cautivos así en religión como en costumbres, emplean- do todo género de halagos, y, cuando éstos no bastaban, amenazas y castigos; pero no tenían interés en que los ma- yores renegasen, pues esto iba contra su provecho : solamen- te cuando el Bajá quería salvar la vida de un reo cristiano le invitaban á renegar, y esto no siendo el crimen contra ei Estado. La aj)ostasía_ era^JueN_voluntaria, y en ella caían muchos por librarse de las miserias del cautiverio, siendo los renegados tenidos en gran estima, y así vemos que muchos alcanzaron altos puestos, pues solían aventajar á los turcos en pericia marinera, en disposición para el Gobierno y aun en valor militar y serles de mucho provecho para sus rapiñas en territorios cristianos. ~S[as, los renegados que se tor- naban á su primitiva fe pagaban con la vida, aunque hubo varios casos de haberla salvado por huirse á España y entregarse aquí á la misericordia de las autoridades ecle- siásticas. Dificilísimo era fugarse: por mar venía á ser casi impo- sible por no contar con embarcaciones, resultando harto di- ficultoso hacerlas venir de España ó Italia y arribar de no- che con secreto, burlar la vigilancia de los vigías argelinos y la de los guardianes del Baño para salir de él en el momen- to preciso: por tierra era más hacedero, y por eso fué tantas veces intentado y por eso lo castigaban los turcos con tan EL TRATO DE AR(, 187 bárbaro rigor. Para salir de esclavitud sólo tenían, pues, lo? infelices cautivos dos medios harto eventuales y con frecuen- cia tardios: losmercaderes cristianos de diversas naciones que entre ellos discurrían provistos de un salvoconducto llamado bará ó albalá y la llegada del barco de la limosna, qui- los padres Trinitarios de la Merced equipaban con el i)rG- ducto de la cuestación perpetua^que hacían por las ciudades y pueblos de España; el arribo de estos buques á Argel eia recibido con inmenso júbilo por los tristes esclavos y aun por los musulmanes, deseosos de desprenderse á buen precio de la incómoda y peligrosa mercancía encerrada en los Baño-. Los condenados al remo tenían otra heroica eventualidad, que algunas veces dio buen resultado; amotinarse, asesinar á los arráeces y marineros, alzarse con la galeota y condu- cirla á puerto cristiano. Argel constituía un bajalato ó provincia, rica y ex- tensa; la capital era una hermosa ciudad, grande, con nu- merosas calles y plazas, bien murada, con fuertes torres, có- modo puerto, alegre marina y muchos y frescos jardines. Su gobierno se hallaba confiado á un Bajá investido de despó- tico poder absoluto, que se mudaba con frecuencia, .segiin las órdenes del Sultán de Turquía; pero los verdaderos amo-; de la regencia eran los genízaros. tropa autónoma y valien- te, formada en su mayor parte por mancelx>s cristianos edu- cados desde niños en el Islamismo y que algunas veces con- currían á las campañas marítimas, por más que para csui existían los levantes, ó soldados de desembarco, los cuales, generalmente guiados por un renegado práctico ó algiin morisco indígena, hacían atrevidas incursiones en las cos- tas de la Europa meridional, robando cuanto ixxlían y apre- sando á los indefensos habitantes, á pesar de los atajadores, soldados de caballería cristiana, encargados de guardar h^ playas. Tal es el cuadro que se vislumbra á través de estas co medias orientales y de muchos pasajes de las obras cervan- tinas, comprobado por otros escritores, especialmente de ln<- toria, cuadro que. en substancia, perduraba aún en el si- glo XVIII, segim atestiguan, los curiosos libros del marino lS8 EL TEATRO DE CERVANTES Laugier de Tassy \ del padre Alonso Cano", del viajero Ch. Rotalier ^ y otros "^. Cinco años de residencia en Argel, tras de algunos otros pasa- dos en recorrer el ^Mediterráneo y servir probablemente en la guar- nición de Túnez con algunas comisiones que más tarde desempeñó en Mostaganem y en Oran, dieron al genio observador de Cer- vantes ocasión y medio de tomar de las cosas de aquellos países un conocimiento que aun hoy no es vulgar y resalta en la mayor parte de sus obras ^. Más que escribir una comedia en el verdadero sentido de la palabra, Cervantes se propuso en El Trato de Argel trazar una relación ó pintura viv^a de los sufrimientos del cautiverio, como quien bien los conocía. Así lo declara él mis- mo al final de la pieza, diciendo: Si ha estado mal sacado este trasunto de la vida de Argel y trato feo, pues es bueno el deseo que ha tenido, en nombre del autor perdón le pido. Y. desde este punto de vista, no perdón, aplausos merece. No hay duda que aquella calamitosa existencia se halla des- crita con brillantes colores y presentadas ante los ojos del lector con estudiada variación y acierto las diversas escenas que allí ocurrían, entresacando de la realidad las que ofre- 1 Historia del Reyno de Argel con el estado presente de sv gobier- no, escrita en idioma francés por Monsievr Lavgier de Tassy, impresa en Amsterdam el año de 1725. Tradvcida en idioma español y adicionada por Don Antonio de Clariana y Guelbes. Barcelona. MDCCXXXIII. En la Imprenta de Jvan Piferrer (en 8.°; de 11 hojas de prels. sin foliar y 340 págs.) ; págs. 279 y sigts. 2 Nuevo aspecto de la topografía de la Ciudad y regencia de Argel. Su estado, fuerzas y govierno actual, computado con el antiguo. Su autor el M. R. P. M. fr. Alonso Cano, año 1770; tm cuaderno Ms. de letra de la época, de 221 hojas en 4.°; Bibl. Nac, Colee. Gayangos, nú- mero 574. 3 Histoire d'Alger et de la piraterie des tures dans la Mediterranée á dater du seisiéme siécle. París, Paulín ; 1841 (dos vols. «n 4.°) ; tomo 11, cap. XXXII. 4 Compendio histórico de Argel ó cuadro estadístico, moral y polí- tico de esta regencia bajo el gobierno de los turcos, traducido del fran- cés por Don Francisco de Larrea. Madrid, 1832; en 8.° 5 Saavedr.\, Cervantes cautivo {Cervantes y el Quijote), pág. 40. EL TRATO D1-: ARGÜL | 89 cían rasgos más pintorescos, sin mengua de la verdad hist<';- rica. El cuadro resulta fiel y puntual, por lo (lue mira al tra- to de los cautivos, y, puede decirse que se les sigue en todas sus penalidades, desde que llegan á aquellas inhospitalarias playas hasta que alcanzan la ansiada libertad. Descríbese la venta de ellos en el zoco ó plaza pública: el peligro v facili- dad con que los niños renegaban; los intentos y aveMtura lances y tormentos que dejaran huella indeleble en su me- moria. Y hoy día. cuando aquel oprobio ile la civilización se ha barrido para siempre. Los Tratos de An/c! no cansnti m.- nos impi-esión en nuestro ánimo, al mirar re-^urgi' tos horrores y calamidades á que nuichos hombro ;■«;,- nes se vieron sometidos por reveses de fortuna. Dicese de IQO EL TEATRO DE CERVANTES esta obra lo inisnuí que de las tres ([ue sit;"ucn : su iiiii)orlau- cia como documentos vivos de la historia acliica y asombra todos los defectos que ofrezcan como frutos literarios. Así lo han entendido los críticos. El Trato de Argel, dice Sandia ^, no tanto merece el nombre de comedia, como el de una simple relación lastimosa y trágica por lo común, de los trabajos que padecían los cautivos cristianos en po- der de los infieles, en cuya pintura entran también las reprobadas costumbres de unos y de otros, cuyos sucesos son tanto más creí- bles en la pluma del autor, cuanto que por él pasaron muchos de ellos: y así se introduce á sí mismo, como 'historiador verdadero. Moratín, naturalmente, la censura ^ por su falta de uni- dad en la acción, y j^or los imperdonables desatinos que, según él. contiene; aun el mismo A. W. Schlegel" la con- sidera como propia de la infancia del arte por la superabun- dancia de la narración, aridez del conjunto y deficiente re- lieve de las figuras y de las situaciones. Más acertado Eichen- dorf f escribe ■* ipie entre grandes bellezas poéticas, tiene poca destreza dramática ; pero ofrece especial interés bio- gráfico, pues rej)resenta los propios sufrimientos y heroici- dades del poeta durante su cautiverio. Por su parte E. Chas- Íes ^, aunque cree que fué compuesta contra el Islamismo, reconoce que sin ser una perfecta obra de arte, todo tiene su objeto en el drama ; ]iues los milagros, las alegorías nn'- tológicas, cada papel, cada escena, todas las narraciones y los sucesos, ofrecían un sentido profundo á la España cris- tiana de la éix>ca. El benemérito Conde de Schack ^, si bien considera, y con razón, esta obra como una especie de ensa- vo dramático de Cervantes y la coloca por debajo de las piezas de Juan de la Cueva, escribe : Pues ¿quién podrá ahogar la impresión que ha de producirle la descripción de aquellos sufrimientos pasados por el mismo infortuna- 1 Prólogo á su edición de esta comedia, pág. xii. 2 Orígenes del teatro español. 3 Übcr dramiiiatisclie Kunst nnd Litteralur. llcidclbcrg, 1809; dos vols. en 8.° 4 Zur Geschichte des Dramas. Leipzig, 1854; 8." 5 Michel de Cervantes: sa vie, son temps, son auvre. París, 1866; 8.° 6 Historia de la Literatura y Arte dramático en España; tomo II, pág. 44. EL TRATO DE ARGEL IQI do poeta ? ¿ Quién podrá leer sin enternecerse ni interesarse por ellos, los pasajes en que él mismo se presenta en escena, bajo el nombre de Saavedra? Y ¿quién no reconocerá el legítimo celo con que pro- cura excitar á sus compatriotas á rescatar á los cristianos cautivos en Argel? Hasta los mismos rasgos prosaicos que se hallan en la exposición mueven tan poderosamente nuestro interés. Klein ^, con su natm'al penetración, comprendió bien los méritos de El Trato de Argel, como patética pintttra de la tris- te esclavitud, y aunque, según sti costttmbre. se dilata en pro- lijas digresiones ajenas al asunto, su juicio- se lee con prove- cho y gusto. Aúnenle, Máinez^_encueiitra^ veinte persoiiaies^ en la fábttla y además tm demonio y la:» dos figttras morales, halla oportunos los contrastes aiiiorosos. muchos pasajes notables desde el punto de vista literario, y, en general, la estima superior á Los Baños por su mayor na- turalidad, atraictivo, interés, movimiento y variedad fie esce- nas patéticas. Salta á la vista la gran semejanza de esta comedia con la novela El Amante liberal. El episodio ó asunto eje de la pieza dramática, los amores cruzados entre esclavos y se- íiores, se halla repetido en la narración prosada. Los Tra- tos ocurren en Argel y El Amante liberal en Chipre, cuyo re- cuerdo conservaba Cervantes desde la infructuosa expedi- ción del general Coloma, los días en que los turcos asaltaban á Xicosía (9 de Septiembre de 1570), después de dos meses de asedio, entregándose á todos los horrores de un desenfre- nado y bárbaro saqueo, repetidos con exceso en la toma de Famagusta (2 de Agosto de 1571), con que cotnpletaron la posesión de la isla. Sea cualquiera el lugar en que se desarro- llen los sucesos de estas comedias históricas del grupo que hemos llamado oriental (Argel. Oran. Constantinopla), y lo mismo puede decirse de las otras obras moriscas cervantina-. Cervantes describe siempre las costumbres argelinas que. por su desgracia, conocía bien. En la novela, como en la comedia, una linda cristiana 1 Geschichtc des spanischcn Dramas. Leipzig, 1872; tomo 11. pa- ginas 310 y sigts. 2 Las comedias de Cervantes (Crónica de los cervantistas'), pág. 146. IQ2 EL TEATRO DE CERVANTES cae en poder de un moro podcosi». que se prenda de ella, mientras el amante de la cautiva sufre las persecuciones amo- rosas de su señora, mora rica y caprichosa. Para vencer la resistencia de los esclavos, sus amos acuerdan ponerles por intermediarios, con lo cual los enamorados jóvenes pueden verse libremente y concertar el logro de su amor y de su li- bertad. Llega ésta, en la comedia, por la promesa de rescate cjue ambos ofrecen á sus dueños; en la novela, por su arrojo en levantarse con la galeota que les conducía á Constanti- nopla. Hasta en algunos nombres subsiste la semejanza: Izuf es el del .argelino enamorado de la española en la comedia, y el del arráez que, en la novela, se apodera de Leonisa y perece en el naufragio. Hay, con todo, muchas diferencias: los cristianos de la novela son sicilianos, y peninsulares es- pañoles los de la comedia ; la mora caprichosa es renegada griega en la primera y argelina en la segunda; los amores de los cautivos siguen pasos muy diferentes en ambas obras, etcétera ; sin embargo, estos entrecruzados amores de amos y esclavos fueron muy del gusto de Cervantes, pues los tor- namos á ver como episodio en Los Baños de Argel. Respecto á la fecha" de esta obra, el constar de cuatrj actos ó jornadas nos advierte que pertenece á la más antigua época de su autor, )' él mismo lo declara así en el Prólogo á las Ocho comedias; pero aún puede conjeturarse c]ue fué su pri- mera producción dramática, pues hay en esta interesante co- media ^ una alusión ([ue nos j^one en camino de señalarle fe- cha muy aproximada, ün moro llega en la jornada segunda en busca de Izuf, principal renegado argelino, de parte del soberano, pues, como él dice : Hansc juntado á consejo sobre que se ha averiguado que el Rey de España ha juntado de guerra grande aparejo. Dicen que va á Portugal; mas témese no sea maña, y es bien que tema su saña Argel, que le hace más mal. I Pág. 37- EL TRATO DE ARGEL iq3 Esto mismo creían también los tristes cautivos, y por ello ciaban gracias á los cielos. Hablando Leonardo ^ de un español recién llegado, se expresa así : Dice el número cierto que ha pasado de soldados á España forasteros, sin los tres tercios nuestros que han bajado; los príncipes, señores, caballeros, que á servir á Filipo van de gana; los naturales y los extranjeros; y la muestra hermosísima, lozana, que en Badajos el Rey hacer pretende de la pujanza de la unión cristiana. Dice, con esto, que ninguno entiende el desinio del Rey, y el hablar desto al grande y al pequeño se defiende. Bien se ve que estos pasajes tratan, no de campaña al- guna contra Argel, que Felipe II no emprendió, por des- gracia, sino de los aprestos y preparativos para la conquista V^,!,/-^ de Portugal, con motivo de la muerte del cardenal don En- '-^ rique y proclamación de don Antonio, prior de Ocrato. La conquista se hizo rápidamente con las tropas mandadas por el gran Duque de Alba y la armada del no menos grande don Alvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Las fuerzas, prín- cipes, señores y caballeros á que Cervantes alude, fueron 3.000 españoles veteranos, 7.000 de nueva recUila. 4.500 iía- iianos mandados por Pedro de Médicis, hermano del Gran Duque de Toscana, y 3.000 alemanes, que conducía su gene- ral, Conde de Londronio. Confirió el Duque de Alba á don Fernando, su hijo, el mando de 1.500 caballos ; nombró Maes- tre de Campo á don Sancho Dávila y á don Francisco de Ala- va, comandante de la artillería. Seguían al ejército gran nú- mero de carros y bestias de carga con los víveres y municio- nes de guerra, y marchaban delante los peones para limpiar y reparar los caminos. El Marqués de Santa Cruz, por su par- te, salió del Puerto de Santa María con una armada de 60 galeras, 30 navios grandes y algunos pequeños. La "muestra I Tornada primera, pág. 13. 194 ííL TEATRO DE CERVANTES hermosísima, lozana", se hizo en Badajoz, adonde el Rey llegó por el mes de J\'íayo de 1580. Comparando, pues. ía verdad de la historia con los pa- sajes de la comedia, se viene en conocimiento de que se escri- bió por aquellos días, antes de la conquista del reino lusitano y de la referida muestra ó revista; entonces todavía era cau- tivo Cervantes. La llegada de los padres Trinitarios al final de la comedia, con fray Juan Gil á la cabeza, como, en efecto, sucedió el día de la Trinidad. 29 de Mavo de 1580, co- loca la redacción de este episodio después de dicha fecha. La circunstancia de no figurar en la comedia fray Antón de la Bella, á quien su compañero, el padre Gil, envió á España en 3 de Agosto con 108 cautivos rescatados, parece indicar que el final de ella se compuso con posterioridad á este viaje. De todas las precedentes indicaciones creo que puede se- , ñalarse la redacción de El Trato de Argel por el verano y de 1580, como corroboi'an varios pasajes de la pieza, por ejemplo, el diálogo de los Esclavos i.° y 2.° al principiar la tercera jornada, cuando dicen : EscL. 1." Pues ¿cómo piensas ir? EscL. 2." Por la marina ; que agora, como es tiempo de verano, los alárabes todos á la sierra se retiran, buscando el fresco viento. Si esto es así, como creo; si Los Tratos se escribieron en los lugares mismos que describen, según ya sospecharon Pe- llicer y Navarrete, ¡juzgúese cuánto avalora el mérito de esta composición, como copia fiel de la realidad y como fuente his- tórica ! Hay tanta verdad en los casos y caracteres pintados ," en E¿ Trato de Argel, que pudieran tomarse por históricos .,j^P^''"!^^v?" todos los interlocutores de ella; y muchos lo son ciertamen- ^'ív te, como el Bey ó Gobernador argelino, á quien en la co- media se nombra Azán \ aludiendo á Azán Bajá, que efec- tivamente lo era en tiempo del cautiverio de Cervante.s. pues siendo el vigésimosegundo regente por el Gran Tur- I Pág. 27. V EL TRATO DE ARGEL 1 9: co, entró en Argel, á 29 de Junio de 1577 v salió de él en 19 de Septiembre de 1580. Fué veneciano y antes de re- negar llamóse Audreta : era en extremo ambicioso )' tan cruel y sanguinario, que apenas pueden creerse las atrocidades que de él refiere Haedo ^. Como empezó su gobierno tomando para sí de todos los arráeces turcos y moros, y aun de su antecesor, cuantos cautivos de rescate tenían ^. reunió hasta 2.000 en su Baño, y entre ellos al mismo Cervantes, quien, hablando de él. escribe aquella terrible página ^ ; Aunque la hambre y desnudez pudiera fatigarnos á veces, y aun casi siempre, ninguna cosa nos fatigaba tanto como oír v ver á cada paso las jamás vistas ni oídas crueldades que mi amo usaba con los cristianos. Cada dia ahorcaba al suyo, empalaba á éste, des- orejaba á aquél, y esto por tan poca ocasión, y tan sin ella, que los turcos conocían que lo hacía no más de por hacerlo y por ser na- tural condición suya ser homicida de todo el género humano. Así aparece en la comedia; avaro en extremo y sobre- manera bárbaro y cruel, como pintado por quien tantos ries- gos corrió en su mano, sah'ados solamente por extraordina- ria astucia y vivísimo ingenio. El Arzobispo de Palermo le retrata de este modo ^ : Cuando partió de Argel era hombre de treinta y cinco años, alto de cuerpo, flaco de carnes; los ojos, grandes, encendidos y en- carnizados; la nariz, larga y afilada; la boca, delgada: no demasia- damente barbado; de pelo como castaño, y de color cetrino que de- clina para amarillo, señales todas de su mala condición. Asimismo sale en la comedia el célebre Arnaute Mamí, "corsario altivo", renegado albanés, erigido en el impor- tante cargo de almirante ó capitán de la mar de Argel, des- de el tiempo del gobernador Arab Amat ( 1572-74), quien le privó de su empleo. ]\Ias depuesto el Bey y sustituido por Rabadán, que vivía retirado en Túnez, Arnaute ]\íami recuperó su alta dignidad, restituyéndose á Argel en fines de Mayo de 1574. é interviniendo eficazmente en multitud 1 Topographia de Argel, fols. St, v. y sigts. 2 Haedo, cap. xxi. § 3. 3 Don Quijote, primera parte ; cap. xl. 4 Topographia de Argel, fol. 86 v. igÓ EL TEATRO DE CERVANTES de empresas navales realizadas por la flota argelina bajo el gobierno del mencionado Rabadán y de su sucesor Azán ^. Cervantes le conoció, aunque no fué su cautivo, pues se- guramente mandaba la escuadra que apresó la galera Sol ^, }^ sin duda por eso le recuerda en otras obras suyas como en el libro V de La Galaica, en la novela de Rl Capitán cautivo y en la de La Española inglesa ; de él hay muchas noticias en las obras históricas y hasta un romance popular del si- glo XVIII "". Igualmente es personaje histórico el renegado Izuf, uno de los protagonistas de la obra, pues que en ella se le llama renegado español ^, y el padre Haedo ^ lo menciona igualmente entre los ilustres corsarios argelinos, como dueño y arráez de una galeota de 22 bancos. Según esto, casó con Zahara, "ilustre hermosa mora", otra de ilas principales figuras del Trato, pero no puede .ser el mismo Izuf Arráez que en 11 de ]\Iayo de 1561 cayó con 22 velas sobre el Coll de Illa, pues consta que murió peleando entonces con los mallorquines en Soller ^'. Además se mencionan en esta comedia otras personas igualmente reales, como don Antonio de Toledo, "hermano de un Conde y sobrino de una principalísima Duquesa" ^, de la casa de Alba, caballero de ila Orden de San Juan, cautivo con Cervantes, que auxilió con su influjo el envío de la fra- gata para el fracasado segundo intento de fuga en 1577. Irrí- tase Azán Bajá con los arráeces porque, temerosos de que él se apropiase este ilustre cautivo, le llevaron á Tetuán en unión de don Francisco de Valencia apresuradamente y les fallaron 1 IIaedo, Topog. de Argel, cap. xxii y otro; P. P. Dan, Histoire de Berberic et de ses Corsaires, 1636; Hb. iii, cap. 11 1 ; § 4.° 2 Navarrete, Vida de Cervantes, págs. 33 y 356. 3 Cinco romances famosos. Madrid. Herederos de la viuda de Pe- dro Madrigal. Año de 1637; en 4."; cuatro hojas á dos cois.; DuraíJ, Romancero general, núms. 281 y 282; tomo i, pág. 147. 4 Pág. 68. 5 Topographia de Argel, fol. iS. 6 Galindo de Vera, Historia de las posesiones españolas de la cos^ ia de África CMadrid, 1884), pág. 196. 7 Pág. 75- EL TRATO DE ARGEL 197 en 7.000 ducados ; asegurando el Rey que si él hallara en sa Baño á dicho personaje, exigiría por libertarle 50.000 du- cados. Don Antonio de Toledo fué, pues, rescatado poco antes del 29 de Junio de 1577, fecha de la entrada de Azán en el gobierno de Argel ; después fué Comendador de la Or- den de San Juan y de la cámara de Felipe II, á quien acom- pañó á la conquista de Portugal, en las Cortes de Tomar y en la solemne entrada que hizo en Lisboa en 29 de junio de 1 581 \ Don Francisco de V'alencia, igtia'lmente compañero de cautividad del autor del Quijote, fué natural de Zamora v asimismo del hábito de San Juan : sirvió en Italia á las ór- denes del Duque de Alba, quien le envió de Embajador en 1555 al Duque de Florencia y le empleó en otras comisio- nes por mar y tierra, como Feli]>e II le confirió el encargo de fortificar á Oran ; hallóse después en la conquista de Por- tugal, donde desempeñó altos oficios y llegó á ser bailío de Lora y del real consejo de guerra en 1599. Murió en Za- mora en 21 de Octubre de 161 6 ^. También se hace referencia á dos ilustres reliorjosQS, es- trechamente enlazados con la historia del cautiverio y res- cate de Cervaxtes : fray Jorge de Olivar. Oliver 11 Olivares y fray Juan Gil. Fué el primero Comendador de la Orden de la Merced en X'^alencia, y redentor por la corona de Aragón. En 20 de Abril de 1577 llegó á Argel con otros frailes y la limosna de redención correspondiente á aquel reino ; cuando fracasó la segunda tentativa de fuga del insigne Manco (30 de Septiembre del mismo año) corrió gravísimos riesgos, de que le salvó la heroica generosidad de Cervan- tes, y en otra ocasión estuvo á punto de ser quemado vivo por sospechas infundadas de espionaje. Era tan caritatix*;. que antes de estos sucesos, en otro viaje suyo á las costas afrí- 1 \^ELÁZQUEZ, Entrada de Felipe II en Portugal, caps, xlviii. lvi, LXXIII. xcvii y cxxvi. 2 Pedro de S.'iL.\z.\r, Hispania Victrix, fol. 104 v. ; Herker.\, His- toria general, lib. iii, cap. v; Velázquez, ob. cit, cap. xlv; Nav.\rrete, Vida de Cervantes, pág. 384; Fernández Duro, Colección bibliográficü- biográfica de la provincia de Zamora, pás. 545- iqS el tkatro de cer\-a.\tes canas, habiendo gastado en di\-ersas redenciones más de 20.000 ducados que llevaba, quedó él mismo "empeñado" ó en rehenes por otros 7.000 \ Fray Juan Gil, Procurador g-eneral de los Trinitarios y redentor por la corona de Castilla, "de mucha cristiandad y gran prudencia, amigo de hacer bien", favoreció á nues- tro Ingenio en su triste cautiverio, concluyó su rescate y re- cibió la notable información de sus altos hechos en Argel. De su viaje á este puerto y de las virtudes que allí ejercitó y de sus trabajos }- i)eligros nos infomia ilargamente Haedo^. Amigo )' compañero de Cervantes fué asimismo don Francisco de Aleneses, aludido también en la comedia ^ , na- tural de Talavera de la Reina, capitán en la Goleta, de vein- tiocho años cuando se rescató á la vez que el autoT del Qui- jote, y tan caballeroso, que habiendo venido á España, bajo su palabra, á procurar la libertad, regresó á Argel antes de cumplir el plazo señalado ■*. Hecho semejante se recuerda en la obra '^ de otro cautivo principal llamado don Fernando de Ormaza y de dos caballeros portugueses apellidados Sosa. Pero, desde este punto de vista, el personaje que más nos interesa es el cautivo Saavedra. ¿Se retrató á si mismo aquí Cervantes? Tal lo entendió Sancha al publicar por prime- ra vez El Trato de Argel ^, tal se ha repetido después muchas veces y tal parece evidente, si se recuerda el pasaje de la novela de El Capitán cautivo en que el autor se adjudica su segundo apellido como nombre poético ó literario. Sólo libró bien con él (Azán Bajá) un soldado español llamado Tal de Saavedra, al cual, con ihaber hecho cosas que quedarán en ; la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por al • canzar la libertad, jamás le dio i)alo, ni se lo mandó dar, ni le dijo 1 Haedo, Topographia, fol. 180 v. ; Gracián, Tratado de la reden- ción de cautivos, '^kg. 51; Navarrete, Vida de Cervantes, pág. 387. 2 Topographia de Argel, fols. 144 y sigts. ; Navarrete, ob. cit. ; pá- ginas 319 y 387. 3 Pág. 77- 4 Tabla y memorial de una redención de cautivos en el año de 1380; Granada, 1581 ; Navarrete, Vida de Cervantes, pág. 383. 5 Pág. 77. 6 Prólogo á su edición, pág. xii. EL TRATO DE ARGEL IQQ mala palabra, y por la menor cosa de muchas que hizo, temíamos todos que había de ser empalado, y así lo temió él más de una vez ^. Ademáá Saavedra es quien, en la jornada primera, ré- cita un largo fragmento de la Epístola á Mateo Vázquez, obra conocidamente de Cervantes. Aunque este cauti\-o sólo aparece como figura secunda- ria en la^ comedia y su presencia no interviene para nada en la acción de~ena, destácase^ 3^a desde~el principio porsus^no^ bles y levantados pensamientos_xj.unj3or los hermosos ver- sos largos en que se expresa, así como por los prudentes^ consejos que da á sus tristes compañeros, viniendo á ser como mentor de ellos; él los alienta, los consuela, y con sus reflexiones evita que el esclavo Pedro reniegue cuando ya se determinaba á hacerlo tomando el nombre de Mamí. "No sale á hablar este cautivo una sola vez — dice un escritor " — que no llame la atención por su hidalguía, alteza de -pensa- miento y generosidad. Cervantes sabía retratarse moral- mente con toda perfección." En efecto; los ideales que elo- cuentemente defiende, la resignación, la paciencia, el amor á la fe y á la patria, fueron los que el insigne escritor sos- tuvo en toda su trabajada vida. Maravilla causa ver cómo se asigna papel tan ínfimo rebajándose al extremo de ser un personaje superfino. Con razón escribe Klein ^ : «•_-=*^ — — ¡ Punible modestia, que así sacrifica la verdad histórica, la justa debida importancia poético-dramática y el efecto escénico ! Por este crimen del poeta, en su propia real heroica personalidad, inau- dito en la historia del drama, debió de castigarle Apolo en su Viaje del Parnaso. Aquel intento de fuga, por él con tanto ánimo y abne- gación tramado, compuesto y conducido, podía tan sólo con los su- cesos tal como en los biógrafos se hallan descritos, haber formado un excelente Trato de ArgeL una obra maestra. Recuerda también Cervantes en esta obra algtmos su- cesos históricos, aparte de la remembranza y vagas analo- gías que pueden señalarse entre algunos pasajes de la pieza V sus aventuras reales. Tal es la pintura, no ciertamente 1 Don Quijote, primera parte ; cap. xl. 2 MAiNER, Las comedias de Cervantes, pág. 146. 3 Obra citada, toino 11, pág. 312. 200 EL TEATRO DE CERVANTES despreciable, desde el punto de vis la poético, que en el primer acto se hace ^ del martirio padecido por f rey Miguel de ^^ Arauda, caballero valenciano de la Orden de Montesa, cuyo y^^ suceso, ocurrido en i8 de Mayo de 1577, refiere largamen- te el padre Haedo ^, caso "digno de eterna memoria" que tanta impresión produjo en los cristianos cautivos. Martirios como éste ocurrían á veces, no obstante la relativa tolerancia religiosa de los argelinos, como puede verse en la curiosa obra del padre Haedo, donde los fanáti- cos musulmanes se ensañaban espantosamente, como acaeció en 18 de Enero de 1561, en que siendo un pobre cristiano asaeteado en la puerta de Babalvete y rematado á pedradas, luego un renegado griego le extrajo el corazón y se lo comió después mezclado con el diario alimento ^. No mucho an- tes, los moros de Argel habían cometido otro atroz asesi- nato en la persona del célebre marino mallorquín Juan Ca- ñete, cuyas hazañas vencen á las de los héroes caballerescos, hecho prisionero en aquel puerto en 1559. El júbilo de los moros al saber que el terrible Cañete había caído en sus manos, fué sin medida; le pasearon por las calles de Argel, exigiéndole que apostatara ; negóse, y á palos y despedazado len- tamente, dio la vida á su Criador, tan firme en los tormentos por la fe como valeroso en los combates por la patria ■*. También se habla en la comedia de la pérdida de !a galera nueva de Malta, San Pablo, cautivada por Arnautc Mamí en 22 de Mayo de 1577 "que ultra la grandísima co- pia de toda ropa, sólo en moneda tomaron más de 1 60.00c ducados y 290 ánimas, de que hicieron una grosísima ga- nancia" '^, enlazando este suceso con recuerdos del cautiverio de Cervantes en la galera Sol. Esta catástrofe, que trun- có é hizo infeliz la vida de nuestro autor, está registrada ^^ por él en casi todas sus obras : en La Calatea, en el Quijote, 1 Págs. 16 y sigs. 2 Obra citada, fols. 179 y sigts. 3 Haedo, obra citada, fol. 160. 4 Galindo de VeR-V, Historia de las posesiones españolas de la cos- ta de África; pág. 192. 5 Haedo, Topographia, fol. 116. EL TRATO DE ARGEL 201 en La Española ingksa (donde fijó el lugar del apresamien- to); en el Persiles y en la Epístola á Mateo Vázquez. Don José María Torres, cronista de Valencia, logró reconstruir con mucha habilidad la escena del cautiverio \ sirviéndose principalmente de los mismos textos cervantinos, compro- bados por algunos documentos hallados posteriormente. Por lo que mira al apresamiento de la galera San Pa- blo no puede menos de hacerse notar aquí la gran seme- janza de la relación de la comedia con la del Abad de Fró- mista. no tan sólo en las ideas, pero en las palabras. Aunque la Topocjraphia de Argel no se imprimió hasta 1612, por ésta y otras semejanzas cabe sospechar que el Arzobispo de Palermo, verdadero autor de aquella historia, ó su sobrino al retocarla á principios del siglo xvii, tuvieron presente esta comedia de Cervantes. También cabe admitir que el doctor Antonio de Sosa, el capitán Jerónimo' Ramírez y el caballero sanjuanista Antonio González de Torres, cautivos, informa- dores del monje benedictino, lo fueron asimismo de Cervan- tes para éste y otros episodios que refiere y no presenció. En la primera jornada de Los Tratos de Argel recuerda ailgunos versos de la sentida y triste epístola que años an- teriores (1577) había dirigido al excelente ministro Mateo Vázquez, aunque con poquísima fortuna. Los versos copia- ' dos pertenecen al final de la citada carta y ofrecen algunas variantes, ya señaladas en moderna y anotada edición de esta Epístola^. Fórmanla 81 tercetos, y uno de sus editores la juzga con estas palabras : Algunos trozos de esta episola son, sin duda, superiores á cuan- to conocíamos hasta ahora de Cervantes en el género lírico. ¡ Qué locución tan castiza ! ¡ Qué pincel tan valiente ! ¡ Qué inspiración tan patriótica ! Y cuando vuelve sobre sí, ¡ cómo se siente destilar el dolor infinito que rebosaba en aquel corazón tan nobie, tan te- nazmente lacerado por la adversidad ! No alcanzamos á decir más de esta poesía, porque, cuando el ánimo se siente conmovido, el escalpelo de la crítica se embota. 1 Revista de l^alcncia, i.° de Diciembre de 1880. 2 Madrid, 1905; 8.» 202 EL TEATRO DE CERVANTES Otro más nioilerno ' rectifica esta opinión, diciendo: Aunque este parecer, en lo general, es el de todo el que lea esia composición, no puede negarse que, como obra de arte, tiene algu- nos de aquellos defecros comunes á las demás poesías _de Cervan- ^ tes; y nos atrevemos a"~3ecírlo sinTocleos, porque estamos muy le- jos de creer que fuese un mal poeta, como es de uso afirmar rutina- ^ ' riamente. Hay en ella expresiones poco poéticas, consonantes vul- ^y V^ gares, frases oscuras y transposiciones nada graciosas; pero estos \j '^ '' pequeños lunares desaparecen ante otras bellezas y ante el espíritu y tono general de la obra. No es solamente éste el episo-dio ajeno ingerido en la co- media. En la segnnda jornada, el esclavo Attirelio, hallándose solo en la escena, dice esta oda, cuya hermosura no se ocul- tará á nadie, hecha al modo de Ovidio y de Virgiho ^, y que Á\l^ en seguida trae á la memoria el célebre discurso de Don ' ^uiiote á los cabreros, sobre la edad de oro : Y/ ¡ Oh santa edad, por nuestro mal pasada, á quien nuestros antiguos le pusieron el dulce nombre de la edad dorada ! ¡ Cuan seguros y libres discurrieron la redondez del suelo los que en ella la caduca mortal vida vivieron ! No sonaba en los aires la querella del mísero cautivo cuando alzaba la voz á maldecir su dura estrella; entonces libertad dulce reinaba, y el nombre odioso de la servidumbre en ningunos oídos resonaba. Pero después que sin razón, sin lumbre, ciegos de la avaricia, los mortales, cargados de terrena pesadumbre, descubrieron los rubios minerales del oro, que en la tierra se escondía, ocasión principal de nuestros males, este que menos oro poseía, envidioso de aquel que con más maña más riquezas en uno recogía, sembró la cruda v la mortal cizaña 1 Pág. 7 de la edición citada. 2 Metamorfosis, Hb. i ; Geórcjicas, lib. i. EL TRATO DE ARCEF. 2o3 del robo, de la fraude, del engaño, del cambio injusto y trato con maraña; mas con ninguna hizo mayor daño que con la hambrienta despiadada guerra, que al natural destruye y al extraño. Esta consume, abrasa, edha por tierra los reinos, los imperios populosos, y la paz hermosísima destierra; y sus fieros ministros, codiciosos más del rubio metal que de otra cosa, turban nuestros contentos y reposos; y en la sangrienta guerra peligrosa, pudiendo con el filo de la espada acabar nuestra vida temerosa, la guardan de prisiones rodeada, por ver si prometemos, por libralla, nuestra pobre riqueza mal lograda. Y así puede el que es pobre y que se halla puesto entre esta canalla al daño cierto, su libertad á Dios encomendalla, ó contarse, viviendo, ya por muerto. como el que en rota nave y mar airado solo se halla, sin saber do hay puerto. Ábrese la comedia por una larga laiiieiitación en redon- dillas que de la esclavitud hace el cautivo Aurelio, protago- nista de la obra : ¡ Triste y miserable estado ; triste esclavitud amarga, donde es la pena tan larga, tan corto el bien y abreviado ! Cifra de cuanto dolor se reparte en los dolores, daño que entre los mayores se ha de tener por mayor. A todos los generales trabajos que allí enumera, únese en el cautivo cristiano el de sufrir á cada momento las importu- naciones amorosas de su ama, la caprichosa y bella Zara, mu- jer del renegado Izuf. Fátima, su criada, anticipándose á los reparos que el espectador pudiera hacer sobre la estéril in- sistencia de la musulmana, le dice : 204 I=^L TEATRO DE CERVANTES Zahara. señora mía, dígote que me ha admirado mirar en lo que ha parado tu altivez y fantasía. Ver, por cierto, es gentil cosa y digna de ser notada, de un cristiano enamorada una mora tan hermosa ; y lo que más lleva al cabo tu afición tan sin medida, es mirarte tan rendida á un cristiano que está esclavo. Nada aproveclia para reducir á Aurelio, cuya defensa es- triba en sus rectos princi])ios religiosos y en el arnor que siente por Silvia, siquiera la desgracia le haya apartado de ella. De la afición de las moras á los esclavos, tantas veces re- cogida por nuestros romances, mariscos y fronterizos, sacó mucho partido poético nuestro autor. El caso debía de se? muy frecuente, por más que tales amores sólo por vía ile- gal podían conducirse, ya que la ley mahometana prohibe en absoluto la unión de una islamita con un cristiano, y de este formal impedimento nació da costumbre de mostrarse las mahometanas á los catitivos con el rostro descubierto, pues, como Cervantes mismo dice en otra ocasión, ( nunca para las moras i los cristianos fueron hond:)res. La hermosa musulmana intenta de nuevo volver la vo- luntad de su esclavo : AuREL. Señora, no paro más; por agua me parto luego. Zara. Otra agua pide mi fuego. que no la que tú trairás. No te vayas; está quedo. AuREL. De leña hay falta en la casa. Zara. Basta la que á mí me abrasa. AuREL. Mi amo... Zara. No tengas miedo. AuREL. Déjame, señora, ir, no venga Izuf, mi señor. ; EL TRATO DE ARGEL 2o5 Zara. Quien queda con tanto amor mal te dejará partir. AuREi.. Xo hay para qué más porfíes; señora, déjame ya. Zara. Aurelio, llégate acá. AuREL. Mejor es que te desvíes. Y tal es la ceguedad de la terca dama, que aún insiste en su porfia, y toma por su ayuda á la esclava Fátima, la cual in- tenta persuadir al cristiano con este discurso, no exento de bellezas : Ya te ves sin libertad, entre hierros y apretado; pobre, desnudo, cansado, lleno de necesidad, sujeto á mil desventuras, á palos, á bofetones, á mazmorras, á prisiones, donde estás contino á escuras. Libertad se te promete, los hierros te quitarán, y después te vestirán ; no hay temor de escuro brete. Cuzcuz, pan blanco á comer, gallinas en abundancia, y aun habrá vino de Francia si vino quieres beber. Xo te piden lo imposible ni trabajos demasiados, sino blandos, regalados, dulces, lo más que es posible. Mira tu señora Zara, y lo mucho que merece ; mira que al sol oscurece la luz de su rostro clara; contempla su juventud, su riqueza, nombre y fama ; mira bien que agora llama á tu puerta la salud ; considera el interés que en hacer esto te toca ; que hay mil que pondrían la boca donde tú pondrás los pies. 20t) KL TEATRO DE CERVANTES A pesar de todo, la desventurada mora escucha luego esta firme resolución : Yo determino antes morir nv,c hacer lo que pide tu querer, y en esto estaré contino. [Mientras Zara se desespera y llora su mala ventura, l-i irritada esclava monta en furiosa cólera, y asi increpa al cautivo : Perro, ¡ tanta fantasía ! ¿Pensáis que hablamos de veras? Antes de mal rayo mueras primero que pase el día. Ruin, sin razón ni compás, nacido de vil canalla, ¿pensábades ya triunfalla, perrazo, sin más ni más? Conmigo las has de haber y de modo, que te aviso que dirá el que nunca quiso : "Más me valiera querer." Bajo el peso de tales amenazas, Aurelio torna los ojos al Cielo : En Vos, Virgen Santísima María, de Dios y de los hombres medianera, de éste mi mar incierto cierta guía, Virgen entre las vírgenes primera; en Vos, \'irgen y Madre, en Vos confía mi alma, que sin Vos en nadie espera, que la habéis de guiar con vuestra lumbre deste hondo valle á la más alta cumbre. Para contrastar con el carácter noble de Aurelio, Cer- vantes presenta aquí al cautivo Leonardo, hombre despre- ocupado y acomodaticio, que saca el mejor partido posible de la esclavitud. A mi patrona tengo por amiga; trátame cual me ves, huelgo y paseo: "Cautivo soy", el que quisiere diga. EL TRATO DE ARGEL 207 Este tal refiere los preparativos bélicos emprendidos por Felipe II, y Saavedra, creyendo, como los demás prisioneros, que se trata de ir á rescatarles, conquistando el reino de Ar- gel, exclama : Rompeos, Cielos, y llovednos presto el librador de nuestra amarga guerra, si ya en el suelo no le tenéis puesto. El muchacho Sebastián, también esclavo, llega acongo- jado, refiriendo el martirio del caballero de Montesa, frag- mento, aunque largo, abundante en méritos poéticos, y que parece compuesto aparte é ingerido luego aqui, y la jornada se remata con esta reflexión de Saavedra: Deja el llanto, amigo, ya; que no es bien que se haga duelo por los que se van al Cielo, sino por quien queda acá. Izuf, renegado español, ha adquirido de un turco una hermosísima doncella, su compatriota. Trescientos escudos di. Aurelio, por la doncella ; esto di al turco, que á ella alma y vida le rendí, y es poco según es bella ; vendiómela de aburrido, que dice que no ha podido, mientras la tuvo en poder, en ningún modo traer al amoroso partido, dice, y aun añade : A casa quiero traella, y reclinar en tu mano mi gozo más soberano : quizá tú podrás movella, siendo, como ella, cristiano. Y desde aquí te prometo que si conduces á efeto mi amorosa voluntad. de darte la libertad y serte amigo perfeto. 20S V.L TEATRO DE CERVANTES Con gozosa, y á la vez triste sorpresa, averigua el cautivo que aquella joven es Silvia, la amada de su alma, y con al- borozo finge acceder á los deseos del renegado, no mirando sino á la alegría de hallarse junto á ella. Aunque los amos eran señores absolutos de sus cautivas, cuya voluntad estaba enteramente á la de su dueño, pues la unión de ^ste y la esclava es eil segundo medio que la ley mahometana autoriza para crear legítima familia, gusta Cer- vantes de presentar como solicitado lo que pudiera ser exi- gido, ó porque tal vez presenciase algún caso semejante, como los recuerda la antigua literatura árabe, ó por dar ma- yor interés á la fábula. Pasamos luego al zoco ó plaza de Argel para asistir á la triste escena de la venta de los infelices cautivos hechos por el corsario Mamí. Cervantes pone en su boca estas amargas verdades, que confirma el padre Haedo: — Dícennos que os dieron caza de Ñapóles dos galeras. — 'Sí dieron, mas no de veras, que el peso las embaraza. El ladrón que va á hurtar para no dar en el lazo, ha de ir sin embarazo, para huir, para alcanzar; las galeras de cristianos, sabed, si no lo sabéis, que tienen falta de pies y que no les sobran manos; y esto lo causa que van tan llenas de mercancías, que si bogasen dos días un pontón no tornarán. Nosotros á la ligera, listos, vivos como el fuego, y en dándolos caza, luego pico al viento y ropa fuera; las obras muertas abajo, árbol y entena en crujía, y ansí hacemos nuestra vía contra el viento, sin trabajo; y el soldado más lucido. EL TRATO DE ARGEL 20g el más caco y más membrudo, luego se muestra desnudo y del bogavante asido. Pero allá tiene la honra el cristiano en tal extremo, que asir en un trance un remo les parece que es deshonra; y mientras ellos allá, en sus trece están honrados, nosotros, dellos cargados, venimos sin honra acá. Entra un pregonero conduciendo una familia entera de angustiados cristianos, cuyos individuos han de ser separados por la venta. Hasta los niños comprenden entonces todo lo horrible de su suerte : ; Hay quien á comprar acierte la madre y el niño junto? Madre. ¡ Oh amargo y terrible punto, más terrible que la muerte ! ]\Iercad. ¿Qué han de dar déste? Decí. Pregón. Ciento y dos escudos dan. Mercad. ¿Por ciento y diez darlo han? Pregón. No. si no pasáis de ahi. Mercad. ¿ Está sano ? Pregón. Sano está. ^íercad. Destotro ¿cuánto dan del? Pregón. Doscientos escudos dan. ]\Iercad. y ¿por cuánto le darán? Pregón. Trescientos piden por él. Mercad. Si te compro, ¿serás bueno? Hijo. Aunque vos no me compréis seré bueno. Mercad. \'en, niño; vente á holgar. Hijo. Xo. señor; no he de dejar mi madre por ir con otro. Madre. Ve, hijo; que. ya no eres sino del que te ha comprado. Hijo. ¡ Ay, madre! ¿ Habéisme dejado? Madre. ¡ Ay, Cielo, cuan crudo eres ! '4 210 EL TEATRO DE CERVANTES Pregón. Destotro ¿hay quien me dé más, que es más bello y más lozano, que no es el otro su hermano? Mercad. Sus; ¿en cuánto le darás? Pregón. ¿ Xo os he dicho que trescientos escudos de oro por cuenta ? Mercad. ¿Ouies doscientos y cincuenta? Pregón. Es dar voces á los vientos. ^Mercad. Enamorado me ha el donaire del garzón ; yo los doy, en conclusión. Pregón. Dinero ó señal me da. Mercad. Como te llamas me di. Hijo. Señor, Francisco me llamo. Mercad. Pues que -has mudado de amo, muda el Francisco en Mamí. Hijo. Pues me aparta el hado insano de vos, señor, ¿qué mandáis? Padre. Sólo, hijo, que viváis como bueno y fiel cristiano. Madre. Hijo, no las amenazas, no los gustos y regalos, no los azotes ni palos, no los conciertos ni trazas, no todo cuanto tesoro cubre el suelo, el Cielo ha visto, te mueva á dejar á Cristo por seguir al pueblo moro. Como pintado por quien ha]:)ía pasado por ello y visto repetidamente escenas semejantes, nada deja que desear este cuadro desgarrador ; honda impresión causaría en los espec- tadores tan tierno espectáculo. Ya se ha indicado el aprecio con que los turcos recibían los niños cautivos menores de doce años, á los cuales emplea- ban en diversos oficios, buscando por todos medios hacerles renegar; la costumbre subsistía aún en el siglo xviii y Lau- gier de Tassy ^ nos informa como "los más ricos son los que los compran procurando criarlos y adoptarlos por hijos". I Historia del Reyno de Argel, traducida por don Antonio de Cla- riana y Giialbes; pág. 83. EL TRATO DE ARGEL 2 I I El enamorado Iznf requiebra, entre tanto, á su nueva es- clava y la presenta á su mujer, la 1>ella Zara. Fija ésta en su pretensión amorosa, aprovecha la adquisición de la cristiana para proponerle, respecto de Aurelio, la misma comisión que éste recibió del renegado : Sólo te ruego que procures. Silvia, de ablandar esta fiera tigre hircana, y atraerla con dulces sentimientos á que sienta la pena que padece esta mísera esclava de su esclavo; y si esto, Silvia, haces, yo te juro por todo el Alcorán, de buscar modo como con brevedad alegre vuelvas al patrio dulce suelo deseado. Movida por pensamientos semejantes á los de su amado. acepta Silvia el encargo de complacer á su ama, y por este medio los dos amantes conocen, á la vez, su desgracia y su ventura. Las escenas á que todo esto da origen son muv re- comendables desde el punto de vista poético ; los versos con que Zara describe la pérdida de la galera San Pablo son ex- celentes. Tailes me parecen también los que á solas viene de- clamando Izuf. cuando se halla con Aurelio y le conduce, por fin, á la deseada presencia de su amada. Encerrada y á solas, en lóbrega estancia, Fátima se en- trega á las prácticas de la hechicería, procurando hallar so- brenaturales medios con que vencer el desden de Aurelio y complacer á su ama. Nuestro autor describe los procedimien- tos con todo lujo de detalles : el traje de la hechicera y su postura ; sartales de piedras preñadas, recogidas en el nido del águila; cinco cañas cortadas en la luna llena; cabe- zas de jáculo; carne de la frente del potro, y hasta una figu- ra hecha de cera con el nombre de Aurelio, atravesada por una flecha en mitad del corazón, salen allí, luicárase luego con Radamanto y Minos y los conjura á salir de su tenebro- sa vivienda por tales extrañas y misteriosas palabras ; Rápida, ronca, run, raspe, risfí^rnu", gandulandín. clifet Pantasilontc, ladrante, tragador, falso, trisforme. 212 EL TEATRO UE CERVANTES herbárico. pestífero del monte Hérebo, engendrador del rostro inorme de todo fiero Dios, á punto ponte, y ven sin detenerte á mi presencia, si no desprecias la zoroastra ciencia. Eficaces deben de ser estos conjuros, pues Fátima logra que un demonio acuda á su reclamo, mas sólo escucha de sus labios palabras nada agradables para ella: Todos tus aparejos son en vano, porque un pccbo cristiano que se arrima á Cristo, en poco estima hechicerias. Sin embargo, el ser\-icial espíritu promete enviar contra Aurelio dos terribles enemigos : la Necesidad y la Ocasión, esperando que tales peligros consigan domar la entereza del cristiano. Verdaderas ó supuestas, semejantes hechicerias achacan á los moros nuestros antiguos autores, y el Abad de Fró- mista ^ asegura que los morabitos argelinos publicaban "como tienen un demonio en la cabeza, á que llaman ellos giiioii, que es ó un demonio ó el espíritu de algún hombre malo que murió de mada muerte... que estos espíritus les muestran grandes secretos, ¡les responden á muchas dudas que tienen ó les preguntan los que van á consultar con ellos; les dicen las cosas que están por venir y aun les enseñan algunos re- medios para curar enfermedades", mencionando allí cierta negra, también nombrada Fátima, ducha en tales encanta- mentos, Ábrese la tercera jornada con amarga escena. Unos mu- chachillos moros liacen befa y escarnio de los pobres cauti- vos, persiguiéndolos con el sonsonete : Don Juan no venir ; acá morir, perro; acá morir. Don Juan non rescatar, non fugir; acá morir, perro; acá morir; cuya variante: Acá morir, cañe conuiáo, se halla en Hae- do ^, á lo cual un triste esclavo responde : 1 To/}ograpliia de Argel, fol. 173 v. 2 ídem, fol. 131. EL TR.\TO DE ARGEL 2 1 Bien decís, perros; bien decís, traidores; que si don Juan, el valeroso de Austria, gozara del vital amado aliento, á solo él, á sola su ventura, la destrucción de vuestra infame tierra guardara el justo y piadoso Cielo. Y SU compañero, más esperanzado, añade : Vendrá su hermano, el ínclito Filipo, el cual sin duda ya venido hubiera si la cerviz indómita y erguida del luterano Flandes no ofendiese tan sin vergüenza á su real corona. ¡Don Juan no venir; acá morir! ¡Cuan lúg-ubremente de- bía de sonar esta cantaleta en los oídos de los míseros for- zados ! No menos dolorosa impresión causan en nuestro ánimo las palabras siguientes, destinadas á describir los peligros y valientes ardides que los esclavos imaginaban para huir de tan inhospitalaria y amarga tierra. Acaso Cervantes recor- dó aquí algunas de sus tentativas de fuga, tan estériles como arriesgadas. Perdida la esperanza de redención ó rescate, uno de los cautivos se detennina á comprometerlo todo de una vez : — ¿Has hecho la mochila? — Sí; ya tengo casi diez libras de bizcocho bueno. — Pues hay desde aquí á Oran sesenta leguas, y ¿no piensas llevar más de diez libras? — No, porque tengo hecha ya una pasta de harina y huevos y con miel mezclada, y cocida muy bien, la cual me dicen que da muy poco della gran sustento; y si esto me faltare, algunas hierbas pienso comer, con sal, que también llevo. — ¿Zapatos llevas? — Sí; tres pares buenos — ¿Sabes bien el camino? — Xi por pienso. — Pues ¿cómo piensas ir? — Por la marina. 2 14 EL TEATRO DE CERVANTES — (.; Caminarás de noche? — ¿Quién lo duda? — : Por montañas, por riscos, por honduras te atreves á pasar en las tinieblas de la cerrada nodhe, sin camino ni senda que te guíe adonde quieres? ¡ Oh libertad, y cuánto eres amada ! Aurelio y Silvia logran, al fin. verse á solas. Allí concier- tan que, para gozar más veces de este beneficio, finjan espe- ranzas á sus enamorados dueños. La escena que se sigue es. á mi parecer, de mucha grandeza é ingenio. La Ocasión y la Necesidad, invisibles, forman alianza para derribar la en- tereza del cautivo cristiano y se le sitúan á entrambos costa- dos. Sugiérenle, cada cual i)or su lado, las ideas y pensamien- tos que les convienen, y el meditabundo Aurelio, que se cree solo, toma por conclusiones de sus razonamientos las máxi- mas que le inspiran sus enemigas. AuREL. De mil astucias usa y de mil mañas para traerme á su lascivo intento; ya me regala, ya me vitupera. ya me da de comer en abundancia, ya me mata de hambre y de miseria. Xeces. Grande es, por cierto. Aurelio, la que tienes. AuKEL. Grande necesidad, cierto, padezco. Xeces. Rotos traes los zapatos y vestido. AuREL. Zapatos y vestido tengo rotos. Neces. En un pellejo duermes y en el suelo. AuREL. En el suelo me acuesto en un pellejo. Xeces. Corta traes la camisa, sucia y rota. AuREL. Sucia, corta camisa y rota traigo. Ocasión. Pues yo sé, si quisieses, que hallarias ocasión de salir deste trabajo. AuREL. Pues yo sé, si quisiese, que i)odria salir desta miseria á poca costa. Ocasión. Con no más de querer á tu ama Zara, ó con dar muestras sólo. de quererla. AuREL. Con no más de querer bien á mi ama, ó fingir que la quiero, me bastaba; mas ¿quién podrá fingir lo que no quiere? Xeces. Xecesidad te fuerza á que lo hagas. AuREL. Xecesidad me fuerza á que lo haga. Ocasión. ¡ Oh, cuan rica que es Zara y cuan hermosa ! EL TRATO DE ARGEL 21 5 AuREL. ¡Cuan herniosa y cuan rica que es mi ama! Xeces. y liberal, que hace más al caso, que te dará á montón lo que quisieres. AuREL. Y siendo liberal y enamorada, daráme todo cuanto le pidiere. OcASióx. Extraña es la ocasión que se te ofrece. AuREL. Extraña es la ocasión que se me ofrece ; mas no podrán torcer mi hidalga sangre, de lo que es justo y á sí misma debe. La Ocasión hace qtie \enga Zara y el ya. vencido esclavo, parece rendirse á su enemiga, diciendo, con regocijo de sus perseguidoras : ya es tiempo de obedecerte, pues que soy tu esclavo. ¿Quién será capaz de negar el arte con que esta escena se halla conducida y el grande alcance que presenta su simbo- lismo? Increíble parece que los críticos la hayan censurado du- ramente, sin querer percibir la fuerza dramática }' la realidad humana que ofrece. ¿ Qué cosa más verdadera que el terrible poder de estos dos grandes peligros ? A ellos, y no á otra cosa puede achacarse la comisión de muchísimos delitos y pecados ; su personificación como hijas del Averno, demuestra • que Cervantes comprendía todo su poderío. El mérito de este pasaje está señalado por Klein, cuando escribe : En el acto tercero salen la Ocluíóii y la Necesidad, y se desarro- lla una escena de tentación admirable y enteramente nueva, hasta entonces no conocida en la historia del teatro, con respecto á la nJ/ especial influencia de las figuras de imaginación en las resolucio- nes de un personaje real dramático; es una de las más notables é importantes innovaciones de la pneumatología teatral, ó aplicación de las apariencias de seres espirituales sobre la escena; es, para aquel tiempo, atrevido indicio de la transformación de aquella pneumatología en íntimo drama del alma por la vía filosófico-psi- cológica. Para el erudito escritor alemán. Cer\'.\xte.s es. con esto, precursor de las grandes concepciones simlwlicas calderonia- nas y hasta de las espectrales y macal )ras de Shakespeare. 2 10 EL TEATRO DE CERVANTES Pero ¡ gloria y honor á su coulcniporáneo genio español, el pri- mero que en el drama usó la tentativa de dar á las figuras alegó- ricas un fondo psicológico y que las presentó, no como hasta en- tonces, cual productos sueltos del ingenio del poeta, sino más bien como productos psíquicos del es])iritu de la figura dramática exci- tado hasta la pasión. Francisco, uno de los mnchachos sardos vendidos en !a segunda jornada, sale luego en busca de su hermanillo, y al fin le encuentra conio no quisiera: vestido de moro bizarra- mente. AuREL. Vengáis norabuena, Juan. Juan. No saben que ya me llamo... AuREL. ¿ Cómo ? Juan. Ansi como mi amo. Frangís. ¿En qué modo? Juan. Solimán. Frangís. Tósigo fuera mejor, que envenenara aquel hombre que ansí ha mudado el nombre. ¿Qué es lo que dices, traidor? Juan. Perro, poquito de aqueso, que se lo diré á mi amo; ¿porque Solimán me llamo me amenaza? ¡Bueno es eso! . Frangís. Abrázame, dulce hermano. Juan. ¿ Hermano ? ¿ De cuándo acá ? Apártese el perro allá, no me toque con la mano. Frangís. ¿ Por qué conviertes en lloro mi contento, hermano mío? Juan. Ese es grande desvarío ; ¿ hay más gusto que ser moro ? Mira este galán vestido, que mi amo me le ha dado, y otro tengo de brocado más bizarro y más polido. Alcuzcuz como sabroso, sorbete de azúcar bebo, y el corde, que es dulce, pruebo, y el pilas, que es provechoso; y en vano trabajarás de aplacarme con tu lloro ; mas si tú quieres ser moro á fe que lo acertarás. EL TRATO DE ARGEL 217 Atónitos se quedan los dos cristianos, lamentando la fragili- dad de la niñez y el gran provecho de la limosna que se em- plea en rescatar muchachos. Hállanse. casualmente, Sihia y su amante Aurelio, y creyéndose solos, se abrazan tiernamente; mas he aquí que sus amos les sorprenden y corren furiosos á golpearlos : Zara. Perra, y ¿esto se sufre ante mis ojos? IzuF. Perro, traidor, esclavo; ¿con la esclava? Zara. Xo ; no, señor ; no tiene culpa Aurelio. que es hombre al fin, sino esta perra esclava. IzuF. La esclava no, señora ; este maldito, forzador é inventor de mil embustes, tiene la culpa destas desvergüenzas. Zara. Si esta lamida, si esta descarada no diera la ocasión, no se atreviera Aurelio ansí á abrazarla estrechamente. La industria del cristiano salva el compromiso, manifes- tando que la alegría de haber alcanzado cada cual lo que de su paisano pretendía, ocasionó aquella muestra de gratitud ; los amos, enajenados, creen fácilmente el embuste. Empieza la última jornada cerca de Mostagán: "Entra el cautivo que se huyó, descalzo, roto el vestido y las piernas señaladas, como que trae muchos rasgones de las espinas y zarzas por do ha pasado." Su angustia, su decaimiento son tales, que, cansado, dice : Ya la hambre me aqueja y la sed insufrible me atormenta; ya la fuerza me deja, y espero desta afrenta salir, con entregarme á quien de nuevo quiera cautivarme. Virgen bendita y bella, remediadora del linaje humano. sed Vos aquí la estrella que en este mar insano mi Dobre barca guíe, y de tantos peligros la desvíe. Acuéstase á dormir entre unas matas; sale un león y se echa junto él muy mansamente. Otro esclavo, también huido. ^> 2l8 EL TLATRO DE CERX'ANTES liga entonces, mas un morillo le ve y á los gritos de ¡ X'lcü- ra, lücara!, es decir ¡Nac:arc¡io, mizarcno!, ó sea ¡Cristiano, cnsfiaiio!, junta otros árabes que asen del misero fugado, y á empellones se lo llevan. Despierta, al rumor, el primer cau- ti^•o, y se espanta al verse en tan peligrosa compañía: ¡ Santo Dios ! ¡ Qué es lo que veo ! ¡ Qué manso y fiero león ! Saltos me da el corazón. Cumplido se ha mi deseo: libre soy ya de pasión ; pues lo quiere mi ventura, éste, con su fuerza dura, mis días acabará, y su vientre servirá al cuerpo de sepultura. Empero, al ver la mansedumbre de la alimaña, se per- suade de que es cosa milagrosa, y de que la Virgen ba escu- chado sus clamores. Con esto determínase á seguir al amparo de la fiera, que le acompaña como un dócil perro. Cervan- tes oyó referir el caso de otro león qtre había llevado á la Goleta un cristiano esclavo, que halló en un monte esquivo huido y descaminado, y aprovechó la tradición para trazar este episodio, dándole apariencias de milagro, único modo de hacerlo verosímil. No obstante, Luis del Mármol Carvajal ^, narrando otros hechos análogos, poco anteriores á éste, procura buscarles explicación verosímil. Hase visto muchas veces por experiencia (especialmente con captivos que huyen de Berbería y vienen por los montes caminando de nocihe á las fronteras de aquella costa que están por los cristia- nos) que si un hombre topa con un león de noche y no le tiene mie- do yendo con buen semblante por su camino, no torciendo ni mos- trando flaqueza, ol león no le acomete, antes abaja los ojos y no I Primera parte de la descripción cjciicral de África, con todos los sucesos de guerras que ha ávido entre los Infieles. En Granada en casa de Rene Rabut. Año 1573; tres tomos en folio á das cois, (el iii en Má- laga, 1599) ; foi. 25 V. -% V EL TRATO DE AKGEL 2ig le osa mirar al rostro; mas si ve que huye ó le teme, luego salta con él y le haze pedazos. Y muchas veces ha acaescido que un león sigue á un captivo cristiano y siempre se le va poniendo delante en los caminos y pasos angostos, y como le vee llegar y pasar de- terminado sin mostrar temor, no osa acometerle, y esperando to- marle durmiendo ó descuidado, le sigue hasta que llega á la fron- tera. Algunos quieren dezir que esta compañía haze el león al cris- tiano para encaminarle y házelo por la hambre que lleva para co- mérsele si puede, y en viéndole la cara con semblante varonil, teme, como lo hazen todos los animales del mundo. Fiel á su intento de presentar tm cuadro de la vida en Argel, nuestro autor saca luego á escena al cautivo Pedro, hombre de ancha conciencia, semejante al Leonardo de la primera jornada. Este tal, no vacila en los medios para al- canzar dinero ; cuatro escudos sonsacó á un pobre cristiano con nefanda industria. Hele hecho tocar casi con mano que tengo ya una barca medio hecha debajo de la tierra, allá en un llano. Queda desta verdad bien satisfecha su voluntad, y cierto el bobo piensa alcanzar libertad ya desta hecha : para ayudar el gasto y la despensa de tablas, velas, pez, clavos y estopa los cuatro dio con que compró su ofensa. ' El noble Saavedra reprende á su compatriota tan villa- nas astucias. Ansioso de libertad. Pedro decide renegar, atmque sólo en la apariencia ; la íntegra fe y religioso celo de Saavedra intenta disuadirle de tal empresa, afeándosela noblemente : Un falso bien se muestra aquí aparente, que es tener libertad, y en renegando. se te irá el procurarla de la mente; que siempre esperarás el modo y cuándo, este año no. el otro será cierto; y ansí lo irás por años dilatando. Tiéneme en estos casos bien experto muchos que he visto con tu mismo intento, y á ninguno llegar nunca á buen puerto ; y puesto que llegases, ¿ es buen cuento poner un tan enorme y falso medio para alcanzar el fin de tu contento? 2 20 EL TEATRO DE CER\A\TES Estas y otras exhortaciones ileticnon ;'i Pedro en la pendien- te y determinan su arrepentimiento. El Rey de .Vrgel. hombre codiciosísimo, lamenta el ba- rato precio en que se rescataron cautivos tan principales como don Antonio de l\:)ledo y ilon Francisco de Valencia. El mise- rable Pedro ha denunciado al Rey la presencia de Aurelio y Silvia en casa de Tzuf : recibe por ello tres escudos, pues el a\"aro monarca pretende conseguir gran rescate de los de- nunciados. Sábelo el renegado español, y su mujer determi- na advertir á Aurelio que afirme no ser caballero, sino un pobre soldado que iba á Italia y que Silvia es su mujer. Pre- séntase Izuf. requerido para ello, con sus cautivos ante e! avariento monarca; dicele que le costaron i.ooo ducados: ofrécelos el Soberano, resístese Izuf ; irrítase el Rey, y el re- negado dice : El esclavo te doy. Rey, sin dinero, y déjame la esclava, por quien muero. Mas el cruel soberano sentencia : ¿Tal osaste decir, oh moro infame? Llevalde abajo, y dalde tanto palo, hasta que con su sangre se derrame el deseo que tiene torpe y malo. Izuf. Dame, señor, mi esclava, y luego dame la muerte en fuego, á hierro, á gancho, en palo. Rey. ¡ Quitádmele delante ; acabad presto ! No menos bárbaro se inuestra con el mísero esclavo apre- sado cerca de Mo'Stagán. Dalde seiscientos palos en las espaldas muy bien dados, y luego le daréis otros quinientos en la barriga y en los pies cansados. Atanle con cuatro cordeles de pies y manos y tiran cada uno de su parte, y dos le están dando, y de cuando en cuan- do el cristiano se encomienda á Nuestra Seííora. y el Rey se enoja. Rey. Xo sé qué raza es ésta destos perros cautivos españoles: ¿Quién se huye? EL TRATO DE ARGEL Español. ¿Quién no cura de. los yerros? Español. ¿Quién hurtando nos destruye? Español. ¿Quién comete otros mil yerros? Español ; que en su pecho el Cielo influye un ánimo indomable, acelerado, al bien y al mal contino aparejado. Terrible impresión debía de causar esta crtiel escena en los espectadores del siglo xvi por lo verdadera y por el gigan- tesco espectáculo que en ella ofrece el pujante brío y heroico corazón de la raza. Conifirmiados se hallan por varios testimonios los' horri- bles suplicios que los turcos imponían á los cautivos fugados, azotándolos, golpeándolos 3^ mutilándolos espantosamente ^, por lo que mira á este caso particular, Haedo refiere ^ otro muy semejante que á las claras manifiesta la bárl>ara condi- ción de Azán Bajá : Dos cristianos, uno de nacicm española y otro de la isla de Ihi- za, huyeron por tierra para Oran, y habiendo caminado hasta Sar- gel, que está de Argel á 60 millas, los alárabes los tomaron, y traí- dos al Rey, como suelen presentar todos los que hallan que huyen. Preguntóles el mismo por la causa de su huida, al cual ellos res- pondieron qij.e-.e4 ¡)E ak(;i-:l 25 i En estos baños, como tengo dicho, suelen llevar á sus cau- tivos algunos particulares del pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienen holgados y seguros. Semejante estado de cosas duraba mucho después de Cervantes, por los añosj 1620}, según el testimonio de Gó- m€z de Losada ^, quien asimismo nos informa de cómo el oratorio del baño del Rey era una verdadera iglesia de tres naves. Tal era el principal escenario donde se suponen acaecer los más de los sucesos de esta producción dramática de¡ héroe de Lepanto. Auncjue la comedia de que ahora tratamos no puede de- cirse que sea original dentro del teatro de Cervantes, tam- poco es refundición de una pieza única. Para componer Los Baños de Argel nuestro autor tuvo presente, en primer lu- gar. El Trato, que habia escrito en 1580, y La Gran Sultana. en 1601 : la novela de El Capitán cauPivo, en 1604, ó acaso antes, y Los Esclavos de Argel, de Lope de \'ega. De la primera conservó la idea general : ofrecer un cua- dro de la triste vida y penalidades sin cuento que los cau- tivoscristianos^ sufrían en aqueljas^ihabitables tierras de barbarie ; así lo manifiesta el autor al final de la obra : Xo de la imaginación este trato se sacó ; que la verdad lo fraguó bien lejos de la ficción. Y aquí da este trato fin. que no lo tiene el de Argel. Conservó también de allí la complicación de los amores cruzados entre amos y esclavos; algunas escenas, que serían de las de más efecto en la representación de la pieza, y va- rios personajes, con sus nombres ó cualidades, si bien de al- gunos, .como del renegado Izuf. cambió bastante el carácter. De la segunda comedia citada, mantuvo Cervantes las figu- I Escuela de trabajos y cautiverio de Argel; lib. 11. caps, -xlvi XLVII. 232 EL TEATRO DE CERVANTES ras de judíos y los casos á que dan origen, la idea de la introducción del gracioso, convirtiendo á Madrigal en el pa- paz Tristán de Mollorido. cuyas aventuras con los hebreos son, en substancia, las mismas de atiuél. El éxito de la primera parte del Quijote y el de la lindí- simcLJloy^;la^_^jlí_ingerida, de El Capitán cautivo ^ determi- naron al Príncipede nuestros ingenios á repetir el asunto, según era en él frecuente. Reprodújolo. pues, en esta come- dia, variando tan sólo los nonibres de los personajes: Zo- raida, se llama ahora Zara, y Ruy Pérez de Biedma, don Lope ; pero sus condiciones, caracteres y circunstancias son ^^exactamente las mismas, como también lo son las figuras de va'lor secundario. Tal vez sería causa para que Cervantes modificase tan hondamente su comedia de El Trato de Argel la imitación hecha por Lope de Vega, cuyo éxito llegaría á sus oídos. Para mí es claro que de ésta tomó varios episodios, que introdujo en Los Baños, como son, la sorpresa que los piratas *4iacen de la costa española; la idea de sacar á la escena una representación '•"dramática en los baños: el asesinato "^e Izuf por el ']>seudorrenegado Hazén en un momento de indigna- ción religiosa y patriótica, y otros varios detalles. Con tan- tos y tan variados elementos entretejió el autor del Quijote este drama, que viene á ser como un resumen de cuanto había hasta entonces trabajado en descripción _de la vida de_Argel : su principal intento es, con todo, lafusiónj^£^o§ >/ asuntos de El Trato y de El Capitán cautivo ; todo lo demás ha de mirarse como detalles episódicos. Haciendo comparación entre las dos comedias de El Tra- to y Los Baños de Argel, no puede negarse que la últiina se lee con agrado; atrae desde los primeros momentos, á pesar de la complicación de su trama, y recrea el ánimo con su as- pecto novelesco, ilimiinado por la dulce figura de la inocente Zara y de sus poéticos é interesantes amores. La_4iarte_có; mica;_ac|uí_ abundante, ayuda á este efecto y sirve para dul- cificar, en mucho, la amargura que producen las angustias I Don Quijote, primera parte, caps, xxxix á xli. LOS BAÑOS DE ARGEL 233 y tormentos de los infelices esclavos. Pero en Los Tra- tos se descubre mayor energía y elocuencia, las escenas se hallan más vigorosamente descritas, y. sin gustar tanto, conmueve más y llega mejor al corazón. No es menester esforzarse para demostrar la igualdad de argumento entre el episodio principal de Los Baños de Argel y ]as_aventuras doEl Capitán cautivo; su gran seme- janza salta á la vista : ambas composiciones tienen por argu- mento los aiiTores ^e una mora principal, con un cautivo cristiano que huye con ella y la lleva por mar á España : idénticos son la mayoría jÍ£.Uüs_4jei::¿£>iiajes, de los lances y episodios y hasta hay pasajes romnnes como la ingenua epís- tola de Zara, casi á la letra la primera de Zoraida. Como obra literaria, es indisputable la enorme superioridad de la^ i;Love1a. una de las más finas joyas del tesoro cer\antino, sobre la comedia, por estar aciuélla escrita en prosa, por acomodarse mejor el asunto á la narración que á la acción y por hallarse ésta simplificada en el Quijote, mientras que en la pieza dramática alterna con multitud de otros episo- dios, que la oscurecen y enturbian. Con todo, -los amores de Zara formaii, no solamente el verdadero núcleo de Los Baños ae Argel, mas también la parte más atractiva, más bella y más fina de la producción escénica. Claro es que no estamos conformes con la opinión de cierto autor \ que dice de esta obra "que más pudiera ser una tragicomedia con sus puntas y collar de saínete": ni tampoco vamos con él cuando, más adelante, escribe que ito tiene argumento, porque no puede serlo una mezcolanza de sucesos, causas y episodios, parte verosímiles, parte impro- bables, en que intervienen infinidad de personajes, y en cuya presentación no se guardan uniformidad, ni proporción, ni ilógica... "Es una numerosa serie de acontecimientos, ó me- jor, una abigarrada colección de cuadros argelinos, donde todo se encuentra menos habilidad y encanto narrativos." Siguiendo Cervantes su doctrina estética, hizo abundar I MÁiXF.z. Las comedias de Cervantes, pág. 144. 20^ El. TEATRO DE CERVANTES en esta obra los A'ersos de arte men.^r. redondillas }' qninti- llas especialmente : sólo se hallan en ella algunos endecasíla- bos en boca de D. Fernando y en las escenas en que inter- viene el Rey de Argel. Como quiera que nuestro autor fué mejor poeta en los metros largos, resulta que El Traio, en donde éstos abundan, aventaja <''i Los Baños en punto á ver- sificación. Arriba de 30 personas intervienen en esta come- aba \ y el lugar de la escena se muda con la rapidez caracte- rística en el teatro del Héroe de Lepanto ". Entre las figuras de la obra se cuentan algunas históri- cas como el rey ó gobernador argelino Hazán. bajá ó baxí, común con el Trato, pero algo distinto en carácter, pues ?iqui pronuncia una sentencia benigna, impropia de su con- dición. Recuérdase igualmente en esta obra á fray Jorge de Olivar, mentado en El Trato, y á un su compañero de hábito, fray Rodrigo de Arce ", "de condición real, de ánimo no- ble", que ya había estado otras veces en Argel. También I Además do las que figuran en la tabla, hablan en ella Bairan (pág. 9), un moro {'pkg. 10), tino (pág. 10), otro (pág. 11), un arcabucero cristiano (pág. 11), un soldado cristiano (pág. 13),, un cautivo (pág. 15), otro (pág. 15). un cristiano cautivo (pág. 16), un cristiano (pág. 25), un cautive (pág. 26). dos cautivos (pág. 31) , un moro (pág. 34), un cristia- no (pág. 53), Julio (pág. 53), un moro (pág. 78), otro moro (pág. 86), dos cristianos (pág. 86), un moro y un cautivo (pág. 94), otro moro y otro cautivo (pág. 96), dos moros (pág. 105). un cristiano (pág. 107) y el pa- trón de la barca (pág. 114). 1 2 Va sucesivamente desarrollándose en una playa española (pág. 6), r.n pucljlo de la misma (pág. 7), su muralla (pág. "j, un monte en sus cercanias (pág. 8), la playa otra vez (pág. 10), de nuevo la muralla (pá gina 11), un peñasco de la costa (ipág. 13), el baño del Rey en Argel (pág. 15), playa de Argel (pág. 29), una estancia em casa de Cauralí (pág. 39), una calle de Argel (pág. 48), el jardín de Agimorato (pág. 55), la calle de Argel (pág. 60),. im jardín ó patio en casa die Cauralí (pág. 67), ia calle (pág. 72), la puerta del baño (pág. 78), el interior del mismo (pág. 79), una estancia en el palacio de Agimorato (pág. 91), otra en el palacio del Bey (pág. 93), la puerta de la casa del Cadi (pág. 97), un patio dt' la misma (pág. 97), calle (pág. 98), estancia en el palacio de Agimorato (pág. 105), plaza de Argel (pág. 106), jardín de Agimorato (pág. 108). lugar desierto en la playa de Argel (pág. 113) y jardín de Agimorato (pág. 115). 3 Pág. 107. LOS BAÑOS DE ARGIÍL 23? se hace memoria de una cautiva cristiana. Juana de Rente- ría \ que educó á Zara en la fe cristiana ocultamente. Trazas ele históricos tienen otros varios Jirterlocutores, como el renegado Izu^'^español -, bastante diverso moral- mente del que bajo el mismo nombre figura en El Trato. Este trakjoria el lugar de su nacimiento ^, á su propio her- mano y dos sobrinillos suyos ■*. y por fin. muere á manos de Hazén ". Este, también renegado español, aunque cris- tiano encubierto, muere mártir ^ por efecto de dicho asesi- nato, cometido en un instante de exaltación religiosa. De ella da repetidas muestras el niño Francisco, sobrino de Izuf. y que. por tanto, en esta comedia es español, si bien en El Trato se presenta como sardo. Su hemiano Juanico. niño de pecho en la primera. jornada, habla y es grande en la segunda ' y figurando como el menor en aquélla, resulta el mayor de los dos hermanos en los demás actos '^. No pre- valeciendo los halagos de su amo el Cadí, que intenta pro- hijarle, contra la firmeza de su fe, excitada por los consejos de su hermano. Francisco muere mártir en esta obra '*. Igualmente parecen históricos Cauralí, capitán corsario, y su mujer Alima ^^ : el poeta cautivo Julio, autor de un ro- mance incluido en la obra ^^ : Caraoja, moro despiadado ^"; Vivanco, cristiano, y Ossorio ^", en quien sin duda se repre- senta á cierto caballero de este nombre que consta fué cau- tivo cuando Cervantes ^^. I Pág. 22: vid. Xavarrete. í'ida de Ccrvanics. 2 Págs. 6 y 30. 3 Págs. 30 y 35. 4 Págs. 31, z^, 35 y 36. 5 Pág. 36. 6 Págs. r/ y 4^- 7 Págs. 8, 9, 31, 53, 54 y 55- 8 Págs. 53, 54, 55, 58, 72, 75 y 74- 9 Págs. 59, 75, 90, 94 y 97- 10 Págs. 30 y 39. II Págs. 53 y 56. 12 Págs. 25 y 74- • 13 Pág. 79. 14 Navarrete, Vida de Cervantes, págs. 34 y 334. 2 36 EL TEATRO DE CERVANTES Xo tan claros se ven los rasgos de la realidad en el ca- ballero D. Fernando de Andrada. hermano de nn capitán de atajadores ^ y personaje de importancia en esta comedia, y en su prometida D." Constanza, hija de Diego de Bastida '^ En cuanto al valor autobiográfico de esta producción, lo consideramos nulo. Reconocida la imposibilidad de identi- ficar á Cervantes con Rui Pérez de Biedma, el capitán cau- tivo del Quijote ^, igualmente se ha de entender negada res- pecto d€ don Lope, que representa en la comedia el papel de aquél. Por lo que mira al asunto capital, parece inspirado en algún hecho cierto, no. por otra parte, inverosímil ni tal vez inusitado. Pasando por alto algunos sucesos algo semejantes referidos en nuestros romances moriscos y fronterizos, un hecho muy parecido ocurrió en 1595, segiin los Apunta- mientos manuscritos de cosas de su tiempo debidos al padre Se])iil\"eda. monje del Escorial, con una señora alemana que, cautivada en su niñez, fué después mujer del Rey ó Sultana de Argel y por medio de un religioso mercedario, que había sido esclavo suyo, escribió á Eelipe II manifestando sus de- seos de venirse á España : Vuelto el religioso á Argel, salió la señora con licencia de su marido á un jardín ó casa de recreo que tenía fuera de la ciudad, hacia la marina. Entre tanto llegó una barca que, de orden tiel Rey, envió el Marqués de Denia, virrey de Valencia, y precediendo para el reconocimiento las señas concertadas, entró en ella la sul- tana, llevando sus mejores joyas y veinte personas de su comitiva. Salieron muchos bajeles en su alcance, mas, á pesar de ello, apostó felizmente á \''alencia. vino á la Corte y se volvió á vivir á Va- lencia "*. También son personajes históricos .\oí Morato renega- do esclavón, alcaide de Pata y hombre opulento, cuya casa ó palacio era <íe los mejores de Argel; su hija Zara, ó Zo- 1 Págs. 42, 12 y 13. 2 Pág. 41. 3 Navarkete, Vida de Cervantes, págs. 377, 378 y 382; Clemencín, Notas al Quijote, parte i, cap. xl. 4 Clemenxín, Notas al Quijote, parte i, cap. xlí. LOS BAÑOS DE ARGKL aSy raida. que por ser la más rica y liennosa mujer de Berbería era pretendida de muchos virreyes y altos personajes del país; casóse con ]^íuley Maluch, de quien asimismo habla en la comedia, Rey de Fez, moro famoso, discreto y muy ins- truido, que hablaba con perfección el turco, el español, el alemán, el italiano y el francés, muerto de un moscpietazo en la célebre batalla de Alcázarquivir (2 de Agosto de 1578), dejando por heredero un hijo que había tenido en Zoraida ^. Posible es que sea asimismo persona real Tristán. el sa- cristán de San Román de Mollorido, y pésimo poeta, como denota el buríesco elogio que de él se hace en El Rufián di- choso. Este lugar de Mollorido debía de tener algún recuer- do para Cervantes, pues de allí hizo también natural á Cor- tado en el borrador del Rinconete y Cortadillo, impreso por Rodríguez Marín -. La aldea debe de haber desaparecido, pero se menciona en el Repertorio de todos los caminos de España, compuesto por Pero Juan Mllega, impreso en Aíe- dina del Campo por Pedro de Castro en 1546 y reproduci- do recientemente en facsímil por el docto hispanista nor- teamericano ~Sír. Archer M. Huntington. Mollorido estaba á seis leguas y media de Medina, á ocho de Salamanca y á tres del Pedroso. Cervantes compuso Los Baños de Argel para darlos á la escena. En la página 98, describieiido el cortejo nupcial de la hija de^Agí Morato, dice en la acotación que van "can- tanjlg los ca.ntajes_g2ie_^y o_daré" ; claro es que para cuando la VoComedia fuese á representarse. Uno de los personajes que figuran en esta obra es La señora Catalina, á la cual parece se trataba con extraordinario respeto. " Saldrá con ellos la se- ñora Catalina, vestida de garzón... y Ambrosio, que es la señora Catalina..." ^. "Ambrosio, que le ha de hacer la se- ñora Catalina..." ^ "y la señora Catalina, que no ha de ha- 1 Haedo. Tof agrafía de Argel, fols. 10. 42. S2; Herrera, Historia de Portugal, lib. i, fols. 17 y sigs. ; N.warrete, Vida de Cervantes, .^80; Clejíencín, Notas del Quijote, parte i, cap. xl. 2 Rinconete y Cortadillo, pág. 333, nota 8. 3 Pág. S3- 4 Pág. 55- k/ 238 EL TEATRO DE CERVANTES biar sino dos ó tres veces" ^: la circunstancia de llamarle siempre señora, indica que esta recitaiita gozaba de cierta autoridad en la compañía, de la cual sería autora, ó sea mu- jer del autor, ó director de ella; además era actriz que can- taba, pues á este solo fin sale á la escena ". Trátase evidente- mente de Catalina Hernández \'erdeseca, mujer del célebre Gaspar de Forres, autor que representaba comúnmente en ^Madrid ^. y para quien escribió Cervantes algunas come- dias ^. ; Logró Cer\' ANTES ver ésta en la escena? Probable- mente no. puesto cpie la incluye entre las "antes impresas que representadas", por más que ya veremos lo que ocurre con La Casa de los celos. La explicación de este hecho está en que los Baños de Argel es una refundición hecha pre- cipitadamente en 1 6 14 de la primitiva forma de los Tratos, obra que, por este dato, debemos suponer representada por la compañía de Gaspar de Forres. }• esta refundición se hizo con la misma ligereza de la de La Casa de los celos, dejando huellas visibles de la disposición primitiva. Describe nuestro autor en la comedia de que tratamos una de lasj;u|)iJ2as de los piratas berberiscos en España. Las sorpresas de pueblos marítimos por los corsarios musulmanes eran por estos días, desgraciadamente, tan frecuentes como se colige de las muchísimas referencias que á ellas se haceri en la literattu'a y los que la historia conserva. En nuestra patria encontraban apoyo y guías hábiles en los moriscos, y esta sola causa basta^ai'a^istíficar la expulsión de nquella casta degradada. Zalé Arráez, terror de las costas valencianas, amaneció sobre \'inaroz con 13 galeras reales bastardas un día de 1545, aunque sin fruto. En 24 de Marzo del siguiente año, los de Vlllajoyosa hicieron huir seis galeras moras; otras ocho anclaron frente á ]\Iurviedro en 16 de Septiembre de 1547, 1 Pág. 61. 2 Pág. 57- 3 Véase Pérez Pastor, Nuevos datos acerca del histrionistno espa- ñol, en muchos lugares. 4 Vid. cap. v de !a Primera parte de este libro. LOS BAÑOS DE ARGEL 23q cautivando, guiados por moriscos, á los frailes de Sancii- Spíritus, pero fueron espantados por los vecinos y los reli- giosos rescatados. Moriscos guiaron también á los turcos de unas 14 galeotas argelinas que acometieron á Alcalá de Chis- vert ; pero muerto su arráez, desistieron del ataque. En 25 de Jidio de 1549. Ali Corzo echó 400 hombres en la costa de Granada, y metiéndose por la tierra llevó cien cautivos de Torrox, pero logró libertarlos el capitán Diego Xar\áez. Dragut, el famoso corsario, en el mismo año sorprendió á Pollenza, en ^íallorca, y aunque fué rechazado por Juan Más, se llevó larga presa de cautivos. Casos semejantes se recuerdan de los años de 1503. 1529. 1535, 1340, 1550 1553. 1558, etc. \ Recuerda también Cervantes en Los Baños una de las i 1 ^^y^ distracciones á que los cautivos acudían para entretener el ^ '^"^(M»'*"^ jtiempo y distraer sus angustias, que eran juegos, bailes y f^.^^.^^y^*-^'^ represenlaciones, especialmente los dias solemnes. YaT.opí en sus Esclarc'os de Argel, alude á las comedias hechas por los esclavos cristianos en sus prisiones, y en la novela de* El Descuellado por la honra menciona los bailes y recreos que los cautivos españoles hacían en Constantinopla para agra- dar á la Gran Sidtaiia, su protectora, y cómo encargaban co- medias españolas que se compraban en Venecia á algunos mercaderes judíos, y aun se procuraban de los virreyes de Italia. Así fué como, por obsequio á la misma Sultana, se representó en el serrallo por los cautixos y por algunos mo- riscos de los expulsos de España la comedia La Puerca las- ti/mosa, que Lope de \^ega cita como suya en el prólogo de El Peregrino en su patria. Gallardo inserta, en el número i\' de su Criticón, el extracto de una relación inédita de cierto Diego Galán, acerca de su cautiverio en Argel, el cual halóla con este motivo de las representaciones con que pasaban el tiempo los esclavos cristianos. Por el año de 1589, según se dice en el documento indicado, lograron los españoles que se encontraban en el campamento del Pacha ír.ajá") qne se I G.ALiNDO V DE Vera, Historia de las í'oscsioiies cs/^añolus cu .¡j ri- ca, págs. 172 y sigs. 240 EL TEATRO DE CERVANTES les concediese licencia para poner en escena una comedia sobre la rendición de Granada. Ya se habían distribuido los papeles y preparádose arneses de cartón y espadas de made- ra para este objeto, cuando el encargado del papel del rey Fernando puso en g-ran peligro la \"ida de sus compañeros y ja suya propia. No contento con esas armas de juguete, con- siguió que el capitán de un buque inglés, anclado en el puer- to, le proporcionara un capacete, una espada y una armadu- ra; desctibrióse su proyecto, y corrió por la ciudad el rumor de que se habian conjurado los cautivos para rebelarse, sien- do esto causa de que el populacho, enfurecido, asesinara á muchos cristianos. Llegó también este suceso á oidos del Bajá, que dio tormento á algunos esclavos para obligarlos á declarar la verdad, convenciéndose al fin de que sólo habian tratado de representar una comedia; pero se vio, no obstante, en la necesidad de entregar seis españoles á la amotinada chusma de Argel, que les dio muerte horrorosa '. Comiénzase la obra en España. Los piratas, capitaneados por Caurali y .guiados por el renegado Izuf, asaltan un pue- blo de la costa mediterránea, en cuyas cercanías existe la playa de Xolíto ^: los infelices habitantes huyen despavori- dos á la montaña, pero allí son cautivados por los berberis- cos. Un padreancjano intenta salvar_á_siis dosJlijos, mas inútilmente. Fraxc. ¿ Para qué me sacó, padre, del lecho ? Que me muero de frío. ¿ Adonde vamos ? Llegúeme á mí, como á mi hermano, al pecho : ¿Cómo tan de mañana madrugamos? Padke. ¡ Oh, dé éste inútil tronco ya y deshecho, tiernos, amables y hermosos ramos ! No sé do voy, aunque, si bien se advierte, de este camino el fin será la muerte. Suena una trompeta, los soldados se acercan y los piratas se embarcan precipitadamente, llevando cuanto pueden. En- 1 ScHACK, Historia de la literatura y del arte dramático en España, tomo II, pág. 20, nota. Véase el texto óe Gallardo reproducido por AsENSio, Cervantes y sus obras; págs. 116 y sigts. 2 Pág. II. LOS BAÑOS DE ARGEL '4' tre los cautivos marchan el anciano con sus dos liijos, un sa- cristán y la doncella Constanza. Cuando los atajadores v los soldados llegan, sólo pueden ver las velas piratas que se alejan. El galán D. Fernando, al enterarse de que_su ama- da Constanza va esclava, súbese á una peña, hace señales á los bajeles, ofreciendo el rescate que quisieren; pero, no siendo ^•isto ó no queriendo ser atendido, se desespera y se arroja al mar. Múdase la escena. Estamos en Argel. Sale el guardián Bají y un cautivo con papel y tinta, y abren las puertas del bafw á los esclavos para que marchen al trabajo. GüARD. Este á la leña le asienta; éste vaya á la marina ; ten en todo buena cuenta ; treinta á aquel burche encamina y á la muralla sesenta ; veinte al horno y d^ez envía á casa de Cauralí; y abrevia, que se va el día. Escu. Por cuarenta envió el Cadí, dárselos es cortesía. GuARD. Y aun fuerza, en eso no pares; enviarás otros dos pares á los ladrillos de ayer. Escu. Para todos hay que hacer, aunque fueran dos millares. ¿Dónde irán los caballeros? GuARD. Déjalos hasta mañana, que serán de los primeros. Escu. ¿ Y si pagan ? GuARD. Cosa es llana, que hay sosiego do hay dineros. Los infelices que tratan de ocultarse son compelidos á ^alos. Don _Lope y Vi vaneo, que se han quedado__en el baíio, advierten que de un ajimez próximo asoma una caña con un pañuelo blanco, como un bulto. Llégase allá A'lvanco y la caña se alza : Viv. No es para mí esta aventura, don Lope; ven tú á proballa. i6 242 EL TEATRO DE CERVANTES ¡Cuál 110 será su sorpresa al hallar dentro del pañuelo once escudos de oro y un doblón ! Con razón exclama don Lope : ¿Qué maná del Ciclo es ésta? ¿Qué abacue nos vino á dar en nuestra prisión la cesta, de éste que es más que manjar? Como en la celosía nada se ve, los cautivos hacen mil conjeturas. La escena es idéntica á la correspondiente del OiiijofL\ Cervantes presenta en i^ta"\omedia los dos tipos del renegado cruel y del compá'sivo. tfózén es este último. Re- colecta entre los cautivos firmas que acrediten que he tratado á los cristij,nos 1 rv-^ con mucha afabilidad, J4^Ao^ ^ sin tener en lengua ó manos fi[y tZ/o-'')^'^ la turquesca crueldad. ^-^ Cómo he á muchos socorrido : cómo niño fui oprimido á ser turco, cómo voy en corso ; pero que soy buen cristiano en lo escondido, y quizá hallaré ocasión para quedarme en la tierra para mí de promisión. Otra vez recuerda Cervantes esta costumbre en la no- vela de El Capitán cautivo, afirmando que algunos de estos renegados procuran tales fes con buena intención, pero otros con industria, porque si acaso se perdían ó caían pri- sioneros en sus correrías por tierras cristianas, aducían aque- llas firmas para demostrar con ellas cuál era su verdadero intento, y por tal engaño se reconciliaban con la Iglesia y vivían en sosiego, acechando ocasión propicia de volverse á Berbería y ser lo que antes eran. Este, pues, que era de los primeros, llega á buscar las dos únicas firmas que le faltan de nuestros cautivos, y ellos le preguntan cúva es la casa que enfrente mirap. Hazán «xplica como allí vive un pioro riquísimo, padre de una hija xr-p LOS BAÑOS DE ARGEL 243 de extraordinaria belleza, preiendida^e Muley Maluco, rey de Fez ; una esclava cristiana, dicha Juana de Rentería, hubo de servir de aya á 1 aJaejiiio sa_Z ara. Confusos quedan todos los cristianos, cuando torna á aparecer la caña, y en ella más de cien escudos y un billete: D. Lope y Vivanco se re- tiran á sus ranchos para leerle, y hallan (|ue dice: Mi padre, que es muy rico, tuvo por cautiva á una cristiana, que me dio leche y me enseñó todo el cristianesco. Sé las cuatro ora- ciones y leer y escribir, que ésta es mi letra. Díjome la cristiana que Lela JNIarien, á quien vosotros llamáis Santa María, me quería mucho, y que un cristiano me había de llevar á su tierra. Muchos he visto en ese baño por los agujeros de esta celosía, y ninguno me ha parecido bien sino tú : yo soy hermosa y tengo en mi poder mu- chos dineros de mi padre ; si quieres, yo te daré muchos para que te rescates; y mira tú cómo podrás llevarme á tu tierra, donde te has de casar conmigo ; y cuando no quisieres, no se me dará nada ; que Lela Marien tendrá cuidado de darme marido. Con la caña me po- drás responder cuando esté el baño sin gente. Envíame á decir cómo te llamas y de qué tierra eres, y si eres casado ; y no te fíes de nin- gún moro ni renegado : yo me llamo Zara, y Alá te guarde. Otra escena de crueldad ocurre entonces : im pobre cris- tigjio huido ha sido bárbaramente desorejado, y aunque es la vez tercera que su tentativa fracasa, asi se explica : Que aunque me desmoches todo y me pongas de otro modo peor que este en que me veo. tanto el ser libre deseo, que á la fuga me acomodo por la tierra ó por el viento, ^ por el agua y por el fuego ; que á la libertad atento, á cualquier cosa me entrego que me muestre este contento ; y aunque más te encolerices, respondo á lo que me dices, que das en mi huida cortes, que no importa el ramo cortes si no arrancas las raíces. Si no me cortas los pies, al huirme no hay reparo. 244 EL TEATRO DE CERVANTES GuARD. Caraoja, ¿éste no es español ? Car. ¿ Pues no está claro ? ¿En su brío no lo ves? Llega Cauralí con su presa y hasta el mismo Hazén sale á recibirle con chirimías; cien cautivos presen t a _al__Rev, y entre ellos á don Fernando, recogido de la mar. Es muy cu- riosa la escena en que el Cadí los examin_a yjixguntj. por su patria y oficios. paTa_caiaila^.el_2rovechQ.q^ifí «-íe ellos se pui'- de sacar. B A x í . ¿ E .s l e es papa z ? Sac. Xo soy papa. sijio un pobre sacristán que apenas tuvo una capa. Cadí. ¿ Cómo te llaman ? Sac. Tristán. Baxí. ¿ Tu tierra? Sac. No está en el mapa. Es mi tierra Mollorido, un lugar muy escondido allá en Castilla la Vieja. Baxí. ¿Qué oficio tienes? S.'VC. Tañer, que soy músico divino, como lo echaréis de ver. Hazén. O este pobre pierde el tino ó él es hombre de placer. Baxí. ¿Tocas flauta ó chirimía ó cantas con melodía? Sac. Corno_yo_soy sacristán, tnrn_el_din,^T don y el daii á cualquier hora del día. Cadí. ¿Las campanas no son esas que llamáis entre vosotros? Sac. Sí, señor. Baxí. Bien lo corBesas; música para nosotros divina es la que profesas. ¿No sabrás tirar un remo? Sac No, mi señor, porque temo reventar, que soy quebrado. Cadí. Irás á guardar ganado. LOS BAÑOS DE ARGEL 245 Sac. Soy friolero en extremo en invierno, y en verano no puedo hablar de calor. Baxí. Bufón es este cristiano. S.^c. ¿Yo búfalo? No. señor, antes soy pobre aldeano. En lo que yo tendré maña será en guardar una puerta ó en ser pescador de caña. Hazén^ hallándose con_Izuf, que regresa de entregar á su_propio pueblo y pariejites. se encoleriza con él de tal modo. — , Ljis-íl que en un arranque de noble indignación y de exaltación J- '^^ cristiana, arrojando sus riquezas, todas las probabl^dade? de libertad que contaba alcanzar y hasta su vida, le da de pu- •^ñaladas y mata al traidor renegado. Llega_£L_Cadí y se ma- ravilla grandemente del suceso. Cadí. ¿Eres cristiano? H.ULX. Sí sov; ,- ..^i f^^ ^' vrr-> y en serlo tan firme_estoy, lJÍ(?»-%°-'~ ^ V" «i que deseo, como has visto, " -^ L.*- ^ deshacerme y ser con Cristo si fuese posible ho}-. Irritados los musulmanes le condenan al ])ali»: mñ< él, con la exaltación de los mártires, dice : Dame, enemigo, esa cama. que es la que el alma más ama. puesto que al cuerpo sea dura ; dámela, que ágran ventura PDX-Slla el Cielo me llama- Cristianos, á morir voy, v/no moro, sino cristiano : que aqueste descuento doy del vivir torpe y profano en que he vivido hasta hoy. Del enorme número de.^ rene_gados exi si enic.s_en_ Argel testifica Haedo ^ diciendo que dejas 12^000 casas que com- ponían la ciudad, las 6^00 y más_estaban jiabitadas por ellos. I Topogra^hía. cap. xiii. 246 EL TEATRO DE CERVANTES a. (AI fin:) Con Licencia. Barcelona. Por Francisco Suria. [mf^ressor, coHe de la Paja; 4.°, 12 hojas sin numerar, á dos cois. 254 EL TEATRO DE CERVANTES El Gran Turco desea casar su hija con el general Zeliii, en premio de sus servicios y victorias ; para estorbar esto, Lucinda finge dar oídos á las palabras amorosas del corte- sano Amurates á fin de animarle á que desconcierte los pro- yectos del Sultán. Conociendo Amurates la conversación fre- cuente que la primera gasta con su jardinero, solicita á éste como tercero de su amor. Para el mejor suceso de sus propó- sitos, Lucinda determina recibir el bautismo y traza modo de huir con su amante. Después de variadas circunstancias, que enredan ingeniosamente la comedia, Lucinda, ya bauti- zada, con el nombre de Rosa y hábito de hombre, bien pro- vista de dineros y alhajas del tesoro real, logra huirse con su marido, llena de esperanzas risueñas y de entusiasmos por la nueva fe. Mas cautivados en la mar por el celoso Zelin son conducidos ante su padre, el cual, estallando en cólera, ordena sean aherrojados y se sepulten en una oscura maz- morra, para morir luego abrasados públicamente en una ho- guera. Los amantes, gozosos de perecer juntos, soportan va- lientemente sus martirios, y atados ya sobre la pira, rehusan indignados el perdón que Amurates les ofrece á cambio de que abjuren su ley y vuelvan á la de Mahoma. Arde la leña, y los dos, puestos los ojos en el Cielo, mueren mártires. Aun- que no original, como se ve, esta comedia no es despreciable. Los dos primeros actos están bien urdidos y escritos : el tercero es cansado y monótono, sin que basten á animarle los chistes del gracioso Gallo. Parecido asunto tiene asimismo el interesante romance Belardo y Lucinda, que Duran publicó y que debió de sa- carse de la comedia antecedente, asi como los de CcJinda y Don Antonio Moreno y el de Zoraida, de El Capitán cau- tivo \ En la comedia fainosa El Hechizo de Sevilla ^ cuvo I Números 1289, 1290, 1293 y 1294 del Romancero general de Duran. 2 Comedia famosa. El Hechizo de Sevilla. De Don Ambrosio de Arce. (Al fin:) Con Licencia: En Valencia, en la Imprenta de la Viuda de Josepli de Oreja, calle de la Criis Nueva, junto al Real Colegio del Señor Patriarca, en donde se hallará esta y otras de diferentes Títulos. Año J762; 4.°, 32 págs. á dos cois. LOS DAÑOS DE ARGEL 255 asunto es el cautiverio de Blanca por los argelinos, y su li- bertad por don Alfonso, su galán, hallamos una curiosa re- lación de cómo se hacían las incursiones en las tierras ma- rinas de España. El valeroso Tarif da así cuenta al Rey de Argel de una aprovechada y fructífera. Pasó la noclie, y el aurora fría con él iris de paz nos trajo el día; descubro á Vélez, salto en sus riberas, ocultando en las calas mis galerars, y en el traje español bien adornados, llevo conmigo algunos renegados que, expertos en la lengua y los vestidos, iban para esta empresa prevenidos. Entro en las caserías, y asegurados con industrias mías, usando mis rigores prendo sus infelices moradores; vuelvo al camino, y halla mi deseo el más gustoso empleo, pues una tropa á Málaga venía que la voz de tmas fiestas conducía. y sin hallar defensa en sus aceros, de libres los reduje á prisioneros. Y no contenta mi ambición sedienta, por causarle al cristiano más afrenta, de uno que en compañia de los demás venía. de aquellos que en su aprisco con el pardo sayal tiene Francisco, el hábito me pongo, y á entrar con él en Vélez me dispongo. Convoco á la justicia y caballeros diciendo que en el monte hay bandoleros. Dan crédito piadoso á mi embajada, y disponiendo aprisa su jornada los traje, siendo yo su incauta guía, á ser despojo de la industria mía. El caso contrario de El Hechi::o de Sevilla y aun de doña Catalina de Oviedo, nos lo presenta la muy reparalile come- 2 56 EL TEATRO DE CERVANTES día Los Esdaios de su csckwa \ de duii Juan del Castillo. Unas corsarios españoles, saqueando las costas argelinas, arrebatan á Aurora, hija del Rey de Argel, la cual, llegada a Alalaga, después de varios sucesos, abjura, se bautiza y casa con Enrique, caballero de aquella ciudad. Aluley, introdu- ciéndose astutamente en JMálaga, logra apoderarse de la prin- cesa mora, y la devuelve a Argel. Poco después son condu- cidos alli cautivos su esposo y toda su familia, la cual salva la mora, huyéndose con ellos, poderosamente ayudada por un misterioso marinero, que resulta ser el alma de un difunto enterrado de caridad por don Enrique. Este aparecido los vuelve á Málaga y aconseja á Aurora, llamada Maria, que se retire á un convento, como también lo hace su cuñada Leonor. El tipo del renegado, que como Hazén, en la comedia cervantina, logra desembarazarse de sus vicios y acaba már- tir, ha servido de tema á muchas obras de nuestro teatro ; tales son, entre otras, las comedias de El Renegado de Carnio- na ", anónima ; las que tienen por asunto al Renegado Zana- gá, ó Azán Agá, personaje histórico, de Bernardino Rodri- guez '', Cristóbal Morales ^ y Moreto " ; las que lo tomaron de los mártires madrileños, de Cáncer, V^illaviciosa y Moreto *^ 1 Comedia famosa. Los esclavos de su esclava, y hacer bien nunca se pierde. De Don Juan del Castillo. (Al final:) Con licencia. Barcelona: En la Imprenta de Francisco Suria. Año de IJÓQ; 4.°, 16 hojas sin nu- merar, á dos cois. 2 El Renegado de Cannona. De un ingenio de esta Corte. (Al fin :) Hallaráse esta Comedia y otras de diferentes Títulos en Madrid en la imprenta de Antonio Sanz, en la plazuela de la calle de la Paz. Año de 1753; 4.", 32 págs. Acaso sea la misma que atribuida á un tal García y correspondiente á la segunda cuarta del siglo xviii aparece prohibida en el índice expurgatorio (La Barrera. Catálogo, pág. 170). 3 El Renegado Zanagaí Del licenciado Bernardino Rodríguez. Ma- drid, heredaros de Juan Sanz; 4.°, 16 hojas sin íol. á dos cois. 4 Renegado Rey y Mártir. De don Chrisloval de Morales. Sevilla, Padrino ; sin a. ; 4.°, 24 págs. á dos cois. 5 El Esclavo de su hijo. De don Ag siin Moreto. (Tercera parte dt sus comedias ; págs. 38 y sigts.) 6 Dexar un reyno por otro y mártires de Madrid. (Parte 44 de Va- rios; págs. 74 y sigts.) LOS BAÑOS DE ARGEL 267 y de A'Ioiiroy y Silva ^ ; la intitulada No hay reino como el de Dios, de tres ingenios (Morete, Cáncer v Matos) ^: Los Mártires de Toledo, de Lobo ^; Cegar al rigoi' del hierro, de RipoU ■*. y la muy estimable de El Redcmptor cautivo, de dos ingenios (Matos y Villa\iciosa) ^, y que por muchos detalles se parece á Los Baños de Argel. Don Luis Fernández Guerra, en su libro sobre el célebre autor de Las Paredes oyen, afirma que la lectura de las co- medias moriscas de Cervantes inspiró á Alarcón la compo- sición de su obra La Manglanilla de Melilla- ^, cuyo asun- to es, en efecto, la manglanilla, esto es, treta y sutileza, ardid de guerra inolvidable ({ue llevó á cabo el famoso capitán Pedro Venegas de Córdoba, alcaide de Melilla. Añade el mismo escritor que la compondría Alarcón luego que apareció el tomo de las comedias de Cervantes, y que debió de representarse en el año de 1617. La novela de El Capitán cautivo inspiró tainbién algunas obras modernas, en cuyo asunto se entretejió la figura de Cervantes, pues fué creencia durante algún tiempo que era aquélla un episodio de la vida de su autor. Asi nacieron los dramas El Cautivo en Argel, de don Joaquín Tomeo y Beui.'- 1 Los Tres Soles de Madrid. De Don Cristoval de Monroy y Silva. (Al fin:) Con Licencia: en Valencia, en la Imprenta de la Viuda de Joseph de Orga. Año 1761 ; 4.", 28 págs. á dos cois. 2 No hay reino como el de Dios. Comedia nueva de tres ingenios. (Al fin:) Con licencia: En Sevilla, en la imprenta Castellana y latina de Diego López de Haro; 4.°, 31 págs. 3 Los Martyres de Toledo y texedor Palomequc. De Don Eugenio Gerardo Lobo. (Al fin :) Hallaráse esta Comedia y otras de diferentes Títulos en la Imprenta de Antonio Sane, en la Plazuela de la calle de la Paz. Año de 1751; 4.°, 18 hojas sin fol. á dos cois. 4 Cegar al rigor del hierro y cobrar vista á la sangre. Su autor Don Francisco Antonio Ripoll Fernández de Ureña. Con licencia. En Madrid: En la Imprenta de Don Pedro Joseph Alonso y Padilla; 4.", cuatro ho- jas de prels. y 48 págs. á dos cois. 5 El redemptor cautivo. (Al fin :) Con licencia en Sevilla por Fran- cisco de Leefdael; 4.°, 32 págs. á dos cois. 6 Parte segunda de comedias de D. Juan Ruiz de Alarcón. Ano Í634; en Barcelona; 4.° "7 2 58 EL TEATRO DE CERVANTES dicto ^ : Ccrz-aiifcs caiiliz'o, de Horta, y Ccrz'atifcs cii Ar- gel ~. de Antonio Espiñeira. todos de escaso mérito. Entre las numerosas continuaciones del Quijote existen algunas en lengua francesa, y entre ellas se señala una anó- nima poco conocida. i)iil)licada por i)rimcra vez en París en 1726 " y descrita por don José María Asensio "*. Relátase allí la historia de cierto caballero llamado Aranda, cautivo en Tetuán. que se fuga con su ama en una barca y con ella aporta á Barcelona. Aun(|uc de lejos, esta intriga recuerda mucho la novela del cautivo, y. por tanto. Los Baños de Argel. 1 El cautivo en .-Irgcl. drama rii un acto y en vcrsol Madrid, Rodrí- guez, 1862; 41 págs. en 8.° 2 Cervantes en Argel, drama en cinco actos y en verso. Santiago de Chile, Imp. Cervantes, 1886; 112 págs. + xi de notas, en 8." 3 Snite nouvclle et vcritable de rjiistoire et des avcnturs de ¡'in- comparable Don Quichotic de la Manche. Tradtiit d'un manuscrit es- pagnol de Cide Haniet Benengely son veritablc historien. A Parts, ckez Charles le Clerc; 1726: seis tomos en 8.°. con láms. y música. 4 Cervantes y sus obras: págs. 204 y sigts. IV EL GALLARDO ESPAÑOL Composición de esta obra. — Su fondo histórico. — Fuentes. — Tipos, ver- sificación 3^ juicios. — Valor autobiográfico de la comedia. — Su argu- mento : escenas notables. — Observacion^es. — El Español en Oran, de don Miguel de Barrios. — FJ. Galeote cautivo. En el año de 1581, desde el 21 de Mayo hasta el 26 de Junio, desempeñó Cervantes en Oran una comisión política. Con la primera de estas fechas consta una real cédula expe- dida en Tomar (Portugal), donde á la sazón se hallaba Fe- lipe II, en que se manda pagarle 50 ducados, parte de ayuda de costa para el oficio que llevaba. Recibiólos dos días des- pués y partió á cumplir su destino, del cual se hallaba ya de vuelta en la segunda data citada, en Cartagena, donde presen- tó otra real cédula por los 50 ducados restantes, librados á cargo de Juan Fernández de Espinosa, pagador de las añila- das, y que se le entregaron ^. Ignoramos qué clase de oficio tuvo Cervantes en tierra de Oran ni qué provecho hubo de resultarle para sí ; para el arte produjo este viaje la comedia de El Gallardo español, como demostraremos. La vida que se hacía en aquella pose- sión africana debía de ser en alto grado pintoresca, por la vecindad de árabes, berberiscos, turcos y judíos, y más mi- litar y guerrera que pacífica y sosegada. Tipos bizarros y cu- riosos, escenas sorprendentes, lances imprevistos, paisajes extraños, era mucho más de lo que necesitaba un genio tan observador y perspicaz como el de jMiguel para sentirse atraído é impresionado. Fresca y viva debía de conservarse I CoTAIUCLO Y AloRJ, Efc)néri(l'\< (•(')•-■•).•/,■,/,/■: pr'lL'. <)S. 2(^0 EL TEATRO DE CERNAXTES alli la tradición de la heroica defensa hecha de las plazas de Oran y de Mazalqnivir por el Conde de Alcaud ite y su her- mano, una de las páginas más gloriosas que guarda nuestra historia; y cuando esto no sucediese, quedaba el Diálogo de las guerras de Orón, libro de merecimientos literarios, cono- cido sin duda de Cervantes. Las relaciones entre los mora- dores de la plaza y sus vecinos, de tinte completamente caba- lleresco, reverdecian las costumbres descritas en nuestros ro- mances fronterizos. ¿Qué faltaba, pues? Forjar un enredo imaginario, y asi, cuando el autor del Qiiijotc quiso escribir una obra cuyo escenario fuese Oran, no hubo menester sino dejar correr la pluma al impulso de los recuerdos para "mezclar verdades 'c.con , fabulosos intentos^ — — Tal creo yo que fué la manera de nacer y componerse esta larguisima comedia llamada El Gallardo español, donde, en efecto, la verdad de la historia y la invención fantástica alternan por iguales partes. Tres caballeros v antiguos soldados, dichos Mendoza, Na- varrete y Guzmán, júntanse acaso en la iglesia mayor de Cór- doba, insigne catedral, antes mezquita. Rueda la conversa- ción sobre las cosas de África, y para tratar más despacio de las de Oran, vanse dos días á 'la fresca y amena huer- ta de uno de ellos. Alli el veterano Navarrete relata las empresas de nuestras armas en acjuella tierra ; su heroica con- quista por el viejo Conde de Alcaudete y su valerosa defensa por los dignos hijos de aquel valentísimo padre. Tal es eí ar- gimiento del ameno é interesante libro histórico ya citado ^, compuesto por el capitán Baltasar de Morales, natural de la Rambla, que se halló en todas las guerras que allí se tratan I Dialogo \ de las gvcr \ ras de Oran conipvesto,\ por el capitán Bal- tasar de Morales, natural \ de la Rambla, que se hallo en todas las \ que aqui se tratan del tiempo de \ los Condes de Alcaudete \ iuuieron aquella tenencia. | Dirigido a Martin Alón \ so de Montemayor | [Adorno tipo- gráfico.] I Con Pre7.0 EL TEATRO DE CERVANTES en los libros ya citados y con especialidad en el del padre Haedo ^. Persona histórica es asimismo el ingeniero militar Fratín, que aparece en la primera jornada de la comedia dirigiendo las fortificaciones de Oran, prevenidas para resistir el cer- co de los moros, en una escena sobre las murallas de la ciudad : Salen don Alonso de Córdoba, conde de Alcaudete, general de Oran; don Fernando de Saavedra, Giizmán, capitán; Fratín, in- geniero. Frat. Hase de alzar, señor, esta cortina á peso de aquel cubo, que responde á éste, que descubre la marina. De la orilla esta parte no se esconde; ■ma,s ¿qué aprovecha, si no está en defensa, ni Almansa á nuestro intento corresponde? Fratín, que en italiano vale lo mismo que frailecillo, fué nombre dado á Jácome Palearo ó Paleazzo, como se le llama en los documentos del archivo de Simancas. Cierto es c[ue Fra- tin anduvo en nuestros presidios de África y dirigió en la Goleta una fortificación nueva, derribada como las demás, cuando la triste pérdida de aquella fortaleza ^. Hace aquí memoria Cervantes del siniestro marítimo de la Herradura, desastrado caso que dejó doloroso recuerdo en muchos escritores y al cual se alude en el Quijote '", en uno de aquellos cuentos de Sancho que tanto entretenían á la Du- quesa. Fué así este suceso : El Gran Turco, deseoso de habér- selas francamente con España, su eterna enemiga, firmó tre- guas con el emperador Fernando de Alemania y mandó al Gobernador de Argel atacase á Oran y á Mazalquivir. Reunie- ron los argelinos un poderoso ejército, y Felipe H, para so- correr las plazas amenazadas, aprestó en Málaga 28 gale- ras, las t6 italianas, con terca de 4.000 soldados, sin la ma- rinería V chusma, al mando de don Juan de Mendoza. Una 1 Topographia de Argel; fols. 64 y sigts. y 75 y sigts. 2 Don Quijote, primera parte, cap- xr,. 3 Segunda parte, cap. xxxi. KL C.AI,L.\Ki>(i i-.M'.\.\( )i. 2(3? deshecha borrasca les obHga á refugiarse en el puerto de la Herradura, y el 19 de Octubre de 1562 las galeras, con el ejér- cito y su jefe, fueron sepultados en las olas. Sólo se salvaron, aunque muy maltratadas, las naves españolas Mendosa, San Juan y Soberana, y de las de Italia, la Capitana; de más de 400 personas que montaba la almiranta de España se salvaron solamente cuatro. Cipión Doria, general de las galeras de Ñapóles, se salvó; don Juan de Mendoza ofreció la libertad á dos turcos si le llevaban á tierra; pusiéronle en un pavés. y al ir ya á tocar la orilla tropezaron contra la aguja del ti- món de la María y don Juan quedó muerto en el acto ^. También recuerda Cervantes al principio de esta obra á don Manuel el Gallardo (pág. 169), que, á mi parecer, no es otro sino don Aíanuel de León, tan célebre por su valor, citado en multitud de obras históricas y literarias y de quien se hace memoria en la aventura de los leones. La hazaña que de él se refiere cuéntala un curioso romance viejo de la Rosa gentil, de Timoneda, reproducido en la Primavcvi\ y flor de romances, de Wolf ". Ese conde don Aíanuel... Garci Sánchez de Badajoz dice de nuestro héroe en su obra Infierno de amor ". Y vi más á don ^Manuel de León armado en blanco. y ell amor la ystoria d'el de muy esforzado y franco, pintado con vn pinzel : entre las quales pinturas vide las siete figuras de los moros que mató, los leones que domó, y otras dos mil auenturas que de vencido venció. 1 Relación manuscrita por Martín Figiicroa. que se halló presente al perderse Jas galeras en la Herradura: en la biblioteca de la Real .Aca- demia de la Historia. 2 Núm. 134. 3 Cancionero general de Hernando del Castillo (ediciLÍn de los Bi- bliófilos españoles'^, tomo t. nág. 484. 268 EL TEATRO DE CERVANTES De ninguna manera opinamos como el señor Máinez, cuando escribe ^ que "£/ Gallardo Español es la mejor obra dramática de Cervantes". Argumento, acción, personajes, unidad, todo está mejor prepa- rado y sostenido que en sus otras comedias... Conceptuamos El Ga- llardo como una coanedia notable entre las que reseñan aventuras militares y caballerescas, y superior á muchas del mismo género do Lope, Calderón y Tirso, puesto que teniendo todas sus más precia- das perfecciones, está exenta de la innumerabilidad de sus defectos. Tampoco hemos de aceptar los juicios que merece al erudito hispanista alemán Juho Leopoldo Klein, y al francés Emilio Charles : Comedia viva, llena de vida y movimiento, mezcla de lo histórico y novelesco, semi-entusiasta y semi-irónica, en que los diálogos de los soldados, los presentimientos de las mujeres, los madrigales, los alertas, los combates y los asaltos, una rica variedad de inven- ciones é incidentes, forman la ligera trama de la breve composición dramática. La obra, en verdad, es cansada y prolija ; los episodios novelescos, inverosímiles : las escenas hácense interminables, sin que sea poderoso á quitarle pesadez lo enmarañado y complejo de la fábula. Los caracteres son casi todos exagera- dos é inverosímiles, dándose el caso de que los personajes más simpáticos, más reales y de mejor sentido, son los ma- hometanos. Don Fernando de Saavedra es una especie de _ loco, cuya conducta se hace intolerable, y_por Jo que mira — ^ á las proezas de su yaulor, que él mismo se atribuys,_y_las_4ue— de él se refieren, increíbles hasta no más; véase esta_aventura : Dio fondo en una caleta de Argel una galeota, casi de Oran cinco millas, poblada de turcos toda. Dispararon los soldados con prisa una vez y otra; tanto, que dejan los turcos casi la cubierta sola. I Las comedias de Cervantes, pág. 91. EL GALLARDO ESPAXOl, 26q No hay ganchos para acercar á tierra la galeota; pero el bravo don Fernando ligero á la mar se arroja; ase recio de gúmena, que ya el turco aprisa corta, porque no le dan lugar de que el áncora recoja; tiró hacia sí con tal fuerza, que cual si fuera una góndola, hizo que el bajel besase el arena con la popa. Salió á tierra, y de ella un salto dio al bajel, ¡cosa espantosa! que piensa el turco que el Cielo cristianos llueve y se asombra. Reconocido su miedo, don Fernando, con voz ronca de la cólera y trabajo grita: "¡Victoria, victoria!" La voz da al viento y la mano á la espada victoriosa, con que matando é hiriendo corrió de la popa á proa. El solo rindió al bajel. Cien moros ha muerto en trances, siete en estacada sola, doscientos sirven al remo, ciento tiene en las mazmorras. Es muy humilde en la paz, y en la guerra no hay persona que le iguale, ya cristiana, ó ya que sirva á Mahoma, Con razón exclaman los oyentes de este relato : ¡ Mejor no lo ha visto Oran, ni tal no lo ha viste el sol ! Margarjta es^uuia_de aquellas doncellitas errantes qtte so- lamente seJiallan en lQsJihros_de-Caballerías con nombres de Bradamante, Marfisa, Antea, Espinela, Arquilea, Dorobella, Calaña, Zahara, Gradafilea, Arquisilora. Floralisa, Rosamun- di, Emiliana, Galercia, etc. Buitrago, desaforado comedor de 270 EL TLATRO DE CERVANTES insaciable estómago, es un l)ra\-ucón fachendoso, de ix)quí- sima sal, gracioso sin gracia, cuyo único registro consiste en pedir siempre de comer. )■ que, aun en los momentos de mayor peligro, puesto en la muralla, en \ez de combatir se ocupa en trasegar mendrugos y tragos de mosto. Con todo, este desarrapado militar existió y fué conocido de Cervan- tes, según se dice en la pintoresca descripción de su misé- rrima indumentaria : Entra á esta sazón Buitrago, un soldado con la espada sin vai- na, oleada con un orillo, tiros de soga ; finalmente muy mal parado : trae una tablilla con demanda de las ánimas del Purgatorio, y pide para ellas; y esto de pedir para las ánimas es cuento verdadero, que yo lo zñ; y la razón por que pedía se dice adelante: BuiT. Denme ])ara las ánimas, señores, pues sal)en que me importa. Conde. ¡ Oh buen Buitrago ! ¿Cuánto ha caído hoy? BuiT. Hasta tres cuartos. Mar. De ellos, ¿qué habéis comprado? BuiT. Casi nada; una asadura sola y cien sardinas. Mar. Harto habrá para hoy. BuiT. Por santo Nuflo, que apenas hay para que masque un diente. Mar. Comeréis hoy conmigo. BuiT. De ese modo habrá para almorzar en lo comprado. Mar. ¿y la ración? BuiT. Que la ración ya asiste á un lado del estómago y no ocu])a cuanto una casa de ajedrez pequeña. Fern. ¡ Gran comedor ! GuzMÁN. Tan grande, que le ha dado el Conde esta demanda por que pueda sustentarse con ella. BuiT. ¿ Qué aprovecha ? que como saben todos que no hay ánima á quien 'haga decir sólo un responso, si me dan medio cuarto es por milagro, y así pienso pedir para mi cuerpo, y no para las ánimas. Mar. Sería gran discreción. VA. CALL.WAH) K.vl'AÑMl. 27I BuiT. ¡Oh, pese á mi linaje! ¿ Xo sabe todo el mundo que si como por seis, que suelo pelear por siete? ¡ Cuerpo de Dios conmigo ! Denme ripio suficiente á la boca y denme moros á las manos, á pares y á millares, verán quién es Buitrago y si merece comer por diez, pues que pelea por veinte. Dieron en perseguirle los muchachos, por estrafalario é irascible, provocándole con la matraca: "Daca el alma. Bui- trago, daca el alma!", como nttestro autor recuerda, exci- tando su visible cólera. Tampoco él usa de mucho comedi- miento en el pedir: acomete á unos recién desembarcados en la playa de Oran, y les dice : Vuestras mercedes me den para las ánimas luego, que les estará muy bien. !Marg. Vayase, señor soldado, que no tenemos trocado. BuiT. La respuesta está donosa. Denme, pese á mis pecados ; siempre yo de aquella guisa medro con almidonados ; denme, que vengó de prisa y ellos están muy pausados. No tan sólo es pesado é impertinente este buen Buitrago. sino, además, muy mal cristiano y hasta algo salteador : BuiT. Asi guardan la ley de Jesucristo aquestos como yo cuando estoy harto, que no me acuerdo si hay cielo ni tierra : sólo á mi vientre acudo y á la guerra. M.ílrg. Pide limosna en modo este soldado que parece que grita ó que reniega, y yo estoy en España acostumbrado á darla á quien por Dios la pide y ruega. ¿Ya no le han dicho que no hay blanca, hermano? EL TEATRO DE CERVANTES BuiT. ¿Hermano? Lleve al diablo el jiarentesco y el ladrón que le halló la vez primera. Descosa, pese al mundo, ese grigüesco, desgarre esa olorosa faltriquera. De aquestas pinturitas á lo fresco ¿qué se puede esperar? VozM. Esa es manera de hacer sacar la espada y no el dinero. BuiT. Animas del Purgatorio, favorecedme, señoras, que mi peligro es notorio, si ya no estáis á estas horas durmiendo en el dormitorio... Sucede la acción, alternativamente, en Oran y en un adtiar árabe de las cercanías. En el primer lugar asistimos á los preparativos y á la defensa heroica de aquella plaza he- cha por nuestros compatriotas ; en el segundo, al suceso de los amores de la hermosa Arlaja y del valiente Alimuzel, turbados por el capricho de la mora de conocer al bravo don Fernando de Saavedra, á quien solamente de oídas se aficio- na. No se halla rastro de la fecha ni lugar de componerse^ esta comedia, como no sea la indicación de ser posterior á 1 581, cosa ya sabida con sólo advertir que tiene tres— jornar_ das y varios romances. Si de las inciertas frases verbales que tanto dieron que hacer á los comentadores del Quijote nos dejásemos llevar, resultaría que esta obra se compuso en Italia. Dícese en la jornada tercera (pág. 244) : á la bella Italia vine. Respecto á sti versificación, que Aíáinez enctientra de gus- to tan señalado, poco hay que decir; no es mejor ni peor que el común de las obras escénicas de su autor : con todo, hay algunos pasajes primorosos, que ya se irán marcando. El mismo crítico afirma que casi todo el verso que en ella se emplea es el romance ; sin embargo, es bien cierto que sólo hay cuatro, uno por acto ó jornada, y otro al fin de la obra; lo demás de ella son casi todo quintillas, con algunas redon- EL GALLARDO ESPAÑOL fiillas, endecasílabos sueltos, tercetos, silvas y octavas rea- les para los ¡personajes históricos. Entre éstos y los nacidos de la invención cervantina, alcanzan los de la comedia el número de 24 \. sin contar los árabes, soldados v marinos españoles, que en cifra indeterminada aparecen en varias es- cenas. Termínanse los actos sin causa que lo motive, sólo porque es fuerza dar algún descanso; y el segundo, finali- za en lugar de todo punto inconveniente. La calificación que hemos dado á las comedias de novelas en verso puédese apli- car especialmente á ésta. La extraña insistencia con que Cervantes mezcla en sus obras lo real y lo fingido dio origen al prurito de buscar en todas ellas retratos directos y copia fiel de aventuras, des- pojando á nuestro autor de la inventiva y convirtiéndole meramente en hábil y artificioso copista de la realidad. En la comedia de que ahora tratamos se menciona un Fernando de Saavedra, según hay otro Saavedra en Los Tratos, donde todos vemos personificado al manco de Lepanto ; un viejo de nombre \"ozmediano, como era el segundo apellido del suegro de Cervantes, Fernando de Salazar Vozmediano, y algunos lances y pasos en la historia de doña Margarita, que pudieran aplicarse al autor del Quijote, sobre todo en lo que puede aludir á su famoso viaje á Italia. No necesitaban tanto los cervantistas para dejar volar la fantasía por el cielo de las hipótesis. Jlíjiiüe- que Gervan- TES^se personificaba en el don Fernando de Saavedra ^^a-^ lárij valiente, hermoso, destrísimo en todo ejercicio de ar- mas y deportes: hombre de hacJeiida.y__de linaje^ jie ingenio agudo y expedita lengua: como si por mucho que á MlGUíx le cegara su amor propio, pudiera nunca creerse adornado con tan brillantes cualidades. Por lo que mira al valor, no sería ciertamente exagerado: sus heridas en Lepanto y sus 1 Además de los mencionados en las respectivas tablas, intervienen en esta obra dos moros (pág. 194), uno (pág. 204), tres soldados (pá- gina 228), Muzel (pág. 262\ un moro (pág. 267) y uno (pág. 273). 2 Dí.\z DE Benjume-a, La verdad sobre el "Quijote". (Madrid, Gas- par, 1878), pág. 21. 18 icie 274 EL TEATRO DE CERVANTES peligrosas aventuras en Argel le acreditan de valentísimo y su recuerdo vivirá siempre en la memoria de los hombres. Mcás camino llevaba hacerse cargo de las alusiones es- tampadas en la narración de ^Margarita á su viaje por Italia y otros lugares, tantas veces recordado por Cervantes en sus novelas La GitanUla, en La Fuerj:a de la sangre, El Per- siles, sobre todo en El Licenciado Vidriera, y hasta en el entremés de La Guarda cuidadosa '. Dice la enamorada y resoluta doncella : Nací en un lugar famoso de los mejores de España, de padres que fueron ricos y de antigua y noble casta, los cuales, como prudentes, apenas mi edad temprana dio muestras de entendimiento, cuando me encierran y guardan en un santo monasterio de la virgen Santa Clara. Quedé con solo un hermano, de condición tan bizarra, que parece que en él solo hizo asiento la arrogancia. Llegó la edad de casarme ; Y entre los que me pidieron fué uno que con la espada satisfizo á mi respuesta, según se la dieron mala. Ausentóse y fuese á Italia, según después tuve nuevas. Tardó mi hermano en sanar mucho tiempo, y no se acuerda en mucho más de su hermana, como si ya muerta fuera. Vi que mi hermano aspiraba, codicioso de mi hacienda, I '"Viaje de Cervantes á Italia '". articulo de! mismo Bf.n'jumea en el Bnlefín bibliográfico, de Hidal^ío, y luego ])uh!icado en otros lugares. I£L GALLARDO ESPAÑOL 273 J^dej nrmt' pnfrp paradle medio viva y medio muerta. Dejóme un viejo mi padre, hidalgo y de intención buena, él quisiera que el caballero que tuvo con mi hermano la pendencia, fuera aquel que me alcanzara por su legitima prenda, porque eran tales las suyas que por extremo se cuentan. Pintómele tan galán, tan gallardo en paz y en guerra, que en relación vi un Adonis y á otro Marte vi en la tierra. Dijo que su discreción igualaba con sus fuerzas, puesto que valiente y sabio pocas veces se conciertan. y fué de tanta eficacia la relación verdadera, que adoré lo que los ojos no vieron, ni ver esperan : Enamorada de oídas del caballero fluedije, me sali del monasterio, y en traje de hombre vestíme. Dejé el hermano y la patria y entre alegre y entre triste, con mi consejero anciano á la bella Italia vine. De la mitad de mi alma, para que yo más le estime, supe allí que en estacada venció á tres y quedó libre, y que la parlera fama, que más de lo que oye dice, le trujo á encerrar á Oran, que espera el cerco terrible. En alas de mi deseo desde Ñapóles partimo : 27Ó KL TEATRO DK CERVANTES llegué á Oran, facilitando cualquier dudoso imposible. De esta larga relación dedujo don Nicolás Diaz de Ben- jumea, autor de La Estafeta de Uryanda, que Cervantes cortejó en edad muy temprana á doña Catalina Salazar y Palacios, y que, rechazado con desprecio por su hermano, quiso hallar su desagravio en la jíunta de su acero, hiriéndole en desafio, y temiendo luego la venganza del ofendido, fuéle forzoso ausentarse de España y pasó á Italia ; añade que este contrariado amor subsistió en su pecho y engendró el poe- ma de La Calatea. Apoyó esta opinión de Benjuniea don Antonio Díaz Benzo ^. A primera vista parece robustecer esta errada conjetura la orden de prisión dada en Madrid, á 15 de Septiembre de 1569, al alguacil Juan de Medina, contra cierto Miguel de Zervantes, condenado en rebeldía á que con vergüenza pública le fuese cortada la mano derecha y á destierro del reino por diez años y otras penas, á causa de "haber dado ciertas heridas á Antonio de Sigura, andante en esta corte". Pero aún no sabemos de cierto si este documento reza con el autor del Quijote, por más que todas las apariencias tiran á que no. La identificación de Margarita con doña Catalina, ofrece aún mayores inconvenientes que la de Cervantes con don Fernando de Saavedra. Doña Margarita de Valderrama na- ció en Jerez de la Frontera; doña Catalina, en Esquivias ; Margarita es hija de un capitán de las guerras de Francia; Catalina, de Fernando de Salazar y Vozmediano; Margariii fué encerrada en un convento de Clarisas, en su pueblo ; dr Catalina no se sabe que lo fuese, y en Esquivias no había tales monjas en el siglo xvii ; los padres de Margarita mu- rieron en edad temprana ; la madre de Catalina vivía aún en la fecha de su casamiento ; Margarita sólo tuvo un herma- no, don Juan de Valderrama; Catalina, varios; Margarita, vestida de hombre, pasóse á Italia, en seguimiento de don I "Cervantes y Don Quijote", artículo en la revista Cervantes, 22 dí Agosto de 1875. i i i F.L GALLARDO ESPAÑOL 277 Fernando; no hay memoria de que Catalina saliese de Es- paña. Por último, si la pendencia supuesta entre Cervan- tes y un hermano de doña Catalina ocurrió en el año de 1569, hay que suponer al Príncipe de nuestros ingenios enamorando á una niña de tres á cuatro años, pues su fu- tura esposa nació en 12 de Noviembre de 1565. ¡Hasta tal punto conduce el afán desordenado de sutilizar cosas que á ello no se prestan ! No negaré yo, antes lo afirmo, que en El Gallardo es- pañol se hallen alusiones á sucesos personales de su autor; pero jamás hasta el punto que el de El Correo de Alquif? pretende. Los recuerdos personales que en esta obra campear; se refieren al viaje del Manco sano á Oran en 1581 v pooj más : creer otra cosa será edificar en el viento. Comienza la obra en el aduar árabe vecino á Oran. Ar- laja, mora principal, rica y hermosa, y como tal antojadiza enamórase, al parecer, del valeroso español don Fernando de Saavedra, á causa de las heroicas proezas y valentías que de él oye referir á diario, y arde en deseos de \erle ; Quiero ver la bizarría deste que con miedo nombro, de este espanto, de este asombro de toda la Berbería. Quiero de cerca míralle. pero rendido á mis pies. Alimuzel, moro valiente y discreto, de los galanes de Meliona, preso en amores de la linda musulmana, apréstase á cumplir este capricho, aunque observando : ¿ Posible es que te desvela deseo tan mal nacido ? Conténtate que le mate, si no pudiere rendille; que detener al herílle el brazo, será dislate. Mas Arlaja insiste: Quiérole preso y rendulo, aunque sano y sin cautela. 278 EL TEATRO DE CERVANTES ; Kstá tan puesto en razón , r^.^^' Marte, desnuda la espada, que la tenga nivelada al peso de tu afición? pregunta el rendido amante, y la implacable mora responde • Yo he puesto precio á mi amor, mira si le puedes dar. De aquí nace que cuando el general de Oran, acompa- ñado de Fratín y capitanes, examiua los muros de la plaza, llégase un centinela á decirle: Señor, con ademán bravo y airoso picando un alazán, un moro viene y á la ciudad se" acerca presuroso. Bien es verdad que á veces se detiene y mira á todas partes recatado, como quien miedo y osadía tiene. Adarga blanca trae y alfanje al lado: lanza con bandereta de seguro y el bonete con plumas adornado. Entra, en efecto, el gallardo hijo del desierto, á caballo, con lanza y adarga., y en voz alta y sonora dirige al bravo cristiano este bellísimo reto, recuerdo de aquellos célebres desafíos de nuestros romances, como el famoso de Tarfe : Escuchadme los de Oran, caballeros y soldados, que firn^áis con nuestra sangre vuestros heohos señalados : Alimuzel soy, un moro de aquellos que son llamados galanes de Meliona, tan valientes como hidalgos. No me trae aquí Máhoma á averiguar en el campo si su secta es buena 6 mala, que él tiene de eso cuidado : tráeme otro dios más brioso, que es tan soberbio y tan manso, que ya parece cordero y ya león irritado; y este dios que así me impele es de una mora vasallo, EL GALLARDO KSPAXOL 279 que es reina de la hermosura, de quien soy humilde esclavo. y asi á ti te desafío. * don Fernando el fuerte, el bravo, tan infamia de los moros cuanto prez de los cristianos. Y para darte ocasión de que salgas mano á mano á verte conmigo ahora, de estas cosas te hago cargo: que peleas desde lejos; que el arcabuz es tu amparo; que en comunidad aguijas y á solas te vas despacio; que eres Ulises nocturno, no Telamón al sol claro; que nunca mides tu espada con otra, á fuer de hidalgo ; si no sales, verdad digo ; si sales, quedará llano, ya vencido ó vencedor, que tu fama no habla en vano. Aquí, junto á Canastel, solo te estaré esperando hasta que mañana el sol lleve al Poniente su carro. Del que fuere vencedor ha de ser el otro esclavo : premio rico y premio honesto : ven, que espero, don Fernando. Determínase Saavedra á salir al reto, pero don .Vlonso de Córdoba le detiene. Enviase esta nueva al moro por el capitán Guzmán, camarada de Saavedra. deseoso de tomar á su cuenta aquella aventura; mientras Alimuzel, esi>erando al desafiado, lamenta los desdenes de Arlaja. y rendido del sueño se queda dormido. Hay en esta comedia un traidor, cosa rara en el teatro cervantesco, con todos los caracteres acostumbrados en tales personajes : ruindad de corazón, miseria de vida, fealdad de cuerpo, antipatía de trato, cobardía y demás buenas partes, 28o EL TEATRO DE tER\-.\NTES tan vulgarizadas por los melodramas. Xacor es jarife de los intitulados descendientes de la familia del profeta, y que por esta alta procedencia, usaban el privilegio de llevar tur- bante verde. Este tal, también enamorado de Arlaja, surge para contemplar domiido á su rival : ...y no sé qué es esto, que con ser enamorado, soy de tan bajo supuesto, que no hay conejo acosado más cobarde ni más presto. De esto será buen testigo el ver aquí mi enemigo dormido y no osar tocalle, deseando de matalle por venganza y por castigo, i Que esté celoso y con miedo ! Por Alá que es cosa nueva. Llégase también el capitán Guzínán y el valeroso agare- no, lo cree su enemigo; mas descúbrese el capitán, da su em- bajada y añade: Pero dice don Fernando que le estés aquí aguardando hasta el lunes, que él te jura salir en la noche oscura aunque rompa cualquier bando. El astuto Nacor, interesado en que su contrario quede por cobarde ante los negros ojos de la mora, persuade á Ali- muzel á que se torne al aduar, imbuyéndole el temor de algu- na celada por parte de los cristianos, y ofreciéndose por tes- tigo de su esfuerzo. Consigúelo, y tórnanse á sus hogares en el momento en que Arlaja, platicando con su cautivo Oro-, pesa, así declara stv interior : Las alabanzas extrañas que aplicaste á aquel Fernando contándome sus hazañas se me fueron estampando en medio de las entrañas : y de allí nació un deseo no lascivo, torpe ó feo, aunque vano por curioso EL GALLARDO ESPAÑOL 2S1 de ver á un hombre famoso más de los que siempre veo. Nacor, lejos de favorecer á iVlimuzel, le culpa, achacán- dole la cobardía de no haber esperado el plazo pedido por don Fernando. Espantado le escucha Alinuizel : Nacor, endiablado estás; no sé cómo no te he muerto. Xac. Mal haces de amenazarme, ni. soberbio, ocasión darme para que contigo rife. pues sabes que soy jarife O-^K.w^ y que pecas en tocarme. ~Alim. Paso, mi señor valiente. que entiendo deste contraste, sin que ninguno le cuente, que ni él salió ni esperaste. Xac. Es asi. Alim. ¿Un jarife miente? Por Alá que es gran maldad. El diablo se me reviste é incita á hacerte pedazos. Xac Jarife soy, no me toques con los dientes ni los brazos ni á que te dé me provoques duros y fuertes abrazos, que ya sabes que ^lahoma por suya la causa toma del jarife y le defiende, y al soberbio que le ofende á sus pies le humilla y doma. Talle llevaba la disputa de engestarse muy mal para Na- cor si dos moros no entraran en esto un prisionero cristiano, en cuerpo v sin espada, pero reventando de bra\'o y soberbio Al presentarlo á Alimuzel como cautivado por su escuadra replica don Fernando, pues él es : Miente el villano: vo me entregué sin poner pies á huir ni á espada mano. Si no quisiera entregarme no pudieran cautivarme tres escuadras ni aun trescientas. 282 El, TEATRO DE CERVANTES Al punto lo toma Aliniuzel por testigo de su \'erdad con- tra la mentira del jarife; dice en efecto, el soldado, hablan- do del moro retador, que fué tenido por bueno y de gran brío, que el retado salió al campo, pero que no halló á Alimuzel ; ofrece éste entonces tornar -¡ror el cristiano; y á continua- ción se hace este vivo, rápido y animado diálogo: Fer. Es don Fernando robusto y habrá que hacer en prendelle. Arl. ¿ Es valiente ? Fer. Como yo. Arl. ¿ De buen rostro ? Fer. Aqueso no, porque me parece mucho. Alim. Todo esto con rabia escucho. Arl. ¿ Tiene amor ? Fer. Ya le dejó. Arl. Luego ¿ túvole ? Fer. Sí creo. Arl. ¿ Será nmdable ? Fer. No es fuerza que sea eterno un deseo. Arl. ¿ Tiene brío? Fer. y tiene fuerza. Arl. ¿Es galán? Fer. De buen aseo. Arl. ¿Raja y hiende? Fer. Tronca y parte. Arl. ¿Es diestro? Fer. Como otio Marte. Arl. ¿ Atrevido ? Fer. Es un león. Arl. Partes todas estas son, cristiano, para adorarle á ser moro. Cosa poco usada en las obras cervantinas son estas con- versaciones movidas y vibrantes, y asi, desde tal punto de vista acaso sea ésta la mejor. Por lo común Cervantes, como); todos los escritores contemporáneos suyos, acostumbra á em- plear poquísimo las frases cortas ; los diálogos de sus come- dias suelen ser parlamentos alternados ; tanto más cuanto EL GALLARDO ESPAÑOL 28? más alto es el grado en la jerarquía social de los interlo- cutores. Oropesa, cautivo anciano, que ha conocido á don Fer- nando, no obstante su disfraz, oye la causa de éste : Xo quiso el general mió que saliese al desafío que me hizo aqueste moro : yo, por guardar el decoro que corresponde á mi brío, me descolgué por el muro, y cuando pensé hallar lo que aun agora procuro, un escuadrón vino á dar conmigo, estando seguro. Era la noche cerrada, y como vi defraudada mi esperanza tan del todo, con el tiempo me acomodo : mentí, rendíles la espada. Díjeles que mi intención era venir á ponerme de grado en su sujeción y que quisiesen traerme á reconocer patrón. Dijéronijie que este Alí era su señor, y así vine sin fuerza y forzado. En el cerco que se aproxima y que ya no hay quien de- tenga, ofrece el mismo Saavedra á Alimuzel darle á toda su voluntad á su enemigo, á lo que el moro replica con nobles palabras : No es enemigo el cristiano : contrario, si. contestadas por estas otras, no menos generosas : la ley que divide nuestra amistad no me impide demostrar hidalgo el pecho; antes con lo que es bien hecho se acomoda, ajusta v mide. 284 EL TKATRO DE CERVANTES Mientras todas estas cosas suceden en el aduar árabe, los de Oran se aperciben al cerco, esperado pero no temido. Prevenidos los muros y mejorados los fuertes de la plaza, dispone el Conde de Alcaudete que su hermano menor vaya á encargarse de la defensa de j\lazal(|uivir. muy amenazado, dada su posición. En esto vienen á leer al gobernador la si- guiente valerosa petición, que hace el elogio de las mujeres de Oran : Doña Isabel de Avellaneda, en nombre de todas las mujeres desta tierra, dice que llegó ayer á su noticia que, por temor del cerco que se espera, quieres que quede la ciudad vacía de gente inútil, enviando á España las mujeres, lus viejos y los niños, resolución prudente, aunque medrosa, y apelan de esto á ti de ti, diciendo que ellas se ofrecen de acudir al muro, ya con tierra ó fagina, ó ya con lienzos bañados en vinagre con que limpien el sudor de los fieros combatientes que asistan al rigor de los asaltos ; que tomarán la sangre á los heridos; que las más pequeñuelas harán hilas dando la mano al lienzo y voz al cielo con tiernas, virginales rogativas, pidiendo á Dios misericordia, en tanto que los robustos brazos de sus padres defienden sus murallas y sus vidas; que los niños darán de buena gana para enviar á Kspaña con los viejos, pues no pueden servir de cosa alguna; mas ellas, que por útiles se tienen, no irán de ningún modo, porque piensan por Dios y por su ley y por su patria morir sirviendo á Dios,, y en la muerte, cuando el hado les fuese inexorable, dar el último vale á sus maridos, ó ya cerrar los ojos á sus padres con tristes y cristianos sentimientos. En fin, serán, «eñor, de más provecho que daño, por lo cual te ruegan todas que revoques, señor, lo que ordenaste i:l gallardo español en cuanto toca á las mujeres sólo, que en ello harás á Dios servicio grande merced á ellas y favor inmenso. Esto la petición, señor, contiene. ¡Hermoso rasgo! Bien dice don Alonso de Córdoba: yo agradezco y admiro su gallardo ofrecimiento, y que de su valor tendrá la fama cuidado de escribirle y de grabarle en láminas de bronce, por que viva- siglos eternos. Hase notado en la plaza la ausencia de don Fernando, v los pareceres se dividen ; los niños de la ciudad van prego- nando c|ue se pasó al moro ; el alférez Robledo censura la conducta de su colega, ora haya renegado ó no, pues hizo mal en dejar la oiiarnición en tales tiempos: Guzmán, co- nocedor de la verdad del caso, sale á la defensa de su ca- marada ; trál)anse de palabras, meten mano v pelean, termi- nando por ir presos de orden del de Alcaudete : Uxo. Setior, la guarda ha descubierto agora un bajel por !:' parte de ooniente. Mar. ¿Qué vela trae? Uno. Entiendo que latina. Conde. \'amos á recibirle á la marina. Arriban en ella un anciano caballero español y un ga- llardo mancebillo barbiponiente de mucho entono y bizarria, volantes plumas y rizos : son el ayo Vozmediano y la deter- minada Margarita en hábito de hombre y nombre de Anas- tasio. Muy aficionado fué Cervantes, como Tirso de Moliii;: y otros escritores, á sacar en sus obras mujeres valerosas v arriesgadas, que por motivos de honra se lanzan á correr el mundo en hábitos varoniles. Recuérdense en el Quijote l:i discreta Dorotea, huida por los montes en traje de pastor: la bizarra y graciosa aparición de Claudia Jerónima en de- manda de Roque Guinart : la cautividad de la hermosa mo- risca Ana Félix, con su bellísimo y casi trágico suceso; re- cuérdense las dos doncellas de la novela de este nombre y 28Ó EL TEATRO DE CERVANTES los varios pasajes del Prrsücs y Scyisiintiuia, en que el caso se repite. Adelante, en la comedia El Laberinto de amor, tornaremos á presenciar disfraces semejantes. Mujei*es gue- rreras hubo en España, como la célebre Antonia Garcia. in- mortalizada en Toro, por los dias de los Reyes Católicos, heroína de un drama de Tirso de Molina ; Mayor Fernández Pita, de memorable conducta en la defensa de la Coruña el año 1589: doña Catalina Eraúso, la monja alférez, cuyos heclios dejaron á la posteridad motivos de admiración y de dudas ; Agustina Zaragoza, la Condesa de Bureta y otras nuichas. Por lo que toca á la costumbre de salir á escena las comediantas en traje del otro sexo, el mismo Cervantes en El Licenciado J Id riera \. nos informa ser común en su tiempo. Ya antes habia dicho el ingenioso farandulero Agustín de Rojas Villandrando en su ¡'¡aje entretenido: Eran las mujeres bellas, vestíanse en hábito de hombre y vestidas y compuestas á representar salían con cadenas y con perlas. Nacor, que se brinda á prender á don Femando, cosa que éste encuentra muy l)ien, pues que amante favorecido es un león atrevido, y romperá, por su dama, por la muerte y por la llama del fuego más encendido, llega con nui}' diversa intención á Oran. Puesto ante el ge- neral, así se explica : Digo, señor, que entregaré sm duda la presa, que he contado, fácilmente, en el silencio de la noche muda con muy poquito número de gente ; y porque al hecho la verdad acuda, las manos á un cordel daré obediente; I El Licenciado Vidriera. (Autores españoles. 1, pág 152.) EL GALLARDO ESPAÑOL 2H7 dejarénie llevar siendo yo guía que os muestre el aduar antes de día; y sólo quiero de esta rica presa. por quien mi industria y mi traición trabaja, ' un cuerpo que á mi alma tiene presa: quiero á la bella sin igual Arlaja. Por ella tengo tan infame empresa por ilustre, por grande y no por baja: que por reinar y por amor, no hay culpa que no tenga perdón y halle disculpa. Guzmán se determina á la empresa, pero- don Martín ob- serva prudentemente : Cubre el traidor sus malas intenciones con rostro grave y ademán sincero, y adorna su traición con las razones de que se precia un pecho verdadero ; de un Sinon aprendieron mil Sinones ; y así, el que es general, al blando ó fiero razonar del contrario no se rinde sin que el primero la intención deslinde. Prepárase la expedición ; decídese Margarita á ir en ella con extraño parecer, pues procuraré ser presa, puesto que vaya á prender. Sabré cautiva da quien me cautivó sin sabello. pensando de hacerme bien ; daré al moro perro el cuello, porque á mi alma me den ; que no es posible sea moro quien guardó tanto el decoro de cristiano caballero, y si fuese esclavo, quiero dar por él mil montes de oro. y mientras tanto sueña .Vrlaja con el asalto del adía;. ; alborotada y temerosa coiTe á buscar la compañía de Ali- muzel V de sus cautivos, quienes al punto la sosiegan. S;ia\ r- dra manifiesta este increíble arranque: Xo te congojes, señora, que si llegare la hora 288 El, TKATRt) DK CHUÑANTES do verte en aquese aprieto, lil)rart€ del te prometo, por el Dios que mi alma adora. Con lo cual todos decimos con Oropesa : O está don Fernando loco ó es ya de Cristo enemigo. Llegan, en efecto, "Nacor, atadas las manos atrás con un cordel, y tráele Buitrago, el capitán Guzmán, Margarita y otros soldados con sus arcabuces". El traidor jerife guía la gente: Margarita se aparta aposta, buscando el aduar. Apercibense los asa'ltados á la defensa, y todo es confu- sión y barullo ; unos pelean, otros huyen ; los más se entregan al saco y al pillaje, los menos á tomar prisioneros, y todo se confunde y nadie se entiende. La escena no carece de viveza, de rapidez ni de realidad. Suena dentro: "¡Arma!; ¡arma! ¡Santiago! ¡Cierra, cie- rra España, España!" Sale al teatro Nacor. abrazado con Arlaja. y á su encuentro Buitrago. BriT. Por aqueste portillo se desagua el aduar, soldados ; aquí, amigos. — Tente, perro cargado ; tente, galgo. Nacor. Amigo soy, señor. BuiT. No es este tiempo para estas amistades; tente, perro. Nacor. Muerto soy por Alá. BuiT. Por San Benito que he pasado á Nacor de parte á parte, y que ésta debe ser su amada ingrata. Arl. Cristiano, yo me rindo, no ensangrientes tu espada en mujeril sangre mezquina. Llévame do quisieres. (Sale /íl¡m¡i:::cl.) Alim. La voz oigo de Arlaja bella, que socorro pide. — ¡ Ah, perro ! suelta. BuiT. Suéltala tii, podenco sin provecho. — ,; \o íiay quien me ayude aquí? Arl. Mientras pelean aquellos dos, podrá ser escarparme. KL GALLARIK) i:.SPA.\(tL 982 si acaso acierto de tomar ]a parte que lleva á la montaña. Marg. Si me guías seré tu esclavo, tu defensa y guarda, hasta ponerte en ella. \'en, señora. Alimuzel, Buitrago, Fernando, Guzniiin y Margarita, pe- lean entre sí, y al cabo, herido Alimuzel, Saavedra ahuyenta á los demás, menos á ^largarita, inmóvil ante su presencia; Fer. Yo te pondré en las ancas de un caballo de los tuyos ; amigo, no desmayes. Mar. Mayor merced me harás si aqui me dejas. Fer. ¿Quieres quedar cautivo por tu gusto? Mar. Quizá mi libertad consiste en eso. Fer. ¿ Hay otros don Fernandos en el mundo ? Deanos lugar que los cristianos pasen. Retiraos á esta parte. ^Iar. ^'o no puedo. Fer. Dadme la mano, pues. ^Iar. De buena gana. Únicamente sale beneficioso en esta escaramuza el cau- tivo Oropesa, que por ella á la chita callando se salva, carga- do de riquezas. Cuando los victoriosos cristianos entran en Oran, hallan á los jefes platicando con Vairán, un renegado, que los informa de los aprestos del moro : Digo, señor, que la venida es cierta, y que este mar verás y esta ribera, él de bajeles lleno, ella cubierta de gente innumerable y vocinglera. De Barbarroja, el hijo se concierta con Alabez y el Cuco, de manera que en su favor más moros dan y ofrecen que en clara noche estrellas se parecen. Los turcos son seis.mil y los leventes siete mil, toda gente vencedora ; veinte y seis las galeras, suficientes á traer municiones de hora en hora. Andan en pareceres diferentes sobre cuál de estas piezas se mejora en fortaleza y sitio, y creo se ordena de dar á San Miguel la buena estrena. 290 EL TEATRO DE CERVANTES Esto es, señor, lo que hay del campo moro, y en Argel el armadla queda á punto; y Azán el rey, guardando su decoro, que es diligente, la traerá aquí al punto. Llega Alargarita al aduar de Arlaja, y allí comienza e! cuento (le sus aventuras, (]ue es inten-timpido por el paso de los ejércitos de los reyes Cuco y Alabez, que son invitados por la bella mora. Cien canastos de pan blanco apurado con treinta orzas de miel, aún no tocada, y del mienudo y más gordo ganado casi os ofrezco entera una manada ; dulce lebeni, en zaques encerrado, agrio yagurt, y todo aquello es nada si mi deseo no tomáis en cuenta, que en su virtud la dádiva se aumenta. Pártense los huéspedes ; termina su historia la disfraza- da doncella; accede á vestirse de musulmana y pasar á la compañía de Arlaja, y para que ésta pueda hallar á su es- condido amado, determínanse todos á entrar en el real de los Reyes acárenos. Desde su plaza dan órdenes y disposición los espaiioles para la pelea. CoxDE. Turcos cubren el mar, moros la tierra: don Fernando de Cárcamo al momento á San Miguel defienda y á la guerra se dé principio con furor sangriento. Mi hermano, que en Almansa ya se encierra, mostrará de quien es el bravo intento; que este perro (que nunca otra vez ladre) es el que en Mostagán mordió á su padre. GuzM.\N. Mal puedes defenderle la ribera. Co.VDE. No hay para qué, si todo el campo cubre del Cuco y Alabez la gente fiera. tanta, que hace horizonte lo que encubre y los que van poblando la ladera de aquel cerro empinado que descubre y mira exento nuestros prados secos, son los moros de Fez y de Marruecos. Coronen las murallas los soldados y reitérese el arma en toda parte ; EL GALLARDO ESPAÑOL 2QI estén los artilleros alistados y usen certeros de su industria y arte ; los á cosas diversas diputados acudan á su oficio y dése á Marte el que á Venus se daba y haga cosas que sean increíbles de espantosas. Vairán, malo como renegado, que antes vendió á sus her- manos de fe actual, vende ahora á los de la pretérita, pre- sentándose ante Azán Bajá y los reyes Cuco y Alabez para noticiarle los aprestos cristianos. Ante los Reyes vienen asimismo Arlaja, Margarita, Ali- muzel y don Fernando, y poco después un cautivo, hecho por las fragatas argelinas en el bergantín que de la Vcc se llama. Tan pronto aparece. Margarita se cubre el rostro con un velo, pues el recién venido no es otro que su hennano don Juan de Valderrama. el cual se asombra de hallarse con don •Fernando vestido á la marisca. Interés tiene el diálogo qtie sigue entre don Juan }• don Fernando, siquiera el recin"so em- pleado por éste para despistar á su contrario sea harto vulgar. Nueva perplejidad embarga á don Juan esctichando el habla de su encubierta hernuana: Ayer me entró por la vista cruda rabia á los sentidos, y hoy me entra por los oídos sin haber quien la resista. Sus ruegos alcanzan (pie la pretendida Fátima se descu- bra, pues nunca para las moras los cristianos fueron hombres. pero no que se dé á conocer: i>or el contrario, las dos damas se divierten á costa de sus vacilaciones, en esta graciosa y movida escena: Mar. Descúbrome: vesme aquí: cristiano, mírame bien. 292 EL TEATRO DE CERVANTES JuAX. ¡ Oh, el mismo rostro de quien aquí me tiene sin mí ! i Oh, hembra la más liviana que el sol ha visto jamás! ¡ Oh, hermana de Satanás, primero que no mi hermana ! Arl. ¿Qué dices, perro? Juan. Que es ésta mi hermana. Arl. ¿Fátima? Juan. Sí. Arl. En mi vida vi ni oí tan linda y graciosa fiesta. ¡Tuya mi hermana! ¿Estás loco? Mírala bien. Juan. Va la miro. Arl. ¿Qué dices, pues? Juan. Que me admiro y en el juicio me apoco. ¿Por dicha hace iMahoma milagros? Arl. Mil á montones. Juan. ¿Y hace transformaciones? Arl. Cuando voluntad le toma. Juan. ¿Y suele mudar tal vez en mora alguna cristiana? Arl. Sí. Juan. Pues aquesta es mi hermana y la tuya está en Jerez. Arl. Roama, Roama, ven. (Entra Roama.) Roa. Señora, ¿qué es lo que mandas? Arl. Que pongas las carnes blandas á este perro. Roa. Está muy bien. Arl. Con un corvacho procura sacarle de la intención una cierta discreción que da indicios de locura. M.AR. De cualquiera maleficio, Arlaja, que al hombre culpa, le viene á sobrar disculpa en la falta del juicio. EL GALLARDO ESPAXOL • 2Q:> No le castigues ansí por cosa que es tan liviana. JUAX. Juro á Dios que eres mi hermana, ó el Diablo está hablando en ti. Mientras tanto, los árabes asaltan fttriosos á San Mii,^uel hasta que por fin le entran, y la escena se traslada á Mazal- qui\nr. Los muslimes, excitados por su caudillos, acometen con gran ptijanza; no menor ponen los sitiados en defender- se, guiados por don Martín, Guzmán y Buitrago. Empiezas^» el asalto; pero don Fernando, dejando ya su disfraz, como un -león se lanza á la pelea; ase á cuantos subir intentan, de- rriba escalas y hiere y mata : Yo que escalé estas murallas, aunque no para huir de ellas, he de morir al pie de ellas y con la vida amparallas. Espantados los moros ante tan inesperada actitud, van á acometerle, mas él derriba varios, mata al Rey del Cuzco y hiere á Alimuzel. Sálvanle desde la muralla y sube á ella, mientras las campanas de la ciudad rompen al vuelo y con ellas chirimías y otras músicas. Vozmediano, cogido al pa- :.ar de Oran para Mazalquivir. explica la causa de esta al- gazara, es á saber : la llegada de un oportuno socorro á la P'laza por don Alvaro de Bazán. De nuevo \-uelven jíara don Juan las angustias : Si aqueste no es Vozmediano concluyo con que estoy loco. ¿No os llamáis vos Vozmediano? Voz. Xo. señor. Juan. ¿Qué me decís? A^oz. Que no. JuAX. ¡Por Dios, que mentís! Voz, Estoy preso y soy cristiano. y así no os respondo nada. Juan. ¿Aquélla no es Margarita. viejo ruin? Voz. Es infinita vuestra necedad pensada. 2Q4 EL TEATRO DE CERVANTES Pedro Alvarez es mi nombre; ved si os habéis engañado. Juan. El seso tengo turbado, no hay cosa que no me asombre. Que si éste no es Vozniediano y no es Margarita aquélla, y el que causó mi querella no es el otro mal cristiano, tampoco soy yo don Juan, sino algún hombre encantado. Calúmbrase en esto sobre el mar la armada de don Fran- •cisco de Mendoza, y los miahometanos lanzan el grito de "¡Sálvese quien pueda!" Mar. Los perros de la tierra en remolinos confusos, con el miedo á las espaldas, huyen y dejan la campaña libre. BuiT. Toda Ja artilleria se han dejado. Guz. Las proas endereza nuestra armada al puerto, y ya de Oran el Conde insigne ha salido también. Baja, en efecto, á recibir, con la alegría que deja colegir se, al general español : Conde. Sea vuesa señoría bien venido, cuanto ha sido el deseo que de verle estas fuerzas han tenido. Franc. El cielo, á lo que creo, en mi mucha tardanza ha sido parte, porque viese esta tierra más de un Marte: que de aquellas murallas las ruinas muestran que aqui hubo brazos de fuerzas que llegaron á divinas ¿Cabe mayor conformidad con la historia, más exactituJ en la relación, más fidelidad en los detalles? Este último pa- saje de la obra está enteramente ca'lcado sobre la verdad, y como tal alcanza un punto que pocas veces se habrá visto en el teatro. Lo mismo que la real, la parte ficticia termínase feliz- mente. Descúbrese don Fernando, pidiendo perdón, que le conceden juntamente sus hazafias y la recomendación de Men- EL GALLARDO ESPAÑOL 295 doza ; púnese en manos de Alimuzel. para que, entregándole á la mora, pueda reclamarle su palabra, y pidiendo á doña Margarita en matrimonio, satisface á todos. Para que nada se quede atrás, recibese la noticia d€ haber muerto como va- liente el alférez Robledo : Buitrago, siempre hambriento, ex- clama : Toqúense las chirimías y serán, si bien comemos, dulces y alegres las fiestas. De fiarnos del titulo, pudiera sospecharse que la Come- dia nueva. El Español de Oran, atribuida á don Miguel de Barrios \ era una imitación de El Gallardo español, pero lo más de la escena se desarrolla en Argel. Su asunto se re- duce á la competencia que se suscita sobre el amor de la dama doña Sol, primero entre el general español don Lauro y Mu- ley, infante de Argel, y luego entre ambos y el Rey de esta región. La obra es muy mediana. Está bastante bien versifi- cada, pero es muy culta. Al final, el enredo se embrolla con exceso, y el autor acude á medios vulgares, como son raptos, duelos, luchas, asaltos, sublevaciones y batallas para man- tener vivo el interés en el público. En cambio, sí, es imitación muy directa de la obra cer- vantina la anónima de El Galeote cautivo ". como lo acre- dita, además del asunto, los nombres de los personajes. El autor de esta pieza tuvo evidentemente á la vista El Gallar- do español y aun El Trato de Argel. Aunque obra del si- glo XVIII, es trasunto de la manera de ser de las comedias del XVII, y presenta una vez más el caso de moras enamo- radas de cautivos. Don Leandro de Aragón, después de malherir al herma- 1 Comedia nueva. El Español de Oran, escrita por un ingenio mi- litar. (Al fin:) Se hallará en la Librería de .fuan Antonio López, junto al correo de Italia; 4.", 12 págs. á dos cois. Lleva Tasa firmada (sin fe- cha), por don Manuel Fernández Munilla. y Pe de erratas, por don Ma- nuel García Alesson. 2 Comedia nueva. El Galeote cautivo. (.Al f in :^ Barcelona: En la Oficina de Juan Francisco Piferrer. Impresor de S. M.; véndese en su Librería, administrada por Juan .Sallen! : 4.°, 36 págs. á dos cois. 2q6 EL TEATRO ])E CERVANTES no de sil novia, doña Alargarila. es enviado á galeras y lue- go cautivado por Aíustafá y conducido á Argel, cuyos desti- nos gobierna un Bey humanitario y clemente. Allí encuentra don Leandro á su amada en traje de hombre y con nombre de Aniceto, y a'l |>adre de ésta, don Plácido de Silva. Don Leandro alcanza la estimación del compasivo Bey y aun el amor de su hermana Arlaja. Para lograr sus deseos envía ésta al supuesto que con título de amigo de Leandro le re- duzca á su voluntad, lo cual excita los celos de Margarita y da origen á escenas ingeniosas : Lean. (á Marg.) Mi bien. mi hetíhizo... Mas ¿^né. reparo? Machuca. ¿Qwé has dicho, que está allí Arlaja? Arl. Continúa, sigue hablando con esa terneza. Mar. Pues .; será extraño que se traten los amantes con dulcísimos halasfos ? Lean. Pues Arlaja, yo mi fiel amor declaro sólo para que Aniceto lo entienda. Arl. Pues ^:lo ha dudado? Mar. Sí, señora, que los hombres por lo común son tan falsos que engañan á una mujer cuando están con ella hablando. Machuca. Y ahora es la prueba mayoi. Llega á Argeil un barco español á redimir cautivos, y su capitán es precisamente don Alvaro de Silva, hermano de Margarita. Después de varias peripecias que no hacen al caso, y habiendo Leandro liecbo muchos servicios y hasta sal- vado la vida al Bey, todo se compone dichosamente. El trai- dor Mustafá se suicida para sustraerse al suplicio; su víc- tima, don Pílácido, recobra sus hijos y la libertad; don Al- varo perdona á su hermana ; cásase é.sta con Leandro ; el Bey le colma de riquezas, y Arlaja, desengañada de su ca- pricho, da la mano al apasionado Muley. V LA GRAN SULTANA Historia de D.^ Catalina de Oviedo. — Fecha y lugar en que se escribió Lm, Gran Sultana. — Noticias del sultán Amurates III. — Juicio ge- neral de esta comedia. — Excelencias de versificación que ofrece. — Exactitud de las descripciones cervantinas. — Argumento y persona- jes.— El charlatán y el asno. — Mujeres convertidas en hombre. — El Desdichado por la honra, de Lope de Vega. — La Corsaria catalana, de Mateo Fragoso. En un bajel de diez bancos, de Málaga y en invierno, se embarcó para ir á Oran un tal fulano de Oviedo, hidalgo, pero no rico, maldición del siglo nuestro, que parece que el ser pobre al ser hidalgo es anejo. Su mujer y una hija suya, niña y hermosa en extremo, por convenirles ansí, también con él se partieron. El mar les aseguraba el tiempo, por ser de Enero, sazón en que los cosarios se recogen en sus puertos; pero como las desgracias navegan con todos vientos, una les vino tan mala, que la libertad perdieron. Morato Arráez, que no duerme por desvelar nuestro sueño, en aquella travesía alcanzó al bajel ligero. Hizo escala en Tet'uán, y á la niña vendió luego 298 EL TEATRO DE CERVANTES á un famoso y rico iiiorü, cuyo nombre es Alí Izquierdo. La madre murió de pena; al padre á Argel le trujeron, adonde sus muchos años le excusaron de ir al remo. Cuatro años eran pasados cuando Morato, volviendo á Tetuán, vio á la niña, más hermosa que el sol mesmo. Compróla de su patrón, cuatro doblándole el precio que había dado por ella á Alí, comprador primero, el cual le dijo á Morato: "De buena gana la vendo, pues no la puedo hacer mora por dádivas ni por ruegos. Diez años apenas tiene, mas tal discreción en ellos, que no les hacen ventaja los maduros de los viejos. Es gloria de su nación y de fortaleza ejemplo, tanto más cuanto es más sola y de humilde y frágil sexo." Con la compra, el gran cosario sobremanera contento, se vino á Constantinopla, creo, el año de seiscientos. Presentóla al Gran Señor, mozo entonces, el cual luego del serrallo á los eunucos hizo el extremado entrego. En Zoraida el Catalina, su dulce nombre, quisieron trocarle, mas nunca quiso, ni el sobrenombre de Oviedo. Viola al fin el Gran Señor, después de varios sucesos, y cual si mirara al sol, quedó sin vida y suspenso. Ofrecióle el mayorazgo de sus extendidos reinos. LA GRAX SULTANA 299 Hoy Catalina es Sultana, hoy reina, hoy vive y hoy vemos que del león otomano pisa el indomable cuello; hoy le rinde y avasalla y con no vistos extremos hace bien á los cristianos, y esto sé deste suceso. Tal hermoso y fácil romance incluye Cervantes en ti acto III de su comedia La Gran Sultana, y con él explica bastantemente los fundamentos históricos de ella. Toda la trama gira en torno de la herniosa malagueña, principal figu- ra y protagonista de la obra; su engrandecimiento, su triunfo, su acendrada religiosidad y su ternura y amparo 'hacia los miseros cautivos ; hasta los episodios y detaJles se nos presen- tan aquí más unidos y trabados al asunto principal. Cuantos trataron de investigar los fundamentos del he- cho sobre que €sta comedia descansa no acertaron á hallar nuevos detalles que sumar á los del romance antecedente. El caso parece ser histórico, y así claramente lo manifiesta Cer- vantes en varios pasajes de la comedia, y así lo indican al- gunos historiadores ; Lo^^e de Vega tuvo también conoci- miento de él y le sirvió para componer su novela El Des- dichado por la honra, si bien aquí la historia de D.^ Ca- talina ofrece ligeras variamtes. Por otra parte, la circuns- tancia de casarse europeas con árabes y turcos se halla con- fiíimado á cada paso ; cierto que sus maridos les hacían renegar y tornarse al maJhometismo ; por esto Cervantes insiste tanto y explica á su manera la inusitada tolerancia del Gran Turco acerca de la religión de su esposa. A 28 de Mayo del año de 1543, y á 20 del mes siguiente, apareció el famoso Barbarroja con 150 na\-íos de todas cla- ses delante ide Regio. Quiso el fuente defeneñón de Argel, cuando lo tomó Barbarroja en el año de 1530. Refiriéndose al sultán Amurates III, protagonista de la comedia, que gobernó á Constantinopla de 1575 á 1595, están contestes varias memorias en atribuirle extraordinaria pa- sión por una cautiva cristiana que alcanzó á reina del país, si bien la suponen oriunda ó nacida en Italia. El veneciano Juan Sagredo ^ escribe de esta Sultana : Entre los despojos de Chipre llegó esta dama á Constantinopla, y entrando esclava en el serrallo, cautivó la voluntad de! Sultán, aprisionándole el albedrío de modo que sólo !o tenía para obedecer sus preceptos, contentándose con reinar en el cariño de Amurates, sin mezclarse en los manejos del Gobierno. Añadiendo, en otro lugar, mayores detalles: Era veneciana de Caxa Basso, á quien en tierna edad cautivaron las armas infieles en un navio que pasaba con su padre al gobierno de Corfú, y habiéndola conducido al serrallo, logró el confrontar con el capricho de Amurates, en quien tuvo sucesión... Era esta Sultana de rara hermosura, y gozó mudhos años amplia autoridad 1 Paulo Jovio, vol. 11, pág. 787; Sandoval, Hisl. de Carlos Quinto. vol. II, pág. 367. 2 Memorias históricas de los monarcas othnmanos qve escrivio en lengva toscana luán Sagredo Veneciano, Cauallcro y Procurador de San Marcos. Tradvzidas en castellano por Don Francisco de Olivares Mvri- llo, teniente de Conductor de Embaxadores, Caualleriso de la Reyna Madre nuestra Señora. Año 1684. Con privilegio. En Madrid: Por Ivan Garda Infanzón. En folio; de seis hojas de prels., sin foliar. 552 págs. á dos cois, y cuatro hojas de Tabla, sin numerar. Pág. 35.3. LA GR:\N SULTANA 3oi en el cariño de su marido, consiguiendo mantenerse entre los li- mites de su amor, sin compartirla el lugar otra mujer alguna, pues sólo se domesticó con ella, sin darla ocasión para la menor des- confianza; pero la madre, por desviarle de la tenacidad de aquella afición (que la haría demasiadamente autorizada), procuró diver- tirle con otras hermosuras, entre las cuales logró alguna inclina- ción una esclava húngara (más vivamente discreta que hermosa), á quien adornaban las gracias de danzar admirablemente y de acompañar al artificio del pie la armonía de la voz en la lisonja del canto, mostrando á los principios que le enajenaba más la airosa habilidad de su gracia que no e! torpe empeño del vicio ; pero su ce- losa mujer, considerando que la nueva afición podía desairar la suya (envejeciendo su correspondencia), se valió de todos los medios posibles para embargar aquella comunicación, y con la habilidad de algunas hebreas solicitó con Ihechizos impedir al Sultán el co- mercio con la nueva favorecida: y habiendo penetrado la madre las insidiosas diligencias, las participó á su hijo, quien se ofendió tan altamente, que la aborreció (con repudio para siempre en su comu- nicación), y fueron tan sin fruto los hechizos (enderezados á de- jarle capaz sólo con su mujer), que se domesticó con muchas des- pués, no habiéndolo hecho antes con otra alguna ^ Muerto Amiirates, sucedió su hijo Mahomed III (1595- 1604); volvió esta dama al primer grado de autoridad, pues nada hacía el nuevo Sultán sin consultarla, encontrándose fácilmente con ella los ministros que no merecían su agrado. Estallaron en su contra varias conspinaciones, pero todas las disipó su hijo. aun{|ue en cierta ocasión no pudo salvar la vida del Capi Agá. favorito de la reina madre, á quien apu- ñalaron los genízaros en la misma presencia del Sultán. En- tronizado Ahmed (1604-1617), fué expulsada del serrallo por el primer Visir, saliendo obediente y serena, y hubieron menester anucha vigilancia los enemigos para que no se co- municase con el joven Sultán, su nieto, en quien, auncpie mitigada y de lejos, siguió ejerciendo influencia '. Una preciosa indicación que se lee en la jornada jM-imera de La Gran Sultana nos pone sobre la pista de la fecha y Iti- gar en que hubo de escribirse. Por la estructura misma de la 1 Saguedo, Memorias de los monarcas otltoinauos. pág. 310. 2 Sagredo, ob. cit., págs. 385, 407 y sigts. 302 EL TEATRO DE CERVANTES pieza, fácil es descubrir que pertenece á la última etapa de la actividad dramática de su autor ; en el romance citado al prin- cipio, se habla del año de 1600 como pasado ya \ y, por úl- timo, termina la obra dando por viva y reinante á su prota- gonista ^. Mas todas estas indicaciones son harto vagas ; no así la que consta en la acotación dicha ^. en que, hablando de los embajadores persas que en ella figuran, dice: "Entra un Embajador vestido como los que andan aquí, y acompá- ñanle genizaros. Va como turco." Ahoira bien: ¿cuándo y en qué lugar de España anduvie- ron embajadores persas? Por los años de 1599, el Shah de Persia, Abbás, resolvió en- viar una embajada á los Príncipes europeos, pidiéndoles su ayuda contra el turco, á fin de quebrantar su poderío, atacándole á la vez por Oriente y por Occidente... Salió la embajada de Ispahan el jueves 9 de Julio de 1599; atravesó la Tartaria, Rusia y Alema- nia, pasó á Roma, y tomando por guía un canónigo barcelonés que les dio el Papa, embarcáronse en Genova, arribaron á Saona y en- traron por tierra en Cataluña, y después de descansar algunos días en Barcelona, se encaminaron á Valladolíd. Hicieron su entrada solemne el 13 de Agosto de 1601, siendo muy bien acogidos y fes- tejados por la nobleza y del Rey, á quien se presentaron el subsi- guiente día. Y después de dos meses de residencia en Valladolíd, salieron el ir de Octubre con dirección á Portugal, en cuya capital pensaban embarcarse para su tierra. En este viaje visitaron algunas ciudades y lugares de España, que no habían visto aún, como fue- ron Segovia, El Escorial, Madrid, Aranjuez y Toledo '*. Otra vez vuelve á aludir Cervantes á esta embajacla en la misma comedia ", cuando dice por boca de Braín : 1 Pág. 340. 2 Pág. 398. 3 Págs. 340 y 355. 4 CoT.xRELO Y Morí, Jlda y obras de Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, en la Colección de Escritores Castellanos, págs. xxix 3- si- guientes. Véanse también las Relaciones de D. luán de Persia. Año 1604. Con privilegio. En Valladolíd por luán de Bvstillo; 4.°, y las Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España, de Cabrera de Córdob.a. Madrid, 1857, folio; Serrano y Sanz, Autobiografías y memorias (Nue- va Bibl. de Aut. Esp.), Madrid, 1905 ; págs. lxxxix y sigts. 5 Jornada II, pág. 356. LA GRAN SULTANA • 3o3 con él de nuevo me enemisto, viendo que el grande Rey de las Españas muchos persianos en su corte ha visto. Esto por lo que se refiere al tiempo. En cnanto al sitio en que se compuso La Gran Sultana, ó por lo menos parte de ella, no hay que dudar fuese Vallaclolid. residencia á la sazón de la Corte. Es éste precisamente tiempo muy oscuro en la vida de Cervantes, oscuridad que. á mi parecer, aclara mu- cho el pasaje anotado. El 2 de Mayo de 1600 es la última fecha segura de la asistencia de nuestro autor en Sevilla, y hasta principios de 1603, en que le hallamos en Valladolid. nada cierto sabemos de él. Es inútil empeñarse en llenar este hueco con noticias falsas ó gratuitas, como la de suponer que en 160 1 franqueó en Sevilla el manuscrito del Quijote al cómico Agustín de Rojas Villandrando. Más fuerza tiene el pasaje del docimiento ^ relativo á una nueva prisión, por cierto no muy clara, de Cervantes en la capital andaluza, que parece haber ocurrido á fines de 1602. ;En dónde estuvo Cervantes durante estos tres años? En Sevilla casi puede asegurarse que no. dado el absoluto si- lencio de aquellos archivos, tan elocuentes acerca de otros tiempos. ¿Por qué no vamos á creer que residiera en Valla- dolid. asiento de la Corte, y en donde tenia asuntos muy gra- ves que resolver v mayores facilidades para demandar destino ó mejora de su suerte? El pasaje de la comedia no creo que ofrezca la menor duda: "Como los que andan por aquí." Quien se hallaba en la ciudad castellana en Agosto de 160 1 pudo muy bien permanecer en ella hasta 1603, cuidando de) despacho de sus asuntos y pretensiones, máxime no habiendo ni indicios de su residencia en parte alguna. Otro pasaje de la misma pieza pudiera extraviar el ra- ciocinio en punto tan im'portante. Léese en el romance co- piado : La madre murió de pena. al padre á Argel le tnijcron. etc. I PÉREZ p.\STOR, Doc. ccrvatit., 11. lxxv. 3 04 líL TEATRO DE CERVANTES ¿Es que Cervantes compuso este romance en Argel? No. porque pocas líneas adelante menciona el año de i6oc como ya corrido, y en éste es bien cierto que ya hacia veinte que saliera de las mazmorras del cautiverio. Para que se vea la fe que se ha de poner en las expresiones cervantinas vi- niese, llevaron^ fuese y otras semejantes, que tanto dieron que pensar y escribir á varios cervantistas. No es empresa tan fácil concordar la historia y la come- dia en lo que se refiere al Sultán casado con D." Catalina. Cervantes le llama tres \-eces por el noml)re de Amurates : Fundado de esta verdad, Amurates poco yerra (pág. 405). Que si Amurates repara en esa tu hermosa cara (pág. 407). Justo es escuchar al reo Amurates, óyele (pág. 412). Cierto es, sin emijargo, (jue en el año' de 1601 no gober- naba la Sublime Puerta ningún soberano de este nombre. Amurates III dejó de reinar en 1597, y Amurates IV no co- menzó hasta 1617; según los historiadores, el Sultán que entonces gobernaba era Almied. Pero de este Soberano pu- diera creerse que fué también dominado por una mujer, se- giin se lee en el curioso liljro de Octavio Sapiencia, descrito en seguida : La Gran Sultana, que hoy es reina madre, se llama Fátima, la cual tiene su cuarto en Palacio con damas y criadas para su ser- vicio, como en otro capítulo ihe dicho. Fué tan querida del Gran Turco Sultán Amath, su marido, de quien ya he tratado, que es opinión allá que jamás ningún Gran Turco había querido tanto su reina, á que le obligaban los méritos de esta señora... La Gran Sultana, demás de ser regalada del Rey y de toda la corte con muy grandes dones continuamente, tiene muchas riquezas en la tierra y galeones en !a mar. (jue navegan por los mares de Alejandría y Cairo ^ I Nuevo Tratado de Turquía, pág. 22. I-A GR.\X SULTANA 3o5 El mismo escritor contemporáneo parece dar á entendei" que esta señora era cristiana y aun española, pues afirma cnie por su mtervención é instancia el Gran Turco perdonó la vida, en 1615, al joven D. Jerónimo de Urrea. natural cJe Zaragoza, cristiano encubierto, aunque como renegado figu- raba en la comitiva del Sultán. Por fin, un año más tarde no tratando él de disimular su fe, antes al contrario fue- decapitado en la plaza pública de Athmavdam el día 28 de Julio de 1616 \ Sin embargo, yo entiendo que Cervantes alude á Amu- rates III. Rancke \ citando relaciones de Morosini, Soranzo Vahen y otros embajadores italianos, y aun alemanes que le conocieron y hablaron, dice que„ en contraste con su pa- dre Sehm. parecía moderado, varonil, aplicado al estudio y no ajeno a las amias. Dotado de corazón tierno, había en él ciertos rasgos de humanidad: intentó el primero abolir la horrible costumbre de asesinar el nuevo Sultán á sus herma- nos; los embajadores alemanes le calificaron de hábil sobrio justo y de maestro consumado en el arte de aplicar los cas- tigos y de repartir las recompensas. Empero más tarde se abandonó á una reclusión inactiva y se dejó dominar de dos msaciables pasiones: la lujuria y la avaricia: pasaba los días encerrado en el liaren, y mandó construir una especie de pozo de marmol, domle arrojaba todos los años cerca de dos mi- llones y medio de oro en cequines y sultanines. Con muy distintos colores lo pinta Sagredo : Era de mediana estatura, o.ios gruesos, nariz aguileña, labios vueltos, rostro pahdo, de complexión flemática, de aspecto clemente pero iracundo, fácil á encolerizarse, cuyas señales le pronosticaban corta VKia. ...Fué constante en sus deliberaciones, v los que caian de su gracia no encontraban jamás el camino de volver á ella W mismo día de su exaltación sacrificó cinco inocentes hermanos su- yos, como victimas ofrecidas á su segundad... Fué Amurates conti- nente en la juventud, disoluto y osceno después... Vivió cincuenla y siete años, reinó veinte, murió de apoplejía; fué infecto á los lu-r- 1 S.XPIENCIA. ob. cit.. fol. 66. 2 Los imperios otomano r español en los si(/los xvi v xvn Ma- drid, Ducazcal, 1857; 4.° 20 3o6 El. TEATRO DE CERVANTES sianos, infausto á los húngaros; amó la guerra sin verla; dege- neró de la valentía de sus antepasados; fué instable, tímido, des- confiado y no resuelto, pero obstinado en lo que deseaba conse- guir, y tan observante en la religión, que se abstuvo siempre del vino, y fué tan interesado, que 'hacía vender las flores de los propios jardines para sacar fruto de ellas, haciendo poco caso de otras letras que de las de cambio. Fué cruel y avariento (pe- cados originales á los príncipes de esta casa) y remuneró los be- neficios con ingratitudes, siendo tantos sus vicios que no dejaron lugar adonde cupiese la virtud ^. Semejantes cosas refiere de él el italiano Andrés Cam- bini -, si bien muchas de estas cualidades fueron comunes á otros mionarcas otomanos; todos, sin embargo, convienen en que amaba con extremo á su mujer y respetaba á su madre, la famosa Rosolana, segunda esposa de Selim. Algunos de estos rasgos res¡)laiídecen en el carácter del Soberano de La Gran Sultana : — ¿Es cruel el Gran Señor? — Xombre de blando le dan; pero, en efecto, es tirano (pág. 331). En otra parte, hablando de la foa-ma que el Turco usaba en el despacho de la justicia: Tienen aquí los pobres esta usanza ; cuando alguno á pedir justicia viene, que sólo el interés es quien la alcanza. (Pág. 322.) Pero jamás el término se llega del buen despacho destos miserables; que el interés le turba y se le niega. (Pág. 323.) Cervantes conser\-aba, al escribir esta comedia, el re- cuerdo de .\murates III, sultán gobernador del imperio oto- mano en la época de sus aventuras y desgracias en Grecia, en el Archipiélago y en Argel, y jttzgándolo vivo aún en 1 Sagredo, Mein, de los monarcas othomanos, págs. 310, 311 y 351. 2 Andrea Cambini Fiorentino, Comentario dclla origine de Turchi et imperio dclla casa otfomana: 153S, 1540 y 1541 : 8.° (Ms. en la Biblio- teca Nacional. Colecc. Gayangos, núm. 558.) En el mismo depósito exis- te una versión, atribuida á Luis del Mármol Carvajal, de letra del si- glo XVI, y 132 hojas en 4.0 LA GRAN SULTANA 307 1 1)01. á él atribuyó acaecimientos propios de su sucesor; sólo así puede explicarse esta incongruencia. Por otra parte, oca- sión habrá de señalar lo bien enterado que se hallaba nues- tro autor acerca de algunas costumbres del Turco \ de su corte, de las escenas de la vida constantinopolitana v aun de la topografía del país que baña el incomparable Bosforo. No estuvo Cervantes, á lo menos que se sepa, en Cons- tantinopla; pero sí ya embarcado y á punto de pasar á ella. El 19 de Septiembre de 1580, habiéndose concluido el go- bierno de Azán Bajá en Argel, y habiendo llegado ya su su- cesor Jafen Bajá, salía para la capital del imperio el pri- mero, con toda su casa, riquezas y esclavos, y entre ellos nuestro autor, cuando el P. Fr. Juan Gil. haciendo un supre- mo esfuerzo, pudo rescatarle. Pero no le faltaron amigos y acaso compañeros de cautividad que allí estuvieran, según era entonces frecuente, y que. al comunicarse con él. le in- formasen de los usos de aquellas tierras y gentes. En la mis- ma comedia señala por sus nombres y relata la fuga de va- rios cautivos de Constantinopla, sin duda alguna conocidos í.uyos, en la siguiente escena entre Madrigal y Andrea : And. Español, ¿concvcéisme? ^Iad. Juraría que en mi vida os he visto. And. Soy Andrea. la espía. Mad. ¡ Vos Andrea ! And. Sí, sin duda. Mad. ; El que llevó á Castillo y Palomares, mis camaradas? And. y el que llevó á Méndez, á Argfuijo y Santisteban. todos juntos, y en Ñapóles los deja, á las anchuras de la agradable libertad gozando. Noticias muy interesantes, aunque acaso algo no\ele>- cas. nos comunica de Constantinopla y de la vida y costum- bres de los turcos á mediados del siglo x\i, el i>eregrino rio je ó Turquía, comenzado á escribir en 1557 por Cristóbal de Villalón, atribuyéndose las aventuras que allí refiere, bajo 3o8 EL TEATRO DE CERVANTES disfraz ile Pedro de Urdemalas. l^^sta curiosa relación, (jiie no parece haber utilizado Cervantes, fué publicaila, tras cuatro siglos de espera, por el ilustre catedrático D. Manuel Serrano y Sanz ^, quien demuestra la atribución y veracidad de la obra ^. Cierto curioso y no vulgar escrito compuesito por el presbítero Octavio Sapiencia ^, que vivió cautivo en Constantinopla desde 1605 á 1616, siendo sultán Alimed, nos informa de mudias particularidades que comprueban la verdad de las descripciones cervantinas, y hay tanta se- mejanza entre los relatóos de ambos, que, si la fecha de la fuga del clérigo siciliano no lo impidiese, pudiéramos creer que éste había sido el informador de Cervantes. Desde el punto de vista del arte, es La Gran Sultana una de las mejores comeidias de Cervantes. Sobresale, ante todo. por su excelente y cadenciosa versificación, al igual feliz en todos los metros empleados, y que, por esto, constituyen arma contundente é implacable contra cuantos intentaron é inten- tan negar al héroe de Lepanto la condición de poeta. Ya se í.a c;bservado al principio lo (jue convenía acerca de los metros largos ; en esta obra son excelentes, aun los cortos, como veremos en varios pasajes. Usa aquí el autor tercetos, redon- dillas, quintillas y versos libres, sistemas de versificación pre- feridos suyos para la escena, y además el romance, el soneto, la octa\-a real v la endecha, y en todos se muestra igualmente diestro y con frecuencia consumado, así en el manejo de la rima como en la gracia de la expresión, en la soltura de la frase como en la belleza de los conceptos. Dijérase que esta 1 Autobiografías y memorias (Nueva Biblioteca de Autores espa- ñoles), Madrid, 1905 ; págs. i y sigts. 2 Introducción, pág. cxv. 3 Nuevo tratado de Tvrquia, con vna descripción del sitio, y civdad de Constantinopla, costumbres del gran Turco, de su modo de gouierno, de su Palacio, Consejo, martyrios de algunos Martyres, y de otras cosas notables. Compvesto por D. Octauio SapiScia Clérigo presbytero natural de la ciudad de Catania en el Reyno de Sicilia, ~q estimo cautiuo en Turquía cinco años, y siete con libertad. Dedicado a la Magestad del Rey Católico don Felipe IJII. nuestro Señor. Año 1622. Con privilegio. En Madrid, Por la viuda de Alonso Martin. En 8."; 8 hojas de prels., sin foliar; 74 folios numerados y 6 hojas de Tabla, sin ni'imero. LA GRAX SULTANA 3og comedia había sufrido algiin mayor pulimento y lima que varias de sus hermanas. Otro de los merecimientos que la avaloran es la pintura de caracteres, artificiosamente variados y con habilidad soste- nidos. Es hernioso el de la protagonista, tan dulce como res- i:;€tuosa de sus ma3'ores ; resignada con su suerte, más bri- llante qu'e dichosa, pero suspirando siempre por la dulce lil^er- tad y siempre dispuesta á afrontar las más horribles muertes antes de apostatar de su fe de cristiana. La figura del ancianc 0\iedo no alcanza menos interés por su exaltado fervor re- ligioso, que le lleva hasta comprometer la vida de todos ; Mami y Rustan son dos eunucos de ideas y sentimientos con- trapuestos, hábilmente pintados, y en dos rasguños, pero de admirable maestría, lo están en la primera jornada uno*-" judíos que allí figuran. El Sultán ofrece rasgos muy en con- sonancia con la historia, aunque de poca valentía y preci- sión ; mucho más desvaídas resultan las figuras de Clara y de Lamberto ; el gran Cadí presenta aspecto grotesco y risi- ble, 11(3 exento de verdadera gracia. Pero hay en la comedia otro carácter que á todos gana en arte, en ingenio y en habilidad : el tipo cómico ; mas no en un episodio ó escena aislada, como en otras obras cervan- tinas, sino encamado en cierto personaje de los más impor- tantes de la trama : el cautivo Madrigal, que aquí repre- senta el papel del famoso sacrisíán de Los Baños de Argel. Desde el principio al fin de la fábula habla como un verda- dero gracioso, al estilo de los lacayos del teatro posterior á Cervante.s, y en muchas ocasiones se expresa con verdadero chiste. Obsér\''anse en esta comedia las unidades de acción y de lugar en cuanto pasa todo en Constantinopla ; pero no así la de tiempo. Aunque Cervantes siguió su costumbre de desarrollar paralelamente varios asuntos casi por igual inte- resantes, esta vez hubo de encadenarlos entre sí. de maniera que todos conspiran á un fin único. Desde la primera jor- nada, el espectador se halla interesado por tres distintos pro- blemas: el suceso de la hermosa cauti\'a malagueña, el de 3 10 EL TEATRO DE CERVANTES las exlravagantes aventuras de Madrigal y el de los amores de Clara y Lamberto. Por efecto de esta tripli-cklad de nudos, el lugar de las escenas, aunque sin salir jamás de Coaistantinopla, varia con bastante frecuencia ; alternativamente se desarrollan en una plaza ante Santa Sofía, en una galería del serrallo, en un salón de los palacios del Sultán, en ;ma calle, y otra vez en un salón del serrallo, en la sala de audiencia del Cadi, en el salón del trono ó diván; de nuevo en la vivienda de las mu- jeres, otra vez en una plaza ó calle ; vuelve al harén, en otra galería del mismo editicio, en una gran pieza de él y, por úl- timo y de nuevo, en la calle y de noche ^, según del contexto de la comedia fácilmente se deduce. La duración de la obra finge exceder de tres meses, con.io se colige de una alusión no muy limpia que se lee en la última jornada, advirtiendo que D.'^ Catalina vino á poder del Gran Turco en el primer acto, cuya extensión parece ser de un día. El asunto, que un crítico^ ", ignorando su aspecto histó- rico, califica de peregrino, pero probable en los tiempos a que se refiere, se desarrolla con languidez y sin grandes de- fectos escénicos. "Cervantes, escribe cierto autor, mos- trándose muy católico en esta obra, se desata contra los turcos, excitando la indignación contra ellos, ó haciéndolos xer en otras escenas bajo el prisma del ridículo." Yo no le hallo así ; antes, por el contrario, la figura de Amurates es dulce y apacible, benigno y sumiso á los caprichos de su amada, y por ende benévolo para con los españoles. Cierto que la robusta y nunca desmentida fe cristiana del autor del Quijo fe resplandece aquí en todo su brillo, lanzando destelles de heroísmo aun sobre el mismo Madrigal ; pero es éste, mé- rito que igualjnente presentan las demás producciones de nuestro ingenio, en donde el contraste y lucha religiosa son principirj de interés dramático. Empero- en ésta no se hallan las escenas cruentas y horrilíles de Los Tratos y de Los 1 Págs. 322, 329, 333, 335, 340, 350, 355, 359, 370, 378, 385, 393, 417. 2 MÁ1NF.Z, Las comedias de Cervantes, pág. q8. LA GRAN SULTAXA Baños dr Argel, por ejemplo; antes los turcos se ofrecen hu- manos y tolerantes en extremo, como acaso no lo fue-j^r. jamás. Hállanse en esta comedia muy bien partidos los actos ó jornadas; todos terminan en momento culminante, con a'- gima escena de interés que susi[>ende el ánimo y avi\-a la cu- riosidad. Todos tres tienen substantividad propia v parecer, como debe ser. al modo de unidades chicas dentro de un i unidad general que los ata y envtieh'e. Son defectos principales de la obra, de un lado, la poca rapidez del diálogo, que á menudo convierte á los intei lo- cutores en declamantes líricos, por más que en esto no se llegue al extremo de otras comedias cervantinas, y de otro, la amplitud y difusión de los episodios y conversaciones, donde los actores apuran con exceso las ideas, presentándolas por todas sus fornms y inatices. También es excesivo el nvimero de personajes, aunque las hay hermanas de la pre- sente que tienen más; veintiocho figuran en la tabla de ésta \ y lo peor es que alguno^s huelgan y otros pudieran fácilmente reducirse. Comienza la obra con una interesante escena : el Gran Turco se dirige á Santa Sofía con lucido acompañamiento para hacer la zalá del \-iernes ; un árabe se acerca á darle uri memorial con los extraños recpiisitos allí v entonces usad is. Un alárabe, vestido con un alquicel, trae en una lanza muchas estopas, y en una varilla de membrillo, en la punta, un papel, como billete, y una velilla de cera encendida en la mano.. Entra á este instante el Gran Turco con muclio acompañamiento: delante de si lleva un paje vestido á lo turquesco, con una flecha en la mano, levantada en alto ; y detrás del Turco van otros dos garzones, con dos bolsos de terciopelo verde, donde ponen los papeles que el Turco les da... A encender y á gritar el moro empieza I Además aparecen en el curso de la obra: dos Turcos (pág. 355); tres Garzones, llamados Musa, Aniautc y l'airán (pág. 393V y varios Genízaros (pág. 340), y Garzones (pág. 419) en número iníieterminado. El. ti:atr() di-: ckrn'antes En tanto que esto dice Roberto y el Turco pasa, tiene Sa'ec do- blado el cuerpo y inclinada la cabeza, sin miralle al rostro. Todos estos detalles y los qtie expresa el diálogo de la escena, confirma Sapiencia ^ : Tiene obligación e! (irán Turco de dejarse ver del i)uel)lo una vez en la semana, ó en el mar ó en la tierra, así establecido por su ley, y cuando salía Sultán Amath en viernes, que es su fiesta (como el domingo á los cristianos) y iba á Ihacer la zalá (que es su oración), ya en una mezquita ya en otra, llevaba delante de sí dos hijos suyos á caballo, todos vestidos de blanco. Y cuando pasa por la calle, todo el pueblo se inclina, y poniendo la mano en el pedio, da un grito en señal de reverencia al Gran Señor. Cuando el Gran Turco sale por 'a ciudad, lleva alrededor de su caballo al pie de doscientos archeros (que los turcos llaman Suladh), los cuales usan ciertos penachos muy altos en la cabeza, cruzados con arcos y flechas á punto cimitarras en la cinta. Lleva delante doce caballos ricamente enjaezados con sus sillas guarnecidas de oro y plata y con las guarniciones bordadas de joyas y perlas pre- ciosísimas y cada uno con su escudo y maza real sobre la silla, y los llevan de diestro unos palafreneros que van ei> otros caballos. Roberto, renegado, halilando con Salee, turco, le explica en elegante romance el por(|ué de su venida á Constantinopla, imponiendo de camino á los espectadores en los anteceden- tes necesarios para seguir la parte más dramática, aunque menos verosímil de la obra ; trata de buscar al mancebo Lam1)erto, su pupilo, que sospecha haya seguido á su amada Clara, cautiva de los turcos y esclava en el harén del Gran Señor, vistiéndose de griego, pues sabe hablar razonablemen- te esta lengua : á lo que Salee replica : Puesto que nunca lo sepas,, no tienes de qué haber miedo; aquí todo es confusión y todos nos entendemos con una lengua mezclada que ignoramos y sabemos. Manii, que aparece como el Kaislar-agasi, ó eunuco go- bernador de las mujeres del harén, echa en cara á Rustan, r Nuevo Tratado de Turquía, fol. 21. LA GRA\ SULTANA 3l3 también eunuco, la maUlatl de haber celado al Gran Señor la cauti\'a española, siendo mal darle madura fruta, que verde es mejor, y parte á comunicar al Sultán tamaña ofensa. El triste Rustan, cristiano encubierto y aficionado á la oculta prisionera, comunica con ella sus temores en uuj breve escena, melancólica y triste, que prepara muy bien las que se avecinan : SuLT. ¿Qué hemos de hacer? Rustan. Esperar la muerte con la entereza que se puede imaginar, aunque sé que á tu belleza Sultán iha de respetar. Este suceso tenii de mi proceder cristiano ; mas no estoy arrepentido : antes estoy prevenido de paciencia y sufrimiento para cualquiera tormento. SuLT. Con mi intención has venido. Dispuesta estoy á tener por regalo cualquier pena que me pueda suceder. Tal vez este Rustan quiera ser un trasunto de aquel Capí Agá, hombre "afable, discreto y cortés", privado de la Sul- tana madre, que los conjurados asesinaron en tiempo de Mohamied III ^ : Creyéndose ya ¡perdida, la bella espaiñola vuelve al cielo sus ojos y roímpe en esta sentida plegaria. • Bien podrá ofrecerme el mundo cuantos tesoros encierra la tierra y el mar profundo; podrá bien hacerme guerra el contrario sin segundo i Sagredo, Mein, de los monarcas othomanos, pág. 385. 3 14 EL TEATRO DE CERVANTES con una y otra legión de su infernal escuadrón; pero no podrán, Dios niío, como yo de vos confío, mudar mi buena intención. En mi tierna edad perdí, Dios mío, la libertad que aun apenas conocí ; trujóme aquí la beldad. Señor, que pusiste en mí. Si ella ha de ser instrumento de perderme, yo consiento, petición cristiana y cuerda, que mi belleza se pierda por milagro, en un momento. Esta rosada color que tengo, según se muestra en mi espejo adulador, marchítala con tu diestra ; vuélveme fea. Señor : que no es bien que lleve palma de la hermosura del alma la del cuerpo. La Historia ilii Imperio otoiiiano, traducida por don Antonio de Mena ^, disipa la duda que pudiera asaltarnos so- bre la posibilidad de ocultar al Sultán largO' tiempo una prisionera: La vivienda de las mujeres, dice, consiste en tres cámaras, .a una llamada Bukukoda ó Cámara grande, donde se ponen todas las doncellas cuando llegan al serrallo, como en recolección, para ins- truirlas... Estas cámaras son largas, con estrado de uno y otro lado, donde cada doncella tiene su sitio particular, distinguido de noche con una cortina. Sin embargo, Sagredo, í|ue ])arece bien informado, viene I Historia general del hnpcrio Otomano. Tomo 1 . Que contiene cinco cartas, escritas en arábigo por un historiador turco, traducidas en fran- cés por Monsieur la Croix, y ahora en castellano por D. Manuel Antonio de Mena, quien la dedica al muy ilustre Señor Don Pedro Joseph Car- cieña. Con licencia. En Madrid, por Manuel Fernandez: se hallará en su Imprenta v Librería, frente de la Cruz de í'ueria Cerrada. Año de M. DCC. XXXVII; 8.» 2 cois. LA GRAX SULTAXA 3l5 á hacer imposible el caso, cuando escribe ^ de la recepción de las cautivas : Asi que llegan al serrallo, una vieja que llaman Checaya Caduní, que es lo mismo que mayordoma mayor, las mira y reconoce muy despacio y las examina, observando la edad como la disposición y las introduce en la estancia, agregándolas á las de una edad. Entre tanto, el celoso eunuco se presenta al Gran Señor para descubrirle la presencia de la cautiva, que cerca de siete años tuvo oculta la industria de Rustan, describiéndole su hermosura con tan entusiastas palabras, que excita gran cu- riosidad en el Turco. Madrigal sale á escena ahora, haciendo salada burla ñ unos mezquinos judíos, cosa que debía de ser frecuente en los lugares de cautiverio' y que recuerda una de las tro^^e- lías del célebre Sacristán de Los Baños de Argel. Cautelosa- mente entró en la vivienda'de los hebreos, y hallando una gran olla de boronía puesta al fuego, en ella arrojó un buen pe- dazo de tocino. ¡ Jiizguese las voces que darían los tristes! La procedencia de la sacrilega grasa se explica así : Ciertos genízaros mataron en el monte el otro día un puerco jabalí, que le vendieron á los cristianos de Mamud Arráez, de los cuales compré, de la papada, lo que está en la cazuela sepultado, para dar sepultura á estos malditos, con quien tengo rencor y mal talante, á quien el diablo pape, engulla y sorba. Los miserables le persiguen, y mientras él se refocila con la cazuela de caldo prieto, así le denuestan : ¡ Ah perro ! El Dio te maldiga y te confunda; jamás la libertad amada alcances. mineras de liambre, bárbaro insolente; el cuotidiano pan te niegue el Dio; I Obra citada, pág. 529. 3l6 Kf. TKATRO DE CERVANTES andes do puerta en puerta mendigando; échente de la tierra como á gafo, agraz de nuestros ojos, espantajo de nuestra sinagoga, asombro y miedo de nuestras criaturas, enemigo el mayor que tenemos en el mundo. Madr. Agáchate, judío. Judío. ¡ Ay, sin ventura ! Que entrambas sienes me ha quebrado, ¡ ay triste ! ¡ Guayas, y qué comida que teníamos ! ¡ Guayas, y qué cazuela que se pierde ! El espíritu cristiano de Cervantes se desborda por boca de ^iladrigal. increpando á los mezquinos semitas: ¡Oh gente aniquilada! ¡Oh infame! ¡Oh sucia raza, á qué miseria os ha traído vuestro vano esperar, vuestra locura y vuestra incomparable pertinacia, á quien llamáis firmeza y fe inmudable! Complejo hasta lo más resulta el carácter de este gracioso; entre su aparente indolencia, travesura' y relajamiento, sur- gen nobles arran(|ues y destellos de grandeza que no eclipsan su sempiterna alegría ni sus gracias y donaires, á veces cho- carreros. En cierta ocasión pudo huirse de Constantinopla y tomarse á Ñapóles con otros compañeros, mas se obstinó en quedarse, so pretexto de (|ue los amores de una árabe le habían echado nuevo cautiverio : Luego ; en balde será tratar yo agora de que os vengáis conmigo?, pregunta el espía italiano Andrea. Madr. ■* En balde, cierto. Andr. ¡ Desdichado de vos ! Madr. Quizá dichoso. Andr. ,; Cómo puede ser eso? Madr Son las leyes del gusto poderosas sobre todo. Andr. Una resolucióp, gallarda puede romperlas. LA GRAN" SULTANA :>r Madr. Yo lo creo, mas no es tiempo de ponerme á los brazos con sus fuerzas. Andr. ¿No sois vos español? Madr. ¿Por qué? ¿Por esto? Pues por las once mil de malla juro, y por el alto, dulce, omnipotente deseo que se encierra bajo el opo de cuatro acomodados porcionistas, que he de romper por mon'tes de diamantes y por dificultades indecibles, y he de llevar mi libertad en peso sobre los propios hombros de mi gusto, y entrar triunfando en Ñapóles la bella con dos ó tres galeras levan.tadas por mi industria y valor, y Dios delante, y dando á la Anunciada los dos bucos, quedaré con el uno rico y próspero; y no ponerme ahora á andar por trena, cargado de temor y de miseria. — ¡ Español sois, sin duda ! exclama Andrea asombrado de tamaña bizarría, y Madrigal responde, lleno de patriótico orgullo: Y sóilo y sóilo ; lo he sido y lo seré mientras que viva, y aun después de ser muerto ochenta siglos. Amiirates llega curioso de contemplar la decantada her- mosura de Catalina, y al verla se hace una bellísima escena, cuyo defecto es ser demasiado larga. Mamí, ¡ Desdichados de nosotros si le ha parecido fea ! Turco. ¡ Cuan á lo humano hablasteis de una hermosura divina ! Y esta beldad peregrina, ¡ cuan vulgarmente pintasteis ! Mamí. ¿ No te dije que era rosa en el huerto á medio abrir? ¿Qué más pudiera decir la lengua más ingeniosa ? ¿No te la pinté discreta, cual nunca se vio jamás? Ef. TEATRO DE CERNEANTES ¿Pudiera decirte :uás un mentiroso poeta? Rustan. Cielo, te la hice yo con pies humanos, señor. Turco. A hacerla su Hacedor, acertaras. En su alabanza los dos anduvisteis resolutos y cortos en demasía, por lo cual, sin replicar, os he de hacer empalar antes que pase este dia. Mayor pena merecias, traidor Rustan, por ser cierto que me has tenido encubierto tan gran tesoro tres días. Morirás sin duda alguna hoy, en este mismo día, que á do comienza la mía ha de acabar tu fortuna. SuLT. Si ha hallado esta cautiva alguna gracia ante ti, vivan Rustan y Manií. Turco. Rustan muera. Mami viva. Pero maldigo la lengua que tal cosa pronunció; vos pedís ; no otorgo yo. No sólo viva Rustan ; pero si vos lo queréis, los cautivos soltaréis que en las mazmorras están ; porque a vuestra voluntad tan sujeta está la mía como está a la luz del día sujeta la escuridad. SuLT. No tengo capacidad para tanto bien, señor. Turco. Sabe igualar el amor el vos y la majestad. LA GRAN SULTANA 3lQ Y en pensar no te demandes "esto soy, aquello fui", que pues me mandas á mí, no es mucho que a! mundo mandes. Que seas turca o seas cristiana a mi no me importa cosa, esta belleza es mi esposa, y es de hoy más la Gran Sultana. SuLT. Cristiana soy y de suerte que de la fe que profeso no me ha de mudar exceso de promesas ni aun de muerte. Mal tus deseos se miden con tu supremo valor, pues no junta bien amor dos que las leyes dividen. Turco. La majestad y el amor nunca bien se convinieron, y en la igualdad le pusieron los que hablaron del mejor. Deste modo se adereza lo que tú verás después ; que humillándome a tus pies te levanto á mi cabeza. Iguales estamos ya. SuLT. Levanta, señor, levanta. que tanta humildad espanta. Mamí. Rindióse ; vencido está. Turco. Suelta, condena, rescata, absuelve, quita, haz mercedes; que esto y más, señora, puedes, que amor tu imperio dilata. Pídeme los imposibles que te ofreciere el deseo; que en fe de ser tuyo, creo que los he de hacer posibles. SULT. Sólo te pido tres días. Gran Señor, para pensar... Turco. Tres días me (han de acabar. 320 EL TEATRO PE CERVANTES Soy contento. Queda en paz, guerra de mi pensamiento. Entra, Rustan, da !as nuevas a esas cautivas todas de mis esperadas bodas. Mamí. Gentil recado les llevas. Turco. Y como a cosa divina (y esto también les dirás) sirvan y aldoren de hoy más a mi hermosa Catalina. La bienaventurada esclava encárase entonces á lo Alto y y remata la primera jornada con este hermoso soneto, capaz por sí solo de reducir á la nada cuantos argumentos se hi- cieren en contra del mérito poético de Cervantes : A Ti me vuelvo, Gran Señor, que alzaste a 'Costa de tu sangre y de tu vida, ]a mísera de Adán primer 'caída, y adonde él nos perdió, Tú nos cobraste. A Ti, Pastor bendito, que buscaste de las cien ovejue!as la perdida y hallándola del lobo perseguida sobre tus hombros santos te la echaste. A Ti me vuelvo en mi aflicción amarga, y a Ti toca. Señor, el darme ayuda, que soy cordera de tu aprisco ausente, y temo que a carrera corta o larga, cuando a mi daño tu favor no acuda, me ha de alcanzar esta infernal serpiente. Comienza el acto segundo con un episodio que pudo traer fatales consecuencias al gracioso Madrigal si su ordinaria travesura no le sugiriera im exi>ediente tan oportuno como ingenioso. Tráenle dos moros atado, las manos atrás, anre el Cadí, "que es el juez de los musulmanes", pues le hallaron in fraganti cometiendo el gran pecado. El Cadi ftilmina en seguida la cruel sentencia de arrojar- los al mar atados de pies y magnos, salvo que el cristiano se tome moro y case con su cómplice. LA GRAN SULTANA 321 ]\Ias el entero cautivo replica sencillamente: Hermanos, atarme pueden. Cadí. ¿En qué el perro se resuelve? ¿En casarse o en morir? y Aladrigal. (]ue aun desde lo bajo de su encenagamiento no se olvida de quien es ni de su fe de cristiano, responde : Todo es muerte y todo es pena ; ninguna cosa hallo buena en casarme ni en vivir. Como la ley no dejara en -la cual pienso salvarme, la vida con el casarme, aunque es muerte, dilatara. Pero casarme y ser moro son dos muertes de tal suerte, que atado corro a la muerte y suelto mi ley adoro. Sobre este particular, léese en el referido libro de Sa- piencia : Las turcas se pagan mucho de los cristianos y tal vez Jiay algu- nas que los solicitan, pero ellos huyen de ellas, unos por temor de Dios, otros por miedo de la justicia turquesca, la cual, en hallando un cristiano con una turca, le compele a que, renegando de la fe, se vuelva turco, y si lo resiste, es el castigo ahogalle en la mar; pero si hallan un judío con una turca, al judío empalan vivo (como en mi tiempo hubo día que vi empalar tres) y arrojar en la mar a la mujer sin remedio alguno. Y en su confirmación, más adelante, refiere el caso de u;i cristiano llamado Consitantino, que se enamoró de una don- cella turca dicha Fatí, y siendo delatados por una criada, }• no queriendo él apostatar, fueron arrojados vi\-os al ma/, con un gran peso al cuello, "con mucho dolor y lágrimas de todo el pueblo, del cual esi>ectáculo se hicieron nuichos ro- mances turcos y cristianos" ^ Líbrase de tal fin por su fecundo ingenio el cautivo Madrigal, por(|uc habiendo comprendido la credulidalico algunos árabes, espectáculo des- conocido, al parecer, en España por entonces. El Gran Turco tiene en Constantinopla algunos leones y ma- chos osos en una iglesia antigua (de que el bárbaro usa para leone- ra), que está cerca de su palacio, y el leonero que cuida de estos animales alquila los osos á los árabes, los cuales, horadándoles las narices, les ponen una sortija de hierro, y luego, con un bozal en la boca, los tienen hasta que se hacen domésticos, que los traen atados de la argolla por la ciudad, y con cierto son- les 'hacen bailar y hacer muchos juegos de gusto, con que ganan mucho dinero; estas habilidades enseñan aquellos bárbaros a estos brutos, domesticán- doles rigurosamente con un palo. Respecto del elefante, cuyo maravilloso instinto fué a'!- mirado de los antiguos, escribe Mármol Car\-ajal ^: Demás desto es muy aparejado para aprender y entender cual- quier cosa que le digan, porque tiene una manera de entendimiento quasi humano. Pasado esto, asiste el espectador á la recc]>ción. solemne a! principio y descortesísima al fin, que el Gran Señor hace á los embajadores persianos y á la cómica indignacii'tn de lo- bajaes Braín y Mustafá. Parece el gran Turco detrás de unas cortinas de tafetán verrle • salen cuatro bajaes ancianos: siéntase sobre alfombras y almohadas. Entra el Embajador de Persia y. a! entrar, 'le echan encima una ropa de brocado; llévanle dos turcos del brazo, habiéndole mirad.í primero si trae armas encubiertas: llévanle a asentar en una al- mohada de terciopelo ; descúbrese la cortina ; parece el Gran Turco. Mientras esto se hace pueden sonar chirimias. Hablando Sapiencia ' de la manera de recibir los emba- jadores en Constantinopla. confirma y amplía casi todos los detalles que da Cervantes : Luego llega el Aghá, ó capitán de los genizaros y un \'ccir. que llevan en medio a' embajador... y cuando llegan á la puerta inmediata á la i)ieza donde está e' Gran Turco, asi al embajador 1 Descripción de África, tomo i. fol. 27 vio. 2 Obra citada, fo!. 44. 326 EL TEATRO DE CERVANTES como á los (los dic/hos. los llevan dos ministros uno á uno y los presentan ante el Gran Turco, llevándolos en medio y teniendo asido á cada uno los brazos mientras ven al Rey, al cual los pre- sentan, no frontero del rostro, sino por un lado, y llegados a sus pies, le hacen arrodillar ; y tomando uno de los ministros la manga de la vestidura real, se la da para que la bese al embajador y des- IHiés a cada uno de los demás, teniéndole siempre fuertemente los brazos, que no puede usar de ellos ; después le hacen reirar á un lado. Entonces el intérprete de la lengua hace una oración cele- brando la grandeza del Gran Turco y la afición que le tiene el Rey cuya es la embajada y lo que desea conservar la paz... El cual [el Sultán] no responde palabra; pero en su nombre responde el primei Vecir, el cual está cerca del Rey oyendo la embajada; y con esto, haciendo el embajador reverencia, se va. Antes de salir la pen- última puerta, le ofrecen algunos criados del Rey, que tienen pre- venida cierta vestidura para e! embajador y le revisten otra de bro- cado muy rica. El Embajadíjr de Cervantes solicita la paz en muy cor- teses y comedidas razones ; pero Brain se irrita contra el persa, de quien dice : Su mendiguez sabemos y sus mañas, por quien con él de nuevo me enemisto, viendo que el grande Rey de las Españas muchos persianos en su corte ha visto. Estas son de tu dueño las hazañas ; pedir favor á quien adora en Cristo; y como ve que el ayudarle niega, por paz, cobarde, en ruego humilde ruega. Mas el Embajador replica con entusiasmo: Aquella majestad que tiene al mundo admirado y suspenso ; el verdadero retrato de Filipo, aquel Segundo, que sólo pudo darse a sí Tercero; aquel cuyo valor alto y profundo no es posible alabarle como quiero ; aquel, en fin, que el sol en su camino mirando va sus reinos de contino. Llevado en vuelo de la buena fama, su nombre y su virtud a los oídos del Soldán, mi señor, así le inflama LA GRAN SULTANA 327 el deseo de verle los sentidos que a mí me insiste, solicita y llama, y manda que por pasos no entendidos, por mares y por reinos diferentes vaya a ver al gran rey. Con esto se espanta el Consejo del Sultán ; el triste emi- sario es echado á enupu jones y sólo le salva de la muerte su sagrado de embajador. Demanda consulta el Soberano, pár- tense los pareceres de los bajaes, unos ]X)r la paz, otros ix>r la guerra; ofrecen infomiación de todo y el Turco resolver se- gún de ellas le parezca. Este episodio es histórico en su esencia. Amurates II T. como sus antepasados y sucesores, combatió varias veces á los persas. En 1581 llegó á Constantinopla una suntuosa em- bajada de aquel país en demanda de la paz ; acompañaban al Embajador doscientos hombres de á pie y de á caballo, lujosamente vestidos de seda ; los regalos ofrecidos al Sultán fueron muchos y de subido precio, consistentes en alcora- nes encuadernados con oro y pedrería, tapices, alfombras, ar- mas, monturas y "una lágrima de ciervo, del tamaño de un huevo, guarnecida de oro y diamantes". Amurates no acce- dió á la siiplica, prosiguiendo la guerra, á las órdenes de Os- man. quien dijo al Turco expresiones semejantes á las dei Bajá de la comedia. Nueva comiii\-a persa llegó, con el niisnvi objeto, en 1589. presidida por el principe Catagar ^. y otra en 15 de Octubre de 1612 ^; mas Cervantes parece aludir á la primera. También es personaje auténtico el visir Mustafá. De cl hay muchas memorias en el reinado de Selim II, pues fué uno dé los autores de la empresa de Chipre ; en tiempo de -Amurates marchó de general contra Persia, donde se cubriiS de gloria, y habiendo muerto el primer visir Mehamed. aspiró á sucederle. Desairóle el Turco, á pesar de sus relevantes 1 Sagredo, obra citada, págs. 321. 325 y 329. 2 Sapiencla, Nuevo Tratado de Turquía, fol. 46. 328 .EL TEATRO DE CERN'AXTES servicios, otorgando el puesto á Sinán, y entonces Aíiista- fá \ al saberlo, reventó de cólera aquella noche ^. Al mismo tiempo la Sultana lucha con su conciencia, y con dificultad apagan sus remordimientos las sensatas razones de Rustan. \'uel\-e el Turco á visitar á Catalina, y de nuevo asistimos á su amoroso rendimiento y al auge de su pasión. que escandaliza á los servidores del serrallo. Bien compren- dió Cervantes cuan fuera de la corriente iba la toleran- cia religiosa de Amurates. y i)or esto insiste una y otra vez en ello, explicándolo por el frenesí amoroso que se apodera del Turco. Turco. ¿Tengo yo a cargo tu alma, o soy Dios para inclinalla, o ya de heciho llevalla donde alcance eterna palma? \^ive tú a tu parecer como no vivas sin mí. Y aunque del cercado ajeno es la fruta más sabrosa que del propio (¡ extraña cosa !) por la que es tan mía peno. SuLT. Advierte que soy cristiana y que lo he de ser contino. Mamí. ¡ Caso extraño y peregrino ! ¡ Cristiana una Cran Sultana ! Turco. Puedes dar leyes a'l mundo y guardar la que quisieres. No eres mía, tuya eres, y a tu valor sin segundo se le debe adoración, no sólo 'humano respeto ; y así de guardar prometo las sombras de tu intención. Mamí, tráeme, así tú vivas, a que den en mi presencia 1 El nombre de este personaje no consta en la Tabla de ellos; pero sí en la pág. 358 de la comedia. 2 Sagredo. págs. 252 y sigts. y 317- LA GRA.V SULTANA 32Q a Sultana la obediencia del serrallo las cautivas. Para celebrar las bodas que han de dar asombro al suelo, déme de su gloria el cielo y acudan mis gentes todas. Concédame el mar profundo de sus senos temerosos los pescados más sabrosos, sus riquezas me dé el mundo. Denme la tierra y el viento aves y caza de modo que esté en cada una el todo del más gustoso alimento. Denme para tus coronas perlas el Sur. oro Arabia, púrpura Tyro y olores la Sabea, y finalmente denme para ornar tu frente Abril y Mayo sus flores. Zaida y Zelima quedan .solas en el teatro, lamentando su comprometida situación. El caso no puede ser más perc- íí'rino ni mavor el riesg-o : Zaida. Yo preñada y tú varón, y en este serrallo; mira adonde pone la mira nuestra cierta perdición. En efecto: por seguir á su amada, cautiva en el harem, Laml:)€rto se disfrazó de mujer, y por su gran hermosura fué vendido á los proveedores y encerrado alli bajo el nom- bre de Zelima. Xo mucho menos apurado que Lamberto se vería el hermoso mancebo D. Gregorio, ó D. Gaspar, o don Pedro, que de todos estos modos se le llama, disfrazado de mora, por industria de su amante Ana hVlix, entre mujeres argelinas, en caso semejante \ Prosigue ^^ladrigal, cuyo genio le lleva á burlarse del más amigo, viviendo holgadamente á costa del crédulo Cadi. I Don Quijote, segunda parte, cap. lxim. -'^-"'O EL TEATRO DE CERVANTES Cadí. Español, ¿lias comenzado a enseñar al elefante? Mad. Sí. y está muy adelante: cuatro liciones le he dado. Cadí. ¿En qué lengua? Mad. En vizcaína, que es lengua que se averigua, que lleva el lauro de antigua á la etiopia y abisina. Cadí. Paréceme lengua extraña. ¿ Dónde se usa ? Mad. En \'izcaya. Cadí. ¿ Y es \'izcaya ? Mad. Allá en la raya de Navarra, junto a España. Cadí. Esa lengua de valor por su antigüedad es sola ; enséñale la española, que la entendemos mejor. Mad. De aquellas que son más graves le diré las que supiere y él tome la que quisiere. Cadí. ;Y cuáles son las que sabes? Mad. La jerigonza de ciegos, la bergamasca de Italia, la gascona de la Galia y la antigua de los griegos. Con letras como de estampa una materia le haré adonde á entender le dé la famosa de la hampa ; y si de aquestas le pesa, porque son algo escabrosas, mostraréle las melosas valenciana y portuguesa. La conversación prosigue acerca del lenguaje de las aves, cosa que, al parecer, quita el sueño al magistrado turco, cuya debilidad projxirciona al descocado cautivo motivos para tomar nuevo -ascendiente sobre él. Sale Rustan, y apenas se enteran de cómo va en busca de un tarasí ó sastre español, cuando el inquieto y revoltoso genio de Madrigal le impulsa LA GR^AN SULTANA 33 1 á tentar nuevas aventuras, sólo por afán de meterse por do- quiera y de revolverlo todo. Mad. Sin duda que me buscáis, pues soy sastre y español y de tan grande tijera, que no la tiene en su esfera el gran tarasí del sol. ¿Qué hemos de cortar? Rustan. \'estidos ricos para la Sultana. que se viste a la cristiana. Venid conmigo, y mirad que seáis buen sastre. Mad. Señor, yo sé que no le hay mejor en toda esta gran ciudad, cautivo ni renegado ; y para prueba de aquesto, séaos, señor, manifiesto que yo soy aque! nombrado maestro del elefante, y quien ha de hacer hablar a una bestia, en el cortar de vestir será elegante. Este breve diálogo causa muy distintos efectos en sus dos auditores, el Cadí y un cautivo anciano que, como á la descui- dada, le escucha. .\ler.i y brama : ¿Qué es esto? ; Qué desconcierto es ése? ¿Qué desespero? Di, encantador, embustero. ¿Hasla ihechizado? ¿ Has'.a muerto? Basilisco, di. ¿qué has hecho? Espíritu malo, habla. El acto terminase en grande y dramática confusión; el anciano, sereno é implacable ; espantado y feroz el Ture, compungido Madrigal é indignados los servidores. 334 El. TEATRO DE CERVANTES Turco. Empalad luego a ese mostró. Empalad aquél también. Quitádmelos de delante. Mad, Primero que e! elefante vengo a morir. MAivrr, Perro, ven. Por fuerza llevan á los fingidos tarasíes, mientras Amti- rates, volviéndose á la desmayada joven, la toma amoroso en sus brazos. De mu}' diverso color se abre el acto postrero. La Sultana lia tornado en sí, y demandando al Gran Señor por su padre, ordena aquél que se suspenda el castigo fulminado, á tiempo que ya ell verdugo aguzaba los palos del suplicio. El español maestro apenas se vio libre cuando, dando dos brincos, dijo: "Gracias a Dios y a mi discípulo." Al padre anciano truje ante la Gran Sultana, que con abrazos tiernos le recibió, besándole mi! veces. Allí se dieron cuenta, aunque en cortas razones de mil sucesos varios al padre y a la hija acontecidos. Finalmente, mandóme el Gran Señor que hiciese como en la judería se alojase su suegro. Ordena que le sirvan a la cristiana usanza con pompa y aparato que dé fe de su amor y su grandeza. Y no contento con estas mercedes, para solemnizar el buen suceso de Catalina, quiere de aquí á dos días con ella y sus cautivas holgarse en el serrallo con bailes y con danzas cristianescas. LA GRAX SULTANA 33 S Músicos he buscado cautivos y españoles, que alegres solenicen la fiesta en el serrallo jamás vista. Haré que vayan limpios y vestidos de nuevo. Mamí. Sí, pero como esclavos. RusT.^N. A dar lugar el tiempo mejor fuera que fueran como libres, con plumas y con ga'.as. representando al vivo los saraos que en líspaña se acostumbran. En muy elegantes versos satisface la Sultana el enojo de su irritado padre. }' con mejores razones alcanza á desagra- \iarle, abriendo ancha etapa de bienandanza para todos : Mil veces determiné antes morir que agradalle ; mil veces para enojalle sus halagos desprecié. Pero todo mi desprecio, mis desdenes y arrogancia, fueron medio y circunstancia para .tenerme en más precio. Con mi celo le encendía, con mi desdén le llamaba, con mi altivez le acercaba a mí cuando más huía. Finalmente, por quedarme con »el nombre de cristiana, antes que por ser Sultana, medrosa vine á entregarme. Xo escarmentado Madrigal con el pasado susto, todavía se mete en nuevas aventuras. Viene ahora, en aire de poeta y músico, como guía del sarao á la cristiaticsca, organizado para complacer á la Sol)erana. y entre él y los demás niii- sicos V danzarines se hace una primorosa escena de corte realista y semipicaresca, en cuya pintura, como en tantas otras cosas, fué único Cervantes : Salen los dos músicos y ^^adrigal con ellos, como cautivos, con sus almillas coloradas, calzones de lienzo blanco, borceguíes negros. o:)b El. TEATRO DE CERVANTES todo nuevo, con v najas y los demás MÚSICO I." .Mad. ]\ÍÚSIC0 2. Mad. Mus. i.° Mad. Mus. 2° Mad. Mus. 1." Mad. Mus. 2. Mad. Mus. i.° Mad. Mus. 2." Mad. Mus. I.° Mad. ueltas, sin lechuííuillas. Madrigal traiga unas so- sus guitarras. Otro es esto que estar al pie del palo esperando la burla, que os tenía algo de mal talante. Por San Cristo, que estaba algo mohino; media entena Jiabian preparado y puesto a punto para ser asador de mis redaños. ¿Quién os metió a ser sastre? El que nos mete agora a todos tres a ser poetas, músicos y danzantes y balistas : el diablo, a lo que creo, y no otro alguno. A no volver en sí la Gran Sultana tan presto, ¡ cuál quedábades, bodega ! Como conejo asado y no en parrillas. Mirad: este tirano... Hablad pasito, mala Pascua os dé Dios. ¿ No se os acuerda de aquel refrán que dicen comúnmente que las paredes oyen ? Hablo paso y digo... ¿Qué decís? No digáis nada. Digo que el Gran Señor tiene sus ímpetus como otro cualquier rey de su tamaño, y temo que á cualquiera zancadilla que demos en la danza ha de pringarnos. ; Y sabéis vos danzar? Como una muía ; pero tengo un romance correntio que 'e pienso cantar a la loquesca que trata ad ¡anguín todo el gran suceso de la grande sultana Catalina. ¿Cómo lo sabéis vos? Su mismo padre me lo ha contado todo, ad pcdem literae. ¿Qué cantaremos más? Mil zarabandas, mil zambapalos lindos, mil chaconas y mil pésame dello y mil folias. ¿Quién las ha de bailar? La Gran Sultana. LA GRAX SULTANA SSy MÚSICO 2." Imposible es que sepa baile alguno, porque de edad pequeña, según dicen, perdió la libertad. Mad. Mirad. Capacho; Xo hay mujer española que no salga del vientre de su madre bailadora. Mus. I." Esa es razón que no la contradigo; pero dudo en que baile la Sultana por guardar el decoro á su persona. Mus. 2." También danzan las reinas en saraos. ^Iad. Verdad, y a solas mil desenvolturas, guardando honestidad, hacen las damas. Mus. I." Si nos hubieran dado algún espacio para poder juntarnos y acordarnos, trazáramos quizá una danza alegre cantada a la manera que se usa en las comedias que yo vi en España, y un Alonso Martínez, que Dios haya, fué el primer inventor de aquesos bailes que entretienen y alegran juntamente más que entretiene un entremés de hambriento, ladrón ó apaleado. Mus. 2." Verdad llana. Mad, Desta vez nos empalan : desta vamos a ser manjar de atunes y de tencas. Mus. i.° ^ladrigal, esa es mucha cobardía; mentiroso adivino siempre seas. (Entra Rustan.) Rustan. Amigos. ; estáis todos? Mad. Todos juntos. como nos ves, con nuestros instrumentos : pero todos con miedo tal, que temo que habernos de oler mal desde aquí a poco. Rustan. Limpios y bien vestidos vais de nuevo ; no temáis y venid, que ya os espera el Gran Señor. Mad. Yo juro a mi pecado que voy. Dios sea en mi ánima. Mus. 2° Xo temas, que nos haces temer sin causa a'guna v aNTjda a los osados la fortuna. Turco. ¿Sois españoles, por ventura? Mad. Somos. Turco. ;De Aragón ó andaluces? Mad. Castellanos. 338 EL TEATRO DE CERVANTES Turco. ¿Soldados ú oficiales? Mad. Oficiales. Turco. ¿Qué oficio tenéis vos? M.\D. ; Vo?, pregonero. Turco. Y éste, ¿(\né oficio tiene? Mad. Guitarrista ; quiero decir que tañe una guitarra peor odhenta veces que su madre. Turco. ¿Qué habilidad esotro tiene? Mad. Grande : costales cose y sabe cortar guantes. Turco. Por cierto los oficios son de estima. Mad. Quisieras tú, Señor, que el uno fuera herrero, y maestro de aja fuera el otro, y el otro polvorista o por lo menos maestro de fundar artillería. Turco. A serlo, os estimara y regalara sobre cuantos cautivos tengo. Mad. Bueno. En humo se nos fuera la esperanza de tener libertad. Turco. Cuando Alá gusta, hace cautivo aquél y aqueste libre. No hay al querer de Alá quien se le oponga. Mirad si viene Catalina. RusTÁx. Viene. y adonde poiie la hermosa planta un clavel o azucena se levanta. Acomódanse todos, inchiso el Cadí, que allí se parece, aun á riesgo de enojar al Sultán, y saliendo al medio el inquieto Madrigal, canta el romance citado al principio' de este capí- tulo. Los músicos no oh'i'dan tampoco sti carácter zumbón y jalean al cantor con estos burlescos elogios : MÚSICO 2." ¡ Oh repentino poeta ! El rubio señor de Délo de su agua de Aganipe te dé a beber un caldero. MÚSICO I." Paladéente las Musas con jamón y vino añejo de Rute y Ciudad Real. Mad. Con San Martín me contento. Cadí. El diablo es este cristiano; LA GRAlN^ SULTANA 33,. yo le conozco, y sé cierto que sabe más que Mahoma. Viene luego el baile, ([ue hace la Suliana. niicnlra- lui músicos cantan, poniéndose en lugar de Amuratcs : A vos, hermosa española tan rendida el alma tengo, que no miro por mi gusto por mirar el gusto vuestro. Por vos ufano y gozoso a tales extremos vengo, que precio ser vuestro esclavo más que mandar mil imperios. Por vos con discurso claro, puesto que puedo, no quiero admitir reprehensiones, ni escuchar graves consejos. Por vos contra mi Profeta, que me manda en sus preceptos que aborrezca a los cristianos, por vos no los aborrezco. Con vos. niña de mis ojos, todas mis venturas veo. y sé que sin duda alguna por vos vivo y por vos muero. Muda el baile }■ también la canción, que la forman la> siguientes endechas, capaces de contentar, creo yo. al má- escrupuloso : Escucihaba la niña los dulces requiebros, y está de su alma su gusto lejos. Como tiene intento de guadar su ley. requiebros del rey no le dan contento. Vuelve el pensamiento a parte mejor, sin que torpe amor le turbe el sosiego ; y está de su alma su gusto leios. 340 EL TEATRO DE CERVANTES Su donaire y brío extremos contienen, que del turco tienen preso el albedrío. Arde con su frió, su valor le asombra, y adora su sombra, puesto que ve cierto que está de su alma su gusto lejos. Ante todo lo cual, entusiasmado el Turco, manda detener la danza, y. en el colmo de la felicidad, concede generosa libertad á todos. Enajenados, arrójause á sus pies los pre- sentes, incluso la linda española; pero Amurates la levanta en sus brazos para retenerla en ellos como señora de su al- bedrio, de quien no f|uiere apartarse. Los músicos reclaman también el goce de su libc'rtad, y el Turco responde : Los dos sí, pero éste no, que es aquel que se ofreció de mostrar al elefante hablar turquesco elegante. Mad. ¡ Cuerpo de quien me parió ! ^: Ahí llegamos ahora? Turco. Enséñele y llegará de su libertad la hora. — Hora menguada será, si Andrea no la mejora, gime el triste Madrigal, que ya, dándose por libre, saltaba de contento. Este género de fiestas, que recuerdan las ya mencionada? de Los Baños de Argel por los desdichados cautivos, parecen históricas, pues gustaban mucho á D." Catalina. Los prisione- ros, ya fuese por agradecimiento á sti bienhecho'ra, ya por captarse su favor, cantaban los romances, castellanos y eje- cutaban los bailes cantados, que tantO' se usaban en los teatros de España, y encargaban comedias españolas, que se com- praban en Venecia á los mercaderes judios, y aun se procu- raban de nuestros Virreyes de Italia. Así, por obsequio á la LA GRAN SULTANA 34 I misma Sultana, se representó en el serrallo, por los cautivos y por algunos de los moriscos expulsos, la magnífica o))ra de Lope. La Fuerza lastimosa. Luego de esto siguen en la comedia unas escenas no muy limpias, y que hoy resultan bastante crudas, con frases liarte naturalistas, ahora malsonantes, pero que entonces eran ordi- narias, aun tratándose de escritores tan pulcros y comedidos como Cervantes. El Cadi, mirando á la sucesión del Imperio, aconseja a' Sultán que visite su harén, y á este efecto, Mamí recibe or- den de reunir las odaliscas. Corresponde á Zaida y Zelima cerrar la fila de más de doscientas cautivas ; fácil es suponer sus apuros y sobresaltos. Esperan pasar inadvertidos entre tantas hennosas jóvenes ; pero no es así para los sin ventura. Amurates se detiene ante Zelima y le arroja el pañuelo. El precitado' autor de la Historia del ivipcrio otomano \ levan- tando una punta del velo^ que encubre los misterios del harén, explica así las ceremonias del caso: Cuando el Gran Señor quiere vúsitar á las damas en su cuarto, hace cerrar la puerta que tiene comunicación al Has-Oya y entra en las galerías de estas hermosas cautivas, que están anhelando verle: y si alguna tiene la dicha de agradarle, le arroja Su Alteza el pañuelo, que luego venera y pone en su seno, retirándose e! Sultán, y las compañeras le dan la enhorabuena, la llevan al baño, la per- fuman, la visten suntuosamente y la conducen, al son de instrumen- tos y de voces, a la puerta del cuarto imperial, donde es introducida por el Keislar Agasi. Luego que entra, se arroja a los pies del Gran Señor, quien la levanta y está en su com])añía el tiempo que le parece, y para que se la cuide, por si resulta quedar embarazada, sale con un velo cubierto el rostro, y con el mismo acompañamiento la llevan al baño; de allí, al cuarto de las odalisks. damas de Su Al- teza, con lo que si tiene la felicidad de cautivar su voluntad y pro- duce algún infante, se la coloca y trata como á Sultana, llegando así a ser poderosa en poco tiempo. Mucho de este ritual debió de suprimí r.se con el disfrazado Lamberto, pues de lo contrarío su embustería habríase de.s- I Tomo II, págs. 171 y sigts. Más detalladas noticias puede ver el cu- rioso en la obra de Sapiencia, fols. 22 y 23. 04'¿ KL TEATRO DE CERVANTES cubierto antes. AI verle caminar hacia la cámara regia, desespérase la sin \entura Zaida ; conduélese de ella la sul- tana Catalina y 03^e la relación de su angustia, y cuando la magnánima española se apresta á i>oner remedio^ á acpiella desventura, sale el Turco furioso, con una daga desenvainada y asido por el cuello al mismo T.amberto, jurando matarle por su propia mano. Pero el industrioso mancebo logra echar de sí la terrible borrasca, mediante oportuno embuste : Siendo niña, a un varón sabio oi decir las excelencias y mejoras que tenía el hombre más qué la hembra. Desde allí me aficioné a ser varón, de manera que le pedí esta merced a' cielo con insistencia. Cristiana me la negó, y mora no me la niega, Mahoma, a quien hoy gimiendo con lágrimas y ternezas, con fervorosos deseos, Maravillase Amiu-ates. y volviéndose al Cadí pregunta : ¿ Puede ser esto. Cadí ? — Y sin milagro, que es más. contesta el interrogado. Ahora l)ien ; en los días de Cervan- tes ¿creíase en la posibilidad de semejantes mutaciones? Con toda certeza fué opinión muy extendida hasta tieinpos moder- nos. Después de mediar el siglo xvii, el célebre D. Jerónimo de Barrionuevo, en sus Avisos históricos ^, registra un caso de androginismo, setnejante al referido en la comedia cervan- tina, que acaeció €n Madrid, añadiendo cjue el sujeto de tan rara metamorfosis se mostriaba en páblico, y que él pensaba ir á verlo. Pero sobre este particular nada más curioso, diver- I Avisos de Don Jerónimo de Barrionuevo (1654-1658). Precede u)ia noticia de la vida y escritos del autor por A. Paz y Melia; Madritd, 1892-94; 4 tomos en 8.° (Colecc. de Escrit. cast.) ; tomo r, pág. 372. LA GRAX SUI.TAXA 3^3 tido y ameno que el largo discurso trabajado }X)r el discreto novelista madrileño D. Francisco de Lugo y Dávila, é inclui- do en su novelilla llamada Del Andrógino \ Allí puede hallar el curioso cuantos argumentos filosóficos, médicos é históri- cos precise para convencerse de "cómo puede suceder, natu- ralmente, que una mujer se convierta en varón, pasando de un sexo al otro y gozándolos con perfección entrambos". Raro es que este autor haya recogido tanta variedad de argimientos y de textos, algunos, comO' los de Torquemada y Ubeda, de 1617, muy curiosos, para probar una cosa de la que acaba burlándose. Yo creo ([ue Cervantes hace lo mismo en su comedia. El hecho- de ser fingida la conversión y de atribuirla á milagro de Mahoma. milagro negado ¡jor el cielo, no me parecen rasgos para tratar en serio- este negocio. A ruegos de Catalina, Lamberto es nombrado bajá de Rodas, se casa con Clara y parten á su destino en compañía de Roberto. No menos feliz resulta eil bueno de Madrigal. Dueño de treinta hermo-sos escudos de oro. sonsacados con maña al crédulo Cadí. conciértase con Andrea sobre su porte y pasaje : Ven. que muero por verme ya en Madrid hacer corrillos de gente que pregunte: ''¿Cómo es esto? Diga, señor cautivo, por su vida: ¿ Es verdad que se llama la suUana que hoy reina en la Turquía, Catalina. y que es cristiana y tiene don y todo. y que es de Oviedo el sobrenombre suyo?" ¡Oh, qué de cosas les diré! Y aun pienso, pues tengo ya el camino medio andado, siendo poeta hacerme comediante, y componer la historia de esta niña, sin discrepar de la verdad un ])unto. 1 Teatro popular: novelas morales para inosirar los géneros de vi- das del pueblo, y afectos, costumbres, y passioites del animo, có apro- u echamiento para todas personas; En Madrid. Por la viuda de Fernan- do Correa Montcncuro. Año M. DC. X'XII ; reimpresa en el tomo 1 de la Colección Selecta de Antiguas Nozrhs Hspai'wlas. .\í.n(lri'l. .(.nh- 8.0; págs. 191 y sigts. ^'44 lir. TEATRO DE CERVANTES representando el mismo personaje allá que hago aqui... Adiós, Constantinopla famosísima ; Pera y Permas, adiós ; adiós, Escala, Chif uti y aun Guedi ; adiós, hermoso jardín de Visitax; adiós, gran templo que de Santa Sofía sois llamado. Y cuando i)()nen el pie en la borda, miran encenderse mil luminarias, que reñejan las mansias aguas del Bosforo; oyen tañer dulces chirimías y ven correr en todas direcciones, agi- tando chispeantes hachas de viento, multittid de pajes, gar- zones y servidores regios gritando: "¡Viva la gran sultana D.'' Catalina de Oviedo! ¡Felice parto tenga! ¡Tenga parto felice!" Y oyen á Rustan, que los increpa así: Alzad la voz. mucihachos: viva a voces la gran sultana doña Catalina, gran sultana y cristiana, gloria y honra de sus pequeños y cristianos años, honor de su nación y de su patria, a quien Dios de tal modo sus deseos encamine, por justos y por santos, que de su libertad y su memoria se haga nueva y verdadera historia. Hízola, en efecto, Lope de Vega en su novela El Des- dichado por la honra \ La gran Sultana de Lope oirece la ])articu]arida(l de llamarse D.^ María, y de ella escribe: ''En- tre las mujeres que entonces tenía el sultán Amath, era la más querida una cierta señora andaluza, que ftié cautiva en uno de los puertos de España." Fuera de este detalle y de la referencia, ya citada, á las representaciones de comedias es- pañolas en el serrallo, todo lo' demás de la novela parece fruto de imaginación. D.'' María se escapa con Felisardo ])ara tornarse á sus padres y á su primitiva fe; empero los bajeles del Gran Turco apresan á los fugitivos; la Sultana, "en hábito de soldado genizaro". es de\'uelta al palacio de I Autores españoles : Obras no dramáticas de Lope de Vega, to- mo xxxvii de la colección ; págs. 14 y sigts. LA GRAX SULTANA 34^ Constantinopla. " I\'o quiso el Turco verla en cuaitru ete : Que estoy minando, imagina, cuando tú de mí te alejas, que en estas comedias viejas he hallado una brava mina. Trátase de una dama barcelonesa, dicha D.' Leonarda. abandonada villanamente por su tornadizo amante, á quien siguió en hábito de hombre, huyendo de sus padres y de su futuro para acompañarle á \''alencia. Pero como el amor gozado engendra hastío, el voluble D. Juan la abandona en una cala de Alicante. Desesperada D." Leonarda. entrégase al corsario Arnaute Mami. prendado de su hermosura Yo soy Arnaute Mamí, temido por mis hazañas desde la andaluz ribera hasta las cruces de Malta; rayo del mar que apellida el mundo y sangrienta es])ada 1 Comedia famosa. La Cosaria catalana. De Don Juan }fatos Prc- goso. (A! fin:) Hallarase esta Comedia, y otras de diferentes Titulos. en Salamanca, cu !a imprenta de la Santa Cruc. Calle de la Rúa: 4.", 36 págs. á dos cois. 2 Don Quijote, secunda parte, cap. lsiii. -■>4'' KL TEATRO Dli CERVANTES de Mahonia ; y todo junto, cristiana, estará a tus plantas si sabes de tu fortuna aprovecharte, y de esclava pasarás a ser señora deste brazo y desta escuadra ; y esio es hasta lal punto (jue el famoso pirata se casa con ella y aunque mi seta consiente más mujeres, solamente seas la que el alma estima, y si en mi amor no es cruel de la fortuna la rueda, va que del mundo no pueda, hacerte reina de Argel. Desgraciadamente para la hermosa cautiva, una bala de cañón, en un combate con los caballeros de Malta, se lleva todas estas ilusiones del valeroso corsario, cjue muere en l)razos de Leonarda. La comparación de ésta con D." Catalina de Oviedo se ocurre naturalmente ; pero así como convienen en su impro- \isada fortuna, difieren grandemente en otras cosas. Doiía Catalina no abjura de su fe y hace de esto^ condición pre- cisa : D. ' Leonarda reniega, llamándose Celinia, y aun es esta conversión tan honda, que con el nombre cobra singular fie- reza y odio á los cristianos. Dice al morir su esposo: Llore tan triste tragedia todo e! imperio otomano el valor vuelva . los ojos á la venganza, las manos a la inclemencia, tiznando de la cristiana sangre las espumas fieras • de los mares que con estas seis galeras espanto he de ser de Europa y del África defensa, y haced cuenta, con el valor que hay en mí. LA GRAX SULTANA S.y^ que no falta Amante en ellas, que con el traje africano varonil y la fiereza del nombre de hijo suyo, haré que el mundo me tema. Celino Arráez Mamí me llamo, su nombre heredan como su valor mis brazos, y guárdense de mí Malta y España. Su audacia y crueldad dejan airas la.s del difunto. Arranca, arranca, canalla ; apriesa, perros, salid. ¡ Ah, chusma infame cristiana ! ¡ Boga, boga, escurre, escurre ! ¡ Ah cómitre ! ¡ A palos mata esos perros y revienta con los remos! ¡Caza, caza! Así estimnla á sus hermanos y compatriotas en casos de apuro. Corre Leonarda todo el Mediterráneo, siendo espanto de las marinas cristianas y admiración de los muslimes. Caen en su poder el traidor D. Juan y Xarcisa. su rival ; véngase de ellos con refinada crueldad, y, por último, viene á morir en un encuentro con galera-s espaiiolas á manos de su propio padre, general de ellas. En su riltima hora perdona á su an- tiguo amante y se convierte á la fe en que nació. En esta pieza se introducen fragmentos líricos ajenos al autor, como un romance conocidísimo de Góngora (Amarrado oí (hiro banco) en la jornada segunda, y otros. También en la misma jornada consta el curioso diálogo entre Leonarda y un Aut..r de comedias repetidamente citado. La acción de esta intere- sante obra se desarrolla casi toda sobre el mar y á bordo de las galeras piratas, y, por lo menos, vale tanto, aun hoy, c<»mo cualquier novela marítima de Eugenio Sué. VI EL RUFIÁN DICHOSO Carácter biográfico de esta comedia. — Fuentes que gozó Cervante:"-. — J'ida de Fr. Cristóbal de la Cruz, por el P. Agustín Dávila Pa- dilla.— Juicios que se han hecho de El Rufián dichoso. — Su examen crítico. — Su asunto. — El tipo de Cristóbal de Lugo y don Juan Te- norio.— Figuras históricas. — Argumento y personajes. — Otras come- dias de asunto semejante. "Pues ¿qué si venimos á las comedias divinas? ¡Qué de milagros fingen en ellas, qué de cosas apócrifas y mal enten- didas, atribuyendo á un santo los milagros de otro!"', ex- clama el cura Pedro Pérez en su célebre diálogo con el discreto canónigo de Toledo, en la primera parte del Qui- jote. Por esto, sin duda, Cerv.^xtes puso empeño, al escribir la comedia de El Rufián dichoso, en demostrar como no había en^elüT'milagro fingido, ni cosa apócrifa ó mal entendida, sino que todo era_ sacado de documentos históricos : Sale una dama, llamada D.^ Ana Treviño: un médico y dos criadas. Todo esto es verdad de la historia... Suenan desde lojts guitarras y sonajas y vocerío de regocijo. Todo esto desta máscara y visión fué verdad, que ají !o cuenta la historia del santo... Entran á este instante seis, con sus máscaras, vestidos como ninfas, lasci- vamente; V los que han de cantar y tañer, con máscaras de demo- nios, vestidos á lo antiguo, y hacen su danza. Todo esto fué así, que no es visión supuesta, apócrifa ni mentirosa... Entranse todos y salen dos demonios: el uno con figura de oso. y el otro como quisie- ren. Esta visión fué verdadera, que así se cuenta en su historin .. Vuelve á entrar Saquiel, vestido de oso. To-lo fué ansí ^ I Págs. 280, 283, 284, 301 y 306. 33o EL TEATRO DE CKRXANTES Sin embargo de esto, el ingenioso y erudito escritor sevi- llano D. Francisco Rodríguez Marín, llegando á tratar en su libro Rinconcte y Cortadillo ^ de la eíitancia de Cervantes en Sevilla, escribe : ^' allí, recién llegada de Xueva España la noticia de la ejempla- rísinia muerte del dominico sevillano Fr. Cristóbal de la Cruz (septiembre de 1563), oyó referir, ya con matices y exageraciones de leyenda, las mil rufianescas travesuras que de mozo, llamándose Cristóbal de Lugo, había hecho en la ciudad, de donde nuestro Cervantes comenzó a formar propósito de sacar algún día al teatro tanta disipación y tanta virtud, como lo efectuó al cabo en su co- media intitulada El Rufián dichoso. En otra ocasión había }'a consignado : Xo estoy seguro de ello ; mas paréceme que antes de ahora nadie ha caído en la cuenta de que el Lugo de la comedia de Cer- VANTES es el mismísimo Fr. Cristóbal de la Cruz, de quien trata el Obispo de Monópoli -. Tomando pie de aquí D. Joaquín Hazañas y La Rúa, ca- tedrático V ex rector de la L^niversidad sevillana, dijo en curioso libro ^ : La historia de Fr. Cristóbal de Lugo no es una invención de Cervantes, quien seguramente la oiría referir más de una vez en Sevilla durante sus estancias en esta ciudad, si es que no la leyó en alguna relación impresa, hoy desconocida. El ilustre historiador de la Orden de Santo Domingo Fr. Juan López, obispo de Monó- polis. la refiere así. Y en seguida copia por espacio de 29 páginas los capí- tulos xxvii^ xxvTii, XXIX V XXX de la Historia general de la Orden de Santo Domingo, ya rápidamente extractados por Matute y Gaviria, entre las biografías que compuso de sevillanos ilustres '. Ignoro si habrá corrido alguna historia especial y aparte 1 Pág. 121. 2 El Loaysa de El Celoso extremeño, pág. 143. -j Los Rufianes de Cervantes, pág. 53. 4 Hijos de Sevilla señalados en santidad, letras, armas, artes ó dignidad. Sevilla, 1886-88, tres tomos en 4."; tomo i, págs. 151 y sigts. EL RUFIÁN DICHOSO .^?l de la ejemplar vida de este biena\-entnrado fraile, i)or mas cjue lo dudo mucho, dado que en los días de Cervantes no era aún moda componer este linaje de libros, y que la bus- qué con mucho empeño, auncjue sin fruto; pero lo que sí creo es que Cervantes tuvo á la vista la vida de nuestro justo escrita por el maestro Agustín Dávila y Padilla, en su Historia de la Provincia de Santiago de México, impresa en 1596 ^, y no la relación del erudito ol)ispo de Monópoli. que no vio la luz hasta el año de 161 5 ^. es decir, el mismo año ái publicarse las Ocho comedias y ocho entremeses. La larga y prolija biografía que traza el P. Dávila. tan piadosa com;. bien escrita, se halla llena de reflexiones cristianas y ocupa no menos de veintitrés capítulos. La \'ida que escribió fray Juan López no es sino un calco de la extractada, como re- solverá quien compare ambos textos. El P. Dávila, hombre candido, aunque escritor galano, refiere, pues, que Cristóbal de Lugo nació en Sevilla, pa- sando desde su infancia, como paje, á la casa del licenciado Tello de Sando^'al. inquisidor de la ciudad. Era el mozo agu- do, diligente y de buen ingenio }■ pronto ganó la \'oluntad de aquel varón ilustre que le puso en estudios de Gramática: pero con poco éxito, pues se dio en demasía á la \ida libre de la hampa. Habiendo pasado Sando\-al á Toledo, llevó su paje consigo, aplicándolo á cursar Artes ; mas. aunque mudó de tierra, no mudó de costumbres, continuando su desordenada vida, en compañía de gentes pervertidas, pero conservando, no 1 Historia \ de la Fvndacion \ y discurso de ¡a Prouincia de \ Sa>.- tiago de México, de la Orden \ de Predicadores, por las zñdas de | sus varones insignes, y. casos \ notables de Nueiia \ España. \ Por el Maes- tro I Fray Agustín Dauila Padilla. \ Al Principe de España \ Don fc- iipe nuestro Señor. \ Con Priuilegio de Castilla. \ En Madrid en casa de Pedro Madrigal. \ Año de 1596. | Folio, seis hojas de preliminares. si:i foliar, y 815 págs. á dos cois., más 13 hojas de índices sin numerar, con una mala estampa, en madera, de Santo Domingo. 2 Ovarta parte de la Historia general de Santo Domingo y de su orden de predicadores, por D. Fray Juan Lope.':, obispo de Monopoli. de dicha orden. Valladolid. Francisco Hernández de Córdoba, 1615: tres hojas de prels., sin foliar, 1.237 págs. á dos cois, y 12 hojas de índice. sin numerar. 332 EL TEATRO DE CERVANTES obstante, especial devoción á las almas del Purgatorio. "Era lástima ver al pobre estudiante sólo en el nooibre ; las obras eran juegos, valentías, atrevimientos, y todo esto encaminado á pretensión 'de mujeres." En tal estado ocurrió el lance, referido en la comedia, de determinarse á salir como capitán de bandoleros si perdia en el juego el último menguado resto de su hacienda ; mas. habiendo ganado, entró en cuentas con- sigo mismO', y horrorizado de su vida, hizo voto de morir en religión. El Inquisidor, satisfecho con este parecer, dispuso que se ordenase de Epístola y luego de Evangelio, haciéndole su consejero en muchas cosas. Fué entonces, I543' cuando San- doval marchó á Méjico comisionado por Carlos V. y ha- biendo antes pasado' por Guadalupe, los frailes Jerónimos quisieron detener á Lugo, mas éste acompañó á su protector. En América, ordenado ya, hizo tales penitencias, que llama- ron la atención del célebre arzobispo Fr. Juan de Zumárraga, el cual le propuso para varios beneficios, que rehusó Lugo. Vuelto Sandoval á España, en 1547, acompañóle su prote- gido hasta el puerto, y regresando á la ciudad de Méjico, fué á pedir el hábito al convento de Dominicos, donde ingresó en 9_de Julio de 1547, profesando á 11 del mismo mes del siguiente año. Llamóse en la Orden Fr. Cristóbal de la Cruz. Durante su noviciado ocupóse en las más bajas tareas. Enviáronle de misión á Atzcapuzalco, en compañía de Fr. Francisco' de Berrio, que sabía bien la lengua mejicana, y allí hizo amistad con Fr. Juan Flores, residente en Atlacuba, "y que andaba siemipre en compañía de un demonio, en figura de mastín, que le hacía mil burlaiS". Nombráronle después maestro de novicios, cargo que desempeñó más de cinco años, siendo luego promovido á Prior del convento de Santo Domingo, de Méjico, contra su voluntad y por expreso mandato del provincial Fr. Bernardo de Alburquerque, adelante obispo de Oaxaca. Acudían muchas personas á pedirle consejo, "pues tenía tanta gracia de hablar, que nunca cansaba", á pesar de poseer "desgraciadísima voz, y demás de ser el metal penoso. EL RUFIÁN DICHOSO 333 era la voz mnv desentonada". Hizo monjas á varias hijas de confesión, como D/ Inés de Cabrera, logrando por sus consejos la enmienda de algunas damas desvanecidas, como D/ Ana de Estrada, mujer del tesorero Juan Alonso de Sosa, V Catalina de Aranda, anuerta en olor de santidad. Pero la conversión qué le dio mayor fama fué la de doña Ana de Treviño. de cuyo caso se habla largamente en la comedia. Xo salía de su convento ; predicaba algunas veces V se daba mucíio á la lectura, recogiéndose por etapas á Arlaaibaya y Atzcapuzalco. Vivía en estrecha y ejemplar ob- servancia, siendo por ello muy tentado del diablo, al decir del P. Dávila, pero consolado p>or el Cielo con varios prodi- gios, que refiere el piadoso cronista. Atacado por la lepra, en Marzo de 1557, ^^ sucedió en el priorato Fr. Pedro de Feria. Enviáronle, para aislarle, á Tepuztlán y á la Puebla, y, designado para pasar á la Florida, fué en lugar suyo fray Bartolomé Mateos, que murió allí. En el Capítulo de 1559 le eligieron Prior de Oaxaca y Definidor general, mas, por su deseo y falta de salud, quedó otra vez de maestro de no- vicios, teniendo por coadjutor á Fr. Juan Treviño ; no obs- tante, en el nuevo Capítulo de 1562, fué hecho Provincial, en sucesión de Fr. Pedro de la Peña. Su enfermedad crecía, y por esto, en 22 de Septiembre de 1565, le sustituyó en el provincialato Fr. Pedro de Feria, que murió obispo de Chia- pa. Visto que no había remedio para el santo varón, pasó por su deseo al convento de Tepetlaoztoc, y luego (10 de Sep- tiembre de 1565) al de Coyoacán, en compañía de su amigo y discípulo Fr. Juan Treviño, y asistido por el médico doctor Pedro López. Tras tan largo padecer, falleció el bendito Fr. Cristóbal de la Cruz á 30 de Septiembre de 1565, hallán- dose presentes el referido Treviño, Fr. Hernando de Mo- rales y otros religiosos. La Crónica refiere varias milagrosas curaciones que después de muerto hizo este bienaventurado fraile. Tal es el resumen de la larga biografía en que se calcó la comedia de El Rufián dichoso. Xo puede negarse que Cervantes acomodó con singular ingenio y arte á la escena la historia del dominico sevillano. 23 354 EL TLATRO DE CERVANTES No era. sin embargo, empresa fácil, pues en el reducido es- pacio de tres actos dificilmeiite cogen todas las variadas aventuras de una existencia tan compleja; pero nuestro autor sólo se propuso presentarla en los momentos más culminan- tes escribiendo tres partes. con\'iene á saber: una de su vida libre ; otra de su vida grave ; otra de su santa muerte y de sus milagros grandes. Para ello hubo de falsear algo la historia, acumulando con los de Sevilla sucesos acaecidos en Toledo ^ y agolpando en el convento de Méjico cosas que necesitaron largo esipacio para desarrollarse. A causa del argumento mismo vióse for- zado á contradecir en esta obra más que en ninguna, los prin- cipios dramáticos predicados en da primera parte del Quijote, sobre todo en lo que se referian á la unidad de lugar, y para cohonestarlo, escribió al principio de la segunda jornada aquel célebre diálogo entre la Comedia y la Curiosidad, don- de del mejor modo posible se previene contra estas obje- ciones! Conservó de la historia las figuras del virrey de Méjico, del prior de Santo Domingo, de D.' Ana de Treviño y del noble licenciado Tello de Sandoval. mecenas del protago- nista. En cambio, creó variedad de personajes para dar in- terés á la obra, poner de relieve el carácter de Lugo y otras cosas. No puede omitirse la artística figura de Lagartija, parto del ingenio del Príncipe de ellos, trainel ó criado de Cristóbal en Sevilla, que va con él á Méjico' y con él se entra en religión, asistiéndole y cuidándole hasta el masmo instalóte de la miuerte. Tal tipo es enteramente el del lacayo de nues- tras comedias, siguiendo siempre á su señor, corriendo sus riesgos y venturas, para oirse llamar necio á cada instante y, lo que es peor, recibiendo tantos pescozones como necios, Y no será bien te enfade que, contando la verdad, en Sevilla la relate (pág. 268). EL RUFIÁN DICHOSO 335 pero siempre locuaz y entrometido, siempre alegre, decidor y chistoso, Lagartija, que luego es llamado Fr. Antonio, re- presenta en esta pieza el lado cómico, si bien no en forma tan acabada como otros graciosos que vemos en produccio- nes del mismo Cervantes. El Rufián dichoso, como verdadera crónica piadosa que es, tiene ancha limitación de tiempo. Debiendo presentar á su héroe en el doble aspecto de pecador y arrepentido, me- nester era tomar épocas muy alejadas de su existencia, y así no ha de extrañamos que la fábula escénica abarque nada menos que veinticinco años, desde sus' travesuras de mozuelo hasta su dección de prior y 'Su muerte. ¡Quién dijera que esto habia de escribir aquel que. hablando de im- pertinencias y dislates cómicos al uso, decia ^ : que parió la dama esta jornada y en otra tiene el niño ya sus barbas, y es valiente y feroz, y mata y hiende. y venga de su padre cierta injuria, y al fin viene á ser rey de un cierto reino. que no hay cosmografía que le muestre ! No he acertado á hallar indicación ninguna sobre el lugar y tiempo de componerse esita comedia : el lugar acaso fuese Sevilla ; el tiempo, desde luego sabemos cjue no pudo ser anterior al año de 1596, fecha de la impresión de ia Historia que sirvió de base ; y aun si atendemo'S á lo perfecto de la forma y al espíritu de religiosidad y unción cristiana que la obra respira, lo señalaríamos en los últimos de la vida de su autor, cuando la idea religiosa imperaba grande- mente en su espíritu, reflejándose en varias de sus compo- siciones literarias. Ignoro qué fundamentos pudo tener el Sr. Asensio y Toledo para escribir en su Recuerdos de Cer- vantes; el Compás de Sevilla ^, "estimamos El Rufián dicho- so como una de las más antiguas cosas que escribió el inmor- 1 Pedro de Ur demalas, jornada III. 2 Sevilla, 1870: 8.^: incluido en el libro Cervantes y sus obras: Barcelona, MCAIII ; pág. 419. 356 EL TEATRO DE CERVANTES tal autor sobre una tradición que debió recoger en Sevilla á su llegada". Dícese de esta comedia lo mismo que se ha dicho de La Gran Sultana: uno de sus mayores méritos consiste en la habilidad y galanura de la versificación. Cervantes sigue prefiriendo el endecasílabo libre y los tercetos; pero mezcla también redondillas, quintillas, octavas reales y algún ro- mance ;como en aquélla, nótase en esta obra lima y pulimenlcA., El número de interlocutores es asimismo grande ; aquí ex- cede la cifra de 50 personajes ^. Para concertar la variedad de sucesos que constituyen el asunto de El Rufián dichoso, cambiase el lugar de la acción con la característica facilidad j de nuestro antiguo teatro. La primera jornada se desarrolla en Sevilla ; en una calle ; eo la posada del licenciado Tello de Sandoval ; otra vez al aire libre y de noche ; de madrugada, en la casa del inquisidor, y de nuevo en la calle. Las dos últimas jornadas ocurren en Méjico, primero en el convento de Santo Domingo; después en casa de D." Ana de Treviño; luego otra vez en el monasterio y de nuevo en casa de doña Ana. El acto último sucede todo en distintos parajes de la casa de los padres dominicos ^. El Rufián dichoso es una de las comedias llamadas de santos, tan en boga durante la segunda mitad del siglo xvi, según nos informa el ingenioso Agustín de Rojas en su cé- lebre Loa de la comedia. Llegó el tiempo que se usaron las comedias de apariencias, de santos y de tramoyas y entre éstas, farsas de guerras. Hizo Pero Díaz entonces !a del Rosario y fué buena ; I Además de los 37 que menciona Cervantes en la Tabla, de ellas figuran en la obra: Un vecino de Sevilla (pág. 243), varios secuaces del pastelero (pág. 246), un Ciego '(pág. 245) ; un Médico (pág. 280), un Ciudadano (pág. 319), seis Demonios (pág. 284) y varios frailes (pá- ginas 311-319). 3 Págs. 224, 240, 242, 247, 256, 269, 280, 282, 287, 298. EL RUFIÁN DICHOSO 357 San Antonio, Alonso Díaz, y al fin no quedó poeta en Sevilla que no hiciese de algún santo su comedia. Tiene El Rufián dichoso graves defectos, como todas sus congéneres, aun examinadas á la luz dfe los gustos del siglo en que fué escrita; pero, á mi modesto parecer, es, sin em- bargo, de las más levantadas y majestuosas piezas del teatro cervantino. Si á grandeza de concepción y alteza de asunto ^'amos, yo no sé que pueda anteponérsele ninguna otra, salvo La Niimancia. Don Francisco Navarro Ledesma, en su ele- gante vida de Cervantes ^, escribe de la presente : Es una de las primeras, si no la más antigua de la larga serie de las obras teatrales cuyos protagonistas son grandes criminales ó grandes libertinos ó calaveras que se arrepienten y retraen á la vida santa. Más todavía que en Rinconcte y Cortadillo, donde estos asuntos se rozan por incidencia, hallamos en El Rufián dichoso muestras y trazas abundantísimas de las ciencias y disciplinas que, ya cuarentón, aprendió Miguel en la Academia del Compás de la Laguna. Es la mal estudiada y peor estimada comedia de Cervantes madre de toda la poesía jacaresca de Toledo y de los que le imita- ron. En El Rufián dichoso hallamos la cantera primitiva de lo más desgarrado de la jácara quevedesca, y un felicísimo intento de tras- ladar al teatro los tipos y escenas de picaros, ya vistos en la no- vela... ese primer acto de El Rufián' dichoso, pintura aún más vibrante, más sangrienta y mejor que las de Rinconete y Cortadillo y las del Coloquio de los perros. Lle\'a razón el ingenioso periodista ; preciso es entender el argumento de El Rufián dichoso, y esto es lo que pocor, escritores han logrado. Véase, ix)r ejemplo, el juicio cpie ha merecido al sabio y erudito Julio Leopoldo Klein en su co- piosa, aunque algo extravagante Historia del drama español: La comedia El Rufián dichoso, que es la transfiguración de una vida infame, enteramente digna de tal fábula en construcción y ejecución, rivalizando en fealdad del asunto con las más renom- bradas comedias sacras de los dramaturgos españoles, podía, por cierto, lisonjearse de apuntar insidiosamente en nuestro bien pre- dispuesto ánimo una peligrosa duda acerca del mérito dramático de I El Ingenioso Hidalgo Miguel de Cervantes Saavcdra, cap. xxxiv. 358 EL TEATRO DE CERVANTES Cervantes. Pero nosotros exclamamos, con el energúmeno celo deL santo de los autos sacramentales de Lope ó Calderón: ¡Apage Sa- tanás!, y persistimos incontrastablemente en nuestra fuerte creen- cia sobre la primordial misión de Cervantes para la comedia, sola- mente apostatada (inversamente á su estudiante rufián Lugo) al final de su carrera ; persistimos en ello, aun ante 'la lista de per- sonajes de esta comedia rufianesca, poseída y desfigurada por toda clase de antidramáticos demonios, en vista de una lista de perso- najes que ella sola podría armar la zancadilla á una menos firme que la nuestra. Dando en el rostro al sesudo y ya citado capí- tulo XLViii de la primera parte del Quijote, la personificada co- media, preguntada al principio de la segunda jornada de este dra- ma por su compañera La Curiosidad, acerca de este abandono de sus antiguos graves preceptos, justifica la apostasía por el uso y por el gusto del día, que no se somete á las reglas de! arte. Alega, por lo demás, esta comedia contundentes razones para el quebrantamiento de la unidad de lugar. La escena presenta sus cuadros en desfile ante el ojo intelectual, y el espíritu es de índole ligera y voladora, que viaja rápido como el pensamiento de lugar en lugar. ¡ Si El Rufián dichoso no tuviese pecados más grandes sobre la conciencia que los bofetones que da á la unidad de lugar ! Las pescozadas que da al sentido común, al gusto artístico, al objeto y al destino del drama, las puñaladas con que parte el corazón de su intercesora la misma comedia romántica, estos ultrajes no los lavan las penitencias y los azotes que, finalmente, al mismo Rufián mandhan con su propia sangre. La segunda jornada se abre con esta indicación escénica: "Toí/o es verdad de la historia.'''' Con este dedo de mano anunciadora pretende Cervantes hacer pasar escenas increíbles como verdades liistóricas al espectador y al lector, como apóstata también de aquellos imprescriptibles precep- tos y reglas de la poética, á saber: en la poesía, en el drama sobre todo, lo verosímil {simillima veris) es lo verdadero, y la verdad histórica en toda su crudeza es lo falso é imposible. Pero mii'cho más divertido resulta la furibunda indig- nación de cierto escritor '^ contra la indefensa comedia. Co- menzando por afirmar que el argumento es disparatado, por ignorar ser rigurosamente histórico, prosigue diciendo que debería llamarse tragedia; parécele mal que entren en ella ángeles, demonios, almas del Purgatorio "y hasta el mismo l^ucifer en persona no se desdeña de bajar á perseguir al I MÁiNEZ, Las comedias de Cervantes, pág. 99. EL RUFIÁN DICHOSO SSq antiguo estudiante... ¿Qué interés puede tener para las per- sonas sensatas una composición donde hablan y raciocinrjn tres almas del Purgatorio?... La verosimilitud es una de las primeras condiciones de toda concepción dramática, y no es justo presentar en la escena hechos y actos, apariciones y sueños que el sentido común y la ¡lógica rechazan de con- suno." Pregúntase nuestro autor: pues que Cervantes supo componer otras bellas comedias, "¿qué necesidad tenía de haber escrito cuento tan disparatado, historieta tan impro- bable y asunto tan deforme?" El critico, que al parecer es racionalista, censura duramente á Cervantes porque no lo fué también, echándole en cara no pensar como él. Bien que el mismo criterio aplica á toda esta sección de nuestro tea- tro. "No se pueden leer esas comedias divinas, ó de santos, ó de milagros, ó de disparates, que propiamente deben nom- brarse, sin que muevan á lástima." De modo muy diverso lo han entendido otros, como Ro- yer ^, cuando dice: "Las comedias en general son medianas; pero algunas encierran grandes cualidades, como El Rufián dichoso, asunto notaWe tratado con una valentía de pensa- miento digno de los más grandes poatas." Y el caballero Flo- rián en el prefacio á su imitación de la Calatea : Este drama místico, entremezclado de escenas picarescas, en que figura todo el mundo de ladrones, rameras.... está fundado sobre el dogma católico de la gracia, y prueba á sus oyentes, ya convencidos, que el más grande pecador que se arrepiente y es iluminado de la gracia de Dios se salva, á pesar de sus crím^enes. En esta grandiosa concepción teológica, cuyo \-asto es- cenario se extiende desde el cielo al infierno, trata el autor tres grandes misterios y dogmas católicos : el de la gracia, el 'de la perfección interior y el de la caridad, asuntos todos (|ue en el creyente siglo xvi preocupaban hondamente las conciencias y a];asionaban cmi avidez, los ánimos. Y no ! perjudica á esta obra ser arrancada de la realidad, porque i si bien tan compleja máquina no fué parto del ingenio cer- y I Prólogo á su traducción del Teatro de Cervantes, pág. 4. I 36o EL TEATRO DE CERVANTES vantino. él le prestó lotjues y rasgos artísticos, detalles y episodios y. sobre todo, los conceptos y las palabras, dando asi vida literaria á la yerta relación histórica. ¿Qué cosa más alta que el suceso de D." Ana de Treviño, no impía, sino pecadora, no incrédula, sino temerosa, (pie como el héroe de Tirso de Molina, desconfía de su salvación por la grandeza de sus culpas y que, sin embargo.. logra la paz del alma por el más sublime rasgo de caridad que lian hecho hombres? Sean cualesquiera los defectos de pormenor que afeen El Rufián dichoso, salvaráse siemipre, ante los ojos de la sana crítica, por el nervio y brío de la idea y por la gran- deza de lo que allí pasa. Sorpresa parece causar hoy el cambio violento de Lugo, pasando desde su calidad de espadachín, mujeriego, tahúr y despreocupado, á ejemplar religioso. Pero no deben juzgar- se con criterio actual las costumbres del siglo xvi. Era aque- lla una época de arrebato y de violencia en la virtud y en el crimen y cuya organización especial hacía posible el trán- sito desde salteador de caminos á capitán de aguerridos tercios. Así existían aquellos ihombres inconcebibles, hoy que las pasiones se han dulcificado, aquellas aventuras que nos parecen inverosímiles, aquellas heroicidades en aras de la virtud y de la patria, como ni antes ni después se vieron en la Historia. La ])ujanza y brío de la raza impulsaba á las gen- tes á ejecutar cosas gramles, ora en la senda de la virtud, ora en la del crimen. A la comedia de El Rufián dichoso pueden ap'licarse aquellas palabras de Menéndez y Pelayo ^ : "Como en otras muchas de las llamadas de Santos, lo piroifano' vale máis que lo sagrado. " Lo mismo acontece en ésta ; tanto, que en la pieza se ve imiarcadísima la división que separa el acto primerO' de los dos restantes. Al principio Cristóbal es un perdido á su modo, mucho menos picaro y delincuente de lo que él mismo cree, en cuyo torno se agolpan una serie variadísima de tipos I Observaciones preliminares a! tomo iv de las Obras de Lope de Vega, pág. ci. EL RUFIÁN DICHOSO 36 1 de todas clases, fotografiados en sus propias líneas por esa mano firme y seguirá y ese ojo perspicaz para advertir los ras- gos artísticos de cada fisonomía, que ningún otro' escritor gozó como Cervantes. La primera jornada, es un verdadero cine- matógrafo \ivo y palpitante, por donde va desfilando toda la jacarandina de la gran Sevilla del siglo xvi, en lo que tiene de pintoresco en sus j^ersonas y costumbres, en sus usos y len- guaje, en sus vicios y en sus crímenes. Es un grandioso cua- dro de género tomado del natural, no una idealización de la astucia famélica como Lazarillo de Tormes, ni una profunda psicología de la vida extrasocial como Guzmán de Alfarache- En él figuran rufianes fanfarrones y cobardes ; bravos de pro- fesión, estudiantes pendencieros, tahúres, corchetes venales, muchachuelos perdidos, más adelantados en malicias que en años; damas antojadizas y livianas, maridos tontos y crédulos, mozas del partido, leños infames,' ciegos marrulle- ros y ofi'cialles socarrones y calculadores ; algunos rasgu- ñados en dos valientes pinceladas, otros acabados como mi- niaturas; pero todos con cuerijo y alma, ideas y acciones como eran en la realidad ; gentes de pésima ralea y depra- vadas costumbres, mas pintorescas como' pocas. En este respecto, la primera jornada en la comedia puede sin des- ventaja ponerse al lado de Rinconete y Cortadillo y del Diálogo de Cipión y Berganza, y, entre las dramáticas, con el lindísimo lx>cetillo El Rufián viudo, las cuales obras tienen todas por asunto la pintura y descripción de la grey picaresca y taifa sevillana. Quien desee conocerla á fondo puede consuiltar varios libros modernos, entre los cuales se llevan la palma por lo elegantes y copiosos los del ilustre académico Sr. Rodríguez Marín. Matantes, bravos, ternes, rufos, jaques, rufianes, etc., del estilo de Cristóbal de Lugo, pero corregidos y aumentados, hubo en Sevilla infinitos y de muchos se conservan memo- rias. Escarramán. padrino de un baile célebre ; el famoso Pedro Vázquez de Escamilla, muerto "de enfermedad de cordel" ; Gayón ó Gayona, inventor de una estocada irre- sistible; Gayoso, acaso el mismo celebrado en los romances; 302 EL TEATRO DE CERVANTES el nmlaío pastelero Diego Tiznado; Aliuimada, asesinado á hierro; el intrépido Juan García; el archivaliente Gonzalo Xeniz y el i)oet'a Alonso Alvarez de Soria, que pernearon en la ene de palo por sus desaguisados, y otros mil de odiosa memoria. Pero aun(jue un escritor le califique de desalmado ^, el carácter de Lugo, según de su historia se colige y más cla- ramente se ve en la comedia, es de muy distinto jaez que el de los criminales dichos. Las travesuras del estudiante ape- nlas si pasan de calaveradas de mozo, y seguramente no llegan á las de otros sujetos de noble alcurnia dados al genio rufianesco, según fué moda en tiempo. Ahí están si no don Pedro Téllez Girón, marqués de Peñafiel y adelante Duque de Osuna, D. Francisco Cerón, hijo de Martín Gutiérrez Cerón, D. Alonso de Guzmán Melgarejo, D. Diego Ponce de León, D. Lorenzo de Ribera, D. Pedro de Casaus y Bel- trán (le Galarza, que llegaron á asesinar á un pacífico fla- menco, hennano del mercader Edgar Corinse. No; en las, manos de Lugo apenas se coilumbra sangre ; cierto que le- da por 'la va'lentía y se rodea de gente perdida, pero sus traveisuras son, más que á lo criminal, á lo truhanesco. Ni mata, ni roba, ni se entromete en villanos amoríos con mujeres honradas, aunque ella/s mismas le faciliten el ca- mino; es generoso y limosnero, pacífico con la gente sose- gadla, de noble corazón, y como todos los protagonistas de comedias de esta c'la'se, cristianiO' devotoi; en una palabra, solamente se toma con picaros, bravucones, tahúres y daifas. La comedia describe y pinta de .mano maestra este com- plejo carácter en varias de sus escenas. El noble Tello de Sandoval, platicando con el alguacil Villanueva acerca de las costumbres de su pupilo, pregunta : Tello. ¿Pasan de mocedades? Alguacil. Es de modo que si no se remedia, á buen seguro que ha de escandalizar al pueblo todo; I Rodríguez AIarín, El Loaysa de El Celoso extremeño, pág. 143. EL RUFIÁN DICHOSO 363 como cristiano á vuesa merced juro que piensa y hace tales travesuras, que nadie del se tiene por seguro. Tello. ¿ Es ladrón? Alg. Xo, por cierto. Tello. ; Quita á escuras las capas en poblado? Alg. Xo, tampoco. Tello. ,; Qué hace, pues ? Alg. Otras cien mil diabluras: esto de valentón le vuelve loco : aqui riñe, allí hiere, allí se arroja, y es en el trato airado el rey y el coco; con una daga que le sirve de hoja y un broquel que pendiente trae a! lado sale con lo que quiere ó se le antoja. Es de toda la hampa respetado, averigua pendencias y las hace, estafa y es señor de lo guisado, entre rufos él hace y él deshace, el Corral de los Olmos le da parias, y en el dar cantaletas se complace. Por tres heridas de personas varias tres mandamientos traigo y no ejecuto, y otros dos tiene el alguacil Pedro Arias. Mudhas veces he estado resoluto de aventurallo todo y de prendelle ó ya á la clara ó ya con modo astuto : pero viendo que da en favorecelle tanto vuesa merced, aún no me atrevo á miralle, tocalle ni ofendelle. Por ignorar D. Felipe Picatoste que el tipo de Cristóbal de Lugo era histórico, cayó en el error de escribir en su estimable libro sobre don Juan Tenorio ^, que el creador de esta grandiosa figura dramática fué Cervantes en la pre- sente comedia, sospechando que antes del maestro Tirso de Molina pudo inspirarse para ello en las tradiciones sevilla- nas. De todos modos, el autor entiende que de los tipos del Rufián v del Burlador, surgió la creencia moderna d'? I Estudios literarios. Don Juan Tenorio. Madrid, Gaspar, iSSt,; 8.°, 196 págs. ; el cap. iii versa sobre El Rufián dichoso (págs. 79-103). 364 EL TEATRO DE CERVANTES don Juan, porque la posteridad ha reunido á entrambos en una sola fábula: '*el galanteador ilescuidado en materia de religión y el criminal capaz de arrepentirse, que puede llegar a la salvación de su alma; el alegre burlador de mujeres y el matón y acuchillador". Tomando por creaciones de Cer- vantes líos rasgos que nO' son sino reflejos de la historia dci venerable dominico, Picatoste trata de hallar en el de Lugo los rasgos del carácter del Tenorio ; empero si los tópicos, seg-ún él mismo son "los galanteos, el valor y cierta irreligio- sidad, como consecuencia, no de una perversión del alma ó de una convicción filosófica, sino de una altiva independen- cia que no se presta fácilmlente á admitir superiores ni en la tierra ni en el cielo", no es empresa fácil la identificación de ambos personajes. Bien que el mismo escribe adelante que la fábula de don Juan comprende en realidad dos tipos, "el del hombre que entregado á los vicios del mundo y á las debili- dades de la carne se arrepiente y entra en el camino de la perfección, y el del hombre que persiste hasta lo último en su maldad y recibe el castigo de la justicia divina". Según Picatoste. El Rufián dichoso es el primer modelo' del primer tipo, y aunque para demostrar su tesis traza el siguiente re- sumen del carácter de Lugo, fuerza será convenir en que es un tanto falseado. La vida aventurera, el valor temerario, la osadía, la pugna con las leyes y la justicia, la burla y desprecio de las mujeres, cierta nobleza y generosidad mezclada con estos vicios y estableciendo una línea divisoria entre este carácter y un criminal vulgar; las aven- turas de un hombre que mata, sin ser asesino ; que se apropia lo ajeno, sin ser ladrón, y que burla á las mujeres, sin ser un infame; y por último la intervención en su camino de lo religioso, de lo fantástico, de! cielo, después de una vida tan tumultuosa. No negaré yo que en el primer acto El Rufián dichoso presenta no pequeño parecido con don Juan ; pero tampoco se debe olvidar que todo lo que alli ocurre se acomoda á la realidad, que tantas veces excede en maravilla á la imagina- ción más creadora ; pero de esto á creer que el venerable fray Cristóbal de la Cruz es Tenorio, media un abismo; fáltale EL RUFIÁN DICHOSO 365 precisamente el rasgo más característico : Cristóbal fué com- pletamente desamorado. El licenciado D. Francisco Tello de Sandoval que aparece en esta obra es personaje histórico y uno Apenas ijor los aires transparentes voló de la coittrita pecadora el alma á las fisiones refulgentes, cuando en Squííttíl' misma feliz hora se vio del padrne Cnu cubierto el rostro de lepra. adond^;el A§Co mismo mora. Llagado le traen, en ef ectou á nu m^^nasterio al principiar el acto tercero. Este, cuya acción abarca no menos de ocho aiios, todo el tiempo que duró la, i^fennedad del padre Cruz, puede decirse que se reduce á la gran batalla que en- tablan en el escenario las potencíiisijníernales contra la in- quebrantable firmeza de virtud y fe,p^t,raordinaria del siendo de Dios, favorecido por la gracia diYÍna. Asáltanle en todas formas y maneras, pero siempre - ;o. Platican en- tre sí Saquiel y V^isiel, dos diablo- ¡Que asi nos la quitase de :las i -lanos ! ¡ Que así la mies tan sazonada nu.ístra la segase la hoz del tabernero! ;.' ' Reniego de mí mismo v aun renieí.'To . 384 EL TEATRO DE CERVANTES Y ¡ que tuviese Dios por bueno y justo tal cambalache ! Estúvose la dama al pie de cuarenta años en sus vicios, desesperada de remedio alguno ; llega estotro buen alma, y dale luego los tesoros de gracia que tenía adquiridos por Cristo y por sus obras, i Gentil razón, gentil guardar justicia y gentil igualar de desiguales y contrapuestas prendas, gracia y culpa, bienes de gloria y del infierno males ! De aqni resulta convertirse Saquiel en oso para aterrar al peiiitente fraile ; mas sn viaje es inútil y torna corrido y averg'onzado. Cervantes, aunque con grandes tranco8|,"¿'^a glosando la vida de Fr. Cristóbal: "^^''' Otra vez, según contaba el padre Fr. Juan Tresáíícr, (^ '■ : ' ''" boca del bendito padre, se le apareció e! demoui^ f^r^tff^^S aspecto feroz y muy horrible, y le echó. tas uña'¿ def'-ts^^esadas ma- nos, agarrándole del rostro y cuello, y le vliio "í ^^ "^^ temes tú?", y respondió el bendito padre: "No gpr,,cierr-- ; Q'aién eres tú para que yo te tema?" Y entonces le diip.,,"Nf..^^'íi'e desdenes el padre de la soberbia ni prevalece contr^ üuier; ''^' desprecia. Quien hace caso dé! v le oye sus cautelosas*p)átv4P, quedará enredado en sus lazos; pero el verdadero hum^^j^^ (M|/,aesprecia al soberbio demo- nio, con esto le vence." r^'tL-' j' De manera es estd '^si''^""e obliga al mismo Lucifer á tomar cartas en el asiiii; " ''' ^'" efecto, con corona y cetro el nirísííai-i" demonio y bien vestido que ser pueda, y Saquiel y Visi'á 'c^*^' V^sieren y de demonios feos. ai ^ ,., Lucifer. \' ago**- ''J"A*^^^ "^l"^ "'"• i""fi^" se asiente ,.,, ^os'"''^'^'' escaños de la gloria, y ^¿^|ey^i--vida y muerte nos la cuente 3]^ ¿ambsa y verdadera historia. p^jj^iT^tet ¡inclino la soberbia frente .ytiq^jfro. que mi angustia sea notoria ;' ¿ .^íiotros, partícipes y amigos, jY-rf^. ihi mal y mi rancor testigos. ' ^A*údid y turbadle los sentidos ^T^'f'WktiljJad, si es posible, su esperanza. EL RUFIÁN DICHOSO 385 Mientras el Averno así se le\-ania y concita contra él. la vida del santo fraile toca á su fin. La mansedumbre con que soporta su martirio lasombra y edifica á todos. Elígenle prior, muy en contra de su voluntad, que se resiste cuanto puede : Padres míos, ¿no miran cuál esto\', que en todo el cuerpo no tengo cosa sana? Consideren que los dolores turban los sentidos y que ya no estoy bueno para cosa sino es para llorar y dar gemidos á Dios por mis pecados infinitos. Amigo fray Antonio, di á los padres mi vida, de quien fuiste testigo; , diles que soy de un tabernero hijo, , porque_ les haga todo aquesto junto mudar de parecer. Redúcese la parte cómica de este acto á algunas bufona- das de Fr. Antonio }' á sus travesuras de novicio en contra- posición á la inocencia de Fr. Ángel. Y así como en la an- terior jornada le tentó con unos cuantos naipes pecadores, resto de un desencuadernado escabullido entre las mangas del bábito, ahora trata de doctrinarle en la esgrima rufia- nesca, sirviéndose de los instrumentos del juego de argolla, en esta rápida escena : Antonio. Con las paletas aquí haré dos tretas de esgrima. Precíngete como yo y entrégame una paleta y está advertido una treta que el padre Cruz me mostró, cuando en la jácara fué águila volante y diestra. Muestra, digo ; acaba, muestra. Ángel. Toma, pero yo no sé de esgrima más que un jumento. Ant. Ponte de aquesta manera : vista alerta, 'ese pie fuera. puesto en medio movimiento. 29 386 EL TEATRO DE CERVANTES Tírame un tajo volado á la cabeza. No ansí, que ese es revés, pese á mí. Ángel. Soy un asno enalbardado. Ant. Esta es la brava postura que llaman puerta de hierro los jaques. Ángel. Xotable yerro y disparada locura. Ant. Doy broquel, saco el baldeo; levanto, señalo ó pego ; reparóme en cruz y luego tiro un tajo de voleo. Sabe Dios adonde hiil>iera llegado tan desigual palen- que sin la oportuna venida del P. Cruz, que envía al discí- pulo- al estudio- y el maestro al rezo. Avecínase la líltima hora de nuestro santo. Las áfiimas del Purgatorio, agradecidas á sus sufragios, acuden para acompañar su alma á la celestial bienandanza ; Cervantes represéntalas "vestidas con tunicelas de tafetán blanco, ve- los sobre los rostros y velas eticendidas". Pártese al cabo el alma del P. Cruz á la mansión de los bienaventurados, y su cariñoso compañero sale llorando- al teatro. El sentimien- to es general, y tan general también la priesa por alcanzar alguna reliquia del cadáver, que está toda la ciudad en el convento y se arrojan sobre el cuerpo y le despojan con tanta celeridad, que se hace forzoso cerrar las puertas del monasterio. Asis- timos después á una escena de alto interés histórico, pues debía repetirse en el fallecimiento de cada santo varón, muerto en olor de santidad. Salen dos ciudadanos: el uno con un lienzo de sangre, y el otro con un pedazo de capilla. Ciudadano i.« ;Qué lleváis vos? Ciudadano 2.^ Un lienzo de sus llagas. i Y vos ? Ciudad. i.° De su capilla este pedazo, Kl'Fi.'vX DICIIOSi) 087 que le precio y le tengo en más estima que si hallara una mina. Ciudad. 2P Pues salgamos aprisa del convento, no nos quiten los frailes las reliquias. Ciudad. i.° Bueno es eso; antes daré la vida que volvellas. (Entra otro.) Ciudad. 3.° Yo soy, sin duda, la desgracia misma ; no he podido topar de aqueste santo siquiera con un hilo de su ropa. Puesto que voy contento y satisfecho con haberle besado cuatro veces los santos pies, de quien olor despide del cielo. Termínase la comedia con el entierro del virtuoso padre. Traen el cuerpo tendido en una tabla las principales perso- nas de Méjico y sigúele infinita muchedumbre; encuéntrase en esta ceremonia el virrey D. Luis de Velasco, que es cierto tuvo con nuestro fraile estrecha amistad y respetuoso trato. .\ntes de sepultar el cadáver, dice el A^irrey : Háganme caridad sus reverencias que torne yo otra vez á ver el rostro de este bendito padre. Prior. Sea en buen hora. Padres, abajen, pónganle; que pues la devoción de Su Excelencia se extiende á tanto bien, será agradable. Virrey. Qué, ¿ es este el rostro que yo vi ha dos dias de horror y llagas y materias lleno? ¿ Las manos gafas son aquestas, cielo ? ¡ Oh, alma que volando á las serenas regiones, nos dejaste testimonio del felice camino que hoy has hecho, clara y limpia la caja do habitaste, abrasada primero y ahumada con el fuego encendido en que se ardía todo de caridad y amor divino ! Fama es (luc, en efecto, apenas traspuesto el monje des- aparecieron como por ensalmo de su cuerpo las señales de la lepra. 388 EL TEATRO DE CERVANTES Fué cosa maravillosa; apenas había expirado cuando se le qui- taron todas las llagas del rostro y del cuerpo y quedó blanco y hermoso el que antes estaba con lepra, y el cuerpo que antes hacía asco y hedoT á quien le miraba, quedó con un olor muy suave que Dios comunicó á muchos de los que se hallaron presentes, que quiso Dios que quedase el cuerpo hermoso para consuelo de sus hermanos. Maravilláronse todos de ver tal tez de rostro. Yo no sé que después de Cervantes ningún otro escritor lleviase ai teatro la vida de Fr. Cristóbal de la Cruz. La de hombres extraviados y aun perversos que luego hubieron de convertirse á Dios, sí, y en muchas ocasiones produciendo dj-amas de extraordinaria y eterna hermosura ; tales son, en- tre otras muchas. El Sonto negro Rosambuco^ de Lope; La devoción de la Cni::;, de Calderón ; San Franco de Sena, de Moreto, etc. VII PEDRO DE URDEMALAS El tipo de Pedro de Urdemalas. — Referencias anteriores á Cervantes. — Examen de su comedia.— Argumento y desarrollo. — Semejanzas con La Elección de los Alcaldes de Daganao y con la Gitanilla de Madrid. — Con otras obras. — Pedro de Urdemalas y Agustín de Rojas. — Imi- taciones.— El Sutil cordobés, de Salas Barbadillo. — ¿Pedro de Urde- malas de Lope de Vega? —Juanilla la de Jerez, de Diamante. — Anó- nima de Pedro de Urdemalas. — Las Travesuras de Don Luis Coello, de Ayala y Guzmán. — Saínetes. — Imitaciones indirectas. Amenidad y gracia indisputables tiene esta comedia pi- caresca; léese con creciente agrado toda ella, y, con no ser nada breve, siéntese llegar á su final. Trata aquí Cervantes de pintar un carácter por demás atractivo y adecuado á este linaje de obras. El del protagonista, sujeto audaz, trapisondis- ta, mudable como su gusto, mentor de simples y embaucador de bellacos, enemigo del trabajo y apasionadísimo de su rega- lo; sagaz para descubrir su provecho y tracista para lograrlo : travieso, pero no punible ; maleante, pero nunca criminal ; mas siempre ingenioso y siempre admirable. Pedro de Urdemalas parece la nata del genio errabundo, de la travesura y de la gracia; la flor de la vida buscona, el sumimim de la picardía regocijada, la encarnación de cuanto nuestra raza tiene de holgazán y de aventurero. Muchas reflexiones sugiere al ánimo pensador esta chis- peante personificación, que recuerda no poco el famoso Ginés de Pasamente ó Parapilla. Caracterízase por su amor á la mudanza y á la huelga y por su franca alegría. No he alcan- zado á averiguar si tal personaje tuvo algxin fundamen real é histórico, mas creo que no ; paréceme una figura alegórica. OQO EL TEATRO DE CERVANTES como Periquillo entre ellas, RodriyniUo español y tantos otros. Individuo que cambia cada dia de estado y nunca se encuentra ? su gusto ; en la comedia es sucesivamente mozo de labranza, asesor de un alcalde de monterilla. gitano, ciego fingido, er- mitaño contrahecho, estudiante supuesto y cómico de la legua ; y aun se dice que antes había sido niño de la doctrina, grume- te de un navio de la carrera de Indias, mozo de la esportilla. nuDidil, mochilero, rateruelo, vendedor ambulante, lazarillo. mozo de muías }• tahúr, y Dios sabe los oficios que más tarde tomaría, pues la comedia le deja, como á otro émulo suyo, la narración de su vida, "en la cumbre de toda prosperidad y grandeza". Y para que nada le falte, fué hijo de la piedra, es decir, de nadie. Esto no es, ciertamente, un hombre ; es la representación de todas las formas del vivir, de cuanto hay, hulx) y habrá de vago ; es la rteducción á uno solo, y acrecen- tado en extremo, de todos aquellos aventureros que enumera el extraño Vasco Díaz Tanco del Fregenal, en su Jardín del olma cristiana \ El mismo protagonista se maravilla de sí propio cuando reflexiona : Dicen que la variación hace á la naturaleza, colma de gusto y belleza, y está muy puesto en razón. Un manjar á la contina enfada, y un solo objeto, á los ojos del discreto, da disgusto y amohina, un solo vestido cansa ; en fin. con la variedad se muda la voluntad y el espíritu descansa. I Jardín del alma Xpiana do se tracta las significaciones de la tnissa Y de las horas canónicas, Y de las nueve órdenes ecclesiásticas. con otras muchas cosas notables iniportátes á los clérigos y e eclesiásticos: ct á todos los christianos. (Al fin :) El presente Jardin del alma cristiana fué impreso en la muy noble villa de Vallado lid, en la calle de la Cruz, junto á Ntra. Sra. del Val, en casa de Juan de Carvajal. Acabóse de im- primir primero día del mes de Febrero del año del nacimiento de nuestro redentor Jesucristo, de 1552 años; 4°, 132 fols. y 4 más de tabla. PEDRO DE URDEMALAS 3qI Bien logrado iré del mundo cuando Dios me lleve del, pues podré decir que en él un Proteo fui segundo. ¡Válgame Dios! ¡Qué de trajes he mudado, y qué de oficios; qué de varios ejercicios; qué de exquisitos lenguajes ! Cervantes no inventó, ciertamente, el tipo ni el nombre : Urdcmalas se apodaba antes de él, acaso desde la Edad Me- dia, al genio travieso y embrollador. La mención más antigua que he podido hallar de este personaje legendario, y tal vez la primera de nuestra literatura, se debe á Juan de la Encina. Haciendo este escritor en su Almoneda ^ el inventario del pobre ajuar de un estudiante perdido, cjue lo malbarata para irse á Bolonia, enumera varios libros curiosísimos por lo ex- travagantes, y entre ellos cita : E un libro de las Consejas, del buen Pedro de Urdemalas, con sus verdades muy ralas é sus hazañas bermejas; é unos refranes de viejas, é un libro de sanar potras, é un arte de pelar cejas, é de tresquilar ovejas é más muchas otras cosas, etc.. de donde parece desprenderse la existencia de una historia ó libro de cuentos, relativos á nuestro personaje en el si- glo XV. Si no es que en esta burlesca poesía, semejante al Peiit Testauíent, de Francisco Vilón (1456), no se inventan tales tratados, como parecen indicarlo aquellas "artes de pe- lar cejas é de tresquilar ovejas". Con este nombre de Pedro de Urdi-nialas se encubrió el doctor Cristóbal de Villalón al intervenir, como interlocutor. I Antología de poetas líricos castellanos, en la Biblioteca clás-ica, tomo VII, pág. XLix. 392 EL TF.ATRO DE CERVAXTES en SU curiosísimo Pía je á Turquía ya citado \ Dícese hijo de Maricastaña: fué cautivo cuatro años de los turcos; corrió casi todo el mundo. }' lo que vio en sus andanzas es lo que refiere a sus amigos. Los nombres de éstos son taimbién ex- traños: Matalascallando }• Juan de V^oto-á-Dios. En la es- cena primera del tercer acto de la notable comedia, imitación de La Celestina, intitulada La Lena ó El Celoso, obra del valisoletano D. Diego Alfonso Velázquez de Velasco (mal llamado Uz de Velasco). impresa en 1602 -. en ocasión de disputar desde una ventana la semidoncella Policena con su requebrador Cornelio, por desear éste pasar á visitarla más de cerca, le dice : — ¡ Ay, cara de salteador de caminos!, no sé por qué no te tiro algo á esa cabeza de huní cíñalas. Casi en los días de Cervantes (1620) recordaba también el mismo personaje Tirso de Molina, en su primorosa come- dia La Villana de Vallecas (acto tercero), aludiendo á las astucias, nuulanzas y trapisondas de la determinada doña Violante : Violante. ¿Qué dices, Aguado, desto? Aguado. Que eres Pedro de Urdemalas. \'i0L. Di Teresa de Urdebuenas. La corte tengo enredada. Con este personaje por principal asimto compuso Cer- vantes su primorosa comedia. Con él entretejió, según cos- tumbre, otro más novelesco, pero menos real : los sucesos de Bélica, gitana supuesta y verdadera hija de príncipes, como allí se averigua y declara. Si todo lo que «n la comedia ocurre estuviese pintado con igual arte, si el autor fuese tan cono- cedor de las altas esferas de la aristocracia como lo fué de las humildes del ])ueblo. poco faltaría |)ara que en esta obra se 1 Nueva Biblioteca de Autores esfafwlcs (Autobiografías y memo- rias), Madrid, 1Q05 ; págs. i y sigts. 2 OcHo.\, Tesoro del Teatro español, tomo i. pág. 351, y Nueva Bi- blioteca de Autores españoles, tomo ix : Orígenes de la novela españo- la, III ; págs. 38Q y sigts. PEDRO DE URDEMALAS 3q3 hallase representada la sociedad entera española, ya que por allí desfilan villanos, zagales, pastores, mozas aldeanas, gi- tanos, cazadores, estudiantes, cortesanos, pobres fingidos, viu- das tacañas y devotas, farsantes y monarcas. Pero bien sabido es que, en las comedias, como en las novelas, cuando Cer- vantes abandona la realidad que conocía y palpaba, para entregarse en brazos de la imaginación y de la moda literaria, suele caer en la inverosimilitud y en la frialdad. Infinitamente más que las figuras empingorotadas valen las humildes, y el genio naturalmente festivo del autor del Quijote se revela más pujante en las escenas cómicas y de burlas que en los pasajes serios y graves. Tal como es, aunque desdeñada de Schack ^, la tenemos por obra de las más excelentes de las dramáticas de su autor. ]\Iáinez la encuentra, sino perfecta, bella y proporcionada, con caracteres bien, delineados, lances naturales, interés creciente y desenlace oportuno. Parécele el asunto muy verosímil, pues lo considera reflejo de las cos- tumbres del tiempo é inspirado en un lance que supone comu- nísimo ^, aunque en realidad no lo fué, ni aun en las obras de imaginación. Había entonces más virtudes aparentes, pero más vicios reales. Los príncipes, los reyes, los duques, los potentados de todas esferas }• condiciones, escudados, ¡miserables!, con su poder y autoridad, violaban doncellas, deshonraban esposas, denigraban viudas, y los frutos, infortunados siempre, de tales ilícitos amores, entregábanse á los aduares de los gitanos, á las personas de vida airada ó á hi- pócritas y malditas dueñas, quienes daban á sus educandos una en- señanza fatal, provocadora, en muchas ocasiones, de su perdición y ruina. Toda la comedia se halla iluminada por la sana alegría que irradia la figura de Pedro de Urdemalas, y toda ella, como dice Klein, Es una bulliciosa víspera de bodas, en que Ki obra se deshace en pedazos y cachos y se convierte en fragmentos de cacharros. 1 Historia de la literatura y arte dramático en España, tomo n, pág. 68. 2 Las Comedias de Cervantes, págs. 94 y 95. K 394 EL TEATRO DE CERVANTES Gitanos de ceceoso lenguaje, y bodas de campesinos hacen que las escenas vuelen como las faldas de las bai'arinas. En efecto, minea ha puesto Cervantes mavoTes sonrisas en ninguna pieza dramática: el repiqueteo de las castañuelas de Bélica se escucha desde la iirimcra escena, y no cesa de oirse hasta mucho después de haber llegadO' el final. ¿Dónde ocurre la acción de Pedro de Urdeinalas? En una aldea denominada Junquillos, cerca de la cual el Re}/ de España tiene un palacio de recreo, y no lejos existe un mo- nasterio de frailes, que á veces sirve de liospedaje al sobe- rano \ Creo que se trata de un lugar imaginario, pues no he acertado á dar con pueblo alguno que se llame Junquillos. El tiempo que se finge parece ser el de la Edad Media, bien N/ \ que entonces no había gitanos en España, porque, hablando de cierto alto personaje, se lee: Dos horas tardó en partirse á las fronteras, do apoca con su lanrja á la morisma. y allá le envían aviso de un suceso que le importa ^ ; sm em- bargo, los personajes hablan y se producen como los contem- poráneos de Cervantes. Yo conjeturo que esta comedia se escribió en Madrid. Trazando el protagonista su propia his- toria, dice: No sé dónde me criaron ; pero sé decir que fui de esos niños de doctrina, sarnosos, que hay por ahí •"''. De estos niños de doctrina vuelve á hablar Cervantes en la .segunda parte del Quijote'^, y también alude á ellos en el entremés de El Rufián zmido. Segtín Covarrubias, eran "po- brecitos huérfanos qué se recogen para doctrinallos y cria- llos" : á este fin existe aiün en ^Madrid el colegio' que nuestros I Págs, . 182 y 173- 2 Págs. 199 y 219. 3 Pág. 137- 4 Cap. XXXV. PEDRO DE URDEMAI.AS 3q5 antiguos llamaban de los Nifios de la Doctrina cristiana, fundación antiquísima, cuyos origenes se desconocen ^. 'Sin duda que á estos niños se alude en la comedia. Si es cierto que la novela de La Gitanilla se compuso hacia lóio ó 1611, "ex- clusivamente para completar y encabezar la colección de las novelas ejemplares" -. dado que la obra dramática presen;:a tan estrecho parecido con ella, autorizariase la conjetura de haberse compuesto ambas obras próximamente al mismo tiempo. Cierto escritor afirma que esta comedia "tiene un gran mérito"; que se guarda en ella la unidad de tiempo, "pues la acción se desarrolla desde la tarde de un día de San Juan hasta la tarde del día siguient»3'" ^; mas en la obra se habla de fechas tan diferentes como la víspera del 24 de Junio y la Pascua de Reyes ^. Son lugares de la pieza, la dicha aldea de Junquillos y sus campos inmediatos, el aduar de los gita- nos, el jardín Real y diversos lugares, terminándose en el pa- lacio ó morada del Rey ^. Hablan en ella hasta treinta y tres personas ^ y además músicos v mozos en número indetermi- nado. Los metros empleados corresponden á la opinión es- tética de su autor en este punto : casi toda la obra está es- 1 El colegio municipal de San Ildefonso. Su historia, antecedentes y situación actual, por su regidor patrono el Conde de Vilches. ^ladrid. Año I\[DCCCXCIX (imprenta municipaD : 4-2 págs. en 4.° El verdadero autor de este opúsculo fué D. Ildefonso Fernández, antiguo profesor del Colegio. 2 Apr.\iz, Las Novelas ejemplares de Cervantes, pág. 2>S- 3 ^lÁiNEZ, Las Comedias de Cervantes, pág. 94. 4 Pág. 215. 5 Comienza en una plaza de aldea i(pág. 118); prosigue en casa de! alcalde Martín Crespo (pág. 123) ; en una calle (pág. 126) ; en el zaguán de la .casa del Alcalde (pág. 126) ; otra vez en la calle de la aldea (pá- gina 143); en un campo cerca de ella (pág. 151); de nuevo en casa del Alcalde (pág. 158); á la puerta de Li viuda Marina (pág. 161); en el aduar de los gitanos (pág. 167); en el jardín del Rey (pág. 176); de nuevo á la puerta de Marina (pág. 188) ; en el palacio Real (pág. 196) ; en un camino cerca de la aldea (pág. 205), y termina en los Reales, jardines (pág. 214). 6 Además de las declaradas en la tabla, figuran Un caballero (pá- gina 202), y Uno (pág. 220). 3q6 el teatro de cervaxtes crita en ([uintillas. |iiy pocas redondillas, dos romances largos y algunos versos de arte mayor, tercetos, octavas y endeca- sílabos libres para las escenas cómicas entre los alcaldes vi- llanos, con dos breves endechas, por cierto sumamente lindas. Aun á riesgo de alargar con exceso este capítulo, se copia el siguiente romance autobiográfico de nuestro Pedro de Urdemalas, escrito con especial soltura y en verdad uno de los mejores de su autor: Yo soy hijo de la piedra, que padre no conocí : desdicha de las mayores que á un hombre pueden venir. No sé dónde me criaron ; pero sé decir que fui de estos niños de doctrina sarnosos, que hay por ahí. Allí con dieta y azotes, que siempre sobran allí, aprendí las oraciones y á tener hambre aprendí, aunque también con aquesto supe leer y escribir, y supe hurtar la limosna y disculparme y mentir. No me contentó esta vida cuando a^go grande me vi. y en un navio de flota con todo mi cuerpo di. donde serví de grumete, y á las Indias fui y volví, vestido de pez y angeo y sin un maravedí. Temí con los 'huracanes y con las calmas temí, y espantóme la Bermuda cuando su costa corrí. Dejé el comer de1 bizcocho con dos dedos de hollín, y el beber vino del diablo antes que de San Martín. Pisé otra vez las riberas del río Guadalquivir. I Á PEDRO DE URDEMALAS 097 y entregúeme á sus crecientes y á Sevilla me volví, donde al rateruelo oficio me acomodé, bajo y vil, de mozo de la esportilla, que el tiempo lo pidió ansí; en el cual, sin ser yo cura, muy muchos diezmos cogí, haciendo salva á mil cosas que me condenan aquí. En fin, por cierta desgracia, el oficio tuvo fin. y comenzó el peligroso. que suelen llamar mandil. En é! supe de la ihampa la vida alegre y cerril, formar pendencias del viento y con el soplo herir. Mi amo, que era tan bravo como ligero pasquín, dio asalto á una faldriquera á lo callado y sotil. Con las manos en la masa le cogió cierto alguacil, y él quiso ser en un potro confesor y no mártir. Palmeóle las espaldas contra su gusto el bochín, de lo cual quedó mohíno, según me dijo un malsín. A las casas movedizas le llevaron, y yo vi arañarse la Escalanta y llorar la Becerril. Yo, viéndome sin el fieltro de mi andaluz paladín, de mandil á mochilero un salto forzoso di. Deparóme la fortuna un soldado espadachín de los que van hasta el puerto y se vuelven desde allí. 398 KL TKATRO DE CERVANTES Las boletas rescatadas, las gallinas que cogí, si no los perdona el cielo, ¡ desventurado de mí ! Dióme en rostro aquella vida porque de ella conocí que el soldado churrullero tiene en las gurapas fin, y á gentil hombre de playa en un punto me acogí, vida de mil sobresaltos y de contentos cien mil. Mas por temor de irme á Argel presto á Córdoba me fui, adonde vendí aguardiente y naranjada vendí. Allí el salario de un mes en un día me bebí, porque si hay agua que sepa, la ardiente es doctor sotil. Arrojárame mi amo con un trabuco de si, y en casa de un asturiano por mi desventura di. Hacía suplicaciones, suplicaciones vendí, y en un día diez canastas todas las jugué y perdí. Fuíme y topé con un ciego á quien diez meses serví, que á ser años, yo supiera lo que no supo Merlín. Aprendí la jerigonza y á ser vistoso aprendí, y á componer oraciones en verso airoso y gentil. Murióseme mi buen ciego; dejóme, cual Juan Paulín, sin blanca, pero discreto, de ingenio claro y sotil. Luego fui mozo de mu'as, y aun de un fullero lo fui, que con la boca de lobo se tragara á San Quintín ; PEDRO DE URDEMALAS OüQ gran jugador de las cuatro, _v con la sola le vi dar tan mortales heridas, que no se pueden decir. Berrugueta y ballestilla, e! raspadillo y hollin jugaba por excelencia, y el maese Juan hi de ruin gran saje del espejuelo y del retén tan sotil, que no se le viera un lince con los antojos del Cid. Cayóse la casa un dia : vinole su San Martin ; pusiéronle un sobre escrito encima de la nariz. Déjele y víneme al campo, y sirvo, cual ves, aquí, á Martín Crespo, el alcalde. que me quiere más que á sí. Paréceme que, sin gran esfuerzo, puede colocarse este ro- mance entre los mejoi"es precedentes de los picarescos de Ouevedo. Aquí se empieza la comedia. Martín Crespo ha sido elegido alcalde y hasta su casa le acompañan sus amigos los regidores Sancho Macho y Diego Tarugo. Toda esta pri- mera parte de la trama se parece mucho al entremés de La Elección de los Alcaides de Daganzo, que allá se van en luces con los de Jimíjuillos. Hay aquí el mismo género de cómico, aquella misma solemnidad y empaque, idéntico estro- pear y enderezar de vocablos: la misma apacible sátira; mu- chos pensamientos comunes y no pocas frases y versos seme- jantes. Hasta ahora, como en el entremés, aparece en la comedia una banda de gitanos: diríase que esta primera jor- nada es una amplificación de aquel saínete. Tarugo. Plácemes, Martín Crespo, del suceso; desechéisla por otra de brocado, sin que jamás un voto os salga avieso. Alcalde. Diego Tarugo, lo que me ha costado aquesta vara sólo Dios lo sabe, y mi vino, y capones, y ganado. 400 1^1. TEATRO DE CERVANTES El que no te conoce, ése te alabe deseo de mandar. Sancho. Vo aqueso digo; que sé que en él todo cuidado cabe. Véala yo en poder de mi enemigo, vara que es por presentes adquirida. Alcalde. Pues ahora !a tiene un vuestro amigo. Sancho. De vos, Crespo, será tan bien regida que no la doble dádiva ni ruego. Alcalde. No, juro á mi, mientras tuviere vida. Cuando mujer me informe, estaré ciego; a:l ruego del hidalgo, sordo y mudo ; que á la severidad todo me entrego. Tarugo. Ya veo en vuestro tiempo, y no lo dudo, sentencias de Salmón, e! rey discreto, que al niño dividió con hierro agudo. Alcalde. Al menos de mi parte, yo prometo de arrimarme á la ley en cuanto pueda, sin alterar un mínimo decreto. Saxcho. Como yo lo deseo, así suceda, y adiós. Alcalde. Fortuna os tenga, Sancho Macho, en la empinada cumbre de su rueda. Tarugo. Sin que el temor ó amor os ponga empacho, juzgad, Crespo, terrible y brevemente, que la tardanza en toda cosa tacho ; y adiós quedad. Alcalde. En fin, sois buen pariente. Con facilidad se alcanza que tales parabienes no son sin- ceros; á solas ambos regidores declaran que es mancilla que se rija aquesta villa i por la persona más necia que hay desde Flandes á Grecia y desde Egipto á Castilla. Sus cortos alcances comprende también el nuevo alcalde, y así reclama la ayuda de su astuto^ criado, el cual se la ofrece cumplida y capaz de levantar á Crespo sobre los Solones y Licurgos : Yo os meteré en la cai)illa dos docenas de sentencias PEDRO DE URDEMALAS 401 que al mundo den maravilla, todas con sus diferencias civiles ó de rencilla ; y la que primero á mano os viniere, está bien llano que no ha de haber más que ver. Prevenido, pues, de este original código, se sienta á hacer justicia, vara en ristre, cuando dos labradores se ofrecen á presentar su querella. Alcalde. Redondo. Alcalde. Redondo. Alcalde. Tan tiestamente pienso hacer justicia como si fuese un sonador romano. Scnadoy, jNIartín Crespo. Allá va todo. Digan su pleito apriesa y brevemente ; que apenas me lo habrán dicho, en mi ánima, cuando les dé sentencia rota y justa. Recta, señor Alcalde. Allá va todo. HoRNACHUELOS. Prestóme Lagartija tres reales; volvile dos ; la deuda queda en uno, y él dice que le debo cuatro justos; este es el pleito, brevedad, y dije. ¿Es aquesto verdad, buen Lagartija? \'erdad ; pero yo hallo por mi cuenta. ó que yo soy un asno, ó que Hornachuelos me queda á deber cuatro. ¡ Bravo caso ! No hay más en nuestro pleito, y me rezumo en lo que sentenciare el señor Crespo. Rezumo por resumo ; allá va todo. ¿Qué decís vos á esto, Hornachuelos? Que no (hay qué decir: yo en todo me arremeto al señor IMartín Crespo. Me remito. pese á mi abuelo. Dejadle que arremeta; ¿ qué se os da á vos. Redondo ? Lagartija. Alcalde. Lagart. Redondo. Alcalde. Hornach. Redondo. Alcalde. En tal aprieto, el alcalde requiere su ca])illa ; i)ero la sen- tencia que saca resulta, naturalmente, disparatadísima, con lo cual comienza la burla y cliacota de los circunstantes; mas Pedro dice : 3o 402 EL TEATRO DE CERVANTES Yo, que soy asesor vuestro, me atrevo de dar sentencia luego cual convenga. Redondo. Por mí, mas que !a dé un jumento nuevo. Sancho. Digo que el asesor es extremado. HoRXACHUELOS. Sentencia, norabuena. Alcalde. Pedro, vaya, que en tu magín mi honra deposito. Pedro. Deposite primero líornachuelos, para mí, el asesor, doce reales. Así es la verdad, que Lagartija el bueno tres reales de á dos os dio prestados, y déstos le volvisteis dos sencillos, y por aquesta cuenta debéis cuatro, y no, cual decís vos, no más de uno. Lagart. Ello es ansí, sin que le falte cosa. HoRNACH. No lo puedo negar, vencido quedo, y pagaré los doce con los cuatro. Redondo. ¡ Ensucióme en Catón y en Justiniano ! Más apropiada resulta otra sentencia salida á la suerte de la capilla. Clemente, un amigo de Pedro, le ruega que le ayude á conseguir la mano de su amada Clemencia, hija del alcalde, y que su padre le niega. Por consejo de Urdemalas disfrázanse los amantes de pastores y se presentan ante Cres- po. Expone Clemente el suceso' de sus amores con la pastora allí encubierta : A hurto de su padre, que es de su libertad duro tirano, que ella no tiene madre, de esposa me entregó la fe y la mano ; y agora, temerosa del padre, no confiesa ser mi esposa. Pido que ante ti vuelva á confirmar el sí de ser mi esposa y en serlo se resuelva sin estar de su padre temerosa, pues que no aparta el hombre á los que Dios juntó en su gracia y nombre. Alcalde. ; .Sois su esposa, doncella? Pedro. La cabeza bajó; señal bien clara que no lo niega ella. PEDRO DE URDElNfALAS 4OJ Sanxho. Pues ;en qué, Martín Crespo, se repara? Alcalde. En que de mi capilla se saque la sentencia, y en oílla. Pedro la saca al punto y hallan que dice así : Yo, Martin Crespo, alcalde, determino que sea la pollina del pollino. Cosa que todos hallan justísima }• de muv clara aplica- ción al caso, llenando de gozo á ambos amantes. Descúbrense estos, pero el integro juez mantiene sti síentencia, concertán- dose las bodas para luego que sea pasada la fiesta de San Juan, cuyas vísperas son entonces. Por lo que hace á esta cómoda manera de administrar justicia, la hallamos empleada también por uno de los deli- ciosos alcaldes villanos de aquel gran imitador de Cervan- tes y excelente entremesista Luis Quiñones de Benavente. En su obrita El* Retablo de las inavavillas \ llamado otras veces entremés de Dios te ¡a depare buena, un funcionario de esta índole disimta con el regidor sobre el gobierno de la vara y le expone así su justísimo sistema : Como son tantas las audiencias, traigo escritas aqui muchas sentencias con que despacho presos, que es joicio; pues en leyendo el pleito el escribano, tiago que tome e! preso por su mano una de estas sentencias, á buen ojo. porque á mí no me achaquen que la escojo, y al que llega con pena, le digo: "¡Dios te la depare buena!" Regidor. ¿Y si es de muerte y él no la merece? Alcalde. Señor, si eso se ofrece, yo le doy la sentencia ; confórmese é! allá con su conciencia. Tan recto modo de juzgar se patentiza luego en la j^recío- sa escena que sigue, en la cual Teresa, inocente, y el sacris- tán Ohicota, culpable de una menudencia insignificante, de- mandan justicia del alcalde. I Véase el cap. ni de la tercera parte de este libro. 404 El- TEATRO DE CERVANTES Teresa. Sentencie vucsasted. Alcalde. De mil amores; de presto y á conciencia tome de ahí cada uno su sentencia. ¡ Hola, P2scribano ! Escribano. Señor. Alcalde. Leedlas luego, y ejecutad las dos á sangre y fuego. Escribano. Libre y sin costas, dice al buen Chicota. Alcalde. ¿ Y á Teresa ? Escribano. Esa dice que la ahorquen. Alcalde. Pues ahorquen' a. Teresa. ¿A mí? ¿No es inclemencia? Alcalde. c Qué importa, si lo dice la sentencia? Xo li) hiciera mejor a(|tiel famoso galeiKj de quien es- cribió 'Jirso de Molina: Le vi trasladar un día • (no pienses que estoy mintiendo) de un antiguo cartapacio cuatro purgas, que llevó escritas (fuesen ó no á propósito) á palacio, y recetada la cena para el que purgarse había, sacaba una y le decía : "Dios" te la depare buena." 1^1 pleito de Lagartija y Hor:iaL-!melos, qt^e recuerda aquellos famosos conflictos sentenciados por Sancho Panza en su fugaz gobierno, fué reproducido más adelante en el anónimo saínete El Tonto alcalde discreto ^, imitación pa- tente de Los Alcaldes de Dagaii::o y del primer acto de la presente comedia. Hallándose el gobierno de un pueblo' en pceder del escribano, éste nombra por alcalde, pensando cu- brir la fórmtila y conservar el mando, á Chupacirios, hon- rado labrador tenido i)or tíjnto. Pero no lo es, sino muy avi- I Sayiietc iniitiilado c¡ tonto alcalde discreto, representado en los teatros de esta corte. Para once personas, con Licencia. En Madrid: año de 1791, 12 págs. en 4." á dos cois. — Otra impresión (al fin) : Valencia : En la imprenta de Estevan, Año 1816; 8 págs. en 4.° á dos cois. PEDRO DE URDEMALAS 40? sado, y en empuñando la \ara, comienza á mandar y á gober- nar como un gerifalte. Hace justicia á rajatabla, sin mirar empeños ni parentescos; impone multas al personero, á una prima del mismo y á su marido, al escribano y hasta á la pro- pia alcaldesa. Intervienen en la acción Alcalde, Escribano, Personero, Procurador, Regidor, Juanillo, un Albañil. un Gi- tano, un Alguacil. Teresa y Lucía. Jnanillo presenta una de- manda semejante á la de Lagartija. Alcalde. Poco á poco. Di, Juanillo (esta es cosa que me peta). ¿tú prestaste cuatro reales al Regidor? Juan-. Cosa es cierta. Alcalde. ;Y cuántos te ha vuelto? JUAX. Dos. Alcalde. ; Y cuántos ahora te restan? Juan. Seis. Procurador, i Jesús, qué disparate ! Escribano. ; Con que. sesfún esa cuenta. TUAX. después de que te ha pagado la mitad, es más la deuda que al principio? Sí, señor. Alcalde. Lagarto, lleva á la cárcel a^. Regidor. Regidor. ¿Quién ordena tal locura? Alc.\lde. Aquesta vara. Todos. ; Cuál es la causa ? Alcalde. Juanillo le prestó (todos atiendan) cuatro reales de plata. que valen en nuestra tierra ocho reales de vellón ; de vellón !e pagó á cuenta dos reales, con que seis reales de vellón !e restan. Aunque más diluido, el caso es el mismo, y sus semejan- zas con el de Pedro de L'rdemalas harto notorias. 40Ó EL TEATRO DE CERVANTES Desde ai[ui, }• descoiUando los episodios en que directa- mente inter\'ien€ Pedro, toma la comedia g"ran semejanza con la novela de La GitaniUa de Madrid. Las aventuras de Bélica y las de Preciosa son substancialmente las mismas, si bien discrepan en varias circunstancias accidentales. Cer- vantes describió con i^racia las costuml,M-es de los gitanos, además de esta comedia, en la novela de La GitaniUa y en El Coloquio de los perros, haciendo alusiones á ellos en mu- chos pasajes de sus obras. Sobre este particular, escribe el se- ñor Salillas ^ : En suma, cuanto dice Cervantes^ que es tanto y algo más de lo que dijeron sus jíredecesores, se acomoda al concepto común de la reputación gitana que se ha tenido y se tiene en el país, y no cons- tituye ni una intimidad psicológica, ni sociológica; pero es lo mejor observado que puede ofrecerse entre nuestros investigadores de este asunto. Tal semejanza, ya notada por algún crítico ^, se revela en muchas ocasiones. Anda por la aldea que tan atinadamen- te gobierna Crespo una banda de gitanos, con los cuales está Pedro medio apalabrado para marcharse. Preséntase Maldo- nado, su Conde, y para acabar de reducirle, pronuncia un discurso, por entero semejante al bellísimo que el viejo gi- tano dice á D. Juan de Cárcamo en la novela. Mira, Pedro, nuestra vida es suelta, libre, curiosa, ancha, holgada, extendida, á quien nunca falta cosa que el deseo busque y pida. Danos el herboso suelo lechos; sírvenos el cielo de pabellón dondequiera ; ni nos quema el sol ni altera el fiero rigor del hielo. El más cerrado vergel las primicias nos ofrece de cuanto bueno hava en él. 1 La }Iam[>a española (Los gitanos en la novela picaresca), segunda parte. 2 Apraiz, Las Novelas c¡ni¡f>Iarcs. pá^. 128. PEDRO DE URDK.MALAS 407 Y apenas se ve ó parece la albilla ó la moscatel, que no está luego en la mano del atrevido gitano, zahori del fruto ajeno, de industria y ánimo lleno, ágil, presto, suelto y sano. Gozamos nuestros amores libres del desasosiego que dan los competidores, calentándonos su fuego sin celos v sin temores. Las escenas siguientes describen las fiestas con que se solemniza en la aldea la noche de San Juan. La doncella su- persticiosa con el cabello al viento y el pie en una vacia, ha de esperar hasta el día señal de su casamiento ; y al amanecer, los mozos salen de ronda, tañendo y cantando alegremente. Pedro de Urdemalas consigue en esta noche que su protegido Pascual venza la competencia amorosa con el sacristán y alcance el amor de Benita, y cuando esto se ha logrado, llega la l)ulliciosa rcjnda con todo "género de miisica \- su gaita zamorana" y con profusión de ramos y de flores, cantando este gracioso romancillo: Niña la que esperas en reja ó balcón, advierte que viene tu poUdo amor. Noche de San Juan, el gran Precursor, que tuvo la mano más que de reló, pues su dedo santo tan bien señaló, que nos mostró el di a que no anocheció ; muéstratenos clara, sea en ti el albor 408 EL TEATRO DE CER\'ANTE? tal. que perlas llueva sobre cada flor. Y en tanto que esperas á que salga el sol, dirás á mi niña en suave son : Niña la que esperas, etc. Enrámase la puerta de Benita, qtie es también la de Cle- mencia, y Clemente canta : A la juierta puestos de mis amores, espinas y zarzas se vuelven flores. El fresno escabroso, la robusta encina, puestos á la puerta do vive mi vida, verán que se vuelven, si acaso los mira, en matas sabeas de sacros olores, Y espinas y .tarsos se vuelven flores. Do pone la vista ó la tierna planta, la hierl)a marchita verde se levanta: los campos alegra, regocija el alma, enamora á siervos, rinde á señores 3' espinas y zarzas se vuelven flores. En el rancho de los gitanos vive una muchacha, de nom- bre Bélica, que aunque Maklonado' dice haber sido roba- da \ luego veremos que no lo fué ^ (contradicciones y olvidos frecuentes en las obras de Cervantes), la cual es extraordi- nariamente hermosa. Al igual de la gitanilla de M'adrict. la 1 Págs. 137 y 142. 2 Pág. 198. PEDRO DE URDEMALAS 409 Preciosa de la comedia, también diestra bailarina, es lo me- nos posible afecta á las gentes que le rodean. Despégase de ellas y muestra por todas partes descender de familia princi- pal ; orgullosa de su hermosura, aun creyéndose bajamente nacida, se entolda y encumbra por ciertos misteriosos pensa- mientos y presunciones que la embargan. En fin, ella es tal, que su amiga Inés le dice en la primera salida á la escena: Mucha fantazía ez eza. Belilla; no zé qué diga: ó tú te zueñaz condeza, ó que erez del Rey amiga, lo que resulta profecia. Ofrécela 2^íaldonado por mujer á Pedro, con la misma amplia libertad que los gitanos de la novela entregan á Preciosa al enamorado Cárcamo. Hecho zíngaro, nuestra protagonista determina saquear con gracio- sa burla á una tacaña viuda, ^Marina Sánchez, que guarda muchos escudos en un cofre barreado al pie de la cama y cuyo único punto vulnerable es su mucha devoción. A éi se agarra el tracista mozo y para ello se disfraza y finge ciego, y S'C va á rezar á la puerta de la avariciosa dueña. Hállase alli con otro ciego que reza, á voz en cuello, una oración, parodia de las que los tales solían. También Pedro dice en- tonces su correspondiente plegaria, no menos diestramente cortada, y entre ambos mendigos se hace el siguiente curioso diálogo : Ciego. Hermano, vaya á otra puerta, porque aquesta casa es mía y en rezar aquí no acierta. Pedro. Yo rezo por cortesía, no por premio, cosa es cierta, y así puedo rezar doquiera, sin miedo de pendencia ni reyerta. Ciego. ¿Es vistoso, ciego honrado? Pedro. Estoy, desde que nací, en una tumba encerrado. 4IO EL TEATRO DE CERVANTES Ciego, l^ies yo en algún tiempo vi ; pero ya, por mi pecado, nada veo. Pedro. Sabrá oraciones ahondo, porque sé que sé infinitas. Sé la del ánima sola y sé la de San Pancracio, que nadie cual ésta viola ; la de San Quirce y Acacio y la de Olalla española, y otras mil adonde el ^■erso sotil y el bien decir se acrisola. La de los auxiliadores sé también, aunque son treinta, y otras de tales primores, que causo envidia y afrenta á todos los rezadores; porque soy, adondequiera que estoy, el mejor de los mejores. Sé la de los sabañones, la de curar la tericia y resolver lamparones ; la de templar la codicia en avaros corazones ; sé, en efeto, una que sana el aprieto de las internas pasiones y otras de curiosidad. Tantas sé, que yo me admiro de su virtud y bondad. Ciego. Ya por saberlas suspiro. Adiós, hermano, ciego ó vistoso, ó lo que es. Y si es que se comunica, sepa mi casa, y verá que aunque pobre, ruin y chica, sin duda en ella hallará una voluntad muy rica, y la alegre posesión PEDRO DE URDEMALAS 4 I 1 de un segoviano doblón gozará liberalmente, si nos da de su torrente ya milagro, ya oración. Pedro. Está bien; yo acudiré á saber la casa honrada, tan llena de amor y fe, y pagaré la posada con lo que le enseñaré. Cuarenta milagros tengo, con que voy y con que vengo- por dondequiera, á mi paso, y alegre la vida paso y como un rey me mantengo. Página por demás interesante es ésta para conocer las costumbres de aquellos ciegos rezadores, ya desaparecidos, hipócritas y bellacos, que hablaban jerigonza, en parte aún conservada, y cuyas disparatadas oraciones componían ellos mismos, cuando no ramplones poetastros. De ellas y de ellos hablan mucho nuestros escritores, desde el saladísimo Arci- preste de Hita hasta el no menos salado D. Ramón de la Cruz ^. y repetidamente. Cervantes ^. Pedro, pues, engatusa á Marina y le hace creer que las ánimas han enviado una de entre ellas, en figura de venerab'r anciano, á demandar sufragios á la tierra; pero querría que en secreto esto se guarde y que á solas lo recibas, y que á darle te apercibas lo que piden tus parientes, que moran en las ardientes hornazas, de alivio esquivas. Torna el mismo á presentarse como ennitaño; cuenta cómo una generación completa de antepasados de Marina se consume en el Purgatorio ; hace una terrible pintura de los tormentos que allí sufren, y conmueve de tal modo á la viu- 1 Libro de Buen Amor, copla 1488; Lazarillo de Tormes, tratado i; Entremés de los Mirones; Alarcón. La Industria y la suerte; Quevedo, El Buscón, lib. 11, cap. ix, etc. 2 La Gitanilla, El Rufián dichoso, etc. 412 EL TEATRO DE CERVANTES da. que se determina á redimirles con la cantidad que el ermitaño señala, la cual asciende á doscientos cincuenta es- cudos. Entre tanto que esto pasa, las amljíciones E URDEMALAS 4IJ supo pergeñar las íigiiras de estos soberanos, que tienen para nosotros el encanto de los reyes de los cuentos infanti- les. El monarca es un pobre hombre, temeroso de su mujer, á quien anda tomando las vueltas para cortejar á Bélica, y la reina, una buena señora, entrometida y espía de su con- sorte, punto más ó punto menos que lo sería Teresa Panza, á quien su marido motejaba de celosa. Y es que al componer estas figuras de la comedia. Cervantes apartó sus ojos del modelo vivo, muy al contrario de lo hecho al figurar otros personajes de ella. El coronado ri\al de Pedro de Urdemalas envía á su pri- mo Silesio ai rancho de los giianois á tratar con una compa- ñera de Bélica, llamada I-sabev quien le informa de los en- toldados pensamientos de la muchacha. SiLERio. Pues agora le daremos do pueda Henar las manos, pues la quiere ver e! Rey con amorosa intención. Llega uu alguacil, comisario de danzas, reclutándolas para llevar solaz á los monarcas, y da en el pueblo de Martín Crespo, en donde, por orden y traza de Urdemalas, el alcalde apareja una gran cascabelada. Aacalde. Dijo que el llevar doncellas era una cosa cansada, y que e! Rey no gusta dellas por ser danza muy usada y estar ya tan hecho á vellas ; mas que por nuevos niveles llevase una de donceles, como serranas vestidos, en pies y brazos ceñidos multitud de cascabeles. Alguacil. Si juzgo al parecer mío, nunca vi cosa peor. Alcalde. Tocado, á lo que imagino, señor, de la envidia estáis. 414 EL TEATRO DE CERV'ANTES Este milagroso personaje, '" alguacil y bien criado", llega entonces á tratar con los gitanos para que acudan al "palacio del bosque'', adonde el Rey se mudará dentro de dos días desde el monasterio en que se halla, y mientras el Rey arde en imixiciencia por ver la gitanesca danza en que ha de venir Bélica, sobrevienen Crespo y Tarugo, acongojadísimos porque lo'S pajes reales, que son "la canalla más mala que tiene el suelo y saben más rnindades que los pupilajes de cuatro Universidades", han desbaratado la famosa cascabe- lada, y con trapajo _\ con lodo tanta carga les han dado, que queda desbaratado el danzante escuadrón todo. Por fin, el buen Alcalde logra asir á su sobrino Mostren- co, el cual llega de esta guisa vestido: Tocado á papos con un tranzado que llegue hasta las orejas, saya de bayeta verde guarnecida de amarillo, corta á la rodilla, y sus po- lainas con cascabeles, corpezuelo ó camisa de pechos, y aunque to- que el tamboril, no se ha de mover de un lugar ; y le presenta á los soberanos, gritando al aporreado mozallón : i Menéate, majadero, ó hazte de rogar primero como músico ó villano ! ¡Hola! ;A quién digo? Sobrino, danza un poco, pese á mí. Tarugo. (El diablo nos trujo aquí, según que yo lo adivino.) Alcalde. ¡ Yérguete, cuerpo de! nunido ! (guínchiale.) ¡Oh pajes de Satanás! al fin el doncellote berrea : No puedo menearme, ¡ por San Dios ! y el pobre Alcalde, para quien la chacota de la corte es mues- tra de placer y contento, se acerca al solio, montera en mano, á pedir merced y ofrecer sus buenos oficios para organizar de nuevo la danza. PEDRO DE URDE^rALAS 4l5 Pasado este grotesco intermedio vienen los gitanos y gi- tanas, "y en vestir á todas, principalmente á Bélica, se ha de echar el resto", dice la comedia. Hacen su danza, esti- muladas por las voces de Pedro y Alaldonado, con admira- ción de los circunstantes, cuando resbala Bélica y cae junto al Rey, que se apresura á levantarla. V ¡a(_|uí fué Troya! Encrési^ase la Reina v regaña coram populo á su marido; Bélica se las tiene tiesas con ella, y no se van á los moños porque Su Majestad, furiosa, ordena la prisión de toda la gitanería femenina. Aguase con esto la alegría de la fiesta ; quédase el soberano mohino, y más cuando -I^JeeT solicita hablar á solas con su enfurecida con- sorte, y los gitanos se sobresaltan ; mas Pedro toma la pronta determinación de entregarse al eclesiástico brazo, y, en efec- to, poco después torna á salir "con manteo y bonete, como estudiante". Sale también un pobre labrador, que vuelve del mercado con dos gallinas, que no ha podido vender, y al punto nuestro enredante trata de tomárselas, so color de res- catar con ellas dos cautivos de Argel, á pesar de las justas protestas del triste villano. Acuden dos cómicos de la legua, no menos maleantes que el fingido sopista, y conociendo su intento, lo refuerzan con sus embustes. Representante. ¡ Qué poco sabes de achaques de rescatar ! Dos ^hombres gordos y graves ; yo los tengo señalados, corpulentos v barbudos, de raro talle y presencia, que valen, en mi conciencia, más de trescientos ducados. Desesperado el aldeano, corre á quejarse á la justicia, mientras sus burladores se disponen á comer á su costa. Cono- ciendo Pedro que sus accidentales comjjañeros son gente de farándula, toma súbita resolución de hacerse cómico y ex- clama alborozado'! Sin duda he de ser farsante, y haré que estupendamente 41 ó EL TEATRO DE CERVANTES la fama mis hechos cante y que los lleve y los cuente €n Poniente y en Levante. Volarán los hechos mjos hasta los reinos vacíos de Policea, y aún más, en nombre de Nicolás y en sobrenombre de Ríos. Insistiendo en esto, dice más adelante la comedia: el Pedro de Urde, su nombre ya es Nicolás de los Ríos; y ahora se pregunta: ¿qué se propuso aqui Cervantes? ¿Es que quiso identificar las personas de Urdenialas y del autor de comedias? ¿Es que le tomó por modelo para componer la suya ? De Nicolás de los Rios ya se habló arriba ^. Poco sabemos de él ; ])ero no parece probaljle que sus aventuras sean las mismas ó parecidas á las de nuestro protagonista. Si el Príncipe de los Ingenios tratase de sacar á la escena la yidcL de algún representante famoso en su tiempo, más parece eligiese á Agustín de Rojas Villandrando, cuya vida aventurera y desgarrada, antes de ser farandulero, tantos puntO'S de semejanza tiene con la de Pedro de Urdemalas. Como él mismo dice - : Sabrás, pues, que yo fui cuatro años estudiante, fui paje, fui mercader, fui caballero, fui escribiente, fui soldado, fui picaro, es- tuve cautivo, tiré la jábega, anduve al remo y vine á ser represen- tante. Dolencia larga y mujer encima, mala noche y parir hija. ¿Qué azuda de Toledo ha dado más vueltas? ¿Qué Guzmán de Alfarache ó Lazarillo de Tormes tuvieron más apuros, ni hicieron más enre- dos, ni qué Planto tuvo más oficios que yo en él transcurso de este tiempo? Y eso que aún calla las a\enturas (|ue pudieran hacerle poco favor. Ahora bien ; parece fuera de duda que Cervan- tes y Rojas se conocieron, y aun se dice que el jirimero co- 1 Parte primera, cap. v. 2 Viaje entrelcido, tomo i, págs. 34 y sigts. : edición de la Colección de libros picarescos. Madrid, Rodríguez Serra, MCMI ; dos tomos en 8." PEDRO DE URDE.MALAS 417 mullicó á éste el borrador del Ouij,ote, en Sevilla. Sea de esto lo que fuere, es cierto que El Viaje entretenido se pu- blicó en Madrid, en 1603 ^, y lo vendía Francisco de Ro- bles, el mismo librero que, dos años después, vendió la primera parte del Quijote y otros escritos de Cervantes. Aquí pudo conocer éste las extrañas aventuras de Rojas, ya que no fuese por la palabra del mismo, por la de sus contem- poráneos. ¿Podrá sospecharse que el héroe de Lepanto se inspiró en ellas para formar esta comedia, encontrando en Rojas la verdadera personificación del tradicional Pedro de Urdemalas, y que por amistad ó por distintos respetos trocó su nombre por el de otro interlocutor del Viaje, Nicolás de los Ríos? Pero lo más probable es que Cervantes compu- siese esta obra pensando en entregarla ó venderla á Ríos, con quien tuvo, al parecer, alguna relación, y que se encargaría de representar el papel de protiagonista. Ahora bien, Nicolás de los Ríos falleció repentinamente en Madrid, á 29 de ^larzo de 1610, seg"ún manifiesta su partida de defunción^; luego, por lo menos este pasaje, se escribía antes de dicha fecha, aun- que la comedia se acabase y retocase en 161 1, como creemos. Mientras nuestro mudable sujeto hace su postrera trans- formación, en la cual parece hallarse á gusto y querer ter- minar el mudable curso/de su vida, la Reina averigua, por señas y joyas que Ii?aí>él le entrega, y relatos del. anciano Marcelo, que Bélica es hija de la duquesa x%ia Félix y del príncipe Rosamiro, hermano de la propia soberana, como Preciosa lo resultó ser de D. Fernando de Acevedo y de D." Guiomar de Meneses. Parió la Duquesa á hurto de sus padres, y una confidente la entregó, recién nacida, á Marcelo, en circunstancias parecidas á las que se describen en La Señora Cornelia. Confióla éste á unas gitanas, v habiendo 1 El Viaje entretenido de Agustín de Rojas, natural de la villa de Madrid. Con una exposición de los nombres Históricos y Poéticos que no van declarados... En Madrid. En la Emprenta Real. M.DC.III. Vén- dese en casa de Francisco de Robles: 8.°; ^2 hojas de prels., 749 pág-inas numeradas y una sin número, al final. 2 PÉREZ Pastor, Nuevos datos acerca del histrionismo, pág. 118. 27 4'^^ EL TEATRO DI'. CER\'AXTES fallecido prematuramente Ana P'élix. el Príncipe ordenó al caballero que dejase la niña, con las joyas, en poder de los gitanos, ocultándole su origen. Por tales medios dispuso el destino la declaración de este misterio y que la supuesta gi- tana subiese al estado que le com|>etia por su nacimiento, lo- grando así sus aspiraciones y deseos. Ante la nueva Princesa parece la discreta Inés en sú- plica de protección y amparo, á lo cual responde entiesada : Dame, Inés, un memoria!, que yo lo despacharé. y le vuelve la espalda ; con no menor despego echa de sí á Alaldonado y antiguos amigos a quienes debe todo, menos la existencia. El lector exclama con el Conde : ¡ Afílame Dios ! y qué ingrata muchacha y qué sacudida. Admitido ya Pedro "al premio del alegre ejercicio", tiene con su antigua novia curiosa escena, que termina ponién- dola por empeño para que el Rey conceda cierta original pe- tición de carácter artístico : Y -es que pues claro se entiende '■«• que el recitar es oficio que á enseñar en su ejercicio y á deleitar sólo atiende (y para esto es menester grandísima habilidad, trabajo y habilidad, saber gastar y tener), que ninguno no le haga que las partes no tuviere que este ejercicio requiere con que enseñe y satisfaga. Preceda examen primero ó muestra de compañía, y no por su fantasía se haga autor un panadero : con esto pondrán la mira á esmerarse en su ejercicio, que tanto es bueno el oficio cuanto es el fin á que aspira. PEDRO DE URDEMALAS 419 Deseo legítimo y provechoso, pero que ni Urdemalas ni Cervantes lograron ver realizado en su vida. Mientras los cómicos se previenen para representar la comedia que los Reyes aguardan, en solemnidad del inesi>e- rado hallazgo de su sobrina, pasan los músicos tañendo y cantando este lindo romancillo : Bailan las gitanas, míralas el Rey; la Reina, con celos, mándalas prender. Por Pascua de Reyes hicieron al Rey un baile gitano Bélica é Inés. Turbada Bélica, cayó junto al Rey, y el Rey la levanta de puro cortés ; mas como es Belilla de tan linda tez, la Reina, celosa, mándalas prender. Con lo cual la comedia se teniiina. El tipo 'de Pedro de Urdemalas ha dado aisunto á aquel nuestro gran prosista y afortunado imitador de Cervantes, el ingenioso D. Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo. para componer una novela, que si no de las más curiosas y exce- lentes suyas, no carece de interés y gracia : El Sutil cordo- bés Pedro de Urdemalas^, escrita por los años de 1619. "Pedro, aquel tejedor, más de embustes que de telas, tan reverenciados de la verdiatl, que por juzgarse indigno de ella jamás la puso en los labios, dulce conservero de patrañas, I El svbtil I Cordovcs Pedro \ de Vrdemalas. \ A Don Fernando Pimen \ tel, y Requesenes. \ Avtor Alonso Gerónimo \ de Salas Barba- dillo. 1 Con vn tratado del \ Cauallero Perfecto \ Año (Famoso escudo pe- queño del halcón.) 1620 \ Con privilegio. \ En Madrid. Por luán de ¡a Cuesta. '(Al fin :) En Madrid, \ Por luán de la Cuesta, \ Año M.DC.XX. 8.°; 4 hojas prels., 167 foliadas (pero son 267, pues repite la paginación desde la 200 corj el número 100) y una más para el colofón, sin numerar. 420 . EL TEATRO DE CERVANTES delgado en Ui imaginativa para su invención, rico en la elo- cuencia para su adorno y osadisimo en el camino para sus invenciones", llega á Granada en una muía robada, hospé- dase en un mesón en el momento en que el mesonero, su an- tiguo amigo, muere. F.ntra un alguacil de Motril para pren- derle por el robo de la nuda ; disfrázase Pedro, fíngese cura V astrólogo y burla la justicia y hasta la persuade de que el dueño de la muía es el autor del robo. Juntamente con Ma- rina, moza del mesón, de un macho hurtado y de mil rea- les, parte para Málaga y presencian en Motril el castigo del inocente acusado. Burlan por el camino á un antiguo amigo, y con el dinero producto del embeleco, toma pasaje en unas galeras de Italia. "Perico el Zurdo, que así se lla- maba también uAiestro Pedro de Urdtemalas", desembarca en Valencia, y se hospeda "junto- al Assen, que es lo que en Toledo ó Sevilla dicen iglesia mayor". Salas pone en boca del mismo Pedro su propia historia. Según este escritor, nació en Córdoba, hijo de un morisco llamado, en público, Josué, y Aliatar en secreto, y de -cierta dama de historia, dicha, respectivamente, Beatriz y Daraxa, la cual "pareció muy bien en sus niñeces y fué muy amiga de repartirse y comunicarse". Muerto el padre, Beatriz prosiguió su hon- roso trato ; trasladóse á Valladolid, en donde fué dama de industria y buscona, expoliando á varios señores; pesada de bolsa, tornóse á Córdoba, en donde nació Pedro, de padre incierto. Criado libre y licencioso, como hijo de viuda, muer- ta ésta, pasó á la casa de un venerable beneficiado. En el tiempo de mi niñez y mocedad hice tantos embustes, que merecí por ellos el título que aun hoy tengo de Pedro de Urdemalas ; sí de éstos quisiera referirte !a más pequeña parte, ni tu paciencia bastaría á escucharme ni mi lengua á explicarme. Intitúlase en Valencia D. Juan de Meneses, y la mo- zuela, que pasa por su hermana, D." Inés. Trae para ella maestros de música y canto, pues en esto salió famosa, y entre aimbos ejecutan una provechosa burla. Luego reúnen en su casa cierta especie de tertulia literaria ó acailemia de amigos, en donde se leen novelas y representan comedias. PEDRO DE URDEMALAS 42 I Aprovecha el autor esta ficción para publicar las narraciones en octa\as Recave do y Rosmunda y la de P olido r o y Aurelia, como antes había ya ingerido varios romances y poesías. Refiere Pedro varias travesuras, como las graciosas hechas á un avaro, á un hi¡X)crita, á un maestro de esgrima, á un corchete y á un cortesano, con multitud de versos y cancio- nes, interrumpiéndose la novela, sin acabarse, dejando al maleante Urdemalas con^'ertido en un pacífico burgués. "Bien es verdad que dicha obra se titula primera parte, y al fin de ella ofrece una segunda, donde continuaría las aven- turas del famoso hijo de Córdoba \" Lope de Vega, en la segunda lista de sus comedias, pu- blicada en El Peregrino en su patria, edición de 1618, men- ciona como suya .una comedia titulada Pedro de Urdemalas, y La Barrera la da como impresa suelta, y aun escribe ha- llarse un ejemplar en la biblioteca privada de Duran ^. Hoy por hoy es obra desconocida, á lo menos para mí, al igual de la también citada como suelta^, bajo el mismo título y perteneciente al doctor D. Juan Pérez de Montalbán, que el insigne bibliógrafo tampoco pudo ver, pues más adelante pregunta^: ¿Será la de Lope ó la de Cervantes?" No es verosímil que se trate de la de Cervantes ; pero la de Lope podrá ser, y acaso la misma que manuscrita y con título de Pedro de l'rdcnialas existe en la biblioteca palatina de Panma '', copia del siglo xvii. Empieza : acaba Sin tu licencia no fuera, aunque el Duque me ha llamado. Duque. Pues vive dando las gracias á Laura. 1 CoT.\RELO Y AIoRi. l'ida y obras de Alonso Jerónimo de Salas Bar- badillo. (Colccc de escrit. cast.. tomo i). pág. lxxxi. 2 Catálogo del Teatro antiguo español, pág. 454. 3 La Barrera, pág. 268. 4 Pág. 572. 5 794-LXxx. Pedro de Urdemalas, ms. del siglo xvii, que parece co- pia, pues la segunda jornada es de letra distinta de las otras dos. 422 EL TEATRO DE CERVANTES Ram. y con más razón al senado, que aquí acaba la comedia que su autor llama Pedro de Urdemalas ^. Antonio Restori - cree que es la misma que con igual ti- tulo menciona La Barrera como anónima ; pero no es asi, pues de ésta conozco ejemplarte's, que describiré después de la si- guiente, y eniipiezan : LucR. ¿Has jugado? MocH. Y he perdido. OsüRio. Pues ¿cuándo en mí no es lo mesmo jugar que perder? acabando : Todos. Porque si han agradado los engaños de Lucrecia, en que se ven retratados los de Pedro de Urdemalas, tenga fin con vuestro aplauso. En vista de esta gran diferencia, es muy de presumir que el manuscrito de Parma sea la comedia de Lope de Vega. Industrias de amor logradas: Jitanilla la de Jcrcz^, se apellida una enredada y muy estimable comedia del ingenioso dramático don Juan Bautista Diamante, cuyo asunto nos ofrece el tipo de Pedro de Urdemalas vuelto en hembra : Do- ña Isabel de la Cerda, dama principal de Jerez, que, ha- biéndose enamorado de D. Juan de Castro, caballero cor- tesano, breve tiempo vecino de aquella ciudad, determina I El texto dice : la comedia que es su autor llamado Pedro de Urdemalas, con evidente yerro. 2 La collccione cc'*z>. 2803^^ dclla Biblioteca Palatina-Parmcnsc , fas- cículo 15 de los Studj di Filología romanza publicati da Ernesto Monaci, Roma, Loescher, 1891 ; 156 págs. en 4."; pág. 145. 3 Industrias de amor logradas. Por otro título Jvanilla la de Xerez. Comedia famosa, de Don Juan Baptista Diamante. (Al fin:) Con licen- cia: En Sevilla, en la Imprenta Real, Casa del Correo Viejo; 4.°; 32 pá- ginas á 2 y 3 cohimnas. PEDRO DE URDEMALAS 423 alcanzarle en matrimonio. Sabedora Isabel de que su cariño corteja á una rica dama madrileña, nombrada D." Leonor de Ayorla, y que sus bodas se conciertan para plazo breve, acuerda partirse á Madrid, en compañía de sus fieles criados Lucía y Ñuño. Aquí pone en juego todo su ingenio é indus- tria, desarrollando larga serie de enredos y transformaciones, favorecida por sus naturales despejo y hermosura. Bajo el nombre de Juanilla y en hábito de criada, logra introducirse al servicio de su propia rival y aun consigue su confianza, llegando á ser confidente de sus amores. En cierta ocasión, disfrazada de guapo ó valiente, interrumpe una se- creta entrevista de su contrincante y el de Castro ; corteja á éste con nombre de D."" María de Estrada; con el suyo y porte propios recibe la visita de su competidora y toma amis- tad con ella, como dama forastera, y habla también con el propio esquivo galán y con otro caballero, á quien la traviesa dama libró en Jerez de unos corchetes. La escena en que estas y otras visitas se juntan en casa de D.'' Isabel, es de las más notables y movidas de la obra, por lo ingenioso del diálogo y las rebozadas alusiones, pullas y sátiras de la hués- peda. La cual, disfrazándose de paje, se acomoda al servicio de su pretendido, por quien interpone todo su influjo, á fin de sacarle libre de un lance judicial en que andaba envuelto por resultas de una muerte. Tales transformaciones adopta la valerosa dama, representándolas con extraordinaria per- fección, de manera que su escudero reflexiona : Digo que contigo fué niño Pedro de Urdemalas. Con todo este enredo, y favoreciéndose además del amor que á su rival profesa el galán D. Luis de Toledo, logra descomponer la boda de D." Juana con D. Juan el día de la víspera, despertando furiosos celos en ambos novios. Ella misma resume al final sus numerosas mudanzas en este ro- mance : Doña Isabel de la Cerda soy, Jerez es mi patria. 424 KL TEATRO DE CERVANTES A don Juan en ella amé, y con cierta circunstancia obligué á don Juan, de suerte que á su nobleza faltara si se casara con otra. Supe cuan próximo estaba con Leonor su casamiento; dejé, resuelta mi casa; llegué á Madrid y Marcela me acomodó por criada de Leonor; fui de don Juan paje, á intento de que nada lograse de sus amores, porque todas las fantasmas que se vieron fui yo siempre. Fui galán en esta casa y dama en la de don Juan ; doña Maria de Estrada me fingí, siendo esta tarde de doña María criada. Tanta constancia }- pasión mueven, como es de esperar, el pecho de D. Juan de Castro, quien, entusiasmado y agra- decido, se casa con la hermosa y artera heroína. A D. José de Cañizares se ha prohijado una comedia ti- tulada Pedro de Urdemahis, de la cual escribe el insigne La Barrera^: "No es otra cosa que una refundición de las an- teriores, hecha hacia el año de 1682, como lo prueba un ro- mance satírico de aquella época." Publicó dicho romance don Casiano PelHcer, en su Tratado sobre la comedia^; es una especie de ordenanzas teatrales cómicas, satirizando come- dias y comediantes, producto de las luchas de mosqueteros, capitaneados por Nicolás Sánchez y sus sucesores, y de los agresivos tertuliantes. Léese en él : ¡ Que haya quien ponga en las tablas á Juanilla!, cuento raro, que se le escapó sin duda al Ente dilucidado. 1 Catálogo del Teatro español, pág. 70. 2 Tratado histórico sobre el origen y progresos de la comedia y del histrionismo en España, Madrid, 1804; 2 tomos en 8.° PEDRO DE URDEMALAS 42 5 Pues la de Pedro Urdcmalas, . ¡vergüenza me da el nombrarlo!, al ver poetas mauleros que de otros urden retazos. Ahora bien, Cañizares tenía seis años en 1682. Dos manuscritos ^ y nn ejemplar suelto ^ de esta comedia tenemos á la vista. En la impresión no se le achaca pater- nidad, pero en una de las copias de mano se atribuye á Dia- mante, sin duda engañado Bartolomé de Robles, su trasla- dador. "para la señora ]\Ianuela Escamilla, que la estrenó" ", por su semejanza con Jiiaiiilla la de Jcrcc. El señor Paz y Melia ■* sospecha si será la de Montalbán, cosa que no cree- mos, dada la fecha que debe suponérsele. Parece que la fuente principal de esta obra fué la comedia mencionada de Diamante, aunque se introdujeron bastantes variedades. Es pieza de escaso mérito poético, pero de bas- tante por el ingenio que el autor g-asta en el desarrollo de su argumento. Pasa la acción en Ñapóles, poco después de su conquista por el Gran Capitán, y se reduce á poner ante los ojos del espectador las astucias de la española Lucrecia 1 Biblioteca Nacional; 73 hojas en 4°, copia de 1690: núm. 2550 del Catálogo del Sr. Paz y Melia. — 75 hojas en 4.°; letra del siglo xvii; núm. 15285 del mismo Catálogo. 2 Comedia famosa. Pedro de Urdimalas. De un ingenio de esta corte. (Al fin :) HaUaráse esta Comedia y otras de diferentes Títulos en Madrid, en la Imprenta de Antonio Sanz, en la Pla::uela de la Calle de la Paz. Año 1750. 4."; 18 hojas, sin numerar, á dos columnas. 3 Dice al final de la copia : De esta comedia la gracia ninguno intente seguilla, porque se escribió y es sola de Manuela de Escamilla. Tiene además las siguientes notas: "En Cádiz, á 3 de Spbre. de 1690, hubo de entrada 787 reales. Antonio de Escamilla." — "En Medina Sido- nia se hizo y hubo de entrada 619 reales." — "En el año de 1693 se hizo esta comedia en Origüela, y hubo de entrada 300 reales de plata el 21 de Enero."— "Se hizo en casa del gobernador el día 6 de Septiembre de 1690, y dio 300 reales de particular. Miguel de Escamilla." 4 Catálogo de las piezas de Teatro que se conservan en el departa- mento de manuscritos de la Biblioteca Nacional. Madrid, 1899; 4": pá- gina 394- 420 EL TKATRO DE CERVANTES para reconquistar el afecto de su amante, el capitán Osorio, distraído con los amores de la napolitana Laura. El azar de los sucesos ayuda á esta apasionada moza, y al final, empero, de los muchísimos obstáculos que se le ofrecen, algunos, al parecer, de imposible vencimiento, logra casarse con su ga- lán, á quien rindiera el albedrío por entero, hasta el punto de seguirle desde España á Italia. Lucrecia se disfraza de mozo de mesón, con nombre de Pedro, y con él enamora á la hija de su amo. la hermosa Liseta; de espíritu diabólico; de gitano, y vestido como tal, dice la buenaventura á su competidora ; de soldado, logrando así custodiar al desagradecido capitán y darle la libertad con riesgo de su propia vida; de caballero toledano, bajo nombre de D. Pedro de Meneses y Soto ; de ciego, para cantar va- rias oraciones y letras alusivas á sus mudanzas y fortunas. ¿Hay quien quiera oir cantar en la tonadilla mesma de Jorge ciertas coplillas de Perico de Urdebuenas? Toma por un momento su propio traje y aspecto, para cambiarlo en seguida nuevamente por el de varón, fingiéndose hennano de sí misma, y, por último, recobra su verdadero ser para casarse con el desviado galán, que no puede resistir tantas pruebas de amor. Al final, la traviesa dama recapitula, como Juanilla, sus rápidas mtidanzas : Agiéndome perseguida de vos, por poner en salvo mi honor, de maestro Felipe en el mesón fui criado ; soldado fui en Castehiuovo. fui, para Laura, gitano y ciego, y esta sortija hable en premio de mi engaño. Para Mochila, alma en pena, sacándole de su amo ciertos cequíes, que él sabe que le entregué, cómo y cuándo, y con Osorio fingí ser de Lucrecia un hermano. PEDRO DE URDEMALAS 427 Por cierto que en la primera jornada nada hace presumir este genio hombruno y enredador de la dama; al contrario, allí se muestra celosa, si, pero tierna y apasionada, muy mu- jer y hasta tímida. Como se ve por este bosquejo del argu- mento, la pieza es imitación muy cercana de Juanilla la de Jcrec. Hase conservado del primitivo modelo el titulo y el carácter general de la obra, en cuanto su protagonista es al- guien que se transforma y cambia de vestidos y de oficios segTÍn corren los vientos de sus intereses. De las múltiples mudanzas de Lucrecia son comunes con el Urdemalas de Cervantes la de mozo de mesón, la de gitano y la de ciego ; pero todo lo demás, y el verdadero enredo de la obra, desdi- cen y se apartan de la cervantina. Clara imitación de Pedro de Urdemalas es también la comedia llamada Las Travesuras de don Luis Cuello \ escrita por D. Alarcelo de Ayala y Guzmán, medianísimo poeta de la decadencia, á las postrimerías del siglo xvii. Las aventuras y transformaciones de este Urdemalas, que más debería lla- marse Urdebiiciias, pues que la inmensa mayoría se endere- zan al bien de la patria, suceden en Ñapóles, en ocasión del levantamiento de los pescadores capitaneados por Tomás x\niello ó Aíassaniello. á quien la comedia llama Mazanelo. D. Luis resulta hombre sagaz, hábil para disfrazarse, y merced á cuya astucia se logra vencer aquella sublevación. La comedia es bastante culterana; el diálogo resulta casi siempre afectado: la trama, enredada en demasía, y las si- tuaiciones, inverosímiles frecuentemente. Hay en ella dos acciones : una, la principal, las aventuras de Cuello, y otra, secundaria, los amoríos de ]^Iazanelo con la hermosa Lau- rencia y el suceso de su intentona. El autor promete segunda parte, que no he alcanzado á ver. Para terminar, haráse mención de dos saínetes del si- I Comedia famosa. Las Travesuras de D. Luis Cuello. Primera parte. De D. Marcelo de Ayala y Guzmán. (Al lin :) Con Licencia: En Valencia, en la Imprenta de la J'iuda de Joseph de Orga, Calle de la Cruz Nueva, junto al Real Colegio del Señor Patriarca, en donde se hallará esta y otras de diferentes Títulos. Año 1763; 4.°; 34 págs. á 2 columna?. 428 EL TEATRO DE CERWXXTES glo XVIII : Los Tres huespedes buHados ^ y La Burla del labrador ^. El primero es una notable piececilla (que creo obra de D. Ramón de la Cruz, entre otras razones por la hermosa pintura del francés) imitación breve de Pedro de Urdemalas, como se declara cuando la revoltosa criada dice: Aquí, Librada Urdemalas, van á empezar tus enredos, por más que el sainete termine con estos versos : Y aquí el poeta suplica á este auditorio discreto, que las faltas disimulen poT ser el capriclio nuevo. La escena ocurre en una casa de posadas, y se reduce á las travesuras de Librada, sirvienta del mismo mesón, y aún más del amo, para evitar que se marchen los tres únicos huéspedes: un majo, un francés y un beato. La moza se dis- fraza de maja de rumbo y enamora al primero, en una pri- morosa escenita de frescura y brío inimitables ; luego de ma- dama francesa, y marea al huésped transpirenaico, siguién- dole su afición á los bailes y al teatro, y, por último, con traje de beata, con casaca y peluca, cautiva también al don Padrenuestro, como dice el francés. Tan á pecho toman los tres huéspedes la conquista de la moza, que se amenazan violentos cuando ella descubre el embeleco; pero Librada evita la contienda casándose con Tomás, su amo y patrón. El sainete es bonitísimo y escrito con singular gracia y alegría. Mucho más débil, la segunda obrita tiene este argumen- to: llega un sencillo labrador á la Corte á comprar diferentes cosas, y, por tanto, con la alforja y coin la bolsa bien repletas. Ovenlo así, v además hablar de un cierto Perico de su lugar 1 Saynctc nuevo intitulado : Los Tres Huespedes Burlados. Por D. V. M. Y. M. de R. Valencia y oficina de Estevan. Año 1816; 4."; 8 pá- ginas á 2 cois. 2 Cómico festejo, pág. 159. PEDRO DE URDEMALAS 429 ido á campaña, dos trapisondistas maleantes, un golilla y un soldado; éste determina fingirse el ausente, y aun Periquito Urdemalas; y presentándose al labrador, le embauca y, con ayuda de su compañero, le roba, y aun á otras personas, huyéndose con diversidad de cosas. Vista la semejanza existente entre la coinedia de Pedro de Urdemalas y la novela de La Gitanilla, pueden conside- rarse como indirectas de aquélla las imitaciones de ésta. Di- cese que Montalbán compuso una comedia con el asunto y nombre de La Gitanilla de Madrid, pero nadie la ha \-isto ; acaso S'e confundiese con La Gitana de Menfis, Santa María Egipciaca ^, que, en efecto, escribió. Don Antonio de Solís y Rivadeneyra redactó una muy graciosa comedia con título de La Gitanilla de Aladrid ~, en donde, no solamente utiliza la novela de Cervantes, mas todo lo gitanesco de la comedia de Urdemalas, con su Mal- donado á la cabeza. El Sr. Rius ^ menciona una reimpre- sión de esta obra "*, á cuyo final se hace su paralelo con la comedia Montalbán. ([ue el autor indica haber conocido: No sólo el argumento de !a fábula pertenece enteramente á aquel poeta (Montalbán), sino los caracteres, las escenas, los nombres de los principales personajes y hasta la mayor parte de la versificación, que 'ha conservado íntegra nuestro autor (Solís). Sólo ha corregido algunos pasajes, ha hecho algunas supresiones, ha añadido varias escenas, como la primera del segundo acto y la primera del tercero, y ha variado otras hasta el desenlace, presentándole con más sencillez 1 Comedia famosa. La Gitana de Menfis. Santa María Egypciaca. Del Doct. D. Juan Peres de Montalbán. (Al fin :) Hallaráse esta Comedia y otras de diferentes Títulos en Madrid, en la Imprenta de Antonio Sanz, en la Plazuela de la calle de la Paz. Año 1756; 4.°; 32 págs. á 2 cois. 2 Parte sy de comedias de los mejores ingenios, Madrid. Año 1671, 4." ; reimprimióse luego en la Colección de comedias de su autor, Madrid, i68r, 4.°, y en Autores españoles. 3 Bibliografía de Cervantes, tomo 11, pág. 335. 4 Cuaderno 40 de la Colección general de comedias escogidas, Ma- drid, imprenta de Ortega, año 1831. 4^0 EL TEATRO DE CERVANTES y brevedad. Estas modificaciones han dado á la pieza más regulari- dad y verosimilitud, aunque en el final iha perdido algo del movi- miento que tiene en Montalbán. Solís no ha sido más que un mero refundidor de la Git anilla de aquel poeta... No pretendemos con esta observación rebajar de ningún modo el mérito de Solís, que le tiene ciertamente. Su comedia de la Gitanilla será siempre leída en su re- fundición con más gusto que la original de Montalbán, porque la ha mejorado indudablemente. Sólo de pasada quiero referir los saínetes de D. Ramón de la Crtiz, La GitaniUa honrada. Las Gilaiiillas y Los Gi- tanos festivos; La Gitanilla de Madrid, comedia en tres ac- tos, por D. Gabriel Estrella, \- La Gitnnilla, zarzuela, letra y música de D. E. García. Tampoco entran en nuestro ob- jeto las imitaciones extranjeras hechas por Hardy, Midleton, Wolf, Longfellow, Sauvage. Nuitter, etc., ni siquiera el célebre tipo de la Esmeralda, de Víctor Hugo. v]ir LA ENTRETENIDA Fin de esta comedia. — Asunto, caracteres y personajes. — Pormenores. — Versos de cabo roto. — Noticia de las danzas y bailes mencionados por Cervantes. — Obras de asunto parecido. — La Villana de Vallecas, de Tirso, y sus refundiciones. — El Parecido cu la Corte, de Moreto. — Los Empeños del aientir, de IMendoza. — La Niña de los embustes, de Cas- tillo Solórzano. — El Gil Blas de SaufiUana. — Otros escritos. Desta verdad conocida pido me den testimonio, que acaba sin matrimonio la comedia Entretenida. Tales son las últimas palabras de la pieza que ahora nos corresponde examinar, y, en efecto, todos los personajes de ella ven frustrados sus pílanes de casamiento; los unos, por obstáculos difíciles de vencer ; los otros, por desdenes, y al- guno por voluntaria determinación. Tal parece también haber sido el objetivo principal que se llevó Cervantes al coinpo- nerla, y en este desenlace radica la originalidad de la come- dia, escrita i>ensando siempre en él. A ella sie alude, á mi parecer en el final de la de Pedro de Urdeiiialas, donde este maleante sujeto dice al público : Ya ven vuesas mercedes que los reyes aguardan allá dentro, y no es posible entrar todos á ver la gran comedia que mi autor representa, que alabardas y lameniques y frisfón impiden la entrada á toda gente mosquetera. Mañana en el teatro se hará una donde por poco precio verán todos desde el principio al fin toda la traza. 432 EL TEATRO DE CERVANTES y verán que no acalca en casamiento, cosa común y vista cien mil veces. Por esto considera un 'escritor que podría intitularse la presente obra: Los Casamientos frustrados ó La Comedia svn matrinioiiio. El mismo conjetura que Cervantes se propuso en ésta, si no escribirla conf(H-me á las reglas recomendadas en el Quijote, po-r lo menos uo tan desarregiada. coinoi lais que entonces se veían en los teatros, "y, en efecto, añade ^, se puede asegurar desde luego que es de todas ellas la que más guiarda el tono, el carácter y el estilo isenoillo y natural de la veixladera comedia, y asimismo' la. que más se acerca á la observancia de las reg'las de ésta". Sin embargio, más vero- símil parece entender que el fin del Manco sano no' fué otro sino de burlarse de la recibidísima y eterna costumbre de finalizar las obras dramáticas de enredo^ con la inevitable boda. A este pensamiento' se halla supeditada toda la trama, y á causa de prevenir tan particular desenlace, los caracteres de las damas, y muy en es|>ecial el de Marcela, son incongruen- tes, y aun el desenlace mismo no es muy verosímil. El efecto de la crítica resultó nulo-, y con seguridad que lo' mismO' re- sultara de haberse representado en los teatros; la mayoría de las obras siguiéronse desenlazando con matrimonio, y seguirán hasta la consumación de los siglos, ó, por lo menos, mientras tal sea el natural paradero de los amores honestos. Aparte de esta virtud, mucho más pobre y menos graciosa de lo que su autor se imaginaba, La Entretenida ofrece otras que la avaloran y levantan al número de las buenas del hé- roe de Lepanto. No puede negarse que es obra de verda- dero entretenimiiento y de vivo interés, perO' acaso pudiera obtenerse mayor partido de la trama desenvolviendo más la acción principal y sus pormenores. El estilo es bastante des- igual y descuidado, ya degenerandoi en harto familiar, ya dando en elevación excesiva, en las situaciones serias ; en cam- bio, hay algunas escenas y bastantes trozos y diálogos en que I García Akrieta, Prólogo á su edición, págs. xv y xvi. Véase la Bibliografía del final, núm. 7. LA ENTRETENIDA 433 se ve con placer la mano del autor de los Entremeses. Como obra de intriga ó enredo, ó de capa y espada, tiene gran valor histórico en la descripción de costumbres ; no hay nin- guna otra en el teatro cervantino que ofrezca más color local y de época. Tres acciones diversas corren paralelas en ella, y todas referentes al curso de otros tantos amoríos, cuyas protagonistas son D." Marcela de Armendáriz, la criada Cristina y otra D.^ Marcela de Osorio, de quien se habla, pero que no sale en la pieza. No hay en La Entretenida apenas versos de arte mayor (tan sólo algunos endecasílabos sueltos y unas octavas), pues no aparecen en ella personajes históricos ; abundan muchí- simo las redondillas, como metro más apto al estilo medio que nuestros antiguos atribuían á la comedia ; léense poquísimas quintillas y tercetos, dos romances nada despreciables, varias endechas y seis sonetos, todos harto infelices; véase el que me parece mejor (pág. 49) : Por ti, virgen hermosa, esparce ufano contra el rigor con que amenaza el cielo, entre los surcos del labrado suelo, el pobre labrador el rico grano. Por ti surca las aguas del mar cano el mercader en débil leño á vuelo, y en el rigor del so\ como del hielo, pisa alegre el soldado el risco y llano. Por ti infinitas veces, ya perdida la fuerza del que busca y de' que ruega, se cobra y se promete la victoria. Por ti, báculo fuerte de la vida, tal vez se aspira á lo imposible, y llega el deseo á las puertas de la gloria. i Oih Esperanza notoria amiga de alentar los desmayados, aunque estén en miserias sepultados ! Arriba de veinte personas intervienen en el desarrollo de esta fábula ^, pertenecientes las unas á la clase media, propia I Además de los mencionados en la tabla, figuran : Un Corchete (pág. 188) y D. Silvestre (pág. 191). 28 434 lil- TKATRO Dl£ CERVANTES (le la comedia urbana, y las otras al ¡¡ueblo. Cervantes, que conocía muy bien las costumbres y el lenguaje de éste, des- oi'ibe con todo primor á las últimas, pero dejó á las otras como en la penumbra ; sus caracteres son poco precisos y sin notas que claramente los especifiquen; las únicas que lo ofre- cen a'lgo marcado son la hermosa Marcela, resultando fría y sosa, y su henmiano el enamorado D. Antonio, que en toda la comedia no cesa de gemir, suspirar, hablar so'lo y hacer niñadas. Los criados y criadas, á quienes, como graciosos y segiuj la costumbre clásica, compete principalmente la intriga y parte jocosa de la acción, resultan, en general, deliciosos. Ocaña, mozo de cuadra, es una especie de filósofo llorón, pi- caido de grave 3^ sabihoiido, que suele hablar en estilo sen- tencioso y campanudo: sus celos y disputas son de lo mejor de la obra. El enredador Torrente, el verdadero tipo cómico de ella, es po^r entero el laca3"o de Tirso y de Moi'eto : la es- cena del desafío de entrambos, motivado por su competencia amorosa, y los lances con ([ue remai'^a burlescamente el baile entremesado del tercer acto, tienen indisputables gracia y alegría. Muñoz es un tipo de escudero viejo, marrullero', in- teresado, avaricioso é hipocritón. que no hay más que pedir ; Quiñones, paje, y Clavijo, criado, no desmerecen de los an- teriores. Entre las figuras femeninas sobresale Cristina, de- liciosa pintura de fregona, vivaracha, coquetuela, entrome- tida, preciada de noble y vana de belleza ; sólo en algunos entremeses se encuentra algO' parecido, denitro del teatro de su creador. García Arrieta escribe ^, y es cierto, que l'a acción de La Entretenida sucedte en Madrid, parte en casa de don Antonio Almendárez y parte en la calle, á las inmediaciones de dicha casa -, pudiéndose calcular que dura dos dias, 1 Prólogo citado, pág. xx. 2 Empieza en una estancia de la casa de D. Antonio X^pág. 108), sigue en la calle, ante d'cha casa (pág. 116); en una sala de la misma (pág. 123); en el patio de ella (pág. 130); en la calle otra vez (pág. 134); de nuevo en la sala (pág. 140) ; vuelve al patio (pág. 149), y á la sala LA ENTRETENIDA 435 y aun, si se quiere, que empieza en un sábado por la mañana y acaba el domingo inmediato al mediodía. En casa, pues, de aquel caballero, sirve Cristina, "de los Capoches de Oviedo", doiicellita enamoradiza y coqueta, que trae al retortero al lacayo Ocaña y el paje Quiñones, causa éste de los amargos celos de aquél, que, con mandil y harnero, se convierte en predicador, dejando á veces correr 9u envidia al mirarlos juntas y afables: ¡ Oh pajes, que sois halcones destas duendas fregoniles, de su salario alguaciles, de sus vivares hurones, llevaisos la media anata deste común beneficio; dais en ella rienda al vicio, sin hallar ninguna ingrata. Gozáis del justo botín y de la limpia chinela, y os reís de la arandela y del dorado chapín ; hacéis con modos suaves burla, que os cueste barata, de aquella'^ lunas de p'ata que van pisando las graves. La rivalidlad de estos dos galanes da origen á chistosas escenas. El empaque 3^ las pretensiones de Ocaña le hacca entoldange hasta el punto que él mismo nos describe cuando, vestido de lacayo, "con una varilla de meiríbrillo y unos an- teojos de caballo en la mano", puesto ante su amo, así se queja : A nadie se le trasluce, por más que yo lo procuro, el ingenio lucio y puro que en este lacayo luce. Anda conmigo al revés fortuna, poco discreta. (pág. 155) ; en otra estancia de la misma vivienda (pág. 168) ; en el pa- tio (pág. 177'); en el estrado de ella (pág. 18O; en la calle (pág. t^2), y, por fin, se remata en la dicha sa'a (pág. 198). 436 EL TEATRO DE CERVANTES que si tú fueras poeta quizá fuera yo marqués. Lacayo soy. Dios mediante, pero lacayo discreto, y á pocos lances proíneto ser para marqués bastante. Finalmenite, él mismO' reconoce que á no tomarme del vino por costumbre ó por cohorte, no hubiera en toda la corte otro Catón censorino. En punto de hallarse con su rival, Quiñones, fulmina con- tra él estos terribles deseos : Plega á Dios, humilde paje, asombro de mi esperanza, que ni valgas por privanza ni te estimen por linaje. Sirvas á un cata-ribera que te dé corta ración, sea tu estado un bodegón, no te dé luto aunque muera, y cuando el cielo te adiestre á servir á un titulado, tu enemigo declarado el maestresala se muestre; de las hachas no te valgas ni de relieves veas gozo, y nunca te salga el bozo porque de paje no salgas. Las cofiue^.erías de la linda fregona alteran á su ama, quien reprende los devaneos de la señora : Cristina. (¿Señora me llama? Malo; que ya sé por experiencia que no hay dos dedos de ausencia de esta cortesía á un palo), y luego rompe en la siguiente bellisima endecha, uno de los mejores fragmentos de la comedia, ponderando' con innegable LA EXTRETEXIDA 437 donaire los sufrimientos de las criadas, esi>ecialmente si sus señoras son celosas }• ellas bien parecidas : Tristes de las mozas á quien trujo el cielo por casas ajenas á servir á dueños, que entre mil no salen cuatro apenas buenos, que los más son torpes y de antojos feos. Pues qué, ¿si la triste acierta á dar celos al ama que piensa que !e hace tuerto? Ajenas ofensas pagan sus cabellos, oyen sus oídos siempre vituperios, parece la casa un confuso infierno, que los celos siempre fueron vocingleros. La tierna fregona, con silencio y miedo. pasa sus desdichas, malogra requiebros, porque jamás llega á felice puerto su cargada nave de malos emp'.eos; pero ya que falte este detrimento, sobran los del alma. que no tienen cuento. "Ven acá, suciona ; ¿dónde está e' pañuelo? La escoba te hurtaron y un plato pequeño; buen sa'ario ganas, de él pagarme pienso, porque despabiles los ojos y el seso. Vas y nunca vuelves, y tienes bureo 43S KL TEATRO DE CERVANTES con Sancho en !a calle, con Mingo y con Pedro. Eres, en fin, pu..., el ta diré quedo, porque de cristiana sabes que me precio." Otra vez repito con cansado aliento, con lágrimas tristes y suspiros tiernos : ¡ Triste de la moza á quien trujo el cielo por casas ajenas á servir á dueños ! Acreciéntanse los tormientos de Ocaña con la venida de Torrente, que, al punto, se aficiona á la bachillera doméstica : Torrente. ¿Doncella acaso es de casa? Cristina. No soy sino de !a calle. Torren. Eso no, que aquese talle á los de palacio pasa. ¿ Sirve en ella? Crist. Soy servida. Torren. La respuesta ha sido aguda. Ocaña. Ten, pulcra, la lengua muda ; no la descosas, perdida. Torren. ; El nombre ? Crist. Cristina. Torren. Bueno, que es dulce con ser de rumbo. Yo, señora, como ves, soy criollo perulés, aunque tiro á borgoñón. Poco camiinO' va, como se ve, de estos graciosos coloquios á las afamadas escenas lacayunas y paródicas de las come- dias posteriores ; á mi wzr, Cervantes imitó aquí deliberada- mente lo que en los días de su vejez solía verse en los teatros. Acude la moza al señuelo de los escudos del fingido pendes, y tienien de noche, y á solas, cierta entrevista que el celoso lacayo presencia oculto para su tormento, rematándose la se- LA ENTRETIÍaTUA 439 giinda jornada con este estrambóticoi soneto c|ue dice Ocaña, dos veces extravagante por su asunto y por su forma : Que de un laca- la fuerza poderó- hecha á machamartí- con el traba-, de una fregó- le rindo el estropá-, es.de los cié- no vista ma!dició-. Amor al ar- en sus pulgares to-, sacó una fle- de su pulí- carca-, encaró- al có- y dióme una flechá- que el alma tó- y el corazón me do- ; así rendí- forzado estoy á cré- cualquier mentí- de aquesta helada pú- que b'andamén- me satisface y hié-. ¡ Oh de Cupí- la antigua fuerza y dú-, cuánto en el ros- de una fregona pué- y más si la ropil- se muestra crú- ! Estas líneas traen, naturalmente, á la memoria acjuellas otras de Urganda la Desconocida, con que se empieza el Quijote. Los versos de cabo roto cO'nstituyen un juguete de ningún valor y mérito, frecuente en las letras del siglo' xvi:. Pellicer afirma que Cervantes fué su inventor; de ser así, anticipó su invento á Francisco López de Ubeda, ó sea el d'O- minico Fr. Andrés Pérez : en La Pícara Justina ^ se lee : Yo soy dué- que todas las aguas bé-. Soi la rei- de Picardi- más que la rú- conocí-, más famó- que doña Olí- que don Quijo- y Lazarí- que Alfarache y Celestí-, etc. Lope de Vega puso también en su entremés del Poeta un soneto de versos cortados, no muy diferente del de Ocañri. que empieza : Hermosa cara, no os vendáis barat-, ni vuestra linda estrella lo permit-; no recibáis de ba'de la visit-, no os troquéis, niña, de oro en plat-, etc. I Libro II, cap. último, núm. 3. 440 EL TEATRO DE CERVANTES Asimismo compuso Góngora alguiios de estos fútiles ju- guetes. El desafío de los dos criados, pi^-ovocado por la indu'^- triosa moza para libertarse de ellos, no carece de gracia: Salen Torrente y Ocaña, cada uno con un garrote debajo del brazo. Torrente. Ocaña. Torren. Ocaña. Torren. Ocaña. Torren. i Es daga aquese garrote, señor Ocaña? Es un palo que por martas lo señalo para ablandar un cogote. ¿Y es puñal aquese vuestro? Es una penca verduga, que las espaldas arruga del maldiciente más diestro. ¿ Han de fenecer aquí, por gustos de mozas viles, dos Héctores, dos Aquiles? Mueran. ; Qué se me da á mí ? ¡ Vive Dios, que Cristinilla me mandó te apalease ! i Y saldrá con su interés ? Amigo Ocaña, eso no. Vivamos para beber, pues para beber vivimos. Por último, termínanse estas competencias, desvanecién- dose la boda de Cristina, como las demás, en castigo de su coquetería, pues ni Ocaña ni Quiñones aceptan su blanca mano. Mas la moza se consuela pronto, esperando desqui- tarse con otros galanes. Muchísimo menos chiste tiene el desarrollo de la acción principal. Marcela Annendáriz ha sido prometida á su prim.o D. Silvestre, que debe llegar en la primera flota de América, y hacia este mismo tiempo se espera ds Roma la licencia ; [^ero el estudiante Cárdenlo, enamorado de Marcela, soborna al viejo Muñoz, escudero^ de ésta, y consigue introducirse en la casa de D. Antonio. Muñoz, cuya sórdida avaricia se refleja en graciosos dichos, da al estudiante aguda, pero compro- metida traza para salir con su empeño: LA ENTRETENIDA 44 I Muñoz. Fíngete tú don Silvestre, que yo te daré bastantes relaciones con que muestres ser e! mismo, y serán tales, que por más que te pregunten podrás responder con arte, que acreditando el engaño, tus mentiras sean verdades. Fingiéndose, pues, el esperado perulero }' con hábitos de peregrino. Cárdenlo y su capigorrón Torrente, se instalan al lado de Marcela. Dícense náufragos de horrible tormenta, para explicar su falta de dineros, de comprobantes que acre- diten sus personas, de retratos, etc., todo lo cual es fácilmen'e creído. Pero Cardenio no se da maña para atraerse el cariño de su supuesta prima, pues, coano él mismo confiesa, Cuando de Marcela ausente algún breve espacio estoy, ardo de atrevido, y doy en pensar que soy valiente; pero apenas me da el cielo lugar para á solas vella, cuando estoy, estando ante ella, frío mucho más que e! hielo. Llega el verdadero D. Silvestre con su escudero Clavijo, quienes fácilmente reconocen por redomados tunos á bs suplantadores, haciéndose entre Torrente y los recién venidos una escena no exenta de habilidad y chiste : Silvestre. Con tantos gustos sin duda que olvidaréis !a tormenta que pasastes, que á mi cuenta debió ser en la Bermuda. Torrente. Mas yo tengo por lunático quien sube en caballo acuático cuando le tiene terrestre. A la sorda y á la muda íbamos muy sin placer, cuando llegamos á ver la venta de la Bermuda; 442 EL TEATRO DE CERVANTES pero tenía cerradas las puertas, si viene á mano, y no hay fiarse cristiano do viejas que son barbadas. SiLVES. Y la canal de la Bahama ¿ pasóse sin detrimento ? Torren. Otra cana! yo no siento que aquesta por do derrama sus dulces licores Baco. Cl.wijo, ¿Dónde se alijó el navio? Torren. No le ahijó el señor mió, que le tuvo por bellaco, y más que espera tener hijos de su prima hermosa. SiLVES. En el golfo de las Yeguas seria el trance cruel. Torren. Creo que pasamos del desviados cuatro leguas. Clav. ¿Y dónde se tomó tierra? Torren. En el suelo. SiLVES. Dice bien. Donaire encierra el peregrino; en verdad que si aspirara á piloto, que yo le diera mi voto con poca dificultad. Descubierta la maraña, CardeniO' confiesa la verdad del caso, y siendo perdonado, todo se resuelve con felicidad. Sin embargo, se deshace ei matrimonio de los dos primos, porque el Papa niega la necesaria dispensa. Con estas dos acciones todavía se entreteje otra episódica. D. Antonio ama á Marcela Osorio, idéntica á su hermana en el nombre y en las facciones, y encerrada por el padre, D. Pedro, en un convento. Don Antonio ignora esta circuns- tancia y se desespera tanto- al saber su desaparición, que se queja amorosamente á su hennana, engañado por el singular parecido. Un amigo de D. Antonio le informa del paradero de Marcela, y consigue de D. Pedro que consienta en la boda de su hija; pero Marcela ha prometido' su mano y dado pala- LA ENTRETENIDA 448 bra escrita de casamiento á un cierto D. Ambrosio. Ese entra con el billete en casa de D. Antonio, creyendo que su hermana Marcela es la hija de D. Pedro, y á poco llega tam- bién 'en su busca el mismo D. Pedro Osorio, que concierta con D. Antonio el enlace de su hija. Don Ambrosio presenta la promesa escrita de casamiento ; D. Pedro le niega su apro- bación y la concede á D. Antonio; pero éste, al saber que Marcela ha dado á otro su palabra, se retira. Por esta razón no se celebra ninguno de los matrimonios prayectados, con k; cual se acredita el intento de la comedia reconocido por el gracioso en las frases del final, copiadas al principio del pre- sente capítulo. A semejanza de Lope de Rueda y de otros autores de aquel siglo, Cervantes introduce en la tercera jornada de La Entretenida un paso ó entremés que aquí es un baile ha- blado y cantado, y que, como en aquéllas, se despega por en- tero de la acción principal, tanto que lo suprimieron algunos editores de la comedia ^. El tal entremés es, por cierto, bas- tante extraño y harto apayasado ; parece constar de tres par- tes : el diálogo de los que llegan á presenciar el baile, el des- arrollo de éste y la ridicula pendencia entre Ocaña y Torrente. El baile te sé decir que llegará á lo posible en ser dócil y apacible, pues tiene que ver y oir, que ha de ser baile cantado a! modo y uso moderno ; tiene de lo grave y tierno, de lo melifluo y flautado, es lacayuno y pajil el entremés, y me admir:-. de verle una tiramira que tiene de fregonil. En la primera parte de él léese un cómico y chistoso co- loquio entre las dos criadas Cristina y Dorotea, que no des- I Garcí.\ Arrieta ; véase la Bibliografía puesta al final, núms. 7 ) 8. 444 KL TEATRO DE CERVANTES merece de lo más interesante de la pieza, por lo que tiene de descripción de costumbres : Dorotea. Aquesta tarde, Cristina amiga, pienso bailar hasta molerme el alma. Cristina. Y yo hasta reventar he de brincarme. i Cómo tarda Aguedilla, !a del sastre ! DoROT. ¿ Díjote que vendría? Crist. y Julianilla, la del entallador, con Sabinica, que sirve á la beata en Cantarranas. DoROT. Todas son bailadoras de lo fino ; en fregando, vendrán. Crist. Como nosotras, que lo dejamos todo hecho de perlas. De la cena no curo, que mi amo dos huevos frescos sorbe, y á Dios gracias. Dorot. El mío nunca cena, que es asmático, y con dos bocadillos de conserva que toma, se santigua sye va al lecho. Crist. Y tu ama, ¿qué hace? ¿No se acuesta? DoROT. No toméis menos : puesta de rodillas dentro de su oratorio, papa santos dos horas más allá de los maitines. Crist. También es mi señora una bendita, y por nuestra desgracia ellas son santas. DoROT. Pues ¿no es mejor, amiga, que lo sean? Crist. No, ni con cien mil leguas. Si ellas fueran resba.adoras de carcaño, acaso tropezaran aquí y allí rodaran, y sabiendo nosotras sus melindres tuviéramos la nuestra sobre el hito; ellas fueran las mozas, y nosotras fuéramos las patronas á baqueta, como dice el toscano. DoROT. Verdad dices, que el ama de quien sabe su criada tiernas fragilidades, no se atreve, ni aun es bien que se atreva, á darle voces, ni á reñir sus descuidos, temerosa que no sa'.gan á plaza sus holguras. Crist. ,; Has visto qué calzado trae Lorenza, la que sirve al letrado boquituerto? ;Ouién se lo dio, si sabes? LA ENTRETENIDA 44^ DoROT. Un SU primo, donado, que es un santo. Crist. ¡ Ay, Dorotea, cómo las canonizas ! DoROT. Oye, hermana, que los músicos suenan, y el barbero, gran bailarín, es éste que aquí sale. Entran, en efecto, los músicos y el barbero, danzando con grandes cabriolas, al son de un romance; pero Ocaña, que, por lo visto, es escrupuloso en esto de bailes, detiene los saltos del barberillo, pidiendo unas seguidillas, á lo cual, en- tusiasmado, dice Torrente : Eso sí, ¡ cuerpo del mundo !, que tiene de lo moderno, de lo dulce, de lo lindo, de lo agradable y lo tierno. Las seguidillas que se tocan y se danzan son glosa á aque- lla conocidísima copla : Madre, la mi madre, guardas me ponéis..., también reproducida por Lope de Vega en el año de 1615, en su comedia El Mayor imposible ^. y otras veces por Cervan- tes. Dice así el texto del baile : Dicen que está escrito, y con gran razón, que es la privación causa de apetito. Crece en infinito ^ encerrado amor, por esto es mejor que no me encerréis, que si yo no me guardo no me guardaréis. Es de tal manera la fuerza amorosa, I Acto II, escena 22. 446 EL TEATRO DE CERVANTES que á la más hermosa la vuelve en quimera : el pecho de cera, de fuego la gana. las manos de lana, de fieltro los pies, que si yo no me guardo... Quien tiene costumbre de ser amorosa, como mariposa se va tras su lumbre, aunque muchedumbre de guardas le pongan y aunque más propongan de hacer lo que hacéis, que si yo no me guardo... Esta glosa tenía escrita Cervantes desde antes de i6i,v puesto que la inserta en su novela El Celoso extremeño ^, aun- que acrecentada con una copla más. A la par que el baile se ejecuta, tienen los espectadores entre sí sazonado diálogo, no exento de curiosidad : OcAÑA. Ya les he dicho que bailen á lo templado y honesto, que no gusto que se beban de las niñas el aliento. Barbero. Por vida del so lacayo, que nos deje, que aquí haremos lo que más nos diere gusto. OcAÑA. Bailen, después nos veremos. Torrente. Varilla de volver tripas, no hagas tantos meneos ; lagartija almidonada, baila á lo grave y compuesto. Dorotea. Bodegón con pies, camine, que aquí no le conocemos; calle ó pase, porque olisca á lacayo y á gallego. I Autores españoles, pág. i8o. LA ENTRETENIDA 447 MÚSICOS. Estas sí que son matracas que tienen del caballero, de lo ilustre y de lo lindo, de lo propio y lo risueño. OcAÑA. Bai'ar quiero con Cristina. Torrente. No con mi consentimiento. ¿ No se acuerda el sor Ocaña que á mí me díó su pañuelo, y que en fe de ser su cuyo sobre ella dominio tengo, y que los rayos del sol no la han de tocar, si puedo ? Ocaña. ;_ Y no sabe e! so Torrente que soy aquel que merezco bailar con un arzobispo, aunque sea el de Toledo? Disputan Ocaña y Torrente y dan agarrados. Desmá- yanse las mujeres, apúrase el barbero para tomar la sangre á los supuestos heridos ; alboiróíanse los hombres ; alégrase Cristina, al creerse vengada de tan importunos y pobres amantes ; entra un alguacil con sus corchetes y todo es con- fusión y barullo. Por fin a\neiriguase que nada ha pasado de ser fingimiento y burla, y se acaba el intermedio. Bastante gracia tiene este final, muy apropiado al géneix) entremesil. Las obras literarias, no solamente sirven para dar solaz y recreo al espiritu, mas también como podisroso auxiliar de la historia y para conocimiento de las costumbres pasadas y orígenes de las presentes. ¡ Cuántos y cuan curiosos documen- tos podrían á este respecto sacarse solamente de los escritos de Cervantes ! Quédese esto para otra ocasión ú otra perso- na, y ciñámonos por el momento á recapitular con brevedad las alusiones que nuestro autor hace á los bailes comunes en sus días. Menester es distinguir, primeramente, ]a danza del halle. Llamábanse danzas á los bailes de cuenta, graves y autoiriza- dos ; por su natural, eran propias de las gentes de calidad y tenían su puesto en las fiestas y saraos de los caballeros : ta- les eran el Turdión, el Rugero^ la Pavana^ el Piedegibao, el Rey Don Alonso el Bueno, Madama Orliens, el Caballero, el 448 EL TEATRO DE CERVANTES Bran de Inglaterra, la Alcuiaiia, la Españoleta, la Gallar- da, etc., todas las cuales consistían en pasos, mudanzas y figu- ras ^ Bailes propianieníe dichos, ó danzas de cascabel, eran los populares ó truhanescos, de música retozona y bullanguera, con letras satíricas ó picarescas, propios de la gemile del bron- ce, tales como la Zarabanda, la Chacona, Antón Pintado, la Carretería, el Hermano Bartolo, las Gambetas, ei Pollo, el Pé- samedello, la Perra mora, la Pipiromia, la Capona, el Ras- treado, el Gateado, el No me los ame nadie, el Rastrojo, el Guineo, el Villano, el Escarramán, el Canario, el Polvillo, el Pasacalles, la Gorrona, el /;ía» Redondo, las Zapatetas, el Dongolondrón, el Giiirignirigay, el Zambapalo, el Antón Co- lorado, el Martín Gaitero y otros muchos, diariamente in- ventados, y cuyos nombneis nacían de ilos cantares que con ellos se entonaban -. Fué desmedida la afición por el arte coreográfica en los siglos XVI y XVII. en que se conceptuó como prenda de es- merada educación. Felipe III se preciaba de ser excelente bailarín, y lo mismo su privado el Duque de Lerma ; había maestros famosos como Antonio de Almeida y "el gran maestro de maestros Quintana el viejo, que fué setenta años maestro en Madrid, Sevilla, Toledo, Alcalá, Málaga, Cazalla, Antequera, etc.", con los que se entrometían algunos negros y hombres de baja suerte ^. El instrumento que se tañía era la españolísima guitarra; los bailes de las mujeres, aimque "con el mismo compás y compostura", tenía las mudanzas muy diferentes, y fueron usadísimos por nuestras antepasadas, pues, como Cervantes dice "^, no hay mujer española que no salga del vientre de su madre bailadora. De las danzas, además de las anónimas que se hicieron 1 Véase el Prólogo á la Colección de entremeses, loas, bailes, já- caras y mojigangas, en la Nueva Bibl. de Aut. españoles, págs. clxvii y siguientes. 2 ídem, págs. clxxv y sigts. 3 Véase Esquivel, Arte del danzado, escrito antes de 1642. 4 La Gran Sultana, pág. 392. LA ENTRETENIDA 449 en ia ca'sa de D. Antonio Morieoo, de Barcelona, para obse- quiar á D. Quijote ^, sólo hallo que Cervantes mencione por su nombre dos : La Gallarda ^ y el Rey Don Alonso '. Llamá- base asi la primera, según testifica Covarrubias por el can- tarcico : dama gallarda — mata colón, mucho te quiere — el Emperador, y era la que se conceptuaba principal en los saraos; así de- cia Góngoira: que quiere doña Alaría ver bailar á doña Juana, una gallarda española, que no hay danza más gallarda. Citanla coíi mucha fnecuencia nuestros escritores, como Lope, en el auto de Los Cantares y en El Maestro de dan- car '^ : Calderón, en Mujer, llora y vencerás'' y en el Jardín de Falcrina ^, etc. ; y el mismo D. Pedro describe sus pasos, mudanzas y entonada gravedad en El Maestro de danzar ' . El Rey Don Alonso era manifestación coreográfica an- tigua que dio origen á una comparación: ''Cuando queremos significar lo poco que estimamos alguna cosa, solemos decir : "No lo estimo en el baile del rey D. Perico", por no decir en el baile del re}^ don Alonso, que, entre otros, había uno que tenia este nombre, por ser la canción de dicho Rey, como la Gallarda, los Gclves" ^, etc. En la tragicomedia de Lisan- dro y Roselia ^ léese la forma desconocida de Covarrubias : "No lo estimaba todo en el baile del rey D. Alonso." Debía 1 Segunda parte, cap. lxi. 2 El Rufián zñudo y su parodia en Los Alcaldes de Daganco. 3 El Rufián viudo. 4 Acto II, escena 2.» 5 Jornada 11, escena 22. 6 Acto 1, escena 3." 7 Jornada 11, escena 25. Antes la había descrito con todo detalle Caroso d.\ Sermoneta, Bailar ino, 1581, fol. 22. 8 CovARRTjBiAS, Tcsoro de la letigua castellana, artículo Bayle. 9 Acto IV, escena 3." 29 45o EL TEATRO DE CERVANTES áí ser, pues, cosa mu}- anticuada y de poco gusto y recreo. Sin embargo, Lope de Vega, escribe : Pienso, señora, que es éste, segTin es de grande y lindo, el Rey Don Alonso el baile ^. Además alude Cervantes á otras danzas populares y campesinas, hahladas ^ y cantadas ^, como las de espadas y de doncellas'^, de cascabel menudo y de zapateadores^ y de gitanos y de hortelanos ^. Habla Cervantes de los bailes del Canario '^, oriundo de las Islas Canarias, que, al decir de Covarrubias. era '"un gé- nero de saltarelo gracioiso, que se trajo á España de aquellas partes" también mencionado por Lope ^ y varios entremesis- tas ^, y cuyas mudanzas describe Caroso da Sermoneta ^" ; del Contrapás, del cual dice ''es baile extranjero" ^^, que, por lo visto, se hacia entre dos parejas; de las Folias ^^, muy ci- tado también por otros escritores como Lope ^^, y varios en- tremesistas ^* : era oriundo de Portugal ^''. De las Gambetas ^*^, "un género de danza algo descompuesíia, que juegan mucho 1 Sembrar en buena i ierra, parte x (lóiS), fol. i86. 2 Don Quijote, parte segunda, cap. xx. 3 La Gitanilla, pág. 99 de la edic. de Autores españoles. 4 Don Quijote, segunda parte, cap. xx; Pedro de Urdeinalas, jor- nada II. 5 Don Quijote, caps, xix y lxi. 6 Pedro de Urdemalas. jornada 11. 7 El Rufián viudo. 8 Im Villana de Getafe, parte xiv (1621), pág. 34. 9 Xavarrete y Ribera (Escuela de danzar), Rojas (El Alcalde Ar- dite), Cáncer {La Visita de la cárcel), Villaviciosa {Los Sones), etc. 10 Bailarina, 1581 ; pág. 181. 11 La Ilustre fregona, pág. 174 de Autores españoles. 12 ídem, pág. 190. 13 La Villana de Getafe, parte xiv (1621), pág. 34. 14 Navarrete {La Escuela de danzar), Villaviciosa {Los Sones), Cañizares {La Mojiganga de los sones), etc. 15 Antonio Agustín, Diálogos, fol. 72; Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana; Mármol Carvajal, Descripción de África, lib. i, ca- pítulo xxxii. 16 El Rufián viudo. LA ENTRETENIDA ^5 I la perneta" ^, derivada de la voz italiana gamba, y también citado en La Tía fingida^; del de la Perra inora'^, derivado de las aventuras de Don Gaiferos ^ ; del Pcsatiic dcllo " ó DcIIo me pesa ^, cn}'a letra empezaba : Pésame dello, hermana Juana, pésame dello, mi alma. Cita asimismo el Polz'iUo ', del cual se habla más adelan- te ^, como del de Escarramán ^ \ el Rastro ó Rastreado '^'-\ baile del que hubo dos f onnas : el nuevo y el viejo, y era de extre- mados movimientos, semejante al Gateado y la Capona, pro- pio, al parecer, de la gente de coloi;, como indica Lope de Vega^^; Cervantes parece dar á entender que lo inventó la ramera Repulida, personaje del Rufián viudo, aunque Salas Barbadillo achaca su invención á los diablos {Casa del placer honesto), y. segiÁn Ouevedo ^", daba también solaz á los dio- ses. Asimismo menciona el J Ulano ^^, que. según Covarru- bias, tomó nombre del cantarcillo: Al villano se lo dan con la cebolla y el pan ^^. Rojas Villandrando compuso una loa del Santísimo Sa- cramento ^'', donde tornó á lo divino estos versos : de los mo- 1 CovARRUBiAs. Tesoro de la lengua castellana. 2 Pág. 221 de la edic. de Aut. españoles. 3 La Ilustre fregona y El Rufián viudo. 4 Quiñones de Bexavente, entrames de Don Gaiferos, pág. 6i2 de su colecc. en la Nueva Bibl. de Aut. españoles. 5 La Ilustre fregona y El Celoso extremeño. 6 La Cueva de Salamanca. 7 La Gitanilla de Madrid: La Elección de los Alcaldes y El Vizcaíno fingido. 8 Véase Tercera parte de este libro, cap. viii. 9 ídem id., cap. iv. 10 El Rufián viudo. 11 El Premio del bien hablar, acto iii, escena 3." 12 La Fortuna con seso y la hora de todos, pág. 425 de Aut. españoles. 13 El Rufián viudo. 14 Luis Bricexo, Método vniy facilísimo para aprender á tañer /j guitarra: París. Ballard, 1626; 8.0 15 Pág. 378 del tomo i de la Colecc. de entremeses, loas, etc., de la Nueva Bibl. de Aut. españoles. 452 EL TEATRO DE CERVANTES vimientos del / 'iliaiio da algunas noticias Esquivel y Nava- rro \ Danza grotesca, traida de las Indias, era, segiín la Aca- demia, el baile del Zamhapalo^ mencionado por el Príncipe de Ids Ingenios en tres ocasiones ", y á quien Quevedo llama Zampapalo ^. Pero ninguno de estos bailes alcanzó la faina de la Zarabanda, cuyo origen pone Cervantes en el Infier- no ■*. Infinitas referencias se hacen á ella en nuestros escri- tores de todos los géneros, y sobre ella cayó la indignación de los moralistas, con el P. Mariana á la cabeza '', de manera que vino á ser el baile más célebre de nuestra época clásica, y sobre el cual pudiera escribirse curiosa monografía ^. La moda de la Zarabanda cayó en desuso por ila introduc- ción de su prima la lasciva Chacona^ que era, si cabe, más descompuesta y liviana que aquélla. Vino, al parecer, de América '. y acaso tomó nombre del Cínico, ó de .'il;juna danziariina die' apellido Chacón, ó relacionada con alguno que la tuviese ® ; de ella dice Cervantes ^ al trazar su r-untual descripción : Esta indiana amulata.ia, de quien la fama pregona que ha hecho más sacrilegios é insultos que hizo Aroba; ésta, á quien es tributaria la turba de las fregonas, la caterva de los pajes y de lacayos las tropas, dice, jura y no revienta, 1 Arte del danzado, págs. 19 y 26. 2 La Ilustre fregona, La Cueva de Salamanca y El Rufián viudo. 3 El entrometido, la dueña y el soplón. 4 La Cueva de Salamanca : cítala además en La Ilustre fregona, en El Celoso extremeño y en El Rufián viudo. 5 Contra los juegos públicos, pág. 4.33 de la edición de Autores es- pañoles. 6 Véase la Introducción general á la Colecc. de entremeses, loas, bailes, etc., págs. CCLXV y sigs. Barbieri, Danzas y bailes de España en los siglos xvi y xvii; ilustración Española y Americana , 22 y 30 de Noviembre de 1877. 8 Rodríguez Marín, El Loaysa de ''El Celoso extremeño", pág. 282. 9 La Ilustre fregona, pág. 175 de Aut. españoles. LA ENTRETENIDA 453 que, á pesar de la persona del soberbio Zambapalo, ella es la flor de la olla, y que sólo la Chacona encierra la vita bona. Es también citadísima en el siglo xvii ^, donde hasta hubo una Chacona á lo divino ", novedad á principios de aquel siglo ^, y que durante todo él parece baile de moda. A de- rribar la Zarabands tra- jinantes, y D. Gabriel se halla rico con la de D. Pedro, y enterado de su historia por los papeles que en ella venían, ocúrresele fingirse mejicano y hacerse pasar por el esperado no\''io, como lo logra. Preséntase el verdadero, y todos le toman por embaucador, con lo que se desespera. En esto, 1 Véase etl tomo i de la Colccc. de entremeses, loas, etc., Introduc- ción, págs. CCLX y sigs. 2 Valdivielso, El Hospital de los locos, colecc. de Autos sacramen- tales, en la 5/^/. de Aut. españoles, pág. 266. 3 Quiñones de Ben.wente, El Murmurador, núm. 221 de la Colec- ción de entremeses. 4 El Celoso extremeño y Rinconete y Cortadillo. 5 C0TAREL0 Y iSIoRi, Tirso de Molina. Madrid, Rubines, 1893. pá- ginas 81 y 159, y Nueva Biblioteca de Autores españoles, tomo iv, pági- nas XLiv, y XLiir del Catálogo razonado. 434 EL TEATRO DE CERVANTES D. X'icente, heniiano de la burlada \'iolanle, cneyéndolc su enemigo, le hace poner en la cárcel; pero la dama valen- ciana, más valerosa y atrevida de lo que pudiera creerse, precioso carácter de mujer, después de variadísimos lances, deshace el error de todos ; logra casaras con el burlador, une á D. Pedro con Serafina y satisface á su hermano^ y á su honra. Quien únicamente sale perdiendo es Antón Serrano, zagal prendado de la ingeniosa valenciana mientras se oculta bajo el disfraz de villana de Vallecas, y á la cual creyó muy cerca recibir en matrimonio. Es esta obra exceliente por todos conceptos ; graciosa, in- teresante, ingieniosísima; hay en ella diálogos primo-rosos, como son los deil galante D. Juan con la fingidla aldeana, de los más excelentes del teatro español. Si, comO' muy bien puido suceder, TirsO' se inspiiró en la obra dis Cervantes^ no hay que decir cuánto mejoró el asunto en sus manos, en ingenio y en excelencias y primores de la fonna. De La Villana de Vallecas sacó 'asunto e/1 festivo poeta D. Agustin Moreto para su comedia La Ocasión hace el la- drón ^, que debe considerarse como un verdadero rif acimentó de la primera. Refundió también esta obra, en 18 19, D. Dio- nisio de So'lís -, con su habitual tino en este linaje de em- presas, siendo muy representada en los teatros del tiempo. También parece h.aberla tenido presente D. Jerónimo Ba- rrionuevo para su Laberinto de amor y Panadera de Ma- drid, manuscrita en la Biblioteca Nacional. Obra del mismo Mor'eto es la linda comedia El Parecido en la Corte, de la cual escribe D. Luis Fernández Guerra ; "Algo sirvió á D. Agustín para su drama la primjera parte de El Castigo del penseque, de Tirso de Molina, y dicen si le sugirió el pensamiento^ La Entretenida, de Cervantes." Sin embargo, las analogías entre ambas son bien remotas , 1 Verdadera Tercera parte de sus comedias, Madrid, 1676; 4.0 2 La Villana de Ballecas, comedia en cinco actos del Maestro Tirso de Molina. (Al fin:) Con Licencia. Barcelona: Por Juan Francisco Pife- rrer, Impresor de S. M.; véndese en su librería, plaza del Ángel. Año 1S30; 4.°; 36 págs. á 2 cois. LA ENTRETENIDA 435 cierto que en la comedia de Moreto hay un galán que pasa por otro; pero, lejos de ser fraude imaginado y seguido por su industria ó desvergüenza, es efecto de la muchísima seme- janza física que ofrece con aquel por quien es tenido. Por esto, con mejor acuerdo, D. Alberto Lista ^ busca los orí- genes de esta pieza en los Meneemos, de Tito ^^íactio Planto, Esta comedia del autor de El desdén con el desdén, fué re- funidida al modo clásico, juntamente con la de Progne y Fi- lomena, de Rojas, por D. Tomás Sebastián y Latre ^, á fines del siglo XVIII. Los Empeños del mentir, comedia famosa de D. Antonio de Mendoza ", escrita con recuerdos de La Entretenida, es obra de mucho ingenio ; pieza cómica y agradable, aunque su versificación resulta algo obscura }- culta. Teodoro y Marcelo, dos picaros de historia, llegan á la Corte esperanzados de hacer fortuna. Antes de entrar por la puerta dé Alcalá, ce- lebran consejo sobre el oficio que han de tomar; Teodoro propone el dfe embusteros, y, al cabo, Marcelo lo' acepta, para disfrutar, más que de buen yxvít, de bnena vida. Así con- certado'S, hallan allí mismo en qué ejercitar su deseo, pues en la Corte, entre tantas necedades, lo menos nuevo son 'as novedades. Tres bra\-ucones sacan al campo á D. Diego para robarle ; acométenle y estréchanlie ; meten mano los dos aventureros, huyen los ladrones, rinde gracias el favorecido, vienen los cumplidos y tras ellos los oifrecimientos y la plática. Por 1 Lecciones de literatura dramática, Madrid, 1836; 4."; pág. 166. 2 Ensayo sobre el Teatro español, por D. Tomás Sebastián y Latre, del Consejo de S. M. Su secretario. Madrid, Real imprenta, 1772; 4.°; 2.^ edición lujosa, costeada por el Conde de Aranda; ^Tadrid, Pedro Marin, 1773 ; 4.0 3 Flor de las mejores doce comedias de los mayores ingenios de España, Madrid, 1652; 4.° Se halla también en las Obras líricas y có- micas, divinas y humanas, con la celestial ambrosia del admirable poema sacro de María Santíssitna, último suave divino aliento de aquel canoro Cisne D. Antonio Hurtado de Mendosa. Segunda impresión. En Madrid : En la Oficina de Juan de Zúñiga, á costa de Francisco Medel del Cas- tillo (1728): 4.0; págs. 334 y »»gts. 456 EL TEATRO DE CERVANTES ella saben los emboisteros cómo el agradecido es hermano, además de mi D. Pediro, mnerto \-alieiitemente en Alsaicia, de D/ Elvira de Guzmán, tratada de casar con cierto D. Luis de \'ivero!, caballero^ napolitano. Y aquí son de ver los apuros de ambos tramoyisitas para ensartar marañas, entreviendo gran provecho, que cada cual desea aplicarse. Más listO'. dice Marcelo : Don Luis de \'ivero ¡ ay triste ! soy ; mas no soy, que no tengo sin don Pedro ser ni vida ; téngale Dios en el cielo. ¡Jt'izguiese la alegría y la soapresa de D. Diego! Conduce al presunto cuñado á su casa y le presenta á su hermana y á su prima D.^ Ana : pero el novio, á pesiar de los consejos del fingido 'lacavo Teodoro, comete tantas inconveniencias, dice tantas sandeces y descubre tan estragada educación, que doña Elvira se recela. Además, el suptiesto criado cánsase de su secundario' papeil y \^ con envidia los obsequios que su ca- marad'a recibe, y así determina disfrutar, á su vez, del em- btiste. maquinandoi otro nuevo: IMarcel. ¿Qué has derramado? Teodoro. Que soy... Marcel. ¿ Quién ? Teodoro. Don Luis de Vivero. Marcel. ¿Qué dices, hombre? Teodoro. Esto digo. Marcel. Eso es mentira. Teodoro. Esto es cierto, yo soy don Luis. Marcel. ¡ Demonio ! ¿Mi don Luis me quitas? Teodoro. Quedo. que yo lo soy. Marcel. ¡ Vive Cristo ! ¡ Que nos matemos sobre esto ! Corre esta nueA'a mientira como coítíó la primera, y aun mejor, pues el talle é ingenio de Teodoro se acomodan con más acierto á desempeñar el papel de caballero. El ingienioso LA EXTRETEXIDA A^b-] vividor acredita la superchería con hábiles detalles ; D. Diego le cree de frente ; D.'' EJvina halla más A-erosimil esto que lo primero; pero la prima, D.^ Ana, no traga la bola. Casual- mente oye Elvira una conversación secreta entre ambos mien- tirosos, y descubriendo por ella la maraña, sale indignada, proclamando la maldad de los huéspedes, los cualies toda\'ía hallan nuevo arbitrio para salir del apuro : Marcel. Sí, yo también daré voces, daré gritos fieros, grandes, infinitos. ¿ Cómo parecerá bien que siendo tú el conde Fabio, hijo del noble Marqués de Ditoldo, que éste lo es, tanto agravio se haya hecho, ó que por solo que allá don Pedro, tu hermano (Dios se lo perdone), un vano retrato, injuria de Apolo, le enseñó, viene muy necio, enamorado y perdido, á intentar ser tu marido? Teodoro. ¡Perro, canalla! ¿El secreto descubres ? ¡ Tened ! Elvira. ¡ Qué aprieto ! Teodoro. Si en el centro se me esconde, le ihe de matar. Marcel. No hay que temblar, conde Fabio; ya acabaron los disfraces. El biena\'enturado D. Diego cree esta invención, como oreyó las anteriores, y atni Elvira, oifuscada por el supuesto señorío del pretendiente, llega á concederle esperanzas de correspondencia; sólo D." Ana perdura en sti escepticismo. Los embaidores aguzan el ingenio para asegurar su tritinfo; en el bufete de Teodoro se hallan papdes que manifiestan su nobleza ; criados vienen á buscarle de parte del Almirante, y aun del Rey; todo mairdia bien, cuandO' he aquí qtie el 4^8 EL TEATRO DE CERVANTES verdadero D. Luis de \^i\"ero se presleaita en casa de Elvira ; pero ni aun esto desconcierta á los mentirosos. Apenas le ve. clama Teodoro: ¿Cómo? ¿Qué es esto? ¿ Hay desuello tan patente ? ¿Hay maldad tan insolente? Die(.jO. ¿Qué es esto? Teodoro. Agarradle presto, que éste el bandolero es que nos robó en Cataluña. ¡ Y el traidor la espada empuña ! Diego. ¡ Ah, perro ! Elvira. ¡ Ay triste ! Luis. Después de deciros que mentís mil veces, no el bandolero soy. En vano el auténtico Vivero- se defiende y muestra sus joyas y documentos^, pues los aventuineros las dan por las robadas y el asomb'rado cal^allero- es preso. Al cabo, la verdad se demues!tra y los ctdpables confiesan; pero son perdonados, pues devueiven varios objetos de valor que podían llevarse, y aun reciben obsequios del sencillo D. DiegO' en premio del auxilio que le prestaron. Declinante ya, ei gusto por la novela picaresca, imprimióle nuevo* rumbo- D. Alo'niso^ de Castillo Solórzanoi, escribiéndolas con protagonistas femeninos, á semejanza de aquel malicioso dominico leonés autor de La Pícara Justina, Las Harpías en Madrid (1631;, La Garduña de Sevilla (1642) y La Niña de los embustes (1632) ^, obedecieron á este intento^. En la última de iestas obras, una de las más excelentes de su autor, hállase una curiosa aventura ó buida que la protagonista hace á un anciano caballero ^, y que no deja de tener parecido con la trama principal de La Entretenida. Prosiguiendo Teresa de 1 La Niña de los embustes. Teresa de Manganares, natural de Ma- drid. Año 1632. En Barcelona. Por Jerónimo Margarit; S.** Hay reim- presión moderna en la Colección selecta de Antiguas novelas españolas, tomo III, Madrid, 1906; 8.° 2 Capítulo xiiT, págs. 180 y sigts. de la reimpresión. LA EXTRRTEXiDA 469 Manzanares su carrera de embelecos, sale de Córdoba y se encamina á Málaga, con ánimo de hacerse pasar allí por cierta D.* Feliciana de Mendoza y Guzmán, fugada de las mazmo- rras y prisiones de Argel, adonde fuera llevada cautiva en edad de cinco años: Yo me vestí una almalafa de varios colores que había comprado en Córdoba, y encima de ella un alquicel blanco; cálceme al modo de Argel, que también el calzado vino hecho al propósito, muy al pro- pio de aquella tierra; compuse de ajorcas de oro mis manos y con un hilo de perlas mi garganta; el cabello llevé suelto y cogidos los dos lados con listones de nácar; buenas arracadas de perlas en las orejas, y, después de la compostura, me cubrí el rostro con un vo- lante de plata largo. Hernando se vistió una jaquetilla azul, cal- zones de angeo, albornoz listado de negro y blanco, bonete colorado, medias blancas y alpargatas finas. Con esto y con ser él moreno, parecía propio captivo de los rescatados de Argel ó Tetuán ; al fin él hacía el papel como quien se había visto en otra representación como aquélla, aunque más de veras. Después de pasar, en efecto, por hija, disl capitán D. San- cho de Mendoza adgunos días, quiso su mala fortuna que llegase á Málaga la verdadera D."" Feliciana, la cual muestra tales indicios, que el padre no duda en reconocerla por su vierdadera hija. La supuesta logra con sus lágrimas enterne- cer al anciano, y sale de sti casa perdonada y favorecida. Otra forma del mismo argumento de La Entretenida nos la ofrece una de las aventuras de aquel caballero de industria dicho D. Rafael, cuya larga historia se cuenta en el Gil Blas de SautiUana ^. Claro que el amañador francés no conocería la obra de Cervantes, p'oro si la comedia de D. Antonio Hur- tado de Mendoza, de donde, sin duda alguna, tomó el asunto, según ya reconoció Ticknor ^, mutilándolo y estropeándolo, que ésta fué desdicha general suya. En la literatura moderna, y especialmente en las obras del llamado genero chico, son muchísimas las veces que el tema de la suplantación de personas ha servido de argumento. 1 Libro v, cap. i. 2 Hisl. de la I-it. española, tomo iv, pág. 67. 4('>o EL TEATRO DE CERVANTES deside la comedia Culro y Compañía, de \'ital Aza, hasta La Marcha de Cádi::. etc. En la uo\'ela también suele verse pro- fusamente (empleado, como,, v. gr., en las folletinescas y po- pulares aventuras de Rocaaiboíc, y otros escritos semejantes V die más alta categoria. Ifl^l IX EL LABERINTO DE AMOR Juicio general de esta comedia. — Versificación y personajes. — Bellezas de la forma. — Historia de su asunto. — Don Rodrigo y la Duquesa de Lorena; el Conde de Barcelona y la Emperatriz de Alemania; !a Sultana de Granada. — Romances. — La comedia La Mejor luna afri- cana.— Dos obras de \^élez de Guevara. — ^Mateo Bandello y Juan de Timoneda; La Duquesa de la Rosa, de Alonso de la Vega. — La His- toria de la Reina Sevilla; la comedia Los Carboneros de Francia. — El Orlando furioso y La Ginebra de Escocia. " No sería imposible que esta pieza mala hubiese parecido exquisita al público", dice un escritor, y en verdad que nada le falta para conseguir clamoroso éxito ¡x)pular. Su tema es trágico y su acción coniplicadísimia é interesante; inter- vienen en ella personajes de alta categoría, abundan las aven- turas, las sorpresas, los disfraces y los desafios de armas y amores; sólo echanios de menos un traidor jorobado ó pa- tizambo y un criado gracioso. A ninguna como á esta comedia podría aplicársele, el calificativo de "novela dialogada" ; los sucesos que refiere, la manera de conducir el asunto y su complejidad, más son propios del relato objetivo que de la poesía de acción que caracteriza la comedia; El Laberinto de amor es una verda- dera novela de aventuras puesta en escena. Así como entre las Ejemplares y en el Quijote se leen episodios escritos al gus- to italiano y según la moda, puede señalarse la presente obra como ejemplo de esta tendencia en el teatro cervantino; no puede negarse su interés, aunque tampoco su confusión. 4t)2 EL TEATRO DE CERVANTES I'-l defecto principal tle esta pieza, escribe el Conde de Schack \ es que los mismos motivos influyen con frecuencia en sus diversos personajes. Encontramos en ella cuatro ó cinco príncipes disfra- zados y dos princesas, que en el curso de la comedia se disfrazan también muchas veces, y por esta causa cuesta trabajo desenredar tanta confusión de disfraces. Por lo demás, la acción está bien trazada en sus elementos principales. De ninguna manera creo yo puedan aceptarse las afir- maciones de cierto escritor qtie la reputa por la mejor de Cervantes, á causa de sus lances cómicos, gallardos pensa- mientos, galanura, picante critica, brevedad y regias de) buen gusto -. Acaso en ninguna obra tanto como en ésta, pecó el Manco de Lepanto contra la unidad artistica; nicas que co- media parece un conjunto de lances y episodios desligados, pues que carecen de aquella trabazón y enlace tan conve- niente en las producciones literarias é indispensable en las dramáticas. Con razón se le apellida Laberinto de Amor, pues en ^•erdad que el entrecruzamiento y abtuidaneia de sticescs amorosos enmarañan la acción hasta lo indecible ; la escena salta de unos en otros lugares casi á capricho: los actos ó jornadas se terminan cuando el autor gusta de ello; hay profusión de personajes incidentales, la mayoría de las esce- nas resultan inverosimiles y los caracteres se confunden unos con otros. Realmente hay en ésta asunto para tres comedias distintas, cuyo desarrollo se entrelaza, ó por mejor decir, se interpone uno con otro, llegando momento en que no sepa- mos discernir cuál de ellos es el principal de todos ; de aquí que escriba Klein: "un enredo de máscaras es enteramente la comedia de El Laberinto de amor, notable por el ingenio- so embrollo y su interesante desenvolvimiento". La forma, en cambio, es muy digna de reparo y en al- gunas ocasiones excelente, tanto por lo que mira á la varie- dad de metros y combinaciones métricas, cuanto por la bon- dad de muchos versos. Como en esta pieza interviene mul- titud de personajes nobles, es adecuada para el empleo de 1 Historia de la poesía y arte dramático, tomo ii, pág. 71. 2 MÁJNEZ^ Las Comedias de Cervantes, pág. 96. EL LABERINTO DE AMOR 463 los metros largos, en que Cervantes fué más diestro: abun- dan, pues, las octavas y los tercetos, algunos versos libres, endecasílabos y silvas ; de los de arte menor, los más son redondillas; hay décimas, un romance y un soneto. El es- tilo de esta pieza parece más cuidado, como si su autor se entretuviese y deleitase en escribirla. Ocurre la escena en Italia, en la ciudad de Novara, en el Piamonte y en sus cercanías, sucesivamente en una calle ó paseo público: cerca de Rosena; en un bosque ó coto de caza; en una dependencia de la torre que guarda á Rosami- ra; otra vez en el campo; á la puerta de la mencionada torre; dentro de ella : en una calle ; de nuevo en la prisión y en sus cercanías : en la cárcel ; otra vez en la calle, y se termina en una gran plaza de Novara ^. Mas carece en absoluto de co- lor local, y lo mismo podría desarrollarse en Besangon ó en Sigüenza, seg^ún acontecía á Cervantes siempre que se ol- vidaba de la realidad y se entregaba en brazos de la. fanta- sía; tan reales son estos paisajes como los del Setentrión, que describió en el Pcrsiles. Hablase en la comedia de Ro- sena, de Utrino, de Módena, de Pavía, de Rezo . que debe de ser lugar entre Pavía y Novara, y de Dorlán, pueblo imagi- nario ó por lo menos que no he podido identificar. Los interlocutores, en número de veintiuno ", son todos fantásticos: Federico, gran duque de Novara; Alanfredo, gran duque de Rosena ; Dagoberto. príncipe heredero de Utrino y el gran Duque del estado de Dorlán, son los perso- najes principales : empero tales soberanos y soberanías no han existido jamás. Novara, cabeza del Novarado. concedido á la casa de Sa- boya en virtud del Tratfado de Viena de 1735. era una ciu- dad pintoresca, bien edificada y defendida por algunas for- tificaciones y un castillo, sede episcopal sufragánea de Mi- lán, cuyo prelado ejercía el señorío temporal en su diócesis, 1 Págs. 2, 10, 34, 36. 57, 65, 70, 73, 75, 78. 86 y 95. 2 Además de los que enumera la tabla, intervienen en la acción : dos Cazadores (pág. 13). un Criado (pág. 76), Uno (pág. 95) y un Niño (pá- gina 95). 464 EL TEATRO DE CERVANTES extendida hasta el lago Mayor. Además de su catedral, con- taba 17 iglesias, II conventos de hombres y siete de muje- res, otros notables edificios y populoso caserío. Rosena, en el Ducado de Parma, tuvo titulo de Condado, y Utrino, en el Gran Ducado de Toscana. fué cuna de la casa Cennini, eri- gida en Marquesado en el año de 1643 á favor de Curzio Cennini y de sus hijos ^. Cervantes precedió aquí á nues- tros dramáticos de la decadencia, que inventaban imperios y señoríos á su talante. Como el suceso que en la comedia se refiere no es histórico, huelga imaginar que detrás de estos supuestos soberanos se oculten alusiones á otros ver- daderos. Rosamira, la hermosa hija del Duque de Novara, está para casarse con Man f redo, que lo es de Rosena, cuando se presenta Dagoberto, príncipe heredero del estado de Utrino, y la acusa públicamente, en altas y sonoras octavas, de haber manchado su honor: Digo que en deshonrado ayuntamiento se estrecha con un bajo caballero, sin tener á tus canas miramiento, ni á la ofensa de Dios, que es lo primero; y á probar la verdad de lo que cuento diez días en el campo, armado, espero, que esta es la vía que el derecho halla : do no Ihay testigos, suple la batalla. Espántanse todos con nueva tan inesperada; desconsué- lase el anciano padre, comparece la hija y no responde pa- labra á la terrible acusación; pero se desmaya á los acerbos reproches del Duque que, con indignada severidad, ordena : Llévenla como está luego á esta torre y en ella esté en prisión dura y molesta hasta que alguna espada ó pluma borre la mancha que en la honra lleva puesta. Este hermoso pasaje, muy bien trazado, abre de golpe el nudo del drama y las puertas al interés. I BüscHiNO, Geographie uniz'crsclle, tomo mi (Italie); Strasbourg, Bauer et Treuttel, 1778; 8.°; pág. 631. EL LABERINTO DE A.MOK 405 Múdase ahora la escena en un bosque, y por él vienen dis- curriendo dos lindos pastorcillos, con sus pellicos y demás. Por su coloquio nos enteramos de cómo bajo aquel disfraz se ocultan las primas Julia y Porcia, hija y sobrina del se- ñor de Dorlán, que andan en busca de sus esquivos galanes que son, respectivamente, Manfredo y Anastasio. Porcia es valiente y determinada; Julia^ timida y recelosa; la escena entre ambas doncellas resulta agradable en extremo : Porcia. ^luestra ser varón en todo, no te descuides, acaso; algo más alarga el paso y huella de aqueste modo. A la voz da más aliento, no salga tan delicada; no estés encogida en nada, espárcete en tu contento; . y si fuere menester disparar un arcabuz, juro á Dios y á ésta que es cruz que lo tenéis de hacer. ' Julia. ¡ Jesús ! ¿ Quieres que me asombre, Rutilio, en verte jurar? Porcia. ¿ Con qué podré yo mostrar más fácilmente ser hombre? Con estos lindos pastorcillos sale el segundo enredo de la obra, enredo que á su vez es doble. Manfredo, duque de Rosena. ([ue anda á caza en su re- creo de Rezo, da con los zagalicos, y, tras un primoroso diá- logo en redondillas, de las más fáciles que tiene el teatro cervantino, los toma á su servicio y ofrece conducir á I'^o- vara. De allí llega su embajador refiriendo la afrenta de su prometida Rosamira, suceso que entristece tanto al de Ro- sena, como alegra y regocija á la encubierta Julia. Apenas concluye de iiablar este emisario, otro llega vestido de luto, de parte del Gran Duque de Dorlán á desafiar á Manfredo, por lo que dice la siguiente octava : Dice, y esto es verdad, que habiendo dado á tu corte en la suya alojamiento, 3o 466 EL TEATRO DE CERVANTES V habiéndote en su casa agasajado, viniendo á efectuar su casamiento, como el troyano huésped, olvidado del hospedaje, con lascivo intento, su hija le robaste y su sobrina; traición no de tu fama y nombre dina. A lo cual nuestro Duque responde noblemente, recha- zando la infundada acusación y apelando ante la hidalguía del propio acusador. Entre tanto el duque Anastasio anda también disfrazado de villano y perdido de amores por Rosamira, y, por tanto, ahora macilento y triste, á causa de la afrenta que sobre ella pesa. Con él dan dos estudiantes capigorristas, y le interro- gan de esta suerte, con que Cervantes se burla también de los excesos culteranos que entonces ya empezaban á correr : TÁCITO. Díganos, gentil hombre, así la diosa de la verecundia reciproque su nombre y el blanco pecho de tremante enjundia soborne en confornino, ¿ adonde va, si sabe, este camino ? Anastasio. Mancebo, soy de lejos y no sé responder á esa pregunta. TÁCITO. Dígame: ¿Son reflejos los marcucios que asoman por la punta de aquel monte, compadre? Anast. Habláisme en tal forma, que no sé responderos. TÁCITO. Pues atiende, gancibo, y está atento. CoRNELio. ¡ Qué donaire y qué gracioso acento ! TAC. Digo que si mi paso tiendo por los barrancos de este llano, si podrá hacer al caso. Anast. Digo que no os entiendo, amigo hermano. Disputando en esto, llegan Julia y Porcia con nuevo ves- tido de estudiantes, de camino; á ellas se vienen los gorrones en aire de vaya : EL LARKRIXTO DE AMOR 467 CoRNELio. Dígannos luego y presto de dónde son y sus nombres; qué estudian, la edad que tienen, si es rico ó pobre su padre ; la estatura de su madre, dónde van v de á dó vienen. TÁCITO. Signori, me ricomando y á la corona me llamo. Y á revederci altra volta dove finitemo il resto ; or non píu, et visogna presto, surgiré di qui si ascolta. Estudiante también se ha tornado ]\Iap.fredo y con sus nuevos servidores se dirige de oculto á Novara. En ella, y encerrada en ¿ispera torre, sigue la inocente duquesa Rosa- mira, deshecha en lágrimas, pero sin procurar su disculpa ni esperanza de lograrla^ pues, corrido gran parte del plazo, no aparece paladín que se ofrezca á combatir por ella. Tropieza casualmente Porcia con su primo Anastasio, y después de una plática nni}- l)ien sostenida, en (pie la astuta doncella halla modo de declararle su pasión sin descubrirse, concierta con el disfrazado Duque para hacer camarada con él "á la insignia del Pavón", donde vive: para lo cual la joven se transforma en labriego. Ya cada prima se halla al lado de su respecti\'0 amor, y amibas se despiden, deseándose buena ventura y prometiéndosela de su indtistria. Enmaráñase el asunto por instantes. Por azar se encuen- tran Anastasio y Manfredo, seguidos de sus respectivos criados fingidos, y sobre las voces que corren del mal heciio del Duque de Rosena en la corte del de Dorlán, caen en re- ñida pelea ambas primas, abanderizadas cada una por su se- ñor. Verdaderamente, esta escena sobraba íntegra. Sosegada !a pendencia^ Anastasio, presa de congojosas dudas acerca de la inocencia de Rosamira, determina salir de ellas, para lo cual manda á su criado, disfrazado de mujer, á sonsacarla y á entregarle ima carta. Al mismo tiempo Julia, platicando con su señor Man- 4b8 EL TEATRO DE CERVANTES fredo, le franquea el pecho en estas bellísimas estancias que, á mi parecer, pueden colocarse entre los mejores versos cas- tellanos y ante cuantos sostengan la rudeza de Cervantes para la poesía ; tal vez no la haya escrito nunca tan buena, } , desde luego, no mejor. Llegóse á nú un mancebo de agradable presencia, bien tratado, con un vestido nuevo, que creo que por éste fué trazado ; llegóse, como digo, y díjome: "Escuchadme, buen amigo." Volví, mírele y vile lloviendo perlas de sus bellos ojos; la mano entonces dile de lástima movido, y él, de hinojos temeroso tomóla, y bañándola en lágrimas, besóla. Yo, del caso espantado, le alcé V le pregunté !o que queria; él, casi desmayado, me dijo que merced recibiría si un poco le escuchase en parte donde nadie nos notase. Llévele á mí aposento ; sentóse, sosegóse y después dijo, con desmayado aliento, con voz turbada y anhelar prolijo: "Yo soy...", y calló luego, y el rostro se le puso como un fuego. Por estos movimientos conocí que vergüenza le estorbaba á decir sus intentos, V como yo sabellos deseaba, llegúeme á él, diciendo razones que le fueron convenciendo. En fin, dellas vencido, tras de un suspiro doloroso ardiente, ya el rostro amortecido, el codo y palma en la rodilla y frente, dijo: "Yo soy aquella á quien persigue su contraria estrella. Yo soy la sin ventura, que á la primera vista de unos ojos, EL LABERINTO DE AMOR 469 sin valor ni cordura, vendí la libertad de los despojos de la honra y la vida, pues una y otra cuento por perdida. Yo soy Julia, la hija del Duque de Dorlán, cuyo deseo ya no hay quien le corrija: ni el cielo ofrece ni en la tierra veo remedio al dolor mío, y es bien que no le tenga un desvarío." Quedé, en oyendo aquesto, bien como estatua, mudo y sin hablalla; quise escuchar el resto, temiendo con mi plática estorballa, y prosiguió diciendo lo que ms fué encantando y suspendiendo. "Yo, dijo, vi á jNIanfredo, aqueste dueño venturoso tuyo, que ya no tengo miedo ni de contar, y más á ti, rehuyo la mal tejida historia, digna de infame y de inmortal memoria. Teníame mi padre encerrada do el sol entraba apenas; era muerta mi madre, y eran mi compañía las almenas de torres levantadas. sobre vanos temores fabricadas. Avivóme el deseo la privación de lo que no tenía, que crece, á lo que creo. la hambre que imagina carestía; mas no era de manera que yo no respondiese á ser quien era. hasta que mi desdicha hizo que este Manfredo huésped fuese de mi padre, que á dicha tuvo que la ocasión se le ofreciese de mostrar su grandeza sirviendo á un duque de tan grande alteza. En fin. yo de curiosa : un agujero hice en una puerta. que á la vista medrosa y aun al alma, mostró ventana abierta 4-0 EL TEATRO DE CERVANTES para ver á ]\íanfrcdo. \"ile y quedé cual declarar no puedo." Con razón exclama, algo más adelante, el engañado Duque : dinie aquello que decías agora usando el mismo estilo, que el modo de decirlo me enamora. Continúa Julia el cuento y continúa aquí su copia, se- guros de no cansar con ella al lector : La desdichada prosiguió en voz doliente su historia, en desvarios comenzada, y dijo: "Vi á Manfredo, vile y quedé cual declarar no puedo, que en un instante pudo y quiso amor con mano poderosa, de piedad desnudo, la imagen de Manfredo generosa grabar así en el alma, que della luego le entregué la palma. Volvíme á mí aposento, llevando en la memoria y en el seno, con gusto y descontento, la mirada belleza y el veneno de amor que me abrasaba y la virtud honrosa refriaba. Hice discursos varios, fundé esperanzas en el aire vano, atropellé contrarios, dile al amor renombre de tirano y de señor piadoso, y al cabo el entregarme fué forzoso. Dejé mí padre, ¡ ay, cielos!; dejé mi libertad, dejé mi honra, y en su lugar, recelos y sujeción tomé, muerte y deshonra, y á buscar he venido este huésped, apenas conocido. Hoy en tu compañía le he visto, y aunque en traje disfrazado, como en el alma mia traigo su rostro al vivo dibujado, EL LAÜERIXTO DR AMOR 47 1 al punto conocíle : vile, alégreme y hasta aquí seguíle. Quiero, pues, ¡ oh mancebo ! (y esto cubriendo perlas sus mejillas, hincándose de nuevo ante mí, visión bella, de rodillas), quiero, dijo, que digas al tuyo, que es mi dueño, mis fatigas; que yo no tengo lengua para decir mi mal, ni ]a dolencia mi honestidad amengua para poder ponerme en su presencia. Tú á solas le relata la muerte con que amor mi vida mata, que no está tan duro cual peñasco al tocar de leves ondas, ni cual está al conjuro del sabio encantador, en cuevas hondas, la sierpe en esto cauta. ni cual airado viento al Euste nauta ; no le habrán leche dado leonas fieras de la Libia ardiente, ni habrá sido engendrado de algún cíclope bárbaro inclemente para que no se ablande oyendo mi dolor y amor tan grande. Rica soy y no fea, y tan buena como él en el linaje, si ya no es que me afea y me deshonra ese trocado traje; mas cuando amor las causa, en todas estas cosas pone pausa. Rosamira infamada, justamente impedido el casamiento; yo del enamorada cual la tierra del húmido elemento; si esto no es desvarío, ¿quién lo podrá estorbar que no sea mío?" Esto dijo, y al punto dejó caer los brazos desmayados : quedó el rostro difunto ; los labios, que antes eran colorados. cárdenos se tornaron, y sus dos bellos soles se eclipsaron. 472 EL TEATRO DE CERVANTES Levantósele el pecho ; su rostro de un sudor frío cubrióse ; púsela sobre el lecho ; de allí á un pequeño rato estremecióse ; volvió en si suspirando. siempre lágrimas tiernas derramando. Consolóla y roguéla que en aquel aposento se estuviese sin temor de cautela, hasta que yo su historia te dijese. Encerrada le dejo, mira si es raro de mi cuento el dejo. El diálogo que sigue á esta relación, no, en verdad, me- nos notable, acal>a de inclinar el ánimo de Manfredo hacia la fugitiva doncella. Situación parecida nos ofrecen otras obras del teatro espa- ñol: en Los Malcasados de Valencia, comedia de Guillen de Castro ^, Elvira, dama, que anda toda la pieza vestida de paje, viene siguiendo desde Zaragoza á D. Alvaro, le requie- bra como Julia, y. por láltimo, aunque el casquivano galán alcanza el divorcio de su buena y hermosa mujer Ipólita, Elvira, conociendo las malas partes del amante, decide re- tirarse á un monasterio. Cierto escritor ya citado encuentra mal la desenvoltura de estas jóvenes qtte hacen el amor á sus galanes, y lo explica diciendo que Cervantes lo tomó de la realidad, y que él no tenía la culpa de que sus contemporáneos fuesen viciosos y disolutos. El encerramiento, la voluntad paterna no siempre acertada y, por lo general, tiránica, la educación hipócrita y ascética que se daba á las jóvenes, las visitas nocturnas y otras muchas causas, influían, según IMáinez ^, para la per- petración de esos deslices y aventuras amorosas, excusados y autorizados con la misma sanción de los autores que tales acciones y liechos sacal:)an á escena. "Sale Porcia, como labradora, con un canastico de flo- res y fruta": sufre los asaltos que los estudiantes de buen 1 OcHOA, Tesoro del Teatro español, tomo i, págs. 421 y sigts. 2 Las Comedias de Cervantes, pág. 96. EL LABERINTO DE AMOR 473 humor dan al cesto; defiéndela el carcelero y le guía á la prisión de Rosamira. La entrevista de las dos damas resulta muy interesante; en ella las reticentes y embozadas expre- siones de la Duquesa manifiestan ser más obra de la indus- tria que del odio la persecución que sufre. Acaba la conver- sación por trocarse ambas los hábitos y salirse Rosamira de la cárcel, quedándose en ella Porcia. La Duquesa parte á reunir- se con Dagoberto, el acusador, y por su plática comenzamos á vislumbrar que ambos representan una astucia previamen- te concertada. Alanfredo llega á las prisiones, y, creyendo hablar con Rosajnira. suplica á Porcia le descubra lo que pueda haber en el asunto de su afrenta, pues aimque de todas suertes se halla determinado á defenderla, saliendo por ella al palen- que, desea ir asegurado para pelear con mayor entusiasmo. La astuta moza halla modo de responder, abogando por las pretensiones de J^ha. cosa que admira al de Rosena. Otra visita se presenta luego ; es Anastasio, en demanda de la res- puesta al mensaje enviado por quien él creía Rutilio. y Por- cia se la da cumplida, asegurándose en su inocencia, agrá deciendo el favor que Dagoberto le brinda al salir en su de- fensa; pone su suerte en brazos del paladín y le ofrece reci- birlo por marido : en vista de lo cual el rendido galán la acepta allí mismo por su esposa, y como tales se dan las manos. Solicita luego el Duque ver el rostro de su mujer. mas ella lo remite al final de la próxima contienda. Ya ha conseguido su objeto una de nuestras doncellas; para alcan- zarlo su prima deja el disfraz masculino y se ofrece á Man- fredo "muy bien aderezada de mujer, con su manto hasta los ojos'', arrojándose á sus pies. Indígnase el Duque, to- mando aquello á burla de Camilo; mas la vencida dama, insistiendo en su porfía, logra ablandar el corazón del Duque de Rosena. Para dar lugar sin duda á que la actriz encargada del papel de Jnlia mude su vestimenta, ingiere Cervantes un cuento vulgar que no deja de tener gracia, según él lo relata: 474 EL TEATRO DE CERVANTES TÁCITO. Señor ihuésped, óigame, que una merced me ha de hacer, y es que me preste su haca mañana. Huésped. A la fe, 'hijo mío, ya no puede andar de flaca. TÁCITO. Xo importa, que poco peso y no he de estar mucho allá. Huésped- Sobre su espinazo está subido un palmo de hueso. TÁCITO. Hacedle la silla atrás ó adelante, si es que importa. Huésped. ¿ No sabéis que es pasicorta y que es rijosa además? TÁCITO. Yo !e tiraré del freno y me pondré desviado de otras bestias. Huésped. Hale dado torozón de comer heno. TÁCITO. Tendréla yo sin comer dos días y sanará. Huésped. Para comer sana está, pero no para correr. TÁCITO. ; Yo corrella? Ni por lumbre. Huésped. Digo que está ciega y manca. TÁCITO. Eso no importa una blanca. ¿ No sabe ya mi costumbre, que correré sobre un palo sin pies y manos, si quiero? Maxfredo. ¡ Qué gracioso chocarrero ! Huésped. No es el jinete muy malo, que no acaba de entender que no la quiero prestar. Tácito. Acabara ya de hablar. Manf. y vos de importuno ser. El gorrón pide después seis reales para alqtiilar un ro- cín; dáselos Manfredo, y luego demanda otros dos ]jara un ])retal con cascabeles y más tarde para espuelas. Este cuen- to, vulgarísimo, recuerda aquel otro referido por Juan de Timoneda \ de quien lo aprendería Cervantes. Y llegamos al día del juicio de Dios. Rn la plaza de No- I El Sobremesa y alivio de caminantes, cuento cxvii. F,L LAIilíRlXTO DE AMOR 47^ vara se alza un trono cubierto de luto, en donde toma asiento el Duque, con dos jueces á su lado: Sale Porcia cubierta con el manto que le dio el carcelero, acom- pañada de la misma manera que dijo, con la mitad del acompaña- miento enlutado y la otra mitad de fiesta; el verdugo, al lado iz- quierdo, desenvainando el cuchillo, y al derecho, el Niño, con la co- rona de laurel; los atambores delante, sonando triste y ronco; !a mitad de 'a caja de verde y la otra mitad de negro, que será un ex- traño espectáculo ; siéntase Porcia, cubierta, en un asiento alto, que ha de estar á un lado del teatro, desviado del de su padre. En- tran asimismo Dagoberto y Rosamira como peregrinos embozados. Llegan Anastasio y Man f redo con Julia, encubiertos, á tomar la defensa de la acusada; todo está ya á punto, mas falta el acusador ; coméntase de mil modos su inexpli- cable tardanza ; piden algttnos que la Duquesa sea declarada inocente y libre, cuando entra de improviso un correo y en- trega al Duque de Xovara esta carta, que todo lo explica y resuelve en paz y alegría : La presta resolución que tomaste de entregar á Alanfredo por esposa á tu hija Rosamira, me forzó á usar de la industria de acu- salla, por evitar entonces el peligro de perdella. La mejor señal que te podré dar de que es buena es el haberla yo escogido por mi le- gítima mujer. Considera, señor, antes que del todo me culpes, que soy tan bueno como ^^lanfredo, y que tu hija escogió lo que quizá tú no le dieras, casándola contra su voluntad. Si con ella usares término de piadoso padre, usaré yo contigo el de obediente hijo, aunque de cualquier manera que me trates, lo habré de ser hasta la muerte. Tu hijo, Dagoberto. Cuanto se sigue hasta el final es excelente. Anastasio protesta de la carta y reclama á quien cree stt esposa ; acude á lo mismo Alanfredo; tercia en la cuestión Dagoberto; re- conócense y éste demanda al segundo su hermana y stt pri- ma. Confúndense unos con otros ; todo es revtieltas y dispu- tas ; nadie se entiende y todos hablan : pero, al cabo, dejando las mujeres los disfraces, se conciertan las bodas de Anasta- sio y Porcia. Dagoberto y Rosamira. y Man f redo y Julia. Burlóse Cervantes á su manera de la recibida costumbre de rematar con matrimonio las comedias, pero también él cayó, y con creces, en la moda. 471^ EL TEATRO DE CERVANTES Tal es el asunto y desarrollo de esta larguísima obra, con cuyo argumento pudo escribir Cervantes ima novela excelente con sólo reducir á su incomparable prosa algunos de los magníficos coloquios en que al)unda y poner en re- lación seguida multitud de cosas que en el drama sobran. Aunque segiin su costumbre el Manco de Lepanto aglomeró en esta pieza variedad de asuntos y planteó diversos conflic- tos, aquel que sin duda constituye el núcleo principal, y en cuyo torno giran y se desenvuelven los demás, es la peligrosa aventura de Rosamira. Una de las consejas más vulgares en la Edad ^ledia y más repetidas en la poesía caballeresca degenerada, fué el de la falsa acusación de una princesa salvada de la hoguera por el denuedo de un paladín, que suele disfrazarse de monje y confesar á la heroína, para cerciorarse de su inocencia. Tres leyendas análogas tenemos en nuestra patria : la de la Duque- sa de Lorena y el rey D. Rodrigo, la de la Emperatriz de AleiTiania y el Conde de Barcelona y la defensa de la sul- tana de Granada por cuatro caballeros cristianos. Fuera de España, la variante más célebre y la que. al parecer, debe de considerarse como la matriz de todas las restantes, es la del Conde de Tolosa, ilustrada con su habitual maestría por Gastón París ^. Es de crer, con él, que la leyenda vino de Provenza, porque allí tiene un fondo histórico, y en Castilla y Cataluña no ; pero hasta ahora, los textos niás antiguos que la consignan en cualquier literatura pertenecen á España ^. Bernardo Desclot, historiador catalán del siglo xiii, con- signa en su crónica " la forma primera del caso, y de él lo 1 Le Román dii Comtc de Toulousc, en los Anuales dii Midi, lomo XII ; hay edición aparte ; Tonlouse. Douladourp-Privat, igoo ; 32 págs. en 4.° 2 Mucho se alargaría este capítulo si examinásemos todas las formas de esta leyenda ; por eso el autor se limita á señalar las más notables solamente. 3 Historia de Cataluña, compuesta por Bernardo Desclot, caballero catalán, de las empresas hechas en sus tiempos por los Reyes de Aragón, Barcelona (Sebastián Cornelias), 1616; 4.° — El texto catalán ha sido pu- blicado por Coroleu, Crónica del Rey en Pere c deis seus antecessors EL LAP.ERIXTO DE AMOR 477 tomaron los cronistas posteriores de aquel reino. Un Conde de Barcelona o3-e cantar á un juglar el grave peligro en que se halla la Emperatriz de Alemania, acusada de adulterio, y que morirá abrasada si no se presenta paladín á luchar por ella. Condolido el Conde, toma un solo escudero, pónese en camino, y llega tres días antes de cimiplirse la sentencia, pues nadie se atreve á combatir con los actisadores, altos personajes de la Corte. Deseando el español entreverse con la Emperatriz, y sabiendo que nadie entra en su prisión salvo un venerable monje, logra que éste le preste su há- bito, y con él vestido, recibe la confesión de la encarcela- da, hallándola inocente como suponía. En la liza mata á uno de los acusadores y el otro, aterrado, declara la maldad de ajnbos; la Emperatriz sale de su prisión y es restituida á la Corte, que arde en fiestas por tan feliz suceso; pero cuando se busca al denodado campeón, éste ha desaparecido. ]^Iani- fiesta la dama su nombre, y contentísimo el Emperador de que sea personaje de tal importancia, dispone que su mujer, con lucido acompañamiento, vaya á Barcelona, donde es muy agasajada del Conde. Como se ve. esta forma de la interesan- te leyenda nos la presenta en suma sencillez y despojada del elemento amoroso, que más adelante tanto la realzó, desde el punto de vista artístico. Existe un romance con el mismo asunto, publicado en la Silz-a de 1550 por Timoneda en la Rosa gentil y modernamente ^ por ^^íenéndez Pelayo. Cuando la fantasía popular se apodera de un personaje, no para hasta engalanarle con las prendas que el vulgo más admira ú odia y acumular sobre él todo linaje de peripecias y aventuras. Tal sucedió con D. Rodrigo, en quien la ima- ginación del pueblo se cebó, y no contenta con hacerle ava- riendo. disoluto y tirano, también quiso que fuera peniten- te y algo caballero andante, desfacedor de agravios y en- derezador de entuertos. La Coronica Sarrazxna. escrita en rassats. hcr Bcniat Dcsdot. Barcelona, La Renaixe-nsa, 1S85 : 4.'^,: y.xiri más 383 págs. I Antología de pucias líricos, tomo vxii, pág. 285. 478 EL TEATRO DE CERVANTES los promedios del siglo x\' \^ov Pedro del Corral '. nos re- fiere (parte I, cap. t,/) la caballeresca empresa del último •oberano visigótico de libertar de la muerte á la Condesa de Lorena. La obra de Corral es una extraña mezcla de ver- dades y tál)ulas, como or Lorenzo de Sepúlveda. uno de los (pre lo publicaron ^. Cerca de dos siglos antes de Walter Scott, un español fundaba la novela histórica. Ginés Pérez de Hita, vecino de ?vlurcia, compuso entre los años de 1589 y 1595, su intere- sante y ameno libro llamado vulgarmente de las Guerras ci- i'iles de Granada "*. En él asistimos á la ruina de un imperio opulento, cuyos personajes y costumbres se nos describen 1 Crónica del Rey don Rodrigo con la destruygion de España. (Al fin :) Fue impressa la presente obra e la muy noble y muy leal cibdad de Seuilla por Jacobo cromberger alema. E acabóse en fin de Setiembre. Año del nascimiento de nro. saluador jesu xpo de Mili g quinientos y onze años. Fol. ; letra gótica; ccx hojas á dos cois, y 8 más de tabla. Existen reimpresiones de Sevilla, 1522, 1526 y 1527; Valladolid, por Nicolás Tierri, 1527, fol.; Toledo, por Juan Ferrer, 1549, fol.; Alcalá de Henares, por Juan Gutiérrez Ursino, 1587, fol. ; Sevilla, por Juan Gracián, 1584, fol., y aun otras. 2 Sobre esta crónica, véase Menéndez Pidal (J.), Leyendas del vltinio Rey godo (notas é investigaciones). Nueva edición corregida. Madrid, Tip. de la "Rev. de Archivos", 1906; 196 págs. en 4.0 y dos lá- minas. .5 Primera parte de la Sylz'a de 7'arios roinanccs. Impresso en Za- ragoza por Esteban G. de Nájera en este año de 1550; 12.°, letra gótica, de 222 págs. dobles; lomo i, fol. xl. — Cancionero de romances. En Anvers, En casa de Martín Nudo; 12.°; 276 hojas; fol. 122. — Romances nuevamente sacados de historias antiguas de la crónica de España por Lorenzo de Sepúlveda. Anvers, Juan Steelsio, 1551, 12." Hay r.eimpre- siones de la misma ciudad, Philippo Nució, 1566, y Pedro Bellero, 1580, ambos en 12.°, y otros. — Duran, Romancero general, tomo i, núm. 582. 4 Historia de los bandos de los Cegríes y Abencerrajes., caballeros moros de Granada; de las guerras civiles que hubo en ella, y batallas particulares que hubo en la Vega entre Moros y Cristianos hasta que el EL LABERINTO DE A.MOR 479 con los más vivos y verdaderos colores, combinando feliz- mente la ficción con la enseñanza histórica. Uno de los más pintorescos episodios es el de la acusación de la sultana por los falsos Zegries y su defensa con las armas por caballeros moros y cristianos. Tomando como fuente la preciosa relación del novelista murciano, tres ingenios del siglo xvii, uno de los cuales fué el propio D. Pedro Calderón, dieron á la escena una bella comedia llamada La Mejor luna africana ^. Gomel calum- nia á la reina de haber cometido adulterio con Hazén, aben- cerraje ; de aquí se siguen la furiosa cólera del Rey Chico, el encierro de la sultana en una torre y la matanza de los iiTOcentes Abencerrajes. Por medio del propio Hazén, y por consejo de Leonor, dama del abencerraje, la reina logra en- viar á D. Juan Chacón una carta suplicándole auxilio : Cha- cón lleva consigo al maestre Téllez Girón y. juntamente con Hazén, pártense para Granada. El plazo va á expi- rar y la sultana á perecer abrasada; pide un dia más de tér- mino: pero valerosamente renuncia á él al ver que ha de con- cedérselo Gomel, su enemigo. Ya la reina sube al cadalso; ya Gomel lee el pasquín que proclama su ignominia, ya la sentencia se va á ejecutar, cuando tres bizarros y vistosos moros se entran caracoleando ten sus palafrenes. D. Juan Chacón no ha defraudado las esperanzas que en él se ponían. Combate Hazén con ]\Iahomad. Chacón con Jafet y el j\Iaes- tre con Gomel, el cual, al caer vencido, confiesa su maldad y su calumnia. La comedia es buena. La acción se desliza con alguna lentitud en los dos primeros actos, pero en «1 tercero marcha derecha á su fin en escenas de dramática rapidez y feliz ener- Rey D. Fernando J' Ja ganó. Zaragoza, 1595; 8." Hay reimpresiones de 1598, 1603, 1604 (tres distintas), 1606, 1610, 1613, 1616 y otras. I Comedia famosa. La Mejor Luna africana. De Tres ingenios. (Al fin:) Con Licencia: En Valencia, en la Imprenta de la Viuda de Joscph de Orga, Calle de la Cruz Nueva, junto al Real Colegio del Señor Pa- triarca, en donde se hallará esta v otras de diferentes Títulos. Año 1764; 4.°; 36 págs. á 2 cois. 480 EL TEATRO DE CERVANTES gia. Hay hermosas octavas, acaso de Calderón, en la segun- da jornada y muy elegantes romances en la primera. A las aventuras de esta Sultana y á la diesastrada muerte de los abencerrajes se refieren dos romances incluidos por Pérez de Hita en su libro ', y más largamente los anóni- mos de La Reina Sultana ^, en los cuales el asunto se halla despojado de todos los accesorios y reducido á la parte quie trata de la acusación contra la reina y al duelo y reto que los caballeros cristianos sostuvieron y vencieron en defensa de la inocente perseguida. Con parecido asunto compuso Luis V'élez de Guevara dos comedias, de idéntica trama^ episodios comunes y casi los mismos personajes, y que, sin embargo, son por completo distintas. Titúlase una Cumplir dos obligaciones ^, y su argumento es como sigue : Matilde Maria, duquesa de Sa- jonia. requerida en vano de amores por un sobrino de su marido Ricardo, conde de Orliens, es acusada por él de adulterio con un paje. Indignado el Duque, manda enlutar el castillo, mata al criado y recluye á la Duquesa en com- pañia del cadáver de su supuesto cómplice, obligándola á comer sobre el ataúd y beber en la calavera del asesinado. Ocurre que llega alli D. Rodrigo de Mendoza, embajador de Felipe H, espantándose, como es natural, de lo que ve. En el silencio de la noche logra la infeliz prisionera entre- vistarse con el español, y, refiriéndole la calumnia que sobre ella pesa, le suplica tome á su cargo satisfacer por su honra. Llega el caballero á V^iena y se hospeda en la propia casa del conde Ricardo, cuya hermana acaba por enamorarse de Mendoza; da su embajada y á la vez fija un vibrante cartel de desafío contra el calumniador, para él desconocido. Obli- gado Ricardo á aceptar el reto, para evitarlo, sugiere á su 1 Dlkáx. Romancero general, iiiims. 1.058 y 1.059. 2 La Reina Sultana, pliego suelto, sin 1. ni a., de 4 hojas, con una figura; impresión del siglo xvin. — Núms. 1.29S y 1.299 del Romancero general, de Duran. 3 N. 124. Comedia famosa, Cumplir dos obligaciones, y duquesa de Saxonia. De don Luis Veles de Guevara: suelta, sin 1. ni a.; 2,2 págs. en 4.° á 2 cois. ; imp. del siglo xviii. i:l laj;i-:ri.\to de amor 481 tío el pensamiento de envenenar á la Duquesa, y cuando iban ya á ponerlo en función, el Emperador la reclama para que asista al juicio de Dios. Entra en él muy gallardo don Rodrigo y con doloroso asombro ve que el adversario es su gran amigo y futuro cuñado, de quien recibiera importantes favores. El generoso natural de Alendoza, la oferta empeñada á la Duquesa y la grande obligación en que está con el de Orliens, luchan en su interior; mas, al cabo, determínase á la pelea; el diálogO' entre ambos campeones es breve, levantado y caballeresco. Cáesele el anna á Ricardo, é hincado de ro- dillas, confiesa á voces su maldad, oyendo lo cual el viejo Duque, ardiendo en furiosa ira, quiere destrozarlo, pero Mendoza lo impide, cumpliendo así las dos obligaciones que pesaban sobre su honor. La comedia es muy dram;'itica y bien conducida, aun([ue escrita con mucha desigualdad; sin embargo ofrece buenas escenas, sobre todo en el tercer acto. Mejor, sin duda, es la nueva forma que Vélez dio al mismo asunto, acreceutando su interés y versificándola con más arte, pues abunda en ver- sos largos muy sonoros y ofrece mayor solemnidad y corte de drama; lleva por título L,a Obligación á las mujeres \ Don Alvaro de Guzmán, embajador de Carlos V al Em- perador de Alemania, perdido el camino, encuentra al la- brador Filiberto, que con su cortesía le asombra; pero más cuando le ve dirigirs;e á tm gran castillo, todo enlutado, don- de num'erosos criados les sirven suculenta cena. En ella les acompaña una encubierta señora que se sienta en el suelo á comer sobre un ataiid v á beber en una calavera. Créese el 1/uésped en un palacio encantado; mas al fin descubre que el supuesto labrador es el Duque de Saboya, que en aquellas soledades oculta la supuesta infamia de su esposa. Esta lo- I La Obligación á las mvgeres, y Dvqucssa de Saxonia. Comedia famosa, de Lvis Vélez de Gvevara; suelta, sin 1. ni a. ; 40 págs. en 4.° á 2 cois. ; imp. del siglo xvii. — Núm. 77. La Obligación de las mvgeres. Comedia famosa, de Lvis Veles de Guevara. (Al fin:) Con licencia: en Sevilla, en la Imprenta del Correo Viejo; suelta, 28 págs. en 4.° á 2 co- lumnas ; imp. del siglo xviii. 3i 482 EL TEATRO DE CERVANTES gra deslizar un papel en la estancia del de Guzmán, pidién- dole venganza, por lo cual apenas el español llega á Praga, lanza su cartel de desafío al infamador. Llámase este Al- fredo, y desagradablemente sorprendido por seinejante reto, procura indisponer á D. Alvaro con el Rey de España, lo- grándolo al fin, pues llega una carta reprendiendo á Guz- mán y retirándole su embajada. Mas no por esto se invalida el duelo, pues el Emperador obliga á Alfredo á salir al pa- lenque, donde tamjjién asistan Eiliberto. el ataúd y la duquesa Cristerna. en espera de la libertad ó la hoguera. Vencido Al- fredo por Guzmán. confiesa su crimen, y aunque pide la muerte, el español le perdona, terminándose todo con feli- cidad. Como se ve, Vélez simplificó mucho el argumento, mejorándolo, sin duda, en esta segunda forma de su co- media. Mateo Bandello. aquel ingenioso dominico piamontés, que después de muchas andanzas por España y Francia vino á ser. en 1550. Obispo de Agen, publicó en Luca, cuatro años más tarde, su colección de novelas, cuyo estilo senci- llo, sclírio. armonioso y la ingenuidad de los relatos y des- cripciones, dejando todo el atractivo á la verdad, le conquis- taron el puesto distinguido que ocupa entre los clásicos de su país. Tomando pie de alguna de las versiones referidas, y, probablemente, de la del Conde de Barcelona y la Empe- ratriz de Alemania, trazó la novela 44.'^ de la parte segun- da \ Bandello pone en esta relación en boca de su amigo el noble milanés Filipo Baldo, que dice: \'i narreró una mirabile istoria die gia da un cavaliere spa- gnuolo. essendo io altre volte in Spagna, mi fu narrata. El cuento de Bandello es muy largo y recargado de pe- ripecias y detalles, pero no carece de interés v habilidad. Al- gunas de las novelas del fraile italiano fueron traducidas á I Novellc di Mateo Bandello. Volume Sesto. Milano, 18 14; 4° "Amore di Don Giovanni di Mendozza c della Duchessa di Savoja con varii e mirabili accidenti che v'intervengono" ; págs. 187-245. EL I^AHERIXTO DE AMOR 48? nuestro idioma en el siglo xvi ^ ; 3.' entre ellas la del presen- te caso -, con esta advertencia : \'alentino Barruchio, natura! de la ciudad de Talado, en un gran libro que hizo en latín, escribió, por buenos términos y con gran curiosidad, la historia presente, y he querido hacer mención dé!, porque le he seguido de mejor vohmtad que á los autores italianos, que también la escribieron. Xo obstante, que (hablando como es- pañol), no deja de parecerme algo dudosa, porque da muestras de cosa de libros de caballerias, y el autor della, poco práctico en las cosas de España. Aunque, por otra parte, no es- de inconveniente ponerla entre las demás. Cada uno podrá tomarla como le pareciere. Doña Isabel de Mendoza, habiendo ido en peregrinación á Roma, llegó á Turín. y siendo hospedada por la Duquesa de Saboya, k alabó la mucha gentileza de su hermano don Juan de ^Mendoza, de manera que la Duquesa se enamoió de él. Deseando verse con D. Juan finge una enfermedad, de la cual resulta ofrecerse á Santiago de Galicia. Hace la Duquesa la romería y hospédase en el palacio de D. Juan; el Duque sigue á su mujer, júntase con ella; en Santiago la Duquesa agradece á Dios haber resistido sus lascivos ape- titos, y en compañía de su marido, vuelve á sus Estados. De ellos es gobernador por ausencia del Duque el Conde de Pancaller, quien, enamorado de su señora y no favorecido de ella, determina vengarse con horrible traición. Tenía el Conde un sobrino, mancelx) hermoso, de pocos años, y á éste hizo creer que la Duquesa h amaba y le instó á que se ocul- tara una noche en su habitación. El traidor, con algunos ca- 1 Historias \ trágicas [ Exemplares, sacadas \ del Bandello Vero>iés. Nuevamé \ te traducidas de ¡as que en lengua \ Francesa adornaron Fie- rres I Bouistau, y Fracisco de \ Bclleforest. \ Contiénense en este libro catorce His \ torias notables, repartidas \ por capítulos. \ Año '(Adorno tipográfico.) 160S I Con licencia \ En Valladolid, Por Lorengo de Aya- la I A costa de Miguel Martínez; 18.°; 7 hojas de prels. sin foliar y 405 folios. 2 "Historia Sexta. De cómo una Duquesa de Saboya fué acusada falsamente de adulterio por el Conde de Pancaller, su vasallo. Y cómo, siendo condenada á muerte, fué librada por el combate de don Juan de Mendoga, caballero principal de España. Y cómo después de nuevos sucesos se vinieron los dos á casar. Repártese en do;:e' capítulos"; fols. 127 á 179. 40.4 EL TEATRO ■ DE CERVANTES balleros entra allí, mala al jo\en, y condena á la Duquesa, con beneplácito clel Consejo, á ser quemada viva dentro de un año y un dia. Acuérdase la acusada áú caballero es- pañol y le escribe llamándolo en su socorro. D. Juan recibe la carta: disfrázase de fraile, confiesa á la de Saboya el dia en que el plazo expiraba ; combátese con el Conde ; lo vence ; éste declara su delito y D. Juan, sin descubrirse, se vuelve á Es- paña. Pasan días. \a de Embajador á Saboya, muere el Du- que, descúbrese entonces á la viuda y se casa con ella ^. Xuisstro célebre librero, editor y poeta dramático. Juan de Timoneda, tomó por fuente la novela del Bandello para escri])ir la narración séptima de su ameno y curioso librillo El Pafrañiiclo. En el cuento de Timoneda bórranse todas las huellas históricas del asunto; volvió el nombre de D. Juan de ^Mendoza en el de Conde de Astre ; llamó Duquesa de la Rosa á la de Sabcn^a y la hizo hija del Rey de Dinamarca; solamente conservó el nombre del emisario Apiano ; en suma, hizo un pobrisimo extracto de la rica novela del Bandello. De aciui sacó el autor dramático y gracioso representante Alonso de la Vega su comedia La Duquesa de la Rosa ~, á la cual Moratin llamó con el caprichoso título de E! Amor 7'cugado. Superior á sus otras dos producciones dramáticas, á lo menos por el interés del arg"umento y sensatez con que está conducido^ es ésta. En ella su autor dio pruebas de ver- dadero talento, disponiendo la acción mucho mejor que Timoneda y aun que el mismo Bandello. La pasión de la Duquesa no es ni una insensata veleidad romántica, como en Timoneda, ni un brutal capricho fisiológico, como en el Bandello: es el casto recuerdo de un amor juvenil que no empaña la pureza de la esposa. La parte cómica es muy in- 1 Parecida es también la historia octava. "De una dama, la cual acusada de adulterio y puesta y echada para pasto manjar de los leones, y cómo fué librada y su inocencia conocida, y el acusado llevó la pena que estaba aparejada para ella: repartida en tres capítulos"; fols. 223 á 246. 2 GcscUschaft filr romanischc Litcratur, Band. 6. Tres comedias de Alonso de la Vega con- un prólogo de D. Marcelino Menéndcn y Pelayo. Dresden, 1905; 4.°; xxx + 110 págs. EL LABERTXTO DH AMOR 4^5 feliz y desentona del conjunto. El portugués enamorado, semejante al de Diego de Negueruela en su Ardaiiiisa. el insulso bobo Tomé Santos, el bravucón Bravonel y el pe- dante bachiller A^alentín. además de muy conocidos y gas- tados, son tontos y sin gracia. Ofrece esta comedia la no- vedad feliz de introducir en ella la música, con la popular canción de los romeros de Santiago, y el triste canto que la heroína escucha desde su prisión. También nos presenta el empleo de figuras alegóricas como el Consuelo, la Verdad y el Remedio. Situación análoga á la que vamos refiriendo se halla en la antigua historia de los infortunios de la supuesta reina Sevilla. A fines del siglo xiv ó principios del xv. fué puesto en castellano el noble cuento del Emperador Carlos M agries, de Roma, é de la buena Emp'cratria Seuilla^ su mngcr, exhu- mado por D. José Amador de los Ríos de un curioso códice escurialense ^. Difiere mucho esta relación de la anónima Historia de la Reina Sebilla, impresa en el siglo xvi "; pero ambas se derivan remotamenti? de un mismo poema francés, dado en parte á luz por el Barón de Reifenberg, de donde salió asimismo un libro popular en Holanda, segTin las in- vestigaciones del ilustre Fernando Wolf ^. Este cuento re- lata al por menor las tristes vicisitudes de la bella hija del Emperador de Con.stantinopla. Calumniada por un feísimo criado enano, es condenada á morir en la hoguera ; mas ha- llándose encinta, alcanza prórroga, pero no su calumniador. Después se libra de la persecución del traidor Macayre : huye á Hungría, y de allí á Constantinopla : asáltanla unos ban- doleros y corre nuevos riesgos su hermosura, pero halla á un tío suyo ermitaño, quien dejando el sayal, levanta grueso ejército y cae sobre París en son de venganza. El Papa so- siega á los contendientes y la Reina y su hijo tornan á la gra- 1 Historia crítica de la Literatura española, tomo v. págs. 344 á 391. 2 Sevilla, 1532, y Burgos, 1551. 3 Ueber die wiederaufgefnndenen Nicderlándischen VoHisbiicher van der K'ónigin SibUlc uiid van Hitou von Bordeaux, Viena. 1857; 4." 486 EL TEATRO DE CERVANTES cia del luiiperador. El cuento es de miichísÍTiio interés y re- vela cierta habilidad é instinto dramático en su autor. De tal argumento y pro]>ablomente de la versión impresa, sacó el poeta D. Antonio Mira de Aanescua su linda comedia Los Carboneros de Fraiieia y Reyna Seiñlla \ alguna vez atri- buida también al i&xcelente dramático D. Francisco de Rojas Zorrilla ", aunque más parece de mano del primero. El Con- de de Maganza, (|ue aquí sustituye al traidor y contrahecho enano, amigo y favorecido del emperador Carlomagno, con- duce á Paris la joven y hermosa reina Sevilla, con gran acom- pañamiento de gentes. Molestados por el sol del mediodía retíranse todos á sestear á un bosquecillo. en donde el Conde halla medio de despedir á los criados y de librarse de los rústicos, pastores y carboneros que acuden á conocer y admi- rar á la Reina. Solos ya. el atrevido hijo de Galalón osa re- querir de amores á su soberana, motivo que sirve á Mira para escribir la mejor escena del primer acto de la obra. La ente- reza de la Reina desespera al audaz favorito y convierte su pasión en odio. El Conde, que había sido confidente de los •amores del Emperador y la hermosa Sevilla, conserva una apasionada misiva de ésta á su marido, y cambiándole el sobrescrito, la convierte en instrumento de su inicua ven- ganza. Calumnia á la Reina ante Carlomagno, y para más persuadirle, muéstrale la carta con sobre á cierto Teodoro y aun ante sus ojos mata en la cámara regia al infeliz ino- cente que condujo allí con diabólica astucia. El Rey arro- ja de su lado á Sevilla, motivando con esto un hermoso final de acto. La desdichada señora, con nombre de Diana v hábi- 1 Comedia famosa, Los Carboneros de Francia, Del Doctor Mira de Mesciia. (Al final :) Hallaráse esta Comedia, y otras de diferentes Títulos en Salamanca, en la Imprenta de Santa Cruz, y qssimismo his- torias y todo género de Romancería, calle de la Rúa. (A continuación •) Segunda parte de el Baylc del Poeta de bayles y el letrado de Benavente, 4°; 3.2 págs. á 2 cois. 2 Comedia famosa. Los Carboneros de Francia y Reyna Sevilla, De D. Francisco de Roxas (A continuación va impreso :) Bayle del poeta de bayles y el letrado de Benavente. (Al final:) Con licencia: En Sevilla, en la Imprenta de Joseph Padrino, Mercader de Libros, en calle de Genova; 4.° ; 28 págs. á 2 cois. EL LABERINTO DE AMOR 487 tos de labradora, refugiase en compañía de pobres carbone- ros, dando á luz un niño. Ricardo, rey de Constantinopla, se ¡irige á Francia contra su yerno; para precaver su furia, dis- curren llevar á palacio' la labradora Diana y hacerla pasar por la Reina desparecida, pues tanto á ella se semeja. Des- pués de diversos y complicados incidentes, nada parecidos, sin embargo, á los del cuento de que tratamos, viene á morir desastradamente el Conde, declarando sus crímenes y la ca- lumnia hecha á la Reina, con lo cual ella y su hijo recuperan su antigua posición y la honra perdida. Buena es la comedia; muy bien viersincada. aunque sin grandes arranques y con bastante habilidad desenvuelta ; hay caracteres sostenidos 3^ contrastados ; feliz combinación de episodios y escenas excelentes, como aquella en que la dis- frazada Sevilla canta, para distraerse, el romance de su pro- pia historia. Desgracias y apuros semejantes se achacan también á cierta reina de Irlanda en un breve romance, que parece en- tresacado del de la libertad de la Emperatriz de Alemania por el Conde de Barcelona, publicado en la preciosa y rara Tercera parte de la Siha de varios romances ^. No se terminará esta excursión por los orígenes del cuen- to de la inocente acusada sin recordar el episodio de Ario- dante y Ginebra en el Orlando furioso ^ y el eco que tuvo en España. El canto quinto del poema se invierte en na- rrar los dramáticos amores de la linda Ginebra, hija del Rey de Escocia, con el galán y esforzado Ariodante. Todo pa- recía presagiar felicísimo término á tan honesta pasión, cuan- 1 Tercera parte de la Silua de varios roiitaitccs. Iiiipressa en Qarago- (,a por Steuan G. de Nágera. M.D.L.I; 12°; letra gótica menuda; gra- bados en madera; 156 hojas foliadas y 2 sin foliar; fol. 120 recto. Re- producida por el Sr. Menéndez y Pelayo, Antología de poetas Úricos, tomo IX, pág. 242. 2 Orlando fvrioso dirigido al Príncipe Don Philipc nuestro Señor, traducido en Romance Castellano por D. leronymo de Vrrea (Al fin :) Imprimióse en la muy noble y leal villa de Anvers en casa de Martín Nució y acabóse a iv dias de Agosto de MDXLIX años; 4.°; 260 fols. á dos cois.: retrato del traductor á la segunda hoja de los prels. 488 EL TEATRO DE CERVANTES do cierta infernal intriga viene á poner en trance de nnterte á los jóvenes apasionados. Conio en la leyenda de 1^2stefania la desdichada ', una suplantación de personas, favorecida por el trueco de vestidos. i)arece ahogar en sangre aquellos pu- ros amores v engaña á Lurcanio, quien públicamente acusa á la Princesa, la cual .'s condenada á morir en la hoguera, si en el plazo de un dia no aparece caballero que la defienda. Después de variedad de sucesos en que intervienen otros per- sonajes, Rein.aldos de Montalván en persona llega para des- cubrir la maraña y libertar á la inocente acusada. El 6 de Mayo de 1806 la compañía cómica del gran actor Isidoro ^láiquez. auntjue sin su concurso, estrenó en el co- liseo de los Caños del Peral, en la Corte, un drama en cinco pesados actos, intitulado La Ginebra de Escocia'^, verdade- ro libro de caballerías puesto en escena. Sacada del episodio del Orlando furioso, esta comedia es una acomodación de él al teatro, sin alterarle más que lo preciso para hacer dramá- tica la narración épica. Los personajes son exactamente los mismos V los sucesos que les ocurren también idénticos ; los actos cortos y en número de cinco, por los forzosos cambios de escena. Tiene la obra, en general, sabor de melodrama, y fué versificada por algTin poetastro sin genio ni gracia, es- cribiéndola toda en romance, por lo que resulta cansada y empalagosa. 1 Véase mi disertación La leyenda de Doña Estefanía la Desdichada en la Historia y en la Literatura: Santiago, "El Eco", 1907; 4-° 2 Comedia en 5 Actos La Ginebra de Escocia. (Al final:) Licencia del Dr. D. Salvador Roza, teniente de Vicario, para su representación. Madrid, 31 de Enero de 1806. Aprobación del Censor general de teatros D. Joaquín Ezquerra: Madrid, 2 de Febrero de 1806. Ms. en la Bibl. municipal de Madrid: 1-33-3: 86 hojas en 4." sin foliar, letra grande V clara. X LA CASA DE LOS CELOS Las comedias caballerescas. — Fuentes de la presente. — Su escaso mérito. — La Casa de los celos ¿es El Bosque amoroso^ — Exposición de su asunto. — Comedias en que intervienen personajes cervantinos. — Obras de Lope de Vega, Montalbán. Cubillo. Llano, etc. — Piezas burlescas de Cáncer. Hay en nuestro riquísimo teatro un linaje de dramas de carácter especial, (jue alcanzaron en los tiempos aniií^'uos rui- dosos éxitos, y que, sin emljargo, son casi siempre muy in- felices : las comedias caballerescas, en el verdadero sentido de la palabra, ó sean las sacadas de los libros de caballerías. Consiste su principal defecto en la índole misma del argu- mento, derivado de novelas, rara vez á propcSsito para el teatro. Una porción de recursos que son verosímiles en las novelas, no son tolerables en una representación escénica que se ve y no se lee, y en !a cual, por consiguiente, no caben las inverosimilitudes que se admiten en la novela, en un libro escrito para ser leído en soledad y en horas largas ^. Lope, Montalbán. Moreto, Calderón y otros muchos au- tores las compusieron, pero ninguno acertó á escribir con asuntos tales una obra verdaderamente digna de su nombre. Género intermedio entre las obras históricas y las fantásticas, presto cayeron en el estilo mitológico ; verdaderos dramas de espectáculo, semejantes á nuestras ya pasadas comedias de magia, donde el poeta se supeditaba al maquinista y al es- I Menéndez y Pel.wo. Calderón y su teatro: Madrid, Dubriili. 1.S84; pág. 367. 490 EL TEATRO DE CERVANTES cenógrafo. y la poesía al arte de la iramoya ; tales fueron muehas de aqtiellas zarzuelas con que 1). Pedro Calderón dio solaz á los Reyes }• á la Corte en el Alcázar y en el Buen Re- tiro. Como quiera (|ne los héroes caliallerescos anduvieron muchas veces en familiar trato con los dioses del Olimpo, y cuando no, siempre sujetos á las artes y astucias de los en- cantadores y mágicos, ora favorables, ora adversos, hay mu- chas comedias de caballerías cjue participan del carácter de las mitológicas y reclaman el ingenio de complicadísima tra- moya y aparato escénico. Asi acontece con la desdichada obra cervantina á rpie este tratado se refiere. La Casa de los celos es una comedia caba- lleresca, muy parecida por sus contornos externos á las pos- teriores, aunque desprovista de aquella encantadora poesía, que tanto las realza «ntre las demás piezas de espectáculo ■^. Por cierto, que si esta comedia pertenece, como creo é inten- to demostrar, á la primera época de su autor, ó sea al perio- do que va desde 1581 á 1588, ha de ponerse á Cervan- tes entre los primeros cultivadores del género caballeresco y señalársele por su verdadero fundador, á lo menos en el modo como lo entendieron luego Lope y Calderón. Ni Alon- so de la Vega, ni Juan de la Cueva, en sus obras de índole caballeresca, supieron como el autor del Quijote, desenvol- ver y adornar el asunto hasta poner en escena un libro de caballerías con todos sus caracteres, tipos y circunstancias. Rara cosa que Cervantes, tan preciado de inventor y refor- mador, no se gloriase de la introducción, ó por lo menos me- jora, de este género en nuestra escena. La frecuente lectura de los libros italianos, y con especial de los poemas caballerescos á que nuestro autor fué tan afi- cionado, le inclinarían á dramatizar lo que leía en octavas reales, siguiendo así la invasora moda y gusto por los libros de caballerías. La fuente inmediata que utilizó Cervantes, ó por lo menos aquella en que hubo de inspirarse para imagi- I ScHACK, Historia de la lilcratura y del arte dramático en Es paña, tomo 11, pág. 64. LA CASA DE LOS CELOS ^yl nar esta comedia, es, á todas luces, los primeros cantos de El Orlando enamorado, de Mateo Boyardo. Allí figuran, en efecto, casi todos los personajes de la comedia: Reinaldos. Malgesi, Roldan. Carlomagno, Angélica, Argalia, Ferragu- to, etc., y alli se contiene casi toda la acción de la ol>ra dra- mática. El Conde de Scandiano publicó la mayor parte de su poe- ma en 1486, aunque la edición más antigua (pie hoy existe es de 1506. Si bien los héroes son Orlando y Rinaldo, la leyenda del cantor de Antonia Caprara es original ; " Tur- pino istesso la nascosse'', dice. Obra graciosa y agradable á pesar del carácter extraño v ca- prichoso de los incidentes, los principales personajes excitan vivo interés, porque son verdaderamente humanos; todos ellos se hallan enzarzados en un laberinto de aventuras, muy hábilmente entrete- jidas, repletas del deleite sin fin de una invención interminable y de la sorpresa de una novedad perpetua ^ La continuación escrita por Ariosto no logró anular á su predecesor. El autor de El Nigromante excede á Boyardo en todo linaje de cualidades literarias, pero éste recorre mejor los dominios de la caballería : ambos poetas pertenecen al Re- nacimiento ; el de Reggio ofrece el aspecto de pompa y abun- dancia que caracteriza su Orlando furioso; el Conde de Scan- diano nos muestra aquella simplicidad medio ignorante, me- dio erudita de las pinturas del Botticelli. El poema del go- bernador de Módena, á quien alaba el poco contentadizo Pedro Pérez, párroco de D. Quijote ^, era conocido y fa- miliar en España, desde que en 1577 lo tradujo Francisco Garrido de Villena ", natural, al parecer, de Valencia, aun- 1 G.ARNETT, Historia de ¡a literatura italiana, traducción de' Soms y Castelin ; Madrid, "La España Moderna", sin año; 4." 2 Parte primera, cap. iv. 3 Los tres libros de Mattheo Maria Boyardo. Conde de Seandiaito, llamado Orlando Enamorado, traducidos en Castellano, y dirigidos al Illustrissimo Señor don Pedro Luys Galceran de Borja, Maestre de Man- tesa. Por Francisco Garrido de Villena. Con licencia, Impresso en Al- cala en casa de Hernán Ramírez impressor y mercader de libros. Año, M.D.LXXVH : 4.°, 34 hojas de prels. más cxcvii folios á dos columnas. Hay ediciones de Valencia, 1555, y Toledo, 1581. 4Q2 KL TEATRO DE CERVANTES que suprimiendo algunas cosas y añadiendo otras y plagando su traducción de italianismos, y lo imitó D. Martín de Bo- lea en su Orlando determinado '. Mas Cervantes lo cono- cería en su lengua natal. porf|ue aborrecía las traducciones, í. quienes Alonso Quijano llamaba tapices vistos del revés, "que aunque se ven las figuras, son llenas de hilos que las oscurecen y no se ven en su lisura y tez de la haz" ^. La obra de Boyardo, como la de Cervantes, comienza pintando la llegada de Angélica á la Corte del Emperador de Francia. Mas nueva cosa apareció delante que á él y á todos espantó al instante ; porque en el cabo de la sala bella, cuatro gigantes con el rostro fiero entraron, y en el medio una doncella, que la seguía un solo caballero. Páreselo á todos matutina estrella, lirio, azucena, rosa ó un lucero, y á decir della, en fin, toda verdad, no fué vista jamás tanta beldad. De aquella hermosa visión préndanse súbitamente Orlan- do y Reinaldos. Malgesí, el hechicero, trata de poner reme- /lio á tan intempestivo amor, para lo cual acude á sus negras artes. De la ciudad no era aún salida que Malgesi no toma su cuaderno ; para saber la cosa bien cumplida, sacó cuatro demonios del Infierno. Por ellos, averigua las aviesas intenciones de la moza ; que su liermano se llama Argalia, y no Huberto, como ha fingido ; que Galafrón, gran encantador, le dio un caballo "negro como el carbón", armas encantadas y una lanza de 1 Libro de Orlando dcterniinadn, que prosigue !a materia de Or- lando enamorado, compuesto por don Martín de Bolea y Castro, diri- gido á la S. C. R. M. del Rey Don Plielipe, nuestro señor, Lérida, en casa de Miguel Prots, 1578; 8.<', iqi fols., 8 de prels. y uno de colofón. 2 Parte segunda, cap. lxiii. LA CASA DE LOS CELOS 493 tal arte, ([ue cuantos tocaba caian luego en el suelo. Carlo- magno sortea los paladines que han de combatirse con Ar- galia; sale primero Astolfo de Inglaterra, después Ferragu- to, '"de ojos grisadores" ; luego Reinaldos, Dudón, Gran- domo, Otón, Berlangier y otros, siendo Orlando el trigési- mo. El Principe del Catay vence al inglés; pero Ferraguto logra derribarle, y Angélica, con el anillo mágico que le ha- cía invisible, se huye, por no casar con el moro, perseguida por Orlando y Reinaldos. Pasando éste por las selvas de Ar- denia, halla una curiosa fuente de encantamiento, cuya agua, por mágica virtud, hacía aborrecer lo que antes era amado. Reinaldos bebe el "licor fresco y gracioso" y aborrece á An- gélica ; ella, gustando del agua de la Fuente amorosa, que tie- ne precisamente la virtud contraria, "muere por Reinaldos". Vagando Ferraguto por las mismas selvas, da con Argalia y le mata ; combate luego con él Orlando y los aparta la an- dariega doncella Flor de espina. Tal es la acción principal, ([ue enlazada con varios epi- sodios y pormenores, se desarn lia en los primeros cantos del poema. Su gran semejanza, mejor dicho, identidad, con el prgumento y detalles de la comedia, resultara patente á cuan- to-', se tomen la molestia de compararlos. También parece ha- ber utilizado Cervantes varios pasajes del Orlando furio- so^ aquel poema que el Cura ponía sobre su cabeza y algunas de cuyas estancias se preciaba de cantar D. Quijote. Mu)'- floja obra es, en verdad. La Casa de los celos. Sólo la reverencia debida á su inmortal autor — dice un escritor insigne ^ — impide colocar esta obra entre los que él llama conocidos disparates, y acaso es la tínica de su colección dramática que pu- diera dar alguna apariencia de fundamento á la extravagante tesis de D. Blas Nassarre. No hav que buscar acjuí orden ni concierto, ni arte por ningún lado ; ni bellezas de pormenor, tan frecuentes en las demás comedias Hav escenas fantásticas con intervención I Menéndez y Pelavo, Observaciones preliminares al tomo xiii de las Obras de Lope de Vega, pág. xcv. 494 EL TEATRO DE CERVANTES de personajes mitolc)g"icos. como Veiiiis y Cupido, y otros alegóricos, como el Temor, la Curiosidad, la Desesperación y los Celos, todo ello traído á la rastra : falta por entero un pensamiento que informe la obra, y así resulta tan descon- certada y carente de unidad artística. Las primeras escenas parecen anunciar un drama sobre la pobreza de Reinaldos; pero pronto se cambia la idea y asistimos á la tenaz perse- cución que los paladines emprenden tras de Angélica la Be- lla, ocasionando un complicadísimo embrollo alegórico-caba- lleresco. cansadísimo y pesado hasta lo más. Molestia pro- duce ver á Roldan y á Reinaldos convertidos en niños capri- chosos y emberrenchinados, en perpetua riña y juguetes de magos y visiones. El título mismo es disparatado: la casa de los celos no aparece por ninguna parte; la acción se des- arrolla en París y en las selvas de Ardenia, al aire libre. I.a segunda denominación ó la de El bosque amoroso, le cuadra- rían mucho mejor. Quien sólo conociese del teatro cervan- tino esta desmedrada pieza, dudaría, con mucha razón, de si Cervantes comprendió lo que era la poesía dramática, el plan, la trabazón artística de la comedia y todo lo que los preceptistas llaman forma interna. Y sin. embargo — escribe Klein ^ — , no vacila nuestra fe en !a vocación de Cervantes para la comedia, vocación solamente extra- viada por el gusto vulgar, y aún má,s desconcertada por serle preciso á Cervantes acallar la desaprobación que hacia aquel gusto sentía interiormente ; de manera que él, sin aquel ciego y. por lo mi.smo. fecundo entusiasmo de los ortodoxos discípulos y partidarios de la comedia de Lope, sólo podía producir monstruosos engendros de un ingenio que se vende á si mismo, de un entendimiento bueno, pero oprimido, y de una invención forzada. Don Marcelino Menéndez y Pelayo, tratando de Las Pobrezas de Reinaldos, de Lope de Vega, escribe " : Me incMno á creer que la comedia de Miguel de Cervantes, La Casa de los celos y sch'as de Ardenia, nunca representada y no im- 1 Geschichte des spanischcn Dravm's: Leipzig, 1872; tomo 11, pági- na 2^6. 2 Observaciones al tomo xiii de las Obras de Lope, pág. xcv. r.A CASA DE LOS CELOS 495 presa hasta 1615. es posterior á !a de Lope, v acaso escrita ])ara competir con ella. Sin embargo, todo hace sospechar que esta desdichada pieza pertenece á la primera é])oca de su autor. En primer higar, la obra desculire claramente ser amaño y arreglo de otra, hecho con el mismo descuido ya advertido al tratar de Los Baños de Argel. La comedia tuvo primeramente cuatro actos ó jornadas, pues en la segunda de su estado actual, dice el Amor y esto dicho, el fin se llega de dar fin á esta jornada: á pesar de lo cual prosigue todavía por espacio de más de 18 páginas; y en verdad que lo siguiente á estos versos de Cupido nada tiene que ver con lo antecedente, y muclio me- jor encajaría como principio de distinto acto. Esto sólo basta para suponer la comedia anterior á La Batalla naval, obra que. según Cervantes mismo, fué la primera que com- puso en tres actos. En La Casa de Jos celos se leen dos sone- tos, puestos el uno en boca de Lauso y el otro en la de Rei- naldos ^. perfectamente ligados con la acción ; estos sonetos se hallaban ya escritos en el año de 1604. ó antes, pues figu- ran en la primera parte del Quijote ^. y aparecen con el nom- bre de Clori. que es de un personaje de la comedia y no de la novela. Dada su índole, más cabe suponerlos tomados de la primera para la segunda que viceversa, como creyó Cle- mencín. De estos sonetos, el primero tiene bastante mérito y con razón lo estimaba Cervantes : En el silencio de la noche, cuando ocupa el dulce sueño á los mortales, la pabre cuenta de mis ricos males estoy al cielo y á mi Clori dando ; y al tiempo, cuando el sol se va mostrando por las rosadas puertas orientales, con gemidos y acentos desiguales voy !a antigua querella renovando. 1 Págs. 341 y 346. 2 Capítulos xxiii y xxxiv. 4Q0 el teatro de CERVANTES Y cuando el sol de su estrellado asiento derechos rayos á la tierra envía, el llanto crece y doblo los gemidos. \'uclve la noche y vuelve el triste cuento, y siempre hallo, en mi mortal porfía, al cielo sordo, á Clori sin oídos. El segundo es, en \erclad, l)icn ñojo, á pesar del apre- cio de su autor: ])ero, como él mismo dice \ "no hay padre ni madre á quien sus hijos le parezcan feos, y en los que lo son del entendimiento corre más este engaño". En La Casa de los celos intervienen gran golpe de figuras morales, como el Espíritu de Merlín, el Temor, la Curiosidad, la Des- esperación, los Celos, la Mala y la Buena Fama, y ésta es cir- cunstancia que no se halla en las comedias de la segunda época, salvo El Rufián dichoso, en donde se figuran concep- ciones religiosas, exigidas por el asunto mismo, y prodigadas después comúnmente en todas las comedias divinas. Además de todo esto, recordemos que las comedias im- presas por Cervantes no se destinaban á la escena y aun él les atribuía, con disimulado despecho, el mérito de no haber salido al teatro. Ahora bien ; en el arreglo de la pre- sente, el autor no se cuidó de borrar las huellas de la re- presentación, ó por lo menos de haber sido escrita mirando á ella : así nos lo acreditan algunas acotaciones : " DesciÁbre- se la boca de la serpiente", sin (¡ue antes se haya hablado pa- lal)ra de ella; "Malgesí, vestido como diré, sale por la boca de la serpiente" ; "...Suena dentro música triste, como la pa- sada del padrón; sale el Temor, vestido como diré..." ; "Con una soga á la garganta y una daga desenvainada 'en la manO', sale la Desesperación, como diré; "...Suena la música triste y salen los Celos, como diré"... "...Y á la vuelta parece la Mala Fama, vestida como diré...^"' ¿En dónde se habían (le decir estas cosas? No en la comedia, pues allí no se pone sílaba de tales vestimentas : seguramente se reservaba Cer- í Don Quijote, parte segunda, cap. xvin. 2 Págs. 321, 322, 323, 324 y 335. LA CASA ÜI-; LOS CELOS 497 YANTES dar á los cómicos instrucciones verbales sobre los trajes de aquellas figuras y otras cosas, pues su genio parece haberse extendido hasta trazar y discurrir tramoyas no usa- das en los teatros. Entre las obras dramáticas enumeradas en la Adjunta al Parnaso, hácese mérito de una llamada El Bosque amoroso : este título conviene ¡>erfectamente y muchísimo mejor á La Casa de los celos, que además lleva también el nombre de Selz'as de Ardcuia. ¿Xo será, pues, la segunda comedia refundición de la primera? Quien, como sabemos, arregló para la estampa una de las referidas en aquel coloquio, ¿no reharía alguna otra? Esto explicaría muy bien la frase de la Adjunta, cuando dice: "Pancracio. ¿Y agora tiene vuesa merced algunas (comedias) f Miguel. Seis tengo con otros seis entremeses." Repárese que esto se escribía en 1614, y como al año siguiente se publicaron las ocho comedias, no parece muy fácil que en menos de un año compusiera las otras dos : más verosímil es que echase mano de las antiguas que estaban arrinconadas en el cofre. De ocurrir las cosas coma nosotros pensamos, éstas serían Los Tratos de Argel y El Bosque amoroso, conv^ertidas, respectivamente, en Los Baños de Argel y La Casa de los celos. Por último, ¿puede compaginarse que quien había compuesto un gran libro, des- tinado, en mucha parte, á dar el golpe de gracia á las ficcio- nes caballerescas, quien había presenciado el estupendo éxito obtenido, y quien imprimía ya una extensa continuación con finalidad idéntica, tornase á tomar en serio aquellos asuntos y los acreditara llevándolos á la escena? Si Cervantes se propuso algún objeto al escribir La Casa de los celos, fué, sin duda, hacernos coanprender la universa- lidad del imperio del amor, que subyuga hasta los corazones más valerosos y esforzados. Principia la obra con una dispu- ta sobre cuestiones baladíes entre Roldan y Reinaldos, que, al cabo, se amigan y conciertan. A la Corte de Carlomagno llega la hermosa Angélica, con extraña eml)ajada. La entrada de ésta por el patio del teatro debía de causar impresión en el público; viene la Princesa del Catay de este modo: 32 49^ EL TEATRO DE CERVANTES Sobre un palafrén, embozada y lo más ricamente vestida que ser pudiere, traen la rienda dos salvajes, vestidos de hiedra, ó de cáñamo teñido de verde ; deitrás viene una dueña sobre una muía con gualdrapa ; trae delante de sí un rico cofrecillo y una perrilla de falda; en dando una vuelta al patio, la apean los salvajes y va donde está el Emperador. Apártase Malgesí á un lado del teatro, saca un libro pequeño, pónese á leer en él. y luego sale una figura de demonio por el hueco del teatro, y pónese al lado de Malgesí. Con lo cual se significa el espíritu familiar del mago, como vimos en el poema de Boyardo. La encubierta expone su embajada, declarándose única hija }' uni\ersal heredera del opulento monarca Galafrón. (|uiin halló por cierto y llano que el que venciese en singular batalla á mi pequeño hermano, que viste honrosa, aunque temprana malla, éste cierto sería bien de su reino v la ventura mía. Quien fuere derribado del golpe de la lanza, ha de ser preso, porque le está vedado poner mano á la espada, y es expreso del Re}- este mandato, ó por mejor decir, concierto y pato; y si tocare al suelo mi hermano, quedará quien le venciere levantado á mi cielo, ó noble sea, ó sea el que se fuere. Pártese Angélica ; pero su hermosura, ([ue parece tener la virtud de hechizar á cuantos le contemplan, deja prendidos en amor á los bravos paladines Roldan y Reinaldos. Declara Malgesí lo que ha alcanzado á columbrar por sus misteriosas artes : Esta que has visto es hija de Galafrón, cual dijo: mas su intento, que el cielo te corrija, es diferente del fingido cuento, porque su padre ordena tener tus doce pares en cadena, r.A CASA DE LOS CELOS 49q y si los prende, piensa venir sobre tu reino y conquistalle, y trázase esta ofensa con enviar su hijo y adornalle con una hermosa lanza, con que de todos !a victoria alcanza. Tan poco crédito gozan las profecías del primo de Reinal- dos, que el Emperador comete á él solo el estorbo de aque- llos horrores, en los cuales no cree. Cervantes imprime un tinte de españolismo á la come- dia, sacando en ella á Bernardo del Carpió, seguido de un es- cudero vizcaíno, "con botas y fieltro y su espada". Este tal destroza y mata el castellano, y por cierto con poquísima gracia. ¡Qué diferencia del fingido del entremés á que da tí- tulo ! Bernardo llega á las selvas de Ardenia en busca de aventuras en que ejercitar su brío; y el escudero, más sesudo que su señor, le reprocha haber abandonado su país, donde los moros le brindan perpetua ocasión de batalla. Torna Angélica al campamento de Argalia ^• la Dueña le sigue, quejándose de su perpetuo caminar. ; Cuándo me veré (¡ ay de mí !) con mi almohadilla sentada en estrado, y descansada como algún tiempo me vi? ¿ Cuándo de mis redomillas veré los blancos afeites, las unturas, los afeites, las adobadas patillas? Allí se halla el padrón de Merlín y de él sale su espíritu, que. mientras Bernardo duerme, le pro-fetiza sus futuras ha- zañas. Reinaldos, que ha seguido á la bellísima Princesa, aparece entonces en escena, y luego entra Roldan. Tras lar- guísimos y cansados parlamentos, montan en cólera y dan reñidos ; pero Bernardo los reduce á la paz, persiguiendo á Roldan, imposibilitado de defenderse por oculta fuerza. Lle- ga también á las selvas de Ardenia. Marfisa "armada rica- mente; trae por timbre una ave Fénix y una águila blanca .■^00 EL TEATRO DE CERVANTES pintada en el escudo", y poco después Angélica, toda des- consolada y llorosa, porque el moro español Ferraguto, ha muerto á su hermano Argalia. á pesar de la lanza encantada, y echado su cuerpo al río. La Princesa del Catay, lo mismo en la comedia que en los poemas de Boyardo y de Ariosto, se pasa la vida en perpetua fuga; al ver á los campeones, em- pieza á correr y desaparece. Víctima de la misteriosa fuerza que le encadena se retira también Roldan, y la valiente Mar- fisa, aficionándose á Bernardo, se dispone á seguirlo. Con la segunda jornada comienza una acción pastoril episódica, á lo que parece, parodia de la literatura bucólica. Lauso y Corinto, discretos pastores, cantan los desdenes de Clori, bellísima zagala, que desprecia sus finezas y poéticos requiebros por las repletas talegas del iml>écil Rústico. Has- ta sus canciones son poco afortunadas, como se ve en la glosa de Corinto a este cantarcillo : Derramastes e! agua la niña y no dijistes ¡agua va!, la justicia os prenderá. Pero esta hermosísima y festejada doncella, guarda den- tro de sí el alma de Harpagón ; bien qtie, como dice Corinto: No (hay amor que se abata ya al señuelo de un ingenio sutil, de un tierno pecdio, de un raro proceder, de un casto celo. Granjeria común amor se ha hecho, y de él hay feria franca dondequiera, do cada cual atienda á su provecho. He aquí lo que la zagala responde á sus amantes cuando le censuran haber colocado el gusto en el feo, zafio y boba- licón pastor : Con él tengo, Corinto, más ganancia 1 que contigo, con Lauso y con Riselo, que vendéis discreción con arrogancia. Rústica el alma y rústico es el velo que al alma cubre, y Rústico es el nombre del pastor que me tiene por su ciclo; LA CASA DE LOS CELOS ^01 mas por rústico que es, en fin. es hombre que de sus manos llueve plata y oro, Júpiter nuevo y con mejor renombre. No tiene el rico Oriente otra tal mina como es !a que yo saco de sus manos, ora cruel se me muestre, ora benina. Quédense los pastores cortesanos con la melifluidad de sus razones y dichos, aunque agudos, siempre vanos. No se sustenta el cuerpo de intenciones, ni de conceptos trasnochados hace sus muchas y for-zosas provisiones ; el rústico, si es rico, satisface *aun á los ojos de! entendimiento, y el más sabio, si es pobre, en nada aplace. ¡Tan antipática como todo esto es la relamida y metali- zada Clori ! Aprovechándose de la imbecilidad del aman- te, los discretos pastores le hacen varias y pesadas burlas, de tan poquísimo ingenio como chiste, ante la presencia de su prometida. El tosco mozallón, al mirarse corrido, gime : Y ¿has visto, Clori? por ti la burla siento y no por otrie ; á lo cual, con singular descoco, responde ella : Calla, que, para aquello que me sirves, más sabes que trescientos Salomones. Asombro causa i>ensar (|ue esto ha brotado de la misma pluma que escribió La Galatea; creo que no puede alterarse más el genio de la poesía pastoril, ni ridiculizar más dura- mnte los platonismos eróticos que la caracterizan. Siguiendo Angélica el curso de su odisea, viene desolada á pedir auxilio á los campesinos; cálmanla ellos y la escon- den y disfrazan de pastora, y así. cuando su persecutor, Rei- naldos, llega, halla desierto el bosque y sólo escucha "cruji- dos de cadenas, ayes y suspiros". Sale con hórrido fragor, una espantable serpiente, y de su disforme boca Malgesí, dis- frazado de Horror, y luego el monstruo empieza á vomitar enmascarados : el Temor, la Sospecha, la Curiosidad, la Des- 502 EL TEATRO DE CERVANTES esperación v Ux^ Celos. liorril)lemente vestidos; mas nada pone miedo en el valeroso animo del Par de Francia. "Aparece en este instante el carro tirado de los leones de la montaña y en él la diosa Venus." Esta señora lamenta la desaparición de su travieso hijo y le llama á voces; viene el rapaz en una nube, "vestido y con alas, flecha y arco desar- mado" ; maravíllase la madre de verle en aquella guisa, y Cupido se explica de esta manera : Has de saber, madre mía, que en la Corte, donde he estado, no hay amor sin granjeria, y el Interés se ha usurpado mi reino y mi monarquía. Yo, viendo que mi poder poco me podía valer, usé de astucia y vestíme, y con él entremetíme, y todo fué menester. Quité á mis alas el pelo, y en su higar me dispuse á volar con terciopelo, y al instante que lo puse, sentí aligerar mi vuelo. Del carcaj hice bolsón, y del dorado harpón de cada fledlia, un escudo, y con esto y no ir desnudo, alcancé mi pretensión. No cabe más dura ni más amarga sátira. Venus pide á su hijo remedio para el mal de Reinaldos, y aquél le otorga la receta de una fuente encantada : Beberá Reinaldos de ella, y de Angélica la Bella, la hermosura que así quiere, si agora por vella muere, ha de morir por no vclla. Descubren los pastores á las divinidades y quieren ade- rarlas y hacerles sacrificios, por lo cual, el Amor, agradecido, les dice la buenaventura: LA CASA DE LOS CELOS 5o3 TÚ, Lauso, jamás serás desechado ni admitido. Tú, Corinto, da al olvido tu pretensión desde íioy más. icástico mientras tuviere riquezas, tendrá contento. Mudará cada momento, Clori, el bien que poseyere. La pastora, disfrazada, suplicará á quien le ruega. Y esto dicho, el fin se llega de dar fin á esta jornada. Y mientras el carro se retira, llevándose á los dioses, en- tonan los villanos un cantar en agasajo del Amor. Aqui se terminaba el segundo acto en el primer estado de la obra, pero en la forma actual sigue todavía más de otro tanto. Bernardo y su escudero, que ya no habla vizcaíno sino liso y correcto castellano, andan buscando á la intrépida Marfisa y hallan á Roldan, que vaga atronando los bosques con sus voces llamando á Angélica. Aparece, por fin. á escape, como sieinpre, y da tras ella Orlando ; pero en mitad del tablado hay una tramoya giratoria como facistol, y cuando va á echarle la mano, vuélvese el artefacto y aparece la ]\íala fa- ma, que es una señora de luto, vestida "con una tunicela negra, una trompeta negra en la mano, y alas negras y ca- bellera negra". Trae consigo un gran libro, y en él dice que va apuntando todas las tonterías de los grandes hombres. ¡Si tendrá que escribir! Es posible e en el abandonad-.» escudo este satírico mote : Estar tan limpio y terso aqueste acero, con la entereza que por todo alcanza, nos dice que es, y es dicho verdadero, del señor de la casa de Maganza. Conseguida tan fácil victoria, los mantenedores se echan á dormir. Entonces surge por la trampa una figura "con un león en una mano y en la otra un castillo", que representa á España, y arrulla su sueño con larga perorata, arrebatando á Bernardo para conducirlo, por el centro de la tierra, á su país, y como aquí todo es maravilla, no \'oh'emos á saber de él. Despierta Marfisa, y, hallándose sin su compañero, aban- dona la comenzada empresa y toma súbita determinación. Vuelto me he en un instante : derecha voy al campo de Agramante. Angélica conciértase con Corinto para que le conduzca á su tierra; pero cuando se dispone á partir llega Reinaldos y la reconoce, no obstante su disfraz. La heredera del Catay emprende nueva y desenfrenada carrera ; su desgracia quiere que vaya á dar con Roldan. Ásenla ambos y cada uno tira por su lado furiosamente ; baja una nube y los oculta, mos- trando en su lugar el palacio de Carlomagno. Allí se pavo- nea Galalón, con la mano vendada, dándose por vencedor de Marfisa ; pero la llegada de Malgesí con el escudo escrito da al traste con su embuste. En otra nube aparece el Genio de París, en figura de un ángel, emisario del Altísimo, para anunciar al Emperador el cerco de la capital de Francia, y LA CASA DE LOS CELOS 307 SUS futuras proezas. " Wielven á salir Roldan, Reinaldos y Angélica, de la misma manera como se entraron cuando los cubrió la nube" ; prosiguen los paladines en su pugilato, y no de las menores maravillas de la comedia es la de que no hayan descuartizado la dama. Por fin Carlomagno la liberta de tamaño peligro, diciendo: Aquesta dama llevad al gran Duque de Baviera ; y el que más daño hiciere en el contrario escuadrón, llevará por galardón la prenda que tanto quiere. Convienen en ello los dos rivales, y, disponiéndose cada cual á ejecutar famosísimas proezas, se termina La Casa de los celos. Verdaderamente que es pieza muy inferior. No se descu- bren en ella asomos de arte, ni aun casi chispazo alguno de bondaid en la fomia. A veces pudiera creerse que la obra toma tintes de paródica ó burlesca. Por ejemplo, en la pri- mera jornada, dice Reinaldos, refiriéndose á su primo Roldan : Pues juro á fe, que aunque le valga Roma, que le mate, le guise y me lo coma ^. Durante la escena en que ambos rivales tienen sujeta á la mísera heredera del Catay ^, dice ella: Divididme en dos pedazos y repartid por mitad. RoLD. No parto yo !a beldad que tengo puesta en mis brazos. Reix. Dejarla tienes entera. ó la vida en estas manos. Angél. ¡ Oh hambrientos lobos tiranos, cuál tenéis esta cordera ! Si la conjetura de ser ésta una pieza burlesca pudiera sostenerse, sería la mejor defensa de Cervantes. 1 Pág. 2/8. 2 Pág. 368. 5o8 EL TEATRO DE CERVANTES AIontall)án rindió también icarias al g'usto de las come- dias caballerescas en su Pal in crin de Oliva ^ y Don Florisel de Niqíiea ó Para con todos hermanos y amantes para nos- otros ", cuyo asunto se da un aire con el principal del Per- siles y S'igismnnda. Lil)ro de caballerías en acción es también la comiedia de D. Alvaro Cubillo. El Vencedor de sí mismo ^, de asunto y personajes que parecen derivarse del Orlando furioso. Trá- tase del bautismo de Rugiero, á quien el Emperador y su Corte arman caballero, y de la competencia amorosa entre Bradamante y Doralice sobre el amor del paladín, de la cual resulta brinida¡rse la i)rimera á ceder su lugar á la segunda. Rugiero vence á Rodamonte. y esto motiva unas no despre dables octavas en la segunda jornada; véase la última: Cayó en el suelo como cuando herido, valiente roble de segur villano, con su pompa aiiayor desvanecido, se precipita de la cumbre al llano ; quedó en su sangre bárbara teñido el suelo mismo que pisaba ufano, siendo á la presunción más arrogante tumba su adarga para su turbante. Bradamante. destinada por su padre para esposa del prín- cipe griego León, solicita del Emperador que sólo sea su ma- rido quien la venciere con las armas, y de punta en blanco espera á sus galanes. Después de una larga rivalidad entre Rugiero y León, aquél vence á la denodada doncella; cásase con ella, y ambos parten á ocupar el solio que los búlgaros, 1 Comedia famosa, Palmcrin de Oliva, del Doct. Juan Peres de Mon- talvan (Al fin:) Con licencia: En Sevilla, en la imprenta de Manuel Ni- colás Vázquez, en Calle Genova; 4.°, 28 págs. á dos cois. 2 Para con todos hermanos, y amantes para nosotros. Por otro nom- bre Don Florisel de Niquea. Del Doctor .Juan Pcrcz de Montalvan (Al fin:) Con licencia; En Sevilla, en la Imprenta de Joseph Padrino, Mer- cader de Libros, en calle de Genova; 4.0, 28 págs. á dos cois. 3 El vencedor de si mismo. Comedia famosa, de Alvaro Cvbillo de Aragón (Al fin :) Con licencia : En Sevilla, en la Imprenta de la Viuda de Francisco de Lcefdael, en la casa del Correo Viejo; 4.0, 32 págs. á dos cois. r,A CASA DE LOS CELOS 5oq sojnzgaiclos por el guerrero, les ofrecen. Esta pieza, salvo lo insulso del argumento, es buena : la versificación, en general, muy fluida : pero á veces culterana ; hay grandeza en \'arias partes y los paladines hablan noblemente. Al mismo Cubillo de Aragón pertenece otra comedia caballeresca. El Conde de Saldaña ^, no ciertamente inferior á la examinada. Aunque nada tiene de común con la obra de Cervantes, ha de citarse aquí la pieza caballeresca de D. Lope de Llano, Bernardo del Carpió en Francia ~, en que inter\-iene Malge- sí y algún otro personaje de La Casa de los celos, obra de infeliz desempeño que á veces parece satírica, y en donde se leen fragmentos tan excesivamente gongorinos como éste : De crespos rizos, de erizadas peñas, que tejió la esmeralda de sus greñas por lucientes ambages^ aqui en cenefas, los que allí en plumajes, un muro se dilata, con marco de oro la escarchada plata, que en línea de zafir sus ondas mide. Más cuerdos anduvieron los que con semejantes motivos trazaron comedias burlescas, pues estos asuntos, á todas lu- 1 Comedia famosa. El Conde de Saldaña. Primera parte. De D. Al- varo Cubillo de Aragón (Al fin:) Con Licencia: En Valencia, en la Im- prenta de Joseph y Thomas de Orga, Calle de la Cruz Nueva, junto al Real Colegio del Señor Patriarca, en donde se hallará esta y otras de diferentes títulos. Año 1776; 4.", 32 págs. á dos cois. — Otra impresión (Al fin :) Se hallará en la librería de Quiroga, calle de la Concepción ge- roninm, junto á Barrio Nuevo; y asimismo un gran surtido de Comedias antiguas, Tragedias y Comedias modernas ; Autos, Saínetes, Entremeses y Tonadillas. Año de 1791; 4.°, 36 págs. á dos cois. 2 Comedia famosa. Bernardo del Carpió en Francia, de Don Lope de Llano (Al fin :) Con Licencia : Barcelona : En la Imprenta de Pedro Escvder, en la calle Condal, en donde se hallarán Libros, Comedias, His- torias, Romances, Rclacion-cs, y otros diferentes Papeles muy curiosos. Año de 1756; 4.°, 31 págs. á dos cois. — Otra impresión: Comedia. Ber- nardo del Carpió en Francia. De Don Lope de Llano (Al fin:) Madrid: Año de 1798; 4.°, 24 págs. á dos cois. — Otra impresión: Bernardo del Carpió en Francia, Comedia famosa, de Don Lope de Llanos (Al fin:) Con licencia : En Sevilla, en la imprenta de la Viuda de Francisco de. Leefdael, en la Casa del Correo Viejo: 4.°, 24 págs. á dos cois. DIO EL TEATRO DE CERVANTES c€s impropios -de la escena, no parece posible se traten en serio. El famoso D. Jerónimo de Cáncer y Velasco, tan dis- tinguido en las obras paródicas, compuso algunas con per- sonajes caballerescos. La muerte de V ahí ovinos trata de los ridiculos celos del protagonista, recién casado con la infan- ta Sevilla, provocados por las asiduidades del delfín Carlo- to ^. Vánse todos á una cacería y recorren el monte en alegre algazara. — ¡ Guarda el gato montes ! ¡ Guarda la zorrra ! — i La liebre socorred ! — ¡ Dios la socorra ! — ^Huyamos á lo llano, que no puede cazar ningún cristiano. — 'Los lebreles se van por esos cerros. — ^¡ Hoy nos hemos de holgar como unos perros ! — Por Dios, que si no escapo, que muero entre las uñas de un gazapo, y huyendo de él, desamparé la sierra. ¡ Oh caza, viva imagen de la guerra ! Carloto lleva á Valdovinos á una secreta umbría, en don- de, tras de un saladísimo coloquio, le hieren Galalón y Mal gesí. Hállale el Marqués de Mantua, y entre ambos glosan, ridiculamente, su célebre romance. Preséntase el de Mantua ante el Emperador en demanda de justicia, que le es denega- da; bríndase Sevilla á matar al Delfín; pero Carlomagno cree mejor casarlos y hubiéralo hecho á no llevarse el Marqués á la resuelta viuda. Aunque de disparates y despropósitos, es cbra fina, de indudable gracia y excelente diálogo. Mosén Doctor Guillen Fierres, que pudiera muy bien ser pseudónimo del mismo Cáncer, escribió la pieza El amor ■más verdadero, Diirandarte y Belerma^, llena de desatinos y 1 Comedia burlesca. La Muerte de l'aldovinos. De Don Gerónimo de Cáncer. (Al fin:) Ilallarase esta Comedia y otras de diferentes Títulos en Madrid en la Imprenta de Antonio Sane, en la Plazuela de la Calle de la Fas. Año 1746; 4.°, 12 hojas sin numerar á dos cois. 2 Comedia famosa de Dvrandarte y Belerma. Sin 1. ni a. (impresión suelta del siglo xvn ), 8 hojas sin numerar á dos cois. — Otra impresión : Comedia famosa, y, burlesca. El amor mas verdadero, Durandarte, y LA CASA DE LOS CELOS 5ll contrastes disparatados, según costumbre del género burles- co. Inter\ienen algunos de los personajes de Cervantes, Como Roldan, Carlomagno, Galalón y Bernardo del Car- pió; tales figuras, que en La Caso de les celos se mueven y hablan en serio, salen aquí con asi)ecto grotesco y se produ- cen de la manera más inesperada é ilógica. Véase cómo se altera el valeroso y noble tipo de Bernardo que pinta Cer- vantes : DuRAND. Específico Bernardo no me mates, tente, espera, déjame comer un cardo. Berx. ¡ Aquí morirás, babera. envuelto en tu sayo pardo ! DuRAND. Pues ya que á tus manos muero, dame siquiera lugar para cortarme un uñero. Berx. Ya no hay lana en tu pinar ; escóndete en un tintero. DuRAND. Tente, que con esa espada me lias horadado un riñon. Bern. ¡ Oh, qué gentil alcaldada ! DuRAND. Por amor de San Simón, que me des una ensaimada. Mucho más parecido con la obra de Cervantes tiene la de Lope de Vega Las Pobreras de Reinaldos ^, que ]\Ienén- dez Pelayo supone fuente de La Casa de los celos, y que ha sido mu\- concienzudamente estudiada por el doctor Al- berto Ludwig y por el Príncipe de nuestros críticos ". De- rívase esta comedia de uno de los poemas más célebres entre los carolingios : Renaits de Montauban, cuya versión más antigua es de fines del siglo xii ó principios del xiit. elegan- Belcnna. Por c¡ Doctor Monsicur Guillen Fierres (.AI fin :) Con Licencia. Barcelona. Por Francisco Suria y Burgado Impresor, calle de la Faja: 4.", 8 hojas sin foliar á dos cois. 1 Parte séptima del Teatro de Lope, Madrid y Barcelona, 1617: 4." — Obras de Lope de J^ega, edic. de la Real Academia Española, tomo xin, págs. 249 y sigts. 2 Observaciones preliminares al tomo xni de las Obras de Lope de Vega, págs. xcii y sigts. :>12 EL TEATRO DE CERVANTES teniente analizado i-or el erudito Paulino Paris en la Histoire Liitcrairc de la Franco \ De Las Pobrezas de Reinaldos hicieron una débil rapso- dia, con titulo de El Mejor par de los doce -, Moreto y Ma- tos Fragoso, pues aune pie por esta \ez no plagiaron á Lope tan descaradamente como de costumbre, cierto es que lo añadido y enmendado es inferior á lo que omitieron en su arreglo. El acto tercero parece ser de Moreto, segián dicen los versos hnales : Y aquí Moreto da fin á este verdadero caso. 1 Histoire Littcrairc de la Fraiicc. ouvragc comiiiencc par des Re- ligieiix Bcncdictins de la Conyregation de Saint Maur, ct continué par des Membres de l'Institut {Académic des Inscriptions et Bcllcs-Lettres), Tome XXII (suite du trecicme siccle), París, 1852; págs. 667-700. 2 Parte 39 de comedias varias, Madrid, 1673; 4,° — Comedia famosa. El mejor par de los doce. De Don Juan de Matos Fragoso y Don Agus- tín Moreto. (Al fin:) Con Licencia: En Valencia, en la Imprenta de Joseph Tilomas de Orga, Calle de la Cruz Nueva, junto al Real Colegio de Corpus Chrisfi, en donde se hallará esta y otras de diferentes Títulos Año 1776; 4.", s^ págs. á dos cois. TERCERA PARTE ENTREMESES 33 I EL VIEJO CELOSO Origenes de este asunto. — Disciplina clericalis de Pero Alfunso; el Libro de los enxemplos de Sánchez Bercial; Fábulas de Alonso de Pogio. — Antecedentes artísticos; Boccaccio y Sansovmo; entremeses de El Padre engaitado y La Endemoniada. — La obra de Ckrvantes. — Argumentos, escenas y caracteres. — El Viejo ecloso y El Celoso extremeño. — Piezas semejantes ; entremeses de La Capa y las figu- ras; Los Linajudos; de La Burla de Pantoja, de Moreto, y otros; sainete de El Celoso y otros. Temeroso Sancho Panza, y no muy aquietado su amo, escuchaban los espantables golpes que á iguales intervalos sonaban en aquella memorable noche de la jamás vista ni oída aventura de los Batanes ^. El escudero, para sosegar su miedo propio y para distraer el ajeno, comenzó entonces á referir, con los obligados rodeos, vueltas y repliegues de su estilo, el cuento de la pastora Torralva, la mejor de las his- torias, á juicio del narrador, si la acertaba á contar y no le iban á la mano. — Dígote de verdad (respondió irónicamente D. Quijote) que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento ó historia que nadie pudo pensar en el mundo, y que tal modo de contarla iM dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no espe- raba yo otra cosa de tu buen discurso. Empero de esta calificación de nueva que el de la Triste figura le aplica, la historia era ya vieja, y muy vieja. Bowle, Pellicer y Clemencín. en sus ediciones anotadas del Quijote, trabajaron en la investigación de sus orígenes y le señalaron procedencia extranjera; sin embargo, la primera forma lite- raria de ella que Europa conoció fué española, como lo es I Parte primera, cap. xx. Dl6 EL TEATRO DE CERVANTES la más perfecta. Hállase en las Cciito iioz'cllc aiifichc del ita- liano Sansovino ^. y antes en el Libro de los cnxcinplos de Clemente Sánchez Bercial ^, y antes en los fabliaiix france- ses del siglo XIII. y antes en la Disciplina dcricalis de Pero Alfonso'', y antes en la literatura oriental. Por semejantes arcaditces tenemos cjiíe subir para dar con los origenes del asunto del entremés El Viejo celoso, pues todas estas y otras peregrinaciones sufrió á través de las letras. Es un cuento popular muy antiguo, ya conocido de los griegos ^, que reaparece en los fabliaus franceses, en los cuentistas de la Edad Media y en los italianos del siglo xvi ^, Procede de la literatura orientaJ, como la mayoría de las historias y relaciones de esta índole. Al grande y para nos- otros casi desconocido océano del aipólogo indio es preciso actrdir para hallai' la, primera fuente. La filiación de tales obras, á través de sus diversas traducciones, constituye uno de los problemas más difíciles, no sólo de lia literatura patria, pero de la universal. Ni los persas al traducir del sánscrito, ni los árabes al hacerlo del persa, vertieron un libro comple- to, sino fragmentos de varios que coleccionaron bajo un tí- tulo común. Algo parecido hicieron asimismo los primeros traductores españoles, que aclimataron en Europa esta li- teratura oriental. El Calila et Diinna, el Boniurn ó Bocados de oro, el Poridat de poridades, los Ensañamientos ó castigos de Alexandre, el Libro de Sendebar, el de los Doce sabios, las Flores de Filosofía, los Engannos et assayaniienbos de las ni o j eres, etc.. traen esta procedencia, no traducidos de una sola obra, antes entresacados de diversas fuentes, en su mayoría arábigas. : Venecia, 1575; novela xxxr. 2 Tomo M de Autores espacióles, (.'nxcmijjlo xci, pág. 469. 3 Berlín, 1827, 4.° 4 Aristófanks, Tesmof arias : V, 497. 5 Bedikr, Les Fabliaux; París, 1895. 4-"; págs. 320 y 466, da noticia de ¡muchas de sus versiones, desde la Disciplina clericalis y el Gesta Romanorum, hasta el cuento francés de 1741 "de una dama que engañó astutamente á su marido, que era tuerto". EL VIETO CELOSO 517 El primero de estos escritos que entre nosotros dio a conocer tal género- de literatura alegórico-moral fué el no- table intitulado Provcrhiorum sen dericaUs disciplvna libri- trcs, compuesto por el judío Moisés Sephardi, natural de Huesca, convertido á nuestra fe en el año 1106 con el nom- bre de Pedro Alfonso ^ La Disciplina dcricalis, ó enseñanza de los clérigos, es una colección de treinta y siete cuentos y varios apotegmas que se suponen referidos por un árabe moribundo á su hijo. Está escrita en el bajo latín propio de aquel siglo, y se reconoce el origen oriental de la obra, que, en parte, es hasta ruda y grosera. Fué siempre libro rarísimo y sóJo conocido de los eruditos hasta que una so- ciedad de bibliófilos lo imprimió, consultando para la edición siete códices de la Biblioteca real ^. Nuevamente se estampó en Berlín por F. W. Schmidt, á quien tanto debe esta clase de trabajos, siguiendo un códice de Breslau ^. Comoquiera que la obra de Pero Alfonso fué durante mucho tiempo famosa y se tradujo en verso^ francés, comunicóse á otros países, y su influencia se manifiesta en el Gesta Romanoruin, en el Decanicrone, en los Cuentos de Canterbury, en el Spe- ciiluní laiconmi, en el Spcadiini historiale de Vicentte Beau- vais, quien reproduce varias de sus historias, y en otros libros de la misma esella, ansia otro linaje de vida distinta de aquel encerramiento. y maldice y reniega de su matrimonio y de su marido: está oprimida y desea esparcimiento, tal vez sin saber en qué con- 524 I^-f' TEATRO DE CERVANTES siste; el mismo Cañizares reconoce que es simple como una paloma. A pesar de los malos tratos, agradece al esposo las galas que le da. y confiesa que no tiene más que desear en este punto; hállase confusa con la promesa de la vecina, y cuando tarda desea de todo corazón que no venga. Lo que disuena grandemente son los gritos y exclamaciones que luego hace, pues, aparte de acusar desenvoltura incompren- sible en persona de su traza, constituyen escarnio del ancia- no; lo mismo es inexplicable el escarníalo que promueve para que todos sepan su inocencia y la maldad de su esposo, ])re- cisaimente cuando tanto tenía por qué callar. Cristina, sobrinilla del matrimonio, es una chicuela in- quieta }' revoltosa, dharlatana y entrometida, que sólo busca la diversión y la broma, dejando correr la lengua según los impulsos de su imaginación. Odia al viejo ]:)orque le pri\'a de su libertad, que es lo que más ama; aplaude la burla (|ue se le hace, sin comprender ni su mialicia ni sus alcances, como quien solamente ve e.l lado agradable de las cosas ; en fin, "es la chica más donosa y más mona que se ha represen- tado en tablas escénicas", como dice el descontentadizo dó- mine Cavaleri y Pazos ^. Yo no hallo por ninguna parte ni su bellaquería ni su maldad, como se ha dicho ; tan sólo travesuras de niña mimada y consentida ; es una inocente vi\-aracha ; la inexperiencia hácela animosa y animadora; á su cargo corre la parte especialmente cómica del entremés, y la desempeña con toda la sal y gracia que Cervantes supo poner en estas deliciosas pinturillas. Con ra/:ón imiraba siniestramente el buen Cañizares á las vecinas. H ortigosa hace aquí el papel de Celestina, con todas sus socarronerías, lamentaciones, servilismos y malas artes; la vieja hipócrita y bellaca es la causa de todo el mal que ocurre en el entremés. De cuerpo entero pinta ya la pri- mera escena á los princi])ales interlocutores de él : Lorenza. Milagro ha sido éste, señora Hortigosa, el no haber dado la vuelta á la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación ; éste es el primero día. después que me casé con él, que hablo con persona I R(íS(/ii'!n de análisis, pás- 24. EL VIETO CELOSO 323 de fuera de casa ; que fuera le vea yo desta vida á él y á quien con él me casó. HoRTiGOSA. Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una caldera vieja se compra otra nueva. Lorenza. Y aun con esos y otros semejantes villancicos ó re- franes, me engañaron á mí ; que malditos sean sus dineros, fuera de las cruces; malditas sus joyas, malditas sus galas y maldito todo cuanto me da y promete. ¿De qué me sirve á mí todo aquesto, si en la mitad de la riqueza estoy pobre y en medio de la abundancia ron hambre ? Cristina. En verdad, señora tía, que tienes razón; que más qui- siera yo andar con un trapo atrás y otro delante y tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese viejo podrido que to- maste por esposo. HoRTiGOSA. Ahora bien, señora doña Lorenza : vuesa merced haga lo que le tengo aconsejado, y verá cómo se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un ginjo verde: quiere bien, sabe callar y agradecer lo que por él se haga, y pues los celos y el recato del viejo no nos dan lugar á demandas ni á respuestas, resolución y buen ánimo ; que la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa merced y le sacaré si bien tuviese el viejo más ojos que Argos y viese más que un zahori, que dicen que ve siete estados debajo de la tierra. Lorenza. Cerno soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, á trueco del gusto, poner á riesgo la honra. Cristina. Eso me parece, señora tía, á lo de! cantar de Gómez Arias: Señor Gómez Arias, doleos de mí ; soy niña y muchacha, nunca en tal me vi. Lorenza. Algún espíritu malo debe hablar en ti, sobrina, según las cosas que dices. Cristina. Yo no sé quién habla ; pero yo sé que haría todo aque- llo que la señora Hortígosa ha diciio, sin faltar punto. Lorenza. ¿Y la honra, sobrina? Cristina. ¿Y el holgamos, tía? Lorenza. ¿ Y si se sabe ? Cristina. ¿ Y si no se sabe ? Lorenza. Y ¿quién me asegurará á mí que no se sepa? Hortígosa. ¿ Quién ? La buena diligencia, la sagacidad, la indus- tria y, sobre todo, e! buen ánimo y mis trazas. 520 EL TEATRO DE CERVANTES Cristina. ]\lire, señora Hortigosa, tráyanosle galán, limpio, des- envuelto, un poco atrevido y, sobre todo, mozo. Cristina. Señora Hortigosa, hágame merced de traerme á mí un frailecico pequeñito. con quien yo rae huelgue. Hortigosa. Yo se lo traeré á la niña pintado. Cristina. Yo no !e quiero pintado, sino vivo, vivo, dhiquito como unas perlas. Lorenza. ¿Y si lo ve tio? Cristina. Diréle yo que es un duende, y tendrá de él miedo y holgaréme yo. Todo el aspecto ejemplar de la pieza se declara en el colo(|uio que tienen á la pnerta de Cañizares éste y un com- padre suyo. Cañizares. Señor compadre, señor compadre: el setentón que se casa con quince, ó carece de entendimiento ó tiene gana de visitar el otro mundo lo más presto que le sea posible. Vuelto el viejo á su casa, llama Hortigosa á la puerta; Cañizares, que con el solo nombre de vecina se turba v sobre- salía, resíste.se á recibirla; entra al cabo y pone en juego su^ astucias y zalamerías. íIoRTiGOSA. Señor mío de mi alma, movida y incitada de la buena fama de vuesa merced, de su gran caridad y de sus muchas limosnas, me he atrevido de venir á suplicar á vuesa merced me haga tanta merced, caridad y limosna y buena obra de comprarme este guadamecí, porque tengo un hijo preso por unas heridas que dio á un tundidor, y ha mandado la justicia que declare el cirujano, y no tengo con qué pagalle, y corre peligro no le echen otros em- bargos, que podrían ser mucho, á causa que es muy travieso mi hijo; y querría echarle hoy ó mañana, si fuese posible, de la caree!. La obra es buena, el guadamecí nuevo, y con todo eso, le daré por !o que vuesa merced quisiere darme por é!, que en más está la monta, y como esas cosas he perdido yo en esta vida. Tenga vuesa mer- ced de esa punta, señora mía, y descojámosle, porque no vea el señor Cañizares que hay engaño en mis palabras; alce más, señora mía, y mire cómo es bueno de caída, y las pinturas de los cuadros parece que están vivas. Al alzar y mostrar el guadamecí entra por detrás de él un galán y se introduce en la alcoba de Lorenza. La charla- taneria de Cristina, por una palabra equivoca, está á punto EL VIEJO CELOSO 027 de dar al traste con toda la maraña en el crítico momento Por \erse libre de tan empalagosa visita, entrega el celoso un doblón á la redomada vieja, y ésta se deshace en gracias y cumplidos. .\ltamente cómico es el pavoroso miedo que la presencia de Hortigosa proiduce en Cañizares; sequedades, groserías y hasta dádivas, dolorosas para su avara condición, todo le parece poco para alejarla, y luego tiembla y suda cada vez que su mujer pronuncia la palabra vecina, para él la más odiosa del idioma. Lorenza, que ha visto muy bien la llegada ílel rebozado mancebo,- promueve una disputa con su marido, y fingién- dose enojada, se encierra con él en las propias barbas del viejo, y aun llega á proferir palabras y gritos reveladores de lo que allí pasa. Incita á Cañizares á que acuda á ver al galán ; va á entrar el esposo, y en esto échale ella una \'acía de agua á los ojos ; acuden sobre él las mujeres, y en este ínterin vase triunfante el enamorado gentilhombre. La mal- dad de la esposa llega á escandalizar la casa con sus voces. Lorenza. ¡ Mirad con quién me casó mi suerte, sino con el hom- bre más malicioso del mundo! ¡Mirad cómo dio crédito á mis men- tiras, fundadas en materia de celos, que menoscabada y asendereada sea mi ventura! Pagad vosotros, cabellos, las deudas deste viejo; llorad vosotros, ojos, las culpas deste maldito; mirad en lo que tiene mi honra y mi crédito, pues de las sospechas hace certezas; de las mentiras, verdades ; de las burlas, veras, y de los entretenimientos, maldiciones. ¡ Ay, que se me arranca el' ahna ! A los gritos entran Hortigo-sa, un alguacil, los músicos y un bailarín, para rematar con canto y baile, segTin la cos- tumbre de Cervantes. Conciértase todo, y no obí^tante las protestas del viejo celoso, los músicos entonan una glosa á esta letra : El agua por San Juan, ouita vino y no da pan : las riñas de por San Juan, todo el año paz nos dan. Don José de Cavaleri v Pazos escribe : -^28 EL TEATRO DE CERVANTES De los lances y pláticas que componen la acción, pasan parte •por la tarde y parte por la noche, y acontecen y se tienen en la casa úe Cañizares y en la calle cerca de la puerta de la misma casa \ A lo (|tic i)iuliei"a añadirse (|ue la época se supone hacia el 24 de Junio. Por lo que toca á la moral de esta pieza, habría mucho i(uc decir, pttes si bien censura las uniones desproporciona- das, justifica las solicitaciones im^puras; triste cosa es que la esposa quede sin castigo y todos en disiposición de repetir su maldad, dado el btten éxito obtenido. Bien es cierto que el marido mismo pnxlti.ce el más g^ranxle escándalo moral, puesto qtte desvirtiÁa la Índole del matrirnonio y aun mar- tiriza á su joven comipañera con el tormento de los celos, odiosos siempre, pero en esta ocasión, por tan injustos é improjiios, abominables y re])rensibles. Cervantes confirma de nuevo, como en otros mtichos pasajes de sus obras, la verdad de aqtiel conocido cantarcillo, vulgarísimo en su tiemipo y citado por él : Madre, la mi madre. ,; guardas me ponéis? Si yo no me guardo, ma' me guardaréis. Indecente y escandaloso es, sin embargo, que la esposa se haga la justicia por su mano, lo cual, como desagravio poé- tico, excede á todas las burlas. A tal prapósito escribe Klein e.sta original defensa del entremés^: Bien, ¿y qué? ¿Sábese exactamente lo que pasa dentro del cuar- to? Si Lorenza no es, al fin y al cabo, mejor de lo que parece, ¿qué son sus exclamaciones desde e! cuarto? Y estas exclamaciones ha- blan antes en favor que en deshonra de Lorenza. En aquella situa- ción, ¿quién tiene tiempo y humor para tales indiscreciones, nacidas de pura travesura y deseo de venganza? A decir verdad, la invero- similitud invalida la situación, ó siquiera la reduce á una expresión mímica, que ya se puede tolerar en gracia del evidente castigo del viejo. 1 Ocho enlrcincses de Miquel de Cervantes Saavedra. rág. 74. 2 Geschichte des spanischen Dramas, tomo 11, pág. 237. EL VIEJO CEEOSO SaQ Sea lo que fuere, es lo cierto que los autores de entreme- ses, y Cervantes con ellos, no trataron de educar, sino de divertir al público, y desde este punto de vista deben ser juz- gados. En dos ocasiones — dice el Sr. Rodríg-uez Marín '' — , y para otras tantas de sus obras, Cervantes tomó argumentos de! viejo que, ca- sándose con una muchacha, viene á morir del mal que se temía, á pesar de las prolijas precauciones con que intentó evitar el menos- cabo y la pérdida de su honra: El, Celoso extremeño y el entremés de El Viejo celoso versan sobre ese asunto, tratado en serio en la no- vela y cómica y hoccaccianamente en la piececita teatral. Y ¡ cosa par- ticular ! los apellidos de los protagonistas de entrambas obras se parecen tanto, sobre ser iguales los caracteres, que no hay sino creer que Cervantes se sirvió de un solo modelo real para los dos persona- jes. Carrizales en la novela: Cañizales, de vez en cuando, en el bo- rrador de la misma, y Cañizares en el mencionado entremés, todo ello viene á ser un apellido ; que de Carrizal ó carrizar á cañizal ó cañizar, como de carrizo á caña, no hay sino unos cuantos meses de sol, aire y lluvia. En el entremés no se menciona el nombre de pila del viejo, pero sí en la novela, donde el autor le llama indistin- tamente Filipo y Felipa. Dicho académico trata luego de identificar este perso- naje con cierto Felipe de Cañizares, andante en Sevilla por los años de 1544, hijo de Bartolomé de Caííizares y de Ca- talina de Palacios, naturales de la ciudad de Toledo y acaso deudos de los ascendientes de la mujer de Cervantes. De ser esto así, reforzaría la creencia de que nuestro autor co- piaba de la realidad los personajes de sus obras, poniéndo- les noiTibres que recordasen ó hiciesen recordar otros no fingidos {sinónimos voluntarios, como decía el supuesto Ave- llaneda) y hasta conservándoles los suyos propios. Comenzando el señor Apraiz á tratar de la novela El Celoso extremeño, escribe así de su parecido con nuestro entremés : 1 El Loaysa de "El Celoso extremeño" ; estudio histórico-lilcrario, Sevilia, Díaz. iQOi; 4.°. pág. 301. 2 Estudio histórico-crítico sobre las novelas ejemplares de Cerran- tes. Vitorio, Sar, 1901; 4.°, págs. 77 y sigts. 34 53o EL TEATRO DE CERVANTES I'.n la colección completa de las obras cervantinas hallamos tra- tado este asunto en dos ocasiones : en la novela en que vamos á ocu- parnos y en un sainete ó entremés ; mas no con las notables varian- tes que hemos advertido en otras ocasiones análogas, sino calcando y copiando todo el argumento. En efecto, los dos ancianos celosos v burlados, el de nuestra novela y el del entremés intitulado El Viejo celoso, son hermanos gemelos; mejor dicho, son una misma persona, representando su papel genuino y característico en dos diferentes clases de la sociedad. Los rápidos, sobrios y desgarrados rasgos que se emplean en el sainete son apropiados á un cuadro desenfadado, naturalista, inmoral, aunque lleno de las sales y gracias caracterís- ticas en el autor, que hacen reir sin querer, y sin concepto alguno de finalidad. El estudio psicológico, serio, pausado, de un conflicto moral, que deja en el alma un gran fondo de. tristeza, forma en ei cuadro de la novela, que tiende á demostrar como consecuencia in- mediata "lo poco que hay que fiar de llaves, tornos y paredes, cuando queda la volmitad libre, y de lo menos que hay que confiar de ver- des y pocos años si les andan al oído exhortaciones de estas dueñas de monjil negro y tendido y tocas blancas y luengas". En ambas producciones liay un viejo setentón que toma por esposa á una pre- ciosa muchadha de quince abriles, dotándola riquísimamente ; en ambas son tan celosos estos viejos, que no consienten haya en su casa gato ni perro macho, sino hembras ; en ambas las jóver.es se- ñoras excitadas, soliviantadas, aleccionadas y ayudadas por una ce- lestina, sin que para nada entre el verdadero amor, se echan en brazos de un guapo y atrevido doncel, movidas sólo por la sensuali- dad; en ambas se quiere probar, en definitiva, como después lo han hecho Moliere y Moratín, que los celos exagerados son malos con- sejeros y, sobre todo, que los matrimonios desiguales, entre mucha- chas y viejos, rara vez dan buenos resultados. Sólo hay la diferen- cia, según queda dicho, que el asunto se trata en broma, y con harta desenvoltura, en el sainete, y en serio, y con fines verdaderamente ejemplares, en el cuento. Las dos muchacihas que figuran en el sai- nete. la recién casada y una mozuela su sobrina, son un par de bribonas redomadas, sin decoro, sin vergüenza, llegando la tal so- •brinica á lamentarse de que no le haya traído también á ella la alcahueta algún frailecico ])ara refocilarse con él, al par que su tía; en cambio, en la novela no existe esta cínica desenvoltura, al menos por lo que hace á la heroína, que es arrastrada más bien por cierta especie de fatalidad ó dcterminísmo, casi insuperable. En la novela, los cónyuges se llaman Carrizales y Leonora, y en el sai- nete, Cañizares y Lorenza: ¿cuál es anterior? Aunque á primera vista parece que el primitivo es el entremés, yo me atrevo á aven- turar la hipótesis, por razones que se explanarán en lugar más EL VIEJO CELOSO 53 I oportuno, de que lo primero que se escribió fué la novela, pero no como la publicó Cervantes. Grandes diferencias median, sin embargo, entre ambas obras, especialmente en el carácter de la esposa. Leonora es recatada y Lorenza licenciosa: Leonora rehuye todo pasa- tiempo peligroso, y admite á Loaysa creyendo que va sólo á proporcionarle honesto solaz y recreo; Lorenza oye con agrado las insinuaciones de la vecina Hortigosa y desea el momento de que se cumplan sus promesas; Leonora llora, se resiste y vence en la lucha con su seductor; Lorenza, por el contrarióle entrega y rinde á toda su voluntad; por eso eLaútór ^, de quien son estas reflexiones, afirma la no exis- tencia del parecido entre la novela y el entremés y califica tal creencia de grande despropósito. Sin embargo, bien claro se ve que El Viejo celoso y El Celoso extremeño no son sino dos formas de un mismo asunto ó idea, y por cierto que en ambas el estudio psicológico es admirable. '"Afirmada la semejanza entre el entremés y El Celoso cxiremeño, pudieran pasar por imitaciones indirectas de aquél variedad de obras, tales como las comedias El Celoso extremeño ó Los Celos de Corriaalcs^ de don Antonio Coello. en que este asunto, eminentemente psicológico, se altera, con poco acierto, en argumento de aventuras; El Mayor impo- sible, de Lope de Vega, y su refundición, hecha por More- ío. No puede ser... el guardar á una mujer, donde se cambió por entero el sentido de la obra, pues se convierte en capri- cho lo que en los viejos de Cervantes es pasión y honda; pero es cierto que estas producciones son semejanzas y tra- suntos de la novela ejemplar exclusivaniente. Prescindiendo del entremés de Los Refranes del viejo ce- loso, de don Francisco de Que vedo, que poseía inédito y autógrafo don Aüreliano Fernández Guerra ^, en las colec- ciones de estas jocosas piececillas andan algunas parecidas á la de El Viejo celoso. 1 MÁiXEZ, Los entremeses de Cervantes, pág. 153. 2 Vidal de V.\lencl\no. El entremés de los refranes, ¿es de Cer- rantes?, pág. 20. 532 EL TEATRO DE CERVANTES A principios del siglo xvii un anónimo volvió á utilizar e^te asunto para el entremés titulado La Capa y las f ¡(juras ^ Dos jóvenes en estrecha sujeción de un hermano tonto, pero muy celoso de su honra, se conciertan con dos amigas para que entren en casa los cuatro novios de todas, que son el barbero, el sacristán, el boticario y el doctor. Usando el mismo recurso desenvuelto en El Viejo celoso, ambas ami- gas fingen enseñar al hermano una capa que desean vender, y extendiéndola ante sus ojos, por detrás se escurren los cuatro hombres, que luego disfrazados se llevan sus amadas ante el abobado guardián. Imitación suya, aunque harto desmedrada y pobre, es el entremés de Los Linajudos ~, de autor anónimo. Braguillas, enamorado de la linda Estefanía, trata de sacarla de la casa cíe sus padres para casarse con ella, única forma de conseguir- le, dada la resistencia paterna. Favorecido por las pretensiones de nobleza de sus futuros suegros, D. Geripurnio y D.^ Meli- sendra, el artero Bacuco aconseja á Braguillas que se disfrace como forastero y visite á D. Geripurnio, diciéndose su pa- riente, y así se hace. Trábase discusión sobre el parentesco; e^ supuesto deudo, para persuadir á su engreído contradictor, "extiende un papelón grande, en que estará copiado un escu- do de armas, con una cabeza de carnero muy grande, y dife- rentes pitones, grandes y chicos, y otras cosas á este modo", y mientras tanto, por detrás del papel se llevan á Estefanía. La alteración que su falta ocasiona en la casa se calma al apa- recer ella casada y acompañada de mucha gente. Es obra muy chabacana y apayasada. Un aire se da con éste el entremés de D. Agustín Mo- rete, La Burla de Panto ja ^ ; pero aquí no ponen delante del celoso, ni del padre, .tela ni papel alguno, sino que Guijarro mismo, enamorado de D.** Juana, la hija del abogado don Lope, fingiendo informarle de litigios suyos, se pone de- 1 Ms. en la Bibl. Nacional. 2 Arcadia de entremeses, pág. 105. 3 Autos sacramentales: Madrid, 1675, 4-' EL VIETO CELOSO 533 lante de él, y, mientras tanto, el astuto Pantoja roba la don- cella. La obra es de chiste, pues harto conocidas son las dis- posiciones de Moreto para lo cómico y su excelente habili- dad y gusto para el género entremesil. Argumento semejante ofrecen otros muchos entremeses, como El Doctor y el enfermo, de Quiñones; El Letrado, Leí Dama encerrada, La Mida, de Cáncer: El Sordo y el letrado, de Quiñones; El Pleito de Garapiña, de Quiñones; El Pleito del Mochuelo, El Pleito del borrico, El Pleito del cebadal, La Petición, Descuidarse en el rascar (Monteser?). El Doctor Soleta, El Mochuelo, La Mona de Taraz-illa, El Tío y el so- brino. El Zapatero y Don Terencio, Francisco, ¿qué tienes?, de Castro; El Informe sin forma, etc. Con el título de El Zeloso ^ se representó en los teatros de la corte un saínete parecido en cierto modo á la obrita cervantina, si bien es mucho más inocente en su argumento y en su desempeño. El tipo de D. Cosme ec{uivale al de Cañizares; pero D.^ Aleiicía es mucho mejor esposa que D."" Lorenza. Esta ofende la honra de su marido, mientras que aquélla sólo traza una inocente burla, sin consecuencias de ningún género, para curarle de su manía, ridicula en este caso, pero no en el descrito por Cervantes, según acreditó la exf/eriencia. Cuéntanse aquí de D. Cosme casos y costumbres iguales enteramente á los de Cañizares : dice la encerrada esposa : Peor que todos es un marido majadero, que ha dado en celarme tanto, que hasta los gatos y perros ha echado, Clara, de casa, diciendo que le dan celos. Don Toribio. ; Cómo ha entrado sin llamar? I Saynete intitulado El Zeloso, representado en los teatros de esta Corte, para cinco personas. Con licencia: En Madrid: nñn de i~o¡ : 4.", 8 págs. á 2 cois. EL TEATRO DE CERVANTES Doña ]Me.\cí.\. ¡ Bueno está eso porque se lleva la llave para ]>oder con silencio entrar cuando se le antoie. Don Cosme. Este demonio en mi casa á todas horas. Reniego de él y de quien fué la causa de que venga, pues sospecho que no viene á ver mis barbas, sino por Mencía. Uno de los mejores entremeses del insigne autor de ellos, Luis Quiñones de Benavente, es el llamado Éntrenles famoso del Ángulo ^; su asunto tiene también alguna semejanza con el del J^icjo celoso. Trátase de la Ijurla liecha por un in- genioso amante para sacar la dueña de sus pensamientos de la prisión á que la tenía reducida su padre. Taragontia, que tal es el nombre de la dama, escribe á su galán. Polva- reda, la siguiente carta : Mi bien : no puedo veros ; más me guarda mi madre que dineros ; si es que sois fino amante, este remedio es só'o el importante : yo me he fingido enferma, haciendo más melindres que Belerma, y mi padre ha enviado á buscar un doctor; bien disfrazado vendréis vos á curarme, porque con esta industria he de casarme. Entra poco después el fingido doctor, preguntando quién e.i la enfenna. Vejete. Es mi hija y doncella. Doctor. ¡ Gran dolencia ! Dichosa si lo lleva con paciencia. Para comenzar la cura, el galeno abraza á la enferma, á lo que pregunta el padre, escandalizado : I Navidad y Corpus Christi festejados, Madrid, 1664. Núm. 230 de la Calece, de Entremeses de la Nueva Biblioteca de Aut. españoles. 1 EL VIEJO CELOSO 535 Señor doctor, ,:no me dirá, así viva, dónde estudió esa ciencia abrazativa? Afirma el galán que él trata las dolencias por vía astro- lógica, y para saber de golpe lo que promete la enfermedad aquella manda á sus auxiliares que examinen el astrolabio. Sacan una gran tabJa con el globo celeste encima y cárgan- sela al pobre Churrete Calvete, y mientras él la sostiene con tiento, cara al Norte, el fingido doctor le arrebata á su hija y se va, seguido de sus ayudantes. Al verse -solo comprende Churrete la burla, y montando en furiosa cólera, ármase á toda prisa y sale en busca de los fugitivos, á los cuales halla, tomados de la mano, y á sus pies. Pero después de amena- zarlos de muerte, acaba por decir : Ahora bien, esto está hecho; si -he de ablandarme algún día, más vale que sea luego ; mi bendición y e! perdón y á contar el dote presto. Y, por último, debe asimismo recordarse aquí el entre- més nuevo El Cesto y el Sacristán ^, compuesto por el fe- cundo autor de la decadencia del género, Francisco de Cas- tro, y cuyo asunto es también oriundo de la Edad Media. Una mujer, sorprendida por su marido en culpable intimi- dad con el sacristán Rincón, esconde á éste en un aposento contiguo. Para hacerle salir sin que el esposo le vea. finge que éste trae una paja en un ojo y se brinda, con cariñosa solicitud, á sacársela. El sacristán, como agudo, comprende la treta, y se desliza por detrás del engañado marido mien- tras se hace la simulada operación. Vejete. ¿Sale? TrsTA. Ya sale. I Entremés nuevo, El Cesto y el Sacristán, Compuesto por Francisco Je Castro, arto de i/oS; pág. 47 del Libro nuevo, de entremeses, inti- i'.úado: Cómico festejo, su autor Francisco de Castro... Tonto primero. Sin pie de imprenta- (Licencia del Consejo, Madrid. 8 de Febrero de 1742.) 8.0; 19 hojas de prels. y 195 págs. 536 EL TEATRO DE CERVANTES Vejete. INIucho va doliendo. ¿Sale? Justa. ¡Válgate Dios!, ya va saliendo. Vejete. No la dejes aaá. Justa. No liaré, marido. Vejete. ¿Ha salido, mujer? Justa. Sí; ya lia salido. Vejete. ¡ Mira bien si solió. Justa. Ya salió fuera, que no os dejara yo si no saliera. II LA CUEVA DE SALAMANCA Las cuevas de Salamanca. — Su Historia pOr Botello de Moraes. — Ante- cedentes del argumento de este entremés. — Su examen crítico. — Imitaciones. — El Astrólogo tunante de Bances Cándame : El Drac/o;i- eillo de Calderón; Entremés del Molinero; El Enredo más bizarrj de Coeilo Rebello ; El Soldado exorcista de Zabala y Zamora. — Otros entremeses y saínetes. — Las comedias La Cueva de Salamanca, de Alarcon, y Celos, aun imaginados, conducen al precipicio, de Fernán- dez de Bustamantc. — Imitaciones extranjeras. Fray Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro, insigne be- nedictino, uno de los hombres más sabios y más útiles que ha tenido España y á cuya estudiosa aplicación se debe el destierro de no pocos errores vulgares, disertó largamente contra el de Las Cuevas de Salamanca, en su Teatro crítico universal ^. Pero ni sus esfuerzos, ni los de otros escritores, lograron desarraigar por completo esta-creencia-del' pu eblo : á ella hace relación Cervantes en el presente entremés, y ella sirvió como de fundamento para escribirlo. Conseja general fué un tiempo, y es aún entre las gentes ignorantes, que los árabes derramaron por la Península el uso de la magia y que para su enseñanza y predicación usaron pavorosas cuevas ó subterráneos, especialmente en Salaman- ca, en Toledo y en Córdoba, ó, según otros. Sevilla. La espe- cie de las cuevas andaluzas ha desaparecido del vulgo; la de las de Toledo acrecentóse con la fusión de otros cuentos tra- dicionales, como el de los Palacios del rey Rodrigo, Baños de la Cava, Torre encantada, etc. Mucho más extendida fué I Curbas de Salamanca, y Toledo, y mágica de España, Di-scurso 7 del lomo vii. 338 EL TEATRO DE CERVANTES la boga de las Cuevas de Salamanca, y no solamente corrió por el vulgo, mas también por los escritores, como el P. Mar- tín del Río, D. Francisco de Torreblanca y otros. Varias de las concavidades ó crij>tas de aquella ciudad gozaron fama de mágicas, como la cueva de la jNIadre Celestina, no lejos del Colegio del Rey, en una peña que domina el Tormes, y otra en la margen opuesta del río, frente al camino de Tejares, en la peña de Hierro. Pero todas ceden "á la archicueva de los nigromantes, que lo es la de San Ciprián, nombre que, sin duda, se le puso, aún más que por una pecpieña capilla del santo que allí permanece, por la coiisideración de que San Cipriano fué mago antes de convertirse" ^. Hallábase esta gruta cerca de la iglesia mayor, al pie de una colina, en que estuvo el Seminario llamado de Carvajal, lugar que quedaba fuera de las primitivas murallas. Cierto autor supone que dicha gruta era correspondencia subterrá- nea con la ciudad, ó mina por donde, en ocasión de asedio, trajese agua del río, si le cortaban los manantiales de sus fuentes. Entendía el vulgo que allí el diablo en persona en- señaba nigromancia y otras artes diabólicas al limitado nú- mero de siete discípulos, quedándosie con uno de ellos por salario. Pero no se dejaba ver de los estudiantes sino en figu- ra de un brazo como de hombre, puesto sobre una silla, el cual hablaba y se meneaba sin cesar, y así explicaba todas las hechicerías y maldades. Otros creían que el demonio ejercía allí el oficio de oráculo, dando respuesta á los que iban á con- sultarle, como antiguamente liiciera en la famosa gruta de Trofonio. El ya mencionado P. Del Río, que dice haber visitado aquella aula diabólica, y D. Francisco de Torreblanca^, afir- man que un sacristán, llamado Clemente Potosí, enseñó allí en secreto las artes vedadas. Explicación semejante atribuye al origen de este rumor !>. Juan de Dios, catedrático de Hu- manidades en la Universidad salmantina por los años 1735, tomándola, segiin dice, de un antiquísimo manuscrito : 1 BoTELLO, Historia de las Cuevas de Salamanca, pág. 45. 2 De Mágica, lib. i, cap. u, núm. 4. LA CUEVA DE SALAMANXA 53q En cuanto á la fábula de la cueva de San Ciprián, lo que hemos podido averiguar es que adonde la cruz de piedra, en el atrio ó p'azuela que llaman del Seminario, había una iglesia parroquial llamada de San Ciprián, la cual está unida con la de San Pablo. En ésta habia una sacristía subterránea, á modo de cueva, que se bajaban unos veinticuatro pasos, la cual era muy capaz y vis- tosa. En ésta hubo un sacristán que enseñaba Arte mágica, Astro- logia judiciaria, Geomancía, Hidromancia, Pyromancia, Aeroman- cia, Chiromancia y Xecromancia ^. Inseparable del de las Cuevas de Salamanca es el nom- bre de D. Enrique de Villena, mal llamado' ^Marqués de Vi- llena, tan extraño como curioso personaje, cuya fama de brujo, astrólogo y hechicero es harto conocida. Según la le- yenda, no satisfecho D. Enrique con evocar y hacer presen- tes á Héctor y á Satanás ^ ; con meterse en una redoma, hecho tajadas, para ser inmortal ^ ; con fabricar una cabeza encan- tada semejante á la atribuida á Alberto Magno, y otras co- sas prodigiosas, engañó al mismo demonio, pues habiendo cursado con él en la Cueva salmantina y habiéndole caído Iri desgracia de quedarse por su cautivo, le dejó en su lugar la propia sombra, por lo cual luego tuvo que andar sin ella. Versión detalladísima de este suceso puede verse en la citada Relación del catedrático D. Juan de Dios. La Cueva de Salamanca tiene curiosa historia impresa, debida á la pluma del caballero portugués Francisco Bo- tello de ^loraes y Vasconcellos. cronista mayor de los Es- colares. Duendes y Estantiguas ^. Es obra satírica, por el estilo de los Sueños y otras de Quevedo, á quien deliberada- mente imita. Finge el autor una visita á las célebres grutas, en donde halla mil cosas maravillosas, v á Amadis de Gatila I Feijóo. Discurso citado, pág. 226. 3 CoT.\RELO Y Morí, Don Enrique de í'illeiia; su vida y obras, ^fa- drid. Rubines, 1896; 8.° 3 Quevedo, Visita de los chistes: Cubillo, FA Enredomado (El £«.7- }¡o de las ¡misas; Madrid, 1654; pág. 340), etc. 4 Historia de las Cuevas de Salamanca, d'el Caballero Francisco Botello de Moraes i Vasconcelos, Chronista mayor" de los escotares, Duendes, i Estantiguas; añadida, i últimamente ajustada por el mismo, £n esta segunda impression. En León de Francia. Con todas las l;,-,-iir:,is nccessarias. Año de I/34; 431 págs. en 8.« ."40 EL TEATRO DE CERVANTES y Otros personajes cai>allerescos vivos ; de las Cuevas hace fantástica descripción, como una especie de mundo misterio- so, formado de piedras y metales preciosos. Divídese el tra- tado en siete libros, y la mayor parte versa sobre las leyes, de la epopeya, el origen de los idiomas peninsulares y otras materias ; todo ello para autorizar el autor su poema titula- do El Alfonso. La obra, aunque pesada, no deja de tener gracia en algunos pasajes; fué muy leída en el siglo xviii y elogiada por el P. Feijóo. Realmente, el entremés de Cervantes muy poco se rela- ciona con esta conseja, y su título es harto impropio. El asun- to recuerda bastante algunos de los cuentos del Boccaccio,, muy conocidos del ajutor del Quijote, tales como los de la Jornada scgunrta, alguno de^ sexta, y aquel del árbol que hacía ver lo que no era. y cuyo argumento tanto se da la mano con el entremés presente. Este mismo asunto sirvió para uno curiosísimo antiguo, manuscrito en la Biblioteca Nacional ^. Cobeña, viejo celoso, parte á mirar por su hacienda, y entonces su mujer, joven y liviana, encomendada á la guarda de un criado bobo, envía á buscar por otro no menos tonto, y so color de hallarse en- ferma, al doctor Albaida. El bobo guardián, Axaraf, asómase á cierta ventana, y ve al doctor y á la dueña en amoroso cctloquio. Pero apenas baja, hállase con que el doctor ha desaparecido y con su ama, que le explica como aquella ven- tana está espiritada y tiene la virtud de hacer ver á cuantos á ella se asoman cosas cjue no son. El engañado guardián engaña á su vez al marido, per- suadiéndole que todo el motivo de sus celos es apariencia, porque lo hace aquella ventana, questá encantada y espiritada. Sepa que nuesama es honrada y que no tiene que ver con el doctor más que con su merced. ,; Quiérelo ver? Llámela aquí y á Chuzón con ella, y súbase en la ventana ; él verá como le parece que le abraza el doctor. I Entremés de un viejo ques casado con una mujer moza, etc. ; 34 hojas en 4.°, letra del siglo xvi ; Ms. en la Bibl. Nacional. Núm. 14 de la Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mogigangas de la Nue- va Biblioteca de Aut. españoles. LA CUEVA DE SALAIIAN'CA -M' Repítese la prueba, y el marido, ante la realidad de la escena, no puede persuadirse á tomarlo por ficción. Necesario es que no halle al doctor cuando lo busca con ánimo de ma- tarlo para que se reduzca á pensar que todo es superchería y obra de encantamento; terminando el entremés, como la in- mensa mayoría de los que tienen por argumento el adulte- rio, y como en el de Cervantes, burlado si esposo y triun- fantes los delincuentes. Manuscrito se halla también, en el mismo depósito, otro notable entremés sin título (¿El Duende f) \ cuyos interlo- cutores son un Sacristán. Filipina, Curcio y All^ertos. El sa- cristán trata amores con doña Filipina, mujer de Curcio, y la reduce á que se encierre con él en la torre por espacio de quince días, á fin de estudiar más cómodamente la lengua de Horacio. Pero antes de que esto se ponga por obra, el astuto sacristán halla modo de encerrarse con Filipina en su propio dormitorio. Siéntelos el marido y sale pidiendo á su criado la espada, el casco y la rodela para matar á los adúlteros. "Mire que debe de ser el duende", dice el mozo, pues el sotana ha derramado la voz de que tan incómodo huésped habita en la casa. Para acreditar ante los ojos del esposo la sospecha del criado, el sacristán, que se siente descubierto, concibe una treta, algo semejante á la del gorrón de La Cue- ra de Salamanca. Sale con libro abierto y el hisopo en la mano, diciendo : — Asperges me, domine hisopo, ct mundabo lababimc supcr vivendc albabor. Albertos. He aquí el duende. QuRCio. ¡ Ay, hijo, que es el sacristán; ¿no le ves? Albertos. Sí ; pues es duende y sacristán. QuRCio. ¡Hay tal maldad! Y ¿qué hacías vos en mi casa? Sacristán. La mujer de v. md. me iha llamado para que le ben- diga !a casa por amor de el duende, y yo lo he hecho así. I Entremés sin titulo; Ms. de 4 hojas en foHo. letra de fines del siglo XVI ; sign. C-i-2. Xúm. 17 de la Calece, de entremeses de la Nueva Bibl. de Aut. españoles; Madrid, 1911; A" ^42 EL TEATRO DE CERVANTES En esto llega la esposa infiel, medio desnuda y desgreña- da, gritando : ¡ Ay. amarga de nú ! que me lia de parar así el duende cada día y que no me mude yo desta casa. QuRcio. ¡Ay, doña P'ilipina! ¡ Ay ! ¿Qué es esto? Filipina. Calla, mal (hombre; que por estar yo en esta casa me para desta manera el duende cada día. El crédulo marido pasa por todo y aun se aviene á que- mar el pajar viejo, donde habita el supuesto duende. La mala mujer extiende el fuego más de lo necesario, y buscan- do bullicio y confusión protectores de su fuga, grita desafo- rada; y entre la muchedumbre de vecinos que acuden á apa- gar el incendioT^iuye con su amante á la torre. Entre tan- to el pobre Ourcio la busca desconá'olado, y no hallándola por parte alguna, la reputa muerta y la llora por tal ; el socarrón criado dice : — Vamos, que ella parecerá el tercer día, como ahogada. El entremés, muy libre, no carece de gracia, si bien los chistes son harto subidos de color. Se halla escrito con mu- cho descuido, pero tiene gran importancia por su antigüe- dad. No puede presumirse siquiera que Cervantes lo cono- ciese, pero sí debe de colocarse entre las formas ó precedentes del asunto de La Civcva de Solamanca. Es éste un cuadro crítico de costumbres admirable, y for- ma, como el Viejo celoso, joyita de inestimable valor. En él insiste Cervantes en la pintura de viejos maridos burla- dos por esposas jóvenes y casquivanas. Su aspecto ejemplar resulta excelente en cuanto tiende á descorrer el velo á pro- digios que cautivan á los necios ; pero no así por lo que á las mujeres y á la gravedad del matrimonio toca. Ama y criada quedan impunes en su liviandad y seguras de al- canzar, con el sacristán y el barbero, en otra ocasión, el logro de sus aviesas intenciones, y mientras tanto, las licen- ciosas parejas celebran una orgía en la misma mesa y pre- sencia del engañado esposo. Pero harto sabemos que nuestro autor no se propuso escribir obras edificantes, sino de gracia V pasatiempo. Tampoco juzgamos que sea defecto en esta LA CUEVA DE SALAMANCA 543 deliciosa pintura la exactitud del parecido con la realidad de las costumbres ; ni creemos que la obra reproduzca las or- dinarias ó frecuentes \ Los entremeses se nutrían principal- mente de la exageración, y. por otra parte, no debe creerse que todas ó las más de las mujeres casadas de aquellos tiem- pos fuesen tan hipócritas y livianas como Leonarda. Seria un error crasísimo pensar que en el siglo xvii no habia otro género de sociedad que la descrita en los libros picarescos. Cervantes — dice Klein — atenúa la sólita licencia de este gé- nero de obras, convirtiendo ésta en ingenuo chiste, velando lo escandaloso de las costumbres generales y conservando en la expo- sición y en ^el diálogo lo alegre y verdaderamente cómico. Alguien ha tomado este entremés por el mejor de Cer- vantes; dubitantes entre algunos, sólo afirmaremos que de lleno figura entre los más excelentes. Hállase la acción ma- gistralmente conducida, y aquí, como en la piececilla anterior, no puede quitarse apenas renglón alguno sin qtie la claridad de la obra perezca, y de los coloquios ó escenas solamente podría pasarse por alto la breve que media entre Pancracio y su compadre, y aun ésta sirve para afianzar el carácter de aquél. Delicia catisa ver tan finamente pintados los tipos de los interlocutores. El de la deshonesta esposa es un ver- dadero retrato ; no obstante las redttcidas dimensiones de la • pieza, el lector la conoce perfectamente: tan firmes y atina- dos son los cortos, pero seguros rasgos de su fisonomía. Igtial acontece con los demás personajes principales. La figtira de Cristina es deliciosa: cuanto se ha dicho de la sobrinilla antecedente debe entenderse repetido ahora. Carraolano. el estudiante, estropajoso y tracista, astuto y burlón, osado é hipócrita, es de las mejores personas cómicas que han salido jamás en entremés alguno. De los dos galanes, sacristán y barbero, éste resulta un tanto anodino y desvaído. En las primeras escenas se le llama maese Nicolás, como al rapista del Quijote: tal vez Cervantes aludiese á alguna persona I MÁiNEZ, Los entremeses de Cervantes, pág. 152. :>44 ''-I' TEATRO DE CERVANTES (leterniinada. Adolanie se le nomlira Roque (pág. 303) : acha- cille frecuente en los escritos del Principe de los Ingenios, tan poco amigo de revisar sus liorradores. El sacristán Re- ponce es modelo acabado, sin caer en lo bufonesco de los mo- nagos y chupacirios de nuestro teatro cómico clásico, aficio- nados al mosto y á las buenas mozas, bailarines ágiles y des- envueltos, picados de músicos y cantadores, y, en suma, c[ue- renciosos de todo linaje de bulla y jolgorio. Menos plausible es. á mi i)arecer, el tipo del marido Pan- cracio ; bien (¡ue no sospeche las desenvolturas de su mujer y la tenga por dechado de virtudes, pues que ésta es tacha de todos los maridos de teatro; pero lo que no se concibe fácilmente es su extraordinaria candidez, rayana en la tonte- ría. Aquel hombre, de cierta posición y cultura, cuyo discur- so y buen juicio vemos resplandecer en las primeras escenas de la piececilla. cree luego en las infernales artes de un es- tudiante apicarado y vagabundo; toma por diablos auténti- cos á quienes está harto de conocer y comunicar, y aun pasa como legítimas las expresiones y procederes que los ])seudo- demonios usan al final, bastantes á desengañar á un niño. Bien es cierto cjue si esto no fuese así, no habría entremés, á lo menos con este asunto. En esta parte mejoraron el des- arrollo del asunto algunos de sus numerosos imitadores ; mas los tipos del escolar y del sacristán no fueron mejorados por nadie. El presente, según Cavaleri ^, comprende tiempo de una tarde y tiempo de una noche; la acción pasa en un pueblo anónimo y de ella se representa la mayor parte en la casa de Pancracio y una parte pequeña en cierta calle del mismo pueblo, poco apartada de dicha casa. Ábrese el entreinés con una escena conyugal, tan dulce y delicada como las de Terencio, pero á quienes aventaja por las resultas cómicas. No se halla en ella — dice el dómine gaditano ^ — un movimiento (¡el corazón, frase ó giro que no sean propias de un tierno mando 1 Odio entremeses, tomo 11, pág. 44. 2 Rasguño de análisis, pág. 15. LA CUEVA DE SALAMANCA 545 que se despide y de una cariñosa mujer que siente en extremo su ausencia y soledad. Xadie que lea esta escena la primera vez de- jará de concurrir en los mismos afectos que yo he sentido. En la segunda lectura, como ya se sabe el argumento, se hace alto en ias palabras de Leonarda, se descifra el doble sentido de ellas. Engañado marcha á la boda de su hermana el confiado Pancracio, mientras su mujer, la hipócrita Leonarda, y Cris- tina, chicuela avispada y desenvuelta, le cubren de maldicio- nes. Dispónense á pasar excelente noche con sus respectivos amantes, los cuales, de avanzada, enviaron ya abundantes vituallas, pues como dice la esposa infiel : Es muy cumplido, y lo fué siempre, mi Reponce, sacristán de ".as telas de mis entrañas. Cristin.a. Pues riqué le falta á mi maese Nicolás, barbero de mis hígados y navaja de mis pesadumbres, que asi me las rapa y quita cuando !e veo. como si nunca las hubiera tenido? De rondón aparece un harapiento estudiante sopista, más socarrón que leído y más taimado que socarrón ; su entrada forma una de las mejores páginas del entremés : EsTUDi.\NTE. Señoras, yo soy un pobre estudiante. Cristixa. Bien se os parece que sois pobre y estudiante, pues lo uno muestra vuestro vestido, y el ser pobre vuestro atrevimiento. EsTUDi.\NTE. Otra más blanda respuesta esperaba yo de !a buena gracia de vuesa merced ; cuanto más que yo no quería ni buscaba otra limosna sino alguna caballeriza ó pajar donde defenderme esta noclie de las inclemencias del tiempo, que, según se me tras- luce, parece que con grandísimo rigor á la tierra amenazan. Leox.\rd.a. En verdad, Cristina, que me ha movido á lástima el estudiante. Cristix.a. Ya me tiene á mí rasgadas las entrañas. Tengámosle en casa esta noche, pues de las sobras del castillo se podrá mantener el real : quiero decir, que en las reliquias de la canasta habrá en quien adobe su hambre, y más, que me ayudará á pelear la volatería que viene en la cesta. Legn.^rda. Pues ¿cómo, Cristina, quieres que metamos en nues- tra casa testigos de nuestras liviandades? Cristin.a. Así tiene él talle de hablar por el colodrillo como por la boca. — Venga acá, amigo: ¿sabe pelar? 35 54t> EL TEATRO DE CERVANTES Estudiante. ¿Cómo si sé pelar? No entiendo eso die saber pelar, si no es que quiere vuesa merced motejarme de pelón; que no hav -para qué, pues yo me confieso por el mayor pelón del mundo. Cristina. Xo lo digo yo por eso, en mi ánima, sino por sabei si sabría pelar dos ó tres pares de capones. Estudiante. Lo que sabré responder es que yo, señoras, por la gracia de Dios, soy graduado de bacHiiller por Salamanca, y no digo... Leonarda. Desa manera, ¿quién duda sino que sabrá pelar, no sólo capones, sino gansos y avutardas? Y en esto de guardar se- creto, ¿cómo le va?; y á dicha, ¿es tentado de decir todo lo que ve, imagina ó siente? Estudiante. Asi pueden matar delante de mí más hombres que carneros en el Rastro, que yo desplegue mis labios para decir pa- labra alguna. Cristina. Pues atúsese esa boca y cósase esa lengua con una aguja de dos cabos, y amuélese esos dientes, y éntrese con nosotras, y verá misterios, y cenará maravillas, y podrá medir en un pajar los pies que quisiere para su cama. Estudiante. Con siete tendré demasiado, que no soy nada codi- cioso ni regalado. La llegada de los esperados produce el natural regocijo. El sacristán Reponce, cuyo de Leonarda, habla en estilo al- tisonante y campanudo, como acostumbran los tales en los entremeses, al contrario del barbero, que se expresa más lla- namente. Nuestro estudiante, que con su mansedumbre ha conquistado á las mujeres, avasalla á los hombres con algu- nos fieros oportunos ; quédanse todos con ojo sobre él. pero cediéndole fácilmente la dirección del cotarro. Entre tanto el burlado esposo y su amigo Leoniso sufren el percance de quebrárseles una rueda del coche de camino que les conducía; á lo cual Pancracio se decide á regresar al lado de su esposa, y se torna en busca de su vivienda. En ella está la zambra en su aix)'geo. Sale el Sacristán con la sotana alzada y ceñida al cuerpo, dan- zando al son de su misma guitarra ; á cada cabriola vaya diciendo estas palabras : Sacristán. ¡ Linda noche, lindo rato, linda cena v lindo amor! LA CUEVA DE SALAMA^•CA 547 Cristina. Señor sacristán Reponce, no es tiempo de danzar; dése orden en cenar y en !as demás cosas, y quédense las danzas para mejor coyuntura. Sacrist.^.v. ¡ Linda noche, lindo rato, linda cena y lindo amor ' Los golpes del marido á la puerta de la calle ponen á to- dos en stisto y confusión : i Fea noche, amargo rato, mala cena y peor amor ! dice el estudiante, y mientras Cristina conduce á los galanes á la carbonera y á Carraolano al pajar, asómase Leonarda á la ventana, y para dar tiempo á que todos se pongan en co- bro, entabla con el marido curioso diálogo, resistiéndose á reconocer á Pancracio. Entra éste, al fin. en su casa, y las engañadas mujeres le agobian con sus asiduidades. Pero el demonio enreda más aún el cuento. Cáesele al estudiante la paja á cuestas y grita que le saquen, pues que se ahoga; espántase Pancracio. túr- base Leonarda, mas al cabo todos se sosiegan. El mísero so- pista, que lia imaginado ya la más ingeniosa traza para des- hacer el tropiezo y cenar á sus anchas, sale lleno de paja y rezongando : Si yo no tuviera tanto miedo y fuera menos escrupuloso, yo hubiera excusado el peligro de ahogarme en el pajar y hubiera cenado mejor y tenido más blanda y menos peligrosa cama. Panxracio. ; y quién os había de dar. amigo, mejor cena y mejor cama ? Estudiante. ¿Quién? Mi habilidad; sino que el temor de la jus- ticia me tiene atadas las manos. Pancracio. Peligrosa habilidad debe de ser la vuestra, pues os teméis de la justicia. Estudiante. La ciencia que aprendi en la Cueva de Salamanca, de donde yo soy natura!. Si se dejara usar sin miedo de la Santa In- quisición, yo sé que cenara y recenara á costa de mis herederos : y aim quizá no estoy muy fuera de usalla, siquiera por esta vez. donde !a necesidad m^e fuerza y me disculpa ; pero no sé yo si estas señoras serán tan secretas como yo lo he sido. Pancracio. No se cure de ellas, amigo, sino^ haga lo que quisie- re, que yo les haré que callen; y ya deseo en todo 'extremo ver 548 EL TEATRO DE CERVANTES alguna destas cosas que dicen que se aprenden en la Cueva de Salamanca. Estudiante. ¿No se contentará vucsa merced con que le saque aquí dos demonios en figuras humanas que traigan á cuestas una canasta llena de cosas fiambres y comederas? Leoxarda. ¿Demonios en mi casa y en mi presencia? ¡Jesús! Librada sea yo de lo que librarme no sé. Acepta el candido Paiicracio con tal que los diablos no vengan en ñg'ura espantosa, y Carraolano ofrece presentar- los bajo las del sacristán de la parroquia y del barbero, su amigo. De nuevo se espantan y acongojan las mujeres ; pero el estudiante, puesto en medio de la estancia, con grandes gestos y ademanes dice esta octava, imitada de las del arte antiguo : — Vosotros, mezquinos, que en la carbonera hallastes amparo á vuestra desgracia, salid, y en los hombros, con priesa y con gracia, sacad !a canasta de la fiambrera. No me incitéis á que de otra manera más dura os conjure; salid; ¿qué esperáis? Mirad que si á didha el salir rehusáis, tendrá mal suceso mi nueva quimera. Entrase el escolar á persuadirlos y al cabo salen con la canasta, con sorpresa de Pancracio y sobresalto de las da- mas. La escena que sigue es altamente cómica y primorosa- me n te m a ne j a da : Leoxarda. ¡Jesús! [Qué parecidos son los de la carga al sacris- tán Reponce y el barbero de la plazuela ! Cristina. Mira, señora, que donde hay demonios no se ha de decir Jesús. Sacristán. Digan lo que quisieren ; que nosotros somos como los perros del herrero, que dormimos al son de las martilladas ; nin- guna cosa nos espanta ni turba. Leoxarda. Llegúense á- que yo coma de !o que viene de la ca- nasta, no tomen nienos. Estudiante. Yo haré la salva y comenzaré por el vino. (Bebe.) Bueno es: ¿es de Esquivias, señor sacridiablo? Sacristán. De Esquivias es, juro á... Estudiante. Téngase, por vida suya, y no pase adelante ; ami- guito soy yo de diablos juradores. LA CUEVA DE SALAMANCA 5^() A petición de Cristina y con anuencia del marido, que quiere ver lo que nunca ha visto, los demonios son invitados :'i la cena, que se desliza en medio de la mayor alegría v cre- ciente maravilla de Pancracio. Toca y canta Reponce, avu- dado del barbero, una glosa burlesca y disparatada, con lo que el entremés se termina. IMuchas y muy curiosas son las imitaciones que de esta obrilla cervantina se hallan en nuestra antigua literatura en- tremesil y sainetesca. Una, y no ciertamente de las peores, hizo el célebre dramaturgo asturiano D. Francisco Antonio de Bances Candamo, con el título de El Astrólogo tunante ^ Al mesón de Bárbula llega en demanda de posada un astroso sopista : Yo soy, señora, un pobre licenciado ; vengo de Salamanca, patria mia. y después que estudié nigromancia voy á correr el mundo adonde muestre mi saber profundo. A este efecto, en efecto, apresurado en unos alpargates voy montado ; dicen que á maravilla son las fiestas del Corpus desta villa, y á verlas he venido, aunque esté el carruaje detenido. Al mirarle pobre, envíale la linda mesonera al hospital, mas oyéndose requebrar por el socarrón estudiante, accede á albergarle en su casa. La mesonera Bárbula, que aquí sus- tituye á la Leonarda, de Cervantes, espera y recibe aquella noche á sus galanes, que son nada menos que cuatro: un sa- cristán, un doctor, un sastre y un hidalgo, cada uno de los cuales conduce su correspondiente regalo ú ofrenda. I Entremés nuevo de el Astrólogo Tunante. (Al fin:) Con licencia. En Sevilla, en la Imprenta de Nicolás Vázquez, en calle de Genova: S.°; 4 hojas sin foliar. — Otra impresión sin lugar ni año. — Otro Ent¡e- mcs nuevo de el Astrólogo Tunante. (Al fin :) Se hallará en la Librería de Qiiiroga, calle de la Concepción, con otros varios. Comedias antiguas, V nuevas. Autos, Saynctes, Entremeses y Tonadillas. Año de 1793- — Otra impresión: Entremés del Astrólogo tunante. (Al fin:) Con Itcencta. Barcelona: Por Matheo Barceló: 8.". i6 págs. con una pésima eslampa en madera. 3^0 EL TEATRO DE CERVANTES Para hacer mayor y más verosímil el efecto cómico del final, Bances acude ingeniosamente al recurso de dotar á cada pretendiente de un disfraz que traen prevenido para celebrar con juego y algazara la elección y proclamación de cortejo. (|ue a(|uella noche ha])rá de hacer Bárbula. Cuando mayor es el contento y cuando todos se disponen á devorar la suculenta cena traída por el sacristán, llama á la puerta Lorenzo, el marido que se creía ausente. Confusión y an- gustia. Ouédanse todos turulatos sin saber por dónde huir ó esconderse ; pero la serena esposa los acomoda perfecta- mente. Al sacristán mete en el horno caliente ; al doctor, en una tinaja llena de agua; al sastre, en un cesto colg'ado, y al hidalgo hace entrar en la artesa, y así, cuando el marido llega, todo aparece en orden y sosiego. BÁRBi:i.A. ¿Cómo os volvéis á estas horas? Lorenzo. ¿Cómo? Estando ya muy lejos se míe acordó que no había abrazádoos, y así vuelvo á daros aqueste abrazo. BÁRBULA. 4 i Que seáis tan gran jumento! Lorenzo. Cenemos. BÁRBUi.A. No hay que cenar. Pero el sopista, que todo lo' ha visto y oído, se presenta ante el matrimonio, diciendo : Sí hay. Lorenzo. ¿Quién habla? Astrólogo. Yo, que soy un pobre i)asajero astrólogo, y al conjuro haré que aquí venga luego la cena. Lorenzo. Esconjure usted, que desde luego le ofrezco cenar cuanto el diablo traiga. Hace el astrólogo que conjura con pavorosos aspavien- tos, y luego obliga á la huéspeda á ir sacando y trayendo los presentes de sus galanes. LA CUEVA DE SALAMANCA 35 I Astrólogo. Huéspeda, de ese horno saque manteles y pies de puerco. Bárbula. Sacristáx. Bárbula. Lorenzo. Astrólogo. Bárbula. Astrólogo. Bárbula. Astrólogo. (Sacristán, disiniulenios y dame cuanto te pida.) (Aunque pidas el pellejo.) Ya está aquí. ¡ Qué bravo oficio es éste ! Aún hallaréis dentro una empanada. Aquí está. Pues mientras '.os dos comemos, traed con que yo me vista mañana. ; Qué es dello ? Allí hay sotana y bonete, ropilla y calzón. Ahora también regalaros quiero con una gala. Allí está, metida dentro de un cesto. Voy á un conjuro más recio: Por el ahna de Alerlín, que descansa en los infiernos, te pido, tinaja, ahora, que de los vapores densos de tus cristales, congeles doblones. Traedlos presto, que allí están en un bolsillo. Así va quitando á los temerosos galanes sus ofrendas, y luego, para hacerles salir, los conjura por los disfraces que t'-aían prevenidos, y tal aparecen ante los asustados ojos del crédulo marido. Astrólogo. ¡ Salga un tigre ! (Sale el Doctor, de tigre.) Lorenzo. ¡ Ay Dios, qué fiero ! Astrólogo- ¡ Salga un mono ! (Sale el Sastre, de mono.) Lorenzo. ¡ Qué dimoño ! Haciéndome viene gestos. 552 EL TKATRÓ DE CIÍIRX'AXTES AsTKÓLücio. ¡ Salga un león ! (Sale el Hidalgo,, de león.) Lorenzo. ¿ Esto más ? no doy por mi vida un bledo. Lástima es que tan linda imitación se adocene al final, acabando de una manera asaz grotesca, pues, como dice el autor, no se puede cjuitar el uso de que acabemos los entremeses con palos y las jornadas con truenos. Pronto experimentó nuestro asunto un cambio impor- tante y fué el de la profesión del improvisado hechicero. Acaso por respetos á los hábitos escolares ó por encontrar la travesura más propia del carácter tracista de la gente de gue- rra, los poetas convirtieron al sopista en soldado alojado, recordando, sin dtida, las astucias y artimañas que la poco escrupulosa conciencia de los tales forjaba para procurarse alimentos á poca costa. Tal vez el más antiguo ejemplar de esta novedad sea el lindo juguete llamado El Dragoncillo ^ del gran poeta D. Pedro Calderón de la Barca. En casa del gracioso, c|ue anda temiendo á la justicia por no haber solventado una deuda, aloja el alcalde al soldado de dragones Juan Jaramillo, de muy fácil acomodo, pues, como él dice : Señora patrcna, no se desconsuele, que iheciha á trabajar viene la persona, (Por Dios que es asi, así la tal ])atrona.) y con una ensalada, un jamón, ima polla, una empanada, unos rábanos y unas rajas de queso y unas aceitunas, pan y vino., y de dulce algún bocado, como quiera lo pasa Juan Soldado. I Incluido en las Flores del Parnaso para recreo del enfeiidiinienio, ¡or los mejores ingenios de España: Zaragoza, Pascual Bruno; sin fe- •-ha (iicencia del \^irrey en Zaragoza á ii de Diciembre de 1708); 8.°, y reproducido en Autores espartóles, Comedias de D. Pedro Calderón de la Barca, tomo iv, pág. 618 y sigts. LA CUEVA DE SALAMAN'CA 353 Otros apetitos asaltan al Dragoncillo ; requiebra con in- cendiarios cantares á la patrona; pero el marido sale con una tranca, y aunque teme al alojado, éste acaba por refugiarse, sin cena, en el pajar. Vase á retraer el marido, y llega el inevitable sacristán con unas alforjas provistas de casi todo lo que el soldado pedía, vertiendo latines y buen bumor. Cuando los amantes se disponen á solazarse, he aquí que el gracioso, temiendo al enamoradizo dragón, golpea á la puer- ta, llamándose el menor miarido de su mujer. Las viandas desaparecen; el sacristán se cobija debajo de la mesa, y el marido entra. Pero Jaramillo, que ha oído todo el suceso y trazado ya su idea, clama por que le desencierren, y, previa promesa de secreto, se ofrece á traer allí por arte mágica va- rios manjares con un ridículo conjuro que dice á medias con el crédulo marido, y á la evocación de : ¡ Oh tú que estás encerrado en donde yo me lo sé, ven de un Inifete cargado, y mira que quiero que no venga desmantelado. A mi mando de obedecer no te alteres, porque te diré quién eres y saldrá el enredo á luz. ¡ Aquí el buz ! Mal de su grado, el sacristán llega con la mesa á costi- llas, alumbrado por su propia amiga. Así van viniendo la empanada, la ensalada, el jamón, la polla rellena, rábanos , aceitunas, pan. (|ueso y una bota, ante los deslumhrados ojos del marido, que, entusiasmado, al fin pide "un menudo de vaca". Soí.uADO. Pues va de menudo. ¡Oh tú...! Teresa. (Ap-) (Hombre del diablo, repara que no hay más.) Soldado. Dice el demonio, que aqui al oído míe habla, que comamos alliora esto ; que después, si hiciera falta, traerá lo demás. 034 EL TKATRCI IMÍ CERVANTES Siéntanse, en efecto, á comerlo; pero el sacristán, que está sufriendo el suplicio ele Tántalo, arrebata lo cjue puede de la mesa, á pesar de las voces del pobre gracioso, cpie no logra tajada ni sorbo, pues, como el soldado dice: ^: Es mucho, si hay quien lo traiga, que haya tauil)icn quien, lo coma? Terminada la cena, el Dragoncillo propone, como postre, ver quien la ha traído, con grandísimo susto del ama y de la criada; pero como la acotación dice: Sale de debajo de la mesa el Sacristán y lleva un cohete ceba- do, y dando el trueno apaga !a luz y danse golpes unos á otros. Sin que pueda calificarse de maravilla el presente jugue- tillo, corresponde á la fama de su autor; vese que es obra improvisada y acaso escrita de un tirón, pero tiene frescura y positiva gracia, y es uno de los saínetes más lindos de don Pedro, no obstante sus exiguas dimensioaies. ]^Iucho ganó esta obrita en la refundición que en el año de 1866 hizo de ella D. Adelardo López de Ayala, con mú- sica del maestro Arrieta, y bajo el título de El Conjuro \ Representóse por la compañía de Anderíus, con el siguiente reparto: Parrado, Sr. Calvet ; Teresa, su mujer, Sra. Hueto; Un alcalde, vejete, Sr. Castillo; Juan JarainiUo, soldado, Sr. Orejón; Un saerisfán, Sr. Arderíus; U]ia criado, seño- rita Rubio. Casi todas las alteraciones se reducen á poner en verso cantable algunos lugares del antiguo entremés. Al fin dice : Calvete. Esta sencilla invención ha sido dos siglos antes ideada por Cervantes y escrita por Calderón. ■¿ Eh ? .Arderíus. ¡Vaya un par de estudiantes! I Repertorio de los Bufos madrileños. El Conjuro, entremés de Don Pedro Calderón de la Barca, manoseado por A. L. de A y fucsto en música por E. A. Madrid: Imprenta de José Rodrigue::, Caliario, j8, 1866; 20 págs. en 8." LA CUEVA DE SALAMANCA 555 Calvete. Ninguno tiene segundo. Arderíus. y ambos dieron su ciencia al género que ahora fundo. Alude Arckríus á (|ue en este año abrió ó inauguró en el teatro de Variedades sus célebres Bufos Madrileños, y quizá sería de las primeras obras esta refundición de Avala. Semejante á esta obrilla calderoniana es el entremés anónimo de El Molinero '^, de innegable habilidad y mérito : Soldado. ¿Este, seor huésped, es alojamiento? Molinero. Vuesasté se reporte, seor sargento. SoLD. ¿Ni á comer ni á cenar hay una polla? Mol. Pero habrá una pechuga de cebolla. SoLD. ¿No ve que hace mal para los ojos? Mol. Pues ¿hay más que comella con antojos? Vase el marido, quédase la huéspeda, recuéstase en un banco cá dormir el soldado. Surge el sacristán "con una bota, un paño y un poco de tocino", y por vía de saluta- ción dispara á su querida un largo retrato satírico. Sién- tanse á aliviar la carga, y cuando se hallan en lo mejor del gaudeamus, óyese ruido, túrbase 'el amante y se esconde en un aposento contiguo. El galán ntÁmero dos, que es el He- rrero, se presenta en escena "con unos pasteles" y completa el retrato empezado por su colega. Apenas lo termina, llama e' maridO' á la puerta, poniendo alarmados á los cortejos. La buena mujer encierra al herrero con el sacristán y entra el molinero á buscar herramientas para su trabajo, y cuando se halla á punto de descubrir la guarida de los amantes, el soldado, que todo lo ha visto y oído, se levanta para salvar á la afligida Tomasa : Soldado. Lo primero es comer é iráse luiego. Tomasa. ¿Sabe usted si lo hay, que eso persuade? Sold. Lo que digo he de hacer y no me enfade. Yo soy hechicero V hago venir manjares cuando quiero; I Entremés del Molinero. (Al fin:) Se hallará en la Librería de Quiroga, calle de la Concepción Geronima. junto á Barrio Nuevo, con otros varios, Comedias. Autos, Sainefes. y Tonadillas. Año de I79r, 8.^ i6 págs.— Otra impresión: Barcelona. C. Sopera, 1768; .8.° 5b6 EL TEATRO DE CERVANTES ¿por qué nic ihe de pasar con tal laceria? Ande, que eso es miseria. ¿ Ve ? Con este compás y esta postura levanto aquí figura, y del Polo que sopía del Favonio hago venir, por arte del demonio, un mil de cosas: ya por otra parte se mueven los espíritus de Marte ; y si acaso corriere mucho albornio, favorable se muestra Capricornio. Atended con cuidado : detrás del arconcillo me han tirado un pernil que, fiambre, ha de ser el remedio de nuestra hambre. ToM. Aquí está : dicho y hecho. SoLD. Vuelvo el compás y póngolo derecho. IMoLixERO. Por Dios que es la verdad. Mal año afuera para el alma que del jamón comiera. ¿Por dónde viene y cómo está tan tierno? SoLD. ¿Por dónde ha de venir? Por el infierno. Así hace presentes, también, los pasteles del herrero. El marido, asombrado, quiere huirse de casa. SoLD. Pues ¿desto se ha aturdido? Los demonios me dan cuanto les pido, y si dello quisiere testimonios. haré que á pares vengan los demonios. Salen, efectivamente, enharinado el sacristán y tiznado el herrero. Rehusa el asustado huésped comer cosa ninguna traí- da por aquellos enemigos, pretextando que las viandas hie- den á azufre, empero se reduce y se sienta á la mesa con su mujer y con el soldado. ToM. ; Que los diablos se fu.esen en ayunas, que pudieran probar las aceitunas ! Mol. ¡ Que lástima les tengan ! SoLD. Pues con esto no más haré que vengan. ]\Iuy gustosos se añaden los fingidos diablos á los co- mensales, cogiendo en medio al espantado marido: ¡ Cómo comen los dos, San Anacleto ! y ¡ qué dientes que enseña el diablo prieto ! LA CUEVA DE SALAMANCA D?7 ¡Y que sea mujer ]a mi Tomasa y que no tenga miedo á lo que pasa ! Los demonios diviértense á costa del molinero, priw'in- dole de comer y de beber, y, por último, le apalean y se lo llevan en volandas, con lo cual se da fin. Inspirándose en esta pieza el portugués Manuel Coello Rebello, de la villa de Piñel, incluyó en su curiosa y rara colección bilingüe de entremeses Musa Entretenida ^, con el número xxii, uno titulado El Enredo más bizarro y histo- ria verdadera, muy digno de estima. Un pobre y abatido sol- dado entra exhibiendo su boleta de alojamiento en un mo- lino, donde halla á la joven molinera; tiéndese á dormir en nn rincón, cobijado en su manta, cuando entra furtivamente el sacristán, cortejo de la linda huéspeda, favorecido de la ausencia del molinero. Pero el sacristán no viene solo ; trae consigo unas provistas alforjas: aquí tienes jamón y ahí un capón. carnero, pan y vino, porque dijo el adagio anda el camino; tüdo viene prestado y aprestado en el horno lo mete, en esa caja, mientras el gusto nuestro amor baraja. Pero los amantes no cuentan con la flaqueza de los polli- nos del molinero, y así éste, cuando más estorba, llama á la puerta gritando: ¡ oh pesia !a burra, amén, que se cayó con la harina ! El asustado galán acaba por esconderse detrás de ima artesa, mientras la mujer oculta las viandas. Kntra el ma- rido renegando del jumento y pidiendo de cenar: Xo hay más que tocino en casa I Mvsa entretenida de varios entremeses. Por Manoel Coeülio Re- l'ello da Villa de Pinliel... En Coimbra. Cuní todas as lieengas neecssa- rias. iVíi officina de Manoel Dias inif^resor da V niuersidade ; anuo 1658: 8.°, 4 hojas de prels. sin foliar y 248 págs. 358 KL TKATRO DK ClíRVAiXTES dice la mujer. Confórmase el molinero, repara en el soldav do, y movido de compasión, le invita á participar de su fru- gal cena. Hácelo así el militar y. como bien enterado de lo que hay oculto, dice : Yo le quiero pagar á usesea la merced que me ha hedho, porque vea quie, aunque poibre soldado, soy honrado, y para pagarle en parte vaÜéndome del arte metihamorfosea fisica spondea, que aun los babilónicos enlea, mire esta pelotilla, sople luego. Por las llamas donde el fuego luceferino amenaza del cancerbero portero de aquesa gruta, que lo encaja la maldita gente alli que usé luego, traiga aquí cuatro panes de esa caja. Hácelo así, aunque renegando, Catalina, y con otros no menos ridículos conjuros, salen todas las demás viandas ocul- tas en el horno, ante la estupefacción del molinero. SoLD. Y por ser agradecido á la ofrenda que me ha hecho, .sepa, pues, que el demonio en casa tiene. Trátase de arrojarlo de ella y el hechicero improvisado demanda en qué traje y figura desean que salga, á lo cual la mujer, que ha comprendido el enredo, pide que de sacristán, y el soldado le compele con su conjuro, á que responde dentro escondido : Déjame aquí te ruego, que si me a-prietas más, aunque te asombre me iré á meter en el cuerpo dése hombre ; ante cuya amenaza el desventurado marido se huye, con lo cual el entremés se termina sin peligro y aun con baile, can- tando Catalina esta letra, (jue da poca esperanza de su arre- pentimiento: l.A CUEVA DE SALAMAN'CA SSg Quien se acuerda de maíes que han pasado, de los bienes presentes no 'hará caso. El entremés es gracioso, pero inferior al del Molinero; resultan pesados los conjuros del soldado, porque se repiten para cada objeto que ha de salir del horno. Según Hartzenbusch ^, D. Gaspar de Zabala y Zamora refundió el entremés de Calderón en el conocidísimo saínete El Soldado c.vorcista ~, bien que la refundición pudo muv bien ser de cualquiera de los anteriortmente citados. Este sai- nete. que divirtió grandemente á nuestros abuelos, es una miitación bastante graciosa del asunto de La Cueva de Sa- laiiiaiica. Adolece de los defectos generales del género v del tiempo. Las gracias son á veces chocarreras y las situaciones apayasadas ; pero hay bastante habilidad en el desarrollo de la trama, auncpie en esto se aleja hasta el infinito de Cervantes. El autor acepta todas las modificaciones que se habian establecido en la obra. Creó el insulso personaje de la tía Berruga, no lugareña astuta, sino murmuradora y par- lanchína. La escena es en un pueblo inmediato ó. Aladrid. El sa- cristán Feliciano envía á la desenvuelta Casilda, v en oca- sión de la ausencia del marido, el pastor Chaparro, una pre- ñada cesta conteniendo cabrito, una perdiz, un gazapo, una magra, turrón, queso y manzanas, con idea de ir á disfru- tarlo aquella noche en compañía de su oíslo. Entra alojado Juanillo, soldado tan desaprensivo como acredita ya su presentación en escena : Sea en esta casa todo lo que hace falta á un soldado, que es cena, una Iniena cania, buena patrona y tabaco, I Autores españoles; Comedias de Calderón, tomo iv, pág. 6i8. 2 El Soldado exorcista. Saínete nuevo. Ms. de 27 hojas en 4.°; Bibl. Municipal de Madrid, 1-159-31. Aprobación autógrafa de Fr. José García Carrillo (Aladrid, 26 de Agosto de iSiS). Licencia del doctor D. Francisco Ramiro y Arcaros (Madrid. 1 de Septiembre de 1818). 56o EL TEATRO DE CERVANTES que de todo lo demás de sofera conmigo traigo. Después de reíjuehrar á Casilda, pide de cenar y cama, escuchando la triste noticia de (pie ninguna de ambas cosas se le pueden facilitar, con lo cual se resigna á tumbarse so- bre un banco. Viene muy contento el sacristán, y cuando se dispone á dar cuenta de la cena, en dulce amor y compañía de Casilda, llega inopinadamente el bruto pastor Chaparro. Las viandas se retiran y el galán se oculta. Entra el marido y demanda también comida ; la mala esposa se la niega ; pero el soldado determina chasquear á los criminales amantes. Traba conversación con el hambriento pastor y le convida á cenar opiparamente, valiéndose de su libro mágico encan- tador : (un Hl)ro donde se apunta el gasto de nuestros ranchos) ; y después de terribles conjuros (cjue no se ponen), hace pa- recer allí todas las viandas que los amantes tenían ocultas, con grande asombro del candido Chaparro y rabia del sa- cristán y de su coima. Feliciano. (De aqui saco, á bien librar, por lo menos un tabardillo pintado.) CASILDA. (¡Que este bribón de alojado nos jugase aquesta burla!) Chaparro. ¡ \'álgame Dios ! Vaya, yo estoy como un espantado. Felic. Yo lie pagado la cena, otros la manducan, y tengo al fin que aguantarlo ; si á más llevo una paliza, digo á Dios que la he logrado. Xo contento con esto, Juanillo cobra las cuatro pesetas, cihorros del simple Chaparro, que éste le ofrece por la buena cena, y además, en pago de su silencio, un duro de la mu- LA CUEVA DE SALAMANXA 56 1 jer y tres del amante, á quienes ingeniosamente asusta. Por último, para sacar al sacristán de su escondite y ponerle li- bre en la calle, persuade al simple pastor de que está en su casa el diablo Fian Kin Kon. jefe de todos los diablos, y se obliga á cebarle fuera. Y por que no les dé espanto e! ver tu horrenda figura, sal en traje de monago ó sacristán, y de nuedio cuerpo arriba tapado. A fin de que no vuelva, parte Chaparro á atrancar la puerta, y el soldado pone remate al saínete con la consi- guiente aplicación moral, diciendo á Casilda : Patrona, cuidado con lo que hacéis, que si ahora mi astucia pudo sacaros del apurillo, mañana en el garlito os pillaron. Chap. Ya queda bien atrancado. JuAX. E'. si es que vuelve, vendrá de sacristán disfrazado, con que garrotazo en todos los que huelan á monagos. La versificación es, como ha podido notarse, toda en romance, fácil, pero prosaica. Asunto semejante, en alguna manera, al de La Ciicz'o de Salauíaiica lo ofrecen otros entremeses y saínetes. Al rego- cijado ingenio de Luis Quiñones de Benavente, se debe el lindo entremés del Molinero y la Molinera, reproducido en la colección de Rosell ^, que recuerda bastante, sobre todo en las primeras escenas, la obrita de Cervantes. ^Molinera. Ahora, señor, id enhorabuena ; ya entendéis lo demás. I Tomo II, pág. 281, y modernamemte en el tomo i de la Colccc. de 'iitrcinescs de la Nueva Bibl. de Aut. esquióles, núm. 2Q0. 36 562 KL TEATRO DE CERVANTES Molinero. Sí. ya lo entiendo: mi honra en vuestras manos encomiendo. AloL." ¡ Vaya al diablo el villano malicioso, si se acabase de ir!... Porque yo aguardo al Sacristán Anchuelos, que me ha muerto con unos kiries que cantó en la iglesia, con tal gusto, tal gracia y tal donaire... Sacristán. Z)o;;í/;ííí nica, ¿posiim ingrcdirc? ¿ílay embarazo, trampa ó garrotorum? que si 'hay algo desto, me afoforu/m. AIoL.*^ Entra, Anchuelos del alma, que te juro que de embarazo y trampa estás seguro. Francisco de Ca.stro, fecundo autor de estas obrillas, compuso una llamada Entrciucs de los Chirlos mirlos, in- cluida en su Cómico Festejo \ Este entremés, nada malo, parece en un principio (|ue va á ser una versión del Soldado exorcista ó del Dragoncillo, y. en efecto, esa debió de ser la intención del autor, dándole tan extraño corte acaso por dilatarse demasiado. Una de las primeras escenas es la lle- gada de un soldado alojado, el cual asegura que sólo se sus- tenta de un huevo escalfado cada día; bien que la escalfadura á la italiana, se brinda á los modernos cocineros : Ccgeráse una vaca no muy flaca y ha de abrirse por medio aquesta vaca : sácasele el bandullo, de manera que en su cóncavo quepa una ternera ; ábrese la ternera, y luego entero en su barriga métese un carnero ; abriráse el carnero, y enterito al punto ha de meterse allí un cabrito : el cabrito tamibién se abre hasta el cabo y luego adentro se le mete un pavo ; ábrese el pavo (es cosa peregrina) y pelada se mete una gallina; ábrese la gallina, y en su centro una paloma se le mete dentro; ábrese la paloma, y con gran tino en el hueco se mete un palomino ; ábrese el palomino bien cebado y un gorrión se le mete de contado; I Páf?. 79- LA CUEVA DE SALAMAN'CA 363 ábrese el gorrión, y decir debo que en las pediugas se le mete el huevo. Y todo aquesto ha de ser en un instante ; y !a vaca se cose con bramante. Hácese un hoyo, y todo aquesto junto en el ttioyo se mete luego al punto; y en mirando que está todo dispuesto una hoguera se enciende encima desto ; pruébase, y en hallando que está asado, es la seña que el huevo está escalfado. Saínete nuevo intitulado La Estera ^. Este sainete, que por su estructura y versificación parece un entremés del si- glo XVII, presenta alguna analogía con el asunto de que tra- tamos, principalmente al comenzar, advirtiendo, empero, que el final es muy diverso. Cierta doncella, de nombre Lucía, trata amores con un Sacristán, tui Boticario, tm \^aliente y tni Doctor, aunque sin saber, naturalmente, unos de otros. Llegan á visitarla por el orden dicho, y ella, so color de que es su padre quien llama á la puerta, los va obligando á meterse en una estera enro- llada en un rincón, juntamente con un gallego que surge allí en demanda del médico. Aliene, en efecto, el padre, y recelo- so de su hija, registra con esmero toda la casa, y al llegar á la estera salen todos los escondidos, con harta sorpresa del viejo. La doncella elige por esposo al Sacristán, como ocurre siempre en estas competencias. Son i)uenos tipos los del Sa- cristán y el Valiente. Por entremés del siglo xvii tengo también el sainete 11a- n ado La Estatua fingida ^, juzgando por su factura, versi- 1 Saínete nuevo intitulado : La Estera. Para oelio f^ersonas. J'alen- cia, Esteran, 1S14; 4.°, 6 págs. á dos columaias. 2 Saynete nuevo intitulado la Estatua fingida. Para cinco personas. Con licencia: en Valencia por José Ferrcr de Orga. Año 1S16; 4.°, S pá- ginas á dos columnas. — Publicóse también como entremés y con mejor texto y más completo con el título de Entremés del mico, sin 1. ni a. ; 8.". 5^ hojas sin numerar. — Otra impresión: Entremés del mico. (Al tin:) Ma- drid, 1/9^. Se hallará con otros 7'arios, Comedias, y Tragedias moder- 'ms. Comedias antiguas. Autos sacramentales y al Nacimiento, Sayneles y Tonadillas, en la Librería de Quiroga. calle de la Concepción Gcro- nima; 8.°, de 16 págs. 564 ^'^ TliATRO DI-: CERVANTES ñcación y aspecto general. El asunto recuerda mucho un cuento algo escabroso, aunque muy popular. Gila, mujer (ic .Antón, usa amores pecaminosos con el sacristán del i)ucblo. Aprovechando una ausencia de su ma- rido, la esposa adúltera le introduce con júbilo en su casa y le !)rin(la manjares y viandas delicados que negó á aquél; pero Antón vuelve cuando menos se le espera, sin haber modo de ocultar al intruso. Asústase éste, azórase la esposa infiel, re- vuélvese la casa, mas Gila halla un arriesgado expediente para salir del apuro, y es obligar á su amante á subirse á una mesa y estarse allí inmcnMl como figura de santo, y ella po- nerse como arrobada á sus pies. El bobalicón marido, al ver tal cuadro exclama : ¡ Pardiobrc que Gila es santa ! Miren con cuánta amistad ruega á Dios por mí y por ella que nos quiera perdonar. ¡ Qué haya lenguas tan malditas que me vengan á contar que á mi mojer la festejan el Cortante y Sacristán ! Favorecidos por esta industria, ambos adúlteros se abra- zan repetidas veces en presencia del marido, que corre á re- latar el milagro á todo el pueblo. El enredo se acaba, porque entre los curiosos llega el Alcalde, que descubre la tramoya. y aunque se enfurece y ordena moler á palos al sacristán, éste le desarma con un nuevo embuste. De la misma clase es el entremés de Los Tres enemigos del alma que se lee en la citada Musa Eiüretemda, de Coe- 11o ^. Una mujer recibe clandestinamente en su casa tres ga- lanes : un barbero, un boticario y un sacristán. Torna borra- cho el marido cuando menos se espera, y halla á todos; pero la astuta mujer le hace creer que aquellos tres son los tres cuadros ó estatuas que se necesitaban para un altar, y que representan los tres enemigos del alma. El curioso marido ios examina con escrupulosa atención, y de aquí se siguen r Entremcs II; págs. 12 y sigts- LA CUEVA DE SALAMANCA 563 las burlas que ellos le hacen, precursoras de la general paliza obligada. Bastante aire con el asunto de La Cuera de Salaiinniea se da el Entreuics del botero Maestranzos, publicado como anónimo en la Arcadia de entremeses ^. Comienza también con la tierna despedida que el botero hace de su hipócrita mujer; surge luego el galán sacristán Casquete con sabrosa cena prevenida, y se disponen á devorarla en grato amor v compañía. Olvidansele al marido las espuelas, y vuelve á su casa. Llama y no le abren, y aun el triste oye algo que no quisiera haber oído, dando ocasión á la siguiente escena, en verdad cómica : ]\Iaestranzos. Abre, Catalina mía. abre, mi querida amada. Casquete. {Dentro.) Brindis. Catalina. (Dentro.) Hago la razón. Maest. i Válgame Santa Gerarda ! ¿Si es en mi casa este ruido? Xo, no puede ser en mi casa, que aqueste ruido es de boda. C.'\so. (Dentro.) ¡ Ola ! venga esa empanada de venado. Maest. ¡ Voto á Cristo que bay sopa doble en mi casa ! ¿ Si es ilusión del demonio, que ha hecho para que haya guerra entre buenos casados? Casq. (Dentro.) Aquese jamón se parta y esas gallinas rellenas. Maest. Rellenas tengáis las almas de pólvora y alquitrán. Ya la paciencia me falta. Entra furioso, matan ellos la luz. ase á su mujer, átala á una silla y va en busca de un palo i>ara golpearla. Desátala entre tanto el sacristán y pone en su lugar un cuero hincha- do : zurra el marido hasta cansarse ; teme haber muerto á su mujer y sale por luz. Cambian mientras el pellejo por Cata- lina : maravíllase el marido y dice el sacristán : I Pág. 198. 566 EL TEATRO DE CERVANTES Marido falso, crue!, sal y llega con veneración, á desatarla, y vieras como inocente murió. Hace luego el correspondiente conjuro, pero en vez de salir demonios, salen ángeles con velas, milagro que á los ojos del sencillo esposo acredita la mucha santidad de su mu- jer. Pídele perdón, y obtenido, los angelitos dan tras él con el matapecados, acabando el entremés, como es natural. Publicóse también esta obrilla con el titulo de Entrones del Cuero ^, mas no debe confundirse con el Entremés famo- so del Cuero, de D. Francisco de Ouirós ^, cuyo asunto es diverso. Don Jerónimo de Cáncer compuso un saínete con título del Libro de qué quieres hoco ^, en donde dos mozas de cuen- ta, ]\Iaridura y Mariblanda. hacen creer á un simple alcalde villano que poseen cierto mágico librillo, el cual, por encan- tamiento, facihta cuanto pidiere el deseo de comidas y bebidas; y, en efecto, mediante él. le presentan vino y pan. Compra el alcalde el libro en i.ooo ducados, y al verse chasqueado- y burlado se desespera, aunque pronto acaba por bailar para que el entremés se finalice. ?iIágico es también El Sopista Cubilete, en el saínete de su nombre ■*. verdadera comedia de magia comprimida. Trá- tase de los encantos y tramoyas que el estudiante Ctibilete usa para lograr la mano de Andrea y reducir la oposición de su padre. Embuchado. 1 Publicado en el Pensil ameno, Pamplona, i6f)i; y suelto: Entre- més del cuero. (Al fin:) Con licencia. Barcelona: Por Matheo Barceló Impresor, en la Puerta del Ángel. Año 1779; 8.°, de 8 págs. con una malísima estampa en madera representando una escena de la obra. — Otra edición : Sevilla, López de Haro, sin año ; 8.° 2 Ociosidad entretenida, Madrid, 1668. 3 Autos Sacramentales, Madrid, 1675. -i Saynete nuevo intitulado: El Sopista cubilete, mágico. Para diez personas. Valencia, Estevan, 1817; 4.°, 11 págs. á dos cois. LA CUi:\A DE SALAMANXA SGy La Cueva de Salamanca, que da título al entremés cer- vantino, prestólo asimismo á una comedia del célebre y ex- celente dramático D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza ^. Forma el núcleo de esta pieza la conseja popular de que en la famosa cueva de Salamanca ejercitaba sus artes el diablo, y esto sirve al gran dramaturgo para censurar la creencia en la magia y presentar varios interesantes cuadros de la vida estudiantil, pero sin asemejarse en nada al entremés cer- vantino. Parece comedia de estudiantes y hecha para representarse en Salamanca, cuyas aulas quizá cursaría Alarcón. Los tres galanes están bien pintados : doña Clara es una linda figura ; la última escena del primer acto es muy afectuosa ; al principio del segundo hay una graciosa pintura de las mujeres en la cazuela del teatro. Mu- cha soltura en la versificación y poco escrúpulo respecto á las cos- tumbres. Comedia de magia ^. Papel muiy principal, hasta el punto de salir á escena, hace la famosa gruta en la comedia Celos iniaginarios con- ducen al precipicio ^, compuesta y representada con gran lu- cimiento de tramoya por D. José Fernández de Bustamante, sujeto candido, que creía en la magia blanca y negra y en los pactos con las divinidades infernales. Es una verdadera obra de magia, ni mejor ni peor que las que nuestros padres aplaudieron en los Bufos y nosotros vemos alguna vez en los teatros. Allí hace papel principalísimo el mágico D. Enrique Enriquez, llamado Diego Triana, estudiante de Salamanca, donde cursó la magia blanca, cuyas artes descubre en la pri- mera jornada, y por la que causa las apariencias, transfoma- ciones y mudanzas sorprendentes que en la comedia abundan. 1 Parte primera de las comedias de D. Juan Ruiz de Alarcón y Mendosa. En Madrid, por Juan González. Año MDCXXVIII; 4.°. in- cluida también en Autores españoles. 2 Hartzenbusch, Comedias de Don Juan Ruiz de Alarcón (Bibl. de Aut. españoles), pág. 518. 3 Comedia nueva Zelos aun imaginados, conducen al precipicio, y mágico Diego Triana. De Don Joseplí Fernández de Bustamante. (Al fin :) Con Privilegio : En Madrid, en la Imprenta de Francisco Xavier García, año 1759; 4."; desde la pág. 199 á la 232, parece arrancada de una colección. 568 EL TEATRO DE CERX'AXTES Hacia el final de ella la escena se muda en la celebérrima Cue- va de Salamanca, y por ella viene entrando' el mágico escolar. Lóbrega, triste gruta, en Salamanca sienupre celebrada, porque en ti se disfruta la negra ciencia por mi ma! hallada ; si penetro tu centro es por si acaso alivio en él encuentro. A pesar de estos temores nada asombroso octirre en la cueva. Cierto O'fcndido caballero intenta asesinar en ella á su hermana, y Diego se lo impide: es lo menos que podía hacer, puesto que la doncella es su novia. La obrita de Cervante.s, conocida en el extranjero por las traducciones señaladas en la Bibliografia, tuvo allá el mismo éxito que entre nosotros y fué prontamente imitada. El extravagante literato y académico francés Jorge Scudery, herm'ano de la insulsa novelista del mismo nombre, compuso con el título de Le S oíd ai niagicicn, una de sus i6 insopor- tables piezas dramáticas, representadas de 1629 á 1643, imi- tada del asunto de que hablamos y que, con todo, obtuvo' mu- cha boga en el teatro francés. Florent Cartón Doncourt ó d'Ancoitrt. amigo de Luis XIV, comediante y autor dramá- tico notable, especialmente en la pintura de costumbres cam- pesinas y de caracteres aldeanos, hizo, hacia 1671, una re- fundición de la obra precedente con el nombre de Le Bon soldat. En la siguiente centuria, Anseaume, que de apaga- velas de la compañía italiana subió de golpe á autor cómico de algún mérito, escribió en 1760, con mtisica de Philidor, una ópera cómica llamada Le Soldat inaglcicn, nueva refun- dición de la pieza de Scudery. Forma esta obra una de las mejores entre las 24 operetas ó zarzuelas bufas que consti- tuyen su repertorio, publicado en 1766 en tres volúmenes. Carlos Federico Schwan introdujo, en 1772, este asunto en Alemania con su ópera Der Soldat alls Zaiiberei\ imitada de Le Soldat niagicien ^. Años después, en 1783, se represen- tó en el teatro Electoral de Munich una pieza cómica en dos I Manheim, 1772. 8.° LA CUE\-A DE SALAMANCA SÓQ actos con el mismo asunto y titu'lo de Dcr Bettelstiidcnt oder das Donner zcctter ^. Albrech sacó de aquí un sainete en tres actos con el epígrafe Dcr Zcufel ais cin Hidraulicus ". arre- glado para el teatro de la corte de Sajonia, el año de 1795. En el de 1800 se representó en Viena una ópera cómica en dos actos, llamada Dcr Bcffclcstudc)if'\ con semejante ar- gumento. Por último, en la colección Jocosus, repertorio para el vaudeville alemán editado por L. Schneider ^, se halla uno imitado de Lo Cueva de Salamanca, con nombre de Der rei- scnde Studcnt oder das Quodlibef. 1 Segunda edición. 1789: otra de Leipzig. 1795; otra de Viena, 1802. 2 Leipzig. 1795. 3 \'iena. Wallishauser, 1800, 8.° 4 Berlín, 1838, 8.» III EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS Plistoria de este asunto. — Un cuento popular y otro de D. Juan Manuel. — Retablos y titereros. — Examen general del entremés. — Argumen- to, personajes y escenas notables. — El retablo de las maravillas de Quiñones. — lEntremeses de La burla de los títeres fingidos y de Las visiones de Bances Candamo. — Otras piezas. — El retablo de las ma- ravillas en el extranjero. Cierto baohillerazo salmantino, mucho más dado á pasear por las vegas del Tormes que á cursar las aulas universita- rias, llegó maltrecho y sin blanca, en época de vacaciones, al pueblo de su naturaleza. Festejáronle cuanto pudieron; acudían á montones, ansiosos de escucharle, y él fué. sin duda, quien dijo aquello de: "¡Sale la luna vomitando es- trellas...!" Quiso sti poca ventura que acertase á ser el día siguiente la fiesta del santo patrono del lugar, y al bachille- rón se cometió el obligado panegírico. Nuestro hombre, que no subiera jamás á pulpito alguno, sudaba la gota gorda para librarse del compromiso; pero como el entendimiento apretado discurre asombros, y él era de suyo tracista y algo socarrón, dio en cierta astucia para no enseñar la oreja de su ignorancia, y manifestó que era contento del encargo y que al otro día oirían maravillas. Llegó ia fiesta y la hora de la misa maiyor. Provisto de pelliz rizada y bonete nuevo, el estudiante subió al pulpito con gran prosopopeya; limpióse la frente, derramó su vista sobre la multitud que le observaba boquiabierta, tosió, y dijo con voz entera y campanuda: " — Hermanos míos: en premio de mis muchos estudios báseme concedido un alto don, que se alcanza con ímprobo trabajo y sobresalientes letras, con- 572 EL TEATRO DE CERVANTES viene á saber : que mis palabras sólo aprovechan á las almas puras; y así es. hermanos, que el que me oiga estará en gra- cia de Dios, y el que no, en pecado mortal." Con esto, co- menzó á abrir y cerrar la boca, como si hablara ; á hacer gestos y visajes, á revolverse y á dar furiosas manotadas, que se hundía el pulpito. Y los presentes, aunque no oían jota, manifestaban su grande entusiasmo y se miraban jubi- losos unos á otros, y al acabarse el supuesto sermón, se des- hacían en elogios del predicador, como si hubiesen escuchado á un ángel. / Tal es un cuento- popular utilizado por Hartzenbusch / para escribir el cuadro segundo de su comedia de magia V Las Batuecas \ Allí el mago Fortunio, protector de Paulino, que va á oponerse públicamente á la plaza de astrólogo ofi- cial, luchando con el doctor Mat^o, dice que siempre que su patrocinado hace un discurso científico "los maridos que tienen partícipes legos y los solteros y mujeres hijos de ma- trimonios trinitarios, unos y otros de repente se quedan sordos y no le oyen al doctor ni siquiera una palabra". No hay para qué decir cómo, aunque Paulino no habla cosa, todos se entusiasman con él y le aplauden á rabiar. vi' Si no en la forma, en el fondo, parecido á este caso es el que refiere nuestro gran prosista del siglo xiv^ D. Juan Ma- nuel, en el eiixeiuplo .i'.r.r 11 de su precioso Libro de Patro- nio^ : "De lo que acontesció á un rey con los burladores que ficieron el paño." Eran estos tres hombres que vinieron al Rey y dixeronle que eran muy buenos maestros para hacer paños, y señaladamente que hacían mi paño, que todo hombre que fuese fijo de aquel padre que el tenía y que las gentes decían, que veían el paño, mas el que non fuese fijo de aquel padre que el tenía y que 1 Los Batuecas, comedia de iiiajia en siete cuadros en verso y prosa de D. Jtan Eugenio Hartzenbusch. Madrid. Imprenta de Repullés- Octubre de 1843. 87 oágs. en 8.° Según una nota que va al final, el autor Uivo presentes para coiiTponcr esta comedia dos del teatro francés: Thi- mon le misanthrope, de Mr. Delisle, y La Valiere de Frére Philippe, de Scrilje, Melesville y Delestre-Poirson. 2 Autores es¡>añoles, tomo lj, pág. 402. EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS 3/3 las gentes decían, que non podrían ver el paño. Y el Rey plogo mucho de esto, teniendo que por aquel paño podía saber cuales hcmes del su reino eran fijos de aqueíios que debian ser sus padres y cuales no, y que por esta manera que podría enderezar muclio lo suyo, ca los adúlteros no heredan cosa de su padre, sino verdade- ramente su fijo; y para esto mandóles dar un palacio en que ficiesen aquel paño. Proveyéronse de mucho oro, plata, sedas y otras cosas ricas y se ocuparon largo tiempo en la composición de la tela misteriosa. Envió el Rey un su camarero á que viese aquella obra y tornó haciéndose lenguas de ella, con lo cual nacieron ganas al Soberano de verle también. Y cuando entró en el palacio y vio á los maestros que estaban texiendo y decían esto es ta! labor y esta es tal historia y esta es tal figura y esto es tal color, y concertaban todos en una cosa, y ellos no texian ninguna cosa ; y cuando el Rey vio que ellos texían y decían de qué manera era el paño y que él no lo veía y que !o habían visto los otros, túvose por muerto, ca tovo que porque non era fijo del Rey que él tenía por su padre, que por eso non podía ver el paño y receló que si dijese que non lo veía y que lo ha- bían visto los otros, que perdería el reino, y por ende comenzó á loar mucho el paño y aprendió la manera muy bien como decían aquellos maestros que era fecho ; y desque fué en su casa con las gentes, comenzó á decir maravillas de cuan bueno, é cuan mara- villoso era aquel paño, pero él estaba con muy mala sospecha. Terminada la tela y aproximándose una gran festividad, aconsejaron al monarca que luciese en ella un vestido de tan maravillosa substancia ; hizose así, y aunque el rey iba des- nudo, todos los que le veían se hacían lenguas del primoroso traje, hasta que un pobre esclavo negro, para quien no habia honra, clamó que el soberano no llevaba vestidura alguna. Con tal ejemplo animáronse otros á decir lo mismo y, al cabo, todos se convencieron de que habían sido victimas de un fraude; buscados los autores, súpose como se habían puesto en cobro con las riquezas sustraídas. 7^ De este cuento de D. Juan Manuel sacó D. .\n}brosio de Cuenca un entremés, muy mediano, con^Jrtulp de Los Tejedores \ Puesto que en toda España se hacen fiestas por I Ms. en la Bibl. de Osuna. ^74 I^L TEATRO DE CERVANTES la bada de la infanta María Teresa y paces con Francia, también el alcalde de una aldea, que no se nombra, quiere hacerlas. Faltan vestidos ; pero el sacristán, amante de la alcaldesa, urde un enredo, que. á la vez. sirva para curar de sus celos al alcalde. Dice el escribano : Aqui traigo unos (hombres extranjeros, que por pocos dineros, en breve tiempo harán te!a más l)uena que !^Iilán, que Venecia y que Lucena. Kn media hora prometen tejerla, pero solamente podrá ser vista de quienes nada tengan de judio ó morisco. El sa- cristán y un amigo fingen trabajar en un imaginario paño, t(ue declaran ver muy bien el alcalde }• el regidor. Los tra- cistas desnudan á ambos, y además al escribano, y fingen vestirles las nuevas ropas que ellos celebran, si bien al que- dar solos comienzan á manifestar mutuas dudas, acabando por confesar, doloridos y asombrados, que nada columbran de los decantados trajes. El sacristán descubre la maraña y declara que se urdió para castigar de sus celos al alcalde, cuya aplicación no se ve por ningún lado, y acaban bailando. Modernamente, el mismo argumento sirvió para una zar- zuelilla, semibufa, del llamado "génerO' chico". De cualquiera de estas fuentes, ó del cuento popular ó del de D. Juan Manuel, pudo sacar Cervantes el asunto de su obra, si es que, á su vez, no constituye una narración del ^'ulgo. El Conde Líicanor debió de ser conocido del autor del Quijote, pues se hallaba ya vulgarizado en su tiempo, mediante la imprenta, por la hoy rara y curiosa edición del célebre escritor andaluz Gonzalo Argote de Molina. Corriente diversión era en el siglo de Cervantes la de los retablos, conviene á saber: colección de figurillas, hechas de madera ó pasta, que solían llevar los titiriteros y con que representaban algunas historias, más ó menos conocidas del vulgo. En el Quijote ^, en la donosa aventura del retablo de I Segunda parle, cap. xxv. E[. KETADLÜ DE LAS MARAVILLAS 5j5 maese Pedro, alias Ginesillo de Pasamonte, se ve una pin- tura de tal costumbre. Era esto antiquísimo, pues lo conocie- ron griegos }' romanos \ Covarrubias - las define diciendo : Ciertas figurillas que suelen traer los extranjeros en unos re- tablos, que mostrando tan solamente el cuerpo dellas, los gobier- nan como si ellos mesmos se moviesen; y los maestros que están dentro, detrás de un repostero y del castillo que tienen de madera, están silvando con unos pitos que parece hablar las mesmas figu- ras, y el intérprete que está fuera declara lo que quieren decir. Y porque el pito suena ti, ti, se llamaron títeres. Hay otra manera de títeres que con ciertas ruedas como de reloj, tirándole las cuerdas, van haciendo sobre una mesa ciertos movimientos que parecen personas animadas: y el maestro los trae tan ajustados, que en llegando al borde de la mesa, dan la vuelta, caminando hasta el lugar de donde salieron. -AJlgunos van tañendo un laúd, moviendo la cabeza y meneando las niñas de los ojos, y todo esto se hace con las ruedas y las cuerdas. De los títeres mecánicos nos informan además otros es- critores. Criíitóbal de Villalón ^ escriba : ¿Y qué cosa puede ser más subtil (juc un retablo que traían unos extranjeros el año pasado, en el cual, siendo todas las imagines de madera, se representaban por artificio de un relox maravillosamen- te, porque en una parte del retablo víamos representar el naci- miento de Cristo, en otra auctos de la Pasión, tan al natural, que parecía ver lo que pasó? Y Rodrigo Caro \ con más detalles, muestra la perfec- ción que alcanzaron por entonces : Imitan los hombres y mujeres, y parece que hablan y hacen to- das las acciones que suelen los 'hombres, y tirando de un hilillo menean y tuercen la cerviz, mueven los ojos, acuden con las manos á cualquier ministerio y, finalmente, cualquier figurilla de éstas pa- rece que vive hermosamente. A esta clase pertenecían los (|ue el célebre é ingeni(~)SO Juanelo Turriano presentó á Carlos V. retirado en Y^uste. 1 Carlos ]\Iagnin, Orígenes del teatro. París, 1840; págs- 144 y sigts. 2 Tesoro de la lengua castellana, art. Títeres. 3 Ingeniosa eomparación entre lo antiguo y lo presente, pág. 174. 4 Días geniales ó lúdricos, pág. 25 u 570 EL TEATRO DE CERVANTES Por el mismo tiempo de Cervantes, el autor de La Pícara Justina ^ escribía : Mi abuelo tuvo títeres en Sevilla, los más biien vestidos y aco- modados de retablo que jamás entraron en aquel pueblo. Era pe- queño, no mayor que el codo de la mano ; que de él á sus títeres sólo habia diferencia de hal)lar por cebratana {sic) ó sin ella. Lo que es decir la arenga ó plática era cosa del otro jueves. Daba tanto gusto verle hacer la arenga titiritera, que por oírle se iban desvalidas tras él las fruteras, castañeras y turroneras, sin dejar en guarda de su tienda más que el sombrero ó calentador. Eran, como fácilmente se coligue, alg"o muy semejante á los teatros que suelen llamar giiignol ó de iiiarionettes y que son el encanto de los chiquillos. Tales representaciones se eniplearon alguna vez como arbitrios para socorro de hospi- tales y obras pías. Los titereros, gente vagabunda y apicarada, parece que usaban de esta industria tan sólo para disimular sus mañas de vivir sobre el país. Recorrían los lugares del reino, sin otro bagaje que la caja de sus menguados títeres ^, los que mostraban á embobados lugareños al son de ruidosas cam- panillas, haciéndoles representar historias ó batallas en re- tablos que figuraban castillos, ciudades, ó diversas escenas, divididas en compartimentos. En su mayoría eran extran- jeros, probablemente italianos, pues italiana parece ser la diversión. Persuádelo así, aun hoy, el aspecto de comedia del arte que ofrecen sus pantomimas y el nombre de Cris- tóbal Polichinela, ó simplemente Cristóbal, que lleva su pro- tagonista. Así lo dan á entender también algunos entreme- ses posteriores, y hasta los nombres de Chirinos y ChanfaUa con que aparecen los autores del Retablo de las nmravUlas. Cervantes era enemigo de este plebeyo regocijo y pro- fesaba odio á los titereros ó mostradores de retablos; véase lo que manifiesta por boca del discreto Licenciado Vidriera: De los titereros decía mil males: decía que era giente vaga- bunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque r Libro 1, cap. 11, núm. i. 2 Todo el artefacto de maese Pedro fué tasado, muy caro, en 40 reales y tres cuartillos; Don Quijote, segunda parte, cap. xxv. El. RETABLO DE LAS MARAVILLAS "^']'] con las figuras que mostraban en sus retablos, volvían la devoción en risa, y que les acontecía envasar len un costal todas ó las más figuras del Testamento Viejo y Nuevo, y sentarse sobre él á comer y beber en los bodegones y tabernas: en resolución decía que se maravillaba de cómo quien podía no les ponía perpetuo silencio en sus retablos, ó los desterraba del reino ^. Y en el Coloquio de los perros torna sobre ello, por boca de Berganza : Esto del ganar de comer holgando tiene muchos aficionados y golosos: por eso hay tantos titereros en España; tantos que mues- tran retablos ; tantos que venden alfileres y coplas, que todo su cau- dal, aunque lo vendiesen todo, no llega á poderse sustentar un día ; y con esto, los unos y los otros no salen de los bodegones y taber- nas en todo el año, por do me doy á entender que de otra parte que de la de sus oficios salie la corriente de sus borracheras. Toda esta gente es vagamunda, inútil y sin provecho; esponjas del vino y gorgojos del pan. Salas Barbadillo, en su Curioso y sabio Alejandro, ca- pítulo de la "Vida del trama}-ero ridículo'', comparte con Cervantes el desprecio á tan errabundas gentes : Mas ; qué diré de las tramoyas? ¡ O'h, vanidad de vanidades, y todo vanidad ! Con éstas atraía á sí lo más vulgar del ignorante y vilísimo vulgo, como si dijésemos mujeres rameras, cortesanas y tusonas. Tenía mucha abundancia de muñecos bailarines, zara- bandistas y chaconeros que, sobre una mesa larga y ancha en forma de teatro, bailaban el Polvillo, el Rastreado, el Zambapalo y toda aquella caterva asquerosa de bailes insolentes á que se acomodaba la gente común y picana. No eran numerables los títeres con que representaba varias 'historias profanas y sagradas; y cierto que él pudiera ser entne ellos el prototítere y archimuñeco. todo figurilla, todo inquietud, sin talento y substancia. Con el tiempo mejoraron mucho los títeres, y á fines del siglo XVII se hacían grandes y complicados; el padre José Alcázar ^ escribe de ellos : Los títeres son estatuas que tienen figuras de hombres y imitan sus acciones, y parece que hablan, porque el autor pronuncia detrás del paño las voces corrientes. 1 Bibl. de Aut. cspaíwlcs, tomo i. pág. 152. 2 Observaciones sobre el teatro: Gallardo, Ensayo, tomo i, pág. T12. 37 5y8 EL TEATRO DE CERNANTES lui el sio-lo xviii se llamaba á estos muñecos perfeccio- nados V de Van tamaño "Máquina real", y en Madrid se exhibian en los teatros ó en casas i>articiilares, con anuncios y carteles, colyrando p-.r verlos tanto 6 más (|ue por una fun- ción dramática '. Caveron después en desuso y sólo perdu- ran, como recuerdo suyo y cada vez más raro, los muñe- quillos de los ciegos y las contundentes aventuras de Cris- tóbal y sus adversarios, diminutos seres de trapo y madera, á quiénes animan los ágiles dedos del dueño y su lazarillo y prestan voz. estridente y chillona, lengüetillas de cana, que los dichos meten en su boca y posan sobre sus lenguas. Ilav autores .pie juzgan el entremés de El Retablo de las maravillas por el mejor de los de Cervantes^; otros le se- ñalan el tercer puesto entre ellos \ y no falta quien lo mar- cpie como de los más flojos ' : tot capite iot sententiae. En nuestro hunnlde sentir, ha de tenerse como uno de los me- jores de los con más habilidad trazados y escritos.^El_asunt^ c= enteramente propio del verdadero entremés, con_Jus_ri^ betes de sátira v el episodio final del furrier, de una. fuerza cómica incomparable. Los tipos parécemios magistralmente diseñados en especial los de los dos truhanes, el del alcalde- y los de las mujeres. En punto á gracia del diálogo, agudeza de dichos V salsa de la prosa, frases y refranes, no hay nin- guno (|ue .se le aventaje. Lo cómico, que cliispea yjebosa_en c-ida linea es hondo, fino y no abufonado como en_^otras piecccilla. hermanas; lo bien conducido del argumento, tan ^ intencionado v divertido, salta á la vista; finalmente, no ^ hallamos ningún entremés mejor -entre los ocho, aunque si algunos que se le igualen. Graciosísima resulta la plática de los faranduleros con las justicias del lugar; muy cómica la petición de dineros adelantados que hace la Chirinos y lo que ocurre sobre esto 1 CoTAKK..(, V Mor., Introduccwn á la Calece, de entremeses, loas, etcétera en la Nueva Bibl. de Aut. españoles, pag. lxvii. 2 Klein, en su Historia del Drama español tomo ii. 3 Mainz, Los entremeses de Cervantes, pág. !55- 4 Garcí.\, El Virjcaino fingido, pág. /. EL RETABLO DE LAS MARAVILLAS Syg y la confianza con que todos se prometen ver las niaraxillas ofrecidas. Es notable aquí el ingenio de Cervantes en suponer, sin las ilusiones del retablo, pero preocupados en la virtud de él, al go- bernador y al escribano: lo que forma una contraposición que au- menta la risa en una escena la más llena de pasos y lances, todos verosímiles, que jamás se ha escrito ^. La ridicula ojeriza' del alcalde contra el menguado Ra- belín y la impetuosa llegada del furrier son dos soberbias pinceladas de maestro. Raro que el gobernador, salido de la cantera del de la ínsula Barataría, licenciado, poeta v autor de comedias, no haya tenido más ax-iso para advertir los embelecos de los saltimbanquis. Inmoderado afán de sorprender rasgos y detalles auto- biográficos en las obras del héroe de Lepanto impulsa á escribir á cierto autor ^ : En algunas de sus escenas se ponen en boca del Gobernador y Ohirinos noticias sobre poetas y comedias que parecen referirse al mismo Cervantes, lencarnado en este entremés con el nombre del licenciado Gomecillos. ¡Qué insana mania la de hacer á Cerv.axtes tonto, risi- ble y despreciable ! No hay en El Retablo verso alguno, pero sí muestras de la atropellada precipitación con que su autor solía componer y de su ningún cuidado en revisar lo escrito : Chan falla se apellida también Montiel, sin explicar la causa, y es de notar lo que acerca de un Pedro de Montiel, semiautor, conocido de Cervantes^ se dice en la primera parte de este libro ^ La moralidad es útil y bien deducida. Según el señor Máinez ^. va contra las autoridades pusilánimes, raquíticas, ignorantes, que no saben cumplir con su deber, ni aun en un pueblo de escasa importancia. De estas contemplaciones resulta que los malvados y los embusteros triunfan y cam- 1 Cav.^leri, Rasguño de análisis, pág. 12. 2 Díaz de Escobar, Apuntes escénicos cervantinos, pág. 65. ,3 Capítulo V ; pág. 79. 2 Los entremeses de Cervantes, pág. 155. 58o EL TEATRO DE CERVANTES pean, en tanto que si algún hombre de bien alza la voz ante la manifiesta supercheria, queda confundido y silbado ante la desventurada nuiltitud. Por (^tro lado la toma el notable hispanófilo germánico Klein al escribir este dilatado juicio, que traduzco á pesar de sus dimensiones, pues muy á las claras revela la índole de su gárrulo y destartalado, pero curioso, libro acerca del drama español ; El Retablo de las maravillas... es una astillica del palo del Quijote. Tomar fantasmas por realidades y realidades por fan- tasmas es !a astilla clavada en el cerebro de todas las autoridades de un pueblo español ; pero aquí con la punta dirigida contra aquella antigua creencia fanática y cristiana que dominaba á toda la na- ción española, como temor ante la más ligera sospecha de una pro- cedencia de sangre judaica. Consecuencia de esta opinión: la más estúpida fe en los milagros y en visiones milagrosas, improvisadas alucinaciones de inaudita ridiculez producidas por un charlatán en la cabeza de las autoridades reunidas de un lugar por medio de una mera alusión á una gota de sangre judía. Al ver tratada esta enfermedad de la mente, que reflejaba la fantasía nacional como un divertido juguete aparentemente tan falte de sentido, no se sabe qué admirar más, si la despreocupación y atrevimiento del poeta, ó el que este poeta haya podido escribir un entremés como El Retablo de las maravillas, el único digno de la cómica inspira- ción de Aristófanes; y, sin embargo, que sea el mismo partícipe del furor de perseguir y quemar herejes y judíos, como todos sus compatriotas, y que puede hacer exclamar el: Alia basta! ex illis fst ! á su secretario Capacho y á todos los demás alucinados del pueblo, burlados con tan contundente diversión, y ser, sin embargo, uno de aquellos que hacían coro del modo más recio y fervoroso de este Hcpliep en este ex illis est puesto en boga por los clérigos desde el tiempo de los Reyes Católicos. ¿Que Oerindur aclarará esta dualidad de la naturaleza...? ¡Cuántas barracas de maravillas se pueden esconder tras de la de Chanfalla! ¡ Desde la caja de indul- gencias de Tetzel hasta la gigantesca caja de Roma, adonde aquélla se remontó ; y desde ésta ihasta los palacios de las congregaciones y escuelas de la Sociedad de Jesús y los Tribunales de la Fe de la Inquisición ! Y hasta los más quiméricos y visionarios de todos los delirios humanos del entendimiento que convierten el mundo cató- lico en un retablo de las maravillas de Chanfalla, hasta la inculcada alucinación de la infalibilidad. Semejante empeño de hallar en todas las obras de Cer- VANTE.S simbolismos, alusiones recónditas y sentidos esoté- EL R]:TABL0 de las -MARAX'ILLAS 58 i ricos traen á la memoria los gallardos dislates que sobre el Quijote escribieron Benjumea, Saldías. Polinous, Fors, el coronel Villegas y tantos otros. Hállase en este entremés una curiosa alusión (jue nos ilus- tra para determinarle fecha muy aproximada. Hablando el Gobernador del pueblo con la Chirinos, se declara autor de las coplas "que trataron del diluvio de Sevilla" ^. Este diluvio fué una gran crecida del Guadalquivir que comenzó el día 20 de Diciembre de 1603 y tuvo á Sevilla rodeada de agua al- gunos días ^, y acerca del cual se escribieron por lo menos cuatro relaciones poéticas^*. Hasta 1626 no ocurrió ninguna otra avenida, ni en los años inmediatamente anteriores á 1603 '*. A la entrada de la calle de un pueblo anónimo y en la casa de su regidor, Juan Castrado, se desarrolla la acción de este entremés. "La caída de la tarde y la ])rima nociie son el tiempo que dura la representación ■^'. " Chan falla, vagabundo é industrioso picaro, compañero de la aguda y desenvuelta Chirinos, ignoramos por qué lazos, aunque no deben de ser muy católicos, llegan al tal pueble- cilio, al parecer de Castilla, sin blanca, pero con muclias ganas de tenerla á cualquier precio. Va con ellos un mú- sico, de quien dice la Chirinos: "Maravilla será si no nos apedrean por sólo el Rabelín ; porque tan desventurada cria- turilla no la he visto en todos los días de mi vida", y entre los tres forman un género de menguada compañía cómico- aiTi'bulante. no conocida ni descrita por el picaresco ingenio 1 Pág. 272. 2 Ortiz de Zúñiga, Anales de Sevilla; año 1603. 3 Quarta relación de el auenida del Rio \ de \ Seuilla. Co);í/'!aneo de la cama, también cojo ; en ambas obras se da música, si bien algo diversa, y ocurre un lance idéntico y hasta las personas al liablar se copian alguna vez las expresiones, como veremos luego. ¿Compondríanse, por ventura, ambos escritos á la vez? E] Sr. Rodríguez Clarín escribe á este propósito ^ ; Acostumbraba Cervantes, couno cuantos escriben á un tiempo dos obras, llevando al cerebro, que al fin es un campo, lo que para muchas tierras se recomienda por útil, la rotación de cultivos; acostumbraba, digo, verter en la una y en la otra algunas de las ideas con que niiás se encariñaba cada semana, y aun cada día, y cita analogías entre el Quijote, el Pcrsilcs y Rinconctc y Cortadillo. A lo cual el citado profesor añade muy acerta- damente ^ : Bien puede ser también que encariñado Cervantes con una frase, con una idea, con un cuentecülo popular ó con una curiosa observación, lo repitiese en dos ó más obras al misimo tiempo ó con grande intervalo entre ambas citas, pues estas repeticiones del mismo asunto en diversas obras de Cervantes son frecuentísimas. y añade nuevas semejanzas. Con efecto. Cervantes es de los escritores (|ue más se repiten y copian á sí mismos, y así podemos decir que Rinconctc, como El Rufián viíido, son dos jirones de la vida de la hampa sevillana, estudiada, y más que estudiada,, vivida por Cervantes, porque sólo así se comprende la honda compenetración que revelan ". Al 1 Rinconctc y Cortadillo, pág. 175. 2 Hazañas, Los Rufianes de Cervantes, pág. 85. 3 Los Rufianes de Cervantes, pág. 87. EL RUFIÁX VIUDO SqS entremés pueden perfectamente a])Hcarse a([uellas palabras c'.(; Menéndez y Pelayo ^, dichas en ocasión solemne : Que corre por estas páginas una intensa alegría, un regocijo luminoso, una especie de indulgencia estética que depura todo lo que hay de feo y de criminal en el modelo, y sin mengua de la mora! lo convierte en espectáculo divertido y chistoso. Trampagos, el jaque \'iudo que da asunto al entremés, es una variedad de aquel famoso Monipodio, "encubridor de ladrones y pala de rufianes", de manera- (|ue Rinconcie y El Rufián son dos momentos distintos de la vida del mayo- ral de la cofradía ladronesca sevillana. Como el maestro de Rincón y Cortado, Trampagos era jefe y director de la grey hampesca, doctrinador de neófitos, profesor de esgrima tram- posa7 protector de jaques y amparo de í5a5;^._El los enctibría en su casa, los aiixiliaba en sus apuros, servía de mediador coínaT^tisticía, los sosegaba en sus pendencias y los acomo- daba en su oficio; á él respetaban y reconocían como á su- perior; su voluntad era inapelable é igualmente obedecida en las cuadrillas, en las cárceles y en la casa llana. Monipodio ., dice naufragio por sufragio, estupendo por estipendia: c^ nno Trampagos dice probeta, denantes. eseuridad, lanfernas, etc. Estas pinturas de ^costumbres ladronescas hechas por ( Cervantes im dclicn de aplicarse exclusivamente á Sevilla, i aunque el autor supo imprimir á sus cuadros exacto colon- 1 local ; idénticas eran en el resto de España, segim comprue- ban el doctor García al hablarnos de las estatutos y leyes de los ladrones de León, y el autor de las gacetas anónimas, pu- blicadas por el Sr. Rodríguez Anilla, al relatar algunas fe- chorías de los rufianes de ]\ladrid. Dice Zapata, en su curiosísima Miseelánea ^ : En Sevilla dicen que hay cofradía de ladrones, con su prior y cónsules, como mercaderes; ihay depositario entre ellos, en cuya casa se recogen los hurtos, y arca de tres llaves, donde se echa lo que se hurta y lo que se vende; y sacan de alli i)ara el gasto y para 1 Ciiltvrcí literaria de Miguel de Censantes y elaboración del Qui- jote. Discurso leído en la Universidad de Madrid el 8 de Mayo de 1905- 2 Memorial Histórico Esfañol, tomo xi ; Madrid, 1850: 4.° 596 EL TEATRO DE CERVANTES cohechar los que pueden para su remedio cuando se ven en aprie- to. Son muy recatados en recibir, que sean hombres esforzados y ligeros, cristianos viejos: no acogen sino á criados de hombres poderosos y favorecidos ^en la ciudad, ministros de justicia, etc. Y refiriéndose á los que ejercían el cargo de Monipodio escribe largamente el doctor Carlos García en su curiosíma obra La desordenada codicia de los bienes ajenos \ Acjtü pue- de añadirse el curioso Razonamiento de los rnfianes^, rarí- simo impreso gótico del siglo xvi, en que se retratan muy bien los hábitos, costuinbres y lenguaje de los rufos y ra- meras. Dos bravucones platican, el uno preguntando y el otro respondiendo en gemianía ; sol>reviene un alguacil, liuyen y van á dar en el burdel, donde cierta moradora, amiga de uno de los intelocutores, alterca con un mísero pastor, sobre ha- berle hurtado dineros ; hácese ella la muerta, embravécese el rufián y el rústico se cuenta ya difunto. Es pieza de interés, aunque indecente, en particular la confesión del pastor. Tales rasgos pueden fácilmente completarse con otros diseminados en escritos como las memorias de Ariño y las de D. Diego Duque de Estrada, las relaciones de Cabrera de Córdoba, las cartas de los PP. Jesuítas y la Crónica del Espadero, los avi- sos de Pellicer y de Barriontievo, y en mtichedumbre de pa- peles impresos y manuscritos. Por lo que toca á los ladrones de Sevilla, la materia está agotada por el Sr. Rodríguez Ma- rín, que consagró dos crecidos volúmenes á recoger memo- rias de estas abominables gentes. Antes de que Cervantes llevase á la escena el tipo de TrampagO'S, ó si se quiere Monipodio, ya se había visto en los entremeses. Prescindamos de ciertas obras de Lope de Rue- da, en (|ue algo de 'esto aparece, como el paso de Los Ladro- nes^', "muy agraciado y artificialmente compuesto", en que 1 París, Adrián Tiffeño, AIDCXIX; reimpreso en 1877 en los Libros de antaño y en 1886 en Sevilla; 8.° 2 Gracioso razonamiento en que se introducen dos rufianes. Sin 1. ni a.; 4.", let. gót., 4 fojas á dos cois, con figura. Duran, Roman- cero, tomo II. 3 Obras de Lope de Rueda, tomo i (Colección de libros españoles raros ó curiosos fpágs. 93 y sigts.). KL RUFIÁN vil: IX) 5(^7 Biiitrago y Salinas, ladrones mozos, toman lecciones de Ca- zorla, viejo ladrón, y donde se leen frases como éstas, muy dignas de Cervantes : Muy bien me parece siempre pedir consejo á quien es más an- ciano y cursado en el oficio. Ora, mirad, hijos míos, toda hora, y cuando os hallárades delante algún juez destos de Castilla, ya veis que con tener una vara en la mano parescc que quieren asombrar el mundo, habéis de tener tres cosas: disimulación en el rostro, presteza 'Cn las palabras, sufrimiento en el tormento ; porque todo es un poquito de aire; no hacen sino apretaros unos cordelitos á los pies y haceros tragar algunos jarrillos de agua; bébese el hom- bre, por su pasatiempo, de que tiene gana de beber, seis ó siete; i mirad qué maravilla ! / Por la misma razón se hace aquí memoria del precioso entremés inédito y anónimo de Ma.zalquwí ^, obra muv no- table de costumbres rufianescas y semejante por su corte al Rufián viudo. Mazalquivi es un jaque viejo de Se\'illa (|ue viene á ser como un Monipodio; á el rinden tributo pecunia- rio las mancebías y picaros de varias poblaciones ; á él acu- den, como á juez, las busconas y los rufianes, y á el piden bravos y vengadores cuantos los necesitan y pueden pagarlos. El asunto de la piececilla, escrita en prosa y verso con len- guaje bastante procaz y hasta obsceno, se reduce á describir la cólera del gran Mazalquivi y los aprestos de armas que se hacen contra el ¡cno de Andújar por su conato de rebelión, negándose á solventar al rufián el impuesto acostuiribrado. El espantable ejército que le amaga, compuesto por "ter- cio de la liga, jayanes de Medina del Campo, bisónos de \^a- lladolid. bravos de Aíadrid y Toledo y gorrones de Salaman- ca", y el espantable desafío que Mazalquivi le dirige, reducen á la obediencia y sumisión al de Andújar. La obrita. mucho mejor en su primer tercio que en el res- to, principia con una escena propia de Cervantes, por la se- riedad cómica, la ironía grave y el estilo solemne común en la literatura rufianesca. I Famoso entremés de Mazalquivi; Ms. en la Bibl. Xacional ; 3 hojas en 4.'", letra del siglo xvti. Tía sido pulilicado en la Colección de entre- meses de la Nuevo Bibl. de aut. españoles: núm. 15. bgS EL TEATRO DE CERVANTES Mazalouiví. ¿Hízose eso? Rufián. Ya se hizo. Mazal. ¿Qué recibió? RuF. Chirlo en el rostro. Mazal. ¿Qué instruancnto ? RuF. Navaja. Mazal. Cosa cordial. Puede venir un ihonibre de treinta leguas á la redonda á que le corten la cara con una navaja por la dulzura del filo... Y después de habelle dado, ¿(mostróse aoradecido? Rl:f. .\ntes poniendo las manos en la cara, dijo á grandes voces: i A}^, que me han muerto ! ]\Iazal. ¡ Catalinón, por la vida! Y vos, ¿qué hicisteis luego? Ruf. Eché mano á mi espada y púseme con firmeza de pies para lo que sobreviniese. Mazal. Eso han de tener los valientes después de haber dado el antuvión, que haya firmeza de pies. Huélgome que vais dando mues- tras de quien sois; mete un memorial, que yo os haré mercedes. En la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional consérvase igualmente otro antiguo entremés anónimo y sin título, pero que podemos llamar Entremés de Golondrino ^ y que tiene alguna semejanza con el asunto de (jue tratamos. Los interlocutores pertenecen todos á la jacarandina ; Za- ballos tiene sus puntas y ribetes de Monipodio, y en este caso toma un aire á Trampagos ; Vicente Aragonés es un rufián brutal y coljarde (|ue explota villanamente á su daifa Angela Zamorana, y Golondrino, amor de D."" Calandria, constituye el tipo del jovenzuelo preciado de lindo y picado de valiente. Tienen bastante interés las primeras escenas de la obra, donde se descril)e menudamente una fiesta de espadas entre bravos ; pero el nudo del asunto lo constittiyen las rii'ias del rufián Vicente y de Golondrino C(in sus respectivas queridas; c! primero obstinado en imponer su cariño á la mísera Za- morana á fuerza de amenazas y de cucliilladas, y el segundo perseguido por la recalcitrante pasión de D."" Calandria. Golondrino. Pues jqué daríades vos á quien os sacase de su poder ? I Éntrenles entre un niuchaelio llamado Golondrino y dos amigos stcyos... ^is. en la Bibl. Xacional ; 3 hojas en 4.*', letra del siglo xvi; signt. 6-6-//. Publicado también en la misma Colección de entremesa (Nueva Bibl. de aut. españoles), núm. 18. EL RUFIÁN VIUDO 5(J9 Angela. Servüde yo toda la vida. Zaballos. Yo dende aquí la aceto, que estoy huérfano. GoLON. Pues alto, graciosa; desde hoy en ^delante servís al se- ñor Zaballos, ques hombre que lo merece y mirará por vos. ¿Qué decís? ¿Queréislo vos? Ang. Yo, sí, señor. GoLOX. Y vuesa merced, señor Zaballos, ¿es contento? Zab.\l. De muy buena gana. RuF. Oigan, oigan; pues este señor, ;qué facultad tiene que así casa y descasa? GoLON. Xo más que ser mi voluntad. Y vos, gracioso, idos á servir un amo ó aprender un oficio. RuF. Oiga, oiga vuesa merced. GoLON. Haga lo que le digo y no me hable más, que me enojaré. Cierto escritor \ á ([uien El Rufián z'itido no agrada mu- cho, señálale por considerable defecto estar escrito en verso suelto endecasílabo, "ó lo que es lo mismo, en una mala prosa rimada". Yo, por el contrario, entiendo Cjue este es un niL'- rito del entremés. Dos compuso Cervantes en esta forma : el presente y el de La Elección de los Alcaldes, y aquí, á mi parecer, se acredita la alta perspicacia y tino artístico del es- critor; aquella ridicula solemnidad, aquel empaque y gravedad burlescas que el autor del Quijote puso en las escenas de vi- llanos y más acentuados aún en las de jaques, daifas y trai- neles, se acrecienta sobremanera en verso de esta clase, au- mentando mucho su efecto cómico. Véase, por ejemplo, este curioso diálogo con que el entremés se comienza : Trampagos. ¿ Vademécum ? Vademécum. ; Señor? Tr.\mp. ¿Traes las morenas? Vadem. Tráigolas. Tramp. Está bien : muestra y camina y saca aqui la silla de respaldo con los otros asientos de por casa. \'AnEM. ¿Qué asientos? ¿Hay alguno, por ventura? Tramp. Saca el mortero puerco; el broquel saca y el banco de la cama. \'adem. Está impedido ; fáltale un pie. I MÁiNEZ, Los entremeses de Cervantes, pág. 155. OOO EL TEATRO DE CERVANTES Tkamp. ¿y es tacha? Vadem. y no pequeña. O aquellas encuiTil>ra(las exclamaciones capaces de mover á risa al lector más hipocondríaco. Tramp. ¡ ]\Iiseria humana! ¿Quién de ti confía? "^ Ayer fué Pericona; hoy tierra fría, como dijo un poeta celebérrimo. De esta burlesca solemnidad á las celebradas parodias de El Manolo y El Buñuelo, de D. Ramón de la Cruz, no hay más que un paso y corto. Dejó aquí Cervantes correr el chorro de su humorismo, copiando lo más gracioso y característico del pintoresco len- guaje de esta gente perdida. No hay en el entremés aquellas valientes pinceladas de la novela, ni aquellos rasgos cómicos que sorprenden y admiran ; pero, en cambio, el aspecto ri- dículo es más intenso, como que el campo se prestaba mejor á ello, y aunque son tan reducidos sus límites, pueden los personajes moverse holgadamente y presentarnos variedad de ideas, de afectos y hasta de sucesos capaces ellos solos de procurar completo conocimiento del linaje de vida de la chus- ma maleante. Tal vez en algunas ocasiones el realismo se acentiie con exceso, mas hay que recordar el tiempo de la composición y los oyentes á que se destinaba ; amén de que así sirve mejor como documento de estudio. El asunto prin- cipal, aparte de encerrar cierta filosofía, tan real como triste, desenvuelve un caso que ocurriría diariamente. Hase dicho que Cervantes escribió este entremés como pretexto para la presentación de Escarramán ; nada más falso; la obrita tiene su argumento propio, que en ella se remata y resuelve ; la lle- gada del galeote es sólo un episodio cpie el autor introduce para justificar el baile del fin. con que solía poner cabo á es- tas piececillas. Trampagos, pues, sufre la pérdida de su coima, cuya muerte lamenta, muy encaperuzado de luto, pues ^omo él dice : '■ fuera yo un Polifemo, un antropófago, A un troglodita, un bárbaro Zoilo, I un caimán, un caribe, un come-vivos. EL RUFIÁN VIUDO 60 I si de Otra suerte míe adornara en tiempo de tamaña desgracia. Chiqniznaque, su amigo y subordinado, viene á consolar- le, cruzándose entre ambos este diálogo : Chiouiznaoüe ¿De qué edad acabó la mal lograda? Trampagos. Para con sus amigos y vecinas, treinta y dos años tuvo. Chiquiz. Edad lozana. Tramp. Si va á decir verdad, ella tenia cincuenta y seis ; pero de tal manera supo encubrir los años, que me admiro. ¡ Oh, qué teñir de canas ! ¡ Oh, qué rizos, vueltos de plata en oro los cabellos ! A seis del mes que viene hará quince años que fué mi tributaria, sin que en ellos me pusiese en pendencia ni en peligro de verme palmeadas las espaldas. Quince cuaresmas, si en la cuenta acierto, pasaron por la pobre desde el dia que fué mi cara agradecida prenda, en las cuales sin duda susurraron á sus oídos treinta y más sermones, y en todos ellos, por respeto míe, estuvo firme cual está á las olas del mar movil;)le la inmovible roca. Chiouiz. Tramp. Chiouiz. Tramp. ¡ Bravo triunfo ! ¡Ejemplo raro de inmortal firmeza! Allá lo habrá hallado. ,; Quién lo duda? ¿ De qué murió? ¿De qué? De casi nada; los médicos dijeron que tenía malos los hipocondrios y los hígados, y que con agua de taray pudiera vivir, si la bebiera setenta años. ¿ No la bebió? Murióse. Fué una necia. Chiquiz. Tramp. Chiquiz. A lo mismo que Chiquiznaque. lléganse la Repulida, la Pizpita, la Mostrenca y el jayán Juan Claros. Alabada y llo- rada entre todos la difunta, exclama Juan Claros : 002 EL TEATRO DE CERVANTES Yo soy de parecer que el gran Trampagos ponga silencio á su continuo llanto, y vuelva al sicitt crat iii principio, digo á sus olvidadas alegrías, y tome prenda, que las suyas quite, que es bien que el vivo vaya á la hogaza, como el muerto se va á la sepultura. Con semejante annncio, cada una de las doncellas allí pre- sentes, se apresuran á hacer ostentación de sus merecimien- tos, á fin de atraer hacia sí la elección del moiiipodio. Hon- roso debe de ser el puesto, pues se lo disputan con encarni- zamiento en brava competencia, c|ue alborota el cotarro, hasta el punto de meter mano al hierro los hombres, a1>anderizados por las pretendientes. Pero todo se calma y desvanece ante el peligro común, al advenimiento del centinela apostado fuera, el Tagarete de la novela : Uno. i Juan Claros, la justicia, la justicia! El alguacil de la justicia viene la calle abajo. JuAX. ¡ Cuerpo de mi padre ! No paro más aquí. Tramp. Ténganse todos : ninguno se alborote ; que es mi amigo el alguacil, no hay que tenerle miedo. Uno. No viene acá; la calle abajo cuela. Chiouiz. El alma me temblaba ya en las carnes, porque estoy desterrado. Tramp. Aunque viniera, no nos hiciera mal, yo lo sé cierto ; ([ue no puede chillar, porque está untado. Imposible es no recordar acjuí aquella escena de Rinconetc y Cortadillo. Talle llevaba de no acabar tan presto el comenzado cántico, si no sintieran que llamaban á la ¡nierta apriesa, y con ella salió Monipo- dio á ver quién era, y la centinela le dijo cómo al cabo de la calle había asomado el alcalde de la justicia, y que delante del venían el Sordillo y el Cernícalo, corchetes neutrales. Oyéronlo los de dentro y alborotáronse todos, de manera que la Cariharta y la Escalanta se calzaron sus chapines al revés; dejó la escoba la Gananciosa; EL RUFIÁN VIUDO 6o3 Monipodio sus tejoletas, y quedó en turbado silencio toda la música; enmudeció Chiquiznaque, pasmóse el Repolido y suspendióse el Ma- uifcrro, y todos, cuál por una. cuál por otra parte, desaparecieron, subiéndose á las azoteas y tejados para escaparse, y por ellos á otra ■calle. Nunca disparado arcabuz á deshora ni trueno repentino espantó así á banda de descuidadas palomas, como puso en alboroto y espanto á toda aquella compañía y buena gente la nueva de la venida del alcalde de la justicia y su corchetada ; los dos novicios, Rinconete y Cortadillo, no sabían qué hacerse, y estuviéronse quedos, esperando ver en qué paraba aquella repentina borrasca, que no paró en más de volver la centinela á decir que el alcalde se había pasado de largo, sin dar muestras ni resabio de mala sospecha alguna ^. Prosigúese el pleito, ya todos sosegados, y Trampagos escoge á la Repulida. Confórmase humildemente Chiquizna- que con su despojo, y la novia se entrega, contenta y satis- fecha, diciendo : Tuya soy : ponnio un clavo y una ese en estas dos mejillas, desbordándose á conlinuaci<)n la cnxidia y la maledicencia de las postergadas. Aparéjase la obligada zambra para festejar los nuevos desposorios ; previénense todos para el baile y re- godeo, y Trampagos, despojándose de sus lutos, dice al trai- ncl ó mandil : Tramp. Este capuz, arruga Vademécum, y düe al padre que sobre él te preste una docena de reales. Vade:m. Creo que tengo yo catorce. Tramp. Luego, luego parte y trae seis azumbres de lo caro. Alas pon en los pies. Vadeji. ^' en las espaldas. Y llegamos á uno de los pasajes más interesantes de la pieza: "Entra uno como cautivo, con una cadena al humliru. y pónese á mirar á todos muy atento, y todos á él." Repul. ¡Jesús! ¿Es visión ésta? ;Ci"é es aquesto? ; Xo es éste Escarramán ? V.\ es, sin duda. I Aiilores estciñolcs. pág. 1.55. 604 EL TEATRO DE CERVANTES i Escarramán del alma, dame, amores. esos brazos, coluna de la hampa ! Tr.xmp. ¡ Oh Escarramán, Escarramán amigo ! ¿Cómo es esto? ¿A didha eres estatua? Rompe el silencio y habla á tus amigos. PizpiT. ¿Qué traje es éste, y qué cadena es ésta? ¿ Eres fantasma á dicha ? Yo te toco, y eres de carne y hueso. MoSTR. El es, amiga; no lo puede negar aimque más calle. Requerido de este modo Escarramán, porque él es, en efec- to, refiere á sus amigos la causa de aquella inesperada vuelta. Dio la galera al traste en Berbería, donde la furia de un juez me puso por espalder de la siniestra banda; mudé de cautiverio y de ventura, quedé en poder de turcos por esclavo ; de allí á dos meses, como al cielo plugo, me levanté con una galeota, cobré mi libertad, y ya soy mío. Hice voto y promesa inviolable de no mudar de ropa ni de carga hasta colgarla de los muros santos de una devota ermita que en mi tierra llaman de San Millán de la Cogolla; y éste es el cuento de mi extraña historia, digna de atesorarla en la memoria. Y con cierto orgullo y ansia pregunta el forzado : ¿ Qué se ha dicho de mí en aqueste mundo, en tanto que en el otro me han tenido mis desgracias y gracia? MosTR. Cien mil cosas: ya te han puesto en la horca los farsantes. Przírr. Los muchachos Iban hecho pepitoria de todas tus medulas y tus huesos. Repul. Hante vuelto divino; ¿qué más quieres? - Chiquiz. Cantante por las plazas, por las calles; bailante en los teatros y en las casas; has dado qué hacer á los poetas, más que dio Troya al mantuano Títiro. Juan. Oyente resonar en los establos. EL RUFlxVX VIUDO bo3 Repul. Las fregonas te lavan en el río, los mozos de caballos te almohazan. Chiquiz. Túndete el tundidor con sus tijeras; muy más que el potro rucio eres famoso. Mf>STR. Han pasado á las Indias tus palmeos; en Roma se han sentido tus desgracias, y hante dado botines sine número. Vadem. Por Dios que te han molido como alheña, y te han desmenuzado como flores, y que eres más sonado y más mocoso que un relox y que un niño de dotrina. De ti han dado querella todos cuantos bailes pasaron en la edad del gusto con apretada y dura resistencia; pero llevóse el tuyo la excelencia. EscARR. Tenga yo fama y hágame pedazos: de Efeso el templo abrasaré por ella. De aquí, sin duda, hubo de imitar Luis Quiñones de Be- navente el pasaje análogo que incluyó en su jácara de la la- drona madrileña Doña Isabel ^, mujer que dejó mucho re- cuerdo en nuestras letras : ¿ Qué casada no la gruñe, qué doncella no la labra, qué viuda no la pellizca, qué soltera no la carda? ¿Qué mancebo no la tunde, qué mozo no la batana, qué hombre mayor no la roza, qué muchacho no la masca? ¿ Qué estudiante no la hace, qué seglar no la traslada, qué sano no se la engulle y qué enfermo no la pasa? Escarramán, ([ue al parecer es gran danzarín, habiendo oído tañer las guitarras, excita á todos al baile y los músicos cantan esta tonada, que si no tan naturalista como la de Que- vedo. tampoco tiene su gracia ni su agudeza picaresca : I Júcara de Doña Isabel, la ladrona que acotaron y cortaron las orejas en Madrid. Jocoseria, edición de los Libros de Antaño, pág. 358; Calece, de Entremeses, etc., de la Xuera Bibl. de Autores esf^añoles, núm. 249. 6o6 EL TEATRO DE CIÍRN'AXTES Va salió de las gu rapas el valiente Escarramán, para asombro de la gura y para bien de su mal. "S'a vuelve á mostrar al mundo su felice habilidad, su ligereza y su brío y su presencia rea!. Pues falta la Coscolina. supla agora su lugar la Repulida, olorosa más que la flor de azahar ; y en tanto que se remonda la Pizpita sin igual, de la Gallarda el paseo nos muestre aquí Escarramán. La Repulida comience con su brío á rastrear. pues ella fué la primera que nos lo vino á mostrar. Escarramán la acompañe, la Pizpita otra que tal, Chiquiznaque y la Mostrenca, con Juan Claros el galán. ¡ Vive Dios, que va de perlas ! No se puede desear más ligereza ó más garbo, más certeza ó más compás. A ello, hijos, á ello; no se pueden alabar otras ninfas ni otros rufos que os puedan igualar, i Oh, qué desmayar de manos! ¡Oh, qué huir y qué juntar! ¡ Oh, qué nuevos laberintos, donde hay salir y hay entrar ! Un canto en rlonde se van señalando los movimientos de los danzantes^ muy semejante á éste, se lee, en la novela ejemplar La Ilustre fregona ^, en ocasión de describirse cier- to baile nocturno entre mozos de mnlas v mozas de mesón, 7 Autores cspaiíalcs, pág. 190. EL RUFIÁN VIUDO 607 á la puerta del Sevillano. Aprovecha Cervantes este punto para introducir los bailes más en boga ; dicen los músicos : Muden el baile á su gusto, que yo lo sabré tocar : el Canario ó las Gambetas, o Al Villano se lo dan. Zarabanda ó Zambapalo, el Pésame dello y más El Rey Don Alonso el Bueno, gloria de la antigüedad. Terminado el baile, exclama Trampagos : ^íis bodas se han celebrado mejor que las de Roldan. Todos digan como digo : i Viva, viva Escarramán ! Y ¿quién era este personaje? Opinión frecuente es la de tratarse aquí tan sólo de la personificación de este baile fa- moso \ Bien puede ser así ; pero son tantas las alusiones que se hallan á Escarramán y tan coincidentes entre sí, que yo sospecho (jue éste fué homl)re de carne y hueso. Además, los nombres de estos bailes picarescos solían tomarse de la tonada con que se bailaban, tonada que tenía por letra una jácara ó romance poi)ular, y mal podía haber jácara sin jaque á quien enaltecer, ó asunto efectivo para ella. Sabemos que á principios del siglo xvii era popular en España un romance que empezaba : Ya está metido en la trena el valiente Escarramán. Este sería, pues, uno de aquellos gcnnanes, picaros, ja- ques, rufos ó nifinjics de la hampa, acaso sevillana, aficiona- do á lo ajeno, picado de valiente y gran danzarín, cuyas aven- turas, braveza ú otras prendas personales, le hicieron famo- so entre los de su laya; caería en manos de la justicia, porque no hay tiempo (|ue no llegue, confesaría en el ansia. pa¡- mcaríatile las espaldas por las acoslimibradas y le echarían por diez años á escribir con el pino. Correría entonces el ro- I MoxRi:.\L, Los Bailes de antaño (Cuadros 7'irios). pátr. 1)5. H.\z.\Ñ.\s. Los Rufianes de Cervantes: pág. 264. 6o8 EL TEATRO DE CERVANTES iiiance, aplicaríasele música y de ella se inventaría el baile. Saldría Escarranián de las gitrapas, ó por lo que Cervantes dic€, ó por extinguir su condena ; tornaría á Sevilla, y allí daría consigo en la cii'c de palo, triste y merecido fin de tan abominable gente. Tal es, á lo menos, la biografía literaria (|ue de nuestro héroe puede tejerse, pues que no de otra ma- nera nacieron y se formaron las de sujetos parecidos. De no representarse, como creo, en esta figura el baile, hay que suponer que Escarramán fué extremado bailarín, habilidad que, naturalmente, predispondría la invención de la danza rufianesca. Dice Cervante.s : ¿ Es aquesto brindarme, por ventura ? ¿Piensan se me ha olvidado el regodeo? Pues más Hgero vengo que solia; sino toquen y vaya y fuera ropa. Pizpita. ¡ Oh, flor y fruto de los bailarines ! y ¡'qué bueno has quedado! EscARR. Toquen, verán que soy hedió de azogue. Toquen, que me deshago y que me bullo. Parece cierto que el baile de Escarramán, pasaba por novedad en los días de Cervantes, pero luego se avejentó con el mucho uso. Dice Ouevedo ^ : El valiente Escarramán desta manera propuso: — Están ya nuestros meneos tan traídos y tan sucios, que conviene que inventemos novedades de buen gusto. Era, por lo visto, desvergonzado y propio de picaros y rameras; en La Cuera de Salamanca se le llama "el famoso del nuevo Escarramán", y también lo cita Lope de Vega en su comedia ¿De cuándo acá nos vinof^. Su influencia en la danza española se prueba con el ingenioso romance Los Va- lientes y tomajones ''. Pág. 121 c¡e la cflicii'in do Rivadeneyra. .•\cto ir, escena iv. QuEVEDo, pág. 115 de la edición de Rivadeneyra. EL RUFIÁN' VIUDO 609 V^eis aqui á Escarramán, gotoso y lleno de canas, con sus nietos y biznietos y su descendencia larga. De el primer matrimonio, casó con la Zarabanda ; tuvo al Ay, ay, ay enfermo y á ejecutor de la vara. Esto andando algunos días, en la Chacona mulata, tuvo á todo el Rastro viejo, etc. (le cuya genealogía quiere desprenderse que muchos de los bailes picarescos proceden del primero. En los mismos días de Cervantes D. Fructuoso Bisbe y Vidal (el P. Juan Fe- rrer). escribía ^ : Agora corren por esta ciudad unas canciones que llaman Esca- rramán. que en el teatro las han representado con tanta torpeza, que aun los aficionados á comedias se escandalizaban, y muchos, por no oirías, se salían del teatro. Y en cierta relación impresa en t6t8" se le personifi- ca así : Iba Escarramán muy á lo de la vida : bigotazos que le hacían cos- quillas en las orejas; sombrero de ala grande, ondeado con oropel y prendida el ala con dos cuernecillos; sin espada y con daga de ganchos; por ligas, dos paños de manos; vestido frisado y con mu- chos golpes, y por broches, unos pedazos de paño; coleto y capa caída por medio de los hombros ; la postura como cuando recibió el usado centenar. Inseparable del nombre de Escarramán es el de la Mén- dez, su coima, que por lo visto fué una marca, iza ó daifa, '"de muy buen aliño" y famosa en sus tiempos, y que aún en Andalucía es término de comparaciones populares. Nóm- brasele multitud de veces en los romances de germanía y pi- carescos, como en los atribuidos á Juan Hidalgo, en el de 1 Tratado de las comedias, impreso en 1618; pero con licencia en 1613. 2 Relación de la fiesta que la Universidad de Baeca celebró á la inmaculada Concepción, por Don Antonio Calderón, catedrático de 4rtes, Baeza, Pedro de la Cuesta, 1618: 4.°; 92 hojas. 39 6lO EL TEATRO DE CERVANTES Pcrotiido, en el de la I 'ida y muerte üc Maladros, en el del Portillo de Alcalá, de Miguel López \ etc. Según Juan Cla- ros, vivía al regreso de su cíiyo y estaba en Granada á sus anchuras. Que Escarramán no fué creación del Manco sano, como alguien sospecha, lo prueban las citas que de él se hacen an- tes (le publicarse los entremeses : pero Cervantes fué quien le dio carta de naturaleza literaria. Gaspar Serrato, vecino de Sanlúcar de Barrameda, terminó en 1612 un libro acerca de los milagros hechos por la Virgen de la Caridad con unos moriscos, vohiendo á lo divino, y aplicando nada menos que á la Pasión de Cristo^, el romance de Escarramán: Fray Bartolomé de Cárdenas acudió, cuatro años más tarde, á la justa poético-religiosa celebrada en Sevilla por los sacerdotes de San Pedro ad J^incula en honor de la Concepción de Ma- ría, con un soneto escarramando, que describe á nuestro ru- fián como defensor de la piadosa tradición ^. La moda y forma de andar con desgarro y talle á lo escarranwndo, que por lo visto era el colmo y cima de la jaquería. menciónase en la curiosa novelita Escarmentar en cabcaa ajena, del in- genioso Lugo y Dávila ■*, y así se hallan muchedumbre de no- ticias y referencias en otros escritos. Los autores de autos sacramentales, que sacaron parti- do de todos los asuntos, aun de los más profanos, acudie- ron también al de nuestro jaque: en la Biblioteca Nacio- nal se guarda manuscrito y anónimo un Acto de Escarramán ^\ de letra del siglo xvii, con algunas enmiendas de mano, al parecer, de D. Francisco de Rojas, y de otra diferente. El intento del poeta fué personificar en Escarramán toda la par- 1 Todos ellos se hallan en el primer tomo del Romancero de Di-RÁx. 2 Relación hcrdadcra que se saco del libro donde están escritos los milagros de nuestra Señora de la Caridad de San Lucar de Bárrame' da... Impresso con licencia en Málaga por Juan Rene. Año 1612; 4.", 4 hojas. .3 Véase Gallardo, tomo iv, columnas 1353 y sigts. 4 Teatro popular, pág. 48. 5 Acto descarraman : 21 hojas en 4.", letra del siglo xvii; Ms. en la Rihl. Xacional : sign. 15375; núm. 1147 del Catálogo impreso. Er. RUFIÁX VIUDO 6ll te fea y satánica del hombre ; el mismo protagonista se re- conoce por autor de todos los crímenes hechos por la huma- nidad ; refiere que cenó con Baltasar, vendió á José, burló á Noé, adoró el Becerro de oro. destruyó ciudades, cometió robos, hizo muertes, etc. Dice la Gracia : Paternas llamas te esperan en fuego eterno. Hombre, mira que me pierdes, y que de tu mal gobierno tiempo vendrá que te acuerdes en la cárcel del Infierno. HoMRRE. ; A mí meterme en la trena? ¿Qué juez se ha de atrever? De locuras estás llena. y si no fueras mujer. por Cristo... Gracia. La lengua enfrena, que los que valientes son, y, como tú, distraídos de alma, virtud y razón, mueren ahorcados y heridos. como Caín y Absalón. Intenta la Gracia reducirle al bien, mas él la desoye; sale el Amor divino y Escarramán le recibe con bravatas : llegan á defender al Hombre contra los anteriores, el Rigor, la Gula, el Apetito, el Deleite, la Lujuria y la Carne. Cantan la Gula y el Apetito, baila la Carne y dice el Hombre : Por Dios, que el Ijaile es de gusto y que baila bien la Carne. Por fin déjase el Hoinbre con\-encer. vuélvese al bien v dice la Iglesia : Quita esa infernal librea y ponte aqueste vestido que te ha labrado la Gracia, y dando con regocüo fin á tus trabajos, demos á un nuevo baile principio. La obra es de escaso mérito y de infeliz desempeñ»'. Aquel sutil cordobés (|uc ya conocemos, en la especie de 012 EL TEATRO DE CERN'AXTES academia literaria que juntó en Valencia, bajo el nombre de D. Juan de Meneses, acordó dedicar al teatro algunas tar- des, "y al día siguiente, que era el de Todos los Santos, de- terminaron repartir los papeles de una comedia intitulada El Gallardo Escarranián ^, de que fué autor el sutil cordo- l^es". En ella nuestro personaje es capitán de ladrones en Sevilla, y, especialmente, de capeadores; sus secuaces son Rinconete, criado. Mochila, Maladros, Calvete y Antuvión. Roban cierta vez á D. Lázaro y á Alondego, que iban á dar música á su novia, y luego les desnudan hasta dejarlos en camisa. La \'ilches y la Escamosa son mujeres de la casa llana : está la Méndez ausente, y esta pena trae doliente al gallardo Escarranián. El primer acto se termina con un gracioso romance des- criptivo de la hazaña escarramanesca. Rinconete anuncia á su amo que un medio pariente de aquel godo que anoche padeció tantas injurias, sale á buscarte, y lleva en su cuadrilla la flor de la canela de Sevilla. Ha hecilio un arrogante juramento, y no es que ha de cortarte pierna ó brazo, ni derribar al suelo tus narices, sino que te ha de atar como á un cordero, y después (mira qué armas tan infames) previene contra ti (siendo quien eres) ; en una manta que consigo lleva, te ha de tender y hacer que tal vez subas hasta la vecindad noble del cielo y tal que bajes á besar el suelo. Lejos de intimidarse, nuestro bandido se dispone á bur- lar á D. Antonio como ha burlado á su primo. Así es, en efecto; el valiente mozo es víctima de su arrojo: Escarra- mán le desarma y está á punto de mantearle y echa contra I /:/ Gallardo Escarranián, Comedia famosa. Al fin de El Subtil cor- dobés, fols. 109 á 165. EL RUFTAX VIUDO 6l3 él la ronda, haciéndole creer qne es la cuadrilla. Después de varios lances, Escarramán. al cabo, es azotado y preso. El final de esta comedia parécese bastante al entremés de La Cárcel de Sevilla. EscARR. Pues cuando me hagan cuartos, ¿qué tendremos? ¿ Qué he pretendido yo toda mi vida, sino morir como otros muy honrados? ¿No es de hombres morir en una horca? Cualiquiera que pretende dejar fama, y que es hombre de bien, morir no puede menos que derribado de la horca. Entra desolada la Méndez ; consuélala Escarramán y or- dena que su venida se celebre con regocijo : turban el baile la llegada de la justicia á notificar al bandido su sentencia de muerte. EscARR. ¿ Por eso sólo ha parado la fiesta y el regocijo ? El baile adelante pase. Asombrados todos de tamaña barbarie, tratan de incli- nar el reo al arrepentimiento, incluso el Escribano; por lo cual dice Escarramán: i O'h, cuánto en la muerte gano, pues salgo de un mundo en quien predica ya un escribano. Solicita un barbero, pues (juiere ir galán á la horca ; en- sáyase después de cómo ha de mirar, hablar y gestos que ha de hacer, y se retira á estudiar su postrera arenga, mientras Antuvión, dice : Vive Dios, que has de tener más de seis por envidiosos, y que en pasos tan honrosos seguirte han de pretender. La Méndez suplica al Asistente por la vida de su cuyo, y él, por sacar á una mujer de pecado, concede el perdón. Há- celos casar y ordena que festejen sus desposorios con 6l4 EL TEATRO DE CERVANTES un baile que á su modo bailan ellos, celebrado del vulgo, é intitulado el Escarramán. Promete éste enmienila de su vida; baila la Méndez "el Escarramán al modo (jue otras veces se ha hecho" y se aca- ba. Ciertamente si Salas Barbadillo no tuviese otras obras que esta comedia, sin duda semiburlesca ^. no alcanzaría el justo puesto que ocupa en las letras españolas. Con el mismo asunto, ó por lo menos título, hay comedia plenamente burlesca, debida al cómico ingenio de Moreto ^, aunque esta obra mejor pudiera llamarse El Muerto casa- mentero. Su argumento no puede ser más disparatado : nada tiene que justifique su titulo ni revele el talento y gracia de Moreto. Si á él pertenece, debe ser parto de sus primeros años ; pero lo más proba- ble es que la escribiese á destajo, y en pocas 'horas, con otros inge- nios, pues al final de la segunda jornada se menciona el tiempo que quedaba para hacer la siguiente. El desenlace es una crítica de otras comedias mojigangas y del autor y poeta San Martin ■^. Eil festivo Quevedo tomó del tipo de Escarramán asunto para una jácara suya "*, y de las más donosas, en donde se llevan hasta el colmo las alusiones, equívocos, retruécanos, frases, comparaciones, giros y dichos picarescos, como obra de quien gozó el ingenio acaso más agudo que el mundo ha visto. Supone que el rufián, preso en la trena de Sevilla, sa- lido del ansia, después de haber recibido el usado centenar^ y condenado á galeras por diez años, escribe sus cuitas á la . I CoTARELO Y ^loRi, Prúlogo á las Obras de Alonso Jerónimo de. Salas Barbadillo, pág. lxxxi. 2 Escarramán. Comedia b^'rlcsca Que se hico en el Buen Retiro. — Parte treinta y siete de varios. Madrid, por Melchor Alegre, 1671, pá- ginas 357 y sigts. — Alguna vez sc' halla citada con el título de Los Celos de Escarramán. 3 Fernández Guerra (D. L.), Comedias escogidas de Don Agustín Moreto y Cabanas (Bibl. de aut. españoles), pág. xxxvii. 4 Carta de Escarramán á la Méndez y Respuesta de la Méndez á Escarramán, Obras poéticas de D. Francisco de Quevedo y Villegas (Jiibl. de aut. españoles, tomo lxtx), págs. 96 y q8. EL RUFIÁN' VIUDO OÍ? Méndez, la cual contesta "desde Toledo la rica, dentro del pobre hospital". El señor de la Torre de Juan Abad, torna á mencionar á la Méndez en el Desafío de los jaques \ Muchas obras y ocasione? semejantes, ó más ó menos parecidas, á la de El Rufián zimlo, pudieran señalarse en nuestra literatura picaresca; pero comoquiera que no son imitaciones directas, deben de quedarse en silencio. Sólo re- cordaré aquí la curiosa novelita La Heruianía ^. del ingenio- so escritor madrileño Francisco de Lugo y. Dávila, uno de los primeros discípulos y pro&ecutores de Cervantes, cuyas obras se han reimpreso no ha mucho. Este lindo cuento es una verdadera imitación de Rinconefe y Cortadillo, no sólo en el asunto y su disposición, sino hasta en la forma, pues varios lugares y pasajes parecen copia de la obra cervantina. La comparación de esta novela, no citada por el Sr. Rodrí- guez ]\[arín en su Rinconefe y Cortadillo, fué hecha con la de Cervantes, por su moderno editor. El tantas veces citado Quiñones de Benavente, aficiona- dísimo á los escritos del Manco sano, compuso un entremés titulado Zapatanga ^, donde también hay un vejete que acaba de perder á su mujer, por lo visto con gran pena de su alma. Lléganle á consolar amigos y vecinos, y hácese conversación general sobre la muerta. Como Trampagos. el vejete se com- place en traer á la memoria las- buenas prendas de la difun- ta, á lo cual la socarrona Luisa contesta con agudas pullas y saetas. Vejete. ¡ Ay, señora, que su triste muerte una pérdida ha hecho de importancia ! Luisa. Sí, que Leonor fué toda su ganancia. Vejete. ;Qué he de hacer yo sin ti? Luisa. Lo que ella haría. \^EjETE. ; Qué liaría ella ? 1 Obras poéticas de Quevcdo, pág. 109. 2 Teatro popular, reimpresa en la Colección selecta de antiguas Novelas españolas: tomo i; ^Madrid, 1906; 8.° 3 Códice manuscrito de Entrevieses de Luis Quiñones, en 4.". en la Bihl. Nacional, Ms. 15105; núm. 301 de la Calece, de entremeses, etc., de la Nueva Bibl. de Aut. españoles. 6lÓ EL TEATRO DE CERWWTES Luisa. . Casarse al otro día. \'ejete. ¡ Qué lindo talle tuvo ! Zapat. y linda cara. Vejete. Y para mí bien cara, pues me mata. Luisa. Pues para más de dos fué bien barata. Esta lúgubre escena de lamentos }■ lloros se rompe con la venida de la impettiosa y resuelta Antonia. AxTOX. Yo me vengo á casar. Luisa. ¿Con quién, amiga? Antón. Con el viudo, y basta que él lo diga. Luisa. ¿El ha hablado palabra ? Antón. Xo la ha hablado, ■mas con el corazón el si me ha dado. Micaela. Xo puede ser que hay hembra que !o impida. Antón. Y ¿ es ella ? Micaela. Sí. Antón. ¡ Donosa relamida ! Que he d^e ser su mujer. Luisa. ¡ Qué borrachera ! Pues ¿no estaba yo aquí cuando eso fuera? Por último, el viudo, como Trampagos, arregla esta com- petencia, eligiendo para su inujer á Antonia, y, como en El Rufián, las preteridas acaban por sosegarse y aun se regoci- jan y celebran el suceso, contribuyendo al baile. Semejante asunto tiene el entremés de Quirós ^ Los Viu- dos al liso, donde también se ridiculiza el fingido dolor de los que se casan el mismo dia del entierro de su mujer; así como el anónimo de Las J^iiidas, imitado por Calderón en El Pésame de la viuda ^, etc. El episodio de Escarramán parece que dio motivo á don Pedro Calderón para sacar á Soriiavirón, en condiciones pa- recidas, en su entremés de Las Jácaras ^. Mari-Zarpa peréce- I Obras. Con privilegio. En Madrid, por Melchor Sánchez, ano i6¿6; 4.°; 12 hojas de prels., 123 folios y colofón. 3 Parnaso nuevo, 1670; Floresta de entremeses, 1680, y JNIs. en la Bibl. Xacional. 3 Autores españoles: Comedias de D. Pedro Calderón, tomo i\', pág. 649. EL RUFIÁN VIUDO 617 se por cantar este género de composiciones, sin dejar huér- fano de ella "'á mujer libre ni ruñan valiente"; deseosos sus deudos de curarle aquella manía, hacen que comparezcan varias personas disfrazadas al modo picaro, y así. cuando Cc.nta : Enjaulado está en Sevilla Sornavirón el de Osuna, por gavilán de talegos, por gato de cerraduras, '"sale Sorna\'irón con prisiones en los pies y en las manos", y dice : Si estoy enjaulado ó no, el diablo tuvo la culpa, que siempre es mañoso el diablo, etc. Al enterarse Mari-Zarpa de la burla, exclama resuelta : "á mis jácaras me vuelvo" ; tanta es su afición á ellas. Los Viudos al uso ^ llamó D. Francisco de Ouirós á cier- ta obrilla suya, en que se repite el asunto del viudo, al pare- cer inconsolable y que luego se casa. Tornó á reproducirlo don Ramón de la Cruz en su saínete El Viudo ^, donde D. Epi- fanio, como Trampagos, aunque parece muerto de dolor, aca- ba por buscar en seguida sustituto á su mujer. La entrada del viudo en .escena es de una observación notable: Sale don Epifanio de luto riguroso, con un pañuelo en los ojos, y después de los primeros versos y abrazar apretadamente á don Anastasio, se deja caer en una silla de brazos que ha de haber en medio del tablado. Como en El Ruficín, entretiénense todos los circunstantes en recordar las prendas y perfecciones de la difunta, al com- pás de los suspiros de D. Epifanio, quien, sin embargo de su dolor, va poco á poco consolándose y determina casarse 1 Entremés de los J' indos al uso. — Obras de Francisco Bernardo de Qiiirós... En Madrid, por Melchor Sánchez. Año de /óíó; 8.°: ri hojas de prels. sin foliar, más 124 de texto. 2 Saynete nuevo intitulado El Jludo. Para seis personas. \'alencia, Estevan, 1816; 8 págs. en 4.° á dos cois. Ól8 EL TKATRO DE CERVANTES con Juana, doncella de la difunta, dentro de un mes, ó antes; porque ; Quién repara en quince días más ó menos? Cierto aire con Escarramán se da también otro jaque, pa- dre, asimismo, de un l^aile : el Mellado, y del cual hay jácaras de D. Juan de Matos Fragoso ^, de D. Antonio' Cardona, de Calderón de la Barca ^, y un baile entremesado de Moreto ^. 1 Tardes apacibles, 1663. 2 Ociosidad entretenida, 1668. 3 Tardes apacibles, pág. ¡2. V EL VIZCAÍNO FINGIDO Cervantes y los vizcaínos. — Juicio de este entremés. — Fecha de su com- posición.— Argumento }• observaciones. — Semejanzas. — Pasajes de Las Harpías en Madrid y de La Garduña de Sevilla, de Castillo Solórzano. — El Chasco de los aderezos, de D. Ramón de la Cruz. Don Julián Apraiz Sáenz del Burgo, natural de Vitoria y erudito cervantista, publicó en el año de 1881 y reprodujo en el de 1895, un curioso libro intitulado Cervantes vascc')- filo, ó sea Cerrantes vindicado de su supuesto antiz'iccainis- >no \ Contra las opiniones de Clemencín. Fenicández Guerra. Polinous y otros, propónese el autor probar que Cervantes no intentó nunca ridiculizar á los vascos, antes los tuvo siem- pre en aventajado predicamento, haciendo ver la amistad que le unió con diversos hijos de Euskaria. Son conclusiones del übro del señor Apraiz que en los escuderos del Quijote y de La Casa de los celos no hay ri- diculez de ningún género, sino aspecto meramente cómico, que es mucho más inofensivo... Tanto en época de Cerv.antes como en tiempos anteriores y aun en nuestros días este tipo de vizcaíno era y sigue siendo, sin semejas de ningún espíritu de crítica, un nuevo recurso, muy socorrido por cierto, de que han echado mano con trecuencia los poetas cómicos castellanos. X^o sé lo que Cer\antes pensaba de los bizkaitarras ; pero de que su manera de chapurrear y deshacer el caste- llano le causaba gracia responden, además de la famosa aven- 1 Cervantes vascófilo, ó sea Cervantes vindicado de su supuesto antiviccainisino. Nueva edición considerablemente aumentada. Vitoria, 1895 : 4.". 287 págs. 620 EL TEATRO DE CERVANTES tura del Quijote \ única batalla vencida por el héroe man- chego, los pasajes ya notados en las comedias Lo Gran Sitl- iana y La Casa de los celos y ahora el entremés presente. De creer es. sin embargo, que participaría de la opinión general e'i los escritores de su tiempo, que los hace torpes de mollera, 1)urros. como nuestro autor les llama. Por lo demás, estas burlas responden á la tendencia general de nuestro pueblo de hacer especiales á cada uno de sus habitantes las virtudes ó defectos que atribuye á las regiones; así, todo gallego ha de ser cicatero y sucio ; todo aragonés terco y rudo, todo andaluz jacarandoso y embustero, etc. Recuérdese á este pro- pósito aquella descripción del, hasta ahora desconocido, autor de La Tía fingida: Porque los vizcaínos, aunque son pocos, es gente corta de ra- zones; pero si se pican de una mujer, son largos de bolsa. Los manchegos son gente avalentonada, de los de ¡Cristo me lleve!, y llevan ellos el amor á mojicones. Hay aquí también una masa de aragoneses, valencianos y catalanes: teñios por gente pulida, olo- losa, bien criada y mejor aderezada; mas no los pidas más, y si más quieres saber, sábete, hija, que no saben de burlas: porque son, cuando se enojan con una mujer, algo crueles y no de buenos hígados. A los castellanos nuevos teñios por nobles de pensamien- tos, y que si tienen dan. y por lo menos si no dan no piden. Los extremeños tienen de todo, como boticarios, y son como la alqui- mia, que sí llega á plata lo es, y sí á cobre, cobre se queda. Para los andaluces, hija, hay necesidad de tener quince sentidos, no que cinco ; porque son agudos y perspicaces de ingenio, astutos, saga- ces y no nada miserables. Los gallegos no se colocan en predica- mento, porque no son alguien ; etc. ^. Fácil de aflojar la bolsa pinta también Cervantes al protagonista del presente entremés : Porque, para decir la verdad á vuesa merced, él es un poco burro y tiene algo de mentecato, y añádesele á esto una tacha, que es lástima decirla, cuanto más tenerla, y es que se toma algún tanto un si es no es del vino; pero no de manera que de todo en todo pierda el juicio, puesto que se le turba; y cuando está asomado y aun casi todo el cuerpo fuera de la ventana, es cosa maravillosa 1 Primera parte, caps, viii y ix. 2 Biblioteca de Autores españoles, tomo i, pág. 223. lir. vizcaíno fingido su alegría y su liberalidad : da todo cuanto tiene á quien se lo pide y á quien no se lo pide; y yo querría, ya que el diablo se ha de llevar cuanto tiene, aprovecharme alguna cosa, y no he hallado mejor medio que traerle á casa de vuesa merced, porque es muy amigo de damas, y aquí !e desollaremos cerrado como á gato. La lengua vasca, como aglutinante que es, hállase sujeta á sintaxis muy diferente de las neolatinas; de aquí nace que cuando los hijos poco ilustrados de aquella tierra pretenden hablar castellano, como acostumbrados á su idioma nativo, trastruecan y revuelven los accidentes gramaticales en forma no exenta de chiste. Decía el más ilustre de ios burlones del mundo, D. Francisco de Quevedo: Si quisieres saber vizcaíno, trueca las primeras personas en se- gundas, con los verbos, y cátate vizcaíno, como Juanoho. quitas liguas, buenos andas, vizcaíno. Cer\'antes remedó más á la larga este lenguaje en la comedia La Casa de los celos, por boca del vizcaíno escudero : y en la precitada obra La Gran Saltana hace burla del vas- cuence, suponiéndolo lengua que lleva el lauro de antigua á la Etiopia y Abisinia. Lope de ^ ega. (jueriendu ridiculizar la cultilatiniparla que en su tiempo se introducía, comparóla con el maltrecho castellano de Vizcaya en un célebre soneto, tan gracioso como conocido. Por lo demás, cierto es que Vizcaya ha pro- ducido hombres muy peritos é ilustres en el manejo del lia- bla de Castilla, como el célebre canciller Ayala, el obispo de Mondoñedo, Fr. Antonio de Guevara, el historiador Esteban de Garibay, etc. Sin duda alguna que el entremés de El Vi::caíno fingido ha de colocarse entre los más perfectos de forma entre los de su autor; no pienso, sin embargo, como D. Manuel José García, quien afirma: Que por su interés escénico, por su carácter histórico, por su trascendencia social, por su desempeño literario, en suma, por sus aspectos todos, creímos siempre, con perdón sea dicho de quien 1)2 2 EL TEATRO DE CERVANTES Iludiera opinar en contrario, que éste es el mejor de los entreme- ses que salieron de la pluma de Cervantes i, pero sí voy con él cuando escribe : Lo cierto es que, á pesar de lo exiguo de la producción literaria en que aquí nos ocupamos, salta á la vista del menos lince la cir- cunstancia, digna de ser tenida en consideración, de haberse obser- vado en ella todo cuanto pueda desear el criterio menos condes- cendiente, y aun más si se atiende á la frivolidad en que suelen estar inspiradas la mayor parte de las producciones de este géne- ro, y de cuva órbita se sale la que acabamos de analizar. Así vemos resaltar en ella lógica en lo tocante á su redacción, pues desde las primeras palabras de la fáibula se da á conocer su objeto de un modo claro y determinado. Argumento bien conducido y conve- nientemente variado, mediante episodios naturales, y en manera alguna forzados, como extraídos de la propia índole de la acción : caracteres perfectamente sostenidos hasta la conclusión; desenlace felizmente adecuado al fin propuesto; estilo — como de quien la escribió ^. Sin embargo, no hay en él verdadera pintura de tipos, pues el \"izcaíno es contrahecho y caricaturesco; Solórzano se expresa como un buen hombre, y las dos busconas resultan muy distintas de lo que podía esperarse : Cristina, buena, rrcdula y discreta, y Brígida, tonta y envidiosa ; con todo, éste parece el mejor carácter de la piececilla, no obstante ser figura secundaria. Graciosa resulta la presentación del protagonista Qui- ñones, disfrazado de vizcaíno; cómica su conversación cha- purreada y llena de sorprendentes trasposiciones; el diálogo que con él se hace y no menos su repentina borrachera. Mé- "ito notable de nuestra piececilla es, asimismo, lo bien urdido de la trama y sostenido del interés, á pesar del corto nú- mero de personajes, cinco solamente. Con todo, me parece de los más débiles entremeses de Cervantes. Xo satisface por entero la parte moral de la obrita á Cavaleri ^ : 1 Estudio crítico, pág. 179. 2 ídem id., pág. 183. 3 Cavaleri ; Rasguño de análisis, pág. ;¡~. fj: vizcaíno fixgido 623 Es verdad que una ramera lleva el castigo de su codicia con burla algo costosa ; pero no es tanto que le haga desistir de su vida. Mas es este entremés un aviso á las mozas del partido para que vivan sobre ojo con los dadivosos de antuvión. Dos indicaciones niu_\' interesantes constan en la pieza, por las cuales puede fácilmente rastrearse la fecha de su re- dacción. Hácese memoria de cierto decreto, por virtud del cual los genoveses andaban melanc(')licos y tristes. Como ya observó el señor García ^, trátase de una prat^inática expe- dida en El Pardo por Felipe III y publicada en Madrid en t6o9 ", relativa al valor de la moneda de oro y al cuánto se ha de cambiar y vender conminando con graves riesgos y penas, incluso la de destierro perpetuo, al contraventor de lo ordenado. Los genoveses. que por aquellos días solían dedi- carse al oficio de la banca, especialmente en las ciudades de muchos viajeros }' comercio, como Se\-illa. Barcelona, etc., prestando cantidades, en general con usura, cual los judíos en siglos anteriores, recibieron con tal disposición un golpe mortal. Como para el cambio de la moneda no había un tipo fijo, compréndese que los tales prestamistas podían sacar de ello, sobre todo con el oro. gran provecho, cotizándolo á su gusto. Reducida su especulación á un comercio lícito, pero mucho menos lucrativo, alcánzase que anduviesen mustios y amortecidos por la acertada pragmática. Cervantes, cjue lio miraba con muy buenos ojos á los tales genoveses, hace alusión á su avaricia en El Licenciado Vidriera. Mayor puntualidad todavía nos ofrece la otra indicación. Entra Brígida toda asustada y aturdida por haber oido pre- gonar un bando, por el cual no se prohibían los coches, como creyó ella, sino que se restringía y reglamentaba su uso. se- gún repara la más aguda y serena Cristina. Este pasaje nos permite señalar la fecha del entremés para los primeros día? del año de i6ti, como notó el primero Cavaleri y Pazos en su edición referida, y después D. Julio Monreal en el cu- 1 Estudio crítico, pág. 129. 2 Título XXI, lib. V, ley t6 de las Leyes del Reino. 624 EL TEATRO DE CERVANTES ríoso libro Cuadros i'icjos ^. Orientado por estas indicacio- nes, aunque sin citarlas, el señor García " copió la pragmá- tica de referencia, publicada por Felipe III en 3 de Enero de 161 1 ^: Ley IX. En que se prohibe el andar en coches, sin licencia, y se declara las personas y en la forma que lo pue- den Jiacer. Quevedo concreta más que Cervantes su referencia á la pragmática indicada en un romance satírico : Tocóse á cuatro de Enero la trompeta del juicio, á que parezcan los coches en el valle del registro. Treinta días dan de plazo para ser vistos y oídos, para dar premio á los buenos como á los malos castigo. Diez años antes, añade Cavaleri ^, en 1601, en 2 de Ju- nio, el mismo Monarca había mandado expedir pragínática, ordenando, entre otras cosas prohibitivas, que la? mujeres públicas ganadoras con sus cuerpos, no pudiesen usar oro, perlas, ni seda fuera de sus casas, además de quedar com- prendidas en las prohibiciones intimadas á las señoras; que tampoco les fuese lícito andar en coche, en el cual, siendo alquilado, no entrase persona alguna, de cualquier estado ó condición que fuese. La inmoderada afición á los coches creció de tal manera á principios del siglo xvii, como no puede formarse idea. Nuestros escritores de todas clases truenan contra la manía ; pero, al parecer, con tan poco éxito como- las repetidas dis- posiciones y pragmáticas, cuyo mismo número indica que eran ineficaces. Corrió la voz de que los tales coches eran peligro cierto para la honestidad y ocasión perpetua de des- envolturas, y, sin duda, esto era lo firme; moralistas y satí- 1 Ruar el coche, pág. 109. 2 ■ Estudio crítico, pág. 92. 3 Segunda parte de las Leyes del Reino, título xix, lib. vi, ley ix, pág. 194. 4 Rasguño de análisis, pág. 38. EL VIZCAÍNO FINGIDO 625 ricos acogieron la especie, que, llegando á oídos de Felipe III, cansó las leyes referidas y otras muchas anteriores y sub- siguientes : El malicioso Tirso de Molina ^ no dejó sin palmetada los carruajes. Quevedo pone en boca de un vchiculo de esta Ciase la siguiente confesión : Aciisome (en alta voz dijo) que ha un año que vivo de usurpar á las terceras sus derechos y su oficio. El pueblo hizo suya la sátira y, pintoresco como siem- pre, la encerró en esta seguidilla : Por la corte en los coches se vende carne, y es ya carniceria cualquiera calle. Per último, el mismo Cervantes, en su primorosa nove- lita El Licenciado Vidriera ^, escribe: Un muchacho le dijo: ''Hermano Vidriera, mañana sacan á azotar á una alcahueta." Respondióle: "Si dijeras que sacaban á azotar á un alcahuete, entendiera que sacaban á azotar un coche.*' La afición á los coches, especialmente en las mujeres, fué satirizada varias veces por nuestros entremesistas. Por el mismo tiempo en que Cervantes redactaba el presente, Gabriel de Barrionuevo componía el del Triunfo de los co- ches ^, único que nos queda de los suyos y obra de positivo mérito. Quiñones de Benavente no dejó tampoco de aprove- char este asunto, escribiendo el titulado Los Coches^, y \^é- lez de Guevara fulminó en el de Los Atarantados '" la mayor sátira contra la pasión femenil por dichos vehículos. Des- airado cierto pretendiente de una joven y elegido otro con 1 La Huerta de Juan Fernández, acto i. 2 Autores españoles, pág. 162. 3 Octava parte de las comedias de Lope de Vega, Barcelona, 1617. 4 Colección de entremeses, loas, •etc., en la Nueva Bibl. de Autores españoles; núm. 71. 5 Flor de entremeses, Madrid, 1657; reimpresa por el Marqués de Jerez de los Caballeros en 1903. 40 62b EL TEATRO DE CERVANTES aplauso (le toda la familia, el preterido solicita decir una sola jxilabra al oído de la dama ; la palabra es coche, y con este conjuro destruye todo lo concertado, casándose con ella. Vi\ó\ empresa resulta estudiar el entremés de El Vizcaíno fingido, después del librito cjue acerca de él compuso y sacó á luz D. Manuel José García \ Alguna mayor amplitud en las apreciaciones estéticas, más copia en el examen del asun- to, de sus precedentes y consecuencias, y menos l>ene\'olencia para las atribuciones de obras nuevas al Príncipe de nues- tros ingenios, no le dañarían. Más que nada avaloran este Estudio las abundantes, y algunas muy interesantes, notas (|ue le acompañan }' forman su comentario. Las primeras palabras de la pieza contienen todo el en- redo con que el cortesano Esteban de Solórzano y su amigo Quiñones intentan burlar á una taimada sevillana de rompe y rasga, anzuelo de boJsas. Previenen dos enteramente igua- les y en ellas encierran el mismo número^ de cadenas, idénti- cas entre sí, la una de oro y de alto precio, y la otra de al- quimia y sin valor. Cambia la escena y asistimos á la visita que á la dama, dicha Cristina, hace una su amiga y correli- gionaria, de nombre Brígida. Brígid.a. Doña Cristina amiga, hazme aire, rocíame con un poco de agua este rostro, que me muero, que me fino, que se me arranca el alma. Dios sea conmigo. Confesión á toda priesa. Cristina. ¿Qué es esto? ¡Desdichada de mí! ¿No me dirás, amiga, lo que te ha sucedido? ¿Has visto alguna mala visión? ^Hante dado alguna mala nueva de que es muerta tu madre, ó de que viene tu marido, ó hante robado tus joyas? Brígida. Ni he visto visión alguna, ni se ha muerto mi madre, ni viene mi marido, que aún le faltan tres meses para acabar el negocio donde fué, ni me han robado mis joyas: pero hame suce- dido otra cosa peor. Cristina. Acaba, por tu vida, amiga, y dime lo que te ha suce- dido, y qué es la desgracia de quien yo también tengo de tener parte. Brígida. Y ¡ cómo si tendrás parte ! Y mudha. si eres discreta, como lo eres. Has de saber, hermana, que viniendo agora á verte, 1 \'éase el núm. 23 de la Bibliografía. EL VIZCAÍNO FINGIDO 627 al pasar por la Puerta de Guadalajara, oí que en medio de infinita justicia y gente estaba un pregonero pregonando que quitaban los coches y que las mujeres descubriesen los rostros por las calles. Cristina. Yo creo, hermana, que debe de ser alguna reforma- ción de los coches : que no es posible que los quiten de todo punto ; V será cosa muy acertada, porque, según he oído decir, andaba muy de caída la caballería en España, porque se empanaban diez ó doce caballeros mozos en un coche y azotaban las calles de noche y de día, sin acordárseles que había caballos y jineta en el mundo; y como les falte la comodidad de las galeras de la tierra, que son los coches, volverán al ejercicio de la caballería, con quien sus antepasados se honraron. Brígida. ¡ Ay, Cristina! Xo me digas eso; ¡qué linda cosa era ir sentada en la popa de un coche, llenándolo de parte á parte, dando rostro á quien y como y cuando quería ! Y en Dios y en mi ¿nima te digo que cuando alguna vez me le prestaban y me veía sentada en él con aquella autoridad, me desvanecía tanto, que creía bien y verdaderamente que era mujer principal y que más de cuatro señoras de título pudieran ser mis criadas. A la chita callando se entra el socarrón de Solórzano con la cadena buena preparada, y tras muchos cumplidos, pro- pone su intento, que no es otro sino que aquellas buenas se- ñoras le ayuden á desollar vivo al supuesto vizcaíno. Y para principio traigo aquí á vuesa merced esta cadena en este bolsillo, que pesa ciento y veinte escudos de oro, la cual tomará vuesa merced y me dará diez escudos agora, que yo he menester para ciertas cosíllas. y gastará otros veinte en una cena esta noche, que vendrá acá nuestro burro ó nuestro búfalo, que le llevo yo por el naso, como dicen, y á dos idas y venidas se quedará vuesa mer- ced con toda la cadena, que yo no qui-ero más que los diez escudos de ahora. La cadena es bonísima y de muy buen oro y vale algo de hechura : hela aquí, vuesa merced la tome. Para desvanecer las dudas de la descocada moza presén- tase un platero vecino á suplicarle se sirva llevar otro dia á su mujer á ver la comedia, ''que me con\-iene y me importa quedar mañana en la tarde libre de tener quien me siga y me persiga". Este tal examina la cadena y testifica que es de oro de 22 quilates y que pe.sa 150 escudos. Aunque es cierto qtie 528 EL TEATRO DE CERVANTES el oriñce no debe de ser hombre muy moral, pues tales cosas tolera, v dice no puede suponerse su complicidad con Solór- zano pues entonces resultarla inútil la cadena legitima. El bAU-la-dor dice primero (pág. 330) que vale 120 escudos, y luego coincide con el platero U)Ag. 33^) en asegurar que 150 (pagi- na 339) ; nueva prueba de la precipitación con que Cervantes componía sus obras, aun las mejores. Vase Cristina poT los escudos, y mientras tanto se hace entre el astuto cortesano y la cortesana Brío-ida una primo- rosa escena, que bien acredita la envidia que corroe á aquella y lo falso de su amistad á la dueña de la casa. ¡Qué verdad resplandece en estas páginas ! Brígida Señor don Solórzano, ¿no tendrá usted por ahí algún mondadientes para mí? Que en verdad no soy para desechar, y 'jue ten-o yo tan buenas entradas y salidas en mi casa como la señora doña Cristina; que á no temer que nos oyera alguno, le dijera yo al señor Solórzano m.ás de cuatro tachas suyas: que sepa que tiene los pechos como dos alforjas vacías y que no le hue e vmv bien el aliento, porque se afeita mucho, y con todo eso la l.uscan, solicitan v quieren; que estoy por arañarme esta cara, más de rabia que de envidia, porque no hay quien me de la mano, entre tantos que me dan del pie ; en fin. la ventura de las feas. " Cristina. He aquí, señor don Esteban, los diez escudos, y !a cena 56 aderezará esta noche como para un príncipe. Solórzano. Pues nuestro burro está en la puerta de la calle, quiero ir por él ; vuesa merced me lo acaricie, aunque sea como quien toma una pildora. (Vasc.) Brígida. Ya le dije, amiga, que trújese quien me regalase a mi, y dijo que sí haría andando el tiempo... También le dije como vas m.uy limpia, muy linda y muy agraciada, y que toda eres ámbar, al- mizcle y algalia entre algodones. Cristina. Ya yo sé, amiga, que tienes muy buenas ausencias. La primera parte de esta escena trae á la memoria aque- lla otra donosísima^ que terminó en manera tan lamenta- ble para la reverenda dueña D." Rodríguez por dedicarse á despellejar á la desenvuelta Altisidora y á su ama en la cá- mara de Don Quijote. I Don Quijote, segunda partlc; cap. XLViii. KL VIZCAÍXO FINGIDO 62Q Sobreviene Ouiñones fingiendo á m;ira\illa su paj^el de vizcaíno : Quiñones. \^izcaíno. manos bésame vuesa merced, que mándeme. SoLÓRZANO. Dice el señor vizcaíno que besa las manos de vuesa merced y que le mande. Brígida. ¡ Ay, qué linda lengua ! Yo no la entiendo, á lo menos ; pero paréceme muy linda. Cristixa. Yo beso las de mi señor vizcaino y más adelante. QuiÑONE.s. Pareces buena bermosa ; también nocbe ésta cena- mos; cadena (|uedas, duermas nunca, basta que dóila. Sale á relucir la conserva y ruedan los tragos del devoto, y nuestro forastero, que ya venia refrendado de su casa, toma una regular papalina. Marchan los dos, y las mujeres se re- crean contemplando la joya á tan poca costa adquirida, cuan- do toma cá entrar Solórzano acongojado : Soi.ÓRz.wo. A la vuelta de esta calle, yendo á la casa, encontra- mos con un criado del padre de nuestro vizcaíno, el cual trae car- ias y nuevas de que su padre queda á punto de expirar, y le manda que al momento se parta, si quiere hallarle vivo. Trae dinero para la partida, que sin duda ha de ser luego. Yo le ihe tomado diez es- cudos para vuesa merced, y velos aquí con los diez que vuesa mer- ced me dio denantes, y vuélvaseme la cadena, que si el padre vive, el hijo volverá á darla, ó yo no seré don Esteban de Solórzano. Nuestro gozo en un pozo, piensan las busconas : pero con- tentándose con los lo escudos ganados burla burlando, de- vuelven la cadena al cortesano ; mas éste, indignado, la re- chaza por falsa, con gran estupor de aquéllas. Porfían unos y otros, ármase gritería, nadie se entiende. Solórzano. Que no hay para qué dar gritos, y más estando ahí el señor Corregidor, que guarda su derecho á cada uno. Cristina. Si á las manos del Corregidor llega este negocio, yo me doy por condenada; que tiene de mí tan mal concepto, que ha de tener mi verdad por mentira y mi virtud por vicio. Señor mío, si yo he tenido otra cadena en mis manos sino aquesta, de cáncer las vea yo comidas. Pasa un alguacil, oye la baraja y sube. Querellase ante él Solórzano, depone á su favor la amiga: "aunque no puede testificar dónde se pueda haber hecho el trueco, ponjue la 63o EL TEATRO DE CERVANTES cadena no ha salido de aquesta sala''. Y así es la verdad. Difícil es averiguar cuándo y cómo se da el cambiazo, por la íaUa de acotaciones del entremés. Las cadenas son dos. la una buena y la otra contrahecha ; Solórzano entrega la buena, pues por tal la reconoce el platero; aparece ahora la falsa, sin haber salido la joya de la estancia. De no ser olvido de Cerv.'VNte.s explicar esta oscuridad, sólo cabe admitir un juego de prestidigitación hecho por el taimado cortesano. Mas comoquiera que la burla concertada "no había de pasar de los tejados arriba... ni con daño de la burlada, que no son burlas las que redundan en desprecio ajeno", he aquí cómo se resuelve todo: SoLÓRZAXO. Ahora bien ; yo quiero hacer una cosa por vuesa merced, señora Cristina, siquiera porque no la dhupen brujas ó, por lo menos, se alhorque ; esta cadena se parece mucho á la fina del vizcaíno ; él es mentecato y algo borrachuelo ; yo se la quiero llevar y darle á entender que es la suya, y usted contente aquí al señor alguacil, y gaste la cena desta noche y sosiegue su espíritu, pues la pérdida no es mucha... Vengan los diez escudos, que di demasiados. Cristina. Helos aquí y más los seis para el alguacil. Con razón escribe Cavaleri que causa pena ver tan apu- rada á Cristina por un cargo calumnioso, y más cuando las sospechas de estafa más bien caerían sobre Solórzano, pues aquélla ni conocía á éste, ni sabia de la cadena, ni tuvo tiempo de trastrocarla. Es tan magnánima, que convida para cenar aquella noche á los mismos que la chasquearon. Pero queda sin manifestarse la ejemplaridad de la obra; para esto se en- tran de rondón unos músicos y con ellos Quiñones libre de su aspecto vizcaíno; Cristina comprende prontamente la bur- la, y por si le quedasen dudas, los músicos entonan esta espe- cie de cantaleta ó matraca : La mujer más avisada ó sabe poco ó nonada. La mujer que más presume de cortar como navaja los vocablos repugados entre las godeñas pláticas: EL VIZCAÍNO FINGIDO 63 I la que sabe de memoria á Lo Frase y á Diana y al Caballero del Febo con Olivante de Laura: la que seis veces al mes al gran Don Quijote pasa, aunque más sepa de aquesto, ó sabe poco ó nonada. El dómine ó preceptor de Cádiz escribe ^ que la acción del presente entremés pasa al mediodía en ]\íadrid, dentro de la sala de D." Cristina, menos la primera escena, que ocu- rre en la calle cerca de la casa de la misma y de la vivienda (le Quiñones. Por rara excepción no hay en esta pieza nin- gún latinismo ó frase hecha, ó máxima ó aforismo en el idioma del Lacio, á que Cervantes fué tan aficionado, no obstante lo escrito en el Prólogo de su obra maestra. Aunque el Sr. García, autor del estudio crítico citado, no menciona ninguna imitación del entremés de que aliora se trata, es cierto que hay algunas, y de mérito. En la curiosa novela La Pícara Justina, obra del licencia- do Francisco Lói>ez de Úbeda. ó sea el dominico Fr. Andrés Pérez, se lee el episodio De la vergonzosa engañadora ^, cuyo asimto es casi idéntico al de El Vizcaíno fingido. Deseando Justina adquirir por cualquier medio el magnífico crucifijo de oro de Portugal que adornaba el pecho de cierto estudian- te, propónele su trueco por un Agnus Dei también de oro. Búscase á un platero como tasador; resulta que el Cristo pesa 200 reales y el Agnus lo ducados; ofrécese Justina á devolver i6 reales de diferencia; mas el estudiante, que de- seaba granjearse la voluntad de la moza, rehusa tomarlos. Parte el platero, pide Justina el Agnus para encerrarlo en una bolsa de cuatro ducados; pero lo (jue mete en ella es otro Agnus Del hecho de alquimia ó similor, que el burlado recibe 1 C.\v.\LERi, tomo II, pág. 104. 2 Biblioteca de Autores españoles. Novelistas posteriores á Ccrvan- ícs, tomo -X.xx de la colección. Cap. iv. § 2 De la vergonzosa engaña- dora, págs. 105 y sigts- 632 EL TEATRO DE CERVANTES por el legítimo, abonando encima los cuatro ducados de la bolsa. E\ célebre cuanto fecundo no\'elisía D. Alonso del Cas- tillo Solórzano introduce un pasaje de cierta semejanza con el asunto de El ]^i:;caíno fingido en su novela Las Harpías en Madrid ^. Doña Constanza, una de ellas, burla al cura de "una de las más ricas parroquias de la corte (que no se nom- In-a cuál esV : para ello se finge viuda y "muy reverenda de toca y m.onjil". y tomando el nombre supuesto de doña Rufi- na de Monsalve y Saavedra. trata con el referido párroco de fundar una capellania en su iglesia. En cierta ocasión lleva al doctor á su casa y sacando uno de los cofrecillos en que estaban las joyas, que tenía sobre un bufetillo de estrado, cubierto con un tafetán negro, comenzó á mostrar las joyas al padre cura, leyendo con cada una que veia la tasación de ella. Alanifestó entonces la harpia su deseo de empeñarlas provisionalmente por T.500 escudos; el sacerdote se ofreció a entregar dicha cantidad por las alliajas, procedentes de otros robos anteriores. Estaban en un cofrecillo de terciopelo carmesí tachonado de bronce y por él mandó hacer otro que no se diferenciase en ningún modo de aquél, y juntamente con esto, cajuelas semejantes á las en que estaban las joyas. Dio el clérigo la suma deseada, que embolsó la estafante moza, y sacando el cofrecillo vacío con sólo las cajas de las joyas que imitaban á las otras, se le entregó por piezas, habiéndole mostrado otra vez las joyas y trocádole con mucha sutileza ; para que no le engañase el poco peso, estaba den- tro de cada cajuela una piedra, no preciosa, sino de la calle. El mismo Castillo, al final de su preciosa novela La Gar- duña de Scz'illa ^, una, de las joyas de nuestra literatura pica- 1 Los /¡arpías en Madrid y cochr de las estafas. Año 16^1. Con licencia. En Barcelona por Sebastián de Cor mellas, al Coll. ]' á su costa. Reimpresa en la Colección Selecta de Antiguas Novelas Espa- ñolas. Tomo VI i. Madrid, 1907; xxiv y 435 págs. en 8." Estafa tercera, págs. 106 y sigts. 2 Autores españoles, tomo xxxiii; cap. xxi, págs. 231 y sigts. líL VIZCAÍNO FIXGIDO 633 resca, iní;iere un episodio de cierta semejanza con la obrita cervantina. Trátase de la binóla urdida por el maleante Jaime, marido de Rufina, para robar <á cierto autor de compañías dos mil escudos y las ropas y enseres guardados en los cofres. Disfrázase Jaime de estudiante sopista y, fingiéndose poeta y vizcaíno con nombre de Domingo Joancho. acude á la po- sada de los faranduleros á leerles las doce comedias "que ha escrito en este año en que al presente vive". Aprovecha el autor de la novela esta ocasión para zaherir á los hijos de Euskaria. á los poetas ramplones y á las -malas comedias de su tiempo, copiando el principio de la "Comedia famosa de la Señoresa de Vizcaya, hecha por el bachiller Domingo Joancho, poeta vizcaíno", por cierto con mucha gracia satí- rica. Mientras los cómicos se ríen, primero del astroso escri- tor, y después se indignan con él y su obra, y aun tratan de matarle, los demás de la banda del fingido autor, "que eran tres buenas lanzas", se llevan la fortuna de los recitantes. Xuestro insigne y fecundo sainetero D. Ramón de la Cruz, de quien tantas veces se ha hecho ya mérito, compuso un saínete de costumbres con asunto semejante al de la pieza cervantina. El autor del Manolo, que conocía los entremeses. pudo muy bien inspirarse en el de El Vizcaíno fingido, segím hizo con otros en distintas ocasiones. Intitúlase el sainete El Chasco de los aderezos ^, y éstos son los que sustituyen á las cadenas de Solórzano: cierto que en la obra del siglo xvrn no aparece ningún hijo de Vizcaya, pero sí un francés con- trahecho, M. Petardi, que también chapurrea y maltrata el castellano, siendo el engaño casi idéntico en ambas piececillas. I Colección publicada por DuR.^^■. tomo ii, páa:. 31.^. VI LA GUARDA CUIDADOSA Pretendido aspecto autobiográfico. — Examen de este entremés. — Fecha y lugar en que fué escrito. — Análisis de su asunto. — Otras obras que lo ofrecen parecido. — Entremés de los cinco galanes, de Moreto ; el anónimo de Los Cuatro galanes. — Otros entremeses y saínetes. — La Guarda cuidadosa, de Miguel Sánchez. Xo le bastó á D. Nicolás Díaz de Benjumea insistir nna y otra vez en el aspecto autobiográñco de El Gallardo espa- ñol, sino que metió también en esto al chistoso entremés La Guarda cuidadosa. Según este escritor \ el soldado roto y maltrecho, sin ropas ni dineros que aquí sale á escena, es nueva imagen y transparencia de aquel rico, bizarro y va- liente D. Fernando de Saavedra que aparece en la comedia, y ambos son trasunto de su autor Miguel de Cervantes. ¡ Qué ceguedad ! Ni tanto ni tan poco. Si antes nos pare- ció el retrato demasiado brillante para un original tan mo- desto, ahora, por el contrario, hay que convenir en (|ue el traslado es harto bajo. Pobre y desgraciada fué la existencia de Cervantes, máxime en su vida de pretendiente : i>ero nunca llegaría, creo yo, á los apurados trances en que vemos colocado al militar del entremés. Este es cobarde, fanfa- rrón, pedante, entrometido, vano, orgulloso é iluso, y ¿quién se atreverá á atribuir tales defectos al Príncipe de los Inge- nios? Por otra parte, el más topo alcanza que en el saínete se pinta una figura ridicula, destinada á mover la risa del espectador; ;cabe suponer que Cerv'axtes hiciera burla de sí mismo ^ Nunca sacó él á la picota las desventuras de su I La Verdad sobre el Quijote, págs. 25 y 320. 636 EL TEATRO DE CERVANTES tra1)aiada existencia, antes las tenía en niuclu), y hacía bien, pues cjue no nacían de ningim caso deshonroso, sino de re- veses de fortuna. Sin que valga alegar que alguna vez aquel bravucón pronuncia frases nobles y IcA-antadas, como "que no cae en mengua el soldado que dice que es pobre" (pági- na 345), porque el tal soldado es. sin disputa, majadero y tonto de capirote. De las piececillas cervantinas (|ue venimos examinando, LajGiiarda cuidadosa es la más entremesil de todas; quiero decir que es en ésta donde se notan más acentuados los ca- racteres propios del entremés. Los tipos son un tanto iapaz__ yasados ; las escenas que entre ellos ocurren, poco verosími- les, y los dichos y lances, algo burdos y chocarreros. Por estas razones La Guarda es quizá el saínete de Cervantes que más risa produce, pero el que menos admira : no hay allí pin- tura de costumbres tomadas de la realidad : profundidad psicológica; observación de la vida, ni ninguna de aquellas prendas, salvo la galanura del estilo, que hacen tan finos y tan desemejantes de los demás los entremeses del Manco sano. La escena del desafío entre los sacristanes y el sol- dado es bufonesca, y la primera entre ambos rivales, de "co- media del arte". La Guarda^ cuidadosa parece una pieza de figurón reducida á los estrechos moldes de un breve cuadro. Mas por encima de esta pobre trama campea la hermosura del estilo, los donaires y galanuras de la expresión que le- \-antan esta obrita. y bajo este respecto, al nivel de las me- jores. El tipo del soldado á lo picaro con una muy mala banda }' un antojo, es el del militar fanfarrón, maltrecho de ropa y de bolsa, de estómago vacío, pero lleno de humos, que pasea con orgullo sus harapos, medio rufián y medio bravo ; aquel que Cervantes pintó de mano maestra en el conocidí- simo soneto á un valentón metido á pordiosero. Mas yo no sé qué dejo de noble resignaciíni ó de amargura hay en el soldado de La Guarda cuidadosa que, lejos de producir des- precio, inspira simpatía y lástima. Planto el uml>rio. cuvo instinto dramático v cuvo e-usto LA GUARDA CL'IDADÜSA ÓSy literario tanta semejanza guardan con Jos de Cerx'antes^ sacó el primero á la esecena este carácter en sn Miles ijlo- riosiís; desde entonces los Pirgopolineces al ¡lindaron mucho en el teatro. A la memoria acude, naturalmente, el nombre de Lope de Rueda, padre literario del héroe de Lepanto, insigne en descril)ir y representar la figura del rufián cobar- de, segiin testimonio del propio Cervantes. Plantéase aquí un conflicto de los más comunes y repe- tidos en las piezas cómicas de nuestro teatro : la competencia amorosa entre un sacristán 3^ un soldado. Xo se trata ahora de inquirir las causas por las cuales en los géneros menores del teatro español figuran con profusión invasora los tipos del sacristán^ del monaguillo y del capigorrón, ni tampoco en explicar la preferencia comúnmente otorgada por el bello sexo á la grey sacristanesca en sus competencias amorosas con otras clases sociales. Si los entremeses y sus herederos los saínetes reflejan de alguna manera la realidad de las costumbres, hay que suponer á los sacristanes de los tiempos pasados gran partido entre las mozas de servicio, criadas, fregatrices y demás bellezas de cocina. Digna materia de ser estudiada por algún gineco-fisiólogo. dice un escritor. Puede suponerse que representa mitigado el personaje, clérigo ó fraile, de los cuentos de la Edad Media y de las farsas italianas, españolas, portuguesas y francesas del siglo xvi. En España no se hubiera tolerado presentar un sacerdote ó un conventual enamorado de todas las mujeres solteras y casadas, chancero, burlón y, á ve- ces, pendenciero ^. Cavaleri y Pazos entiende ^ que éste es el mejor de los entremeses cervantinos por su argumento y por su desem- ]}eño ; que en él se observa la unidad de lugar, y aun pudiera añadir que también las otras dos de acción y tiempo. Ofrece pasajes muy graciosos, como la enmienda al que pide para el aceite de la lámpara de Santa Lucía; las lamentaciones de escasez al oir el soldado los puntos que calza Cristina ; la 1 CoT.\RELO Y Morí, Introducción á la Colección de entremeses, loas, etc., en la Nue-.v Bibl. de Aut. españoles: torrió"i, pag. cu 11. 2 Rasguño de análisis, pág. 39. 638 KL TEATRO DE CERVANTES glosa sobre el \crso casual; el equívoco de la deshonra de la fregoncita en el Rastro, y los alegatos de las prendas y mé- ritos de los comi^etidores. ^_En el mismo año que Cervantes compuso el entremés, de El J'izcaíno fingido escribió también el de La Guarda cuidadosa, según nos demuestra la gentil cédula de matri- monio (|ue el sacristán Lorenzo Pasillas entregó á su no- \ia Cristina de Parrazes. y cuya fecha dice: "En Madrid, en el cimenterio de San Andrés^ á seis de mayo deste pré- senle año de mil y seiscientos once" (pág. 356). Es. pues, una de las obras que nuestro autor tral^ajó para endulzar los amargos días de su estancia en la corte sin ocupación ni empleo, esiperando siempre el despacho de sus instancias, ó por lo menos la mejora de su triste estado. Pasa la acción en una calle solitaria de Madrid, á la puer- ta de una casa en cuya accesoria hay una barbería. "El fre- gado de Cristina y la desocupación de los dos monagos me han movido á elegir para tiempo las tres de la tarde \"' Propónese el predicho arrogante valentón vigilar la casa donde vive su amada Cristinica, una moza de servicio con muchas ganas de casarse, y no tolera que nadie se acerque á su ]>uerta, con\-irtiéndose en guarda cuidadosa de ella, porque, como él dice: "No, sino que seáis guarda y guarda cuidadosa, v veréis cómo se os entran mosquitos en la cueva donde está el licor de vuestro contento." Pero la fregona corresponde al monago ó sota-sacristán Lorenzo Pasillas, el cual ve con ojos atravesados la presencia del cancerbero: el diálogo que entre los dos se cruza es de lo más gracioso del entremés. Soldado. ; Buscas, por ventura, á Cristinica, la fregona de esta casa? Sacristán. Tu dixisti. Soldado. Pues ven acá, sota-sacristán de Satanás. Sacristán. Pues voy allá, caballo de Ginebra. Soldado. Bueno: sota y caballo; no falta sino el rey para toimar I Cavaleri, tonin II. pao;. 21. LA f.UAKDA CUIDADOSA 63q las manos. \'en acá, digo otra vez. y ¿tú no sabes. Pasillas. que pasado te vea yo con un chuzo, que Cristinica es prenda mía? Sacristán. ¿ Y tú no sabes, pulpo vestido, que esa prenda la tengo yo rematada, que está por sus cabales y por mía? Soldado. ¡ Yivt Dios, que te dé mil cuchilladas y que te haga la cabeza pedazos ! Sacristán. Con los que le cuelgan desas calzas y con los dése vestido se podrá entretener, sin que se meta con los de mi cabeza. Soldado. ¿Has hablado alguna vez á Cristina? Sacristán. Cuando quiera. Soldado. ¿Qué dádivas le has hecho? Sacristán. Muchas. Soldado. ¿ Cuántas y cuáles ? Sacristán. Dile una destas cajas de carne de membrillo muy grande, llena de cercenaduras de hostias blancas como la misma nieve, y de añadiduras cuatro cabos de velas de cera, asimismo blancas como un armiño. Soldado. ¿ Qué más le has dado ? Sacristán. En un billete envueltos cien mil deseos de servirla. Soldado. Y ella ¿cómo te ha correspondido? Sacristán. Con darme esperanzas propincuas de que ha de ser mi esposa. Soldado. Luego ¿ no eres de epístola ? Sacristán. Ni aun de completas; motilón soy y puedo casarme cada y cuando me viniere en vohnitad, y presto lo veredes. Soldado. Ven acá, motilón arrastrado; respóndeme á esto que preguntarte quiero. Si esta mochacha ha correspondido tan alta- mente, lo cual yo no creo, á la miseria de tus dádivas, ¿cómo co- rresponderá á la grandeza de las mías? Que el otro día ile envié un billete amoroso, escrito por lo menos en un revés de un memo- rial que di á su Majestad, significándole mis servicios y mis nece- sidades presentes; que no cae en mengua el soldado que dice que es pobre ; el cual memorial salió decretado y remitido al limosnero mayor; y sin atender á que. sin duda alguna, me podía valer cua- tro ó seis reales, con liberalidad increíble y con desenfado notable, escribi en el revés del, como he dicho, mi billete, y sé que de mis manos pecadoras llegó á las suyas, casi santas. Sacristán. Y ¿de qué manera ha correspondido Cristina á la infinidad de tantos servicios como le has hecho? Soldado. Con no verme, con no hah'arme, con maldecirme cuando me encuentra por la calle, con derramar sobre mí las lava- zas cuando jabona, y el agua de fregar cuando friega; y esto es cada día, porque todos los días estoy en esta calle y á su puerta; Ó40 EL TEATRO DE CERN'AXTES porque soy su guarda cuidadosa; soy, en fin, el ])erro del horte- lano, etc. Yo no la gozo, ni ha de gozarla ninguno mientras yo viviere; por eso. vayase de aquí el señor sota-sacristán; que por haber tenido y tener respeto á las órdenes que tiene, no le tengo va rompidos los cascos. De la misma manera (|ne al sacristán, nuestro bravucón \a espantando á un mozo con su caja y ro])a verde que pide limosna para "la lámpara del aceite de señora Santa Lu- cia", á otro mozo c^ue viene "vendiendo' y pregonando tran- cederas. holanda de Cambray, randas de Flandes é hilo por- tugués" y á "un zapatero con unas chinelas pequeñas nuevas en la mano", con el cual, después de otros lances, entabla el siguiente coloquio : Soldado. ,; Xo me haria vuesa merced una merced que sería para mi muy grande, y es que me fiase estas chinelas, dándole yo pren- das que le valiesen, hasta desde aquí á dos días, que espero tener dineros en abundancia ? Zapatero. Sí haré, por cierto; venga la prenda, que, como soy pobre oficial, no puedo fiar á nadie. Soldado. Yo le daré á vuesa merced un mondadientes que le estimo en mucho, y no le dejaré por un escudo. ¿Dónde tiene vuesa merced la tienda para que vaya á quitarle? Zapatero. En ,'a caJle Mayor, en un poste de aquéllos, y llamóme Juan Juncos. Soldado. Pues, señor Juan Juncos, el mondadientes es éste, y estímele vuesa merced mucho, porque es irío. Zapatero. Pues una viznaga que apenas vale dos maravedís, ¿quiere vuesa merced que estime en mucho? Soldado. ¡ Oh, pecador de mí ! No la doy yo sino para recuerdo de mí mismo, porque cuando vaya á echar mano á la faldriquera, y no halle la viznaga, me venga á la memoria que la tiene vuesa merced y vaya .luego á quitalla; sí, á fe de soldado, que no la doy por otra cosa; pero, si no está contento con ¡ella, añadiré esta banda y este antojo, que al buen pagador no le duelen prendas. Soldado. Escuche vuesa merced, señor zapatero, que quiero glosar aquí de repente este verso, que me ha salido medido : Chi- nclas de mis entrañas. Zap.'^tero. ¿Es poeta vuesa merced? Soldado. Famoso, y agora lo verá; estéme atento: LA GUARDA CUIDADOSA 64I Es amor tan gran tirano que, olvidado de i!a fe que le guardo, siempre en vano, hoy con la funda de mi pie da á mi esperanza de mano. Estas son vuestras hazañas, fundas pequeñas y hurañas, que ya mi alma imagina que sois, por ser de Cristina, chinelas de mis entrañas. Zapatero. A mí poco se me entiende de trovas ; pero éstas me han sonado tan bien, que me parecen de Lope, como lo son todas las cosas que son ó parecen buenas. Para acrecentar sus celos, oye el cuidadoso guarda que en el fregadero canta su adorado tormento : Sacristán de mi vida, tenme por tuya, y fiado en mi fe canta ollcluya. Llega en esto el dueño de la casa y sorpréndese de ver aquel fantasma parado ante su puerta. Amo. Galán, riqué quiere ó qué busca á esta puerta? Soldado. Quiero más de lo que sería bueno y busco ¡!o que no hallo; pero ¿quién es vuesa merced, que me lo pregunta? Amo. Soy el dueño de esta casa. Soldado. ¿El amo de Cristinica? Amo. El mismo. Soldado. Pues llegúese vuesa imerced á esta parte y tome este envoltorio de papeles ; y advierta que ahí dentro van las informa- ciones de mis servicios, con veintidós fees de veintidós generales, debajo de cuyos estandartes he servido, amén de otras treinta y cua- tro de otros tantos maestres de campo, que se han dignado de hon- rarme con ellos. Soldado. Que estoy consultado en uno de tres castillos y plazas que están vacas en el reino de Ñapóles, conviene á saber: Gacta, Barleta y Rijobes [¿Ríjolesf]. Amo. Hasta agora ninguna cosa me importan á mí estas rela- ciones que vuesa merced me da. Soldado. Pues yo sé que le han de importar, siendo Dios servido. Amo, ¿En qué manera? 41 642 . EL TEATRO DE CERVANTES Soldado. En que por fuerza, si no se cae el cielo, tengo de salir proveído en una destas plazas, y quiero casarme agora con Cris- tinica; y siendo yo su marido, puede vuesa mierced hacer de mi persona y de mi mucha hacienda como de cosa propia; que no tengo de mostrarme desagradecido á la crianza que vuesa merced ha hecho á mi querida y amada consorte. Amo. Vuesa merced lo ha de los cascos, más que de otra parte. Soldado. Pues ¿sabe cuánto le va, señor dulce? Que me la ha de entregar luego luego ó no ha de atravesar los umbrales de su casa. Amo. ¡Hay tal disparate! Y ¿quién ha de ser bastante para qui- tarme que no entre en mi casa ? Entre tanto Pasillas se ha ido á buscar otro amigo, su Camarada, llamado Grajales, y ambos vienen armados : Lo- renzo "con un tapador de tinaja y ;ina espada muy mohosa" V el otro "con un morrión y una vara ó palo, atado á él un rabo de zorra". Con tan btirlescas armas tratan de acometer al fanfarrón; mas éste se pone en cobro, gritando: — ^Cobarde. ¿á mi con rabo de zorra? ¿Es notarme de borracho ó piensas que estás quitando el polvo á alguna imagen de bulto? Al ruido de la pendencia sale Cristina á la ventana y detrás su ama. y al ver á su señor rodeado de aqtiel aparato, rompen á chillar como energtimenas : Cristina. ¡Señora, señora, que matan á mi señor! Más de do.s mil espadas están sobre él, que relumbran que me quitan la vista. Alude el soldado (pág. 355) á los proyectiles lanzados en el sitio de Dio (Díii)^ isla de la India tomada por los portu- gueses en 1535, después de un tenaz asedio, y mientras gruñe : — Tente, rabo, y tente, tapadorcillo; no acabéis de despertar mi cók^ra, que si la acabo de despertar, os mataré y os comeré y os arrojaré por la puerta falsa dos leguas más allá del infierno, bajan las damas y se renuevan los gritos y los parasis- iips.. f^ompónelo todo el señor de la casa, diciéndoles cómo aquella pendencia es por celos recíprocos entre el sacristán y el soldado causados por Cristina. Confiesa "ésta ' ser así la verdad ; ocurre el gracioso equí^'oco de la supuesta des- LA GUARDA CUIDADOSA 640 honra de la mocita y sale á relucir la gentil cédula de matri- monio firmada por Pasillas. El amo invita á Cristina que. si quiere casarse, elija al que más gusto le diere. Los dos pretendientes hacen nuevo y chistoso alegato de sus respec- tivos méritos, y al fin la muchacha termina el pleito amoroso escogiendo al sacristán. Y cuando pudiéramos esperar gran- dísimos fieros del valiente guarda, éste se allana y acepta el convite que le hacen para la boda, diciendo: Que donde hay fuerza de hecho se pierde cualquier derecho. El barbero y sus oficiales llegan con instrumentos músi- cos á solemnizar el casorio, y toman las últimas palabras del Pirgopolinice por estribillo de su letra : Siempre escogen las mujeres aquello que vale menos, porque excede su mal gusto á cualquier merecimiento. La moraileja, sin embargo, no me parece del todo oportima. Cristina, como discreta, escogió á quien amaba y á quien podía proporcionarle el pan de cada día con el 'honrado producto de su trabajo. Si hubiera escogido al andrajoso, pobre y desvalido soi- dado. ¿hubiera alcanzado más que hambres, penalidades y dis- gustos? ^. Otros entremeses hallamos con el asunto del bra\"ucón--) puesto á la puerta de una casa, montante en mano, y pi)4r obra de los celos, para vedar la entrada en ella á todc), bicho viviente. D. Agustín Moreto y Cabana, tan hábil en la pin- tura de figuras cómicas, y una de las columnas del arte en- tremesil, escril>ió un sazonado sainetillo con parecido asunto, bajo el título de Los Galanes ^. Cierta mujer tiene tantos apa- sionados, que. si ellos fueran pollos de echadura uno por suerte le tocaba a! cura. Enamorado de ella, pero desairado, el Vejete, se decide á 1 MÁiNKz, Los entremeses de Cervantes, pág. 158. 2 Tardes apacibks;- Madrid, 1663 ; fol. 85. " ' 6^4 EL TEATRO DE CERVANTES poner esta nueva en conocimiento del marido Lorenzo, bobo rematado, a fin de que éste los espante y quedarse él dueño del campo. Para ello dispone que el consorte se coloque de guarda cuidadosa á la puerta de su morada y que no permita entrar en ella á nadie, antes los arroje á golpes de alli. El bobo aprende tan bien la lección, que comienza ensayándose con el propio \^ejete : pero con distintas astucias todos los cinco se le entran en la casa, y hasta un perdonavidas que el \'ejete había traído para ayuda de su empresa. L'na refundición anónima de la anterior pieza, pero dis- tinta por completo en la forma, corría en el siglo xviii con el nombre de entremés de los O nafro galanes ^. Lorenzo, sopilfero. animal, tonto, insensato, majadero, simplote, mentecato. más bestia que los rústicos mayores, oye de labios de su cuñada Benita cómo su esposa tiene nada menos que cuatro galanes. Excitado por ella, monta en cólera y se pone de guapo con la espada desnuda á su puerta, vedando la entrada á todo el mundo, aun á su propia mujer. Pero como esta guarda cuidadosa es simple, los galanes le ettnboban, y lo mismo la esposa, marchándose salvos; y aun la consejera está á punto de ser víctima de su propia obra. Al cabo determinan sustituir su castigo por un baile. El mismo argtmiento ftié tratado por Calderón en su en- treinés Giiardadiiie las espaldas ^. impreso en el propio año de 1663 en que se publicó el de Moreto, y como ainbos se parecen, al reimprimirlo después se le cambió el título por el de Los Cinco galanes '', atribuyéndoselo al autor de El Des- dén con el desdén.. De las obrillas más representadas á los principios del 1 Éntrenles de los Quatro galanes. (W fin:) Con lie. Bareclona: Por Matheo Barceló. Impresor, en la Puerta del Ángel. Año 1779; 8.<', 8 pá- ginas con una lámina en madera. — Otra impresión : Sevilla, Diego López de Haro, sin a. — Otra impresión: Se hallará en la librería de Quiroga, calle de la Concepción, con otros varios, Comedias antiguas y modernas, Autos, Saynctes, Entremeses y Tonadillas. Año de 1793; 8." 2 Tardes apacibles; Madrid, 1663. 3 Flor de entremeses, Zaragoza, Dormer, 1676. LA GUARDA CUIDADOSA 643 siglo XVII fué una intitulada Entremés de la Socarrona Ola- Ha. ó simplemente Olalla ^. Bajo cierto respecto dase un aire con el de que ahora tratamos. Importunada Olalla por los amores de un sacristán y un soldado, acuerda jugarles una burla para espantarlos de su lado. Al sacristán Rinconete ordena que se amortaje como difunto y que, fingiéndose tal, se tienda en medio de la iglesia ; á Perales (nuevo preten- diente que se agrega á los dos anteriores) que se disfrace de diablo con cascabeles ceñidos al cuerpo y que á las diez de la noche va}'a á la iglesia y asga de un pie y eche fuera á un muerto que hallará allí, y al fanfarrón soldado Otáñez que acuda á la misma hora y sitio á A'clar un muerto. Ya tenemos metidos en ios lazos tres simples amadores, tres bobazos. Con el muerto fingido, no lo yerro, he de darles á todos pan de perro. Yo voy á la justicia que ca.stigue de aquestos la malicia, levantándoles falsos testimonios, i Hombres, quedaos con treinta mil demonios ! Fácilmente se adivina lo que luego ocurre. Los tres ga- lanes se hallan en la iglesia víctimas de horrible espanto: el terror hace hablar al sacristán y al diablo, y al querer éste asirle por un pie, trábase pelea entre ellos. A las voc€s salen varios vecinos, y las mujeres se burlan del miedo y cobardía de los galanes: por lo cual, al xerse corridos y afrentados, exclama el gracioso: Dios nos libre, señores, de las mujeres. La competencia amorosa entre un sacristán y un soldado persiste durante todo el siglo xvii y aun alcanza al xviii. I Entremés nuevo de La Socarrona Olalla: Ms. en la Biblioteca Xacional, c-3-11: 8 hojas en 4."; copia hecha en .Xlmuñécar por Alfonso Martínez en 27 de Septiembre de 1754; pero el entremés es del si- glo XVII. — Hay otro j\Is. más completo, Entremés de Olalla. 6 hojas en 4.0, letra del siglo xvii ; sign. 14313: copia hecha en Valencia por Juan de Castro Salazar en 30 de Agosto de 1708, sacándola de nn libro de su padre IMatías de Castro. 646 EL TRATRO DE CERVANTES En la rara colección Cóiiiico festejo ^ hállase el Entremés ¡nievo de la Pastelería y burla de las ea::tielas. Trátase aquí también de la disputa entre un soldado y un sacristán por la mano de Casilda, (jue, como siempre, i)refiere al mo- nago. Igual acontece en Las Figuras de mármol, entremés del siglo XVIII. Francisco de Castro, el último representante de nuestros buenos entremesistas. compuso uno, al que llamó Entremés del Pésame de Medrana ~. Parécese á la Guarda euidadosa en cuanto se pintan los amores de un sacristán con la hija de Mastranzos y en él se lee este pasaje curioso, que concuerda no poco con otro semejante del sacristán Pasillas, de Cervantes : Sacristán. Y por que veas si es mucho lo que te quiero, te diré en hrevis oratio lo que hago por ti. Al momento que me subo al campanario, como ya eil curso hecho tengo, empiezo á cantarte coplas y me sirven de instrumentos las campanas... ; La competencia amorosa de dos sacristanes ridículos ha sido muy explotada por nuestros autores cómicos antiguos. Con el título de Los Sacristanes burlados han compuesto juguetillos Ouirós ', Quiñones de Benavente ■*, Moreto '' y otros. Trátase de dos monagos que, con objeto de captarse la voluntad de una dama, realizan una especie de torneo poé- I Pág. 141. a Primera parte de alegría cómica explicada en diferentes assump- tos jocosos, compuesto por Francisco de Castro, representante de una de las compañías de la Corte. Con licencia. En Zaragoca. Año de 1702; 8."; 4 hojas de prels. más 158 págs. Pág. 68. 3 Obras de D. Francisco Bernardo de Quirós. .4lguacil propietario de la Casa y Corte de su Magestad. Y aventuras de D. Fruela. Con pri- tñlegio. En Madrid, por Melchor Sánchez; año 1656; 4.°; 12 hojas de prels., 123 foliadas y una de colofón. 4 Navidad y Corpus Christi festejados. 1664; ni'im. 56 de la Calece. de Entremeses, loas, etc., de la Nueva Bihl. de Aut. españoles. 5 Parnaso Nuevo, 1670. LA GUARDA CUIDADOSA 746 tico, el cual de nada les aprovecha, }• en pago son chasquea- dos por alguna burla de la pretendida Dulcinea. En el Entremés de los órgínios \, del mencionado Bena- vente, la competencia es musical entre los sacristanes Serijo y Alochales, y el objeto D.^ María, sobrina del cura de su aldea. Las disputas, insultos, pullas é improperios que ambos pretendientes se dirigen es de lo más ingenioso y afortunado que brotó de la chispeante pluma del autor. Algo de esto se halla también en varios de los sainetes de D. Ramón de la Cruz. Parecido al de los Órganos es el Entremés famoso: Los Sacristanes Cosquillas y Talegotc, del rey de los entreme- sistas de verso ^. Hay en él su glosa, y aun dos. semejantes á la del soldado cervantino y es, entre los de su autor, uno de los más graciosos y que mayores agudezas ofrecen en el diálogo. Entremés nuevo de los osos ^ : en esta piececilla se nos presenta, una vez más. el consabido pleito entre el sa- cristán Benito y ]\Iartín, soldado. Benito. Andrajoso, belitre, desastrado. tan bien rompido como mal soldado. Martín. Licenciado gorrón, barbas de zorra. que nada en ti se ve que no sea gorra. Benito. Humilde soldadillo. aunque atrevido, que hablaste siempre más que un descosido. que todo me pareces hecho astillas y cosido pareces de rodillas. Martín. Estudiante droguista, sopílfero. sopón, sopa y sopista; ¿tú conmigo, sarnoso carcomido? Benito. ; Tú conmigo, soldado deslambrido ? Martín. ; Quieres que mi crueldad, fiera inhumana. te convierta de felpa esa sotana? 1 Fiestas del Santísimo Sacramento, Zaragoza, 1640. fol. 100. Co- lección de Rosell. tomo 11, pág. 187; núm. 2-72 de la Col. de Entremeses de la Nueva Bibl. de Aut. Españoles. 2 Navidad y Corpus Christi festejados, Madrid, 1664. pág. 28 (26 por error). Colección publicada por Rosell, tomo 11, pág. 10; núm. 259 de la Calece, de Entremeses, loas, etc.. de la Nueva Bibl. de Aut. Esp. 3 Arcadia de entremeses. Escritos por los ingenios más clásicos di España. Con licencia. En Madrid: En la Imprenta de Ángel Pascual Rubio. Año de 1723: 8.°; 3 hojas de prels. más 264 págs. Pág. 05. 64H EL TEATRO Di: ClíRN'AXTES Benito. ¿(Quieres que entre mis l)razoSj aunque ya tú lo estás, te haga pedazos? A pesar de insultos tan enormes, todo se resuelve del modo más dichoso, ])ties resulta que amaban á dos damas diferentes, á quienes sacan de su casa disfrazándose de osos, y de aquí el nombre que se da á la composición. La figura del soldado bravucón y cobarde fué registro muy usado en el teatro menor de nuestra patria. El D. Ra- món de la Cruz de Andalucía, González del Castillo ^, lo llevó también á la escena, aunque sin imitarlo ni de Planto ni de Cervantes, y con mucho éxito, como lo acreditan las tres partes que compuso. Todavía más comunes son los sa- cristanes, cuyo modo macarrónico y encopetado de hablar causaría mucha gracia. Suelen aparecer como cortejos secre- tos de doncellas, pero más generalmente de casadas, y casi siempre favorecidos, aunque acostumbran á sufrir golpes de parientes vigilantes ó de maridos celosos. En sus competen- cias amorosas con otros galanes salen siempre vencedores y su introducción en los entremeses llegó á ser costumbre. En el de Los Locos se dice: Hoy saben ya que damas y galanes Quiterias han de ser y sacristanes; y Quirós ^ escribe : sacristanes muy enamorados están para los Corpus vinculados. Sacristanes enamoradizos y calaveras existían ya en el siglo XIV, según demuestra La Dan::a general de muerte^'; pero su boga fué en el xvii ; solamente en la colección de Quiñones, además de los entremeses citados, intervienen en El Sacristán y el iñejo ahorcados, Las Burlas de Lmbel, La Manta, El Avantal, etc. ; además se ve en El Alcalde Garro- 1 El Soldado fanfarrón, incluido por Castro en la edición de su autor, se imprimió la primera parte en Valencia, por Estevan, en 1816; 4.°, 8 págs., y lo mismo las otras dos. 2 Los Sacristanes burlados, citado arriba. 3 Pág. 385 de la edición de .Autores españoles. LA GUARDA CUIDADOSA O49 tillo. El Cochino de San Antón, Los Degollados. Daca nú mujer, Juan Rana, El Sacristán hechicero. El Mico v otros muchos. A fines del siglo comienza á fig-urar como objeto de burlas femeninas, segim se ve en el entremés de Los Ces- tos colgados, y lo mismo en algunos saínetes del siglo xviii. Nada tiene que ver. á pesar de la igualdad del título, con la obrita que estudiamos la comedia del divino Miguel Sán- chez La Guarda cuidadosa ^ : pero la semejanza de idea en el protagonista y la del título pueden no ser casuales: Sán- chez era ya conocido como poeta dramático en 1603. El hé- roe de esta hermosa pieza, en que. como dice Lista, "se res- pira una atmósfera campestre, que hace más vivas y ani- madas las escenas de amor y celos que se describen", es un romántico galán, quien movido de celos infundados, para vigilar á su amada toma el hábito y oficio de guardabosques, siendo, á la vez, guarda cuidadosa de su monte y de su dama. I La guarda cuidadosa, comedia del diz'íno Miguel Sánchez (Flor de las comedias de España de diferentes autores; recopiladas por Fran- cisco de Avila). Quinta parte. Madrid. Alcalá. 1613: 4.° Ocho.\. Tesoro del Teatro español y Autores españoles de Rivadeneyra, tomo xlv. N VII EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS Ob¿eto de esta pieza; su moralidad. — Juicio y excelencias. — Personajes. — Argumento; escenas de mérito sobresaliente. — Obras semejantes. — El Hospital de los mal casados, de Quiñones. — Entremeses de Men- doza, Salas Barbadillo y Castillo Solórzano. ¿Qué se propuso Cervantes al pintar este delicioso cua- dro ? Hay quien dice que nada ^ ; pero la opinión general es que sólo un pretexto para exhibir una colección de figuras có- micas. Yo no hallo ningún entremés tan ejemplar como el presente. Muy bien dice Klein " cuando escribe que El Juez de los divorcios "tiene por moralidad la justificación del ma- trimonio y el mantener su subsistencia en todos los casos y condiciones". Motivo de toda la pieza es la siguiente máxima que al final se entona : Alas vale el peor concierto que no el divorcio mejor. El tribunal oye las donosas quejas de los que ((uieren di- vorciarse sin dictar sentencia ni proporcionarles remedio, to- lerando que una nueva pareja venga cada vez á interrumpir la querella de la anterior. Vehemente es el deseo de libertad por parte de las esposas, mientras los hombres ocultan el suyo, no menor, tras pasiva y moderada aquiescencia, con ílesignio de estigmatizar á la mujer como el demonio conyu- gal y de obtener asi del juez la separación como acto de cari- dad hacia el marido, victima del matrimonio. Propónesc aípií una cuestión que constituye arduo problema social, no resuel- 1 .\lvarez Espino, Un Eiitrcincs de Ccrz'aiitrs, pág. 93. 2 Gcschichtc des spanischcn Dramas, tomo 11. 136. bD2 EL TEATRO DE CERVANTES to ni por las costumbres ni las leyes. Tampoco fué el ánimo de Cervantes plantearlo, sino describir y fustigar lo que con harta frecuencia acontece entre los ca^^ados. pues por cualquier menudencia reniegan del matrimonio y piden di- vorcio. Carece esta obrita, la más diminuta de las dramáticas del autor del Quijote, de enredo y de trama ; pero lo satírico se lleva, á un punto muy alto. Es, desde luego, inverosímil por su asunto, bien que no era esto lo cpie su autor quiso poner en relieve, sino el aspecto ejemplar del sazonado coloquio. La pintura de los caracteres es perfecta ; y no podía menos ; Cervantes gustaba de copiar lo raro, arjuello que por alguna razón hería su fantasía, especialmente desde el punto de vista de lo cómico y aun mejor de lo burlesco ; lo- vulgar, lo co- rriente, lo anodino, no tenía atractivos para él. Y como los tipos todos que desfilan ante la silla del juez de los divorcios son harto humorísticos, encajan á las mil maravillas dentro del genio artístico de su autor. La profundidad de observa- ción psicológica asombra. ¡ Qué conocimiento de los hombres y de sus pequeñas mi. serias! Con toda exactitud y gracia se halla aquí estereotipada la vida íntima de los hogares de la clase media y baja, con hábil contraste de caracteres. Toda la variedad de figuras y de causas de divorcio se hallan, sin embargo, enlazadas por un vínculo común, el pensamiento general de la obra: esto es, las ventajas del concierto. Desde el punto de vista del lenguaje y del estilo, ó mucho me erpu'voco, ó el presente entremés no cede á ninguno. Esta prosa fácil y chispeante, digna de la pluma que trazó el Qui- jote, parece jugar sobre el papel, solazándose y discreteando. como para descansar de tarea más larga y concienzuda. La relación que de sus desventuras conyugales hace el ganapán, podría muy bien ingerirse en el mismísimo Coloquio de los perros. Respecto de la propiedad y exposición de tipos y pa- siones ocasionadas por la edad, por el oficio y por los disgus- tos domésticos, solamente se dice que Cervantes está en su centro. No hay indicio para conocer la fecha de este entremés ; i:l ili:z dk los divorcios 0:0 f pero viendo que su acción se desarrolla en Madrid, y sobre "todo el despecho que revela en el alma de quien lo escribió, me atrevería á indicar que tal vez sea contemporáneo de El Vizcaíno fingido y de La Guarda cuidadosa. Acerca de El Juez de los divorcios publicó un artículo D. Romualdo Alva- rez Espino con el título Un Entrones de Cervantes \ donde se hace su examen literario y moral. Siempre que leo esta pieza, llegando á la pendencia del soldado, bien aderezado, y su mujer D.* Guiomar. creo asis- tir á una disputa casera entre nuestro Migvel y su esposa D.^ Catalina en los tristes días de sus estrecheces en la corte. ¡Cuánta amargura, cuánta ironía y cuánta verdad hay en esta escena! Aquella bonísima, pero vulgar mujer, que echa en cara á su desempleado consorte no hallar expediente para granjearse la vida; aquel marido ocioso que no encuentra empleo por más que con ahinco lo busca, y vive sin blanca pasando la mañana en las iglesias y en los corros de la Puerta de Guadalajara, y las tardes de mirón en los garitos por si cae algo de barato, y por las noclies no sosiega en la cama componiendo versos, podrá no ser trasunto del triste hogar de Miguel de Cervantes Saavedra, pero se le asemeja mucho. La réplica del soldado, que sigue á esto, destila hiél den- tro de su apariencia de burla. ¡Página de terrible humorismo! Yo quisiera — escribe el descontentadizo Cavaleri ^ — que todas las señoras casadas aprendiesen de memoria parte del discurso del soldado, desde: "Bueno es que quieran las mujeres", etc., para que por ignorancia no incurran en lo que se reprende en él tan verdadera y enérgicamente. Tre6 matrimonios mal avenidos y un esposo suelto se presentan ante el juez en demanda de di\'orcio. La diferencia de edades es causa de desunión en el primero; la pobreza del segundo, y la incompatibilidad de caracteres el último: el mal genio de su mujer arrastra al marido suelto á unirse á estos cónyuges. Pocos más serán los motivos que determinen 1 Un Entremés de Cenantes en la Crónica de los cervantistas, pá- ginas 91 y sigts. del núm. 3 del tomo 11 1 (25 de Diciembre de 1879). 2 Rasguño de análisis, pág. 43. 654 EL TEATRO DE CERVANTES ¡jendencias en el seno de las familias. El coloquio entre el vejete y su esposa ^Mariana, la descripción de los achaques y dolencias del marido, las quejas de éste respecto de los malos tratos de la desen\-uelta dama, son regocijadas y felicisimas. He aciuí los lamentos del soldado referido y de su mujer. GuiOMAR. — ¡ Quiero decir que pensé que casaba con un hombre moliente y corriente, y á pocos días hallé que me había casado con un leño, como tengo dicho, porque él no sabe cuál es su mano dere- cha, ni busca medios ni trazas para granjear un real con que ayude á sustentar su casa y familia. Las mañanas se le pasan en oir misa y en estarse en la Puerta de Guadalajara murmurando, sabiendo nuevas, diciendo y escuchando mentiras ; y las tardes, y aun las ma- ñanas también, se va de casa en casa de juego, y allí sirve de nú- mero á los mirones, que, según he oído decir, es un género de gente á quien aborrecen en todo extremo los gariteros. A las dos de la tarde viene á comer, sin que le hayan dado un real de barato, por- que ya no se usa el darlo; vuélvese á ir; vuelve á media noche; cena, si lo halla, y si no, santiguase, bosteza y acuéstase; y en toda la noche no sosiega dando vueltas. Preguntóle qué tiene. Respónde- me que está haciendo un soneto en la memoria para un amigo que se le ha pedido ; y da en ser poeta como si fuese oficio con quien no estuviese vinculada la necesidad del mundo. — V hay más en esto, señor juez: que como yo veo que mi ma- rido es tan para poco y que padece necesidad, muérome por remé- dialle; pero no puedo, porque, en resolución, soy mujer de bien, y no tengo de hacer vileza. SOLD. — 'Por esto sólo merecía ser querida esta mujer; pero debajo deste pundonor tiene encubierta la más mala condición de la tierra ; pide celos sin causa; grita sin porqué; presume sin hacienda, y, como me ve pobre, no me estima en el baile de! Rey Perico ; y es lo peor, señor juez, que quiere que á trueco de la fidelidad que me guarda, le sufra y disimule millares de millares de impertinencias y desabri- mientos que tiene. GuiOM. — ¡ Pues, no ! ¿ Y por qué no míe habéis vos de guardar á mí decoro y respeto, siendo tan buena como soy? SoLD. — Oíd, señora doña Giomar; aquí, delante destos señores, os quiero decir esto : ¿ Por qué me hacéis cargo de que sois buena, estando vos obligada á serla, por ser de tan buenos padres nacida, por ser cristiana y por lo que debéis á vos misma? Bueno -€S que quieran las mujeres que las respeten sus maridos porque son castas y honestas, como sí -en .sólo esto consistiese de todo en todo su per- fección, y no echan de ver los desaguaderos por donde desaguan la EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS 635 fineza de otras mil virtudes que les fa'.tan. ¿Qué se me da á mí que seáis casta con vos misma, puesto que se me da mucho, si os des- cuidáis de que lo sea vuestra criada y si andáis siempre rostri- tuerta, enojada, celosa, pensativa, manirrota, dormilona, perezosa, pendenciera, gruñidora, con otras insolencias de este jaez, que bas- tan á consimiir las vidas de doscientos maridos? Pero, con todo esto, digo, señor juez, que ninguna cosa destas tiene mi señora doña Guio- mar, y confieso que yo soy el leño, el inhábil, el dejado y el pere- roso; y que. por ley de buen gobierno, aunque no sea por otra cosa, está vuesa merced obligado á descasarnos; que desde aquí digo que no tengo ninguna cosa que alegar contra lo que mi mujer ha dicho, y que doy el pleito por concluso y holgaré de ser condenado. A lo cnal comenta Alvarez Espino "^ : Cargos tremendos son éstos y que envuelven el secreto de la felicidad doméstica, y lección muy acertada para aquellas mujeres de moralidad común que hacen extraordinario mérito de su fidelidad, la cual quieren vender á precio de una descomunal tolerancia para con todos sus demás vicios. Más donairoso es el capitulo de quejas del ganapán, que entra con su caperuza cuarteada : — Señor juez: ganapán soy, no lo niego; pero cristiano y hom- bre de bien á las derechas ; y si no fuese que alguna vez me tomo del vino, ó él me toma á mi, que es lo más cierto, ya hubiera sido prioste en la cofradía de los hermanos de la carga; pero, dejando esto aparte, porque I.ay mucho que decir en ello, quiero que sepa el señor Juez que, estando una vez muy enfermo de los vaguidos de Baco, prometí de casarme con una mujer errada; volví en mí, sané y cumplí la promesa, y cáseme con una mujer que saqué de pecado; plí- sela á ser placera; ha salido tan soberbia y de tan mala condición, que nadie llega á su tabla con quien no riña, ora sobre e! peso falto, ora sobre que le llegan á la fruta, y á dos por tres les da con una pesa en la cabeza, ó adonde topa, y los deshonra hasta la cuarta ge- neración, sin tener hora de paz con todas las sus vecinas y apace- ras, y yo tengode tener todo el día la espada más lista que un sa- cabuche para defendella ; y no ganamos para pagar las penas de pesos no maduros, ni de condenaciones.de pendencias. Querría, si vuesa merced fuese servido, ó que me apartase della. ó, por lo me- nos, le mudase la condición acelerada que tiene, en otra más re- portada y más blanda ; y prométole á vuesa merced de descargalle I Artículo citado, pág. 193). ODb EL TEATRO DE CERN'AXTKS de balde todo el carbón que comprare este verano ; que puedo mucho con los hermanos mercaderes de la costilla. He aquí cómo ya en los tiempos de Cervantes no era impedimento para ser cristiano viejo y aun hombre de bien el tomarse del vino, y cómo ya las \erduleras eran parlanchi- nas, deslenguadas y no menos largas de manos que de lengua. Los músicos, generalmente encargados de poner alegre remate á estas piececillas, se entran en la sala de audiencia con grave sobresalto del juez, para comunicar á todos cómo ''aquellos dos casados tan desavenidos que vuesa merced con- certó, redujo y apaciguó el otro día, están esperando á vues- tra merced con una gran fiesta en su casa". Aprendemos con esto que cabe arreglo entre consortes mal concertados, y nos disponemos para admitir y creer la moraleja cantada al final : Entre casados de honor, cuando ihay pleito descubierto, más vale el peor concierto que no el divorcio nüejor. Fíjase la escena en una sala de juzgado de Madrid: la audiencia dura desde las nueve hasta las diez de la mañana ^. En la Biblioteca Nacional de la Corte se conserva escrito de mano un códice de letra del siglo xvii ^, colecticio de mu- chos entremeses, obra del regocijado poeta Luis Quiñones de Benavente, que con nuestro Cervantes comparte el cetro de este género dramático. La tabla de títulos que va al prin- cipio menciona uno llamado El Hospital de los malcasados; pero, desgraciadamente, las hojas que lo contenían han sido violentamente arrancadas. Ya que Quiñones imitó en más de una ocasión al Manco sano, y hay tanta transparencia en este título, cabe la sospecha de que la obra perdida fuese seme- jante á la de El Juez de los divorcios. Como revista ó colección de figuras, esta obrita se da la mano con otras muchas de nuestro teatro clásico. El mismo 1 Cavaleri, tomo n, pág. i68. 2 Signatura 15105. EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS ÓSj Benavente trabajó otro sainetillo con el nombre de Las Mal- contentas \ donde tres mujeres protestan de su disgusto por el género de vida que llevan. El doctor Juan Cacho : á este lugar insigne hoy he llegado, que por Ginebra he sido graduado, y me han dado por méritos ó méritas curar este hospital de malcontentas. Son éstas una doncella, una casada y una dueña. Por* su asunto puede asimilarse también al Hospital de los podridos. Desfile de tipos es asimismo el célebre entremés del Exa- iiiinador Miscr Palomo ^. de Di Antonio Mendoza. Palomo trae comisión para examinar á todo buscavidas, sabandijas del arca de la Corte, donde se acoge tanto vagabundo como en diluvio universal del mundo. Ante él van pasando curiosos personajes que aspiran á recibir ejecutoria de sus oficios, tales como un tomajón, un caballero, uno que entra á examinarse de ser necio y marcha en bellísima disposición de serlo famoso, un enamorado, un valiente, un gracioso de comedia y unas bailarinas, que dan fin al entremés. Por su gracia evidente esta pieza tuvo mucho éxito en su tiempo ; por ella y por las curiosas alusiones sa- tíricas á costumbres antiguas es todavía hoy interesante. Hizo el autor segunda parte de no menor mérito que la primera "". ^Micer Palomo llámase ahora el licenciado Dieta 1 Entremés famoso de Las Malcontentas. Xucvo de Benavente: Ms. en la Biblioteca Nacional en el códice de los de su autor. 2 Entremés del examinador Miser Palomo. Valencia, en casa de Juan Vicente Franco, 1618. — Otra impresión : El Ingenioso entremés del examinador Miser Palomo, conpuesto por D. Antonio de Mendoza, Gentil hombre del conde de Saldaña. Con licencia, impreso en Valencia, junto al molino de Rovella, 1620. Véndese en la misma imprenta. Inclui- do en la Colección de entremeses, loas, etc., de la Nueva Bibl. de Auto- res espaíioles: tomo i, núm. 82. 3 Segunda parte del entremés de Miser Palomo y médico de Espi- rita. Con licencia, en ¡'alenda por Silvestre Esparsa. en la phca de los 42 658 EL TEATRO DE CERVANTES }• se ofrece como insigne médico que cm-a cualquier enfer- medad de espíritu. Por su consulta van pasando una desamo- rada, un ^-ano. un descortés, un maldiciente y un poeta en demanda de remedio ; la escena con el último es de lo más satírico y regocijado de la pieza. Don Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo, acaso el más afortunado imitador de la prosa cervantina, escribió varios entremeses con asunto semejante. El Busca oficios ^ muestra igualmente un desfile de tipos. Don Sancho, Federico, Clau- dio, Montilla, Vicencio' y D. Lázaro son otros tantos carac- teres de oficios y ocupaciones y todos ellos muy charlatanes. Igual corte presenta el juguete llamado El Comisario con- tra ¡os malos gustos ^. Sale Alejandro, el comisario, y dice: Soy comisario del divino Apolo contra los malos gustos de la gente, á lo que el portero Marcelo, responde : Traéis la comisión muy dilatada, que apenas hallaréis buen gusto en nada. Y así es, en efecto; por su mal gusto en diversos respectos son castigados D. Teodoro, que se precia de muy caballero; el maldiciente ; el lisonjero ; el lindo ; una cochera, es decir, una mujer apasionadísima de ir en coche, y una alcahueta, cuyos nombres dan bastante idea de sus caracteres y de este regular entremés que. si es poco original, no carece de gracia satírica. La revista continuaría si nO' viniese á estorbarla el pueblo amotinado : porque dicen que el gusto siempre es libre y que no ha de rendirse á vil censura, que :el censurar el gusto es gran locura. Colección de figuras asimismo es el entremés en prosa di- cho El Remendón de la Natnralc:;a ^, del propio Salas, en el Cajeros, 1628; 4.° Colección de entremeses, loas, etc., de la Nueva Bi- blioteca de Autores españoles; núm. 83 del tomo i. 1 La Casa del placer honesto, Madrid, 1620; 8." 2 Fiestas de la boda de la incasable mal casada, 1622; 8.° 3 Las Fiestas de la boda, 1622: 8." EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS ÓSq cual un ingenicsü }■ peregrino sevillano remienda. jHile y per- fecciona todos los defectos naturales. El Cocinero de amor ^ ofrece carácter parecido, é igualmente El Caballero bailarín ". Ante D. Lucas desfilan pintándose á sí mismos, á la vez que se le ofrecen por criados, un fullero, un pleitista, un habla- dor, sin substancia y poca gracia ; un poeta, un músico \- un bailarín y sus hemianas. Es obra de poco mérito ^. En la calle del Olivo vive Melchor Piruétano de Cárcava.' casamentero célebre en la Europa que procura casar á cuanto topa. Con este anuncio propónese el tal Piruétano atraer va- riedad de gentes á su casa y examinarlas y estudiarlas, pues él viene á la corte con comisión del Nuncio de Toledo para observar los muchísimos ociosos y desocupados que aquí pu- lulan. Déstos hemos de hacer grande cosecha. porque es la comisión enderezada á examinar sus partes en secreto, y al que fuere de cascos alterado enviárselo al nuncio maniatado y la Corte purgar destos jüicio€. Tal es el argumento del gracioso entremés de El Casa- mentero ^, escrito por Castillo Solórzano, imitador de Salas Barbadillo, y en el cual vemos salir la figura del arbitrista, del poeta autor de comedias, tipo sumamente cómico, muy semejante al de La Garduña de Sciñlla^ y de una mujer que pretende casarse con un poeta bueno, cosa que no le hallan, y por eso se casa con el antecedente. Todos van al manico- mio. Esta pieza nos ofrece principalmente la sátira literaria; 1 Fiestas de la boda de ¡a incasable malcasada : Madrid. 1622. 2 Coronas del Parnaso, 1635 ; 8." 3 Todos estos entremeses de S.\las B.\rbadillo han sido publicados en la Calece, de Entrevieses, loas. etc. de la Xucra Bibl. de Aut. csp.. núms. 63, 67. 68. 69 y 73. 4 Carnestolendas de Madrid, 1627: 8.° 66o EL TEATRO DE CERVANTES es ingeniosa y alegre. El Barbad or \ del mismo Castillo, puede también incluirse en la serie. Lo acredita más el nom- bre del barbador Ozmin Piruétano, como El Casaiiiciitero; fué compuesto imitando del Reuicndóii de la Naturaleza, de Salas. Compuso el autor asimismo, bajo el titulo de El Co- fiiisario de figuras ", un entremés que puede considerarse como continuación del del Casamentero, y desde luego es una verdadera imitación del Comisario contra los malos gustos. Dice el Comisario : Es esta comisión, huésped amigo, del Nuncio de Toledo despachada para ser en rigor ejecutada. Abunda el golfo de esta Corte insigne de tanta sabandija en sus honduras, que he venido á limpialla de figuras. Yo sali á petición de los discretos que se pudren de verlas, y á su costa, quitaré de Madrid esta langosta. Por delante del Comisario hacen los alguaciles pasar va- rios maniáticos, como uno presumido de galán y otro de lindo; una dama que ante un espejo se requebraba á sí mis- ma : un poeta de prestado, que es mendigo de versos declarado ; otro preciado de caballero; im poeta culto c[ne lee los si- guientes versos : Bella difusa no, sí luz argente á parangonizar lo que pulula; crepusculante aurora, se vincula diviciosa en celajes, si esplendente... á lo que el Comisario interrumpe gritando: ¡ Figura, figurón y figurísima, figura de figuras sin cimientos!, que es lo mismo decir cuento de cuentos. 1 La Niña de los embustes, Barcelona, 1632, fol. 66 y Colección se- lecta de antiguas novelas españolas; tomo iii ; Madrid, 1906; 8.° 2 Las Harpías en Madrid, Barcelona, 1631 y 1633; 8.° EL JUEZ DE LOS DIVORCIOS 66 1 Todos van en derechura al manicomio. Aunque esta obri- ía se parece tanto al Casamentero, es mucho mejor y más divertida ^. Desfile de tipos es asimismo el Jue:: de impertinentes ", apreciable entremés de Xa\"arrete y Ribera ; comparecen en él un tahúr, un maestro de armas, un viejo celoso y unas da- mas danzarinas, á quienes se condena á bailar la chacona cuarenta días seguidos ; y muchos más, algunos de los que se mencionan adelante ^. B Estas piezas de Castillo Solórz.ano se han publicado en la Colccc. de Entrevieses, loas, etc., de la Xucz-a Bibl. de Aut. esl^afwles, núms. 77, 78 y 79- 2 Flor de Sainetes. compvesto por Francisco Nauarrctc y Ribera. Año 1640. Con licencia en Madrid, por Catalina del Barrio y Ángu- lo: 8.° 3 Véase Cuarta parte, capítulos v y vi. VIII LA ELECCIÓN DE LOS ALCALDES DE DAGAXZO El pueblo de Daganzo. — Parecer sobre este entremés. — Su argumento. — Reminiscencias de otras obras. — Semejanzas. — Piezas breves de Qui- ñones de Benavente y de D. Ramón de la Cruz. Daganzo es un pueblo de la provincia de Madrid, partido de Alcalá de Henares, situado en una feraz llanura. Hubo en él un hospital dicho ^e San Juan : la iglesia parroquial (la Asunción) es bastante antigua, de tres naves y notable to- rre : consérvanse también otras ermitas de algún mérito. Al Sur de esta villa, en un mediano valle, se hace el lugar de Daganzo de Abajo ó Daganzuelo, que conserva aún restos de un palacio y de la vieja iglesia, reveladores de mayor prosperidad en lo antiguo \ Yerra, pues, el Sr. ]\Iáinez ^ cuando escribe de nuestro entremés : La acción pasa en un lugar imaginario, al parecer, llamado Da- ganzo; pero alude á algi'in Ayuntamiento de la provincia de Toledo. Nuestra presunción es tanto más acertada cuartto que en el entremés leemos estos renglones: Mírese qué alcaldes nombraremos para el año que viene ; que sean tales, que no los pueda calumniar Toledo, sino que los confirme y dé por buenos, pues para esto ha sido nuestra junta. A lo que aquí se alude es cá la fama (jue han gozado siem- pre los alcaldes y regidores toledanos de justos, rectos é in- 1 Véase M.^doz, Diccionario geográfico-cstadisUco, tomo vii. pági- nas 349 y sigts. 2 Los Entremeses de Cervantes, pág. 158. 664 EL TEATRO DE CERVANTES tegros. Trasladadas de la antigua escalera á la presente ^, las dos célebres quintillas del primer regidor de Toledo, el poeta D. Gómez Manrique, hace más de cuatro siglos repiten á los ediles de la imperial ciudad (|ue depongan la codicia y el temor para ser firmes y derechos pilares de aquel alcázar de la justicia. Cierto D. B. G. A. publicó un artículo sobre La elección de los alcaldes de Daganzo^ en el periódico La Cima de Cer- vantes ^, y allí dice : ¿Qué causa impulsaría á Cervantes para fijar la escena de su chistoso entremés tn el pueblo de Daganzo? No me figuro que Cer- vantes tuviese intención determinada, ni menos oculta, al hacerlo..., y creo que se fijaría en él por haber presenciado algunas de las es- cenas que describe ó tenido noticias de ellas, por hallarse tan cercano el pueblo de Daganzo á su patria, Alcalá de Henares. El i)uebl() de Daganzo gozó de cierta fama en el si- glo XV. Según Capmani •\ la calle de la xA-rganzuela, de Ma- drid, llámase así en memoria de María Sancha la Dagan.zuela^ que allí vivió. Era hija de un alfarero, á quien por haber nacido en el pueblo de Daganzo de Arriba, denominaban el tío Daganzo, y á su hija la Dagaiizuela, y luego, por corrup- ción, la Arganziiela. Cuenta que habiendo salido á pasear por aquellos campos la reina D."^ Isabel la Católica con su aya D.^ Beatriz Galindo, reposó en la barraca del alfarero y bebió agua que S^ichica le proporcionó en un tanque. La Reina dijo entonces á uno de sus escuderos : "Tomad otra vez lleno ese búcaro y regad con él la tierra, haced esto dos ve- ces, repetidlo, pues, por tercera vez, y todo lo que sale que se dé en dote á esta muchacha. " Casóse ésta con un regalero de la reina D.*^ Juana; edificaron allí unas casas, y viuda y sin hijos entró en la V. O. T. y fué enterrada en la iglesia de San PVancisco, capilla de San Onofre. Pero poca fe merece quien más adelante escribe que la calle de San Quintín *'toma 1 P.\RRO, Guia de Toledo, tomo ir., pág. 528. 2 Número correspondiente al 9 de Octubre de 1879. 3 Las Calles de Madrid, pág. 29. LA ELECCIÓN DE LOS ALCALDES DE DAGAXZO 665 el nombre de la famosa batalla que se dio el dia de San Quin- tín jiuito al río Salado^' ^. \>rdadera humorada de Cervantes es esta piececilla : apenas hay en ella asunto, y aun éste queda sin resolver. Pa- rece burlesca sátira contra los alcaldes de monterilla, de los cuales hubo de topar el autor no pocos en sus muchas y peno- sas peregrinaciones. Xada deja que desear, y como pintado por la pluma de Cervan- tes, es un verdadero cuadro de costumbres de! siglo xvi ; en él, v sea dicho de paso, aparecen los amaños, las intrigas y los enredos que en nuestros días se suelen poner en juego para obtener el triun- fo electora! y empuñar la vara de la justicia. Parte de esta ohrilla es satírica _v parte burlesca; la sá- tira está en lo que dice Humillos : Rana. ¿De qué os sentís, Humillos? Humillos. De que vaya tan á la larga nuestro nombramiento. ¿Hémoslo de comprar á gallipavos, á cántaros de arrope y abiervadas y botas de lo añejo tan crecidas, que se arremetan á ser cueros? Díganlo A y pondráse remedio y diligencia. Lo burlesco, en la imitación del lenguaje campesino y la impertinencia de un bachillerejo que se ocupa en reprochar vocablos mal pronunciados. Hállase escrito todo él en buenos versos endecasílabos sueltos, metro en el cual ya se ha dicho que Cervantes fué muy diestro; la acción pasa dentro de una sala del Consistorio de Daganzo ^. \ Inter\'ienen en esta pieza varios campesinos pintados con habilidad suma. Bajo su ignorancia y aparente torpeza lale un fondo de socarronería y de buen sentido notable ; acaso no estuvo nunca nuestro autor tan afortunado en la descripción de los villanos como en los de este entremés, que recuerdan aquellos maliciosos y agudos tan frecuentes en el teatro de 1 Obra citada, pág. 351. 2 Cavaleri, Rasguño de auálisis. pág. 45. bÍDO EL TEATRO DE CERVANTES Tirso de Molina. Son asimismo deliciosos l(js dos ridiculos bachilleres, entrometidos y pedantescos. Pero, como casi siempre ocurre en las obras cervantinas, los más excelentes méritos radican en la forma, y de un modo especial en el lenguaje. La flexibilidad del metro per- mitía al Manco sano dejar la pluma en libertad poco menos que si fuese en prosa. El uso de los refranes, tan afluentes y oportunos en los escritos de Cervantes, los modismos y fra- ses hechas, las expresiones ingeniosas y los dichos pintorescos abundan desde el principio al fin, en tal punto, que apenas hay verso sin ellos. La natm'al malicia y tendencia satírica de los rt^isticos, mezclada con el empaque y ridicula solemni- dad de sus coloquios, resulta de una fuerza cómica incom- parable. El pueblo de Daganzo hállase sin alcaldes; para elegir- los el bachiller Pezuña, Pedro Estornudo, escribano, Pan- duro y Alonso Algarroba, regidores, reúnense en la sala de audiencia : Panduro. De las varas hay cuatro pretensores: Juan Berrocal, Francisco de Humillos, Miguel Jarrete y Pedro de la Rana ; hombres todos de chapa y de caletre, que pueden gobernar, no que á Daganzo, sino á la misma Roma. Perplejos andan los electores ante los altos merecimientos de los aspirantes, sin osar prontmciarse por ninguno. Panduro. Digo que en todo el mundo no es posible que se hallen cuatro ingenios como aquestos de nuestros pretensores. Alguacil. Por lo menos, vo sé que Berrocal tiene el más lindo dinstinto. Escribano. ^: Para qué? Alg. Para ser sacre en esto de mojón y catavinos. En mi casa probó los días pasados una tinaja, y dijo que sabía el claro vino á palo, á cuero y hierro: LA ELECCIÓN DE LOS ALC.-VLDES DE DAGAXZO 6O7 acabó la tinaja su camino y hallóse en el asiento de ella un palo pequeño y del pendía una correa de cordobán y una pequeña llave. EscRiB. ¡Oh, rara habilidad! ¡Oh, raro ingenio! Bien puede gobernar el que tal sabe á Alanís y Cazalla y aun á Esquivias. Cervantes, como ya observó Pellicer. repite el mismo cuento en la segunda parte de El Ingenioso Hidalgo ^ por boca de Sancho en el "discreto, nuevo y sabio coloquio" que pasó con el narigudo escudero del Caballero del Bos(|ue. Tuve en mi linaje, por parte de mi padre, los dos más exce- lentes mojones que en luengos años conoció la Mancha: para prue- ba de lo cual les sucedió lo que ahora diré. Diéronles á los dos á probar del vino de una cuba, pidiéndoles su parecer del estado, cua- lidad, bondad ó malicia del vino. El uno lo probó con la punta de la lengua, el otro no hizo más de llegarlo á las narices. El primero dijo que aquel vino sabía á hierro; el segundo dijo que más sabía á cordobán... Anduvo el tiempo; vendióse el vino, y, al limpiar de la cuba, hallaron en ella una llave pequeña pendiente de una correa de cordobán. Xo desmerecen los demás opositores. Alguacil. Miguel Jarrete es águila. Bachiller. ¿En qué modo? Alg. En tirar con un arco de bodoques. Bach. Qué. ¿tan certero es? Alg. Es de manera, que si no fuese porque los más tiros se da en la mano izquierda, no había pájaro en todo este contorno. Bach. Para alcalde es rara habilidad y necesaria. Alg. iQ"é diré de Francisco de Humillos? Un zapato remienda como un sastre : pues, ¿Pedro de la Rana?, no hay memoria que á la suya se iguale ; en ella tiene del antiguo y famoso Perro de Alba todas las coplas, sin que letra falte. I Capítulo xiii. 668 EL TEATRO DE CERVANTES Estas coplas eran, al parecer, de fines del siglo xv y fue- ron muy leídas en el siguiente ; Gallardo dice que recordaban el famoso Pleito del manto, y Din-án menciona dos impresio- nes antiguas de ellas ^. En vista de tales titulos divídense los votos; pero el dis- creto Algarroba resuelve el apuro proponiendo que los aspi- rantes sean examinados por el bachiller Pezuña, y así se hace. Entran los cuatro labradores y cada cual expone sus conoci- mientos y habilidades con la más altamente ridicula gravedad : Bachiller. ¿Sabéis leer, Humillos? Humillos. No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona de tan poco asiento que se ponga á aprender esas quimeras que llevan á los hombres al brasero y á las mujeres á la casa llana. Leer no sé ; mas sé otras cosas tales que llevan al leer ventajas muchas. Bach. ¿ Y cuáles cosas son ? HuM. Sé de memoria todas cuatro oraciones, y las rezo cada semana cuatro y cinco veces. Rana. ¿Y con eso pensáis de ser a'lcalde? HuM. Con esto, y con ser yo cristiano viejo, me atrevo á ser un senador romano. En parecida forma alega Jarrete sus méritos y Berrocal log sesenta y seis sabores vináticos que lleva estampados en el paladar. Por su parte. Pedro Rana se expresa así, pensan- do, sin duda, en los consejos que poco después daría D. Qui- jote á su escudero, al partir para el gobierno de la ínsula Barataría : Yo, señores, si acaso fuese alcalde, mi vara no sería tan delgada como las que se usan de ordinario. I Este es el Plcyto de los Judíos con el Perro de Alba, y de la burla que les hiso; nuevamente trobado por el Br. Juan de Trasmiera, residente en Salamanca, que hizo a ruego y pedimento de su sector. E un romance de Juan del Encina; 4.°, sin 1. ni a. : pliego suelto. Otra im- presión también gótica de Salamanca, sin a. : pero de principios del siglo XVI, LA ELECCIÓN- DE LOS ALCALDES DE DACANZO 669 .De una encina ó de un roble la haría y gruesa de dos dedos, temeroso que no me la encorvase el dulce peso de un bolsón de ducados ni otras dádivas, ó ruegos ó promesas ó favores, que pesan como plomo y no se sienten hasta que os han brumado las costillas del cuerpo y alma. Y junto con aquesto, sería bien criado y comedido, parte severo y nada riguroso ; nunca deshonraría al miserable que ante mí le trajesen sus delitos, que suele lastimar una palabra de un juez arrojado, de afrentosa, mucho más que lastima su sentencia, aunque en ella se intime en el castigo ; no es bien que el poder quite la crianza ni que la sumisión de un delincuente haga al juez soberbio y arrogante. A lo cnal, con razón, dice Algarroba: ¡ Vive Dios que ha cantado nuestra Rana mucho mejor que un cisne cuando muere ! Oídos los interesados, ábrese amplia discusión sobre sus merecimientos, y cuando los señores designantes amenazan con dar algo más que reñidos^ sobreviene una alegre tropa de gitanos cantando y bailando al son del estribillo : i \'ivan de Daganzo los regidores, que parecen palmas, puesto que son robles ! Las "gitanillas maravillosas y bien aderezadas" salen á danzar, coreadas por sus compañeras, variedad de bailes : Como se nuulan los vientos, como se mudan los ramos, que desnudos en invierno revisten en el verano, mudaremos nuestros bailes por puntos, y á cada paso, pues mudarse las nuijeres no es nuevo ni extraño caso. 670 EL TEATRO DE CERVAXTES En los tiem|X)s posteriores se utilizó nniclio en los entre- meses el recurso de sacar en ellos gitanos, que también fue- ron asunto de algunos, como el de Los Gitanos, de Cáncer ^, donde se descril>en las costumbres de los que vivían en Ma- drid. Generalmente salen sólo á bailar, como> en La Dama encerrada. La Hija del doctor, etc., y aunque muchas veces se figuran presos por robos ú otros desaguisados, suelen los alcaldes dejarlos libres por la habilidad de las gitanillas en cantar y bailar, como acontece en el entremés de La Escoba y en El Alcalde Ardite. Tratando de la comedia de Pedro de Urdemalas hase notado el parecido de este entremés con algunos pasajes de ella; ahora es preciso advertir la semejanza que guarda con una novela ejemplar: La Gitanilla de Madrid. Cantaba y danzaba Preciosa en la Corte y un espectador más humano, más basto y más modorro, viéndola andar tan ligera en el baile le dijo: "A ello, hija, á ello; andad, amores, y pisad el polvito — atan menudito"; y ella respondió sin dejar su dan- za: "Y pisarélo yo — atan menudo ". " Hablase aqui de un baile de la época y al parecer muy popular, "acompañado del co- rrespondiente canto, así llamado porque su elemento princi- pal y dominante consistía en los repetidos y breves saltitos ei'i que lucían su agilidad y ligereza los ejecutantes" ^. La letra, con su correspondiente glosa, se incluye ahora en la presente obrilla, como uno de los bailes de los dichos gitanos : Pisaré yo el polvico atan menudico, pisaré yo el polvo atan menudo. Pisaré yo la tierra por más que esté dura, puesto que me abra en ella amor sepultura, pues ya mi buenaventura 1 Autos sacramentales de 1675. 2 Edición de Autores españoles, pág. 99. 3 García, Estudio crítico sobre El Vizcaíno fingido, pág. lio. LA ELECCIÓN DE LOS ALCALDES DE DAGAXZf • D71 amor la pisó, atan menudo. Pisaré yo lozana el más duro suelo, si en él acaso pisas el mal que recelo ; mi bien se ha pasado en vuelo y el polvo dejó, atan menudo. En la misma forma menciona Cervantes el estribillo de este baile en el entremés de El T^icca'uio fingido: dice Brígida : Y en verdad que los pienso poner en práctica y pulirme y repu- lirme, y dar rostro á pie. y pisar el polvico á tan menudico, pues no tengo quien me corte la cabeza. Pero otros lo citan diversamente. En la comedia La Baltasara^ de tres ingenios (impresa en 1652, pero muy ante- rior), se escribe : Pisaba yo el polvillo atan menudillo, pisaba yo el polvo atan menudo. Este baile era ya viejo en 1617 y casi olvidado en 1640. como se ve por el entremés de Navarrete y Ribera, La Es- cuda de danzar. Esbozado está aquí el bellísimo tipo de la gitanilla Pre- ciosa, como se halla en el hermoso rasguño de D. Antonio de Zamora intitulado Baile de la gitanilla, que acortipaña á la comedia La Doncella de Orleáns ^ Esta linda gitana, acusada de hechicera por el rústico alcalde, dice : Ay, zeñor, que ezo ez comedia, y zólo aquezto ez lo fijo: ¿ve eztoz ojueloz. cu voz bullicioz I Comedias nuevas con los mismos saínetes con que se ejecutaron así en el Coliseo del Sitio Real del Buen Retiro, como en el Salón de Palacio y teatros de Madrid. Escribiólas D. .Antonio de Zamora... Con privilegio. En Madrid: por Diego Martinc: Abad, Impresor de libros. Año 1722: 8.° mayor: 7 hojas de prels. sin numerar y 523 págs. 672 EL TEATRO DE CERVANTES zaltan á rayoz. miran á brincoz ? ¿ \'éloz ? Puez. hombre, no hay máz hcchizoz. ¿ \'e que mi frente da al papel lizo quedando en blanco, zeñor, ezcritoz? ¿ \'éloz ? Pucz, hombre, no hay máz hcchizoz. ¿Ve ezte manejo? ¿Ve ezte garbillo, mantilla blanca, lazo pulido? ¿Veloz? Puez, homl)re, no hay máz hcchizoz. Con mucho donaire va diciendo á todos la buenaventiu'a. terminándose la pieza con una danza que inicia la linda gita- nilla. Cuando mayor es el regocijo en las Casas Consistoriales de Daganzo. entra furioso "un sota-sacristán^ muy mal adeliñado" gritando: Señores Regidores, voto á Dico que es de bellacos tanto pasatiempo. ¿Así se rige el pueblo noramala, entre guitarras, bailes y bureos? Bachiller. Agarradle. Jarrete. Jarrete. Ya le agarro. Bach. Traigan aquí una manta, que por Cristo que se ha de mantear este bellaco, necio, desvergonzado é insolente y atrevido además. Viene la manta y el desventurado vuela por los aires, tan en contra de su grado como voló Sancho en ocasión para él nada agradable. Cánsanse los manteadores, arrepiéntese el osado, suspéndese la elección, quedando Rana con mayores probabilidades de éxito, y todos se retiran, cantando los gi- tanos el Polvico. Prolija fuera la investigación que podría hacerse por el feracísimo campo de nuestro teatro menor acerca del tipo de los alcaldes de monterilla; abundan por modo extraordinario en los entremeses del siglo xvii v en los saínetes del xviii. LA ELECCIÓN- DE LOS ALCALDES DE DAGAXZO ÓyS SUS herederos y continuadores. Preséntesele en escena bajo todos aspectos y desde todos los puntos de vista. Este perso- naje es siempre ridiculo, y ora aparece enamorado y bobo, como en El Alcalde ciego; ora estúpido y celoso, como en El Alcalde Garrotillo; estafador (El Alcalde ladrón) ; glotón (El Alcalde registrador); glotón y bobo (El Degollado); tonto de remate (La Aprensión) ; avariento y goloso (El Alcalde por fuerza), etc., etc. Otro recurso utilizado también por los entremesistas es el de las desavenencias y peleas en- tre los alcaldes rurales, pues en los pueblos solía haber dos, uno por el estado noble y otro por el llano. La controversia que en el entremés de La Elección de los alcaldes se alza entre los regidores Panduro }' Algarroba y que así se expresa allí : Bachiller. Rcdcamus ad rem, señor Panduro, y señor Algarroba, no se pase el tiempo en niñerías excusadas. ¿Juntámonos aquí para disputas impertinentes? ¡Bravo caso es éste! que siempre que Panduro y Algarroba están juntos, al punto se levanta »entre ellos mil borrascas y tormentas de mil contradictorias intenciones. pudo muy bien ser el motivo inspirador de Luis Quiñones de Benavente para componer sus preciosos entremeses de Los Alcaldes encontrados, donde el retruécano y choque de pala- bras se llevan á un punto que nadie ha superado, quizás, en nuestra literatura. La justa celebridad de este entremés fué tanta, que el autor hubo de escribir hasta seis partes ^ con el mismo asunto, que en su pluma parece inagotable, realizando un alarde de ingenio verdaderamente prodigioso. Don Ra- món de la Cruz.jios 'hace recordar algo este entremés en su saínete La Oposición ó ■Sacristán ó el Tío Tuétano. I Publicadas en la Calece, de lint remeses, loas. etc.. de la Xuera Bibl de Allí, españoles, ni'uns. 73 á 78. 43 J_ CUARTA PARTE OBRAS DRAMÁTICAS PERDIDAS Y OBRAS ATRIBUIDAS A CERVANTES Obras dramáticas de Cervantes que se han perdido. — La Batalla na- val.— La Confusa. — La Bizarra Arsinda. — La Jerusalcn. — La Gran Turquesca. — La Única. — El Bosque amoroso. — La Amaranta ó La del Mayo. — El Trato de Constantino pía y muerte de Selim. — El en- gaño á los ojos. — Noticias que nos quedan de estas comedias. Sólo reconocemos por obras dramáticas legítimas de Cervantes las dies comedias y los ocho entremeses publi- cados por su autor en 1615 ; consta, sin embargo, que escribió otras Varias; pero de ellas únicamente tenemos noticia, ó porque el mismo Cervantes las menciona, ó por hallarse alu- didas indirectainiente en otras obras, mas no ejemplar al- guno que dé testimonio vivo de su existencia. Excusado es decir el empeño con que fueron buscadas por los eruditos de todos los tiempos, aunque con la poca fortuna que acom- pañó también nuestras estériles j>esquisas. En el coloquio entre el discreto Canónigo de Toledo y el Cura del lugar de don Quijote, en el Prólogo á las Ocho comedias y ocho entremeses y en la Adjunta al Parnaso, habla Cervantes de sus éxitos como autor dramático y de las comedias que compuso y representó con aplauso. Refié- rese en el segundo pasaje á veinte ó treinta obras de teatro, y en el apéndice al Viaje del Parnaso enumera los títulos de algunas, como son: Los Tratos de Argel, La Nuinancia. La Gran Turquesca, La Batalla naval. La Jerusalcn, La Ama- ranta ó La del Mayo, El Bosque amoroso. La Única y La Bi- zarra Arsinda. De éstas sólo se consiguió hallar las dos prime- ras, según sabemos ^ ; las restantes nos son absolutamente des- I Primera parte, cap. vi. 678 EL TEATRO DE CERVANTES conocidas, y cuánto sea de lamentar su pérdida es cosa que fá- cilmente se alcanza. Cierto escritor afirma haberse impreso todas estas piezas antes de 161 5; bien que el mismo escribe que Cervantes murió y fué sepultado ¡en Sevilla^! La manera como nuestros antiguos entendían la propie- dad literaria favorecía estas desapariciones : sabido es que los poetas vendían á los autores ó empresarios de compañías sus obras dramáticas, quedaban éstos por dueños de ellas y las publicaban ó no. segiín su voluntad. Aquellas que per- manecían inéditas y se gastaban ante el público, solían des- truirse, ó, cuando no, eran refundidas y amañadas por los mismos cómicos, algunos de los cuales fueron verdaderos poetas (Andrés de Claramontle, por ejemplo) ó poetastros, cuyo menguado oficio conocía muy bien y afeó Cervantes; dice así en el Persiles ^: Pero ninguno puso tan en punto el maravillarse, como fué el ingenio de un poeta, que de propósito con los recitantes venía, así para enmendar y remendar comedias viejas, como para hacer- las de nuevo: ejercicio más ingenioso que honrado y más de tra- bajo que de provedho ; pero la excelencia de la poesía es tan limpia como el agua clara, que á todo Jo no liim'pio aprovecha ; es como el sol, que pasa por todas las cosas inmundas sin que se le pegue nada; es habilidad que tanto vale como se estima; es un rayo que suele salir de donde está encerrado, no abrasando, sino 'alum- brando ; es instrumento acordado que alegra los sentidos, y al paso del deleite lleva consigo la honestidad y el provecho. A semejante oficio, aunque con mayor ingenio, se apli- caron, en la última mitad del siglo xvii, muchos de nuestros escritores dramáticos, como Matos Fragoso, Hoz y Mota, Moreto, Calderón mismo, etc., varias de cuyas obras, y á veces de las mejores, diariamente se descubre ser arreglos de otras antecedentes. Tal vez, pues, estas piezas cervantinas. con nuevo título y ciertos retoques, yazgan en el repertorio de algún ingenio posterior y pasen por obras suyas. ¿Logra- 1 Alvarez Espino, Ensayo histórico-crítico del Teatro español; pág. 101. 2 Libro III, cap. II. OBRAS DRAMÁTICAS PERDIDAS G79 rán descubrirse algunas de estas producciones: El tiempo lo dirá. Prueba de que no es imposible nos la da el feliz ha llazgo de dos de ellas, muy cerca de fines del siglo xviii. Por hoy, estas comedias solamente existen de nombre, como Las Sonanas del jardín, la Segunda parte de la Galaica y El Bernardo. La Batalla naval. — Dos veces, y ambas con elogio, men- cionó Cervantes esta obra de su juventud : en el diálogo con Pancracio de la Adjunta al Parnaso, y en el Prólogo al lector de la impresión de sus Ocho contedias- y ocho entre- meses. Dice aquí Cervantes : Que se vieron en los teatros de Madrid representar Los Tratos de Argel, que yo compuse; La Destrucción de Numancia y La Ba- talla naval, donde me atreví á reducir las comedias á-tres jorna- das, de cinco que tenían. ^loratín, en su cax^richosa cronología de las obras desco- nocidas de Cervantes, señala á ésta el año de 1584, tratan- do de los Orígenes del Teatro español. Sea de la fecha que quiera, parece que obtuvo gran éxito en la escena, lo cual es fácilmente creíble, pues el asunto, que sin dtida seria el combate de Lepanto, se prestaba para el lujo del aparato es- cénico, muchedumbre de personas, gritos, ruido de pólvora^ chocar de armas y otras cosas con que suele embobarse al público. Pero también cabe muy dentro de lo posible y aun de lo fácil, contra el parecer del autor de El sí de las niñas, que esta obra, La Batalla naval, fuese excelente. Sabida es la aptitud de Cervantes para los temas heroicos y sabido también su entusiasmo por la gran victoria, en donde se condujo como héroe y recibió gloriosas heridas, á las cua- les aludió con legítimo orgullo. Quien, con el patriótico asun- to de Xumancia,- escribió tan grandiosa obra, ¿qué no po- dría componer con sólo recordar lo que él mismo había hecho y presenciado "en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados y los presentes, ni esperan ver los venideros"? Por esto es doblemente sensible la pérdida de esta comedia, que, con seguridad, "contendría la relación de muchos lances y aventura? personales del autor en Lepanto, lo mismo que El 68o EL TEATRO DE CERVANTES Trato de Argel las contiene de sus sufrimientos, trabajos y sucesos estando cautivo en dicha ciudad ^". El traductor castellano del manual (>r Cervantes en su Persiles y Sigisuiuiida ^. Manifestó la opinión de ser obra del Principe de Ins in- genios D. Juan Colom y Colom. en sus estudios acerca del 1 Teatro esMñol anterior á Lope de J'eya. Comedia de Nuestra Señora de Guadalupe. Sevilla: Imprenta de D. José María Geofrín. calle de las Sierpes, ni'nn. 33, 186S; en 8." pequeño, de x-27 págs. 2 Libro 1 1 1, caps, iv y v. 092 EL TEATRO DE CERVANTES teatro .español anterior á Lope de Vega ^, con referencia á notas de D. Justino Matute; el insigne bibliógrafo D. Caye- tano Alberto de la Barrera dio noticia de esta comedia en sus notas á la \ithi de Cervantes, escrita por Navarrete ^, y lue- go nms circunstanciadamente, en su precioso Catálogo del teatro antiguo español ^. He creído encontrar — dice Asensio, curador de la referida im- presión de los Bibliófilos andaluces ■* — , otros fundamentos en los do- cumentos mismos que la acompañan, y por ellos no lie dudado en darla el nombre ilustre del autor del Quijote. Estos fundamentos son tan poco concluyentes como pue- de juzgarse por lo que sigue: ¿Qué parentesco unia á la María Ramírez, viuda, á quien se dio la licencia para imprimir la comedia de La Soberana Virgen de Guadalupe en 1598, con Hierónimo Ramírez, cautivo rescatado al mismo tiempo que Miguel de Cervantes en el año de 1580, natural, como él, de Alcalá de Henares, y su amigo y compañero de cauti- verio? Debe fijarse la atención en el dilatado espacio de tiempo que medió desde que á María Ramírez se dio licencia para imprimir la comedia, hasta la impresión (hecha en Sevilla en 1615 ó 1617; así como también causa extrañeza que en 1598, estando Cervantes en Sevilla, se pidiera licencia en Madrid, y en 1615, cuando Cervantes vivía en Madrid, se hiciera la edición en Sevilla. ¿ Se trataba tal vez de evitar que llegase á conocimiento del autor la impresión de ^a obra ? En mi concepto, la eomedia de La Soberana Virgen de Gua- dalupe es una de las que Cervantes compuso en Argel, para repre- sentarla en el Baño con otros cautivos, distrayendo las penas de la esclavitud... Casi con seguridad puede decirse que Hierónimo Ra- inírez vio la representación, y quizá tomó parte en ella, y aficionado á la eomedia, 'la copió, ó guardó el original y lo trajo con gran aprecio á su regreso á Alcalá de Henares. María Ramírez, tal vez hermana del Hierónimo, quiso conservar este recuerdo del cautive- rio de su hermano, y así, la comedia, de que Cervantes no volvió á acordarse, según su costumbre, fué impresa anónima á expensas de aquélla. 1 Semanario Pintoresco Español. Año 1840; pág. 73. 2 Revista de Ciencias, Literatura y Arte, Sevilla, 1857. 3 Apéndice al artículo Cervantes. 4 Pág. IV de la introducción ó advertencia preliminar. OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVANTES C()3 Refiere las entusiastas frases que Cervantes escribe á propósito del monasterio de Guadalupe, y temiina C()])ian(lo el jjarecer de Hartzenbusoh : Las notas que ha tenido usted la bondad de enviarme (me dice en carta fecha 9 de Mayo de 1865) relativas á la comedia titulada La Soberana Virgen de Guadalupe, atribuida á Cervantes, me pa- recen sumamente juiciosas y atinadas. La comedia no desdice del estilo dramático de nuestro gran escritor, que debió ser. además, devotísimo de Nuestra Señora con esa advocación. Con perdón del insigne autor de Los Amantes de Teruel, yo no acierto á ver en los razonamientos copiados, más que hipótesis sobre hipótesis. Sánchez Arjona, en su notable libro acerca del teatro en Sevilla ^, no acepta estas reflexiones, antes, en mucha parte, las destruye en la siguiente luminosa página : En primer lugar, el tiempo que medió desde que la licencia fué dada á INIaría Ramírez hasta que se imprimió la obra, no es ya tanto como creía el Sr. Asensio, pues la edición que nos cita Salva es diez años anterior á la de 1615, considerada antes como la más . antigua, y bien pudiera ser que asi como hasta que Salva nos dio noticia de la edición de 1605 nadie tenía conocimiento de ella, se hubiese hecho otra edición anterior, desconocida hoy, siendo, por otra parte, lo más natural que la primera edición se hiciese en donde vivía la persona que pidió licencia para su impresión... En cuanto á que la publicación de la obra en Sevilla, después de abandonai Cervantes esta ciudad, pudiera obedecer á la idea de que el autor no tuviese conocimiento de la impresión, no parece verosimil que. tratándose de una edición fraudulenta, se empezase por pedir la competente licencia, se imprimiese en la ciudad en donde se había escrito y representado, como hemos visto, y en donde el autor había vivido largo tiempo, y era natural que tuviera más relaciones que en parte alguna. En efecto, en el año de 1594 se dispuso por la ciudad de Sevilla dar premios á los autores de las mejores letras de autos que se representasen: cuatro obras disputaron estos premios: El Grado de Cristo, comi-uesto por Juan Suárez del Águila; Santa María Egiciaca, pov Alonso Díaz, aiit<^r I X oficias referentes á los anales del Teatro en Sezilhi desde Lofc de Rueda hasta fines del siglo xvii: Sevilla, Rasco. 1898; pág. 89. 694 EL TEATRO DE CERVANTES de otras varias obras, y dos anónimas : La Ciudad de Dios y Nuestra S'eilora de Guadalupe; el premio recayó sobre los dos primeros, adjwlicándose á cada una treinta ducados. He aquí por qué el Sr. Sánchez Arjona sigue diciendo: Lo cierto es que este auto fué escrito expresamente para repre- sentarse este año en Sevilla, como se efectuó, y que debía ser in- édito ; que fué uno de los que aspiraron al premio, sin alcanzarlo, y por eso en la primera edición se llamó auto, como es en realidad, y se publicó la loa que, como todas las composiciones de su género, debía llevar, y en las ediciones posteriores se le llamó comedia... En cuanto á que Cervantes sea el autor del auto de Nuestra Señora de Guadalupe, bien pudo serlo, sin necesidad de recurrir á ese cúmu- lo de circunstancias que imagina el Sr. Asensio, toda vez que este año Cervantes vivía en Sevilla y pudo concurrir á esta especie de certamen, y acaso el no haber sido premiado le hiciera ocultar su nombre. Ciertamente, los procedimientos dramáticos de esta cu- riosa pieza no son muy diversos de los que solía emplear nuestro poeta, bien que ésta era condición común á las pro- ducciones escénicas del tiempo: pero en todo lo demás se parece muy poco á las comedias de Cervantes. Vese en ésta im arte mucho menos perfecto, más inocente, infantil casi ; el autor del Quijote era poeta de más altos vuelos y recursos de lo que allí se manifiesta, y en cuanto á la forma, digo, has- ta donde tales cosas pueden afirmarse, que no puede acha- cársele sin grave ofensa de su genio literario; aquella des- medrada imitación del lenguaje antiguo- es una fahla ridicula, cuya propiedad no se ocultaba á Cervantes. Mas que éste, el autor sería algún clérigo sevillano, con mucha mejor in- tención que dotes de poeta ^. Después del siglo xvi, el misino asunto se llevó á la es- cena por otros escritores. Suelta corre una Comedia famosa de ¡a Virgen de Guadalupe, del Dr. D. Felipe Godínez ^, y en 1 Véase acerca de esta cuestión, además, el Apéndice III al tomo 11 de los Documentos cervantinos, por D. Cristóbal Pérez Pastor, Madrid, Fortanet, 1902; 4." 2 Comedia famosa. La Virgen de Guadalupe. Su aufhor el doctor don PJtelipe Godines. (A\ fin :) Con licencia. En Sevilla, por Manuel OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍ DAS Á CERVANTES ÓgS la Biblioteca municipal de Aladrid se halla manuscrita, en 4.", otra, con los nombres de Bances Candamo y Hoz y Mota. El asunto de ambas es. en substancia, el mismo de la atribuida á Cervantes, pero desenvuelto con mayor brío, más arte y pormenores; ambas piezas se imprimieron también en colec- ción ^. Las Cortes de la Muerte. — Sabido es cómo D. Quijote, victima de los malvados encantadores que le perseguían, ca- minaba pensativo por los campos de la Aíancha, después de haber visto por sus propios ojos trasmutada á su hermosí- sima señora Dulcinea en el feo aspecto de una labradora sa- cia. Topó, poco después, con una carreta de cómicos, v el mismo diablo que la guiaba le dijo ^ : Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Ángulo el Malo ; hemos heciho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el auto de las Cortes de la Muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se parece, y por estar tan cerca y excusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos. Extra\'iado sin duda por esta alusión, el extremeño D. \'i- cente García de la Huerta afirma '' : "que es más que proba- ble ser el mismo Cervantes autor de Las Cortes de la Muerte'', conjeturando que acaso quiso dar aquí noticia de esta composición, como en varios pasajes del Quijote la dio de sus novelas y de otras obras suyas. Xada hay. sin embargo, más improbable. La representa- ción de las Cortes de la Muerte es el desarrollo dramático de un asunto común en las literaturas del Xorte de Europ.i Nicolás Vázquez, en calle de Genova, donde se hallará ésta y otras muchas corregidas por sus legítimos originales, y todo género de sur- tido de Entremeses, Relaciones y Romances: 4.°, 27 págs. á dos cois. 1 La Virgen de Guadalu/^e. ms. en 4.» de la Bihl. Xac. Fué impreca en las Poesías cómicas. Obras posthumas de D. Francisco de Bances Candamo. Año de 1722. En Madrid, por Blas de Villa-Xucva. Dos vols. ; tomo I, pág. 283. 2 Parte segtinda. cap. xi. .3 La Lscena Hcspañola defendida, pág. ik. ÓgtJ EL TEATRO DE CERVANTES durante la Edad Aledia, pero perfectamente exótica en nues- tras letras. No parece sino — dice Menéndez y Pelayo ^ — que la alegría y la luz de nuestro cielo y el espíritu realista de la misma devoción pen- insular, ahuyentaban de España, como de Italia, estas visiones ma- cabras, estas fantásticas rondas de espectros, este humorismo de calaveras y cementerios que en regiones más nebulosas, en Alema- nia y en el Norte de Francia, informa un ciclo entero de compo- siciones artísticas, y no sólo se escribe, se representa, se danza, sino que se pinta, esculpe, graba y reaparece dondequiera. Este asunto simbólico-humorístico no surge entre nosotros hasta la bella trasladación de la Danza de la Muerte^ indis- putable versión del francés, acomodada de algún modo^ á las costumbres nacionales y malamente atribuida al rabí D. San- tos de Carrión. De aquí salieron luego todas las danzas de la Muerte españolas, como la del archivero del Rey Católico Pedro Miguel Carbonell, que dice ser traducida de un origi- n.al francés de Juan Climaco ó Qimage, compuesta hacia 1497, s^i"* duda inspirada por el general dolor que causó el pre- maturo fallecimiento del príncipe D. Juan, y añadiendo al ori- ginal unas 43 estrofas ; las Coplas de la Muerte, atribuidas á Juan de la Encina ; la Danza itnpresa en Salamanca por Juan de Várela, en 1529. que se guarda en el archivo capitular de Sevilla, y que añade 50 coplas nuevas con personajes curio- sos, etc. En el siglo xvi tuvo la Danza de la Muerte desarrollo dramático : primero en una farsa del segoviano autor de au- tos Juan de Pedraza. en coplas de arte mayor, excepto el Introito, (jue declama un pastor llariíado Pasctial. Entran en él la Muerte, el Papa, el Rey, la Dama, el Pastor, la Ira, la Razón y el Entendimiento, quienes solicitan al gañán, al fin, para que adore el Pan eucarístico. Después, en el auto, de hermosa poesía, comenzado j:)or el vate placentino Micael de Can-ajal y terminado por Luis Hurtado de Toledo é im- preso en esta ciudad en 1557. y luego por Sancha, en la I Antología de poetas líricos castellanos, tomo MI; pág. cxxxix. ODRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS A CERVANTES 6cr colección de Rivadene\-ra. De esta obra, dice Cotarro v Mori ^ : Está escrita en coplas de ocho versos octosílabos y dividida en 23 cenas ó escenas seguidas. Es obra tan excelente como la Josefina, por la soltura del diálogo, la pintura satírica de costumbres y la be- lleza particular de algunas escenas. Además de diversos estados y condiciones humanas, como 'las de pastor, caballero, pobre, monja, casado, viuda, juez, médico, etc., aparecen también algunos indi- viduos como Milón y Brocano, ladrones, Durandarte, Pie de Hierro Beatriz, mujer mundana, Heráclito y Demócrito, un cacique indio, que se queja de las crueldades que se cometen con sus hermanos desde que se han hecho cristianos, mientras que cuando no lo eran vivían en paz. A esta representación es, sin duda, á la (jue Cer\"axtes alude, por más que no coincidan en absoluto los personajes de ella con los que sobre la carreta vio D. Quijote. Autos sacramentales. — Don Martín Fernández de Xava- rrete ", hablando de la actividad dramática de Cervantes. dice : Algunos han creído que escribió también autos sacramentales, y aun le atribuyen el titulado Las Cortes de la Muerte, de que habla en el cap. xi de la parte segunda del Quijote ; pero has|ta ahora no hemos hallado fundamento para apoyar estas presunciones. Ya se ha tratado de las Cortes de la Muerte; respecto de autos sacramentales compuestos por el héroe de Lepant»^. no tenemos noticia als'una. 1 Lope de Rueda y el teatro de su tiempo, pág. 6. 2 ¡'ida de Cervantes, pág. 158. IV Los Dos habladores. — Sus ediciones. — Asunto y personajes. — El Picaro hablador, de Coello. — Obras semejantes. — El Negrito hablador, de Quiñones. — El Inglés hablador, de Castro. — El Hablador y hl Pa- drino y el Pretendiente, de Cruz. — El Hablador, de Goldoni. — Otras obras. — Habladoras. — Un Hablador sempiterno, de Ventura de la Vega. El Fénix de España, Lope de Vega Carpió. Séptima parte de sus comedias, con Loas, Entremeses y Bailes: así se titula el tomo impreso en Madrid, á costa del librero Miguel Siles, en las prensas de la viuda de Alonso Martín, en el año de 1617 \ Contiene este libro 12 comedias, cuatro loas, tres bailes y tres en'traiieses : Los Habladores, La Cárcel de Sc- zilla y El Hospital de los podridos, los cuales venían á la luz con el destino de ser prohijadas al Príncipe de nuestro? inge- nios, por obra y gracia de los críticos. Del primero de los entremeses existe en Sevilla una copia manuscrita en el célebre códice de la Biblioteca colombina, con algunas curiosas variantes respecto de la lección impre- sa^. Don Manuel Cerdea ^ cita una edición de 161 3. afinnando que así lo dice Sancha en el prólogo á su impresión del ]'iaje del Parnaso: esta edición es tan desconocida como falsa la I 4.0; cuatro hojas de prels. y 306 págs. foliadas. a A-141; las variantes fueron apuntadas por Castro en su libro Varias obras inéditas de Cervantes: pág. 7 y sigts. 3 Crónica de los Cervantistas, año II, núm. 2 (23 de Abril de 1873). pág. 67. yOO EL TEATRO DE CERV'AXTES referencia ; también D. Alartín Fernández de Navarrete ^ n.'enciona otra impresión de Sevilla, de 1624, que no he visto, como tampoco la de Cádiz, hecha por Juan de Velasco,. en 1646^, que, según dicen, poseía D. Aureliano Fernández Guerra, dueño de tan raras cosas en orden á entremeses. Pero sí he ilogrado ver la reimpresión estampada en el año de 1845, Gil Aladrid, en la imprenta de la viuda de Calero ^, dirigida por D. Juan Bautista Barthe, según Rosell; impre- sión que no \ió D. Leopoldo Rius. Además de éstas y en co- lección se ha reproducido varias veces el entremés de Los Dos Jiabladorcs '\ V^emos, pues, que su atribución á Cervantes es ya anti- gua. Prescindiendo de las ediciones de 1613, 1624 y 1646, á mi ver imaginarias, en las cuales no sabemos qué autor le achacarían, por obra del Príncipe de los ingenios lo tuvieron Navarrete, Moratín, García Arrieta, Barthe, Rosell, Fernán- dez Guerra, La Barrera, Castro y otros muchos ; sin embar- go, no hay prueba ninguna de semejante paternidad. Por lo cual, con mucho motivo, formuló D. Juan Colom y Colom la siguiente "Pregunta literaria ^" : ¿ De dónde ,ha venido el entremés de Los Dos habladores que se le atribuye á Cervantes, sin saberse por qué, en la impresión que de sus obras se 'hizo en Madrid en el año de 1829? Xo puede negarse la excelencia de esta obrilla; por su ac- ción ingeniosa y chispeante asunto; por la diversidad ile ti- 1 J'ida de Cervantes, pág. 158. 2 Los Habladores. Entremés famoso de Miguel de Cervantes. Ha- blan... impreso en Cádiz por Juan de Velasco, en la plaga, entre los Escriuanos. Año de mil y seiscientos y quarenta y seis (según Barrera). 3 Los Habladores, entremés de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid. Imprenta de la Viuda de Calero, 1845; 8."; 15 págs. 4 Véanse los números 7, 8, 10, 13, 14, 19, 20, 21, 22, 23, 26, 28, 38 y 40 de la Bibliografía. A ella hay que añadir la siguiente traducción francesa : Henri de Curzon. Les deux bavards, de Cervantes, traduction noiivelle. Toulouse, Privat, 1900. Véase sobre esta traducción el artículo de E. MÉRiMÉE en el Bulle tin Hispanique de Enero-Marzo 1901, pág. 73. 5 El Artista, tomo iii, pág. 15, al final de un artículo titulado "Noticias de poetas cómicos sevillanos". OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS Á CERVANTES 701 pos y por la positiva gracia y sazonados chistes de los dos habladores, debe considerársele como verdadera joyita lite- raria. Hay en él dos golpes de extraordinario mérito : el lance de las cuchilladas con que empieza y la circunstancia última de perderse Roldan á si propio, á causa de su maldita mania de hablar. No sabemos si alguna vez llegará á demostrarse el autor de este entremés ; pero, sea de quien fuere, es cierto que no desmerece de Cervantes, y que aventaja en mérito á al- gunos de los suyos. £1 titulo da bastante idea del argumento : pintar dos char- latanes sempiternos, que meten baza constantemente, atrope- llándose la palabra, hacinándolas sin sentido y extraviándose por ellas del asunto inicial, hasta caer en consecuencias ri- diculas, muy tales para excitar la risa. Algo de esto esbozó el autor del Quijote en la maravillosa creación de Sancho Panza; recuérdese el cuento que narra con ocasión de ceder los Duques á D. Quijote el puesto de honor en su mesa ^. Los tipos de los dos habladores son excelentes; sobre todo el de Roldan es una caricatura incomparable; la acción, no obstante ser tan sencilla, muy ingeniosa y diestramente con- ducida, y la forma, con especial á los principios, como de las mejores páginas de Cervantes. Pocas cosas habrá de mayor gracia en los entremeses que la manera de comenzarse éste. Sarmiento entrega á un pro- curador doscientos ducados para pagar la parte á quien dio una cuchillada de doce puntos, y Roldan, un mísero desocu- pado y lleno de necesidad, "con su hábito roto, espada y cal- cillas", que lo advierte, llégase muy serio al donante y le dice : RoLD. ¡ M\, caballero ! Sarm. ¿a mí, gentilhombre? RoLD. A usted digo. Sarm. Y ¿qué es lo que manda? RoLD. Cúbrase usted, que si no, no hablaré palabra. Sarm. Ya estov cubierto. I Parte segunda, cap xx.xi. 702 EL TEATRO DE CERVANTES RoLD. Señor mío : Yo soy un pobre hidalgo, aunque me he visto en honra ; tengo necesidad, y he saibido que usted ha dado doscientos ducados á un ihombre á quien ha dado una cuchillada, y por si us- ted tiene gusto en darlas, vengo á que usted me dé una adonde fuere servido, que yo lo haré en cincuenta ducados menos que otro. Lance parecido repite l'Yaiicisco de Castro en su entre- més La Burla del figonero \ donde nn hambriento se ofrece á recibir una cuchillada en pago de los manjares que ha comido. Hav aqui aquella cómica solemnidad que nuestro autor solía poner en las escenas picarescas y que tanto avalora sus obras. Roldan, que es un charlatán descosido, presto descu- bre la oreja de su habilidad, con asombro de Sarmiento. La char'la de este vagabundo, siquiera sea á veces vulgar y hasta chocarrera, tiene la gracia de consistir en una especie de con- catenación de ideas formada por la asociación que despierta las palabras con que se expresan, de suerte que, de unas en otras, llega á parar á mil leguas del punto inicial. Hallada tan sabrosísima pieza. Sarmiento concibe una idea ingeniosa, que se explica á las mil maravillas en el si- guiente primoroso y correctísimo párrafo: Sarm. Le suplico en cortesía me escuche una palabra, sin de- cirme lo que es palabra, que me caeré muerto. RoLD. ¿Qué manda usted? Sarm. Señor mío: yo tengo una mujer, por mis pecados, la ma- yor habladora que se ha visto desde que hubo mujeres en el mundo: es de suerte 16 que habla, que yo me he visto muchas veces resuelto á matalla por las palabras, como otros por las obras; remedios he buscado, ninguno ha sido á propósito ; á mí me ha parecido que si yo llevase á usted á mi casa, y hablase con ella seis días arreo, me la pondría de la manera que están los que comienzan á ser valien- tes delante de los que ha mudhos días que lo son. Véngase usted conmigo, suplícoselo ; que yo quiero fingir que usted es mi primo, y con este achaque tendré á usted en mi casa. Marchan, en efecto, no sin que Roldan vaya ensartando palabras y más palabras: I Cómico festejo, IMadrid, 1742, tomo i; entremés i." OBRAS DRAMÁTICAS ATRII5UÍDAS Á CERVANTES yoS RüLu. ;_ Primo dijo usted? ¡Oh, qué bien dijo usted! Primo de- cimos al hijo del 'hermano de nuestro padre; primo á un za- patero de obra prima; prima es una cuerda de una guitarra; la guitarra se compone de cinco órdenes; las órdenes mendicantes son cuatro ; cuatro son las que no llegan á cinco ; con cinco estaba obli- gado á reñir antiguamente el que desafiaba de común, como se vio ei; don Diego Ordóñez... ¡Juzgúese la trifulca que se armará en la casa del triste Sarmiento! D/ Beatriz, su mujer, (jue gasta el mismo humoi* de Roldan, se ba-te con él briosamente ; mas, al cabo, es ren- dida ix>r la increíble locuacidad del supuesto primo; patea, grita, revienta por hablar y acaba por desmayarse. Sobreviene la justicia ; el hablador anda huido, y para ocultarlo, le meten en unas esteras, y aun sacando por entre ellas la cabeza, como galápago, prosigue en su eterna mania y es preso. Sálvase de la cárcel ofreciéndose á curar á la mujer del alguacil, tam- bién consumada charlatana. Este final trae á la memoria el notable Entremcs de las esteras^ uno de los primeros de nues- tra literatura, publicado en el primer mimero de la RevisUi española de Literatura. Historia y Arte. La factura del de los Habladores es enteramente igual á la de los de Cervantes : acábase también con versos, sugeridos por el casual : Vete, picaro hablador. Entre ellos propone el Escribano este epitafio : Aquí murió quien, muerto, no iha de callar tanto como vivo habló. Y el picaro Roldan remata con su correspondiente glosa : Aquí he venido á curar una mujer habladora. que nunca supo callar. á quien pienso desde agora enmudecer con hablar. Convidóme este señor, y comeré con rigor. aunque diga su mujer. por no me dar de comer: Vete, picaro hablador. Por todas estas sales y agudezas, el entremés de Los Dos habladores ha obtenido grandes triunfos las veces que mo- 704 EL TEATRO DE CERVANTES de mámente se puso en escena. Para este fin hubo de refun- dirlo D. Manuel de Foronda ^, en forma tan discreta que apenas se percibe la refundición ; y„ en verdad, la piececilla es irrefundible. Dice el arreo^lador: La general creencia de que las obras dramáticas del inmortal Cervantes no eran ya represcntables, se iha visto rotundamente des- mentida con los brillantes éxitos obtenidos por Los Habladores en las dos ocasiones que las empresas de Apolo y la Comedia le han puesto en escena, y en las cuales el distinguido actor D. Ramón Rosell ha caracterizado el Roldan de una manera digna de elogio. El portugués ]\Ianuel Coello Rebello, autor de la Musa entretcnkki, curiosa colección bilingüe de entremeses, ya citada ^, versificó el de los Habladores bajo el título de El Picaro hablador '" ; véase la muestra y prueba de esta verdad : Cab. Escúcheme usé una palabra, sin decir que es palabra. Pie. Y qué mucho ; dígala vuesasted, que ya le escucho. Cab. Yo tengo una mujer que es la mayor habladera que ha visto el mundo, y quisiera que usted míe la fuera á ver, porque he venido á entender que hablando más que ella usé (como lo he visto en mi fe), aunque paso de querella, con verse que haWa más que ella, ó muerte ó salud le dé. Sin duda que el autor de Los dos Habladores fué el prime- ro en sacar á la escena el tipo del charlatán; pero después de él esta figura, por los lances á que fácilmente se presta y los caracteres cómicos que puede ostentar, fué muy repetido en obras de todas clases. Quiñones de Benavente. tan diestro 1 Los Habladores, entremés famoso original de Miguel de Cer- vantes Saavedra, refundido por Don Manuel de Foronda. Madrid, Estrada, 1881 ; un folleto de 16 págs. en 8.» 2 Tercera parte, cap. 11 de este libro. 3 Lntrcmés IX; págs. 87 y sigts. 1 OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS Á ClíRVANTES 703 en el, manejo del entremés como entusiasta i>or los de Cer- vantes, compuso varios donde personajes de tal condición toman parte ; entre ellos se señala ahora el de El Negrito ha- blador \ La manera especial de pronunciar las palabras, lle- na de cambios de sonidos y de omisiones, por lo visto imi- tada del deficiente modo de hablar castellano en los negros bozales, da mayor fuerza cómica al tipo. El negrito es un hablador insulso y tonto y Benavente tuvo el poco feliz acuer- do de privar á su charla de aquella trabazón roldanesca, su- mamente graciosa. No es, ciertamente, este -entremés de los mejores de Quiñones. Nace el subtítulo de la pieza (sin color anda la niña) del primer verso del siguiente cantar que el negrito glosa con su enfadosa charla: Sin color anda la niña después que se fué su amante, enemiga de sus ojos, descuidada de su talle. Dice el negrito: Pol qué le pienza que dise, yevada de tanta pena: "¿ Sin colol anda la niña ?" ¡ Barral)ás yeve la f)uelca ! Si eya comía calbón, sal, senisa, yeso, tierra, ¿cómo ha de estal golda y flezca? Comiela ¡pleguete Clisto!, pala poder estar buena, vaca, tosino, calnero, gavina, peldiz, conejo, paromino, ganso, pavo, poyos y poyas sin el estas, capón de leche, chorizos, solomiyos y moyejas y culabetes de peyes, etc.. etc. j Entremés famoso. El Negrito hablador, y sm color amia la uiña. Representóse en Madrid. Publicado por Rosf.ll en los Libros de antaño, tomo ir. pág. 29. Xúrn. 261 de la Colccr >lr Fvtrcmrsrs. /,>,/.?. ole. ck- la Nueva Bibl. de aiit. españoles. 45 yOÓ EL TEATRO DE CERVANTES Y así prosigue glosando el resto del cantar, hasta que. aburridos cuantos oyen tal sarta de palabras, le obligan á callarse, y aun entonces el negrito dice : Cavaré como una dueña, como monja en locutolio, como una ochentona sueg"!a, como un herrador vesino, como un 'herrero á la pueUa, como un nesio polfiado, como un gato y pelo en piensa, como vulgo si se enoja en una mala comedia. Como se \'e. ha\' mucha diferencia del hablar de Roldan: la acción es pobrisima }• se reduce á la charla del negrO' y á las breves exclamaciones de hastío de sus oyentes. Esta pieza ha sido también atribuida á D. Jerónimo- de Cáncer y Ve- lasco ^. Con el mismo asunto produjo Castro el Entrones del in- gles hablador ^; salen aquí un Moro, un Portugués y un In- glés, todos ellos famosos habladores: pero el último, aunque sólo chapurrea el castellano, aventaja á los tres grandemente. Roldan sirvió también á nuestro gran sainetero D. Ra- món de la Cruz para trazar el Tadeo del juguete El Habla- dor, y para el D. Juan de Pilares de El Padrino y el preten- diente. El primero fué escrito en el año de 1773 para la com- pañía de Martínez ; el autógrafo' se halla en la Biblioteca ^^lunicipal y fué publicado en la colección de Durcán ^. El ca- pitán D. Tadeo, protagonista de la i>ieza. es un charlatán descosido y además embustero: en el saínete se le describe diciendo : Su lengua es como una rueda de molino, que en cogiendo la carrera, no es posible detenerla en mucho tiempo. I Vergel de entremeses, Zaragoza, 1675. 2 Primera parte de alegría cómica, pág. 128. 3 Colección de saínetes de Don Ramón de^ la Crii::, tomo ,1, pág. 361 OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVANTES 7O7 Este tal logra .vencer en la charla á seis mujeres, dispues- tas á no dejarle resollar; pero mientras tanto pierde "opi- nión, dama y empleo", arrebatados por un rival á quien, con su incurable charla, da medios de conseguirlo. El Padrino y el pretendiente, á que su autor llama come- dia en un acto en el autógrafo consiervado en la misma ofi- cina, se escribió en el año de 1781 para la compañía de Joa- quín Palomino; también lo imprimió Duran ^. Trátase aquí de un teniente, D. Juan de Pilares, lisiado de una pierna, pero tan íntegro de lengua que por movería demasiado se hace odioso á todo el mundo, incluso á su propio protector, el Comendador, que lo presenta ante la Marquesa, y á la cual ccasiona ima indisposición con su inatajable charla. Xo es, en verdad, obra de las mejores del insigne autor de Las Castañeras picadas. Aquel fecundo abogado italiano Carlos Goldoni. escribió también una comedia basada en semejante carácter, comedia (|ue conocí eTon los teatros españoles, traducida por José Aba- lles }' representada por la compañía de Ribera á fines del siglo XVIII ^. Entre los manuscritos de piezas dramáticas de la Biblioteca Nacional, no ha mucho catalogados, existe otra forma del mismo carácter cómico bajo el título de El Habla- dor indiscreto. Si el teatro se ha servido del tipo del hombre locuaz, con mucho mayor motivo podría utilizar las charlatanas, pues desde antiguo se tiene por patrimonio especial del sexo la afición desmedida á mover la lengua en cosas insulsas y de poco momento. Luis Quiñones utilizó asimismo esta debi- lidad femenina para escribir su obrita Las Habladoras ^. no incluida por Rosell en la colección de las ide su autor. Este entremés, que pertenece á los buenos de Benavente, es una 1 Colección de saínetes, tomo n. pág. .381. 2 Comedia. Propio es de hombres sin honor, pensar mal y hablar Peor. El Hablador. Traducido del italiano por J. J\ Representada por la Compañía de Ribera. Con licencia. En Madrid, .hlo de i/Q-'- 40 pá- ginas en 4.° á dos cois. 3 Entremeses nuevos. Alcalá. 1643. Xúm. 317 de la Coleec. de En- tremeses de la Nueva Bibl. de aut. españoles. yoS EL TEATRO DE CERVANTES A-ariante del tipo de Roldan; pero en él cmilro charlatanas descosidas reducen, 'ahogan y confunden á un hahlador sem- piterno. Perote. que así se llama éste, confi'esa que Mucho envidio, señores, á los predicadores, que con quietud notaWe, hablan un hora sin que nadie hable; y no yo, que si hablo, luego se pone de por medio un diablo, diciéndome con voz alfeñicada, de doncella que labra : "Perdone que le ataje la palabra." Es AÍctima de cuatro vecinas, que á las puertas de sus casas tomaljan el fresco. Nuestro hombre se dirige primero á Francisca, quien le oye y calla como estatua, cosa que ma- ravilla al hablador, el cual le pregunta si es muda. ¿No y callas? Mia eres. i Albricias, que ya callan las mujeres!; mas llega un momento en que le dice : Desista, amigo, que es muy niño hablador para conmigo ; Roto el fuego, y con el estribillo de perdone que le ataje la palabra, tercian en la conversación Juana, Lorenza y María, de modo que no dejan meter baza al mísero Perote, que revienta por intervenir en a(|uella algazara. Ma!í. ¿Pues osa hablar? Sor. ¿Pues habla? Juana. ¿Pues habladorcito me es, diga, barbado? Franx. ¡ Calle ! Mar. ¿No calla? Sor. ¡ Calle ! Pero. ¿Pues yo hablo? Franc. i Chito ! No demos de comer ni dinbln. La trama y el desempeño del entremés son muy inferio- res al atribuido á Cervantes. La charla de las cuatro mujeres, más que conversación es un conjunto de palabras y de re- OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS A CERVANTES 70Q peticiQíi'es, sin que entre ellas haya ligadura alguna ix>r afi- nidad de ideas ó de expresión ; las habladoras, mejor que tales, parecen cotorras, ó locas sueltas en el ])atio de una casa de orates. Lo mismo puede decirse de la Habladora y casamentera. entremés anónimo impreso en la coleccioncita de Entremeses nuevos de 1640. Una habladora, aunque sólo incidentalmen- te, figura también en el lindísimo sainete de Los Huéspedes hurlados (ya citado con diverso motivo ^) ; es la sir\-ienta Librada, que dice : Antes de nacer hablaba, . y tengo hecho juramento de no perder esta maña hasta el día de mi entierro, y quic no gana una onza de oro por no poder estarse callada el "limitado tiempo de cinco minutos". Don Ventura de la Vega arregló por los años de 1859 al teatro español el juguete cómico Un Hablador sempiter- no ^. que es un monólogo bastante pesado. Litervienen. ó por mejor decir interviene (pues él se lo habla todo), don Fernando, "de treinta años", ante quien van desfilando, sin decir palabra, D. Panfilo, "bonachón, cincuenta años": D.^ Basilia, "gran habladora, cuarenta años"; Rosita "joven tímida, diez y ocho años"; Terranova. "marino, hombre taciturno, treinta años", y dos criados. Es graciosa la idea de caracterizar á los personajes, que son completa- mente mudos, como si el espectador pudiera conocer su idio- sincrasia por el aspecto; sobre todo lo de D." Basilia. (¡rar habladora, v que no dice una sola palabra, resulta muy original . 1 Parte segunda, cap. vi de este libro. 2 Un Hablador sempiterno. Juguete cómico en lui .nu.. arreglado al teatro español' por D. Ventura de la Vega. Madrid. Imprenta dt la Galería Literaria, 1873, 8.° V El Hospital de los podridos.—Su mérito.— Figuras y argumento.— Se- mejanzas.—Entremeses de La Placa del Retiro.— Las Cizilidades, El Murmurador y El Martiiiillo, de Benavente. — La J'ariedad en la locura.— El Hospital de los tontos, de Cruz. Por razones principalmente de estilo achacó D. Aurelia- no Fernández Guerra á Cervantes los dos postreros en- tremeses de la mencionada parte séptima de las comedias de Lope de Vega ; y por lo que mira al Hospital de los po- dridos, no cal:>e dudar que, como Los dos Habladores, pu- diera muy bien ser obra del autor del Quijote. Todo en esta piececilla es notable: asunto, figuras, va- riedad de caracteres, ingenio en el desarrollo del plan, especialmente en d remate de la fábula, lenguaje y forma, en general perfectamente acabados. La marcha de este entre- més es igual por completo á los cervantinos : termínase, como ellos, con una larga glosa cantada á un estribillo en que se hace resaltar la moralidad de la obra: personajes andan en ésta que parecen arrancados de otras de Cervantes, con especial de El Juez de los divorcios, con quien se da mucho la mano. No seria maravilla (|ue algiin dia se acer- taran á hallar pruebas palmarias de la paternidad supuesta por Fernández Guerra: pero comoqaiiera que por acjueí tiempo muchos otros escritores solian compon/er estos jugue- tillos bonísimamente, por hoy sólo cal^e afirmar la excelen- cia de este entremés, sea de quien fuere, y que se da aire con los del autor de las Novelas ejemplares. De 1n edición ^12 EL TEATRO DI-: CERVANTES de 1 617 sacó copia Fernández Guierra para publicarla en el apéndice al primer tomo de la Biblioteca española de Ga- llardo \ y después se reprodujo \arias veces ^, siempre atri- buido á Cervantes. El Hospital de los podridos es una sátira contra los que por todo sufren, se preocupan y afanan., aun por cosas d'e poco momento ó que nada les importan. Hase hecho en cier- to pueblo, que parece ser la Corte, un hospital ó casa de salud para estos tales ; en él están ya las celdas casi llenas de los que se pudren jior los que tienen las narices largas, con aquellos que comen con babadores; á causa de los mé- dicos y de sus costumbres; con motivo de que por haber tíin pocos discretos al)undan tanto los sastres y los zapate- ros ; porque las gallinas ajenas ponen huevos más gordos y crían mejores pollos cjue las suyas, y por otras tales niñe- rías. Además, el Rector y sus ministros van metiendo en él á cierto desocupado que se cuece por ver á un su conocido que lleva la espada á la zurda y usa chinelas en los canicu- lares ; á Pero Díaz, que se encocora contra los malos poetas, y sobre esto pasan excelentes lances ; á un pobre hombre en- cendido en cólera poi-que á un su vecino todas las cosas le suceden bien ; á otro que se afana porque una mujer her- mosa quiere á cierto calvo burriciego ; á un marido irritado contra los ojos azules de su mujer, y á ésta que lo está, y mucho, contra la boca de su marido. Por último, el mismo Rector pasa á engrosar el número de los podridos, pues se acongoja del poco seso de un hombre que él tenía por dis- creto ; la misma marcha lleva el secretario, indignado contra la flema del marido que no se apura por ver á su mujer metida en aquella casa, y, á la postre, y para rematar el entremés. Villaverde, solo en el teatro, canta el correspon- diente romance, cuyo argumento no se pudra nadie de lo que otros hacen, resume la moral de la piececilla. 1 Cois. I. .385 y sigts. 2 Véase la Bibliografía inserta al final de este libro. OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVANTES Comoquiera que el asunto coiiviierte á este gracioso paso en una verdadera revista ó desfile de tipos tan variados v numerosos, préstase grandemente á la sátira y á la corrección de vicios y defectos sociales. Por aquí se comprenderá el partido que el ingenio de los autoi-es podria sacar .le >eme- jante argumento, y así fué muy imitado. Por el tiempo en que El Hospital de los podridos se componía, ó acaso antes, escribíase también d Entremés de la Plam del Retiro \ atribuido, aunque sin fundamento, al cómico y autor Simón Aguado ^. AH principio de esta obrita hay algunos pasajes que se parecen al Hospital. El argumento de la pieza estriba en presentar una colección de gentes que asisten diariamente á ver la plaza del Retiro : uno de todo se enfada, otro de nada se pudre. El primero es el Alurmurador, figura que resume todas las del Hospital, pues que se preocupa y duele de cuanto ve ; pero la vida de la plaza sigue variada, alegre y bulliciosa, y éste es el castigo de su necia y estéril preocupación. Muy pocos años después, el célebre Luis Quiñones de Benavente tenía ya redactado su lindo entremés de Las Civi- lidades ^, cuyo asunto se parece al del atribuido á Cervantes. El vicio que aquí se trata de fustigar es el abuso de las frases hechas, de los modisinos. de los refranles. de los re- truécanos y alusiones en el lenguaje corriente, tenidos por gala y agudeza de expresión. El campanudo doctor D. Al- farnaque sale ofreciendo enseñar á hablar la lengua caste- llana á los tontonazos, tontones, retontones. zurdos castellanicos de bullaque. Sol ¡reviene en su casa multitud de gente cortesana afn-mand'-- 1 Para la comedia de El Imperio de Alcina. dice el original. 2 Hállase con otros de Aguado, que llevan la fecha de 1602, en un códice, ms. de letra del siglo xvn, en la Bibl. Nacional. 3 Joco-seria, edición de Rosell. pág. 45- Un amigo del autor hace mención de este entremés en el año de 1609, aunque añade que no se habia representado. Xúm. 212 de la Calece, de Entremeses de la Xueva Bibl. de aitt. est'añoles. 714 EL TEATRO DE CERVANTES saber hablar lindamente y motejando de varios modos al Doctor, que dice : Yo sufro estos apodos con una condición, señores godos : que si hablar no supieren, en un cierto hospital que les dijeren, sin fuerza de alguaciles, han de entrar á curarse de civiles. Y, en efecto, apañas hablan, uno por uno van entrando en el hospital dicho, y el mismo Doctor termina expresándose civilmente. También puede considerarse como tina imitación de El Hospital de los podridos la piececilla El Murmurador^ del mismo Quiñones ^. A Pedro, hidalgo pacífico, como dice su mujer, no hay cosa en el mundo mahí ó buena que no le enfade y de que no se pudra; y fuera desto toma, sin embargo, todas las pesadumbres á su cargo ; de suerte que, en eterno movimiento se quita la salud y á mí el contento. De lo que más se duele es del vicio de la -murmuración, y, por fustigarlo, .cae en él miicho' más que sus castigados, ase- gurando, empero, que aquéllo no es murmurar. La salida de este cómico personaje es de alto ingenio y gracia. Pedro. Mujer. QuiTERiA. Marido. Pedro. Llamen al barbero. QuiT. Pues ¿qué quieres hacer? Pedro. Sangrarme quiero ; porque traigo la sangre requemada, corrompida, colérica, dañada, adusta, »hecha materia y repodrida. QuiT. ¿De qué? Pedro. De ver la gente entretenida en mormurar los unos de los otros. Al mismo festivo ingenio pertenece el entremés cantado I Joco-seria, edición de Rosell, pág. 143. Xúm. 223 de la Colecc. de Entremeses de la Nueva Bihl. de aut. españoles. OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS Á CERVANTES 71 3 El Martinillo \ muy semejante en su desarrollo al proliijado al autor del Quijote. Expolíese en los primeros versos el asunto de la pieza : "Sale un vejete vestido de loquero, con una campanilla y un plato." Vejete. El mundo es casa de locos desde el grande hasta el pequeño; den, por Dios, para sí mismos, que son muchos los enfermos. Yo, que scvy quien dellos cuida, con este criado vengo recogiendo los furiosos, ya que á todos no hay remedio. Pasan por el tablado hasta seis personas, tres hombres y tres mujeres, quienes, por manifestar las extravagancias en que diariamente incurren, son convencidos de locos por el Vejetie, y al estribillo de Vejete. ¡ Martinillo ! Martinillo. Mi amo. Vejete. Métele dentro, son encerrados en el manicomio. El entremés, como can- tado, termina con largo baile, saliendo el resto die la com- pañía para que fué escrito, y en el cual se declara más la intención satírica de la obra, conviene' á saber : que nadie hay enteramente cabal de juicio. Tiene este saínete su segunda parte, pero á la inversa ". Como al principio de ella se consigTia. la triste casa del mundo de bote en bote está llena de los locos que ha metido Martinillo dentro della. Expulsión quieren hacer, y como entonces por fuerza decían : "Métele dentro'', os dirán: "Bdhale fuera". r Joco-seria, edición de Rosell. págs. 253 y 270. Xúm. 237 de la Calece, de Entremeses de la Nueva Bibl. de atit. españoles. 2 Núm. 239 de la Colecc. de Entremeses, loas, etc. de la Kucia Bibl. de aut. españoles. yiÓ EL TEATRO DE CERVANTES El ^ rundo viejo comparece para ordienar á Martinillo las extracciones que deben hacerse escogiendo los dementes im- posibles de curación. Así se abandonan á su suerte una ma- dre, un cuñado, una tía, un yerno, un hijo, dos bachilleres y aun otras gientes. Al verse arrojados del Mundo viejo, estos infelices se refugian en el nuevo, al cual pidiendo ampa- ro, se acaba el entremés. Kxito franco debió también de tener el curioso saínete del siglo XVII La Variedad en la locura ^, cuyas dos partes es- cribió D. A. R. I. con idea semejante á la del Hospital de los podridos. Asunto paiiecido utilizó el más ilustre de nues- tros saineteros, D. Ramión de la Cruz, para escribir, en 1762, su entremés El Hospital de la moda, en dos partes. La pri- mera se halla inédita; pero se representó en 1769 por la com- pañía de Juan Ponce ^; la parte segunda, llamada La Aca- demia del ocio, se publicó en la colección Duran ^. Otra vez sacó Cruz á la escena el mismo asunto en su saínete El Hos- pital de los tontos *, escrito en 1774 y representado por la compañía de Ribera, al parecer con mal éxito. Don Pruden- cio, que ha hecho en el Perú una cuantiosa forttma, funda en la corte un hospital para curar tontos, y á la voz de ¡Tonto! surgen sus esbirros y llevan allí á cuantos el fun- dador así califica ; pero sin provecho, jjorquie hasta los re- clusos motejan de tonta y extraordinaria la idea de este señor indiano simple, que gasta en la extinción imposible de especie tan dilatada su dinero. Por lo visto el público fué del mismo parecer. 1 La Variedad en ¡a locura. Primera parte. Por D. A. R. I. Para cinco hombres solos. J''aleiicia. Estevan. Año iSi.j; 7 págs. en 4.'' á dos columnas. 2 CoTARELO Y MoRi, Dofi Ramón de la Cruz: pág. 347. 3 Colección de sainetes de Don Ramón de la Cruz, tomo 11, pág. 495. 4 Colección de Duran, tomo 11, pág. 485. VI La Cárcel de Sevilla. — Juicio de esta obra. — Asunto. — Analogías de este entremés y la Relación de lo que pasa en la Cárcel de Sevilla. — Xoticias de Cristóbal de Chaves. — La Cárcel de Sevilla en las letras españolas. — El gallardo Escarrainán, de Salas Barbadillo. Si por lo que al estilo y aun á la invención se refiere, no sentimos empacho en admitir la posibilidad de que los en- tremeses de Los dos Habladores y El Hospital de los podri- dos puedan ser de Cervantes^ por las mismas razones nega- mos que lo sea el de La Cárcel de Sevilla. Tendrá mucho in- terés como pintura de costumbres de presidiarios para los que han dado en estudiar estas cosas, mas el asunto es feo V repulsivo; los personajes, abominables, y lo que alli ocurre, antipático por demás. Como ya observó Rouanet, produce en el espectador efecto contrario al debido, pues engendra ver- dadero horror, no obstante terminarse con zambra y regocijo. Esta literatura patibularia ha de ser muy fina y exquisita para que pueda soportarse; casi fué solo Cervantes en manejar con discreción asuntos tan resbaladizos. La obrilla de que ahora se trata es muy inferior á las que éste componía; pal- pita en ella un naturalismo exagerado, el lenguaje es poco culto é incorrecto; sin duda que el autor copiaría puntual- mente lo que veía y oía en la trena sevillana ; pero el arte es algo más que una máquina fotográfica. Prescindiendo del asunto, á todas luces impropio del ex- quisito gusto de Cervantes, en la forma se hallan muellí- simas frases duras y expresiones viciosas, que no suelen apa- 71 8 EL TEATRO DE CERVANTES recer en los escritos del Príncii)e de nuestros ingenios; abun- dan á cada paso las repeticiones y los encuentros de palabras; alguna \-ez. como chispazo, se admira un toque feliz; pero, en general, el estilo es descuidado y nada cervantino. Y esto nos lo parece en tanto grado, que, á pesar de nuestra firme creencia en la falibilidad de tales señas, por ellas solas recha- zamos el entremés de La Cárcel de Sciilla del' caudal dra- mático de Cervantes. La suerte tipográfica de esta pieza es la misma de El Hospital de los podridos; D. Aureliano Fernández Guerra la atrilxiyó al autor del Quijote, y desde aquella hora, como de tal se ha reimpreso varias veces ^ ; en el icódice coloiTibino, ya citado, existe una copia manuscrita que ofrece algunas va- riantes de interés, apuntadas por D. Adolfo de Castro ^. Redúcese el asunto de la obra á pintar las costumbres de JOS presos en ocasión de salir uno de ellos para la horca y las atrocidades que entonces solían decir v hacer aquellos desalmados. Paisano, que ss ^1 reo, oye su sentencia con bár- bara impasibilidad, rayana en la locura; vestido con la in- famante hopa, rodéanle sus compañeros de vida y castií^os. Garay, Barragán, Solapo, Coplilla, Escarramán y hasta la Beltrana y la Torbellina, daifas del arroyo ; en aquel tremendo lance sólo salen de labios del condenado frases éndice al tomo primero del Ensayo, de Gallar- do ''\ imprímese por vez primera la Relación de ¡a Cárcel de Se7'illa. cuyas dos primeras partes fueron obra del sevillano Cristóbal de Chaves ; la tercera ha sido achacada á Cer- vantes por el Sr. Fernández Guerra al publicarla. Las se- mejanzas entre dicha Relación y nuestra pieza son íntimas y alnindantes. En la serjiínda parte se ha1)la del Paisano y se 1 Véase la Bibliografía puesta al final de este libro. 2 Varias obras inéditas de Cerz'antcs, págs. 8 y sigts. 3 Cois. 1. 341 y sigts. OBRAS DRAMÁTICAS ATRII'.UÍDAS Á CERVANTES 7IQ copia una carta que parece zurcida con frases del entremés : lo mismo puede decirse del resto de la Relación, hasta el punto de que la obrilla teatral pudiera tomarse por una abreviación dialogada de ella. Dado que el entremés no sea de Cervantes, como fir- memente creo, no hallo empacho en aceptar la atrirjución á Cristóbal de Chaves, como algunos críticos piensan. Por su interesante Relación de la Cárcel de Sevilla se advierte lo bien que conocía aquella abominable morada; hase notado va la semejanza que media entre dicha Relación y el entremés que estudiamos ; además, el Sr. Sánchez Arjona, en sus exce- lentes Anales del Teatro en Sevilla \ halló que en el año de 1598 el Cabildo de esta población pagó "20 ducados á Cris- tóbal de Chaves, procurador de esta ciudad, que fueron por gratificación del entremés que hizo para un carro de los de la fiesta del Corpus, en que se representaban las grandezas de la ciudad". Por todo esto, el erudito investieador escribe luego : 'fc>' ¿ Xo fuera lógico suponer que si Chaves, autor de la Relación de donde se tomó el argumento del entremés, y con la que tiene marcados puntos de contacto, escribió algunas obras de este género, pudiese ser el autor del entremés de La Cárcel de Sciñlla, escrito acaso para representarse también en la fiesta del Corpus de esta ciudad ? Lo mismo entiende Rodríguez Marín ", quien recogió las más copiosas y seguras noticias que tenemos de nuestro se- villano. Según el autor de El Loaysa de El Celoso extremeño, Cristóbal de Chaves nació en Sevilla hacia la mitad del si- glo XVI ; llevó juventiKl disipada; hízose procurador, cargo que ejercía va en 1592 y aun en 1598; ordenóse después de presbítero y fué nombrado solicitador del Deán y Cabildo; otorgó testamento á 23 de Julio de 1601 y falleció en 28 de Marzo de 1602. Rodríguez Clarín '"' entiende que este Chaves fué el verdadero autor de los Romanees de Gemianía v de su 1 Pág. 98. 2 Rinconefc y Cortadillo, pág. 20S. 3 ídem, pág. 212. EL TEATRO DE CERVANTES vocabulario, publicados á nombre de Juan iliclalg-o. De ser esto asi, como parece, se acrecientan grandemente las probabili- dades de la atribución. El entremés de La Cárcel de Sevilla, gozó de popularidad; en La Sabia Flora Malsaiidilla, preciosa no\-ela dialogada del castizo y ameno Salas Barbadillo. rscientemente reimpresa ^, platicando dos personajes so]>re las prisiones de Sevilla, pre- gunta uno : ¿Es verdad esto que nos dicen en los entremeses? De la Relación de la Cárcel sevillana sacóse además, con nombre del licenciado Martín Pérez, una narración en ro- mance, impresa en 1627 con este epígrafe: Relación verda- dera, que trata de todos los sucesos y tratos de la Cárcel Real de la Ciudad de Sevilla, l^amosa fué en nuestras letras esta prisión; además de las obras citadas, liállanse á cada paso referencias á ella; véanse, por ejemplo, las curiosísimas de Mateo Alemán, en su Gucinán de Alfaraelie ' ; la comedia de Lope de \^ega, El Amigo hasta la muerte, una de cuyas escenas en dicha prisión sucede ^, y otros muchos. Noticias al^undantes hallará el curioso en los libros del Sr. Rodríguez ?.íarín. Semejantes por su asunto al de La Cárcel de Sevilla co- nozco dos reparables entremeses : el de La Visita de la Cár- cel, de D. Jerónimo de Cáncer "^. y el de El Trepado, obra de D. Juan de Matos Fragoso ^. No se han de omitir aquí las últimas escenas de la comedia del Gallardo Escarramán, de Salas Barbadillo, de que ya se ha dado cuenta ^. 1 Colección de escritores castellanos : tomo cxxviii ; ^ladrid', 1907; 8.0 2 Biblioteca de aut. españoles, tomo iii, págs. 352 y sigts. 3 ídem, id., tomo iv, pág. 334. 4 Entremés de la Visita de la Cárcel. De Don Gerónimo de Cáncer. Vergel de entremeses, Zaragoza, 1675. 5 Entremés del Trepado. De Don Juan de Matos Tragoso, Tardes apacibles. Madrid, 1663. fi Véase arriba, tercera parte, cap. iv. vil Entremés de Los Romances. — Historia de la composición del Quijote. según D. Adolfo de Castro.— Idea de este entremés.— Examen de las razones de su atribución á Cer\'.\nti:s. — Xo es obra suya. — Los centones v su boga. Jomo en el Museo del Louvre, en el pa'acio de Windsor, en muchas galerías de las más importantes ciudades de Italia y en otras colecciones famosas, halla el artista ó aficionado dibujos de los maestros eminentes, y los tiene en tanta estima como los cua- dros más acabados y sublimes, porque en estas obras, al parecer pequeñas, está presentada toda la fuerza del genio de los autores con espontaneidad pasmosa, así el entremés de Los Romances es la primera expresión del pensamiento del Quijote. De e.ste modo, redondamente, lo afirma el erudito escritor gaditano D. Adolfo de Castro en los Preliminares que puso á su edición del entremés de que ahora se trata ^. Firm.e en esta idea, sigue explicando así el origen y proceso del pensa- miento de El Iiii/ciiioso Hidalgo. Hallóse Cerv.antes con un cuento popularísimo, que el Conde de Guimerán relata en la forma siguiente: Un estudiante de leyes en .Salamanca estaba leyendo (á) la vela, y en lugar de leer sus liciones, leía un libro de caballerías, y como hallase en él que uno de aquellos famosos caballeros estaba en aprieto por unos villanos, levantóse de donde estaba, y tomó un montante, y comenzó á jugarlo por el aposento y esgrimir en el aire; y como lo sintiesen sus compañeros, acudieron á saber lo que era, y él respondió: "Déjenme vucsas mercedes, que leía esto I Varias obras inéditas de Cervantes, pág. 140. 72 2 EL TEATRO DE CERVANTES 3' esto, y doiendicado {defiendo) á este caballero. ¡Qué lástima! i Cual le traían estos villanos!'' Fantasía más parecida á la de Alonso Ouijaiio, difícil será liallarla. Este astmto, cuento ó sucedido, 6 lo que fuere, sugirió á Cervantes la idea de su gran composición; pero no la escribió de golpe, sino que trazó una especie de bos- quejo en el entremés de los Rom mices. La obra agradó en el teatro, el éxito lisonjeó á Cervantes; el aplauso del público y el consejo de los amigos le animaron á trasladar el pensa- miento al libro y sorprendió á todos por lo nuevo y oportu- no. Hasta aciuí las opiniones de Castro. Bartolo, un pobre aldeano, da en la locura de creerse caballero á fuerza de leer romances, y determina marcharse á pelear con los ingleses, llevándose por escudero un tal Bandurrio, su amigo, no menos enloquecido que él, y abando- nando sti casa y familia. Por el camino cree desfacer un en- tuerto salvando á una labradora, de palique con su novio, el cual propina al entrometido una sobeirana paliza. Queda ten- dido en el suelo; hállanle sus deudos, que le buscan desola- dos y le conducen al hogar, molido y derrengado, pero sin cesar de decir romances conocidos, parte atinentes y parte no al lance de sti desventura. Todo el pensamiento del Quijote, dice Castro, se halla resumido en estos versos con que empieza ei entremés : Tanto por tanto, yo os digo que vuestro yerno y amigo quiere partirse á la guerra, y dejar esposa y tierra, que lo consultó conmigo. De leer el Romancero ha dado en ser caballero, ijor imitar los romances; y entiendo que á pocos lances será loco verdadero. Publicí'jse este entremés en la parte tercera de Comedias de Lope de Vega y otros autores, que se criee impresa en Valencia por vez primera en el año i6ii y reeditada después en Barcelona (1612) y Madrid (1613); D. Aurdiano Fer- OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVAiNTES 723 jiánciez Gu-erra dicen que poseía un ejemplar suelto del En- tremés famoso de los Romances, precediéndole el áed Sacris- tán SogitiJQ, anónimos ambos ^; por último, lo estampó Cas- tro en su volumen Varias obras inéditas de Cervantes I Examinemos brevemente lo que esie escritor manifiesta acerca de la fecha de composición y representación de la piececilla ^\ ¿Y cuándo se escribió el entremés de Los Romances^ De sus nnsmas palabras se prueba que antes de hacerse paces con Ingla- terra. La reina Isabel murió en 1602, y á poco comenzó á tratarse de ellas con su sucesor el rey Jacobo. En el Entremés dice uno al ■caballero ó soldado andante Bartolo : Señor cuñado, no vaya á reñir con los ingleses, que tendrá mi hermana miedo de noche, cuando se acueste. Reprodúcese después en el Entremés aquello del romancico: Mi hermano Bartolo se va á Ingalaterra á matar al Draque y á prender !a Reina. Ninguno de estos tiextos, ni algún otro de la obra, creo ■que en buen juicio prueban cosa alguna; á todo más, demos- trarían que la acción del entremés se coloca en la fecha indi- cada; inferir de aquí qtte la obra se compuso en el mismo tiempo, valdría tanto como creer que W'alter Scott fué amigo ,de Luis XI, Buhver-Lyton conteinporáneo de Plinio y Jorge Ebers subdito de los faraones. Por la misma descarriada senda van las indicaciones para señalar la fecha de la primera represientación ó estreno. Dícese que nuestro entremés se hizo con La Noche toledana, de Lope ; aunque sea así, no podemos precisar la data de esta comedia, pues entender que fué en Abril de 1604 porque en ella se alude al nacimiento de Felipe IV, cae dentro de r Pliego y medio de impresión, en 4.". sin lugar ni año. 2 Págs. 143 y sigts. 3 Págs. 133 y sigts. 724 EL TEATRO DE CERVANTES la censura anterior. Empero nuestro crítico afirma rol nuda- mente ^ : Conste, pues, que el Entremés de los Romances se escribió antes que el Quijote, y que antes de publicarse el Quijote se dio al teatro. [esfuérzase luego Castro en demostrar la grandísima se- mejanza mediante entre las a\'enturas de Bartolo y las del Hidalgo manchego en su primera salida. En efecto, hay aquí mucho más que casuales coincidencias ; hay, sin disputa, verdadera similitud de un texto al otro: ¿cuál es el original y cuál la imitación? El erudito escritor gaditano razona de esta manera : ¿Cabe en lo posible que Cervantes, que, según él mismo, exce- día á tantos en la invención, tomase de un entremés conocido el pensamiento del Quijote f ¿Y tiene acaso verosimilitud que alguno de los adversarios declarados de su libro, y aun de su persona, no le hubiese acusado de un hurto literario? La razón sería contundiemte de haberse probado^ la an- terioridad del saínete sobre la novela ; pero de no ser así, puede volverse por pasiva, planteándola de esta manera: ;Es posible que Cervantes, publicado y conocido ya el Quijote, se imitara á ,sí mismo escribiendo esta insulsa pie- za? Creo que sinceramente nadie podrá sostener la afirma- tiva. Con todo, Castro torna á la carga una vez más ^ : El Entremés de ¡os Romances es, verdaderamente, el bosquejo del carácter de Don Quijote y de la primera salida del ingenioso hidalgo. Cervantes hizo lo que los grandes pintores: trazó un borrón ó un ligero dibujo de un gran cuadro, primitivo pensa- miento que luego se desenvolvió en un libro admirable. Ya sabemos cuan inseguras son las argumentaciones que se levantan sobre el examen de los estilos, lenguaje y ma- neras de escribir, máxime en obras de poco cuerpo y de aquel tiempo, en que corrían grandes semejanzas entre ellas y era casi espontáneo' y natural redactar el castellano con j Obra citada, pág. 133. 2 Obra citada, pág. 140. OHKAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS Á CERVANTES 72 5 primor y elegancia. Sin embargo, este entremés de Los Ro- mances es tan pálido, tan pobre y deslabazado, incorrectísimo con tanta fnecuencia, que se me hace muy dura su atribución al Príncipe de nuestros ingenios. Además se halla en verso, género poco seguido por Cervantes para componer entre- meses, y, finalmente, él es pieza de pcxiuísima substancia. De todo esto resulta, á mi parecer, que fué obra de algún in- genio, ciertamente mediocre, que imitó muy de cerca la pri- mera salida de Don Quijote. Su único mérito consiste en el enlace.de los distintos versos, tomados de muy diferentes romances, y que, sin em- bargo, forman sentido. Todas las figuras del entremés hablan glosándolos ^. A este linaje de mosaicos literarios se les llan;a centones, y son juguetes, al parecer, muy antiguos. Tertuliano, en el siglo iii de nuestra Era, los menciona ya; en la siguiente centuria fueron puestos de moda por el poeta Decio Magno Ausonio, sometiéndolos á reglas. Su boga fué tanta, que los compusieron damas, como la célebre Proba Falconia, elogiada por San Jerónimo, San Agustín y San Juan Cri- sóstomo, y Athenais, la hija del filósofo Leoncio, convertida al Cristianismo con el nombre de Eudoxia, y esposa de Teo- dosio el Joven ; Estieban de Picure, canónigo de París ; Gar- cilaso, Lope de Vega y hasta el arzobispo Sanz y Forés ^ He aquí, como muestra de tales juguetes, el siguiente soneto anónimo, modelo de las obras de su género, en donde cada verso pertenece á obra diversa: Cándida luna, que con faz serena del espacio los ámbitos dominas 1 Como los que empiezan: Ensíllame el pairo rucio... La más bella niña... Hermano Perico... Mira, Tarfc, que á Daraja... Retrátale, Almoradí... Por una nueva ocasión... Rendido está Redüar... De las montañas de Jaca... Elido, un pobre pastor... En una pobre cabana... Con semblante desdeñoso... De pechos sobre una vara... Bravonel en Zaragoza... Discurriendo en la batalla... Por muchas partes herido... Rotas las sangrientas armas... Sale la estrella de l'enus... Rompiendo la mar de España... Después que con alboroto... Entró la mal mandada... En un caballo ruano... Afuera, afuera, aparta, aparta... 2 León Carbonkro y Sol. Esfuerzos del ingenio literario: Madrid. iSgo: 4.° Págs. 79 y sigts. 726 EL TEATRO DE CERVANTES y el horizonte lóbrego iluminas de pompa, majestad y gloria llena. • ¿ Sientes, acaso, la amorosa pena y á la mansa piedad dulce te inclinas, y en busca de un amado te enicaminas que á eterna desventura te condena? Parece que me escuchas, y parece que en gloria, y paz, y amor, y venturanza, tibia, modesta, fugitiva luna, tu faz en dulce lumbre resplandece, y entre el vago temor y la esperanza constante dura sin mudanza alguna. VIH Entremés de Los Mirones. — Su mérito. — Su asunto. — Endebles motivos de la atribución. — Don Francisco de Leyva y Cervantes. — Los Mi- rones de la Corte, de Salas Barbadillo. Entre los varios entremeses atribuidos al Príncipe de los ingenios, uno de los que ofrecen ciertas condiciones de pro- babilidad es el conocido con el título de Entremés de los Mirones. D. José ]\Iaría Asensio escribe ^ que en el año de 1866 envió copia de él al docto D. Cayetano Alberto de la Barrera para incluirlo en las adiciones á su Catálogo del teatro español, y aiíade : El laureado autor y cuantas personas lo leyeron entonces lo juzgaron cuadro de costumbres de mérito superior; pero nadie sospechó, ni pudiera sospechar, que fuera obra de Cervantes, por- que en verdad, y con perdón sea dicho, nada hay en él que lo indi- que. La elocución es cansada: el lenguaje uniforme; las narracio- nes se arrastran sin vigor, sin lozanía, sin variedad, y nada, ni aun remotamente, hace percibir la fragancia del flexible y pintoresco estilo cervantino. Sin embargo de tan autorizado parecer, cierto es que esta amenísima piececilla, que mejor debería llamarse diá- logo, pties en él no hay acción alguna, siendo impropio á todas luces de la representación, es obra de sobresaliente mérito por lo ingenioso de los episodios y la gracia de con- tarlos, resplandeciendo en ella la discreción, la exactitud, la gala V la vivacidad. r Cervantes v sus obras, pág. 7^. 728 EL TEATRO DE CERVANTES Inédita se hallaba en el precitado códice de la Biblioteca colomiíina ^. y de allí lo extrajo D. Adolfo de Castro para imprimirlo en su libro Varias obras inéditas de Cervantes ^, acompañándolo de copiosas y curiosísimas notas y precedido de algunas consideraciones. Dice el escritor gaditano, para quien no hay duda alguna de que este entremés sea parto del ingenio cervantino, que se parece mucho al Coloquio de los perros de Mahudes: Hay la misma manera de presentar los pensamientos filosó- ñcos y la de contar las aventuras y describir las costumbres; y basta, á veces, con la libertad que hoy nuestro siglo no perdonaría á autor contemporáneo... Es un cuadro animadísimo y rico de costumbres sevillanas, tercero, y hasta hoy no conocido, que com- pleta la colección que se componía de Rinconctc y Cortadillo y del Coloquio de los perros. Las frases, además, los giros, todo es de Cervantes '■''. Abundando en las mismas ideas D. Marcelino Alenéndez y Pelayo ^, lo estimó como salido de la pluma de Cervantes. y dijo que podía figurar sin desventaja como la décimatercia de sus novelas ejemplares, creyendo que por la sencilliez de su estructura dramática su autor no lo destinaba á las tablas. -Vñade que sin disputa es la mejor de las cinco obritas reco- gidas por el Sr. Castro. Este descubre, además, nuevo mérito en la pieza, en cuanto pueda representar la idiosincrasia de Cervantes, pues curioso debió de ser por naturaleza, y más que curioso observador y filósofo, aplicando con su buen sentido y na- tural discreción, los sucesos reales que presenciaba ó conocía á sus novelas y piezas teatrales. Por ser un constante mirón Miguel de Cervantes, mirón del género de los que nos presenta en este entremés, alcanzó á pintar con tan eminente maestría la sociedad de su siglo y e! corazón humano. La acción de Los Mirones se desarrolla en Sevilla, v su 1 Fols. 20 y sigts. 2 Págs. 23 y sigts. 3 Págs. 19-20. 4 Ríus, Bibliografía de las obras de Cervantes, tomo i, pág. 192. Or.RAS DRAMÁTICAS ATRIBUIDAS Á CERVANTES 729 redacción fué, sin duda, posterior á 1580. Unos cuantos es- tudiantes, discípulos del licenciado Miravel, hablan fundado una especie de cofradía ó sociedad para notar todos los casos cómicos, raros ó maravillosos que reunían, cuyo instinto fué éste : que repartidos, como frailes, por barrios de la ciudad, de dos en dos, vayan á lo disimulado mirando con aten- ción todas las ocasiones ó sucesos que tienen más del gustoso y del extravagante. Y cada tarde, á estas horas, viene cargado cada par de cuantas baratijas ó basura ha recogido en el barrio que le cupo; y refiriéndomelo á mí, que á fuerza de brazos han querido que sea su prioste, á ellos les sirve de pasatiempo el notarlo, y á mi poco menos que á ellos el oírlo. Y acordamos que se llamasen Mirones los cofrades, porque van desojados ]Jor las calles mirando lo que pasa para traer que contar y que reír ^ Ya se alcanza que con semejante plan hay tela cortada para ingerir mil variadísimas aventuras de gustoso entrete- nimiento, y á fe que en el entremés así se cumple: la cala- bazuna desgracia que acaeció al mirón Quiñones es uno de los cuentos mejor referidos que hay en idioma castellano. Respecto á las razones aducidas para colocar esta pie- cecilla al lado de El Jiic:: de los divorcios, no sentimos que sean decisivas ni mucho menos. Descansan sobre la bondad del entremés y sobre las semejanzas de palabras, nombres V giros señalados por Castro con relación á otras obras cervantinas. Flacos argumentos son éstos; por los días de Cervantes hubo quien escribió lindísimos entremeses, y al lado de las expresiones advertidas no seria muy difícil acotar muchas otras nunca usadas por el autor del Quijote. Sobre estas identificaciones por medio del estilo y del len- guaje y del arrojo de quienes sobre tan deleznable bajel osan navegar por el piélago de las conjeturas, se dijo ya lo bastante. Examinando á fondo el entremés mismo, lovántanse vehementes dudas sobre esta atrünición. T.a poca ó ninguna acción de la pieza, su estilo á veces bajo y grosero, lo libé- rrimo de ciertas expresiones, lo sucio de algunos relatos, la injusta enemiga contra los viejos, el uso y aun el abuso I Los Mirones, edición de Castro, pág. 25. 73o EL TEATRO DE CERVANTES [)iiiión de Asensio. escribe ^: Argumento, modo de exponerlo, diálogos y la facilidad en el uso de tanta multitud de refranes, sólo corresponden á Miguel de Cervantes Saavedra. El que lee este entremés no puede poner en • ello la menor duda. Aquí nada hay opinable. Segi'in el i)resbítero Sbarbi, D. Aureliano Fernández: Guerra, al recibir la copia, se inclinó desde luego á dudar de semejante paternidad, fundán- dose para ello, entre otras razones, en lo flojo de la acción y en no parecerse absolutamente la terminación de didho entremés á la de los demás que produjo Cervantes. Tal vez pertenezca este trabajo en opinión del sabio académico, á la pluma de Quiñones de Bena- vente, con cuyo estilo parece guardar analogía por más de un concepto. Por su parte Vidal y Valenciano ^ consigna, sin ambages ni circunloquios, que antes de mediar en su lectura juzgábamos ya la obra de autor distinto, afirmándonos en nuestro parecer al compás que en ella adelantábamos, y que lo que antes fué mera presunción, tornóse convicción profunda en cuanto echamos los ojos sobre los primeros versos de la que podríamos llamar glosa y moraleja del festivo entremés. Para nosotros el Entremés de los Refranes, en tanto no se nos demuestre que estamos en un error, tcndrémoslo por de Quevedo, y en manera alguna por obra de Cervantes^ que siquiera se mostrara diestro como pocos en el manejo de tales primores y por demás oportuno en su empleo, siempre y cuando se le ofrecía para ello acomodada coyuntura, opinaba y aun advertía "que el ensartarlos á troche y moche hace la plática desmayada y baja". No hay duda acerca de la notable gracia del tal entre- més y de la habilidad con que están entrtejidos los refranes y modismos de modo que la ilación del sentido corre con naturalidad. Es el Entremés de los Refranes — dice Menéndez y Pelayo "^ — una obra de taracea, incrustada en adagios, frases, modismos y ''ocuciones proverbiales, sin que su aglomeración dañe á la claridad 1 Pág. 21. 2 Folleto citado, pág. ¡2. 3 Ríüs, Bibliografía, tomo 11, pág. 191. OIJRAS DR.'^MÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVANTES ySS del asunto (como tal vez sucede en las cartas de refranes de Blasco de Garay y en el Cuento de cuentos de Quevedo), Difícil era for- mar con tales bordoncillos, ripios y desperdicios de la conversación una obra completa, y sin embargo el autor del entremés lo consiguió Tales merecimientos puso también de reliex-e el traduc- tor catalán. Nuestro sainetillo, como obra literaria, es acabadísima pieza, en el doble concepto de lo castizo del len guaje y la gracia del estilo; y los muchísimos refranes traí- dos con tal oj/ortunidad, que parecen para tal ocasión ima- ginados. Son figuras de la obra D.^ Sofía y D.'' Casilda, damas sin oficio ni beneficio, cuyo deseo es el de vivir siempre sobre el país ; Pedraza, que gastó su hacienda con la primera, v un Vejete astuto y malicioso. La estratagema de que se valen las busconas para pillar la herencia es ingeniosa; pero falla merced á la industria de Pedraza ; la fomia de conducir la acción no puede ser más sencilla, natural y agradable. A mi picaro, otro ¡)iayor ó A la .zorra, candilazo. entiende Vidal que pudiera titularse esta obrilla. Tan reducida máquina da, sin embargo, holgada ocasión á su autor para colocar cerca de doscientos refranes diferentes, apropiados, todos lógica,mente traídos sin fuerza alguna visible. No hay, bien mirado, más razón para atribuir á Cer- vantes esta pieza que á otro cuakpiiera de sus contempo- ráneos; en este sentido nos haramos perfectamente de acuer- do con Máinez, quien opina así ^ : I-a detención, la paciencia y hasta la extremada minuciosidad que se necesita para escribir una obrita de este linaje, nos hace declarar por la parte de negar que sea producción de nuestro autor. La composición tiene chiste, los refranes están bien aplicados; pero su exagerado esmero y más que prolijo detenimiento no se avienen, por cierto, con la facilidad y prontitud con que Cervantes escribía todas sus obras. I Los entremeses de Cervantes, pág. 159. Otros entremeses. — El de Doña Justina y Calahorra.— ¥1 de Ginctilla. ladrón. — El de Melísendra. — El de Durandarte y Belerma.—FlezdiS desconocidas. — La Toledana y María la de Esqnivias. Entremés de Doña Justina y Calahorra. — Este entremés, que lo mismo pudiera intitularse de Doña Clara y Matanga. pues tan protagonista de la obra son los unos como los otros, fué adjudicada á Cervantes por el mismo D. Adolfo de Cas- tro, cjuien la da por obra de sus últimos años: "La manera de componer versos sueltos y de empezar el diálogo es muy propia suya. Por ellos se viene en conocimiento del autor del entremés ^. " En cambio D. José M. Asensio, que antes había ya dado conocimiento de él, lo atribuye á Quevedo ". Por ninguna parte hallo que 'al obra pueda corresponder al Príncipe de nuestros ingenios; ni por el asunto, demasiado chocarrero y burdo; ni por el diálogo, bufo casi siempre: ni por la forma, en \-erso libre las más veces y otras asonan- tatlo y aun aconsonantado, ni por cosa alguna. A mi parecer, faltan aqui todas las inimitables condiciones propias de las obras de Cervantes. Hállase esta pieza en el famo.so códice de la Biblioteca colombina " y fué publicado con curiosas notas por el citado Castro ^. Dos viejos fCalahorra v ]\Taíanga\ casados con dos ió- 1 Varias obras inéditas, pág. 20. . 2 Cervantes y sus obras. 3 Aa. 141, 4, folios 92 y sigts. 4 ¡'arias obras inéditas de Cervantes, págs. 89 y sigts. A7 EL TEATRO DE CERVANTES venes (Justina y Clara), enamoran cada cual á la mujer ;;jcna. Descúbrense ellas y resuelven vengarse de sus ma- ridos, para lo cual los citan que vengan disfrazados con tnagua y mantos. Los hermanos de las esposas ofendidas requiebran á los viejos cuando llegan en traje mujeril, ter- minándose el entremés con azotaina aplicada por las mujeres. En algunas expresiones de la obrita se notan reminis- cencias del Boccaccio en su cuento de El Viejo enamorado. Asunto parecido ofrecen los entremeses de Quiñones de Benavente Las Burlas de Isabel ^ y el de El Amigo verda- dero, de D. Andrés Gil ~. Entremés de GinetiUa, ladrón. — Fué adjudicado este en- tremés á Cervantes por D. José María de Álava ", que lo poseia inédito en copia del siglo xvii ^. No conozco esta pieza ; pero de ella escribe Asensio refiriéndose á su poseedor: Me lo mostró y levó mil veces, porque, en su concepto, era obra descarriada y sin el nombre de su dueño, perteneciente á Cervan- tes, en el cual se vislumbraba algo que quería parecerse al embrión del gobierno de Sancho en la ínsula Barataría. Hace muchos años que vi el manuscrito, y solamente recuerdo que era incorrectísimo ; GinetiUa se fingía corregidor de un pueblo y sus compañeros iban por fiscal, escribano y alguaciles, y ciaban algunas providencias, como podían esperarse de tal gente. El argumento capital de Pepe Álava para sospechar que se debiese á la pluma de Cervantes, estaba (á más del nombre del protagonista, que le recordaba á Pasamonte) en un cuento cuya estructura, lenguaje y versos en- contraba iguales en todo á otro de La Elección de Alcaldes de Daganzo. El tal cuento, sucio y sin gracia, es como sigue. Decía GinetiUa al boticario del lugar : ; Qué es lo que más se usa en vuestro oficio? Boticario. Señor, de la jeringa el exercicio. Ginetilla. Gran oficia! seréis, que es peregrina V general salud la medicina. 1 Jocoseria, pág. 76. 2 Primera parte del Parnaso nuevo, 1670: quinta pieza. 3 Asensio, Sol y Sombra {Cervantes y sus obras), págs. 67 y sigts. 4 Cuaderno ms. de diversas letras, todas del siglo xvii. I OBRAS DRAMÁTICAS ATRIBUÍDAS Á CERVANTES 739 Llegóse á mí una vez cierto harriero, que habia perdido el pobre cuatro mulos, pidiéndome remedio para hallarlos; y yo le aconsejé que al mismo instante se enflautase una buena melecina. Así lo hizo, y en saliendo al campo para hacer de su cuerpo purgatorio, halló los mulos, y esto es muy notorio. La referencia á La Elección de los Alcaldes versa sobre aquel sazonado episodio que hace á Berrocal "sacre en esto de mojón y catavinos". Álava encontraba que uno mismo debía de ser el autor de ambos cuentecillos; indignación causa leer estas cosas. Entremeses de Melisendra y de Durandarte y Belerma. — Contiénens? en el mismo códice tantas veces citado de- la Bi- blioteca colombina, con el núm. 8, el Famoso entremés de M? lisendra \ publicado con algunas comedias de Lo])e de Vega ^. Es una breve comedia burlesca con su loa y repartida en dos jornadas, semejante á las que entonces se escribían y que ai>so- lutamente en nada se parece á las obras auténticas de Cer- vantes. Con el núm. to se copia el entremés de Durandarte y Belerma ^, que Castro cree sea obra del doctor Mira de Amescua "*. De ellos dijo Asensío : Xo quiero yo incurrir en exageración al atribuir á Cervantes obras que no llevan su nombre. Sin embargo, si se reconocen, como creo, en los entremeses de Melisendra y de Durandarte y Belerma, aunque burlescos ambos, algunos rasgos de su pluma, y se suponen escritos durante la permanencia del autor en Sevilla (á cuya supo- sición daría margen y probabilidad de acierto el encontrarlos in- cluidos en este códice sevillano), importantísimos serían para indicar el aprecio que en el ánimo de Cerv.xxtes iban teniendo las inven- ciones caballerescas y el punto de vista del ridiculo bajo el cual empezaba á considerarlas. 1 Folios 53 y sigts. 2 Primera parte de las comedias de Lope de Vega, Valladolid, i6oq; núm. 25 de la Colecc. de Entremeses de la Nueva BihI. de autores ■ esf'afwles. 3 Folios 74 y sigts. 4 Varias obras inéditas, pág. ii. 740 EL TEATRO DE CERVANTES Excasado creo decir (|iie iio hallo f andamento algano- l^ara sustentar esta opinión. L(/ Toledana y María la de Esquirias. — Aún nos qaeda ¡xir dar cuenta en esta sección de otras dos atribuciones tan caprichosas é infundadas como no puede imaginarse. En el año 'de 1884 los editores Salvatella, de Barcelona, reimpri- mieron por segunda vez su edición del Quijote, hecha para la Biblioteca amena c instructiva. Falta en esta edición El Busca- pié, que se ofrece en la portada ; pero en cambio van incluido-; unos brevísimos Apuntes sobre la vida de Cervantes, en cuyo párrafo final se dice que nuestro autor compuso dos piezas dramáticas tituladas La Toledana y María la de Esquivias. Consérvase en la Biblioteca Nacional, procedente de la de Osuna, una comedia manuscrita llama La Famosa To- ledana, hecha por el jurado Juan de Ouirós, vecino de Tole- do, en 1 59 1. Quizá ésta sea — dice el Sr. Menéndez y Pelayo ^ — la que mala- mente se ha achacado á Cervantes, puesto que es de su tiempo y de su misma escuela dramática. No sé que se haya impreso nunca. Ni impresa ni manuscrita he logrado dar con la que se dice titular María la de Esquivias, bien que lo mismo le aconíeció á D. Cayetano Alberto de la Barrera y al Príncipf!- de nuestros críticos. I Ríus, Bibliografía, tomo i, pág. ic 11 APÉNDICE bibliografía I bibliografía La siguiente lista cronológica de las impresiones c(-noci(las de las comedias y entremeses cervantinos, se ha formado sobre 1a excelente Bibliografía crítica de las Obras de Miguel de Cer- rantes Saavedra, de D. Leopoldo Ríiis ^, y se ha completado con algunas investigaciones propias ; sólo comprende las jiiezas dramáticas auténticas de Cervantes. 1615 1. Ocho I Comedias, y ocho j entremeses nvevos, ¡ Nun- ca representados. | Compvestas por Migvel \ de Ceruantes Saauedra. | Dirigidas a Don Pedro Fer | nandez de Castro. Conde de Lemos, de Andrade, | y de Villalua, Marques de Sarria, Gentilhombre | de la Cámara de su Alagestad, Co- mendador de I la Encomienda de Peñafiel, y la Zarqa, de la Or ¡ den de Alcántara, Virrey, Gouernador, y Capi | tan general del Reyno de Ñapóles, y Presi | dente del supremo Consejo | de Italia. | Los titvlos de estas ocho comedias, | Y sus entremeses van en la quarta hoja. | Año [Adorno tipo- gráfico.'] 1615. I Con privilegio. | En Madrid, Por la viuda de Alonso Martin. | A costa de luán de Villarmcl. mercader de libros, véndese en su casa | a la i)lazuela del .\ngel. I En 4.°, de 4 'hojas de prels.. sin numerar, 257 foliadas y i para el colofón. Hoja I.". Portada.— 2.'" y 3.'". Suma del priuilcgio... por diez años... en Valladolid á veinticinco días del mes de Julio, de mil y seiscientos y quince años: passó ante Hernando de \'allejo es- criuano de Camarsi.—Suma de la Tassa, á quatro marauedis cada I Madrid, Barcelona y Villanueva y Geltrú, 1895. 1890 y i5: tr-íS vols. en 4." mayor. 744 EL TEATRO DE CERVANTES pliego, que el dicho libro tiene sesenta y dos pliegos... monta do- cientos y sesenta y quatro marauedis: su data en Madrid á veinti- dós días del mes de Setiembre de mil y seiscientos y quince años, ante Hernando de Vallejo. — Fe de las Erratas: ninguna; dada en Madrid á 13 de Setiembre de 1615 años. El Lie. Murcia de la Lla- na.— Aproiiacion : Por mandado y comission del Señor Doctor Ce- tina, \'icario General en esta Corte, he visto el libro de Comedias, y Entremeses de IMiguel de Ceruantes no representadas, y no hallo en él cosa contra nuestra Santa Fé Católica, y buenas cos- tumbres, antes muchas entretenidas y de gusto... En ^ladrid 3 de Juüo 161 5. El ]\Iaestro Joseph de Valdiuielso. — Prólogo al lec- tor.— 4.' hoja. Dedicatoria al Conde de Lemos. — Tabla: Los nom- bres de las comedias son los siguientes:... Después de estas hojas preliminares, signadas ^lí^ viene el Tex- to, con signatura A-Aa-kk y el Colofón. Edición princeps, impresa bastante mal, con tipos gastados y muchos descuidos en la puntuación. Tiene muchas erratas y omi- siones de palabras y aun de versos enteros y frecuentes cambios de nombre en los personajes del diálogo. El Sr. Ríus ^ menciona una impresión de este mismo año, exactamente igual á la descrita en todo, menos en los preliminares, que alli se componen de cuatro hojas y aquí solamente de dos, ha- biéndose suprimido la Dedicatoria y el Prólogo. "La falta de estas dos importantes piezas haría sospechar que esta edición es furtiva, si no lo contradijera la exactitud del texto y de la composición ti- pográfica, así como el esmero de la estampación. El papel es fino y delgado y en el ejempvar del núm. 324 {el anterior) es grueso y ordinario." Contiene esta edición : Comedias. El Gallardo Español. La gran Sultana. La Casa de los Zelos. El Laberinto de amor. Los Baños de Argel. La Entretenida. El rufián didlioso. Pedro de Vrdemalas. Entremeses. El juez de los diuorcios. El Vizcayno fingido. El rufián viudo. El retablo de las marauillas. Elección de los Alcaldes de Da- La cueua de Salamanca. ganqc. El viejo zeloso. La guarda cuvdadosa. I Xúm. 1098, tomo I, pág. 391. bibliografía 7^3 1749 2. + Comedias, ¡ y ¡ entremeses \ de Miguel de Cervan- :tes I Saavedra el Autor del Don Ouixote. | Divididas en dos tomos, i con una disertación, o prologo | sobre las Comedias de España, j Tomo I | Año [Adorno tipográfico.] 1749. | Con licencia. | En ]\Iadrid, en la Imprenta de Antonio Ma- rin. ¡ Se hallarán en la Librería de Manuel Ignacio de Pinto, Calle de Ato | cha, junto á la Aduana. 8." mayor; 36 hojas de prels. sin foliar y 245 págs. Hoja I.^ Portada. — Hojas 2.», 3." y 4.», Aprobación del Rmo. P. Fr. Juan de la Concepción; Convento de Carmelitas descalzos de San Hermenegildo de r^Iadrid á 24 de Febrero de 1749. — Licencia del Consejo... á Don Gregorio Fernández de Perlinas... para una vez; ^Madrid 2j de Febrero de 1749. Don Miguel Fernández Mu- nilla. — Erratas de este primer tomo; Madrid 19 de Agosto de 1749. Licdo. Manuel Licardo (sic'^ de Rivera. — Suma de la Tassa... á seis maravedís cada pliego. Madrid, 22 de Agosto de 1749. Tabla de las Comedias y Entremeses que se contienen en este primer tomo. — Ho- jas 5." á 30.*, signadas A-Dz, Prólogo del que hace imprimir este libro (D. Blas A. Xassarre). — Hoja 31, Copia de la portada de la edi- ción príncipe [i]. — Hojas 32 á 36. sign. D4-D8, los preliminares todos de la primera edición. Texto; 241 págs. sign. A-0. * Comedias I y | entremeses de Migtiel de Cervantes ¡ Saavedra : el Autor del Don Ouixote | Tomo II ¡ Año [l^iñcfa distinta de la del tomo primero.] 1749 ! Con licen- cia, etc. 8.° mayor; 2 hojas de prels. y 326 págs. de texto, sign. A-V. Hoja I.*. Portada. — Hoja 2.", Erratas de este segundo tomo. — Tabla de las Comedias y Entremeses que se contienen en este se- gundo tomo. Buen papel é impresión bastante esmerada con caracteres de buen cuerpo. Corrígese con esmero la puntuación y algunas de las •erratas y omisiones de la anterior, aunque muy incompletamente. De esta segunda impresión, hecha por el bibliotecario D. Blas A. Xasarre y de su prólogo se habla más largamente (Primera ipartc, cap. VH). Contiene: Tomo I: Comedias. El gallardo español. Los baños de .^rgel. i^a casa de los celos. 74^ KL TEATRO DE CERVANTES Entremeses. El Juez de los divorcios. La guarda cuidadosa. El rufián viudo. El vizcaíno fingido. La elección de los Alcaldes de Daganzo. Tomo II: Comedias. El rufián dichoso. La entretenida. La gran sultana. Pedro de Urdemalas. El Laberinto de amor. Entremeses. El retablo de las maravillas. El viejo celoso. La cueva de Salamanca. 1784 3. Viaje I al Parnaso, | compuesto | por Miguel de Cervantes | Saavedra. | Dirigido a D. Rodrigo de Tapia, caballero del hábito de Santiago, etc. | Publícanse ahora de nuevo una tragedia y una comedia inéditas del mismo Cer-^ vantes ; aquella intitulada La Numancia, esta el Trato de Argel. I En Madrid. | Por Don Antonio de Sancha. | Año de M. DCC. LXXXIV. | En 8.°, de xvi + 384 págs. Pág. III, Dedicatoria á D. Rodrigo de Tapia. — Pág. iv. Prólo- go al lector. — Pág. v. Epigrama latino de D. Agustín de Casanate Rojas. — Pág. VI, Advertencia del Editor. — Pág. i. Viaje al Parna- so.— Pág. 153, La Numancia. Tragedia de Miguel de Cervantes Saavedra. — Pág. 275, El Trato de Argel. Comedia de Miguel de Cervantes Saavedra. Láminas: Antes de la pág. i lleva una estampa bastante buena, aunque muy académica, representando la llegada de la barca que conduce á Cervantes y sus compañeros al Parnaso. "J. F. Ximeno la inv." y dibujo. Bart. Vazq.z la G." M. 1784." Plancha de cobre, grabada á punta de buril. — Antes de la pág. 155, ima lámina mucho peor que la antecedente, representando la última escena de La Numancia : Viriato arrojándose de la torre ante los romanos asom- brados. "Man. de la Cruz la inv. i dib. J. J. Fabregat la gravo." — Antes de la pág. 227, otra estampa representando la última escena de El Trato de Argel: la marcha de los cautivos y la llegada de la barca de la limosna de donde desembarca un fraile mercenario. BIBLTÜGRAFÍA 747 "Man. de la Cruz la inv. i dib. J. J. Fabregat la gravo"; de poco mérito ambas. — De la Advertencia del Editor y del origen de los textos impresos se habla arriba {Primera parte, cap. \'ll). Contiene : La Numancia. El Trato de Argel. 1810 4. La Numancia. | Trag-edia | de | Miguel de Cervan- tes I Saavedra. | Edición de J. E. Hitzig. En 8.°, de 97 págs. : impreso en Berlin en 1810. Tras del texto español, copiado de la edición de Sancha [3], hay una traducción alemana en verso. Buena impresión en caracteres pequeños. 1814 4 bis. Elementarbucli der Spanischen Spraclie für deul- sche Gymnasien und hohe Schulen. auch zum Sebbstunterrich für Studirende, herausgegeben von J. G. Keil. Prosaischer Theil. Gotha, bei Cari Stendel. 1814. — Libro elemental de la Lengua castellana, en pro de la juventud estudiosa de esta lengua, publicado por J. J. Kiel. Parte prosaica. En Gotha. por Carlos Stendel. 1814. {AI final:) Jena, gedrudt bei J. M j\íauke und Sohne. 8.": V + 158 págs. Pág. 90: El Retablo de las maravillas, entremés de Miguel de Cervantes Saavedra. Pág. 102: La Cueva de Salamanca, entremés de Miguel de Cer- vantes Saavedra. El primero va dividido en dos jornadas, y ambos llevan algunas notas para facilitar la lectura y traducción de dos estudiantes ale- manes. Este curioso libro, rarísimo en España, contiene un breve pró- logo y luego las ediciones castellanas de las obras siguientes: 6"t'- lico, novela africana escrita en francés por M. de Florián. traducida libremente por D. Gaspar de Zavala y Zamora. Novela de La Se- ñora Cornelia, por Miguel de Cervantes Saavedra. Capitulo \TII de las Guerras civiles de Granada, por Ginés Pérez de Hita. Abin- darráez y Xarifa, novela por Jorge de Montemayor {sic). Sueño de las calaveras, de D. Francisco de Quevedo \'illcgas. /:/ Retablo, La J.0 EL TEATRO DE CERVANTES Cuera y un copioso vocabulario castcllano-ai'emán de las palabras contenidas en la obra. 1816 5. Ocho entremeses | de | Miguel de Cervantes Saa- vedra. | Tercera impresión. | Con licencia. En Cádiz, por D. J. A. Sánchez en su Imprenta de Hercules, calle del Ro- sario- esquina á la del Baluarte. Año de 1816. En 8." pequeño, dos volúmenes. Tomo I. de 123 págs. Pág. 3, El impresor á quien leyere. — Pág. 9, Rasguño de aná- lisis de los ocho entremeses. — Pág. 61, Causas del olvido y desco- nocimiento de los ocho entremeses de Cervantes. — Pág. 76, La Tía fingida. — Pág. 84, Consideraciones á que ha dado lugar La Tía fingida. — Pág. 99, Noticia de algunas correcciones hechas en esta edición. — Pág. 114, Conclusión. Tomo II, de 237 págs. Pág. I, La misma portada del anterior. — Pág. 3, Dedicatoria al Conde de Lemos. — Pág. 6, Los nombres de los entremeses. — Pág. 7, Prólogo al lector. — Pág. 17, Comienza el texto de los en- tremeses. Edición mutilada y trastornada, ya desde el Prólogo de Cer- vantes, á gusto del editor. Fué éste D. José de Cavaleri y Pazos, de cuyas opiniones hablamos antes {Parte primera, cap. VII). Contiene : El retablo de las maravillas. El juez de los divorcios. La cueva de Salamanca. La elección de los Alcaldes de El viejo celoso. Daganzo. El vizcaíno fingido. El rufián viudo. La guarda cuidadosa. 1817 6. El Teatro español ó colección de dramas españoles de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Moreto, Roxas. Solís, Moratín, Y otros célebres Escritores: precedida de una breve noticia de la Escena española y de los autores que la han ilustrado... Tomo I. Londres: Lnipreso por Jorge 'Smallfield, Hackney, se vende en casa de T. Broad Street, Royal exchange. 18 17. En 4.", de xxviii + 605 págs. Pág. 97, La Numancia. — Pág. 201, El Trato de Argel. niiu.iocRAFÍA 749 Esta lujosa colección comprende 4 tomos; en la Xoticia de la escena española, firmada por A. A., se ^hallan frases de elogio para Cervantes. El texto de ambas obras va tomado de la edición de Sancha [3] ; á la primera precede una breve disertación acerca del Argumento y observaciones y lleva algunas notas al pie. 1826 7. Obras escogidas de Miguel de Cer\'antes. Nueva edi- ción clásica, arreglada, corregida é ilustrada con notas his- tóricas, gramaticales y críticas por D. Agustín García de Arrieta. individuo de número de la Academia Española y honorario de la Latina IMatritense. etc. Tomó X. París. En la Librería Hispano-francesa de Bossange padre, calle de Richeheu, ntÁm. 60. 1826 (imprenta de Rignoux) [Sc(/iiu(ía portada.] Teatro.' En 12.°, de xlv + 469 págs. Pág. III, Prólogo del Editor. — Pág. xxxvii, Dedicatoria al Conde de Lemos. — Pág. xxxix, Prólogo al Lector. — Pág. i. Comien- za el texto. Aunque calcada sobre los textos de Xassarre y Sancha, esta edición está atrozmente mutilada. — De las supresiones hechas por Arrieta y de su Prólogo se habló oportunamente (Parte primera, cap. VH). Contiene: COMEDI.AS. La Xumancia. La Entretenida. Entremeses. El Juez de los divorcios. El \'izcaíno fingido. El Rufián viudo. El retablo de las maravillas. La elección de los Alcaldes de La cueva de Salamanca. Daganzo. El viejo celoso. La guarda cuidadosa. Los dos habladores. 1829 8. Obras escogidas de Miguel de Cervantes Saavedra. Tomo noveno. ]\Iadrid. Imprenta de los hijos de Doña C:i- talína Piñuela, calle del Amor de Dios, niun. 14. 1829. [Se- gunda portada grabada en cobre.] Teatro de ^liguel de Cer- rantes Saabedra. Aladrid. Por los hijos cíe D " Catnlina Piñuela. 7r>0 EL TEATRO DE CERVANTES En 8." pequeño, de xir + 455 págs. Reimpresión del abreviado texto de Arrieta [7] con sus notas, pero sin el Prólogo del Editor. Láminas: Antes de la segunda portada, una estampa alegórica, representando la embocadura de un teatro ; un sátiro levanta una cortina en que está pintada la gloria coronando un retrato de Cer- vantes, y descubre un teatro en que juegan varios genios con carátulas; al pie este dístico: Cervantes da á Melpómcne y Talía nuevo ser, más realce en este día. Obra anónima, menos que mediana. — En la portada, grabada, de- bajo de una alegoría, la última escena de La Numancia: la ciudad ardiendo y Viriato arrojándose de la torre; Cipión, al frente á<: unos romanos. Es de la misma mano de la anterior y también anó- nima. Contiene: Comedias. La Numancia. La Entretenida. Entremeses. El Juez de los divorcios. El Vizcaíno fingido. El Rufián viudo. El retablo de las maravillas. La e'ección de los Alcaldes de La cueva de Salamanca. Daganzo. El viejo celoso. La guarda cuidadosa. Los dos habladores. 1835 9. Colección de los mejores autores españoles. To- mo XXV. Obras de Cervantes. Tomo III. Calatea, el viaje al Parna.>o y Obras dramáticas de Migtiel de Cervantes Saavedra. París, Baudry, Librería Europea, 1835 (Impren- ta de Fain y Thunot). En 4.", (le XII + 458 págs. Buena impresión y buen papel. Edición ajustada exactamente á la de Sancha (3). Hízose una reimpresión en el año de 1841 (n). Contiene: Comedias. La Xumancia. El Trató de Arg^el. ]{IBIJOGRAFÍ.\ 75 1 1838 10. Colección de los mejores autores españoles. To- mo X. Tesoro del Teatro español, desde sn origen (año de 1356) hasta nuestros días; arreglado y dividido en cuatro partes, por Don Eugenio de Ochoa. Tomo I. Orígenes de^ Teatro español, seguidos de una colección escogida de piezas dramáticas anteriores á Lope de Vega, por D. L. F. de Mo- ratín, con un apéndice por D. E. de Oclioa. París, en la libre- ría europea de Baudry... 1838. En 4.° En dicho Apéndice, págs. 454, 473, 495 y 501, contiene: Comedias. La Xumancia. La Entretenida. Entremeses. La guarda cuidadosa. Los dos habladores. 1841 11. Colección de los mejores autores españoles... Ca- latea, el viaje al Parnaso y Obras dramáticas de Miguel de Cervantes Saavedra. Nueva edición. Baudry, Librería Eu- ropea, 1 84 1. En 4.° ; reimpresión del núm. 9. 1846 12. Teatro español. Colección escogida... por D. C. Schütz. Bielefeld, 1846. En 8."; citado por Ríus \. según una referencia de J. Fitzmau- rice-Kelly; págs. i á 24. Contiene : La Xumancia. 1864 13. Obras completas de Cervantes dedicadas á S. A. R. •el Sermo. Sr. Infante Don Sebastian Gabriel de Borbon y Braganza. Tomo X. Obras dramáticas: edición dirigida por Don Cayetano Rosell. Madrid, imprenta de Don Manuel Rivadenevra, calle de la Madera, número 8. 1864. I Xúm. 1099, pág. 392 del primer tomo. 752 EL TEATRO DE CER\'ANTES Comprende los tomos X, XI y XII de la suntuosa edición lla- mada de doce tomos ó de Rivadeneyra, única completa de las ■ obras de Cervantes. Por la hermosura de los caracteres, excelen- cia del papel y giisto de la impresión, constituye este libro una honra para la excelente imprenta que lo estampó. Mejoróse mucho el texto de las Coniiedias y muy especialmente El Trato de Argel. Al tomo XII acompañan dos apéndices: i.", "Notas biográficas acerca de los poetas elogiados por Cervantes en el Viaje del Parnaso, recogidas por D. Cayetano A. de la Barrera", y el 2° contiene varias observaciones de D. J. E. Hartzcnbuschi sobre el Quijote, algunas de las cuales se han reproducido luego. Contiene (Tomo X) : Comedias. El gallardo español. Los baños de Argel. La casa de los celos. Pedro de Urdemalas. (Tomo XI) : El rufián dichoso. El laberinto de amor. La gran Sultana. La entretenida. (Tomo XII) : El Trato de Argel. La Numancia. Entremeses. El Juez de los divorcios. El retablo de las maravillas. El rufián viudo. La cueva de Salamanca. La elección de los Alcaldes de El viejo celoso. Daganzo. Los dos habladores. La guarda cuidadosa. La cárcel de Sevilla. El vizcaíno fingido. El hospital de los podridos. Precede al tomo X una corta Advertencia de D. Cayetano Ro- sell (págs. v á vni) exclusivamente bibliográfica. 1868 14. Los entremeses de Miguel ele Cervantes Saavedra. Ilustrados con preciosas viñetas. Madrid : imprenta de Gas- par y Roig-, Príncipe, 4. 1868. En 8.", de viii + 207 págs. ; edición económica. Lleva al principio un breve P\rólogo anónimo, pero escrito por EiBI.TOGRAFÍA "/dS D. Nicolás Díaz de Benjumea ^, haciendo el juicio de los Entre- meses.— Cada uno tiene al principio una no despreciable viñeta grabada en madera; todas son anónimas, aunque parecen de Ortego y Castelló; las mejores son las que encabezan El Rufián z>iudo (pág. I5)> ^l "^'i^jo celoso (pág. 79) y El retablo de las maravillas (pág. 138). Cada pieza lleva algunas notas al pie. Contiene: El Juez de los divorcios. La cárcel de Sevilla. El rufián viudo. El retablo de las maravillas. El vizcaíno fingido. La cueva de Salaimanca. La guarda cuidadosa. El hospital de los podridos. El viejo celoso. Los dos habladores. La e'.ección de los Alcaldes de Daganzo. 1875 15. Comedias y entremeses de Miguel Cervantes Saave- dra. Numancia, La Entretenida, El Juez de los Divorcios, El Rufián viudo, Elección de los Alcaldes de Daganzo, La Guarda cuidadosa. El Vizcaíno fingido. Precedidas de una introducción. ]\Iadrid. Carlos Bailly-Bailliére. 1875. En 4.°, á dos columnas; 68 págs. Edición económica, siguiendo el mutilado texto de Arrieta (7) ; pertenece á una colección titulada: "El Teatro español, portugués, francés, italiano, inglés, alemán y americano." Se reimprimió dos veces en Barcelona (16 y 17). 1875 16. Comedias y entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra... Barcelona, Luis Tasso, 1875. En 4.°, de 68 páginas; reimpresión de la anterior (15). Contiene: Comedias. La Numancia. La Entretenida. I Véase la Carta de D. Eduardo de Mariátegui al Sr. D. Mariano Pardo de Figueroa : "Críticas inéditas de la Droapiana del año 1869" (Crónica de los cervantistas, año I, núm. 2; 12 de Diciembre de 1871 ; págs. 52 y siguientes). 48 754 EL TEATRO DE CERVANTES Entremeses. El rufián viudo llamado Tram- El Juez de los divorcios. pagos. La guarda cuidadosa. Elección de los Alcaldes de Da- El vizcaíno fingido. ganzo. 1875 17. Joya literaria. Comedias y entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra... Barcelona, Trilla y Serra. Exacta reimpresión del núm. 15. Contiene: Comedias. La Xuniancia. La Entretenida. Entremeses. El Juez de los divorcios. El rufián viudo. La e'ección de los Alcaldes de La guarda cuidadosa. Daganzo. El vizcaíno fingido. 1879 18. Biblioteca cientifico-literaria. El gallardo español. Comedia en tres jornadas de Miguel de Cervantes. Madrid. Dirección y administración, Valverde, 2, principal, 1879. Un tomo de 144 págs. en 8.° Al verso de la portada: "Liiprenta de la Biblioteca Científico- Literaria. Valverde, 2, principal." Contiene: Al conde de Lemos. Prólogo al lector. El gallardo español. Hace juego con el número siguiente. La cubierta denomina á esta colección Teatro de M. de Cervan- tes, y la anteportada, Comedias de Cervantes. 1879 19. Biblioteca científico-literaria. Los baños de Argel. Comedia en tres jornadas de Miguel de Cervantes. Madrid. Dirección y administración. Valverde, 2, principal. 1879. Un tomo de 138 págs. en 8." Al final anuncia como en prensa El Rufián dichoso, La Gran BIBLIOGRAFÍA 735 Sultana, EL Laberinto de amor. La Entretenida, Pedro de Urde- vt-alas, el Trato de Argel y La Kumancia, que no se publicaron. Hace juego con el número anterior y con el siguiente. 1879 20. Los Entremeses de Miguel de Cervantes. Madrid. Dirección y administración, Valverde, 2, principal, 1879. En 8.°, dos tomos de 128 págs. cada uno. Lo mismo esta im- presión que la del número 18 son bastante malas, en todos senti- dos. Forma también parte de la Biblioteca Científico-Literaria. Contiene {Tomo 1) : Los dos habladores. El Juez de los divorcios. Elección de los Alcaldes de Da- El retablo de las mara\-illas. ganzo. El hospital de los podridos. La cárcel de Sevilla. {Tomo II) : La cueva de Salamanca. La guarda cuidadosa. El rufián viudo. El viejo celoso. El vizcaíno fingido. 1893 21. Entremeses de !Migiiel de Cervantes Saavedra. ]\Ia- drid, Progreso editorial, 1893. En i6.°. de 175 páginas; edición económica; forma el volu- men CXXXI\' de la Biblioteca Universal. Contiene : El Juez de los divorcios. El viejo celoso. El rufián viudo. La cárcel de Sevilla. El vizcaíno fingido. El retablo de las maravillas. La guarda cuidadosa. La cueva de Salamanca. La elección de los Alcaldes de El hospital de los podridos. Dao-anzo. Los dos habladores. 1896 22. Teatro completo de Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid. Librería de Hernando y Compañía. Calle del Are- nal, núm. II. 1896-1897. Tres tomos en 8.°, que forman los CXCVII, CXCXTJI y CXCIX de la Biblioteca clásica. Edición económica formada sobre las de Xassarre (2), Sancha (3) y Rivadene>ra (13). Hanse deslizado en 756 EL TEATRO DE CERVANT2S ella muchas erratas de caja, y de mcila inteligencia de los origina- les, como confundir la / y la f con la / y ésta, á su vez, con la s, escribiendo, v. g. : ruso por rufo, fe por se, etc. Contiene (Tomo I; 1896) : Comedias. Dedicatoria al Conde de Lemos. La casa de los celos. Prólogo al lector (de Cervantes). La Numancia. El Trato de Argel. El gallardo español. (Tomo II; 1896) : Los baños de Argel. El rufián dichoso. Pedro de Urdemalas. La gran sultana. (Tomo III; 1897) : El laberinto de amor. La entretenida. Entremeses. Los dos habladores. El hospital de los podridos. La elección de los Alcaldes de La cueva de Salamanca. Daganzo. El rufián viudo. La cárcel de Sevilla. El vizcaíno fingido. El juez de los diyorcios. La guarda cuidadosa. El retablo de las maravillas. El viejo celoso. Esta edición debía de llevar, segnin en el primer tomo se anuncia, un Estudio crítico del Teatro de Cervantes, que, allí se dice, estaba escribiendo el Sr. Menéndez y Pelayo ; en el tercer volumen se anuncia para formar un tomo aparte. Dicho estudio no se ha publicado nunca. 1898 23. Entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra. El juez de los divorcios. El retablo de las Maravillas. Los dos habladores. Madrid, Biblioteca popular de La Ultima Moda, 1898. En 8.° con algunos grabados. 1905 24. Estudio crítico acerca dd entremés El Vizcaíno fin- gido de Miguel de Cervantes Saavedra por Manuel José García Licenciado en la Facultad de Filosofía y Letras. BIBLIOGRAFÍA 767 Obra premiada con mención honorífica por la Real Acade- mia Española. Madrid. Establecimiento tip. "Sucesores de Rivadeneyra"... 1905. En 8.° mayor, de 184 págs. Además de Introducción y Comentario publícase aquí una edi- ción crítica de El Vizcaíno fingido. 1906 25. Los rufianes de Cervantes. "El rufián dichoso" y "El rufián viudo" con un estudio preliminar y notas de Don Joaquín Hazañas y la Rúa, Catedrático de la Univer- sidad de Sevilla. Sevilla, Lib. é Imp. de Izquierdo y C Francos, n.° 54. 1906. En 8.° mayor, de 271 págs. Contiene : El Rufián dichoso. El Rufián viudo. De los dos últimos escritos (24 y 25) se habla más extensa- mente en sus lugares oportunos. 1911 26. Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mo- jigangas desde fines del siglo xvi á mediados del xviii, ordenada por Don Emilio Cotarelo y Mori, de la Real Aca- demia Española. Madrid, Bailly-BailHére, 1911. 4.° Forma el tomo XVII de la "Nueva biblioteca de autores espa- ñoles" ; comienza con los "Entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra" (págs. 1-51). Contiene: El juez de los divorcios. El vizcaíno fingido. El rufián viudo. El retablo de las maravillas. La elección de los Alcaldes de La cueva de Salamanca. Daganzo. El viejo celoso. La guarda cuidadosa. Los habladores. 1912 27. Biblioteca económica de clásicos castellanos, Cer- vantes. Teatro. Sociedad de ediciones Louis Michaud. 168. boulevard St.-Germain, 168. París. 738 EL TEATRO DE CERVANTES Un tomo en 8.°, de 277 págs. más una de índice. Al fin: "Imp. P. Landais, 16, Passage des Petites-Ecuries, Paris." Lleva un retrato imaginario de Cervantes. Págs. 5-14, "Cervantes y su teatro", por Zeda; pág. 17, "Al conde de Lemos" ; págs. 19-22, "Prólogo al Lec- tor"; págs. 23-26S, texto; págs. 269-277, "Nota'', por Zeda, expli- cativa del argumento de las piezas omitidas. Contiene : Nuniancia. El Juez de los divorcios. El Trato de Argel. El retablo de las maravillas. Pedro de Urdemalas. El viejo celoso. 1914 28. Aligiiel de Cervantes, Entremeses. Edición cuidado- samente revisadla por Luis Carlos Viada y Lluch, MCM [Adorno.] XIV. Ornamentada por J. Junceda. Editorial Ibé- rica.— J. Pugés (S. en c). Paseo de Gracia, 62, Barcelona. Un tomo de xii + 320 págs. en 8.° Anteportada : Entremeses M. de Cervantes; al verso y al pie de un dibujo: Los Grandes auto- res. Teatro. — Al verso de la portada: "Imp. de E. Doménech. Con- sejo de Ciento, 321. Barcelona." Contiene : Nota de los editores (v á vii). La cueva de Salamanca. Bibliografía (ix á xii). El viejo celoso. El Juez de los divorcios. Entremés de los habladores. Eli Rufián viudo. Entremés de los refranes. La eilección de los Alcaldes de Doña Justina y Calahorra. Daganzo. Entremés de los mirones. De la guarda cuidadosa. La cárcel de Sevilla. El vizcaíno fingido. Entremés de Jos romances. El retablo de las maravillas. El hospital de los podridos. La impresión es buena y bastante más correcta que otras ; suele seguir el texto del núm. 26. Las ilustraciones, numerosas, bastante artísticas;, y algunas á dos colores, negro y sepia. La "Nota de los editores", de escasa importancia. BIBLIOGRAFÍA ySg TRADUCCIONES Alemanas. 1780=1782 29. Magazin der Spanischen iind Portugiesischen Litte- ratur, von F. J. Bertuch. Dessaii und Leipzig, 1780- 1782. En el tomo I, págs. 213 y 214, y en el III, págs. 168 á 229, se contienen, respectivamente, versiones de El retablo de las mara- villas y de La cueva de Salamanca, bajo los títulos de Das zi'ioi- derthatige Puppenspiel y Die Teiifel aus der Kohlcnkammer. 1810 30. Niimancia. Trauerspiel von Miguel de Cervantes Saavedra. Zum ersten male übersetzt aus dem Spanischen in den Versmaassen des Origináis. Berlin, bei Julius Eduard Hitzig. En i6.°, de 114 págs. muy bien impresas. Traducción en verso de Federico, barón de la Motte Fouqué; precédela un soneto de A. W. Schlegel. Véase el núm. 4* Hay reim- presiones de la misma fecha en Viena (31) y de BerMn del año siguiente {33). 1810 31. Xumancia. Trauerspiel von Miguel de Cervantes Saavedra... Viena, 18 10. En 12.°; reimpresión del número anterior. 1810 32. Der Aufpasser. Zwischenspiel aus dem Spanisclien des Cervantes im Journal Pantheon, von Sigismund, von Grunensthal, früher Siebmann. 18 10. Traducción de La guarda cuidadosa, mencionada por Ríus, nú- mero 996 ^. I Según nota de Dorer; véase cl tomo I de la Bibliografía, de Rius, pág. 361. ' 760 EL TEATRO DE CERVANTES 1811 33. Xumancia. Traiierspiel von A'Iiguel de Cervantes Saavedra... Berlin, Dümmler, 181 1. Xueva edición del núm. 30. 1826 34. Xumancia, Trauerspiel in vier .\cten. Ouedlinburg und Leipzig, bey G. Basse, 1826. Traducción de Fórster. En 8.°, de 123 págs. ; es el tomo XII y último de las Obras esco- gidas de Cervantes, del mismo editor ; al fin va una biografía de Cervantes. Vézse Ríus, núm. 750, donde escribe la colección, 1829 35. X^umancia. Trauerspiel des Miguel de Cervantes Saavedra. Aus dem Spanischen von R. O. Spazier Zwickau, im A^erlage der Gebrüder Schumann. 1829. En 8.", de xv + 160 págs. Traducción en verso rimado ; al final va la vida de Cervantes, por J. F. MüUer. Es el tomo XVI de las Obras de Cervantes del mismo editor. Véase el núm, 749 de Ríus. 1841 36. Die Wachsame Schildwacbe, 1841, Berlin, Xicolai. En 8.° Traducción en prosa de La guarda cuidadosa. Pertenece á la segunda parte de la colección Spanischen Dramcn, Por C. A. Dohrn. 1845 37. Spanisches Theater. Herausgegeben, von W. A. v. Schlegel. Zweite Ausgabe, besorgt von Bocking, 2 Bande^ t6, Leipzig. Weidmann. 1845, En el tomo I de esta colección ha\' un fragmento de La Nu- mancia. 1845 38. Spanisches Theater, herausgegeben von Adolph BIBLIOGRAFÍA 76.' Friederich von Scliack. Erftertheil. Frankfurt am ]Main. Druck iind Berlag von Johann David Gauerlánder. 1845. En 8.°, de xiv + 477 págs. Contiene la traducción en prosa de los cuatro Entremeses si- guientes: El retablo de las maravillas (Das IVundertheatcr) (pág. 323). — La cueva de Salamanca {Die Hóhle von Salamanca) (pág. 361). — El juez de los divorcios (Der Scheidiingsrichter) (pág. 403) .• — El viejo celoso (Der Eiferfüchtige) (pág. 431). Lleva una curiosa introducción y notas explicativas de pasajes dificultosos para los alemanes. 1869 39. Cervantes' Neun Zwischenspiele. Uebersetzt von Hennann Kurz. Hildburghausen. Verlag des Bibliographis- chen Instituís. 1868. En 8.°, de 184 págs. Traducción de los ocho Entremeses de Cervantes y además de Los dos habladores. Es el tomo II del Spanisches Theater y el nú- mero 71 de la Bibliofhck aulcindischer Klassikcr. Francesas. 1823 40. Chefs-d'oeuvre du Théátre espagnol. Torres Naha- rro, Cervantes Saavedra, Guillen de Castro. A Paris, chez Ladvocat, Libraire. AI. DCCC. XXIII. En 4.°, de 448 págs. Contiene una Notice sur Cervantes (pág. 63) y otra snr Nu- mance (pág. 75) y la traducción en prosa de La Numancia (pági- nas yj á 150) hecha por Esménard. Es el tomo XXIV de la colec- ción Chefs-d'oeuvre des Théátres étrangers, traduits en fran<;ais. Ríus, que la describe (niim. 991). erró la fecha y el número del tomo. 1862 41. Théátre de Michel de Cervantes traduit pour la pre- miére fois de l'espagnol en frangais par Alphonse Rover. París, Michel Levy, 1862 (imp. Pillet). En 8." mayor, de 421 págs.; hermosa impresión. yb2 EL TEATRO DE CERVANTES Contiene este libro, además de una Introduction (pág. i) en de- fensa de las comedias de Cervantes, la traducción completa de Pedro de Urdenialas (pág. 37), El gallardo español (Le raillant es- pagnol) (pág. 89), El rufián, dichoso (Cristoval de Lugo) (pági- na 143), La Niimancia (Numance) (pág. 189), La guarda cuidadosa (Le gardien vigilunt) (pág. 229). El retablo de las maravillas (Le tablean des merveilles) (pág. 245), La cueva de Salamanca (La cave de Salamanqiie) (pág. 259), El rufián viudo (Trampagos) (pág. 275), El juez de los divorcios {Le juge des divorces) (pág. 289), El viejo celoso {Le vieillard jaloux) (pág. 301), El vizcaíno fingido {Le biscayen supposé) (pág. 315), Los dos habladores {Les deux bavards) (pág. 331) y análisis y argumento de las demás piezas, incluj^endo Los Tratos de Argel. 1888 42. Le gardien vigilant, intcrinede en un acte de Alichel de Cervantes. Traduit sur les éditions de Madrid 161 5 et 1749 et de Paris 1826, par Amadée Pagés. París, 1888. En 8.» 1907 43. Le Théátre édifiant. Cervantes. Tirso de Molina. Calderón. Par Marcel Dieulafoy, Membre de l'Listitut. Ta- ris. Librairie Blond et C,'^ , 4, Rué oMadame, 1907. En 8", de 352 pags Son traducciones de El Rufián dichoso. El Condenado por des- confiado y La Devoción de la Cruz; á cada comedia precede una breve noticia (una hoja) sobre su autor, y á todo el libro, un pro- logo de 58 páginas referente al drama religioso en España. Esta disertación presenta muchos errores y denota grandes ignorancias en su autor. Pág. 18: "£7 Rufián dichoso, titre dificile á traduire parce que I'equivalent franqais — le Truand béatifié — le rend d'assez loin et que la traduction littérale es encoré moins rapprochée du sens reel." Inglesas. 1870 44. The voyage to Parnassus ; Numantia, a tragedy ; The Commerce of Algiers, by Cervantes. Translated from the I BIHLIOGRAFÍA yúi spanish by Gordon Willough by James Gilí, aiithor of a l'ractate on Laiiguage. "History of Wraysbury Horton, and Colubrook" and Traslator of "Calatea" a Pastoral Romance by Cervantes. London : Alex. Murrav et son, 30, Queen Squa- re W. C. 1870. En 4.°, de vii + 288 págs. Acompaña á cada pieza un prefacio. Pág. 129: Niimantia. Tragedy by Miguel de Cervantes Saave- dra. — Pág. 211: The Commerce of Algiers: a Comedy by Miguel de Cervantes Saavedra. Traducciones en verso; la primera divi- dida en escenas, y la segunda, en cinco actos. 1885 45. Numantia: A Tragedy translated from the Spanish. wíth introduction and notes, by James Y. Gibson. Lon- don. 1885. En 8.° Italianas. 1910 46. La Ciiardia vigilante. Versión de La guarda cuidadosa, hecha por A. Giannini. y pu- blicada en Le Cronache letterarie de Florencia, de 30 de Octubre de 1910. INDI CE Introducción. PRIMERA PARTE.— GENERALIDADES I. — El teatro antes de Cervantes. Orígenes del teatro español. — El teatro religioso. — Eli elemento popular. — 'Juan del Encina. — Sus continuadores. — • Torre's Naharro. — Estancamiento del teatro español. — La Celestina. — ^Influencia clásica. — Timoneda y otros. — ^Influen- cia italiana. — ^Lope de Rueda y su teatro. — Fundación de co- rrales.— Representantes autores dramáticos. — Aparición del elemento histórico. — Fr. Jerónimo Bermúdez. — Juan de la Cueva y stis obras. — Sus discípulos. — Argensola. — Artieda. — Cristóbal de Virués y su teatro 13 II. — Cervantes, autor dramático. Afición de Cervantes á la escena. — Su primera época como autor dramático. — Obras que compuso. — Su éxito. — Contratos con Gaspar de Porres y con Rodrigo Osorio. — Aparición de Lope de Vega. — Novedades que se introdu- cen en el drama español. — ^Segunda época de Cervantes.— Su fracaso. — Opiniones de Cervantes acerca del teatro y las comedias. — Desacuerdo entre su teoría y su práctica IJI. — Las comedias de Cervantes. Caracteres de las comedias de Cervantes. — Asunto, plan y desarrollo. — División general de las comedias. — Noveda- des que Cerv.\ntes introduce en la escena española. — Nú- mero de actos, figuras alegóricas, efectos de tramoya. — Personaj es. — Caracteres. — El gracioso. — Versificación. — .Cervantes, poeta. — Estilo y lenguaje. — ^Cronología de las comedias. — Su clasificación 47 IV. — Los entremeses de Cervantes. Los entremeses. — Indicaciones acerca de su historia. — Los entremeses de Cervantes. — Asuntos, diálogos y caracteres. — ^Clasificación de los entremeses. — Su cronología. — Los en- tremeses atribuidos. — El "paso" de Los Farsantes, de don José M. Gutiérrez de Alba 65 Dw 766 ÍXDICE PAGS. V. — Cervantes y los cómicos de su tiempo. ¿Cervantes, actor? — ^Cervantes y Lope de Rueda. — Alonso Getino de Guzmán. — Opiniones de Cervantes acerca del arte dramático. — Condiciones y cualidades del buen re- presentante.— Relaciones de Cervantes con los cómicos de su tiempo. — Gaspar de Forres, Rodrigo Osorio, Jerónimo Velázquez, Pedro de Morales. — ^Actores mencionados por Cervantes 77 VI. — El teatro de Cervantes y la crítica. Publicación de las comedias y entremeses. — Reimpresión ihecha por D. Blas Nasarre y su Prólogo. — Polémicas á que dio lugar. — Don Tomás de Erauso y Zabaleta. — Hallazgo de dos piezas inéditas de Cervantes. — Polémicas de Huerta. — El abate Lampillas. — Opiniones de Moratín, Cavaleri y Arrieta. — Los biógrafos de Cervantes. — Ticknor, Schack, Klein. — Edición de las Obras completas de Cervantes. — Atribución de escritos dramáticos. — Estudios de Máinez, Alvarez Espino y otros. — El tercer Centenario del Quijote. 95 SEGUNDA PARTE.— COMEDIAS V I. — La Numancia. Historia, resistencia y fin de esta ciudad. — Juicio general y opiniones acerca de La Numancia. — Su mérito extraordi- nario.— •Fecha en que se compuso. — ^Fuentes de Cervantes. — Argumento, personajes y desarrollo. — El asunto de Nu- mancia en las letras españolas. — La Numantina, de Mosquera de Barnuebo. — Comedias de Rojas Zorrilla. — Cerco y ruina de Nviniancia, de Sedaño. — La Numancia destruida, de Aya- la. — La Numancia, de Sabiñón. — El poema Numancia des- truida.— Otras obras 1 19 II. — El Trato de Argel. Vida de los cautivos en Argel. — Objeto de esta comedia. — Opiniones acerca de ella. — El Trato de Argel y El Aman- te liberal. — Fecha en que se compuso El Trato. — Asunto, personajes y desarrollo. — Figuras históricas. — Recuerdos autobiográficos y de otras obras de Cervantes. — Imitacio- nes.— Los Esclavos de Argel, de Lope de Vega. — La Mag- dalena cautiva, de D. Antonio de Valladares. — Los Esclavos felices, de Comella 183 t>' III. — Los Baños de Argel. Los baños de Argel. — Fuentes de esta comedia. — El Tra- to, Los Baños de Argel y El Capitán cautivo. — Versifica- ción.— Figuras históricas. — ¿Fué representada esta obra? — Sorpresas y correrías de los piratas argelinos. — Las come- dias entre los cautivos. — Argumento de Los Baños de Ar- IXDICE 7(t7 gcl. — Su influencia en la literatura posterior. — La Morica garrida, de Villegas; Lucinda y Belardo, comedia america- na.— Romances. — El Hechizo de Sevilla, de Arce; Los Es- clavos de su esclava, de Castillo. — ^Comedias de El Renegado de Car mona y otras de Moreto, Cáncer, Alatos, Villavicio- sa. etc. — Cervantes en Argel, dramas de Torneo, Horta y Espiñeira. — La Manglanilla de Melilla, de Alarcón 22p IV. — El Gallardo español. Composición de esta obra. — Su fondo histórico. — Fuentes. — Tipos, versificación y juicios. — Valor autobiográfico de la comedia. — Su argumento. — Escenas notables. — Observa- ciones.— El Español en Orón, de D. Miguel de' Barrios.— £/ Galeote cautivo 259 V. — La Gran Sultana. Historia de D."* Catalina de Oviedo. — Fecha y lugar en que se escribió La Gran Sultana. — Xoticias del sultán Amu- rates III. — Juicio general de esta comedia. — Excelencias de versificación que ofrece. — Exactitud de las descripciones cer- vantinas.— Argumento y personajes. — El Charlatán y el asno. — Mujeres convertidas en hombre. — El Desdichado por la honra, de Lope de Vega. — La Corsaria Catalana, de Matos Fragoso 297 VI. — El Rufi.^n dichoso. Carácter biográfico de esta comedia. — Fuentes que gozó Cervantes. — l^ida de Fray Cristóbal de la Cruc, por el padre Agustín Dávila Padilla. — Juicios que se han hecho de El Rufián dichoso. — Su examen crítico. — Su asunto. — El tipo de Cristóbal de Lugo y Don Juan Tenorio. — Figuras histó- ricas.—Argumento y personajes. — Otras comedias de asunto semejante 349 VIL — Pedro de Urdemalas. El tipo de Pedro de Urdemalas. — Referencias anteriores á Cervantes. — Examen de su comedia. — Argumento y des- arrollo.— Semejanzas con La Elección de los Alcaldes de Daganso y con La Gitanilla de Madrid. — Con otras obras. — Pedro de Urdemalas y Agustín de Rojas. — Imitaciones. — El Sutil cordobés, de Salas Barbadillo. — ¿Pedro de Urde- malas, de Lope de Vega? — Juanilla la de Jerez, de Diaman- te.— Anónima de Pedro de Urdemalas. — Las Travesuras de Don Luis Cuello, de Ayala y Guzmán. — Saínetes. — Imita- ciones indirectas 389 VIH. — La Entretenida. Fin de esta comedia. — Asunto, caracteres y personajes. — Pormenores. — Versos de cabo roto. — Noticia de las danzas y bailes mencionados por Cervantes. — Obras de asunto pa- recido.— La Villana de Vallecas, de Tirso, y sus refundicio- nes.— El Parecido en la Corte, de Moreto. — Los Empeños del 768 ÍNDICE PAGS. mentir, de Mendoza. — La Niña de los embustes, de Castillo Solórzano. — El Gil Blas de Santillana. — Otros escritos 431 IX. — El Laberinto de amor. Juicio general de esta comedia. — Versificación y perso- najes.— Bellezas de la forma. — Historia de su asunto. — Don Rodrigo y la Duquesa de Lorena; el Conde de Barcelona y la Emperatriz de Alemania; la Sultana de Granada. — Ro- mances.— La comedia La Mejor luna africana. — Dos obras de Vélez de Guevara. — Mateo Bandello y Juan de Timone- da ; La Duquesa de la Rosa, de Alonso de la Vega. — La His- toria de la Reina Sevilla; la comedia Los Carboneros de Francia. — El Orlando furioso y La Ginebra de Escocia 461 X. — La Casa de los celos. Las comedias caballerescas. — ^Fuentes de la presente. — Su escaso mérito. — La Casa de los celos, ¿es El Bosque amoro- so F — Exposición de su asunto. — 'Comedias en que intervie- nen personajes cervantinos. — Obras de Lope de Vega, Mon- talbán, Cubillo, Llano, etc. — Piezas burlescas de Cáncer 489 TERCERA PARTE.— ENTREMESES I. — El Viejo celoso. Orígenes de este asunto. — Disciplina clericalis, de Pero Al- fonso ; el Libro de los cnxcmplos, de Sánchez Bercial ; Fábu- las de Alonso de Pogio. — Antecedentes artísticos; Boccaccio y Sansovino; entremeses de El Padre engañado y La Ende- moniada.— La obra de Cervantes. — Argumentos, escenas y caracteres. — El Viejo celoso y El Celoso extremeño. — Piezas semejantes; entremeses de La Capa y las figuras; Los Li- najudos; de La Burla de Pantoja, de Moreto y otros; saí- nete de El Celoso y otros S^S n. — La Cueva de Salamanca. Las cuevas de Salamanca. — Su Historia, por Botello de Moraes. — 'Antecedentes del argumento de este entremés. — Su examen crítico. — Imitaciones. — El Astrólogo tunante, de Bances Candamo; El Dragoncillo, de Calderón; Entre- més del Molinero; El Enredo más bizarro, de Coello Re- bello; El Soldado exorcista, de Zabala y Zamora. — ^Otros entremeses y saínetes. — Las comedias La Cueva de Salaman- ca, de Alarcón, y Celos, aun imaginados, conducen al pre- cipicio, de Fernández de Bustamante. — Imitaciones extran- jeras 537 III. — El Retablo de las mar.willas. Historia de este asunto. — Un cuento popular y otro de D. Juan Manuel. — Retablos y titereros. — Examen general del entremés. — Argumento, personajes y escenas notables.— ixnicE ^^y PAGS. fí « / V; /a. ,;,a,-„^.///«,, de Quiñones-Entremeses de La Burla de losUteres fingidos y de Las Fisiones, cte Ran- ees Candamo.-Otras p:e.as.-£/ Retablo de las n.ararillas ■ en el extranjero IV.— El Rufián viudo. ■^"^ El Rufián viudo y Rinconete y Cortadillo. -YA tino de Trampagos.-Pasos de Lope de Rueda; entremeses de Ma- ^aiqmvi y Golondrtno.-Asunto de El Rufián viudo -Es- carraman y su h^il..-.Auto de Esearramán; comedias de Sa- las Barbaddlo y Moreto; jácaras de Quevedo.-Piezas pa- recidas a las de CERV.^XEs.-La Hermanía, de Lugo y Dav. a: entremeses de Zapatanga, de Benavente: Las jaca- ra^ de Calderón y otros: sainete de El Viudo, de D. Ramón de la Cruz, etc V.— El Vizcaíno fingido. ■^'-^•^ Cerv.antes y los vizcainos.-Juicio de este entremés.- ^echa de su composición—Argumento y observaciones - Semejanzas.-Pasajes de Las Harpías en Madrid y de La Garduña de Sevilla, de Castillo Solórzano.-£/ Chaseo de los aderezos, de D. Ramón de la Cruz... ^,„ VL— La Guarda cuidados.^. -^ Pretendido aspecto autobiográfico.— Examen de este en- tremes.-Fecha y lugar en que fué escrito— Análisis de su asunto.-Otras obras que lo ofrecen parecido— £„/r^mc.y de los cinco galanes, de Moreto; el anónimo de Los Cuatro galanes.-Otvos entremeses y sainetes.-/,a Guarda cuida- dosa, de Miguel Sánchez VIL— El Juez de los divorcios. Objeto de esta pieza; su moralidad.-Juicio v excelen- cias.-Personajes.-Argumento; escenas de mérito sobresa- Iiente.-Obras semejantes— £/ Hospital de los malcasados de Quinones.-Entremeses de Mendoza, Salas Barbadillo v Castillo Solórzano VIIL— La Elección de los alcaldes de Dag.\nzo. El pueblo de Daganzo.-Parecer sobre este entremés.- Su argumento.— Reminiscencias de otras obras.— Semejan- zas.—Piezas breves de Quiñones de Benavente v de D Ra- món de la Cruz ^3z 6si 663 CUARTA PARTE.-OBRAS DRAMÁTICAS PERDIDAS Y OBRAS ATRIBUIDAS A CERVANTES I— Obras dramáticas de Cervantes que se ban perdido.— /.a Ba- talla naval— La Confusa.— La Bizarra Arsinda.—La Jeru- salén.~La Gran Turquesa.— La Única.— El Bosque amoroso —La Amaranto ó La del Mayo.— El Trato de Constantino- 49 770 IXDICE PAGS. pía V muerte de Selint. — E¡ engaño á ¡os ojos. — Noticias que nos quedan de estas comedias 677 II. — Obras dramáticas atribuidas á Cervantes. — Causas de estas atribuciones. — Dificultades de discernir los autores por el estilo de los escritos. — Descubridores de estas supuestas obras cervantinas. — Xavarrete, Colom y Colom, Fernández Guerra, Asensio, Castro. — Lista cronológica de las pie- zas atribuidas. — Su división 685 III. — Comedia de La Soberana Virgen de Guadalupe. — Represen- tación de Las Cortes de la Muerte. — Autos sacramentales. 691 IV. — Los Dos habladores. — Sus ediciones. — Asunto y personajes. — El Picaro hablador, de Coello. — Obras semejantes. — El Negrito hablador, de Quiñones. — El Inglés hablador, de Cas- tro.— El Hablador y El Padrino y el Pretendiente, de Cruz. — El Hablador, de Goldoni. — Otras obras. — Habladoras. — Un Hablador sempiterno, de Ventura de la Vega 699 V. — El Hospital de los podridos. — Su mérito. — Figuras y argumen- to.— Semejanzas. — Entremeses de La Plaza del Retiro; Las Civilidades, El Murmurador y El Martinillo, de Bena- vente. — La Variedad en la locura. — El Hospital de los ton- tos, de Cruz 711 VI. — La Cárcel de Sevilla. — Juicio de esta obra. — Asunto. — Ana- logías de este entremés y la Relación de lo que pasa en la Cárcel de Sez'illa. — Noticias de Cristóbal de Chaves. — La Cárcel de Sevilla en las letras españolas. — El gallardo Es- r^ carramán, de Salas Barbadillo 717 VII. — Entremés de Los Romances. — Historia de la composición - del Quijote, según D. Adolfo de Castro. — Idea de este en- tremés.— Examen de las razones de su atribución á Cerv.\n- TES. — No es obra suya. — Los centones y su boga 721 VIII. — Entremés de Los Mirones. — Su mérito. — Su asunto. — En- debles motivos de la atribución. — Don Francisco de Leyva y Cerv.\ntes. — Los Mirones de la Corte, de Salas Barbadillo... 727 IX. — Entremés de los Refranes. — Hallazgo de esta obrilla. — Sus impresiones. — Bellezas que ostenta. — Idea de su argumento. — Conjeturas acerca de su autor. — Ausencia de razones para creer que lo sea Cervantes 733 X. — Otros entremeses. — El de Doña Justina y Calahorra. — El de Ginctilla, ladrón. — 'El de Melisendra. — El de Durandarte y Belerma. — Piezas desconocidas. — La Toledana y María la de Esquivias 737 Apéndice. — Bibliografía 741 ACABÓSE DE IMPRIMIR EX LA TIPOGRAFÍA DE LA ''REVISTA DE ARCHIVOS, BIBLIOTECAS V MUSEOS' EL DÍA X DE XOVIEMBRE DEL AXO MCMXV 5) 1 PLEASE DO NOT REMOVE CARDS OR SLIPS FROM THIS POCKET UNIVERSITY OF TORONJO LIBRARY